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    Son muy pocas cosas las que me hacen recobrar el brillo en mis ojos.
    Al fin y al cabo soy un hombre simple que se mueve por placeres básicos.
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  • Entonces susurro el salmo de tu nombre. Me pregunto cuántas veces no te vi arrodillado ante mi tempestad hecha templo reverdecido con lo hipócrita de los santos que no son más que bufones de otras tierras que no silban al morir.

    Materializo mis manos con los estigmas del dios en el que crees; pulcritud en tus vestires, pronuncio tu nombre como el amante que reta a la vida por retener de vuelta a lo inexplorado; pero te exploro como un lienzo en filoso paganismo. Tarareo una melodía de jauría de lobos; un maullido, ronroneo a la espera de tu espuelas talladas en mi carne; porque cuando me hago corporeidad; brindo gotas de savia vitae en tu boca que se asemeja al cáliz que tanto tu religión busca con delirio.

    Pero tú, eres cáliz y mis prudencias se persignan con tu gozo. Suspiro y degollo tu cuerpo con el éxtasis al que pretendo someterte. Me hundo en tu virginidad; sé que soy el primero y el único, pero sé que te has tocado en el nombre de mi nombre.

    Me conociste como una lluvia de plata; de impura llama; llano recuerdo desde que fuiste mío bajo los árboles de cerezos donde me atreví a retarte y a emborracharte con la lumbre de mi ombligo hecho oro de pretensiones sólo nacidas de la inocencia de haberte hallado.

    Delineo el abad de tus muñecas, busco tensar la humanidad que no es tuya; porque hace mucho tiempo mi simiente te dejó fluir. Torpe alimaña que soy, te busco entre mis ritos y rasgo tu piel con sigilos prohibidos. Este no es el fin, es la mañana, la tarde y la noche hechas una y echadas a su suerte.

    Maldigo el tiempo y te hago el amor con una cadencia secreta. Abro tus puertas con una oración entre nosotros. No soy macho o hembra, soy un ser que no tiene identidad; pero me llaman el dios madre; el Silonthis Izmigoln, tatuado en tus corazones.

    Me abro ante el pasaje de la realidad y te observo, desde arriba con mis doce cabezas que perdonan el rencor de tus pecados. Puedes verme; me descompongo incorrupto; alabeo de rectitud que penetra tu garganta. Provoco que nuestras extremidades se enlacen como si fuéramos uno y una danza de brujos y cisnes, nos elevamos perennes sobre el altar en el que te desposo.

    Reparto monedas sobre tus ojos, los horado al desengañar tu cuerpo; ese sagrado como mío; y te permito vislumbrarme de porte inenarrable, como un halo de arcoíris de medianoche. Como tú, como el hombre al que besas en tus sueños sin decirlo; escuchas el tic tac de los relojes que marcan tu existencia como mía y al amarte con todos tus ruegos obscenos, me deleito y rio un río de estrellas.

    Te encandilo y pienso en morir a tu lado. Repaso el ejemplo de tu voz; disfruto modular tus ruegos, disfruto hacerte trizas sin dañarte. Susurro, ronroneo con mis dedos sobre tu estampa de dédalos de matices áureos sollozantes.

    Hablo contigo desde tus globos oculares, y rehuso el huso horario de tus denarios; me disfrazo de azucena, porte firme de camelia; hago una nada con las trincheras de tu ser siendo doncel creado por pensamientos y gozo de quebrantados huesos.

    Mi lengua se enlaza con la tuya en arropo de delicia; te ofrezco albaricoques, presas de futuros en almíbar. Ah, si te endiosara no serías capaz de retenerme porque sería tu mismo. Soy la rueda del tiempo, la rueca que hila tus hilares mudos; enarbolados como una manta que nace con el sol que eres.

    Se da un vals; se da en tu nombre y mis susurros se hacen tangibles que escuchas a mi amor desbocado en equilibrio frontal cuál mástil indecoroso. Busco que te retuerzas, las tuercas de tus relojes de tiempos, de tiempos, de tiempos. Tres veces me derramo en ti como la miel de un higo; si fueras hembra estarías preñada de mi pureza hecha calvario. Te amo tanto como adoro mi locura; renazco y tomo las hebras de tu testa y las colecciono entre mis uñas. Recorro lo silvestre que hay en ti y te llamo por tu nombre.

    El verdadero.

    "Aminthedez Polzyrio, ¿por qué te ocultaste tanto tiempo? En cada realidad tiemblo en el tiempo por soñarte; ahora que estás aquí, lo único que amanecerá en ti será el vástago sin amores; un eléboro que retoñará en este sacrificio".

    Te observo. Tu belleza es deslumbrante y lloro; con la amargura de abrazarte ya santificado.

    "Mírame sólo a mí, en esta pieza que juzga tu génesis. No hice más que soñarte hasta este momento. Escúchame. Pide. Reza por tu salvación, porque a mi lado serás el cordero de tu dios que quita el pecado del mundo".

    Verso y delineo tus labios con mis extremidades.

    "Eres tal y cómo te recuerdo; en mis memorias. Eres yo y yo soy tú. Eres mi promesa; la bruma indecorosa que me enloquece".

    Me edifico en la aurora de tu nombre; de tez y voto, de tul y gen de primaveras con aroma a sándalo; materializo mis monstruosidades y confecciono el andar de los orzuelos de mis mejillas; pronto la tinta se derrama como líneas zigzagueantes sobre ti; soberano mi sinuosidad sobre la geografía de tu cuerpo es un pecado original que no decae por más que te sorprendo con mis telares en tu son de tentarme.

    Tomo el augurio de una seda y la ato a tus tobillos para inmovilizarte; me atrevo a hacerlo porque sé que mis oraciones atraerán a las delicias de los imperios que te esconden. Delineo tu hombría con mi voz hecha céfiro; entremezclo las entrañas de las sombras en el centro de tu ombligo al que doy una caricia; y pese a que te hago el amor no me ves; aún no.

    Versa el reguero de mis besos por tu torso y no recapacito; trago y relamo la presencia de tus manualidades; mis dagas de carne te perforan y te anudan y mis alas se baten una dos y tres veces cuando empujo dentro de ti el resto de lo que poseo.

