• El futuro en mis pesadillas más excelsas, reposa en el tiempo. Avanza la majestad nocturna hacia adelante y hacia atrás, burla el arriba y el abajo, ese, detenido aún en este cosmos, la justicia para ti.

    En este sarcófago de retazos de piedras preciosas en el que me encuentro. Me encuentro en un universo de almas inconscientes, de formas triangulares e inconexas, pedazos de tesoros que amargaron al más allá con su existencia. En esos espacios de lienzos y humos de acuarelas, llantos de recién nacidos y crías de amaestrados animales, persiste la libertad sublime este circo de llamas de nostalgia; esa en la que me invocaste.

    Entre oraciones de verdores, acérrimas ruinas de tus cálices, vislumbro el futuro en mis pesadillas: esos santos sueños de breas desnudadas, esas promesas aparecidas en la desgraciada guerra en la que te perdí. Son mi boleto al paraíso.

    Te pienso, en este eterno reposo. Contemplo a tu rostro en mis memorias, memorias que no apagan a la corteza de tus peceras rebosantes de un sentir que es todo un pecado original.

    Tu crucifixión se convirtió en la ruina de mis ruinas. Diste tu vida por amor. Las estrellas lloran tu ausencia; me he esfumado. Sueño las verdades que sostienen a todo tu epónimo perdido. Te sueño, artista de secretos aromas, la tinta breve de tus garras, tus uñas de transparentes cristales, forjados en las pupilas de los caídos. Cesa el canto rodado. La libertad en las alturas.

    La guerra te arrancó de mi coseno, te impulsó a reencarnar en el limbo de mis rezos. Desconozco que pueda contarte si estoy dormido, y no soy capaz de alcanzarte.

    Tu pasado reside entre mis mentes de acuarelas, en los cuellos degollados de mis enemigos. Esos que captan los claroscuros del más allá: el presente y paraíso de mis carruseles; que nublan las antenas de las orugas de tus sirvientes.

    Los que embalsamaron tu anatomía de bestia.

    Emperador de arañas rosadas, emperatriz turquesa de mantis religiosas, entrenadas para guerrear en tu ausencia, sesgan el pasto del pueblo de antiguas magias, tan arcanas como el origen de tus tiranos ancestros. Me revelan sus orígenes. Ellos timadores, ellos traicioneros, a diferencia de ti.

    No detienes las huellas de tus pies, sincronizan con los sabores al picante que invoca la muerte en el templo sacrosanto, en el que los gigantes de acero descubrieron como arribar a tus fantasías desde el mástil de la realidad. Tus mantos son escudos para mis sueños.


    Carne de mi carne, ruega por nosotros.

    Postre de mis entrañas, te rezo.


    Ante ti.

    Carmelo.

    Carmelo.

    Camelia.

    Cabeza.

    Coronas.

    Descubrimientos.

    Dibujos rupestres.

    En el revés de mi revés.


    Marcho hacia las cadenas de tus fértiles caderas. Me postro ante tu presencia.


    En este sarcófago, te sueño, entre lenguas antiguas, devoradas por el tiempo, el b del barro del suelo que se forma al caer la lluvia; el c de las casas heridas que las muñecas de mi padre creador al aplaudir. Una vez, por vez al artista de concéntricos perfectos, ciruelos a su vez llamados por un dios imaginario.


    Así te soñé.

    Eras mío.

    El final.

    Es.

    Inminente.

    Inclusive más lento.

    Te sueño.

    Tu compañía.

    mi consorte.

    Te sueño

    Surfista del mar de hierba.

    Espejo.

    censurados sueños.

    Consensuados.


    Eres la hiedra venenosa, eras la hidra de la aurora. Soy una esmeralda amaestrada por el ocio de tus fantasías a tórridas revelaciones, ingratas dulzura; como fuero internos, escritos por ti.


    Amigo imaginario.

    Sé feliz.


    Amigo imaginario.

    Ruego y rezo.


    Por tu libertad.

    Sublime.

    Lamento.

    Absorbo el matiz de limas y naranjas en este día, esta tarde, esta noche. Ese árbol, que respira mis cadentes maravillas. Me revela a tu anatomía aparecida.

    Cobijado por solariegos riesgos de encontrarte en mis memorias, el amarillo que atardeció y anocheció vislumbra como tu cabeza rueda por los suelos y empapa con tu bruna sangre los dedos de tus ausentes dedos. Plagas de agujas, enfermedades, que para tu suerte, acudieron a tu auxilio.

    El Sol.fue mi aliado.
    Las estrellas.mi fuente.
    La Luna mi amante.
    Perpetúa adoración.

    Te recuerdo.
    Te veo. Te veo. Te veo.
    Huevo.
    adornado.
    Con ónix dormido.
    Mis adiamantados. Huesos.
    Océano de arena.

    Te pienso. Te pienso. Te pienso.

    Derramé tus entrañas en el lecho nupcial, ese en el que me tomabas como tu esposo, tu esclavo, tu siervo. Fui tan sólo una presa para ti. En el tanteo de estas tentaciones, que vistieron a las aterciopeladas cortinas, tus recuerdos, llaman insistente a mi nombre verdadero.

    ¿Por qué debí velar por tu integridad?
    ¿Por qué he de cargar con esta culpa?
    Tanteo la madera del sillón.
    Contemplo a la ventana.

    No sé. No sé. No sé.
    Mi cordura.
    Desconozco si la perderé.
    Un extravío.
    De mi cordura.
    Rescato con ella.

    Mi Paz.

    Y en un sólo pero, en una sola triada de luminosidad, acuosos ritos, es tu boca de maduros frutos, los que, entre tu justicia y la mía, los que en la existencia de mi segunda vida, en la corte de los sueños, nocturna calma para siempre, atada a mí, son los que hacen las preguntas.

    En.mi.mente.
    Respondo.
    En tu mente.
    Existo.

