• Hao! , las mejores vistas para un rey como yo.
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  • Entre la Lluvia y las Sombras: El Respiro del Sabueso
    Fandom Ocs
    Categoría Fantasía
    -La lluvia había cesado hacía apenas unos minutos, dejando al bosque impregnado de ese olor terroso que siempre aparece después de la sangre y la humeda, aquella misión había sido comoleyada y algunos metros atrás de aquel lugar estaba la prueba y aquel hombre por primera vez en horas, permitió que su cuerpo sucumbiera ante ese cansancio-

    -Se encontraba recargado contra el tronco de un viejo roble, descansando contra aquel duro tronco de madera con aquella armadura a un manchada de sangre, aquella capa negra extendida sobre una rama cercana dejando que el viento la secara y aquella media máscara metálica colgando de su cinturón, aún con pequepas gotas de agua producida por su respiración caliente y aquel aire frío que respiro por horas-

    &Su espada corta descansaba a su lado, clavada en tierra húmeda, mantuvo sus ojos entrecerrados, no del todo dormido, pero tampoco alerta, el silencio no era total, el sonido de aquel bosque llenaba aquello espacios de silencio, mientas que con el aire las hojas susurraban y no muy lejos el sonido de algún animal nocturno reclamando su territorio, el sonido de algo acercandose llamo su atención y al sentir aquella presencia cerca solo rompió el silencio sin abrir los ojos-

    Curioso… creí que ya había terminado por hoy.

    -una vez sintió esa presencia cerca finalmente abrió los ojos, unos ojos serenos, cansados… pero atentos, como si incluso en su descanso evaluara cada gesto, cada intención-

    Si has venido a reclamar un informe.....tendrás que esperar, mi mente aún no decide si regresó conmigo… o si sigue allá atrá....pero si quieres puedes empezarlo....te diré todo como paso.....Pero si has venido por otra razón… entonces siéntate para no cansarte.....esto puede tomar un par de horas hasta que me recupere
    -La lluvia había cesado hacía apenas unos minutos, dejando al bosque impregnado de ese olor terroso que siempre aparece después de la sangre y la humeda, aquella misión había sido comoleyada y algunos metros atrás de aquel lugar estaba la prueba y aquel hombre por primera vez en horas, permitió que su cuerpo sucumbiera ante ese cansancio- -Se encontraba recargado contra el tronco de un viejo roble, descansando contra aquel duro tronco de madera con aquella armadura a un manchada de sangre, aquella capa negra extendida sobre una rama cercana dejando que el viento la secara y aquella media máscara metálica colgando de su cinturón, aún con pequepas gotas de agua producida por su respiración caliente y aquel aire frío que respiro por horas- &Su espada corta descansaba a su lado, clavada en tierra húmeda, mantuvo sus ojos entrecerrados, no del todo dormido, pero tampoco alerta, el silencio no era total, el sonido de aquel bosque llenaba aquello espacios de silencio, mientas que con el aire las hojas susurraban y no muy lejos el sonido de algún animal nocturno reclamando su territorio, el sonido de algo acercandose llamo su atención y al sentir aquella presencia cerca solo rompió el silencio sin abrir los ojos- Curioso… creí que ya había terminado por hoy. -una vez sintió esa presencia cerca finalmente abrió los ojos, unos ojos serenos, cansados… pero atentos, como si incluso en su descanso evaluara cada gesto, cada intención- Si has venido a reclamar un informe.....tendrás que esperar, mi mente aún no decide si regresó conmigo… o si sigue allá atrá....pero si quieres puedes empezarlo....te diré todo como paso.....Pero si has venido por otra razón… entonces siéntate para no cansarte.....esto puede tomar un par de horas hasta que me recupere
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  • —Y cuando no hay mucho por hacer ni criaturas que cazar, nada como un buen pasatiempo para descansar.
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  • - Jamás supe cuál era mi lenguaje de amor, hasta que conocí el tuyo, algo que se volvió tan mío, mi marca personal.-