    Impregno mi aroma a limón, a miel y mandarinas sobre el tronco de tu cuello; reparo en tus lunares de tenerlos y empujo nueve veces en ondas de océanos de bruna sal; serpenteo y busco, me inmiscuyo en los cordeles que ato a tu cuello como collares.

    Me rehuso a renunciar a ti, por tu porte; tus afrentas, tu dolor hecho placeres de pura seda. Uno mis labios y aparezco como un genio de gran poder; de ojos lilas y albos cabellos que se derraman sobre ti como una cascada, una ternura que no controlo.

    Te beso al derecho y al revés, verso besos en tu abdomen y ejemplifico otros desordenes de mis memorias desde el pensamiento que te creo. Mis ojos raptan tu silueta y mis alas te protegen; escudan a tu ser, desean todo lo casto para ti como si fuese un deseo de cumpleaños. Susurro y termino de despojar del vestir a tu alma. Tejo un chal sobre tu rostro; o un velo quizá, no lo sé pero sé que te pertenece...como yo te pertenezco.

    Riego tu verdor y te digo, en vilo reestablecido:

    "Ante tu majestad, siempre puedo soñarla como mía; pero este instante es sólo nuestro; esta unión ante el altar. Ellos te entregaron y no habrá marcha atrás; Cayemnar".

    Entonces susurro el salmo de tu nombre. Me pregunto cuántas veces no te vi arrodillado ante mi tempestad hecha templo reverdecido con lo hipócrita de los santos que no son más que bufones de otras tierras que no silban al morir. Materializo mis manos con los estigmas del dios en el que crees; pulcritud en tus vestires, pronuncio tu nombre como el amante que reta a la vida por retener de vuelta a lo inexplorado; pero te exploro como un lienzo en filoso paganismo. Tarareo una melodía de jauría de lobos; un maullido, ronroneo a la espera de tu espuelas talladas en mi carne; porque cuando me hago corporeidad; brindo gotas de savia vitae en tu boca que se asemeja al cáliz que tanto tu religión busca con delirio. Pero tú, eres cáliz y mis prudencias se persignan con tu gozo. Suspiro y degollo tu cuerpo con el éxtasis al que pretendo someterte. Me hundo en tu virginidad; sé que soy el primero y el único, pero sé que te has tocado en el nombre de mi nombre. Me conociste como una lluvia de plata; de impura llama; llano recuerdo desde que fuiste mío bajo los árboles de cerezos donde me atreví a retarte y a emborracharte con la lumbre de mi ombligo hecho oro de pretensiones sólo nacidas de la inocencia de haberte hallado. Delineo el abad de tus muñecas, busco tensar la humanidad que no es tuya; porque hace mucho tiempo mi simiente te dejó fluir. Torpe alimaña que soy, te busco entre mis ritos y rasgo tu piel con sigilos prohibidos. Este no es el fin, es la mañana, la tarde y la noche hechas una y echadas a su suerte. Maldigo el tiempo y te hago el amor con una cadencia secreta. Abro tus puertas con una oración entre nosotros. No soy macho o hembra, soy un ser que no tiene identidad; pero me llaman el dios madre; el Silonthis Izmigoln, tatuado en tus corazones. Me abro ante el pasaje de la realidad y te observo, desde arriba con mis doce cabezas que perdonan el rencor de tus pecados. Puedes verme; me descompongo incorrupto; alabeo de rectitud que penetra tu garganta. Provoco que nuestras extremidades se enlacen como si fuéramos uno y una danza de brujos y cisnes, nos elevamos perennes sobre el altar en el que te desposo. Reparto monedas sobre tus ojos, los horado al desengañar tu cuerpo; ese sagrado como mío; y te permito vislumbrarme de porte inenarrable, como un halo de arcoíris de medianoche. Como tú, como el hombre al que besas en tus sueños sin decirlo; escuchas el tic tac de los relojes que marcan tu existencia como mía y al amarte con todos tus ruegos obscenos, me deleito y rio un río de estrellas. Te encandilo y pienso en morir a tu lado. Repaso el ejemplo de tu voz; disfruto modular tus ruegos, disfruto hacerte trizas sin dañarte. Susurro, ronroneo con mis dedos sobre tu estampa de dédalos de matices áureos sollozantes. Hablo contigo desde tus globos oculares, y rehuso el huso horario de tus denarios; me disfrazo de azucena, porte firme de camelia; hago una nada con las trincheras de tu ser siendo doncel creado por pensamientos y gozo de quebrantados huesos. Mi lengua se enlaza con la tuya en arropo de delicia; te ofrezco albaricoques, presas de futuros en almíbar. Ah, si te endiosara no serías capaz de retenerme porque sería tu mismo. Soy la rueda del tiempo, la rueca que hila tus hilares mudos; enarbolados como una manta que nace con el sol que eres. Se da un vals; se da en tu nombre y mis susurros se hacen tangibles que escuchas a mi amor desbocado en equilibrio frontal cuál mástil indecoroso. Busco que te retuerzas, las tuercas de tus relojes de tiempos, de tiempos, de tiempos. Tres veces me derramo en ti como la miel de un higo; si fueras hembra estarías preñada de mi pureza hecha calvario. Te amo tanto como adoro mi locura; renazco y tomo las hebras de tu testa y las colecciono entre mis uñas. Recorro lo silvestre que hay en ti y te llamo por tu nombre. El verdadero. "Aminthedez Polzyrio, ¿por qué te ocultaste tanto tiempo? En cada realidad tiemblo en el tiempo por soñarte; ahora que estás aquí, lo único que amanecerá en ti será el vástago sin amores; un eléboro que retoñará en este sacrificio". Te observo. Tu belleza es deslumbrante y lloro; con la amargura de abrazarte ya santificado. "Mírame sólo a mí, en esta pieza que juzga tu génesis. No hice más que soñarte hasta este momento. Escúchame. Pide. Reza por tu salvación, porque a mi lado serás el cordero de tu dios que quita el pecado del mundo". Verso y delineo tus labios con mis extremidades. "Eres tal y cómo te recuerdo; en mis memorias. Eres yo y yo soy tú. Eres mi promesa; la bruma indecorosa que me enloquece". Me edifico en la aurora de tu nombre; de tez y voto, de tul y gen de primaveras con aroma a sándalo; materializo mis monstruosidades y confecciono el andar de los orzuelos de mis mejillas; pronto la tinta se derrama como líneas zigzagueantes sobre ti; soberano mi sinuosidad sobre la geografía de tu cuerpo es un pecado original que no decae por más que te sorprendo con mis telares en tu son de tentarme. Tomo el augurio de una seda y la ato a tus tobillos para inmovilizarte; me atrevo a hacerlo porque sé que mis oraciones atraerán a las delicias de los imperios que te esconden. Delineo tu hombría con mi voz hecha céfiro; entremezclo las entrañas de las sombras en el centro de tu ombligo al que doy una caricia; y pese a que te hago el amor no me ves; aún no. Versa el reguero de mis besos por tu torso y no recapacito; trago y relamo la presencia de tus manualidades; mis dagas de carne te perforan y te anudan y mis alas se baten una dos y tres veces cuando empujo dentro de ti el resto de lo que poseo. Impregno mi aroma a limón, a miel y mandarinas sobre el tronco de tu cuello; reparo en tus lunares de tenerlos y empujo nueve veces en ondas de océanos de bruna sal; serpenteo y busco, me inmiscuyo en los cordeles que ato a tu cuello como collares. Me rehuso a renunciar a ti, por tu porte; tus afrentas, tu dolor hecho placeres de pura seda. Uno mis labios y aparezco como un genio de gran poder; de ojos lilas y albos cabellos que se derraman sobre ti como una cascada, una ternura que no controlo. Te beso al derecho y al revés, verso besos en tu abdomen y ejemplifico otros desordenes de mis memorias desde el pensamiento que te creo. Mis ojos raptan tu silueta y mis alas te protegen; escudan a tu ser, desean todo lo casto para ti como si fuese un deseo de cumpleaños. Susurro y termino de despojar del vestir a tu alma. Tejo un chal sobre tu rostro; o un velo quizá, no lo sé pero sé que te pertenece...como yo te pertenezco. Riego tu verdor y te digo, en vilo reestablecido: "Ante tu majestad, siempre puedo soñarla como mía; pero este instante es sólo nuestro; esta unión ante el altar. Ellos te entregaron y no habrá marcha atrás; Cayemnar".
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  • Volvió en silencio,
    como la sombra que precede al fin,
    con las tijeras aún tibias
    del último hilo cortado.