    Soy la libertad.
    Sublime.
    Me convierto.
    En.
    Crepúsculo.
    Luna Nueva.
    Eclipse.
    Amanecer de Medianoche.
    La elipsis.
    Y.en.mi.sárcofago.pienso.
    Reconozco.
    Que te extraño.
    El futuro en mis pesadillas más excelsas, reposa en el tiempo. Avanza la majestad nocturna hacia adelante y hacia atrás, burla el arriba y el abajo, ese, detenido aún en este cosmos, la justicia para ti. En este sarcófago de retazos de piedras preciosas en el que me encuentro. Me encuentro en un universo de almas inconscientes, de formas triangulares e inconexas, pedazos de tesoros que amargaron al más allá con su existencia. En esos espacios de lienzos y humos de acuarelas, llantos de recién nacidos y crías de amaestrados animales, persiste la libertad sublime este circo de llamas de nostalgia; esa en la que me invocaste. Entre oraciones de verdores, acérrimas ruinas de tus cálices, vislumbro el futuro en mis pesadillas: esos santos sueños de breas desnudadas, esas promesas aparecidas en la desgraciada guerra en la que te perdí. Son mi boleto al paraíso. Te pienso, en este eterno reposo. Contemplo a tu rostro en mis memorias, memorias que no apagan a la corteza de tus peceras rebosantes de un sentir que es todo un pecado original. Tu crucifixión se convirtió en la ruina de mis ruinas. Diste tu vida por amor. Las estrellas lloran tu ausencia; me he esfumado. Sueño las verdades que sostienen a todo tu epónimo perdido. Te sueño, artista de secretos aromas, la tinta breve de tus garras, tus uñas de transparentes cristales, forjados en las pupilas de los caídos. Cesa el canto rodado. La libertad en las alturas. La guerra te arrancó de mi coseno, te impulsó a reencarnar en el limbo de mis rezos. Desconozco que pueda contarte si estoy dormido, y no soy capaz de alcanzarte. Tu pasado reside entre mis mentes de acuarelas, en los cuellos degollados de mis enemigos. Esos que captan los claroscuros del más allá: el presente y paraíso de mis carruseles; que nublan las antenas de las orugas de tus sirvientes. Los que embalsamaron tu anatomía de bestia. Emperador de arañas rosadas, emperatriz turquesa de mantis religiosas, entrenadas para guerrear en tu ausencia, sesgan el pasto del pueblo de antiguas magias, tan arcanas como el origen de tus tiranos ancestros. Me revelan sus orígenes. Ellos timadores, ellos traicioneros, a diferencia de ti. No detienes las huellas de tus pies, sincronizan con los sabores al picante que invoca la muerte en el templo sacrosanto, en el que los gigantes de acero descubrieron como arribar a tus fantasías desde el mástil de la realidad. Tus mantos son escudos para mis sueños. Carne de mi carne, ruega por nosotros. Postre de mis entrañas, te rezo. Ante ti. Carmelo. Carmelo. Camelia. Cabeza. Coronas. Descubrimientos. Dibujos rupestres. En el revés de mi revés. Marcho hacia las cadenas de tus fértiles caderas. Me postro ante tu presencia. En este sarcófago, te sueño, entre lenguas antiguas, devoradas por el tiempo, el b del barro del suelo que se forma al caer la lluvia; el c de las casas heridas que las muñecas de mi padre creador al aplaudir. Una vez, por vez al artista de concéntricos perfectos, ciruelos a su vez llamados por un dios imaginario. Así te soñé. Eras mío. El final. Es. Inminente. Inclusive más lento. Te sueño. Tu compañía. mi consorte. Te sueño Surfista del mar de hierba. Espejo. censurados sueños. Consensuados. Eres la hiedra venenosa, eras la hidra de la aurora. Soy una esmeralda amaestrada por el ocio de tus fantasías a tórridas revelaciones, ingratas dulzura; como fuero internos, escritos por ti. Amigo imaginario. Sé feliz. Amigo imaginario. Ruego y rezo. Por tu libertad. Sublime. Lamento. Absorbo el matiz de limas y naranjas en este día, esta tarde, esta noche. Ese árbol, que respira mis cadentes maravillas. Me revela a tu anatomía aparecida. Cobijado por solariegos riesgos de encontrarte en mis memorias, el amarillo que atardeció y anocheció vislumbra como tu cabeza rueda por los suelos y empapa con tu bruna sangre los dedos de tus ausentes dedos. Plagas de agujas, enfermedades, que para tu suerte, acudieron a tu auxilio. El Sol.fue mi aliado. Las estrellas.mi fuente. La Luna mi amante. Perpetúa adoración. Te recuerdo. Te veo. Te veo. Te veo. Huevo. adornado. Con ónix dormido. Mis adiamantados. Huesos. Océano de arena. Te pienso. Te pienso. Te pienso. Derramé tus entrañas en el lecho nupcial, ese en el que me tomabas como tu esposo, tu esclavo, tu siervo. Fui tan sólo una presa para ti. En el tanteo de estas tentaciones, que vistieron a las aterciopeladas cortinas, tus recuerdos, llaman insistente a mi nombre verdadero. ¿Por qué debí velar por tu integridad? ¿Por qué he de cargar con esta culpa? Tanteo la madera del sillón. Contemplo a la ventana. No sé. No sé. No sé. Mi cordura. Desconozco si la perderé. Un extravío. De mi cordura. Rescato con ella. Mi Paz. Y en un sólo pero, en una sola triada de luminosidad, acuosos ritos, es tu boca de maduros frutos, los que, entre tu justicia y la mía, los que en la existencia de mi segunda vida, en la corte de los sueños, nocturna calma para siempre, atada a mí, son los que hacen las preguntas. En.mi.mente. Respondo. En tu mente. Existo. Soy la libertad. Sublime. Me convierto. En. Crepúsculo. Luna Nueva. Eclipse. Amanecer de Medianoche. La elipsis. Y.en.mi.sárcofago.pienso. Reconozco. Que te extraño.
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  • " Memorias de un Zorro"

    Los humanos no merecían su simpatía. Todo lo que los relacionaba directamente con ellos le causaba dolor y aversión. No sería capaz de olvidar ninguna de las lágrimas derramadas por lo que estos le dieron y al mismo tiempo le arrebataron. Veía a los humanos como seres de usar, para después desechar, sin formar ningún vínculo afectivo más allá del divertimento o el sexo.

    ¿Cómo podría verlo de otra forma?. Estos lo arrancaron de su bosque, le dieron una familia que amar para después, esos mismos seres, segar sus vidas ante la impotencia del zorro, como si el valor de estas quedasen en la nada, como la ceniza de un tronco consumido por las llamas. No deseaba volver a involucrarse con vidas tan efímeras y frágiles, vidas que solo le causarían dolor y pesadumbre. O al menos así pensaba él, hasta aquel ocaso de otoño, donde el bosque estaba tenido de mandarina, limón y granate.

