• - Hora del paseo Tabitha~.

    *Aprovechando que hacia un buen día para dar una vuelta llame a Tabitha la cual esta vino volando hasta quedar encima de mi pecho, riendo levemente comencé a ponerle el arnés dejándoselo bien puesto y que no le molestase en la parte de sus alas, sujete la correa una vez preparados ambos y salí de casa con la pequeña volando contenta disfrutando de su paseo diario*
    - Hora del paseo Tabitha~. *Aprovechando que hacia un buen día para dar una vuelta llame a Tabitha la cual esta vino volando hasta quedar encima de mi pecho, riendo levemente comencé a ponerle el arnés dejándoselo bien puesto y que no le molestase en la parte de sus alas, sujete la correa una vez preparados ambos y salí de casa con la pequeña volando contenta disfrutando de su paseo diario*
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  • — Entre broma y broma..., decía mi madre cuando no deseaba aceptar la realidad, mi amistad con Neo se había hecho más fuerte, a cualquier lugar que iba, él estaba ahí, lo peor que podría pasarme en esta etapa de mi vida, sería enamorarme estúpidamente de alguien que no es mi tipo.

    Me he repetido cada vez que se acerca de una forma inusual a mí, "solo es mi amigo, solo mi amigo", de esa manera, pongo los pies en la tierra, de igual forma ... le pertenezco a alguien más y eso es inapelable. - Cada palabra era escrita en el pequeño diario de corazón que escondía debajo de la cama.


    //Rol Inspirado en una dulce conversación.
    — Entre broma y broma..., decía mi madre cuando no deseaba aceptar la realidad, mi amistad con Neo se había hecho más fuerte, a cualquier lugar que iba, él estaba ahí, lo peor que podría pasarme en esta etapa de mi vida, sería enamorarme estúpidamente de alguien que no es mi tipo. Me he repetido cada vez que se acerca de una forma inusual a mí, "solo es mi amigo, solo mi amigo", de esa manera, pongo los pies en la tierra, de igual forma ... le pertenezco a alguien más y eso es inapelable. - Cada palabra era escrita en el pequeño diario de corazón que escondía debajo de la cama. //Rol Inspirado en una dulce conversación.
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  • ❝ 𝑆𝑒𝑔𝑢𝑛𝑑𝑎 𝑠𝑒𝑠𝑖ó𝑛 𝑓𝑜𝑡𝑜𝑔𝑟á𝑓𝑖𝑐𝑎. ❞

    ──── Disponible ya en todas los comercios y puestos de venta de diarios. Pase ya mismo a comprar estas nuevas ediciones. ──── [♡]

    ||• Una disculpa por si se ve pequeña la imagen, son 27 fotos en total y quería que quepan lo suficiente para hacer esta publicación. ♡
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  • ❝ 𝐏𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐚 𝐬𝐞𝐬𝐢ó𝐧 𝐟𝐨𝐭𝐨𝐠𝐫á𝐟𝐢𝐜𝐚. ❞

    ──── ¡Pase ya mismo a comprar la nueva edición de la revista! Disponible en todos los puestos de diarios y comercios. ────

    ||• Agradecido estoy con aquellos que me permitieron hacerles una edición bonita. Ya saben, si gustan una, no duden en pedírmela y se las hago con cariño. ♡
    ❝ 𝐏𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐚 𝐬𝐞𝐬𝐢ó𝐧 𝐟𝐨𝐭𝐨𝐠𝐫á𝐟𝐢𝐜𝐚. ❞ ──── ¡Pase ya mismo a comprar la nueva edición de la revista! Disponible en todos los puestos de diarios y comercios. ──── ||• Agradecido estoy con aquellos que me permitieron hacerles una edición bonita. Ya saben, si gustan una, no duden en pedírmela y se las hago con cariño. ♡
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  • Kymsu dejó la carta de renuncia en la pastelería. Pidió disculpas a sus compañeras de piso y empacó sus cosas en preparación a lo que iba a hacer.

    Habían pasado meses desde que cambió a su cuerpo actual, pero, ¿había valido la pena? Por años pensaba que las catames que cambiaban por la aceptación social eran débiles, estúpidas, traicioneras... sin embargo, ella cayó, y mucho peor que caer, se dejó convencer por una bruja que le prometió maravillas, ¡una vida mejor! Pero esa vida fue al costo de lo que profundamente hacía a Kymsu ser ella misma.

    Su arrepentimiento comenzó tras encontrar unas fotografías y los diarios que había escrito mientras trabajaba en el bar de Koray, el bar "Chichonas" donde escribía sobre la libertad de su gente y cómo nunca iba a rendirse.

    — ¡Quiero revertirlo! —Su puño golpeaba la puerta de aquella casa remota, rodeada de un bosque que parecía abrazarla, esconderla de los demás. Ella estaba buscando a la hechicera que la transformó.

    —¿¿Hola??— Su rostro apegado al vidrio de la puerta buscaba a la anciana, pero nadie parecía estar en casa. ¿Estaba ignorándola? Kymsu continuó golpeando la puerta, desesperándose al imaginarse que no había manera de volver a como era antes. —¡¡Por favor!! ¡Necesito su ayuda! —

    Un par de horas habían pasado, el cielo se empezaba a oscurecer y su voz estaba ronca de tanto gritar y sus ojos enrojecidos por tanto llorar. Estaba a punto de rendirse cuando escuchó movimiento aproximarse desde el camino entre los árboles: era ella. Una anciana de menos de metro y medio, cabello rizado blanco que caía como cascada alrededor de su rostro. Parecía contenta y sorprendida de ver a Kymsu.