    ¡Oh mi amada Yelena!, guarda silencio y no me niegues tus besos, esos que son como agua bendita que apagan mi sed. 
    - Jamás supe cuál era mi lenguaje de amor, hasta que conocí el tuyo, algo que se volvió tan mío, mi marca personal.- ¡Oh mi amada Yelena!, guarda silencio y no me niegues tus besos, esos que son como agua bendita que apagan mi sed. 
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  • 𓆩༺✧༻𓆪⋆.ೃ࿔*:・ Los Nekomatas son valorados por sus habilidades de protección y magia que a través de los años ha pasado desapercibida porqué los humanos dejaron de creer. Vive como humana a pesar de que tiene cientos de años, se ha ido adaptando a la sociedad a lo largo del tiempo y por su belleza gana dinero siendo Host en los Hosutokurabu. (Host Club)
    𓆩༺✧༻𓆪⋆.ೃ࿔*:・ Los Nekomatas son valorados por sus habilidades de protección y magia que a través de los años ha pasado desapercibida porqué los humanos dejaron de creer. Vive como humana a pesar de que tiene cientos de años, se ha ido adaptando a la sociedad a lo largo del tiempo y por su belleza gana dinero siendo Host en los Hosutokurabu. (Host Club)
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    La primera pesadilla

    La noche después de la transformación no sabe a descanso.

    Mi cuerpo debería estar agotado…
    pero algo dentro de mí no me deja dormir.

    Quema.
    Arde como brasas vivas.

    Y al mismo tiempo me da frío.
    Un frío que me cruje los huesos y me muerde los pulmones.

    Susurra.

    Una voz que no es voz.
    Un idioma que no entiendo… pero siento.
    Como si siempre hubiera estado en mí,
    esperando a que mi sombra despertara para recordármelo.

    Me enseña palabras imposibles.
    Palabras que entiendo sólo el instante antes de olvidarlas.
    O quizá… no las olvido.
    Quizá ellas me recuerdan a mí.

    Me duermo.

    Y el mundo cambia.

    Estoy de pie en un puente de madera vieja.
    El viento huele a sal y a sangre.
    Las tablas crujen bajo mis pies pequeños.
    Mis pies… no.
    No son mis pies.

    Yo no soy yo.

    A mi alrededor escucho gritos.
    Llamas.
    El estallido de un hogar ardiendo.
    La masacre de un pueblo pesquero.

    Corsarios.

    Docenas.
    Tal vez cientos.

    Queman casas.
    Se llevan niños.
    Arrastran mujeres.
    Degüellan hombres.

    Y yo corro.
    Corro sin saber a dónde.
    Sin saber quién soy.

    Mis piernas son cortas.
    Mi cuerpo es frágil.
    Mi respiración suena a un niño asustado.

    No a mí.
    No a Lili.

    Este no es mi cuerpo.

    Los corsarios me rodean.
    Sombras enormes contra la luna.
    Casco, hierro, parches, cicatrices.
    Espadas que brillan.

    No hay salida.

    Grito.

    Pero la voz que sale de mí no es la mía.
    Es más aguda.
    Más pequeña.
    Más rota.

    Una espada me atraviesa.

    Y otra.

    Y otra.

    Y el puente se llena de rojo.

    Despierto.

    Empapada en sudor, ahogándome en mi propio grito.
    Mis manos buscan mi torso, desesperada, temblando.
    No hay heridas.

    Soy yo.
    Lili.

    Pero el miedo no se va.
    Se queda enganchado a mis costillas.
    Me falta el aire.
    La oscuridad de la habitación parece viva.

    No quiero cerrar los ojos.
    No quiero volver a ese puente.
    No quiero saber quién era ese niño.
    No quiero saber por qué veo su muerte.

    No quiero…

    Me encojo bajo las mantas.
    Mis uñas arañan mis propios brazos.
    Mi respiración se convierte en sollozos.