    Kazuo caminaba de forma tranquila en el único lugar donde sentía que pertenecía; su amado bosque. Este nunca le había traicionado, no como el resto del mundo lo había hecho. Era por esta razón por la que el zorro pasaba sus días recorriendo este de punta a punta. La extensión de su arboleda, el olor a tierra y pino, el sonido del crujir de las hojas bajo sus patas; todo aquello se había convertido en un bálsamo que calmaba su amargo dolor.

    Pero aquel atardecer sería diferente. El viento traía consigo un aroma a madera quemada. Aquello por lo general no era algo extraño, había pequeños poblados esparcidos por la zona. Pero aquel olor era más intenso que el de unos simples alumbres en casas familiares. ¿Seria que su bosque estaba siendo arrasado nuevamente?. Comenzó a avanzar, en dirección donde él olor a madera quemada se hacía más intenso. Pero a medida que sus zancadas se fueron acelerando, otro olor se alojó en su hocico, dejándole un regusto metálico alojándose en la parte trasera de su lengua; sangre.

    El zorro era rápido; este apenas una estela plateada entre los arboles para ojos mortales. A pesar de su tamaño, aquel imponente animal de tres colas, se movía entre los arboles como el agua que se colaba entre las rocas de un río montañoso, de forma rápida y fluida.

    Olía a muerte, y finalmente, llegó al origen de aquel desagradable aroma. Era un poblado de gente humilde, campesinos que apenas sobrevivían el día a día con lo que sacaban de la tierra. Pero ese día sus vidas habían dado un giro de ciento ochenta grados. Un grupo numeroso se bandidos estaba arrasando con las vidas de aquellas familias, saqueando y asediando todo a su paso. Kazuo , con su mirada afilada entre la maleza, observaba la escena con inquietante parsimonia.

    No era su problema. A él y a su familia nadie les ayudó, tampoco lloraron su muerte. Cuando este explicó, en el poblado donde comerciaban, que su familia había sido asesinada; no obtuvo ningún tipo de apoyo ajeno, más allá de un simple pésame. Era como si aquello fuera lo normal y cada uno tenia que ocuparse de sus propios problemas. Kazuo tuvo que enterrarlos en soledad, con la angustia de ver sus cuerpos destrozados cruelmente.

    Este estaba apunto de irse cuando escucho el llanto de un bebé. Giró su cabeza, alzó sus orejas zorrunas y clavó su mirada zafiro en una madre siendo arrastrada por la melena, sacándola de lo que una vez fue su hogar, mientras esta se aferraba a la criatura que tenía entre sus brazos. Aquel niño tendría apenas semanas de haber nacido.

    Aquello parecía haber captado la atención del zorro, quién a base de sufrimiento, había endurecido su corazón. Sin embargo, aquello le provocó una grieta en su bien forjada coraza.

    Aquella madre, desesperada, sacaba fuerzas de donde fuera, resistiéndose para que su retoño no fuera arrancado de sus brazos.


    ~ Haced conmigo lo que queráis, pero mi hijo no. Dejarlo vivir, no me importa mi vida, pero a él no…~ Decía aquella madre con una desesperación que calaba incluso dentro del frío Kitsune.

    Inevitablemente Kazuo recordó a sus madres. Como cuando nació, está daba todo de ella para poder tenerlo, como a pesar de ser diferente a sus hermanos y el más débil, se encargó de que no le faltase alimento. Como su madre Reina, incluso sin conocerle, lo rescató junto con su padre de aquel estanque en mitad de la nada, arriesgando sus vidas al detenerse de su huída de la guerra para recogerlo.

    Aquella mujer estaba peleando como una jabata para evitar un final funesto para su hijo.

    Finalmente, aquellos mercenarios, lograban arrancarle a su hijo de los brazos, mientras algunos de estos la sujetaban y comenzaron a rasgar sus ropas de forma brusca, una señal inequívoca de lo que venía a continuación para ella. La mujer dejó de luchar, estaba dispuesta a todo por tal de que su hijo no sufriera la suerte que le esperaba a ella, dejando su cuerpo como pago por su vida. Aunque aquello no le garantizaba que su hijo viviera, ella estaba dispuesta a todo, a agarrarse a esa mínima esperanza.

    Ahí estaba, el amor incondicional de una madre. Algo tan puro y honesto, que difícilmente podría ser superado por algo más.

    ~ Dioses, proteger a mí hijo, solo pido eso. Que mi suerte y la suya se hagan una para él. Que mi alma sirva de tributo para que él esté bien.~ Decía esta mientras veía como su retoño se pasaba de un mercenario a otro de forma brusca.

    Una plegaría... Una plegaría frente a un mensajero de Inari. Eso, sumado a la grieta que se habría formado en el caparazón alrededor del corazón del zorro, fue el detonante para que este se moviera por puro instinto.

    El Kitsune, en toda su majestuosa forma, salió de entre la maleza, gruñendo y enseñando su hilera de dientes, afilados como cuchillos de cerámica. A aquellos infelices apenas les dio tiempo de reaccionar; en un abrir y cerrar de ojos, él zorro, tan grande como un caballo, se abalanzaba sobre estos, uno por uno. Acabando con cada una de sus vidas de forma certera.

    En medio del alboroto, la madre se zafó de sus actores para ir en busca de su hijo, quién lo tenía uno de aquellos desgraciados. Cuando esta se acercó al mercenario, este sin compasión Katana en mano, atravesó su estómago con una estocada firme. Esta, a pesar de la herida infligida, tomo a su criatura de los brazos de aquel sin corazón. En cuanto este retira su arma, la joven madre cae de espaldas al suelo en un charco de sangre, pero sin soltar en ningún momento a su más preciado tesoro, su hijo.

    A Kazuo no le había dado tiempo a detener aquel deleznable acto. Este, con la misma furia con la que vengó a su familia se abalanzó sobre aquel individuo. Sus temibles fauces sujetaron la cabeza del contrario, quien gritaba de puro miedo ante la impotencia de su tráfico final. De un tirón, Kazuo decapitó a aquel mala sangre, lanzando su cabeza varios metros de donde se encontraban.

    Este estaba furibundo, el fuego recorría la sangre de sus venas, en oleadas de rabia y heridas abiertas. Solo el llanto de aquella frágil criatura lo trajo de vuelta al presente. Este se voltea y camina en dirección a esa madre, la cual se desangraba sin opción a salvación.