    — Oh my, la-niña, ¿qué haces aquí? — la señora se movía con tranquilidad, arrastrando un pequeño cesto con ruedas que estaba lleno de frutas, verduras y hojas verdes de todo tamaño. Se detuvo en la entrada, ofreciéndole una mano a la muchacha. Kymsu se puso de pie rápidamente y se limpió el rostro húmedo en lágrimas.

    —... P-pensé que me estaba ignorando. —
    —¡Jajaja! —su carcajada acompañó el campaneo de sus llaves tras adelantarse para abrir la puerta. Su voz era como un cálido abrazo.— Calma esos nervios. Adelante, adelante. Ya que estás aquí, qué tal si me ayudas a guardar las verduras y me cuentas qué buscabas, ¿hm? —

    Kymsu asintió.

    Pasó la tarde con la anciana, haciendo lo que le pedía. De cierta manera había entrado a modo "trabajo" y solamente actuaba por costumbre: barría, limpiaba, recogía, apartaba las sobras que pudieran entorpecer a la hechicera mientras parecía trabajar una poción de color cambiante. Kymsu quería esperar a que terminara de trabajar para pedirle ayuda, pero cayó exhausta en el sofá.

    Y en el estado hipnagogico escuchó a la anciana aproximarse a paso lento. Sostenía una taza con la pócima que había estado preparando.

    — La-niña, toma. Te hará bien—dijo—, te buscaré una cobijita.

    Kymsu no recordó haberse dormido; tras haberse tomado el té de hierbas, su cabeza se sintió pesada y experimentó sueños vívidos bastante extraños. No sabía por cuántas horas había dormido, pero despertó bañada en sudor.

    —¿Qué hora es...? —y al intentar buscar su teléfono, sintió que su mano estaba atascada en el sofá. Intentó halar, pero no podía soltarse. Se asustó aún más al notar que escuchaba todo mucho más alto que antes, los colores se veían distintos, y algo le estorbaba en la espalda ¿tenía su cola nuevamente? Se incorporó lo más rápido que pudo, sus garras se habían atascado al mueble. Se sentía torpe en su cuerpo nuevamente, se tropezó en su propia cola al caminar y el sonido de la madera crujiendo mientras caminaba resultaba escandaloso a sus oídos, pero cuando alcanzó a encontrar un espejo, sus ojos se humedecieron, emocionada.

    ¡Volvió a ser una catame!

    Escuchó a la anciana hablar desde la otra habitación.

    —¿Ya te despertaste, la-niña? —
    Kymsu corrió hacia ella y la abrazó con fuerza.

    — ¡G-gracias! —sollozaba de felicidad. La anciana sólo le palmeó la espalda, y agregó, soltándose de su abrazo con delicadeza.