    Esa noche la pasé llorando.
    Sola.
    Llorando con la almohada mordida,
    esperando que nadie escuchara,
    esperando que la sombra no volviera a hablarme.

    La Luna, desde la ventana, me miraba en silencio.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La primera pesadilla La noche después de la transformación no sabe a descanso. Mi cuerpo debería estar agotado… pero algo dentro de mí no me deja dormir. Quema. Arde como brasas vivas. Y al mismo tiempo me da frío. Un frío que me cruje los huesos y me muerde los pulmones. Susurra. Una voz que no es voz. Un idioma que no entiendo… pero siento. Como si siempre hubiera estado en mí, esperando a que mi sombra despertara para recordármelo. Me enseña palabras imposibles. Palabras que entiendo sólo el instante antes de olvidarlas. O quizá… no las olvido. Quizá ellas me recuerdan a mí. Me duermo. Y el mundo cambia. Estoy de pie en un puente de madera vieja. El viento huele a sal y a sangre. Las tablas crujen bajo mis pies pequeños. Mis pies… no. No son mis pies. Yo no soy yo. A mi alrededor escucho gritos. Llamas. El estallido de un hogar ardiendo. La masacre de un pueblo pesquero. Corsarios. Docenas. Tal vez cientos. Queman casas. Se llevan niños. Arrastran mujeres. Degüellan hombres. Y yo corro. Corro sin saber a dónde. Sin saber quién soy. Mis piernas son cortas. Mi cuerpo es frágil. Mi respiración suena a un niño asustado. No a mí. No a Lili. Este no es mi cuerpo. Los corsarios me rodean. Sombras enormes contra la luna. Casco, hierro, parches, cicatrices. Espadas que brillan. No hay salida. Grito. Pero la voz que sale de mí no es la mía. Es más aguda. Más pequeña. Más rota. Una espada me atraviesa. Y otra. Y otra. Y el puente se llena de rojo. Despierto. Empapada en sudor, ahogándome en mi propio grito. Mis manos buscan mi torso, desesperada, temblando. No hay heridas. Soy yo. Lili. Pero el miedo no se va. Se queda enganchado a mis costillas. Me falta el aire. La oscuridad de la habitación parece viva. No quiero cerrar los ojos. No quiero volver a ese puente. No quiero saber quién era ese niño. No quiero saber por qué veo su muerte. No quiero… Me encojo bajo las mantas. Mis uñas arañan mis propios brazos. Mi respiración se convierte en sollozos. Esa noche la pasé llorando. Sola. Llorando con la almohada mordida, esperando que nadie escuchara, esperando que la sombra no volviera a hablarme. La Luna, desde la ventana, me miraba en silencio.
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    La primera pesadilla

    La noche después de la transformación no sabe a descanso.

    Mi cuerpo debería estar agotado…
    pero algo dentro de mí no me deja dormir.

    Quema.
    Arde como brasas vivas.

    Y al mismo tiempo me da frío.
    Un frío que me cruje los huesos y me muerde los pulmones.

    Susurra.

    Una voz que no es voz.
    Un idioma que no entiendo… pero siento.
    Como si siempre hubiera estado en mí,
    esperando a que mi sombra despertara para recordármelo.

    Me enseña palabras imposibles.
    Palabras que entiendo sólo el instante antes de olvidarlas.
    O quizá… no las olvido.
    Quizá ellas me recuerdan a mí.

    Me duermo.

    Y el mundo cambia.

    Estoy de pie en un puente de madera vieja.
    El viento huele a sal y a sangre.
    Las tablas crujen bajo mis pies pequeños.
    Mis pies… no.
    No son mis pies.

    Yo no soy yo.

    A mi alrededor escucho gritos.
    Llamas.
    El estallido de un hogar ardiendo.
    La masacre de un pueblo pesquero.

    Corsarios.

    Docenas.
    Tal vez cientos.

    Queman casas.
    Se llevan niños.
    Arrastran mujeres.
    Degüellan hombres.