    Con cada paso del zorro, su cuerpo iba mutando con llamas color zafiro. La estela de estas daban paso a un Kazuo con aspecto humano, con una vestimenta desgastada, pero de un blanco puro, ahora tintada por la sangre derramada. Su melena plateada enmarcaban aquel rostro casi angelical, parecía alguien que solo podía ser soñado o contado en leyendas.

    Este llega donde la mujer, quién aún estaba viva, pero su respiración era lenta y errática, arrodillándose a su lado. Kazuo aún no tenía el suficiente poder para curar una herida como aquella, no sin que la vida de este peligrase, compartiendo ambos un funesto destino. La mujer clavaba su mirada avellana en los ojos lapislázuli del zorro.

    ~ Hijo de la luna…~ Digo con voz casi inaudible aquella mujer.

    Esta arrastraba su mano hasta tomar la de Kazuo, y con un esfuerzo tremebundo, lo guía hasta que la mano de él descansara sobre su bebé. El Kitsune abría sus ojos sorprendido; aquella mujer lo había visto masacrar sin esfuerzo ni compasión a aquellos hombres, y aún así dejaba que la mano de un demonio descansara sobre lo más valioso para ella, su hijo.

    La mano libre de Kazuo se alzó hasta alcanzar el rostro de aquella madre, quién parecía tranquila estando al borde de la muerte. Aquellos indeseables habían gritado y suplicado por si vida, habían tenido miedo de su destino final. Sin embargo, aquella joven que rondaba la veintena, estaba en total calma.

    “Hijo de la Luna”. Este había nacido una noche bañada por la luna llena y bendecido por la gracia de una diosa. Aquella mujer había depositado su esperanza y confianza en él sin dudarlo, una confianza y una esperanza que él había perdido por completo en él y en la humanidad. Pero aquel acontecimiento cambiaría totalmente la perspectiva de Kazuo, de como miraba el mundo después de la muerte de su familia.

    El mundo aún tenía bondad que ofrecer, y él también podría darle bondad al mundo; tal y como sus madres quería que hiciera.
    Fue entonces cuando los ojos de aquella joven se apagaron, perdiendo el brillo de la vida en un último suspiro. Kazuo, con sumo cuidado, toma el tesoro más preciado de aquella joven. En cuanto el niño estuvo en sus brazos, este dejó de llorar, clavando esos mismos ojos avellana en la mirada del zorro.

    Kazuo se encargó de darle una sepultura digna a su madre. Y de buscar una familia de ese mismo poblado que se encargara de cuidarlo y contar la historia de como su madre dio la vida por él. Esos días posteriores Kazuo ayudó a reconstruir el poblado, enterrar a los seres queridos y ayudar diligentemente en todo lo que podía, tal y como su madre y su padre les habían enseñado.

    Es ahí cuando el zorro empezaría su más sagrada tarea. Llevar las plegarias puras a oídos de su diosa madre.

    En un monte, donde el bosque era dueño en toda su extensión. El zorro, decidió construir un templo, con sus propias manos y su propio esfuerzo. Un templo que sería un tributo a su familia, y un hogar para aquellos que necesitaran de su gracia. Es así como el monte Inari llegaría a bautizarse, y donde el templo Aihara se alzaría en la medianía camino a su cima.