    —Ya... ya, pero váyase pronto, que los gatos me dan alergias. —se rió y tras besar la frente de Kymsu, le dejó ir.
    Kymsu dejó la carta de renuncia en la pastelería. Pidió disculpas a sus compañeras de piso y empacó sus cosas en preparación a lo que iba a hacer. Habían pasado meses desde que cambió a su cuerpo actual, pero, ¿había valido la pena? Por años pensaba que las catames que cambiaban por la aceptación social eran débiles, estúpidas, traicioneras... sin embargo, ella cayó, y mucho peor que caer, se dejó convencer por una bruja que le prometió maravillas, ¡una vida mejor! Pero esa vida fue al costo de lo que profundamente hacía a Kymsu ser ella misma. Su arrepentimiento comenzó tras encontrar unas fotografías y los diarios que había escrito mientras trabajaba en el bar de Koray, el bar "Chichonas" donde escribía sobre la libertad de su gente y cómo nunca iba a rendirse. — ¡Quiero revertirlo! —Su puño golpeaba la puerta de aquella casa remota, rodeada de un bosque que parecía abrazarla, esconderla de los demás. Ella estaba buscando a la hechicera que la transformó. —¿¿Hola??— Su rostro apegado al vidrio de la puerta buscaba a la anciana, pero nadie parecía estar en casa. ¿Estaba ignorándola? Kymsu continuó golpeando la puerta, desesperándose al imaginarse que no había manera de volver a como era antes. —¡¡Por favor!! ¡Necesito su ayuda! — Un par de horas habían pasado, el cielo se empezaba a oscurecer y su voz estaba ronca de tanto gritar y sus ojos enrojecidos por tanto llorar. Estaba a punto de rendirse cuando escuchó movimiento aproximarse desde el camino entre los árboles: era ella. Una anciana de menos de metro y medio, cabello rizado blanco que caía como cascada alrededor de su rostro. Parecía contenta y sorprendida de ver a Kymsu. — Oh my, la-niña, ¿qué haces aquí? — la señora se movía con tranquilidad, arrastrando un pequeño cesto con ruedas que estaba lleno de frutas, verduras y hojas verdes de todo tamaño. Se detuvo en la entrada, ofreciéndole una mano a la muchacha. Kymsu se puso de pie rápidamente y se limpió el rostro húmedo en lágrimas. —... P-pensé que me estaba ignorando. — —¡Jajaja! —su carcajada acompañó el campaneo de sus llaves tras adelantarse para abrir la puerta. Su voz era como un cálido abrazo.— Calma esos nervios. Adelante, adelante. Ya que estás aquí, qué tal si me ayudas a guardar las verduras y me cuentas qué buscabas, ¿hm? — Kymsu asintió. Pasó la tarde con la anciana, haciendo lo que le pedía. De cierta manera había entrado a modo "trabajo" y solamente actuaba por costumbre: barría, limpiaba, recogía, apartaba las sobras que pudieran entorpecer a la hechicera mientras parecía trabajar una poción de color cambiante. Kymsu quería esperar a que terminara de trabajar para pedirle ayuda, pero cayó exhausta en el sofá. Y en el estado hipnagogico escuchó a la anciana aproximarse a paso lento. Sostenía una taza con la pócima que había estado preparando. — La-niña, toma. Te hará bien—dijo—, te buscaré una cobijita. Kymsu no recordó haberse dormido; tras haberse tomado el té de hierbas, su cabeza se sintió pesada y experimentó sueños vívidos bastante extraños. No sabía por cuántas horas había dormido, pero despertó bañada en sudor. —¿Qué hora es...? —y al intentar buscar su teléfono, sintió que su mano estaba atascada en el sofá. Intentó halar, pero no podía soltarse. Se asustó aún más al notar que escuchaba todo mucho más alto que antes, los colores se veían distintos, y algo le estorbaba en la espalda ¿tenía su cola nuevamente? Se incorporó lo más rápido que pudo, sus garras se habían atascado al mueble. Se sentía torpe en su cuerpo nuevamente, se tropezó en su propia cola al caminar y el sonido de la madera crujiendo mientras caminaba resultaba escandaloso a sus oídos, pero cuando alcanzó a encontrar un espejo, sus ojos se humedecieron, emocionada. ¡Volvió a ser una catame! Escuchó a la anciana hablar desde la otra habitación. —¿Ya te despertaste, la-niña? — Kymsu corrió hacia ella y la abrazó con fuerza. — ¡G-gracias! —sollozaba de felicidad. La anciana sólo le palmeó la espalda, y agregó, soltándose de su abrazo con delicadeza. —Ya... ya, pero váyase pronto, que los gatos me dan alergias. —se rió y tras besar la frente de Kymsu, le dejó ir.
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  • Una vida acaba y la otra empieza.
    Fandom Ninguno.
    Categoría Original
    "Introduction"

    -A veces las consecuencias de los actos que nos llevan a estar donde estamos. Son algo que nosotros mismos nos buscamos.-

    *Eso es culpa de no tener un ejemplo qué seguir*

    -Eso se decía Niles a sí mismo sentado en ese lugar.
    Lleno de humedad; Sucio, lleno de goteras, con apenas luz, una bandeja de comida tirada en el suelo con un engrudo sin gracia y un pan más duro que las paredes.
    Si ropa estaba sucia, olía tal cual que una persona que no se había bañado en unas semanas... ¿Puede que un mes?-

    *Maldita suerte*

    -Cosas que Murmuraba entre dientes, esperando así desahogar su frustración... ¿Pero quien cojones le había mandado a robarle 14 millones de dólares a ese maldito Yakuza?
    Sin duda alguna era un gilipollas de manual.
    Muy arrogante para ver la soga al cuello que se estaba poniendo... Porque no le iban a dejar ahí, no señor. Estaban esperando recuperar el dinero con la información que les había dado.

    Una vez tengan todo el dinero de vuelta no le iban a soltar. Tenía su sentencia de muerte pintada en la cara; todos esos golpes a diario. La sangre seca en su ropa, la tela rajada y sobre todo el par de costillas rotas que le provocaban un dolor insoportable al gritar por golpes que divertían a sus captores.-

    *Sí me golpeo la cabeza contra la pared, con suerte me rompa el cuello y acabo con todo*

    -Lagrimas rodaban por sus mejillas. Empañando sus ojos y haciendo más amarga su espera.
    Habría sido mejor morir de un disparo en la frente. Así no sentir nada más... Solo dejarse caer en la oscuridad y en la nada.
    Porque no creía en un Dios que no ve ni intercede por nadie. Solo en lo que sus manos podían hacer.-

    *Puede que la policía me busque y venga a por mí... Tienen buenos agentes en sus agencias federales.*

    -Ríe amargamente pensando que esos cabrones solo saben rascarse los huevos y rogar que por suerte den con quien buscan antes de encontrar su fiambre en una cuneta o flotando en un lago helado.-

    *Solo espero que mi hermana no sepa nunca lo que me pasó. Que no tenga que pasar por otra muerte más. Ya perdimos a nuestros padres hace poco y ahora yo... ¡JODER!*

    -Días pasaron, o eso creía, la puta ventana estaba cerrada, solo una bombilla que chisporrotea, enciende y apaga, le da luz.