    Y yo corro.
    Corro sin saber a dónde.
    Sin saber quién soy.

    Mis piernas son cortas.
    Mi cuerpo es frágil.
    Mi respiración suena a un niño asustado.

    No a mí.
    No a Lili.

    Este no es mi cuerpo.

    Los corsarios me rodean.
    Sombras enormes contra la luna.
    Casco, hierro, parches, cicatrices.
    Espadas que brillan.

    No hay salida.

    Grito.

    Pero la voz que sale de mí no es la mía.
    Es más aguda.
    Más pequeña.
    Más rota.

    Una espada me atraviesa.

    Y otra.

    Y otra.

    Y el puente se llena de rojo.

    Despierto.

    Empapada en sudor, ahogándome en mi propio grito.
    Mis manos buscan mi torso, desesperada, temblando.
    No hay heridas.

    Soy yo.
    Lili.

    Pero el miedo no se va.
    Se queda enganchado a mis costillas.
    Me falta el aire.
    La oscuridad de la habitación parece viva.

    No quiero cerrar los ojos.
    No quiero volver a ese puente.
    No quiero saber quién era ese niño.
    No quiero saber por qué veo su muerte.

    No quiero…

    Me encojo bajo las mantas.
    Mis uñas arañan mis propios brazos.
    Mi respiración se convierte en sollozos.

    Esa noche la pasé llorando.
    Sola.
    Llorando con la almohada mordida,
    esperando que nadie escuchara,
    esperando que la sombra no volviera a hablarme.

    La Luna, desde la ventana, me miraba en silencio.
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    La primera pesadilla

    La noche después de la transformación no sabe a descanso.

    Mi cuerpo debería estar agotado…
    pero algo dentro de mí no me deja dormir.

    Quema.
    Arde como brasas vivas.

    Y al mismo tiempo me da frío.
    Un frío que me cruje los huesos y me muerde los pulmones.

    Susurra.

    Una voz que no es voz.
    Un idioma que no entiendo… pero siento.
    Como si siempre hubiera estado en mí,
    esperando a que mi sombra despertara para recordármelo.

    Me enseña palabras imposibles.
    Palabras que entiendo sólo el instante antes de olvidarlas.
    O quizá… no las olvido.
    Quizá ellas me recuerdan a mí.

    Me duermo.

    Y el mundo cambia.

    Estoy de pie en un puente de madera vieja.
    El viento huele a sal y a sangre.
    Las tablas crujen bajo mis pies pequeños.
    Mis pies… no.
    No son mis pies.

    Yo no soy yo.

    A mi alrededor escucho gritos.
    Llamas.
    El estallido de un hogar ardiendo.
    La masacre de un pueblo pesquero.

    Corsarios.

    Docenas.
    Tal vez cientos.

    Queman casas.
    Se llevan niños.
    Arrastran mujeres.
    Degüellan hombres.

    Y yo corro.
    Corro sin saber a dónde.
    Sin saber quién soy.

    Mis piernas son cortas.
    Mi cuerpo es frágil.
    Mi respiración suena a un niño asustado.

    No a mí.
    No a Lili.

    Este no es mi cuerpo.

    Los corsarios me rodean.
    Sombras enormes contra la luna.
    Casco, hierro, parches, cicatrices.
    Espadas que brillan.

    No hay salida.

    Grito.

    Pero la voz que sale de mí no es la mía.
    Es más aguda.
    Más pequeña.
    Más rota.

    Una espada me atraviesa.

    Y otra.

    Y otra.

    Y el puente se llena de rojo.

    Despierto.

    Empapada en sudor, ahogándome en mi propio grito.
    Mis manos buscan mi torso, desesperada, temblando.
    No hay heridas.

    Soy yo.
    Lili.

    Pero el miedo no se va.
    Se queda enganchado a mis costillas.
    Me falta el aire.
    La oscuridad de la habitación parece viva.