    " Memorias de un Zorro" Los humanos no merecían su simpatía. Todo lo que los relacionaba directamente con ellos le causaba dolor y aversión. No sería capaz de olvidar ninguna de las lágrimas derramadas por lo que estos le dieron y al mismo tiempo le arrebataron. Veía a los humanos como seres de usar, para después desechar, sin formar ningún vínculo afectivo más allá del divertimento o el sexo. ¿Cómo podría verlo de otra forma?. Estos lo arrancaron de su bosque, le dieron una familia que amar para después, esos mismos seres, segar sus vidas ante la impotencia del zorro, como si el valor de estas quedasen en la nada, como la ceniza de un tronco consumido por las llamas. No deseaba volver a involucrarse con vidas tan efímeras y frágiles, vidas que solo le causarían dolor y pesadumbre. O al menos así pensaba él, hasta aquel ocaso de otoño, donde el bosque estaba tenido de mandarina, limón y granate. Kazuo caminaba de forma tranquila en el único lugar donde sentía que pertenecía; su amado bosque. Este nunca le había traicionado, no como el resto del mundo lo había hecho. Era por esta razón por la que el zorro pasaba sus días recorriendo este de punta a punta. La extensión de su arboleda, el olor a tierra y pino, el sonido del crujir de las hojas bajo sus patas; todo aquello se había convertido en un bálsamo que calmaba su amargo dolor. Pero aquel atardecer sería diferente. El viento traía consigo un aroma a madera quemada. Aquello por lo general no era algo extraño, había pequeños poblados esparcidos por la zona. Pero aquel olor era más intenso que el de unos simples alumbres en casas familiares. ¿Seria que su bosque estaba siendo arrasado nuevamente?. Comenzó a avanzar, en dirección donde él olor a madera quemada se hacía más intenso. Pero a medida que sus zancadas se fueron acelerando, otro olor se alojó en su hocico, dejándole un regusto metálico alojándose en la parte trasera de su lengua; sangre. El zorro era rápido; este apenas una estela plateada entre los arboles para ojos mortales. A pesar de su tamaño, aquel imponente animal de tres colas, se movía entre los arboles como el agua que se colaba entre las rocas de un río montañoso, de forma rápida y fluida. Olía a muerte, y finalmente, llegó al origen de aquel desagradable aroma. Era un poblado de gente humilde, campesinos que apenas sobrevivían el día a día con lo que sacaban de la tierra. Pero ese día sus vidas habían dado un giro de ciento ochenta grados. Un grupo numeroso se bandidos estaba arrasando con las vidas de aquellas familias, saqueando y asediando todo a su paso. Kazuo , con su mirada afilada entre la maleza, observaba la escena con inquietante parsimonia. No era su problema. A él y a su familia nadie les ayudó, tampoco lloraron su muerte. Cuando este explicó, en el poblado donde comerciaban, que su familia había sido asesinada; no obtuvo ningún tipo de apoyo ajeno, más allá de un simple pésame. Era como si aquello fuera lo normal y cada uno tenia que ocuparse de sus propios problemas. Kazuo tuvo que enterrarlos en soledad, con la angustia de ver sus cuerpos destrozados cruelmente. Este estaba apunto de irse cuando escucho el llanto de un bebé. Giró su cabeza, alzó sus orejas zorrunas y clavó su mirada zafiro en una madre siendo arrastrada por la melena, sacándola de lo que una vez fue su hogar, mientras esta se aferraba a la criatura que tenía entre sus brazos. Aquel niño tendría apenas semanas de haber nacido. Aquello parecía haber captado la atención del zorro, quién a base de sufrimiento, había endurecido su corazón. Sin embargo, aquello le provocó una grieta en su bien forjada coraza. Aquella madre, desesperada, sacaba fuerzas de donde fuera, resistiéndose para que su retoño no fuera arrancado de sus brazos. ~ Haced conmigo lo que queráis, pero mi hijo no. Dejarlo vivir, no me importa mi vida, pero a él no…~ Decía aquella madre con una desesperación que calaba incluso dentro del frío Kitsune. Inevitablemente Kazuo recordó a sus madres. Como cuando nació, está daba todo de ella para poder tenerlo, como a pesar de ser diferente a sus hermanos y el más débil, se encargó de que no le faltase alimento. Como su madre Reina, incluso sin conocerle, lo rescató junto con su padre de aquel estanque en mitad de la nada, arriesgando sus vidas al detenerse de su huída de la guerra para recogerlo. Aquella mujer estaba peleando como una jabata para evitar un final funesto para su hijo. Finalmente, aquellos mercenarios, lograban arrancarle a su hijo de los brazos, mientras algunos de estos la sujetaban y comenzaron a rasgar sus ropas de forma brusca, una señal inequívoca de lo que venía a continuación para ella. La mujer dejó de luchar, estaba dispuesta a todo por tal de que su hijo no sufriera la suerte que le esperaba a ella, dejando su cuerpo como pago por su vida. Aunque aquello no le garantizaba que su hijo viviera, ella estaba dispuesta a todo, a agarrarse a esa mínima esperanza. Ahí estaba, el amor incondicional de una madre. Algo tan puro y honesto, que difícilmente podría ser superado por algo más. ~ Dioses, proteger a mí hijo, solo pido eso. Que mi suerte y la suya se hagan una para él. Que mi alma sirva de tributo para que él esté bien.~ Decía esta mientras veía como su retoño se pasaba de un mercenario a otro de forma brusca. Una plegaría... Una plegaría frente a un mensajero de Inari. Eso, sumado a la grieta que se habría formado en el caparazón alrededor del corazón del zorro, fue el detonante para que este se moviera por puro instinto. El Kitsune, en toda su majestuosa forma, salió de entre la maleza, gruñendo y enseñando su hilera de dientes, afilados como cuchillos de cerámica. A aquellos infelices apenas les dio tiempo de reaccionar; en un abrir y cerrar de ojos, él zorro, tan grande como un caballo, se abalanzaba sobre estos, uno por uno. Acabando con cada una de sus vidas de forma certera. En medio del alboroto, la madre se zafó de sus actores para ir en busca de su hijo, quién lo tenía uno de aquellos desgraciados. Cuando esta se acercó al mercenario, este sin compasión Katana en mano, atravesó su estómago con una estocada firme. Esta, a pesar de la herida infligida, tomo a su criatura de los brazos de aquel sin corazón. En cuanto este retira su arma, la joven madre cae de espaldas al suelo en un charco de sangre, pero sin soltar en ningún momento a su más preciado tesoro, su hijo. A Kazuo no le había dado tiempo a detener aquel deleznable acto. Este, con la misma furia con la que vengó a su familia se abalanzó sobre aquel individuo. Sus temibles fauces sujetaron la cabeza del contrario, quien gritaba de puro miedo ante la impotencia de su tráfico final. De un tirón, Kazuo decapitó a aquel mala sangre, lanzando su cabeza varios metros de donde se encontraban. Este estaba furibundo, el fuego recorría la sangre de sus venas, en oleadas de rabia y heridas abiertas. Solo el llanto de aquella frágil criatura lo trajo de vuelta al presente. Este se voltea y camina en dirección a esa madre, la cual se desangraba sin opción a salvación. Con cada paso del zorro, su cuerpo iba mutando con llamas color zafiro. La estela de estas daban paso a un Kazuo con aspecto humano, con una vestimenta desgastada, pero de un blanco puro, ahora tintada por la sangre derramada. Su melena plateada enmarcaban aquel rostro casi angelical, parecía alguien que solo podía ser soñado o contado en leyendas. Este llega donde la mujer, quién aún estaba viva, pero su respiración era lenta y errática, arrodillándose a su lado. Kazuo aún no tenía el suficiente poder para curar una herida como aquella, no sin que la vida de este peligrase, compartiendo ambos un funesto destino. La mujer clavaba su mirada avellana en los ojos lapislázuli del zorro. ~ Hijo de la luna…~ Digo con voz casi inaudible aquella mujer. Esta arrastraba su mano hasta tomar la de Kazuo, y con un esfuerzo tremebundo, lo guía hasta que la mano de él descansara sobre su bebé. El Kitsune abría sus ojos sorprendido; aquella mujer lo había visto masacrar sin esfuerzo ni compasión a aquellos hombres, y aún así dejaba que la mano de un demonio descansara sobre lo más valioso para ella, su hijo. La mano libre de Kazuo se alzó hasta alcanzar el rostro de aquella madre, quién parecía tranquila estando al borde de la muerte. Aquellos indeseables habían gritado y suplicado por si vida, habían tenido miedo de su destino final. Sin embargo, aquella joven que rondaba la veintena, estaba en total calma. “Hijo de la Luna”. Este había nacido una noche bañada por la luna llena y bendecido por la gracia de una diosa. Aquella mujer había depositado su esperanza y confianza en él sin dudarlo, una confianza y una esperanza que él había perdido por completo en él y en la humanidad. Pero aquel acontecimiento cambiaría totalmente la perspectiva de Kazuo, de como miraba el mundo después de la muerte de su familia. El mundo aún tenía bondad que ofrecer, y él también podría darle bondad al mundo; tal y como sus madres quería que hiciera. Fue entonces cuando los ojos de aquella joven se apagaron, perdiendo el brillo de la vida en un último suspiro. Kazuo, con sumo cuidado, toma el tesoro más preciado de aquella joven. En cuanto el niño estuvo en sus brazos, este dejó de llorar, clavando esos mismos ojos avellana en la mirada del zorro. Kazuo se encargó de darle una sepultura digna a su madre. Y de buscar una familia de ese mismo poblado que se encargara de cuidarlo y contar la historia de como su madre dio la vida por él. Esos días posteriores Kazuo ayudó a reconstruir el poblado, enterrar a los seres queridos y ayudar diligentemente en todo lo que podía, tal y como su madre y su padre les habían enseñado. Es ahí cuando el zorro empezaría su más sagrada tarea. Llevar las plegarias puras a oídos de su diosa madre. En un monte, donde el bosque era dueño en toda su extensión. El zorro, decidió construir un templo, con sus propias manos y su propio esfuerzo. Un templo que sería un tributo a su familia, y un hogar para aquellos que necesitaran de su gracia. Es así como el monte Inari llegaría a bautizarse, y donde el templo Aihara se alzaría en la medianía camino a su cima.
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  • -vaya veo que todos los demonios tienen poca de apareamiento que bueno que a mí no me dan esas cosas jaja -