    Un hombre de unos 50 años entra con una cara de pocos amigos. Le ata las manos a la espalda con una bridas. Le levanta por el cuello sin ninguna delicadeza. Le empuja y le saca de la celda.
    Hacía mucho que no veía otra cosa que esa celda en la que estaba.
    Le llevan hasta una sala amplia, con una silla en el centro, un foco que apunta a la misma, una cámara de vídeo en frente y unos tipos parados en la penumbra.-

    *Ya está, este es mi fin...*

    -Se dijo para sí mismo en un susurro.
    Pensando en que solo le quedaba resignarse, no había como escapar.
    Le sientan en la silla, le ponen unos grilletes en los pies. Una cinta en el pecho y una bolsa de tela negra en la cabeza.

    Un profundo gemido ahogado en miedo sale de su garganta con la boca entre abierta.
    Cierra los ojos y busca el recuerdo más feliz que pueda evocar.-

    *Cariño no corras cerca de la piscina, te puedes caer*

    -Recuerda la voz de su madre cuando él era pequeño...-

    *Deja que se divierta y si se cae, aprenderá solo qué es lo que debe y no hacer*

    -Ahora suena la voz de su padre. El mismo que sentado desde una tumbona estaba leyendo una revista de motos.-

    *Bueno ahora puede que me reúna con ellos... Que esta pesadilla acabe y todo esté bien... ¿No? *

    -La aceptación era lo único que le quedaba en su lista de fases por pasar.

    Se escuchan voces en japonés. Se notaban molestos, no sabía lo que estaba diciendo pero sonaban molestos...
    Nota un sonido metálico y sordo. Un arma de fuego. Por tener la cabeza tapada no supo qué era. Pero qué más daba saberlo o no.

    Su momento estaba marcado. No había mas...

    Quiso suplicar que le perdonasen la vida, prometer que nunca iba a volver a hacerlo y que no le iba a contar nada a nadie de lo que había pasado... Pero son Yakuzas... De nada le iba a servir suplicar por su vida.-

    *Solo espero que sea rápido... No podría aguantar otro agonico día. *

    -Siente en la gente que algo se apoya y le empuja levemente la cabeza para atrás. La garganta se le hace un nudo, la mente se le llena de cosas... Su vida pasa como los carretes de película de esos filmes antiguos, todo en color sepia, con un sonido lejano y difuminado.

    Los cumpleaños; Los momentos felices y tristes, las risas, los abrazos, las excursiones y los castigos.

    Todo aquello parecía desvanecerse en una bruma densa y se iba a perder en el olvido.-

    *Yego tu ola maldito vastaldo, vas a molil como el pelo que eles... Con nosotlos no se juega y menos se le puede lobal sin pagal con la vida.*

    -Dice la voz en una mala entonación del idioma. Puede que en otro momento hubiera arrancado en risas y hecho la burla. Pero esas eran las últimas palabras que iba a escuchar... Maldita ironia... Su muerte iba a ser una puta burla.

    Podria jurar que esos segundos le parecieron horas. Quería que se acabe, pero también que no lo haga.
    Hasta que a lo lejos se escuchan unos gritos, luego unos disparos y finalmente un golpe en la puerta de la sala donde se encuentra.

    Lo que supone que es el cañón de la pistola que tiene en la frente se desvía un poco ante el giro que hace su verdugo.
    Se escucha el disparo justo contra su oreja. Y un ardor le pasa por el lado de cabeza, por encima de la oreja.
    Un pitido hace que no pueda escuchar bien los gritos y disparos que se producen y hacen eco en esa sala.

    Finalmente se hace el silencio, algo que dura poco. Luego unos pasos acercarse.
    Le toman por la cabeza y lo mueven.
    Le quitan la bolsa de la cabeza y con los ojos entrecerrados, intenta enfocar y solo ve a un tipo en frente suyo.
    Le grita cosas, las entiende, solo sacude la cabeza asíntiendo y todo se apaga.-

    *¡SIGUE VIVO, ESTÁ HERIDO, ESTABA CONSCIENTE PERO AHORA SE HA DESMAYADO, LLEVEMOSLO AHORA!*

    -Fue lo último que pudo escuchar antes de que todo se apagase, no escuchara nada y a los pocos días despierte en una cama lleno de vendas, con una gasa en la cabeza y tapado hasta el cuello con una manta.
    No sentía su ropa, aunque ya no olía como un establo lleno de cerdos.
    Mira con dificultad ya que la luz le molesta, intentando enfocar y reconocer donde está.
    Estaba solo en aquel lugar.

    Pero estaba vivo, estaba curado y tenía otro día para poder vivir.-


    "Esto es el comienzo de su vida anterior y de su nueva vida, solo queda esperar que su pasado no le reclame aquello que se le escapó."