    No quiero cerrar los ojos.
    No quiero volver a ese puente.
    No quiero saber quién era ese niño.
    No quiero saber por qué veo su muerte.

    No quiero…

    Me encojo bajo las mantas.
    Mis uñas arañan mis propios brazos.
    Mi respiración se convierte en sollozos.

    Esa noche la pasé llorando.
    Sola.
    Llorando con la almohada mordida,
    esperando que nadie escuchara,
    esperando que la sombra no volviera a hablarme.

    La Luna, desde la ventana, me miraba en silencio.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 La primera pesadilla La noche después de la transformación no sabe a descanso. Mi cuerpo debería estar agotado… pero algo dentro de mí no me deja dormir. Quema. Arde como brasas vivas. Y al mismo tiempo me da frío. Un frío que me cruje los huesos y me muerde los pulmones. Susurra. Una voz que no es voz. Un idioma que no entiendo… pero siento. Como si siempre hubiera estado en mí, esperando a que mi sombra despertara para recordármelo. Me enseña palabras imposibles. Palabras que entiendo sólo el instante antes de olvidarlas. O quizá… no las olvido. Quizá ellas me recuerdan a mí. Me duermo. Y el mundo cambia. Estoy de pie en un puente de madera vieja. El viento huele a sal y a sangre. Las tablas crujen bajo mis pies pequeños. Mis pies… no. No son mis pies. Yo no soy yo. A mi alrededor escucho gritos. Llamas. El estallido de un hogar ardiendo. La masacre de un pueblo pesquero. Corsarios. Docenas. Tal vez cientos. Queman casas. Se llevan niños. Arrastran mujeres. Degüellan hombres. Y yo corro. Corro sin saber a dónde. Sin saber quién soy. Mis piernas son cortas. Mi cuerpo es frágil. Mi respiración suena a un niño asustado. No a mí. No a Lili. Este no es mi cuerpo. Los corsarios me rodean. Sombras enormes contra la luna. Casco, hierro, parches, cicatrices. Espadas que brillan. No hay salida. Grito. Pero la voz que sale de mí no es la mía. Es más aguda. Más pequeña. Más rota. Una espada me atraviesa. Y otra. Y otra. Y el puente se llena de rojo. Despierto. Empapada en sudor, ahogándome en mi propio grito. Mis manos buscan mi torso, desesperada, temblando. No hay heridas. Soy yo. Lili. Pero el miedo no se va. Se queda enganchado a mis costillas. Me falta el aire. La oscuridad de la habitación parece viva. No quiero cerrar los ojos. No quiero volver a ese puente. No quiero saber quién era ese niño. No quiero saber por qué veo su muerte. No quiero… Me encojo bajo las mantas. Mis uñas arañan mis propios brazos. Mi respiración se convierte en sollozos. Esa noche la pasé llorando. Sola. Llorando con la almohada mordida, esperando que nadie escuchara, esperando que la sombra no volviera a hablarme. La Luna, desde la ventana, me miraba en silencio.
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  • Nunca olvidare los buenos momentos juntos ..... anque nada es como antes.
    Nunca olvidare los buenos momentos juntos ..... anque nada es como antes.
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  • La verdad oculta
    Fandom Hazbin hotel/original
    Categoría Slice of Life
    ~Rol privado con: Maximilian
    ~Lugar: Vivienda de Adán, el cielo.


    Tras el roce que habían tenido Lute y Maxi, Adán decidió que era hora de ir a hablar con su hijo. A fin de cuentas, se había percatado del cambio de actitud que el propio Maxi le advirtió que tendría llegado el momento, justo antes de desaparecer para que Adán pudiera rescatar al pequeño Maxi y criarlo como el padre que aquella criatura se merecía.

    No le costó demasiado acertar que no solo su hijo habia vuelto a casa, si no que como todo joven indignado se había refugiado en la leonera que tenía de habitacion. Así que como buen padre que respeta la intimidad de su hijo, pico a la puerta a la vez que reafirmaba su autoridad abriéndola. Aunque no entró, si no que se apoyó en el marco de la puerta, de brazos cruzados, su media sonrisa distintiva de canal, y sin saber como empezar aquella delicada conversacion, simplemente lo hizo sin más.