    Nadie la esperaba,
    porque la esperanza —esa criatura necia—
    había muerto hace tiempo,
    estrangulada por promesas rotas
    y amaneceres que jamás llegaron.

    Átropos no llora,
    no duda, no tiembla.
    Su andar es recto,
    su pulso eterno.
    Ella no mata: concluye.
    Ella no hiere: cierra.
    Es la última nota de una canción
    que nadie quiso escuchar hasta el final.

    Regresa cuando ya no queda fe,
    cuando el susurro de los dioses
    se apaga en los labios de los moribundos.
    No lleva corona, ni espinas, ni alas.
    Solo el acero de su certeza
    y la mirada vacía de quien ya lo ha visto todo.

    En su presencia, los rezos se vuelven ceniza.
    Los nombres se disuelven.
    El amor, la rabia, el perdón… todo es igual.
    Porque al final del hilo,
    solo queda ella.

    Y tú. Y el silencio.

    Volvió en silencio, como la sombra que precede al fin, con las tijeras aún tibias del último hilo cortado. Nadie la esperaba, porque la esperanza —esa criatura necia— había muerto hace tiempo, estrangulada por promesas rotas y amaneceres que jamás llegaron. Átropos no llora, no duda, no tiembla. Su andar es recto, su pulso eterno. Ella no mata: concluye. Ella no hiere: cierra. Es la última nota de una canción que nadie quiso escuchar hasta el final. Regresa cuando ya no queda fe, cuando el susurro de los dioses se apaga en los labios de los moribundos. No lleva corona, ni espinas, ni alas. Solo el acero de su certeza y la mirada vacía de quien ya lo ha visto todo. En su presencia, los rezos se vuelven ceniza. Los nombres se disuelven. El amor, la rabia, el perdón… todo es igual. Porque al final del hilo, solo queda ella. Y tú. Y el silencio.
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  • Después de un día colmado de pequeños placeres —tan sencillos como respirar sin preocupaciones o reírse al ver la forma absurda en que caen los pétalos del almendro—, la diosa se recostó al fin en el mundo que más le pertenecía: los sueños. No los de los mortales, no los impuestos por los dioses... sino aquellos que brotaban de su corazón eterno, que brillaban con el mismo color dorado del néctar que solía servir en los banquetes del Olimpo.

    Sus pies apenas rozaban la nada. Una nube dorada le sirvió de trono, mullida y tibia, mientras los dados de Hermes danzaban a su alrededor como luciérnagas juguetonas, lanzando destellos de buena suerte, de infancia, de travesura divina.

    Con una sonrisa suave, casi traviesa, invocó a su compañera más leal: la pequeña lira, que apareció entre sus manos como si hubiera estado esperándola. Sus dedos tocaron las cuerdas con ternura, y el sonido que brotó no fue nota ni palabra. Fue una brisa de luz rozando campanillas de cristal en descenso, un saludo cálido desde el alma misma del amanecer.

    Inspiró hondo, y el tamborileo de su corazón marcó el compás como golpecitos en la superficie de un estanque dormido.

    «Dices que nadie te sueña~ Dices que nadie te adora~ mmm~ Entonces me pregunto: ¿Qué soy yo entonces?»

    Su voz no era de este mundo. Tenía la textura del azúcar derretida bajo el sol, la resonancia de un recuerdo que siempre hace sonreír.

    Las cuerdas respondieron a su canto con un juego encantado: sonaron como el tintinear de cucharas de plata chocando suavemente en una cocina celestial, curiosas, como niños que observan al dios solitario desde la distancia.

    «Dices que no puedes soñar~ entonces te invito hoy, a soñar conmigo, querido Morfeo~»

    Aquel nombre fue pronunciado como si fuera un regalo envuelto en cintas de luz. Y la lira se volvió puro murmullo: el suspiro de una estrella cayendo al mar, una brizna de viento que pasa entre cortinas de lino en una siesta de verano. Los sonidos se enroscaban como humo dorado, ascendiendo y envolviendo el firmamento con una dulzura tan pura que rompía.