    Monorol 1 de varios.
    "Introduction" -A veces las consecuencias de los actos que nos llevan a estar donde estamos. Son algo que nosotros mismos nos buscamos.- *Eso es culpa de no tener un ejemplo qué seguir* -Eso se decía Niles a sí mismo sentado en ese lugar. Lleno de humedad; Sucio, lleno de goteras, con apenas luz, una bandeja de comida tirada en el suelo con un engrudo sin gracia y un pan más duro que las paredes. Si ropa estaba sucia, olía tal cual que una persona que no se había bañado en unas semanas... ¿Puede que un mes?- *Maldita suerte* -Cosas que Murmuraba entre dientes, esperando así desahogar su frustración... ¿Pero quien cojones le había mandado a robarle 14 millones de dólares a ese maldito Yakuza? Sin duda alguna era un gilipollas de manual. Muy arrogante para ver la soga al cuello que se estaba poniendo... Porque no le iban a dejar ahí, no señor. Estaban esperando recuperar el dinero con la información que les había dado. Una vez tengan todo el dinero de vuelta no le iban a soltar. Tenía su sentencia de muerte pintada en la cara; todos esos golpes a diario. La sangre seca en su ropa, la tela rajada y sobre todo el par de costillas rotas que le provocaban un dolor insoportable al gritar por golpes que divertían a sus captores.- *Sí me golpeo la cabeza contra la pared, con suerte me rompa el cuello y acabo con todo* -Lagrimas rodaban por sus mejillas. Empañando sus ojos y haciendo más amarga su espera. Habría sido mejor morir de un disparo en la frente. Así no sentir nada más... Solo dejarse caer en la oscuridad y en la nada. Porque no creía en un Dios que no ve ni intercede por nadie. Solo en lo que sus manos podían hacer.- *Puede que la policía me busque y venga a por mí... Tienen buenos agentes en sus agencias federales.* -Ríe amargamente pensando que esos cabrones solo saben rascarse los huevos y rogar que por suerte den con quien buscan antes de encontrar su fiambre en una cuneta o flotando en un lago helado.- *Solo espero que mi hermana no sepa nunca lo que me pasó. Que no tenga que pasar por otra muerte más. Ya perdimos a nuestros padres hace poco y ahora yo... ¡JODER!* -Días pasaron, o eso creía, la puta ventana estaba cerrada, solo una bombilla que chisporrotea, enciende y apaga, le da luz. Un hombre de unos 50 años entra con una cara de pocos amigos. Le ata las manos a la espalda con una bridas. Le levanta por el cuello sin ninguna delicadeza. Le empuja y le saca de la celda. Hacía mucho que no veía otra cosa que esa celda en la que estaba. Le llevan hasta una sala amplia, con una silla en el centro, un foco que apunta a la misma, una cámara de vídeo en frente y unos tipos parados en la penumbra.- *Ya está, este es mi fin...* -Se dijo para sí mismo en un susurro. Pensando en que solo le quedaba resignarse, no había como escapar. Le sientan en la silla, le ponen unos grilletes en los pies. Una cinta en el pecho y una bolsa de tela negra en la cabeza. Un profundo gemido ahogado en miedo sale de su garganta con la boca entre abierta. Cierra los ojos y busca el recuerdo más feliz que pueda evocar.- *Cariño no corras cerca de la piscina, te puedes caer* -Recuerda la voz de su madre cuando él era pequeño...- *Deja que se divierta y si se cae, aprenderá solo qué es lo que debe y no hacer* -Ahora suena la voz de su padre. El mismo que sentado desde una tumbona estaba leyendo una revista de motos.- *Bueno ahora puede que me reúna con ellos... Que esta pesadilla acabe y todo esté bien... ¿No? * -La aceptación era lo único que le quedaba en su lista de fases por pasar. Se escuchan voces en japonés. Se notaban molestos, no sabía lo que estaba diciendo pero sonaban molestos... Nota un sonido metálico y sordo. Un arma de fuego. Por tener la cabeza tapada no supo qué era. Pero qué más daba saberlo o no. Su momento estaba marcado. No había mas... Quiso suplicar que le perdonasen la vida, prometer que nunca iba a volver a hacerlo y que no le iba a contar nada a nadie de lo que había pasado... Pero son Yakuzas... De nada le iba a servir suplicar por su vida.- *Solo espero que sea rápido... No podría aguantar otro agonico día. * -Siente en la gente que algo se apoya y le empuja levemente la cabeza para atrás. La garganta se le hace un nudo, la mente se le llena de cosas... Su vida pasa como los carretes de película de esos filmes antiguos, todo en color sepia, con un sonido lejano y difuminado. Los cumpleaños; Los momentos felices y tristes, las risas, los abrazos, las excursiones y los castigos. Todo aquello parecía desvanecerse en una bruma densa y se iba a perder en el olvido.- *Yego tu ola maldito vastaldo, vas a molil como el pelo que eles... Con nosotlos no se juega y menos se le puede lobal sin pagal con la vida.* -Dice la voz en una mala entonación del idioma. Puede que en otro momento hubiera arrancado en risas y hecho la burla. Pero esas eran las últimas palabras que iba a escuchar... Maldita ironia... Su muerte iba a ser una puta burla. Podria jurar que esos segundos le parecieron horas. Quería que se acabe, pero también que no lo haga. Hasta que a lo lejos se escuchan unos gritos, luego unos disparos y finalmente un golpe en la puerta de la sala donde se encuentra. Lo que supone que es el cañón de la pistola que tiene en la frente se desvía un poco ante el giro que hace su verdugo. Se escucha el disparo justo contra su oreja. Y un ardor le pasa por el lado de cabeza, por encima de la oreja. Un pitido hace que no pueda escuchar bien los gritos y disparos que se producen y hacen eco en esa sala. Finalmente se hace el silencio, algo que dura poco. Luego unos pasos acercarse. Le toman por la cabeza y lo mueven. Le quitan la bolsa de la cabeza y con los ojos entrecerrados, intenta enfocar y solo ve a un tipo en frente suyo. Le grita cosas, las entiende, solo sacude la cabeza asíntiendo y todo se apaga.- *¡SIGUE VIVO, ESTÁ HERIDO, ESTABA CONSCIENTE PERO AHORA SE HA DESMAYADO, LLEVEMOSLO AHORA!* -Fue lo último que pudo escuchar antes de que todo se apagase, no escuchara nada y a los pocos días despierte en una cama lleno de vendas, con una gasa en la cabeza y tapado hasta el cuello con una manta. No sentía su ropa, aunque ya no olía como un establo lleno de cerdos. Mira con dificultad ya que la luz le molesta, intentando enfocar y reconocer donde está. Estaba solo en aquel lugar. Pero estaba vivo, estaba curado y tenía otro día para poder vivir.- "Esto es el comienzo de su vida anterior y de su nueva vida, solo queda esperar que su pasado no le reclame aquello que se le escapó." Monorol 1 de varios.
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  • Había salido a dar una vuelta por el campus. Necesitaba salir a tomar un poco de aire fresco, a parte de aprovechar y sacar a pasear a Baxter, a quien no veía desde hacía bastante tiempo. A veces pensaba que su cachorro ya no se acordaría de ella, pero todo lo contrario: siempre que la veía, ladraba y corría hacia ella con una energía inusitada.