    Realmente nunca tuvo necesidad de eso ya que las desgracias lo persiguen y las deudas también (?)
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    ||• Me siento enano al lado del desgraciado. [?]
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  • Perdóname..Paul Richards 士 tengo...muchos problemas emocionales y personales ...me estoy rompiendo yo..necesito tiempo..adore el tiempo contigo pero no quiero jalarte a mi desgracia.....

    *Pasa saliva*

    Gracias...por cuidar de mi...
    Perdóname..[IAMPAUL2007] tengo...muchos problemas emocionales y personales ...me estoy rompiendo yo..necesito tiempo..adore el tiempo contigo pero no quiero jalarte a mi desgracia..... *Pasa saliva* Gracias...por cuidar de mi...
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  • 𝐂𝐮𝐞𝐧𝐭𝐨 #𝟐 𝐝𝐞 "𝐄𝐥 𝐜𝐨𝐟𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚𝐬 𝐩𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐚𝐬."

    𝐄𝐥 𝐉𝐮𝐫𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐒𝐨𝐭𝐚 𝐝𝐞 𝐂𝐨𝐫𝐚𝐳𝐨𝐧𝐞𝐬

    Hace mucho tiempo, en un reino olvidado entre los pliegues del tiempo, vivía una joven llamada Lydia, conocida como la Sota de Corazones. Lydia no era una simple carta en la baraja del destino; era el alma de un reino dividido, una figura a la vez amada y temida.

    Se decía que la Sota de Corazones portaba una promesa incumplida: proteger al Rey y a la Reina a cualquier precio. Pero, ¡ah!, el precio de la lealtad a veces puede ser más alto que el de la traición. En una noche de máscaras y cuchillos, Lydia descubrió un complot que amenazaba al reino. Aquellos que habían jurado proteger a la corona planeaban tomarla por la fuerza.

    Sin embargo, Lydia, la fiel sota, tenía su propio secreto. Una vez, antes de ser parte del juego de la baraja real, había amado a alguien del otro lado del tablero. Un caballero exiliado, un peón caído en desgracia. Aquella noche fatídica, el caballero regresó, pero no para recuperar su lugar, sino para buscar venganza.

    Entre susurros y sombras, Lydia enfrentó la decisión más difícil: ¿cumplir su juramento o salvar al hombre que había robado su corazón?

    Los cuentos a veces no tienen finales felices, y este no es una excepción. Al final, Lydia tomó la espada y la clavó, pero no en su amor, ni en los traidores. No, se la clavó a sí misma, sellando el destino del reino y liberándose de la pesada carga de su juramento.

    Desde entonces, la Sota de Corazones se convirtió en un símbolo de sacrificio, amor y tragedia. Así, cada vez que alguien baraja una baraja de cartas, Lydia sonríe desde el otro lado, recordándonos que incluso los corazones más nobles pueden quebrarse.
    𝐂𝐮𝐞𝐧𝐭𝐨 #𝟐 𝐝𝐞 "𝐄𝐥 𝐜𝐨𝐟𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚𝐬 𝐩𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐚𝐬." 𝐄𝐥 𝐉𝐮𝐫𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐒𝐨𝐭𝐚 𝐝𝐞 𝐂𝐨𝐫𝐚𝐳𝐨𝐧𝐞𝐬 Hace mucho tiempo, en un reino olvidado entre los pliegues del tiempo, vivía una joven llamada Lydia, conocida como la Sota de Corazones. Lydia no era una simple carta en la baraja del destino; era el alma de un reino dividido, una figura a la vez amada y temida. Se decía que la Sota de Corazones portaba una promesa incumplida: proteger al Rey y a la Reina a cualquier precio. Pero, ¡ah!, el precio de la lealtad a veces puede ser más alto que el de la traición. En una noche de máscaras y cuchillos, Lydia descubrió un complot que amenazaba al reino. Aquellos que habían jurado proteger a la corona planeaban tomarla por la fuerza. Sin embargo, Lydia, la fiel sota, tenía su propio secreto. Una vez, antes de ser parte del juego de la baraja real, había amado a alguien del otro lado del tablero. Un caballero exiliado, un peón caído en desgracia. Aquella noche fatídica, el caballero regresó, pero no para recuperar su lugar, sino para buscar venganza. Entre susurros y sombras, Lydia enfrentó la decisión más difícil: ¿cumplir su juramento o salvar al hombre que había robado su corazón? Los cuentos a veces no tienen finales felices, y este no es una excepción. Al final, Lydia tomó la espada y la clavó, pero no en su amor, ni en los traidores. No, se la clavó a sí misma, sellando el destino del reino y liberándose de la pesada carga de su juramento. Desde entonces, la Sota de Corazones se convirtió en un símbolo de sacrificio, amor y tragedia. Así, cada vez que alguien baraja una baraja de cartas, Lydia sonríe desde el otro lado, recordándonos que incluso los corazones más nobles pueden quebrarse.
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  • 𝐋𝐚𝐬 𝐟𝐢𝐞𝐬𝐭𝐚𝐬 𝐞𝐧 𝐝𝐢𝐟𝐞𝐫𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨𝐬.

    — AU era moderna con Charles Grey

    Como cada año, la familia entera se reunía en Howick Hall por Navidad. Cada miembro de los Grey, sin importar en qué rincón del mundo se encontrara, viajaba de vuelta a Inglaterra solo para pasar las fiestas juntos.