    «Gracias por tanto, yo~ quisiera darte mil oportunidades de soñar, soña-ar ar~»

    Sus dedos no tocaban cuerdas: acariciaban cuencos de cristal flotando sobre agua tibia, cada vibración una ofrenda de esperanza, cada acorde un pétalo lanzado al altar invisible de un dios olvidado.

    Pensó en él: en su sombra distante, en su andar sereno, en ese peso de eternidad que a veces ella podía ver en sus ojos —cuando nadie lo notaba—. Y al recordar su infancia, cuando Morfeo era un dios lejano y silencioso, las notas se volvieron más íntimas: como el crujido de una caja de música olvidada, como la risa que no se escucha pero se intuye en el eco de un sueño.

    «Ahora ya no soy tan pequeña, y creo que entiendo que la eternidad que padeces no es tan divertida como la mía...»

    Las cuerdas respondieron como cintas de seda que se desenrollan en el aire, girando suaves sobre columnas de luz.

    «…así que~ te propongo disfrutar de mi lugar para intentar ir un poco en contra de las reglas, sé rebelde, sé libre y disfruta de mi luz...»

    El ritmo cambió, y por un instante, fue el galopar lento de un unicornio sobre campos de algodón, tan suave como la risa de un ser amado al volver del olvido.

    El manto de Morfeo que la había cubierto todo su sueño diurno y actual, aunque ausente aun sin el presente, se sentía cerca. Como si su presencia se moldeara entre cada acorde, cada respiro, cada palabra.

    «Disfruta la canción, mi lira y la sensación, que hoy te toca soñar despierto a ti, protector de ensueño~»

    Y al final, su voz se volvió plegaria:
    una gota de miel cayendo sobre la herida más escondida,
    un beso sin labios,
    una estrella que no muere,
    una caricia que no pide nada.

    «Tal vez no sea un sueño físico... Tal vez~ no es lo que pensabas...
    Pero... aunque sea déjame soñar contigo, y soñar que te dejas querer un poquito más~»

    La última nota no se oyó. SE SINTIÓ.
    Como si el universo contuviera el aliento por un instante.
    Esperaba que pudiera siquiera conseguir ser un dios dormido, y que aunque, le hubiese causado motivos para sonreír, en un tiempo ya finalizando el día cotidiano.
    Después de un día colmado de pequeños placeres —tan sencillos como respirar sin preocupaciones o reírse al ver la forma absurda en que caen los pétalos del almendro—, la diosa se recostó al fin en el mundo que más le pertenecía: los sueños. No los de los mortales, no los impuestos por los dioses... sino aquellos que brotaban de su corazón eterno, que brillaban con el mismo color dorado del néctar que solía servir en los banquetes del Olimpo. Sus pies apenas rozaban la nada. Una nube dorada le sirvió de trono, mullida y tibia, mientras los dados de Hermes danzaban a su alrededor como luciérnagas juguetonas, lanzando destellos de buena suerte, de infancia, de travesura divina. Con una sonrisa suave, casi traviesa, invocó a su compañera más leal: la pequeña lira, que apareció entre sus manos como si hubiera estado esperándola. Sus dedos tocaron las cuerdas con ternura, y el sonido que brotó no fue nota ni palabra. Fue una brisa de luz rozando campanillas de cristal en descenso, un saludo cálido desde el alma misma del amanecer. Inspiró hondo, y el tamborileo de su corazón marcó el compás como golpecitos en la superficie de un estanque dormido. «Dices que nadie te sueña~ Dices que nadie te adora~ mmm~ Entonces me pregunto: ¿Qué soy yo entonces?» Su voz no era de este mundo. Tenía la textura del azúcar derretida bajo el sol, la resonancia de un recuerdo que siempre hace sonreír. Las cuerdas respondieron a su canto con un juego encantado: sonaron como el tintinear de cucharas de plata chocando suavemente en una cocina celestial, curiosas, como niños que observan al dios solitario desde la distancia. «Dices que no puedes soñar~ entonces te invito hoy, a soñar conmigo, querido Morfeo~» Aquel nombre fue pronunciado como si fuera un regalo envuelto en cintas de luz. Y la lira se volvió puro murmullo: el suspiro de una estrella cayendo al mar, una brizna de viento que pasa entre cortinas de lino en una siesta de verano. Los sonidos se enroscaban como humo dorado, ascendiendo y envolviendo el firmamento con una dulzura tan pura que rompía. «Gracias por tanto, yo~ quisiera darte mil oportunidades de soñar, soña-ar ar~» Sus dedos no tocaban cuerdas: acariciaban cuencos de cristal flotando sobre agua tibia, cada vibración una ofrenda de esperanza, cada acorde un pétalo lanzado al altar invisible de un dios olvidado. Pensó en él: en su sombra distante, en su andar sereno, en ese peso de eternidad que a veces ella podía ver en sus ojos —cuando nadie lo notaba—. Y al recordar su infancia, cuando Morfeo era un dios lejano y silencioso, las notas se volvieron más íntimas: como el crujido de una caja de música olvidada, como la risa que no se escucha pero se intuye en el eco de un sueño. «Ahora ya no soy tan pequeña, y creo que entiendo que la eternidad que padeces no es tan divertida como la mía...» Las cuerdas respondieron como cintas de seda que se desenrollan en el aire, girando suaves sobre columnas de luz. «…así que~ te propongo disfrutar de mi lugar para intentar ir un poco en contra de las reglas, sé rebelde, sé libre y disfruta de mi luz...» El ritmo cambió, y por un instante, fue el galopar lento de un unicornio sobre campos de algodón, tan suave como la risa de un ser amado al volver del olvido. El manto de Morfeo que la había cubierto todo su sueño diurno y actual, aunque ausente aun sin el presente, se sentía cerca. Como si su presencia se moldeara entre cada acorde, cada respiro, cada palabra. «Disfruta la canción, mi lira y la sensación, que hoy te toca soñar despierto a ti, protector de ensueño~» Y al final, su voz se volvió plegaria: una gota de miel cayendo sobre la herida más escondida, un beso sin labios, una estrella que no muere, una caricia que no pide nada. «Tal vez no sea un sueño físico... Tal vez~ no es lo que pensabas... Pero... aunque sea déjame soñar contigo, y soñar que te dejas querer un poquito más~» La última nota no se oyó. SE SINTIÓ. Como si el universo contuviera el aliento por un instante. Esperaba que pudiera siquiera conseguir ser un dios dormido, y que aunque, le hubiese causado motivos para sonreír, en un tiempo ya finalizando el día cotidiano.
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  • Otros Tiempos.
    Fandom Original.
    Categoría Drama
    Heinrich Rosenberg