    —Me echas de menos, ¿verdad, campeón? —dijo de rodillas en el suelo, dejándose acariciar por Baxter, que daba vueltas a su alrededor de pura alegría.

    A su lado, Leon se acercaba lentamente, con las manos detrás de la espalda y sus inconfundibles gafas de sol negras que impedían ver sus ojos. Pudo ver un atisbo de sonrisa antes de agacharse y quedarse en silencio.

    A cualquier otra persona, ese gesto hubiera terminado con una huida o una incomodidad insoportable; sin embargo, para Tahara fue como volver a su adolescencia tardía. Cerró distancias con Leon y lo abrazó, cuál fue su sorpresa cuando el profesional abrió los brazos y le correspondió en silencio. Su voz grave y monótona alcanzó sus oídos cuando se separaron, unos segundos después:

    —He oído que tienes un nuevo trabajo. ¿Cómo es la chica?

    Siempre tan suspicaz. Por supuesto que lo sabía. Era un profesional, después de todo.

    —¿Sabes? Me recuerda a ella —un atisbo de felicidad surgió del pecho de Tahara, algo que duró apenas unos segundos—. Sólo que es de piel clara y ojos azules. Bueno, y de padre rico. Pero no sé… hay algo que me hace querer protegerla, y no precisamente el dinero de su padre.

    El recuerdo de Isabelle seguía siendo fuerte, trataba de atesorar todo lo que había compartido con ella. Tenía diarios escritos para no olvidar el más mínimo detalle, y si eso ocurría, siempre podía recurrir a esas palabras escritas. Fue lo primero que recogió cuando se mudó con Chiara, y en los ratos muertos siempre tenía alguno de los diarios en la mano. A veces no entendía su letra de rápido que había escrito; otras, la tinta estaba desdibujada por las lágrimas que brotaron de sus ojos cuando lo escribió. Pero no todo fueron recuerdos malos, también había muchos pasajes de momentos felices, y eran esos los que más quería mantener.

    Tal vez su voz ya fuera sólo un susurro, algo cada vez más olvidado. Pero las sensaciones, la piel teñida de recuerdos seguía erizándose cada vez que cerraba los ojos y dejaba que su mente navegase al pasado.
    Había salido a dar una vuelta por el campus. Necesitaba salir a tomar un poco de aire fresco, a parte de aprovechar y sacar a pasear a Baxter, a quien no veía desde hacía bastante tiempo. A veces pensaba que su cachorro ya no se acordaría de ella, pero todo lo contrario: siempre que la veía, ladraba y corría hacia ella con una energía inusitada. —Me echas de menos, ¿verdad, campeón? —dijo de rodillas en el suelo, dejándose acariciar por Baxter, que daba vueltas a su alrededor de pura alegría. A su lado, Leon se acercaba lentamente, con las manos detrás de la espalda y sus inconfundibles gafas de sol negras que impedían ver sus ojos. Pudo ver un atisbo de sonrisa antes de agacharse y quedarse en silencio. A cualquier otra persona, ese gesto hubiera terminado con una huida o una incomodidad insoportable; sin embargo, para Tahara fue como volver a su adolescencia tardía. Cerró distancias con Leon y lo abrazó, cuál fue su sorpresa cuando el profesional abrió los brazos y le correspondió en silencio. Su voz grave y monótona alcanzó sus oídos cuando se separaron, unos segundos después: —He oído que tienes un nuevo trabajo. ¿Cómo es la chica? Siempre tan suspicaz. Por supuesto que lo sabía. Era un profesional, después de todo. —¿Sabes? Me recuerda a ella —un atisbo de felicidad surgió del pecho de Tahara, algo que duró apenas unos segundos—. Sólo que es de piel clara y ojos azules. Bueno, y de padre rico. Pero no sé… hay algo que me hace querer protegerla, y no precisamente el dinero de su padre. El recuerdo de Isabelle seguía siendo fuerte, trataba de atesorar todo lo que había compartido con ella. Tenía diarios escritos para no olvidar el más mínimo detalle, y si eso ocurría, siempre podía recurrir a esas palabras escritas. Fue lo primero que recogió cuando se mudó con Chiara, y en los ratos muertos siempre tenía alguno de los diarios en la mano. A veces no entendía su letra de rápido que había escrito; otras, la tinta estaba desdibujada por las lágrimas que brotaron de sus ojos cuando lo escribió. Pero no todo fueron recuerdos malos, también había muchos pasajes de momentos felices, y eran esos los que más quería mantener. Tal vez su voz ya fuera sólo un susurro, algo cada vez más olvidado. Pero las sensaciones, la piel teñida de recuerdos seguía erizándose cada vez que cerraba los ojos y dejaba que su mente navegase al pasado.
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    ¿Tienes un rostro angelical, una presencia imponente y la capacidad de hacer temblar a cualquiera con una simple sonrisa? ¿Eres experto en manipular a la gente sin que siquiera lo noten? ¡Entonces este papel es para ti!