    Siendo una línea familiar que se remontaba al siglo XIV, la familia Grey tenía una serie de tradiciones navideñas un tanto peculiares, mantenidas hasta el día de hoy solo por los más conservadores de la familia. Sin embargo, entre todas ellas, la más "normal" era la del tronco navideño.

    Cada año sin falta, un miembro de la familia debía encargarse de preparar el dichoso postre sin importar sus habilidades culinarias. De hecho, el año pasado la tarea había recaído en el primo séptimo, quien había presentado el peor tronco navideño que Jean había probado en toda su corta vida: un bizcocho apelmazado, con un relleno inexistente y un chocolate quemado.
    Ese día nadie se lo había terminado, y el primo séptimo había tenido una cara larga toda la noche hasta que se abrieron los regalos y recibió una Nintendo Switch.

    Por suerte, este año la responsabilidad había recaído en la tía segunda, quien era una pastelera talentosa que incluso tenía su propia patisserie en París. La tía segunda se había ofrecido incluso a preparar todos los postres, lo que garantizó que se comería un tronco delicioso.

    Luego de la cena, como se esperaba el postre, de repente todos comenzaron a hablar de la tradición del tronco navideño, dejando de lado las preguntas incómodas y los alardes de los primos que Jean no veía durante todo el año. La única excepción era Grey, quien vivía lo suficientemente cerca como para cruzarse con él con frecuencia (o más bien vivían prácticamente juntos a veces).

    Cuando se sirvió el mencionado y especial postre, todos, tras probar el primer bocado, comenzaron a llenar a la tía de alabanzas. Jean alzó la vista hacia sus primos, todos habían probado el postre e, infaltablemente, Grey también. De hecho, parecía ir por su segunda porción.

    Debido a esto, una historia se le vino a la mente, y no pudo evitar compartirla.

    —¿Saben la historia del tronco navideño? —preguntó Jean, rompiendo el diálogo alegre de los primos.

    Al ver que había captado algo de interés, prosiguió:
    —El "Yule log" se decoraba con hojas y ramas y se encendía en la chimenea. Tenía que permanecer ardiendo hasta la Doceava Noche de Navidad. Si se apagaba antes de esa fecha, se decía que traería desgracias y mala suerte... luego derivó a este postre por alguna razón.

    Los primos alzaron una ceja. ¿Qué clase de historia tan lúgubre era esa para una ocasión tan feliz?

    Con un tinte más sombrío, Jean agregó:
    —¿Qué clase de tronco será este? —inquirió, mientras cortaba un trocito del bizcocho con el tenedor y lo probaba.

    Masticó lentamente, como para darle cierto suspenso a su deliberación, pero al final, asintió.
    —Mhm. —Dijo, mirando a su tía con aprobación. —Está delicioso, tía. Como siempre, ha hecho un excelente trabajo.

    La susodicha, ignorante del ambiente incómodo entre los primos, le sonrió al pequeño niño de la familia y siguió con lo suyo: bebiéndose su quinceavo vaso de sidra, había tenido un año difícil.

    Charles, sin inmutarse, acostumbrado a la forma de ser de su primo, se relamió los labios para limpiarse los restos de chocolate y levantó la vista hacia él, rompiendo el tenso silencio.
    —Solo es un tronco, ¿cómo podría traer desgracias?

    Quién sabe si Grey lo había hecho adrede o simplemente porque estaba completamente aburrido y dispuesto a escuchar la verborrea de su pequeño primo genio; con esa simple pregunta, le dio pie a Jean para que continuara hablando bastante entusiasmado del tema.

    Jean se encogió de hombros y sonrió.
    —En general, las tradiciones son prácticas que obedecen a una lógica simbólica. Con el paso del tiempo, esta lógica se va perdiendo, y llegamos al presente, donde realizamos muchas prácticas sin saber por qué. Aunque, hay otras que son simplemente un buen marketing. Como ese sombrero rojo —dijo, haciendo un ademán con la cabeza hacia su prima que, hasta el momento, solo miraba.

    —¿Qué hay con mi gorro? —dijo la prima.

    —¿Por qué Santa Claus tiene un traje rojo y no uno, por ejemplo, de color verde y marrón?

    Los primos se rieron y miraron a Jean como si estuviera diciendo una gran tontería. Pero, al pensarlo mejor, fueron apagando sus carcajadas. En realidad, lo que decía era una buena pregunta…

    —¿Por qué? —inquirió un primo, mirándolo con los ojos entrecerrados. Pero el relato del niño había captado completamente su atención.

    —Bueno, para explicarlo, tendríamos que remontarnos a varios siglos atrás…

    Y así, un Jean complacido, comenzó a relatar los orígenes históricos de Santa Claus, desde San Nicolás y de cómo, gracias a una publicidad de Coca-Cola, se popularizó su característico traje rojo y blanco.

    Grey, viéndolo tan contento presumiendo sus conocimientos ante un público interesado, solo pudo reírse para sus adentros: él era feliz comiendo, y Jean era feliz compartiendo lo que sabía sobre el mundo.

    _____________

    | Es un poco random, pero me pareció lindo compartirlo, además de que de este AU no publico mucho jaja. Pronto espero subir de los otros, sobre todo del Jean Victoriano, en fin, solo quiero decirles: ¡Feliz navidad!