    ⠀⠀Berlín. El cielo gris colgaba bajo como una losa, y el viento arrastraba el idioma de siglos entre las calles empedradas. El brujo vestido de sacerdote caminaba entre la multitud que se agolpaba en los pasillos del antiguo Pergamonmuseum, reconvertido temporalmente en sede de una feria literaria internacional. Para los visitantes, el lugar era un templo de papel, vitrina de rarezas, manjar de coleccionistas. Para él, era un álbum de recuerdos oculto bajo vitrinas de cristal.

    ⠀⠀Había llegado por un susurro: un rumor entre bibliotecarios viejos, archivistas con manos de polvo y curadores que hablaban entre líneas. Un grimorio. No uno cualquiera. Uno suyo. De su vida pasada.

    ⠀⠀Antaño, cuando aún era un brujo temido, en los amaneceres del siglo tres después de Cristo, su anterior encarnación, Cipriano el Brujo, se encargó de plasmar conocimientos oscuros y viles en papel, en esos tiempos aun abrazaba al Diablo como un amigo, y ahora solo quiere borrar esa huella que dejó marcada su figura, por eso los buscaba, por eso los recolectaba.
    ⠀⠀Un pabellón de textos herméticos y ocultismo lo recibió con un silencio sordo. Bajo una cúpula decorada con motivos mesopotámicos, una vitrina aislada exhibía un volumen encuadernado en cuero ennegrecido, como si hubiera sido hervido en brea. El título estaba casi borrado, pero Lorenzo no necesitó leerlo. Lo reconoció al instante. El tacto de esa escritura le temblaba aún en los dedos del alma, y la sangre que usó como tinta, aun recorría su férrico olor en sus fosas nasales.

    "De Tenebris Sanguinis", murmuró sin voz. Sobre las tinieblas de la sangre, el título del libro. Hizo su cabeza a un lado, una pareja de ancianos pasó, él parecía ligeramente agitado.

    ⠀⠀Un tratado abominable, entre otras cosas, sobre el vampirismo: no como mito, sino como técnica. Alimentación espiritual. Posesión parasitaria. Transmisión de esencia. Lo había escrito él mismo, cuando aún se creía sabio y no condenado. En ese tiempo deseó la inmortalidad, era una de las múltiples formas en las que la buscó.

    ⠀⠀El libro no debía estar ahí. No debía estar en ningún lado. Debía ser destruido, ese conocimiento debía morir con él.

    ⠀⠀Ahora, entre turistas distraídos, académicos vanidosos y vigilantes de seguridad con cara de aburrimiento, Lorenzo comenzaba a medir las distancias. Las cámaras, las vitrinas, los horarios de cierre. Cada detalle podía ser la diferencia entre el olvido y la catástrofe. Y él sabía, mejor que nadie, que los libros también despiertan cuando se les da demasiada atención.
    [Heinz_Vamp] ⠀ ⠀⠀Berlín. El cielo gris colgaba bajo como una losa, y el viento arrastraba el idioma de siglos entre las calles empedradas. El brujo vestido de sacerdote caminaba entre la multitud que se agolpaba en los pasillos del antiguo Pergamonmuseum, reconvertido temporalmente en sede de una feria literaria internacional. Para los visitantes, el lugar era un templo de papel, vitrina de rarezas, manjar de coleccionistas. Para él, era un álbum de recuerdos oculto bajo vitrinas de cristal. ⠀⠀Había llegado por un susurro: un rumor entre bibliotecarios viejos, archivistas con manos de polvo y curadores que hablaban entre líneas. Un grimorio. No uno cualquiera. Uno suyo. De su vida pasada. ⠀⠀Antaño, cuando aún era un brujo temido, en los amaneceres del siglo tres después de Cristo, su anterior encarnación, Cipriano el Brujo, se encargó de plasmar conocimientos oscuros y viles en papel, en esos tiempos aun abrazaba al Diablo como un amigo, y ahora solo quiere borrar esa huella que dejó marcada su figura, por eso los buscaba, por eso los recolectaba. ⠀⠀Un pabellón de textos herméticos y ocultismo lo recibió con un silencio sordo. Bajo una cúpula decorada con motivos mesopotámicos, una vitrina aislada exhibía un volumen encuadernado en cuero ennegrecido, como si hubiera sido hervido en brea. El título estaba casi borrado, pero Lorenzo no necesitó leerlo. Lo reconoció al instante. El tacto de esa escritura le temblaba aún en los dedos del alma, y la sangre que usó como tinta, aun recorría su férrico olor en sus fosas nasales. "De Tenebris Sanguinis", murmuró sin voz. Sobre las tinieblas de la sangre, el título del libro. Hizo su cabeza a un lado, una pareja de ancianos pasó, él parecía ligeramente agitado. ⠀⠀Un tratado abominable, entre otras cosas, sobre el vampirismo: no como mito, sino como técnica. Alimentación espiritual. Posesión parasitaria. Transmisión de esencia. Lo había escrito él mismo, cuando aún se creía sabio y no condenado. En ese tiempo deseó la inmortalidad, era una de las múltiples formas en las que la buscó. ⠀⠀El libro no debía estar ahí. No debía estar en ningún lado. Debía ser destruido, ese conocimiento debía morir con él. ⠀⠀Ahora, entre turistas distraídos, académicos vanidosos y vigilantes de seguridad con cara de aburrimiento, Lorenzo comenzaba a medir las distancias. Las cámaras, las vitrinas, los horarios de cierre. Cada detalle podía ser la diferencia entre el olvido y la catástrofe. Y él sabía, mejor que nadie, que los libros también despiertan cuando se les da demasiada atención. ⠀
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me encocora
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  • Camina hacia su pequeña casa , o mas bien la casa de jardinero en donde habita la joven doncella de largos mechones dorados , despues de haber terminando sus
    Quehaceres

    Para llegar a su pequeña casita tendria que atravesar un pequeño bosque perteneciente a la casa del Duque. La humedad se podria sentir en el aire , el olor a tierra mojada era tan fascinante.