    —Esos flashbacks te tienen de un humor de perros ¿eh? A ver si adivino, pensabas que tu viejo no se iba a dar cuenta—fue directo al grano, entrando a la habitación y con una expresion más seria pero al mismo tiempo comprensiva, se sentó en la cama del muchacho—Ven. —le indicó palmeando el colchón para que se sentase a su lado—.Creo que es hora de que sepas algo.—
    ~Rol privado con: [Maxi8] ~Lugar: Vivienda de Adán, el cielo. Tras el roce que habían tenido Lute y Maxi, Adán decidió que era hora de ir a hablar con su hijo. A fin de cuentas, se había percatado del cambio de actitud que el propio Maxi le advirtió que tendría llegado el momento, justo antes de desaparecer para que Adán pudiera rescatar al pequeño Maxi y criarlo como el padre que aquella criatura se merecía. No le costó demasiado acertar que no solo su hijo habia vuelto a casa, si no que como todo joven indignado se había refugiado en la leonera que tenía de habitacion. Así que como buen padre que respeta la intimidad de su hijo, pico a la puerta a la vez que reafirmaba su autoridad abriéndola. Aunque no entró, si no que se apoyó en el marco de la puerta, de brazos cruzados, su media sonrisa distintiva de canal, y sin saber como empezar aquella delicada conversacion, simplemente lo hizo sin más. —Esos flashbacks te tienen de un humor de perros ¿eh? A ver si adivino, pensabas que tu viejo no se iba a dar cuenta—fue directo al grano, entrando a la habitación y con una expresion más seria pero al mismo tiempo comprensiva, se sentó en la cama del muchacho—Ven. —le indicó palmeando el colchón para que se sentase a su lado—.Creo que es hora de que sepas algo.—
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  • 🪽Yo antes era un ser hermoso...🪽

    Fui creado con el género de Adán, pero con la frágil y bella apariencia de Eva. Una mezcla perfecta, combinando lo más hermoso de ambos seres.

    Fui bautizado con el nombre de Elorien, único en el universo; 𝕷𝖆 𝖑𝖚𝖟 𝖉𝖊 𝕯𝖎𝖔𝖘.

    Pero al parecer fue la poderosa esencia de Lilith la que me hizo caer en el pecado de amar lo prohibido. Se filtró en mí sin permiso, silenciosa e invisible a los ojos de Dios, mi creador.

    Tomé aquello que me era negado. Amé… amé a un ser terrenal; cada beso, cada caricia… me hacían dudar de que el cielo fuera ese en el que nací.

    Descubierto fui. Mi Padre, mis hermanos, me señalaron con vergüenza y desdén. Ya no era luz; estaba sucio, a pesar de solo haber compartido castos besos y caricias perdidas.

    El ultimátum fue demoledor. Dios habló:

    —Destruye aquello que amaste más que a mí. Si niegas el deseo de tu Padre Creador, serás desterrado al plano mortal y por ti mismo descubrirás la penitencia que tendrás que cargar.—

    Elorien, la luz de Dios. Su voz rota de dolor, pero con la determinación que Lilith le otorgó.

    🪽 No dejaré de hacer aquello por lo que fui creado. Amor soy y amor daré. Incluso si debo compartirlo con vos, Padre Todopoderoso. 🪽

    Entonces Elorien fue ajusticiado. Cuatro de sus alas murieron ante la impasibilidad de aquellos que miraron. No hubo delicadeza; allí, en el cielo mismo, se filtró la crueldad. Una a una fueron laceradas, arrancadas, mutiladas, dejando cuatro cicatrices que jamás olvidará.

    Tan solo dejaron dos de sus alas. Un recordatorio de lo que fue, pero sin la fuerza para que estas consiguieran guiarle nuevamente al hogar de Dios, su hogar.

