Tenlo en cuenta al responder.
La oscuridad nunca fue algo que asustara a Joon. De hecho, había aprendido a caminar dentro de ella con paso firme, como si llevarla en los hombros fuera parte del uniforme. Su deber no es huirle a las sombras, sino adentrarse en ellas, encontrar en su centro lo que otros preferían ignorar. Y así, noche tras noche, entre informes, cicatrices y silencios, Joon va construyendo un pacto consigo mismo: ser luz donde nadie más se atreve a mirar.
Es un hombre que toca la oscuridad sin pertenecerle, que se acerca a los bordes del abismo con la calma de quien ya ha sido probado. La justicia no siempre es limpia, y él lo sabe. A veces se ve reflejado en rostros que ya no puede salvar, en errores que aprendió demasiado tarde. Pero sigue. Porque alguien tiene que hacerlo. Porque aún cree, a pesar del cansancio, que su causa tiene sentido.
Él no es un héroe. Nunca quiso serlo. Es Joon. Un detective que ama su oficio no porque sea fácil, sino porque, incluso en lo roto, en lo difícil, en lo solitario, eligió creer. No se trata de una esperanza ciega ni de ideales románticos sobre el bien y el mal. Es una decisión áspera, tomada con los dientes apretados después de ver cómo la corrupción se disfraza de orden y cómo la verdad se entierra con silencios bien pagados.
Un tipo de fe que no necesita testigos ni aplausos; basta con que saber que hizo lo correcto, aun si nadie más lo ve, aun si a veces ni siquiera puede explicarlo. Porque en un mundo donde las líneas se difuminan, alguien tiene que recordar dónde estaba la frontera, aunque sea con los pies hundidos en el lodo.
Es un hombre que toca la oscuridad sin pertenecerle, que se acerca a los bordes del abismo con la calma de quien ya ha sido probado. La justicia no siempre es limpia, y él lo sabe. A veces se ve reflejado en rostros que ya no puede salvar, en errores que aprendió demasiado tarde. Pero sigue. Porque alguien tiene que hacerlo. Porque aún cree, a pesar del cansancio, que su causa tiene sentido.
Él no es un héroe. Nunca quiso serlo. Es Joon. Un detective que ama su oficio no porque sea fácil, sino porque, incluso en lo roto, en lo difícil, en lo solitario, eligió creer. No se trata de una esperanza ciega ni de ideales románticos sobre el bien y el mal. Es una decisión áspera, tomada con los dientes apretados después de ver cómo la corrupción se disfraza de orden y cómo la verdad se entierra con silencios bien pagados.
Un tipo de fe que no necesita testigos ni aplausos; basta con que saber que hizo lo correcto, aun si nadie más lo ve, aun si a veces ni siquiera puede explicarlo. Porque en un mundo donde las líneas se difuminan, alguien tiene que recordar dónde estaba la frontera, aunque sea con los pies hundidos en el lodo.
La oscuridad nunca fue algo que asustara a Joon. De hecho, había aprendido a caminar dentro de ella con paso firme, como si llevarla en los hombros fuera parte del uniforme. Su deber no es huirle a las sombras, sino adentrarse en ellas, encontrar en su centro lo que otros preferían ignorar. Y así, noche tras noche, entre informes, cicatrices y silencios, Joon va construyendo un pacto consigo mismo: ser luz donde nadie más se atreve a mirar.
Es un hombre que toca la oscuridad sin pertenecerle, que se acerca a los bordes del abismo con la calma de quien ya ha sido probado. La justicia no siempre es limpia, y él lo sabe. A veces se ve reflejado en rostros que ya no puede salvar, en errores que aprendió demasiado tarde. Pero sigue. Porque alguien tiene que hacerlo. Porque aún cree, a pesar del cansancio, que su causa tiene sentido.
Él no es un héroe. Nunca quiso serlo. Es Joon. Un detective que ama su oficio no porque sea fácil, sino porque, incluso en lo roto, en lo difícil, en lo solitario, eligió creer. No se trata de una esperanza ciega ni de ideales románticos sobre el bien y el mal. Es una decisión áspera, tomada con los dientes apretados después de ver cómo la corrupción se disfraza de orden y cómo la verdad se entierra con silencios bien pagados.
Un tipo de fe que no necesita testigos ni aplausos; basta con que saber que hizo lo correcto, aun si nadie más lo ve, aun si a veces ni siquiera puede explicarlo. Porque en un mundo donde las líneas se difuminan, alguien tiene que recordar dónde estaba la frontera, aunque sea con los pies hundidos en el lodo.