    El bosque era silencioso, o bueno hasta que escuchabun leve gimoteo entre los arbustos, al revisar , Layla, se encuentra con un pequeño pichon el cual habria caido del nido. Con sumo cuidado toma al pequeño y dice

    -"no te preocupes pequeñin, te ayudare"-dice con un tono relajado
    Camina hacia su pequeña casa , o mas bien la casa de jardinero en donde habita la joven doncella de largos mechones dorados , despues de haber terminando sus Quehaceres Para llegar a su pequeña casita tendria que atravesar un pequeño bosque perteneciente a la casa del Duque. La humedad se podria sentir en el aire , el olor a tierra mojada era tan fascinante. El bosque era silencioso, o bueno hasta que escuchabun leve gimoteo entre los arbustos, al revisar , Layla, se encuentra con un pequeño pichon el cual habria caido del nido. Con sumo cuidado toma al pequeño y dice -"no te preocupes pequeñin, te ayudare"-dice con un tono relajado
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  • — Mumei acababa de convocar a Fauna al bosque, ya que suponía que quizá en aquél lugar, su mayor podría sentirse más cómoda.
    Mientras la esperaba, decidió subirse a la rama de un árbol y empezar a hablar con su pequeño amigo de papel. ¿Que si estaba nerviosa? Pues ¡Claro que lo estaba! Era prácticamente la segunda vez que podría hablar con aquella guardiana después de muchísimo tiempo.

    Amiguito, ¿crees que le llegue a caer bien después de todo? No lo sé, tengo nervios y cierto miedo.

    — Claramente, su creación no hablaba, simplemente estaba ahí para acompañarla, y eso le bastaba. Mumei era una chica muy sensible, y disfrutaba la compañía, aunque sea solo sentarse en silencio, y su amiguito era su mayor compañía. El estuvo en el peor momento de Mumei, donde ella llegaba a cuestionarse su propia existencia. Y en su mejor momento, donde había hablado con sus amigas por primera vez.

    Ceres Fauna
    — Mumei acababa de convocar a Fauna al bosque, ya que suponía que quizá en aquél lugar, su mayor podría sentirse más cómoda. Mientras la esperaba, decidió subirse a la rama de un árbol y empezar a hablar con su pequeño amigo de papel. ¿Que si estaba nerviosa? Pues ¡Claro que lo estaba! Era prácticamente la segunda vez que podría hablar con aquella guardiana después de muchísimo tiempo. Amiguito, ¿crees que le llegue a caer bien después de todo? No lo sé, tengo nervios y cierto miedo. — Claramente, su creación no hablaba, simplemente estaba ahí para acompañarla, y eso le bastaba. Mumei era una chica muy sensible, y disfrutaba la compañía, aunque sea solo sentarse en silencio, y su amiguito era su mayor compañía. El estuvo en el peor momento de Mumei, donde ella llegaba a cuestionarse su propia existencia. Y en su mejor momento, donde había hablado con sus amigas por primera vez. [Ceresfaun4]
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  • *Se habia enterado de una noticia inesperada, una miembro de su familia habia perdido la vida. Lo que motivo una reunion de emergencia, era momento de tomar medidas drasticas. No iba a permitir que las cosas se quedaran asi*

    *Las habia convocado a su propia realidad ahi donde el tiempo fluye acorde a sus deseos. Donde ve mil posiilidades de una sola decision, y mientras espera por sus compañeras observa un reloj de arena. Una expresion de melancolia en su rostro*

    *Ve ante ella una realidad similar a las que afronto antes, un destino oscuro que lleva al desastre. Pero esta vez cambiara las cosas sin importar que haga falta. Sin siquiera darse cuenta su energia se arremolina y toma la forma del simbolo infinito*

    Ceres Fauna
    Nanashi Mumei
    Baelz Hakos
    [tsukumo_sana]
    *Se habia enterado de una noticia inesperada, una miembro de su familia habia perdido la vida. Lo que motivo una reunion de emergencia, era momento de tomar medidas drasticas. No iba a permitir que las cosas se quedaran asi* *Las habia convocado a su propia realidad ahi donde el tiempo fluye acorde a sus deseos. Donde ve mil posiilidades de una sola decision, y mientras espera por sus compañeras observa un reloj de arena. Una expresion de melancolia en su rostro* *Ve ante ella una realidad similar a las que afronto antes, un destino oscuro que lleva al desastre. Pero esta vez cambiara las cosas sin importar que haga falta. Sin siquiera darse cuenta su energia se arremolina y toma la forma del simbolo infinito* [Ceresfaun4] [cosmic_yellow_eagle_740] [Entity_of_chaos] [tsukumo_sana]
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  • —No era consciente de cuantos atardeceres se habia perdido y tampoco sabia cuantos le quedaban por ver... Por eso disfrutaba tanto de aquel momento. Se gira en aquella balconada y alarga una mano hacia Orion Pussett moviendo sus dedos de forma juguetona y apremiante—

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ #SeductiveSunday

    ㅤㅤㅤㅤㅤ #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    —No era consciente de cuantos atardeceres se habia perdido y tampoco sabia cuantos le quedaban por ver... Por eso disfrutaba tanto de aquel momento. Se gira en aquella balconada y alarga una mano hacia [OPussett] moviendo sus dedos de forma juguetona y apremiante— ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ #SeductiveSunday ㅤㅤㅤㅤㅤ #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • Darius
    La maldición de Han .

    " Hijo de David Zeilen él Dragón Negro primigenio Rey Basilio y Ara Han una mujer de la raza Kitsune, guardian del mundo de los espíritus,
    Zet Zeilen es el segundo hijo varón de David, coronado Rey Basilio por poder y no por heredad, se sabe que posee todos los poderes de su padre y aún más,
    Es también por herencia un Kitsune blanco aunque está parte de si mismo es terreno inexplorado para Zet, también su maldición .