    A pesar del dolor, Elorien sintió una liberación. Voló a la tierra, buscando a su amado. Se fundió en sus brazos con un beso apasionado. Este fue largo, lento; disfrutó los minutos sin miedo a ser juzgados.

    Repentinamente se desfalleció. ¿Fruto de la emoción?... No. No sentía su respiración ni el latir de su corazón. Su calidez desapareció; su piel se tornó fría, perdiendo su vivo color.

    🪽 ¡¿Por qué?! 🪽 reclamó a Dios.

    Mientras arrancaron sus alas, él no lloró, no gritó. Pero en aquel momento, su llanto y su grito fueron tan reales como la propia carne, llegando a los oídos del mismo cielo.

    —He aquí tu condena, hijo mío. Por cada minuto que alguien anhele tu piel, un año de su vida yo quitaré, acelerando su entrada al cielo o al infierno. Te condeno a una eternidad sin que el amor puedas volver a conocer…—
    🪽Yo antes era un ser hermoso...🪽 Fui creado con el género de Adán, pero con la frágil y bella apariencia de Eva. Una mezcla perfecta, combinando lo más hermoso de ambos seres. Fui bautizado con el nombre de Elorien, único en el universo; 𝕷𝖆 𝖑𝖚𝖟 𝖉𝖊 𝕯𝖎𝖔𝖘. Pero al parecer fue la poderosa esencia de Lilith la que me hizo caer en el pecado de amar lo prohibido. Se filtró en mí sin permiso, silenciosa e invisible a los ojos de Dios, mi creador. Tomé aquello que me era negado. Amé… amé a un ser terrenal; cada beso, cada caricia… me hacían dudar de que el cielo fuera ese en el que nací. Descubierto fui. Mi Padre, mis hermanos, me señalaron con vergüenza y desdén. Ya no era luz; estaba sucio, a pesar de solo haber compartido castos besos y caricias perdidas. El ultimátum fue demoledor. Dios habló: —Destruye aquello que amaste más que a mí. Si niegas el deseo de tu Padre Creador, serás desterrado al plano mortal y por ti mismo descubrirás la penitencia que tendrás que cargar.— Elorien, la luz de Dios. Su voz rota de dolor, pero con la determinación que Lilith le otorgó. 🪽 No dejaré de hacer aquello por lo que fui creado. Amor soy y amor daré. Incluso si debo compartirlo con vos, Padre Todopoderoso. 🪽 Entonces Elorien fue ajusticiado. Cuatro de sus alas murieron ante la impasibilidad de aquellos que miraron. No hubo delicadeza; allí, en el cielo mismo, se filtró la crueldad. Una a una fueron laceradas, arrancadas, mutiladas, dejando cuatro cicatrices que jamás olvidará. Tan solo dejaron dos de sus alas. Un recordatorio de lo que fue, pero sin la fuerza para que estas consiguieran guiarle nuevamente al hogar de Dios, su hogar. A pesar del dolor, Elorien sintió una liberación. Voló a la tierra, buscando a su amado. Se fundió en sus brazos con un beso apasionado. Este fue largo, lento; disfrutó los minutos sin miedo a ser juzgados. Repentinamente se desfalleció. ¿Fruto de la emoción?... No. No sentía su respiración ni el latir de su corazón. Su calidez desapareció; su piel se tornó fría, perdiendo su vivo color. 🪽 ¡¿Por qué?! 🪽 reclamó a Dios. Mientras arrancaron sus alas, él no lloró, no gritó. Pero en aquel momento, su llanto y su grito fueron tan reales como la propia carne, llegando a los oídos del mismo cielo. —He aquí tu condena, hijo mío. Por cada minuto que alguien anhele tu piel, un año de su vida yo quitaré, acelerando su entrada al cielo o al infierno. Te condeno a una eternidad sin que el amor puedas volver a conocer…—
    Me entristece
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