    Se busca a alguien que encarne a Jinshi en un rol basado en Diario de una boticaria.

    Requisitos:
    ✔ Encanto natural y aire misterioso.
    ✔ Capacidad para actuar como un noble intocable, pero con un toque de picardía.
    ✔ Habilidad para fastidiar a Maomao sin morir en el intento.
    ✔ Conocimiento de las intrigas palaciegas o ganas de aprender.

    Información para interpretar a Jinshi:

    ¿Quién es Jinshi?

    Jinshi es conocido como un alto funcionario del Palacio Interior y, oficialmente, se presenta como un eunuco imperial. Sin embargo, esta identidad es una fachada cuidadosamente construida.

    En realidad, Jinshi no es un eunuco. Su verdadero origen está envuelto en misterio, pero su presencia en el palacio y su influencia sugieren que pertenece a una familia de alto rango (incluso de la familia imperial). Su belleza excepcional y su carisma le permiten jugar con la percepción que los demás tienen de él, usándola como una herramienta para manipular situaciones y obtener información sin levantar sospechas.

    Esta doble vida le permite moverse con libertad dentro de la corte, evitando muchas de las restricciones que enfrentaría si su verdadera identidad fuera conocida.


    Personalidad clave:
    ✔ Educado y encantador, pero siempre con un propósito.
    ✔ Disfruta de los juegos mentales y las estrategias políticas.
    ✔ Mantiene su verdadero yo oculto tras una sonrisa impecable.
    ✔ No está acostumbrado a que lo desafíen… y Maomao lo hace todo el tiempo.

    Rolación con Maomao
    A pesar de su aparente perfección, tiene una faceta juguetona, sobre todo cuando se trata de Maomao, con quien disfruta viendo reacciones inesperadas.

    Desde el momento en que la descubre, Jinshi queda intrigado por la mente afilada y la indiferencia de Maomao hacia su belleza. Disfruta provocándola, dándole tareas que la involucren en los misterios del palacio y observando cómo resuelve los problemas con su singular perspectiva. A pesar de su posición de poder, confía en ella más de lo que deja ver.


    Si crees que puedes encarnar a este
    personaje y sumergirte en el mundo de venenos, conspiraciones y sarcasmo, ¡haz tu mejor intento y ven al Palacio Interior!
    ¿Tienes un rostro angelical, una presencia imponente y la capacidad de hacer temblar a cualquiera con una simple sonrisa? ¿Eres experto en manipular a la gente sin que siquiera lo noten? ¡Entonces este papel es para ti! 📜 Se busca a alguien que encarne a Jinshi en un rol basado en Diario de una boticaria. 📍 Requisitos: ✔ Encanto natural y aire misterioso. ✔ Capacidad para actuar como un noble intocable, pero con un toque de picardía. ✔ Habilidad para fastidiar a Maomao sin morir en el intento. ✔ Conocimiento de las intrigas palaciegas o ganas de aprender. 📜 Información para interpretar a Jinshi: 🔹 ¿Quién es Jinshi? Jinshi es conocido como un alto funcionario del Palacio Interior y, oficialmente, se presenta como un eunuco imperial. Sin embargo, esta identidad es una fachada cuidadosamente construida. En realidad, Jinshi no es un eunuco. Su verdadero origen está envuelto en misterio, pero su presencia en el palacio y su influencia sugieren que pertenece a una familia de alto rango (incluso de la familia imperial). Su belleza excepcional y su carisma le permiten jugar con la percepción que los demás tienen de él, usándola como una herramienta para manipular situaciones y obtener información sin levantar sospechas. Esta doble vida le permite moverse con libertad dentro de la corte, evitando muchas de las restricciones que enfrentaría si su verdadera identidad fuera conocida. 🔹 Personalidad clave: ✔ Educado y encantador, pero siempre con un propósito. ✔ Disfruta de los juegos mentales y las estrategias políticas. ✔ Mantiene su verdadero yo oculto tras una sonrisa impecable. ✔ No está acostumbrado a que lo desafíen… y Maomao lo hace todo el tiempo. 🔹 Rolación con Maomao A pesar de su aparente perfección, tiene una faceta juguetona, sobre todo cuando se trata de Maomao, con quien disfruta viendo reacciones inesperadas. Desde el momento en que la descubre, Jinshi queda intrigado por la mente afilada y la indiferencia de Maomao hacia su belleza. Disfruta provocándola, dándole tareas que la involucren en los misterios del palacio y observando cómo resuelve los problemas con su singular perspectiva. A pesar de su posición de poder, confía en ella más de lo que deja ver. Si crees que puedes encarnar a este personaje y sumergirte en el mundo de venenos, conspiraciones y sarcasmo, ¡haz tu mejor intento y ven al Palacio Interior!
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  • Si de algo carecía la pelirroja era paciencia.