    Luna púrpura
    Nairobi .
    En uno de tantos días que el joven Rey Basilio vagaba por la tierra de los humanos se vio abordado por una de sus Feridas, su esposa Nairobi, Kitsune de la Luna, la flor de la muerte, la bruja blanca, sobre nombres muchos, fue tomada por Ferida no por amor, el título le fue otorgado por castigo una vez que intentó matar a Zet y fracaso, para él no había mejor castigo para ella que convertirla en su esposa y someterla a su voluntad y sus placeres, así fue como Nairobi hija de la casa Veluchi se convierte en Ferida, espada y esposa de Darius Zet .
    Poco tiempo después de haberle tomado por mujer y como esposa el joven Basilio como era en su costumbre desapareció, dejo el palacio Basil y a sus esposas en un día y por muchos no regreso, se fue en busca de aventuras, conquistas, amantes y tesoros, pero una sombra le seguía, su Ferida Nairobi, una mujer en años mayor al joven Rey, caminaba sigilosa y ocultaba su presencia y su perfume, él ignoraba su presencia, no lo sabía, a lo lejos la mujer le observa, buscando su oportunidad para hacerlo caer en el sueño de la muerte, mucho rencor le guardaba, resentimiento y odio del más puro .

    Shirakawa
    Japón 1990

    En un pueblo poco desarrollado en un país del continente asiático el Basilio encontró un lugar remoto el cual le gustaba mucho, de árboles de colores, plantas hermosas, bosques extensos y una mujer de cabellos rojos y ojos afinados que le habían cautivado, se decía que en las montañas aledañas habían demonios que se comían a las personas, eso llamo la atención del Dragón, buscaba siempre criaturas fuertes con las cuales combatir a muerte con la intención de pulir sus habilidades y hacerse más fuerte, de paso también liberar el mundo de dicha peste, desgraciadamente y para su mala suerte aquellas criaturas resultaban ser insignificantes para él, Darius es extremo muy poderoso, tanto que ni aún el conoce su propio límite, poco a poco el Basilio se fue cautivando más por la mujer humana de cabellos rojos, mientras tanto Nairobi lo observaba a distancia con celos y deseos de darle muerte, tanto fue la ofensa del Dragón para su Ferida que un día ella dijo en su corazón .

    / Maldito tu y maldita tu heredad yo te castigare .

    Nairobi es una mujer con poderes extraordinarios, su especialidad son las maldiciones, tanto magia oscura como blanca, no tiene límite alguno, en lo profundo de las montañas la mujer prepara algo especial para Darius, espera la luna roja, el aullido del zorro, un día mientras su esposo dormía en cama de la mujer pelirroja ella se acercó, sigilosa, silenciosa, sin que ninguno le viera, como un manto blanco que atraviesa las paredes, no deja huella ni aroma, como fantasma en medio de la noche, ha llevado con sigo un frasco con esencia maldita, con sigilo lo lleva a los labios del Rey Basilio, lo vierte en su boca y desaparece, se aleja tanto y tan rápido como puede .
    Al sentir el extraño líquido en su boca el Basilio despierta y sin intención lo ha tomado todo sin desperdiciar una gota .
    Algo ocurre en su interior, siente como si un fuerte ácido recorre su cuerpo, se adueña de sus venas, se levanta y camina lejos de la choza dejando a la pelirroja dormida en su cama, el Basilio tropieza y cae cerca del arrollo mirando su rostro en las aguas que reflejan su rostro, las antorchas que iluminan el lugar ofrecen luz para verse asi mismo, poco a poco sus cabellos oscuros se vuelven blancos, de su cabeza aparecen orejas peludas y blancas, las colas del Kitsune lentamente van creciendo hasta tomar forma, los ojos rojos del Dragón cambian, como perlas azules que brillan como estrellas así se reflejan en el agua, Darius había tomado su forma natural herencia de la familia Han, se transformó en Kitsune, un hombre con orejas de zorro que sobresalen de su cabellera, colas blancas que se sacuden con violencia, nueve son sus colas, sus manos de varón tienen uñas largas y afiladas como garras, sus colmillos sobresalen de sus labios, y en su mente no tiene otra cosa mas que el deseo de matar, sin control alguno, comienza una masacre sin sentido, cabaña por cabaña, en medio de la noche, derriba las paredes de madera usando su fuerza y golpeando con sus colas las estructuras que son derribadas como castillo de cartas en fuerte viento, todo ser vivo cuánto ve es víctima de su sed de sangre, hombres, mujeres y niños, también animales, todo cuanto vive y ve es asesinado de una forma cruel, los mutila, los toma con sus colas y su fuerza bruta los destroza, les hace pedazos, es luna roja, luna de sangre, un episodio perdido en la historia del joven Basilio, gritos de dolor, llanto de miedo, criaturas que desesperadamente buscan refugio, ninguno tiene salvación, todo lo que él encuentra perece de manera violenta, el pequeño arrollo a la orilla del pueblo se convierte en un río de sangre, cuerpos mutilados y cabañas siendo devoradas por el fuego azul del Basilio adornan un paisaje siniestro, al final solo ha quedado una en pie, la última, aquella cabaña donde dormía la mujer de cabellos rojos, la joven dama no era para nada cobarde, aterrorizada si casi al punto de estar paralizada esperaba al zorro demonio con una katana empuñada, en sus ojos carmesí nacían lágrimas, sus manos temblorosas hacían temblar la hoja afilada que reflejaba la luna sangrienta .

    / Ven por mi !! demonio !!

    La mujer gritaba con desespero a una sombra que lentamente se aproximaba.
    Tenido en sangre, con la mirada perdida y aún con algunos rastros de carne en sus garras, su rostro expresaba una imagen de retorcido placer, bañado en sangre, su pecho y sus prendas son la evidencia de que era él causante aquella masacre, Darius le ve y no siente nada, lo único que desea es jugar con ella hasta que su cuerpo no valga nada .

