—Oh. Lo viste.
—Sabía que tarde o temprano alguien lo notaría.
—No, no es el sol. Tampoco la luna. No es nada que tenga nombre.
—Es solo un Ojo. Siempre ha estado ahí. Siempre ha mirado.
—No parpadea. No se mueve. No cambia. Solo observa.
—Sí, lo veo también. Pero la diferencia entre tú y yo es que yo dejé de mirarlo hace mucho tiempo.
—¿Te sientes pequeño? Lo sé. Todos lo sienten cuando lo notan por primera vez.
—Es como si la realidad misma se inclinara sobre ti, como si fueras un insecto atrapado bajo el peso de algo que ni siquiera entiende que existes.
—No te preocupes. No hace nada. No tiene que hacerlo.
—Las otras cosas que habitan aquí… susurran, llaman, intentan retenerte. Pero el Ojo… solo espera.
—No sé qué espera.
—Tal vez que te detengas demasiado. Tal vez que mires demasiado. Tal vez que te olvides de que puedes moverte.
—Porque dime… si todo el firmamento se convierte en una mirada fija sobre ti, ¿cómo sigues adelante sin sentir que te aplasta?
—Yo encontré la respuesta. Es simple.
—No mires arriba.
—No te detengas.
—Y sobre todo… nunca, nunca le devuelvas la mirada por demasiado tiempo.
—Sabía que tarde o temprano alguien lo notaría.
—No, no es el sol. Tampoco la luna. No es nada que tenga nombre.
—Es solo un Ojo. Siempre ha estado ahí. Siempre ha mirado.
—No parpadea. No se mueve. No cambia. Solo observa.
—Sí, lo veo también. Pero la diferencia entre tú y yo es que yo dejé de mirarlo hace mucho tiempo.
—¿Te sientes pequeño? Lo sé. Todos lo sienten cuando lo notan por primera vez.
—Es como si la realidad misma se inclinara sobre ti, como si fueras un insecto atrapado bajo el peso de algo que ni siquiera entiende que existes.
—No te preocupes. No hace nada. No tiene que hacerlo.
—Las otras cosas que habitan aquí… susurran, llaman, intentan retenerte. Pero el Ojo… solo espera.
—No sé qué espera.
—Tal vez que te detengas demasiado. Tal vez que mires demasiado. Tal vez que te olvides de que puedes moverte.
—Porque dime… si todo el firmamento se convierte en una mirada fija sobre ti, ¿cómo sigues adelante sin sentir que te aplasta?
—Yo encontré la respuesta. Es simple.
—No mires arriba.
—No te detengas.
—Y sobre todo… nunca, nunca le devuelvas la mirada por demasiado tiempo.
—Oh. Lo viste.
—Sabía que tarde o temprano alguien lo notaría.
—No, no es el sol. Tampoco la luna. No es nada que tenga nombre.
—Es solo un Ojo. Siempre ha estado ahí. Siempre ha mirado.
—No parpadea. No se mueve. No cambia. Solo observa.
—Sí, lo veo también. Pero la diferencia entre tú y yo es que yo dejé de mirarlo hace mucho tiempo.
—¿Te sientes pequeño? Lo sé. Todos lo sienten cuando lo notan por primera vez.
—Es como si la realidad misma se inclinara sobre ti, como si fueras un insecto atrapado bajo el peso de algo que ni siquiera entiende que existes.
—No te preocupes. No hace nada. No tiene que hacerlo.
—Las otras cosas que habitan aquí… susurran, llaman, intentan retenerte. Pero el Ojo… solo espera.
—No sé qué espera.
—Tal vez que te detengas demasiado. Tal vez que mires demasiado. Tal vez que te olvides de que puedes moverte.
—Porque dime… si todo el firmamento se convierte en una mirada fija sobre ti, ¿cómo sigues adelante sin sentir que te aplasta?
—Yo encontré la respuesta. Es simple.
—No mires arriba.
—No te detengas.
—Y sobre todo… nunca, nunca le devuelvas la mirada por demasiado tiempo.