    Todas las cosas en su vida las empujaba forzándolas hasta su límite para obtener lo más pronto posible lo que quería, y siempre lo lograba; Así era, impetuosa por naturaleza como su elemento -el fuego- avasalladora, fugaz y agresiva ... hasta ahora.

    La pequeña motita -bautizada así por Kazuo- con luz y magia propia tardaría meses en mostrarse al mundo.
    Aún no nacía y ya le estaba enseñando a Elizabeth bases fundamentales, a regañadientes Liz estaba aprendiendo a esperar y a vivir con más pausas.

    Desde que decidió finalmente seguir con la gestación empezó a diario a colgar del árbol contiguo al templo trozos de tela de la ropa que ya no le quedaba con nombres tentativos tanto de hombre como de mujer (puesto que aún no había certeza de que sería).

    Por semanas cada día sin falta iba añadiendo un retazo, a veces no tenía nada escrito porque ningun nombre había venido a su mente, pero no dejaba de hacerlo por eso, se había transformado en casi un ritual sagrado, una forma de aplacar su ansiedad
    Si de algo carecía la pelirroja era paciencia. Todas las cosas en su vida las empujaba forzándolas hasta su límite para obtener lo más pronto posible lo que quería, y siempre lo lograba; Así era, impetuosa por naturaleza como su elemento -el fuego- avasalladora, fugaz y agresiva ... hasta ahora. La pequeña motita -bautizada así por Kazuo- con luz y magia propia tardaría meses en mostrarse al mundo. Aún no nacía y ya le estaba enseñando a Elizabeth bases fundamentales, a regañadientes Liz estaba aprendiendo a esperar y a vivir con más pausas. Desde que decidió finalmente seguir con la gestación empezó a diario a colgar del árbol contiguo al templo trozos de tela de la ropa que ya no le quedaba con nombres tentativos tanto de hombre como de mujer (puesto que aún no había certeza de que sería). Por semanas cada día sin falta iba añadiendo un retazo, a veces no tenía nada escrito porque ningun nombre había venido a su mente, pero no dejaba de hacerlo por eso, se había transformado en casi un ritual sagrado, una forma de aplacar su ansiedad
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  • A altas horas de la noche, cuando el cielo se torna más oscuro y la presencia de las nubes impide que el brillo de la luna y estrellas gobiernen; todo estaba en completa quietud, salvo un destello intermitente en el claro del bosque, uno que se encendía y sucumbía con violencia en una danza digna de admirar.
    Dardos de fuego se estrellaban contra la nieve que a su paso se transformaban en pozas de agua dejando entrever la hierba verde antes encapsulada.

    El insomnio se habia apoderado de la pelirroja, sentía en su pecho una cuenta regresiva que no podía frenar, la ansiedad antigua enemiga se filtraba debajo de su piel volviéndola inquieta, no podía seguir acostada necesitaba liberar el hecatombe de energía acumulada, en silencio se levantó del futón que compartía con Kazuo y corrió descalza hacia afuera, no le importó la nieve congelada bajo sus pies
    Ahí estaba Elizabeth con la respiración acelerada mientras se dejaba envolver por sus llamas las cuales dirigía en espiral ascendente para luego hacerlas precipitar sobre su objetivo, cada movimiento era certero y letal, como ella: la guerrera temeraria que arrastraba con su nombre mitos y leyendas de batallas pasadas.

    Hace mucho que no entrenaba en solitario, una disciplina que antes tenía adquirida y cumplia diario a cabalidad ahora había quedado desplazada... hasta esta madrugada.
    A altas horas de la noche, cuando el cielo se torna más oscuro y la presencia de las nubes impide que el brillo de la luna y estrellas gobiernen; todo estaba en completa quietud, salvo un destello intermitente en el claro del bosque, uno que se encendía y sucumbía con violencia en una danza digna de admirar. Dardos de fuego se estrellaban contra la nieve que a su paso se transformaban en pozas de agua dejando entrever la hierba verde antes encapsulada. El insomnio se habia apoderado de la pelirroja, sentía en su pecho una cuenta regresiva que no podía frenar, la ansiedad antigua enemiga se filtraba debajo de su piel volviéndola inquieta, no podía seguir acostada necesitaba liberar el hecatombe de energía acumulada, en silencio se levantó del futón que compartía con Kazuo y corrió descalza hacia afuera, no le importó la nieve congelada bajo sus pies Ahí estaba Elizabeth con la respiración acelerada mientras se dejaba envolver por sus llamas las cuales dirigía en espiral ascendente para luego hacerlas precipitar sobre su objetivo, cada movimiento era certero y letal, como ella: la guerrera temeraria que arrastraba con su nombre mitos y leyendas de batallas pasadas. Hace mucho que no entrenaba en solitario, una disciplina que antes tenía adquirida y cumplia diario a cabalidad ahora había quedado desplazada... hasta esta madrugada.
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