    Darius La maldición de Han . " Hijo de David Zeilen él Dragón Negro primigenio Rey Basilio y Ara Han una mujer de la raza Kitsune, guardian del mundo de los espíritus, Zet Zeilen es el segundo hijo varón de David, coronado Rey Basilio por poder y no por heredad, se sabe que posee todos los poderes de su padre y aún más, Es también por herencia un Kitsune blanco aunque está parte de si mismo es terreno inexplorado para Zet, también su maldición . Luna púrpura Nairobi . En uno de tantos días que el joven Rey Basilio vagaba por la tierra de los humanos se vio abordado por una de sus Feridas, su esposa Nairobi, Kitsune de la Luna, la flor de la muerte, la bruja blanca, sobre nombres muchos, fue tomada por Ferida no por amor, el título le fue otorgado por castigo una vez que intentó matar a Zet y fracaso, para él no había mejor castigo para ella que convertirla en su esposa y someterla a su voluntad y sus placeres, así fue como Nairobi hija de la casa Veluchi se convierte en Ferida, espada y esposa de Darius Zet . Poco tiempo después de haberle tomado por mujer y como esposa el joven Basilio como era en su costumbre desapareció, dejo el palacio Basil y a sus esposas en un día y por muchos no regreso, se fue en busca de aventuras, conquistas, amantes y tesoros, pero una sombra le seguía, su Ferida Nairobi, una mujer en años mayor al joven Rey, caminaba sigilosa y ocultaba su presencia y su perfume, él ignoraba su presencia, no lo sabía, a lo lejos la mujer le observa, buscando su oportunidad para hacerlo caer en el sueño de la muerte, mucho rencor le guardaba, resentimiento y odio del más puro . Shirakawa Japón 1990 En un pueblo poco desarrollado en un país del continente asiático el Basilio encontró un lugar remoto el cual le gustaba mucho, de árboles de colores, plantas hermosas, bosques extensos y una mujer de cabellos rojos y ojos afinados que le habían cautivado, se decía que en las montañas aledañas habían demonios que se comían a las personas, eso llamo la atención del Dragón, buscaba siempre criaturas fuertes con las cuales combatir a muerte con la intención de pulir sus habilidades y hacerse más fuerte, de paso también liberar el mundo de dicha peste, desgraciadamente y para su mala suerte aquellas criaturas resultaban ser insignificantes para él, Darius es extremo muy poderoso, tanto que ni aún el conoce su propio límite, poco a poco el Basilio se fue cautivando más por la mujer humana de cabellos rojos, mientras tanto Nairobi lo observaba a distancia con celos y deseos de darle muerte, tanto fue la ofensa del Dragón para su Ferida que un día ella dijo en su corazón . / Maldito tu y maldita tu heredad yo te castigare . Nairobi es una mujer con poderes extraordinarios, su especialidad son las maldiciones, tanto magia oscura como blanca, no tiene límite alguno, en lo profundo de las montañas la mujer prepara algo especial para Darius, espera la luna roja, el aullido del zorro, un día mientras su esposo dormía en cama de la mujer pelirroja ella se acercó, sigilosa, silenciosa, sin que ninguno le viera, como un manto blanco que atraviesa las paredes, no deja huella ni aroma, como fantasma en medio de la noche, ha llevado con sigo un frasco con esencia maldita, con sigilo lo lleva a los labios del Rey Basilio, lo vierte en su boca y desaparece, se aleja tanto y tan rápido como puede . Al sentir el extraño líquido en su boca el Basilio despierta y sin intención lo ha tomado todo sin desperdiciar una gota . Algo ocurre en su interior, siente como si un fuerte ácido recorre su cuerpo, se adueña de sus venas, se levanta y camina lejos de la choza dejando a la pelirroja dormida en su cama, el Basilio tropieza y cae cerca del arrollo mirando su rostro en las aguas que reflejan su rostro, las antorchas que iluminan el lugar ofrecen luz para verse asi mismo, poco a poco sus cabellos oscuros se vuelven blancos, de su cabeza aparecen orejas peludas y blancas, las colas del Kitsune lentamente van creciendo hasta tomar forma, los ojos rojos del Dragón cambian, como perlas azules que brillan como estrellas así se reflejan en el agua, Darius había tomado su forma natural herencia de la familia Han, se transformó en Kitsune, un hombre con orejas de zorro que sobresalen de su cabellera, colas blancas que se sacuden con violencia, nueve son sus colas, sus manos de varón tienen uñas largas y afiladas como garras, sus colmillos sobresalen de sus labios, y en su mente no tiene otra cosa mas que el deseo de matar, sin control alguno, comienza una masacre sin sentido, cabaña por cabaña, en medio de la noche, derriba las paredes de madera usando su fuerza y golpeando con sus colas las estructuras que son derribadas como castillo de cartas en fuerte viento, todo ser vivo cuánto ve es víctima de su sed de sangre, hombres, mujeres y niños, también animales, todo cuanto vive y ve es asesinado de una forma cruel, los mutila, los toma con sus colas y su fuerza bruta los destroza, les hace pedazos, es luna roja, luna de sangre, un episodio perdido en la historia del joven Basilio, gritos de dolor, llanto de miedo, criaturas que desesperadamente buscan refugio, ninguno tiene salvación, todo lo que él encuentra perece de manera violenta, el pequeño arrollo a la orilla del pueblo se convierte en un río de sangre, cuerpos mutilados y cabañas siendo devoradas por el fuego azul del Basilio adornan un paisaje siniestro, al final solo ha quedado una en pie, la última, aquella cabaña donde dormía la mujer de cabellos rojos, la joven dama no era para nada cobarde, aterrorizada si casi al punto de estar paralizada esperaba al zorro demonio con una katana empuñada, en sus ojos carmesí nacían lágrimas, sus manos temblorosas hacían temblar la hoja afilada que reflejaba la luna sangrienta . / Ven por mi !! demonio !! La mujer gritaba con desespero a una sombra que lentamente se aproximaba. Tenido en sangre, con la mirada perdida y aún con algunos rastros de carne en sus garras, su rostro expresaba una imagen de retorcido placer, bañado en sangre, su pecho y sus prendas son la evidencia de que era él causante aquella masacre, Darius le ve y no siente nada, lo único que desea es jugar con ella hasta que su cuerpo no valga nada .
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