    𝐋𝐚𝐬 𝐟𝐢𝐞𝐬𝐭𝐚𝐬 𝐞𝐧 𝐝𝐢𝐟𝐞𝐫𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨𝐬. — AU era moderna con [EarlGrey] — Como cada año, la familia entera se reunía en Howick Hall por Navidad. Cada miembro de los Grey, sin importar en qué rincón del mundo se encontrara, viajaba de vuelta a Inglaterra solo para pasar las fiestas juntos. Siendo una línea familiar que se remontaba al siglo XIV, la familia Grey tenía una serie de tradiciones navideñas un tanto peculiares, mantenidas hasta el día de hoy solo por los más conservadores de la familia. Sin embargo, entre todas ellas, la más "normal" era la del tronco navideño. Cada año sin falta, un miembro de la familia debía encargarse de preparar el dichoso postre sin importar sus habilidades culinarias. De hecho, el año pasado la tarea había recaído en el primo séptimo, quien había presentado el peor tronco navideño que Jean había probado en toda su corta vida: un bizcocho apelmazado, con un relleno inexistente y un chocolate quemado. Ese día nadie se lo había terminado, y el primo séptimo había tenido una cara larga toda la noche hasta que se abrieron los regalos y recibió una Nintendo Switch. Por suerte, este año la responsabilidad había recaído en la tía segunda, quien era una pastelera talentosa que incluso tenía su propia patisserie en París. La tía segunda se había ofrecido incluso a preparar todos los postres, lo que garantizó que se comería un tronco delicioso. Luego de la cena, como se esperaba el postre, de repente todos comenzaron a hablar de la tradición del tronco navideño, dejando de lado las preguntas incómodas y los alardes de los primos que Jean no veía durante todo el año. La única excepción era Grey, quien vivía lo suficientemente cerca como para cruzarse con él con frecuencia (o más bien vivían prácticamente juntos a veces). Cuando se sirvió el mencionado y especial postre, todos, tras probar el primer bocado, comenzaron a llenar a la tía de alabanzas. Jean alzó la vista hacia sus primos, todos habían probado el postre e, infaltablemente, Grey también. De hecho, parecía ir por su segunda porción. Debido a esto, una historia se le vino a la mente, y no pudo evitar compartirla. —¿Saben la historia del tronco navideño? —preguntó Jean, rompiendo el diálogo alegre de los primos. Al ver que había captado algo de interés, prosiguió: —El "Yule log" se decoraba con hojas y ramas y se encendía en la chimenea. Tenía que permanecer ardiendo hasta la Doceava Noche de Navidad. Si se apagaba antes de esa fecha, se decía que traería desgracias y mala suerte... luego derivó a este postre por alguna razón. Los primos alzaron una ceja. ¿Qué clase de historia tan lúgubre era esa para una ocasión tan feliz? Con un tinte más sombrío, Jean agregó: —¿Qué clase de tronco será este? —inquirió, mientras cortaba un trocito del bizcocho con el tenedor y lo probaba. Masticó lentamente, como para darle cierto suspenso a su deliberación, pero al final, asintió. —Mhm. —Dijo, mirando a su tía con aprobación. —Está delicioso, tía. Como siempre, ha hecho un excelente trabajo. La susodicha, ignorante del ambiente incómodo entre los primos, le sonrió al pequeño niño de la familia y siguió con lo suyo: bebiéndose su quinceavo vaso de sidra, había tenido un año difícil. Charles, sin inmutarse, acostumbrado a la forma de ser de su primo, se relamió los labios para limpiarse los restos de chocolate y levantó la vista hacia él, rompiendo el tenso silencio. —Solo es un tronco, ¿cómo podría traer desgracias? Quién sabe si Grey lo había hecho adrede o simplemente porque estaba completamente aburrido y dispuesto a escuchar la verborrea de su pequeño primo genio; con esa simple pregunta, le dio pie a Jean para que continuara hablando bastante entusiasmado del tema. Jean se encogió de hombros y sonrió. —En general, las tradiciones son prácticas que obedecen a una lógica simbólica. Con el paso del tiempo, esta lógica se va perdiendo, y llegamos al presente, donde realizamos muchas prácticas sin saber por qué. Aunque, hay otras que son simplemente un buen marketing. Como ese sombrero rojo —dijo, haciendo un ademán con la cabeza hacia su prima que, hasta el momento, solo miraba. —¿Qué hay con mi gorro? —dijo la prima. —¿Por qué Santa Claus tiene un traje rojo y no uno, por ejemplo, de color verde y marrón? Los primos se rieron y miraron a Jean como si estuviera diciendo una gran tontería. Pero, al pensarlo mejor, fueron apagando sus carcajadas. En realidad, lo que decía era una buena pregunta… —¿Por qué? —inquirió un primo, mirándolo con los ojos entrecerrados. Pero el relato del niño había captado completamente su atención. —Bueno, para explicarlo, tendríamos que remontarnos a varios siglos atrás… Y así, un Jean complacido, comenzó a relatar los orígenes históricos de Santa Claus, desde San Nicolás y de cómo, gracias a una publicidad de Coca-Cola, se popularizó su característico traje rojo y blanco. Grey, viéndolo tan contento presumiendo sus conocimientos ante un público interesado, solo pudo reírse para sus adentros: él era feliz comiendo, y Jean era feliz compartiendo lo que sabía sobre el mundo. _____________ | Es un poco random, pero me pareció lindo compartirlo, además de que de este AU no publico mucho jaja. Pronto espero subir de los otros, sobre todo del Jean Victoriano, en fin, solo quiero decirles: ¡Feliz navidad!
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  • ❝ 𝐌𝐞𝐫𝐫𝐲 𝐂𝐡𝐫𝐢𝐬𝐭𝐦𝐚𝐬. ❞ ──── 𝚂𝚊𝚗𝚝𝚒 𝙲𝚕𝚊𝚞𝚜.

    ──── El mejor regalo de Navidad es tenerlos a ustedes, desgraciados, digo. . . Personitas bonitas. Gracias siempre por todo y quién desee regalitos me avisa y se los daré. Seré Santi Claus el día de hoy. ──── [♡]
    ❝ 𝐌𝐞𝐫𝐫𝐲 𝐂𝐡𝐫𝐢𝐬𝐭𝐦𝐚𝐬. ❞ ──── 𝚂𝚊𝚗𝚝𝚒 𝙲𝚕𝚊𝚞𝚜. ──── El mejor regalo de Navidad es tenerlos a ustedes, desgraciados, digo. . . Personitas bonitas. Gracias siempre por todo y quién desee regalitos me avisa y se los daré. Seré Santi Claus el día de hoy. ──── [♡]
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  • ❝ Regɑlo ɑdelɑntɑdo ❞

    ──── Mierda. Con darte un regalo de Navidad no me refería a esto, desgraciada/o. Más vale sea rápido y luego me saques todo esto encima, debo salir al trabajo dentro de poco. ────
    ❝ Regɑlo ɑdelɑntɑdo ❞ ──── Mierda. Con darte un regalo de Navidad no me refería a esto, desgraciada/o. Más vale sea rápido y luego me saques todo esto encima, debo salir al trabajo dentro de poco. ────
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    || OFF:

    Necesitamos que alguien haga de Laura Bozzo y diga
    QUE PAAAAAASE EL DESGRACIADO.
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    || OFF: Necesitamos que alguien haga de Laura Bozzo y diga QUE PAAAAAASE EL DESGRACIADO. Y es Ares JAJAJAJAJA :STK-25:
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