• No me malentiendas, amo la lluvia. Pero hoy me apatece algo de sol, arena y la brisa marina

    #SeductiveSunday
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  • No sé quién soy.
    No sé qué fui.
    Pero a veces, en sueños…
    Veo sangre sobre arena caliente.
    Oigo voces gritando un nombre que no entiendo.
    Una sensación de deber.
    Y siempre… siempre el juego.
    No es un juego como el que él juega con sus amigos.
    No es diversión. Llamarlo juicio sería más preciso.
    Cada vez que me llama, aunque no sepa que lo hace,
    alguien tiembla.
    Y yo… tiemblo también.
    ¿Soy su escudo?
    ¿Es correcto?
    A veces me pregunto si tiene miedo de mí.
    A veces... Yo también lo tengo.
    #Monorol #pensamientos
    No sé quién soy. No sé qué fui. Pero a veces, en sueños… Veo sangre sobre arena caliente. Oigo voces gritando un nombre que no entiendo. Una sensación de deber. Y siempre… siempre el juego. No es un juego como el que él juega con sus amigos. No es diversión. Llamarlo juicio sería más preciso. Cada vez que me llama, aunque no sepa que lo hace, alguien tiembla. Y yo… tiemblo también. ¿Soy su escudo? ¿Es correcto? A veces me pregunto si tiene miedo de mí. A veces... Yo también lo tengo. #Monorol #pensamientos
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  • 🎙Tumbada en la playa con los pies en la arena trabajando en mi bronceado, nadie sabe quién soy. Una mano firme aplica el bloqueador.

    Una casita en la playa junto al mar.

    "Een roomys asseblief", ordeno mi helado mirando a las personas en la playa.

    Nadie me molesta.
    Nadie sabe que soy millonaria.
    Nadie me mira porque a nadie le importa.

    Así es como se siente ser nadie.

    https://youtu.be/pyQYqp49fIk?si=JlztED7WKV1UFJer
    🎙Tumbada en la playa con los pies en la arena trabajando en mi bronceado, nadie sabe quién soy. Una mano firme aplica el bloqueador. Una casita en la playa junto al mar. "Een roomys asseblief", ordeno mi helado mirando a las personas en la playa. Nadie me molesta. Nadie sabe que soy millonaria. Nadie me mira porque a nadie le importa. Así es como se siente ser nadie. —https://youtu.be/pyQYqp49fIk?si=JlztED7WKV1UFJer —
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  • El mar rugía con un ritmo tranquilo cuando el pequeño vagabundo, acurrucado dentro de un tonel lleno de cebollas, sintió que el barco se detenía. Apenas escuchó el rechinar de las cuerdas, se incorporó como un resorte y trepó por la escotilla. Sus ojos grandes y llenos de asombro brillaron al ver **una isla desconocida**, envuelta por una niebla suave y árboles que parecían cantar con el viento.

    —¡Tierraaa! —dijo con emoción, lanzándose del barco con un salto ágil. Rodó al caer en la arena y corrió directo hacia lo desconocido con su mochila parchada y la brújula rota tintineando en su cuello.

    Pronto encontró una **aldea sencilla pero alegre**, de casas de madera y faroles colgantes. La gente, con sonrisas honestas, lo recibió con calidez. Le dieron fruta, pan suave, e incluso un par de botones brillantes como regalo.

    —¡Son tan buenas personas! —decía el Pequeño Vagabundo mientras giraba sobre sí mismo, sosteniendo una manzana como si fuera un trofeo.

    Pero la alegría se rompió de pronto.

    Un sonido rasposo y antinatural emergió del bosque cercano, como si alguien chirriara metal oxidado con insectos. Desde entre los árboles aparecieron criaturas horribles: **monstruos híbridos**, retorcidos, con cuerpos grotescos. Uno de ellos tenía **orejas largas como un conejo, patas traseras de grillo, torso humanoide y una sonrisa malvada**.

    —¡NOOOO! —gritaron algunos aldeanos, mientras corrían. Otros fueron atrapados, arrastrados por los monstruos. Algunos, sin suerte, eran devorados frente a sus ojos.

    El pequeño vagabundo tembló…



    pero no de miedo.

    —Eso no se hace… eso... ¡ESTÁ MAL!

    Sus ojos se llenaron de una determinación feroz. La brisa agitó su cabello y sus pecas parecieron encenderse como estrellas diminutas. Apretó sus puños.

    Con un grito potente, cargado de emoción y furia, corrió directo hacia el monstruo conejo-grillo que se relamía los dientes, acercándose a un anciano caído. El pequeño saltó con una pierna por delante.

    —★ ¡YA BASTA, TONTOS MONSTRUOS! —gritó con toda su alma.

    **¡CRACK!**
    La patada golpeó al monstruo justo en el rostro, enviándolo hacia atrás como un saco de huesos retorcidos, haciéndolo estrellarse contra un carrito de frutas.

    El polvo se levantó. Los aldeanos lo miraban sin comprender del todo la. "Valentía del pequeño".
    El mar rugía con un ritmo tranquilo cuando el pequeño vagabundo, acurrucado dentro de un tonel lleno de cebollas, sintió que el barco se detenía. Apenas escuchó el rechinar de las cuerdas, se incorporó como un resorte y trepó por la escotilla. Sus ojos grandes y llenos de asombro brillaron al ver **una isla desconocida**, envuelta por una niebla suave y árboles que parecían cantar con el viento. —¡Tierraaa! —dijo con emoción, lanzándose del barco con un salto ágil. Rodó al caer en la arena y corrió directo hacia lo desconocido con su mochila parchada y la brújula rota tintineando en su cuello. Pronto encontró una **aldea sencilla pero alegre**, de casas de madera y faroles colgantes. La gente, con sonrisas honestas, lo recibió con calidez. Le dieron fruta, pan suave, e incluso un par de botones brillantes como regalo. —¡Son tan buenas personas! —decía el Pequeño Vagabundo mientras giraba sobre sí mismo, sosteniendo una manzana como si fuera un trofeo. Pero la alegría se rompió de pronto. Un sonido rasposo y antinatural emergió del bosque cercano, como si alguien chirriara metal oxidado con insectos. Desde entre los árboles aparecieron criaturas horribles: **monstruos híbridos**, retorcidos, con cuerpos grotescos. Uno de ellos tenía **orejas largas como un conejo, patas traseras de grillo, torso humanoide y una sonrisa malvada**. —¡NOOOO! —gritaron algunos aldeanos, mientras corrían. Otros fueron atrapados, arrastrados por los monstruos. Algunos, sin suerte, eran devorados frente a sus ojos. El pequeño vagabundo tembló… pero no de miedo. —Eso no se hace… eso... ¡ESTÁ MAL! Sus ojos se llenaron de una determinación feroz. La brisa agitó su cabello y sus pecas parecieron encenderse como estrellas diminutas. Apretó sus puños. Con un grito potente, cargado de emoción y furia, corrió directo hacia el monstruo conejo-grillo que se relamía los dientes, acercándose a un anciano caído. El pequeño saltó con una pierna por delante. —★ ¡YA BASTA, TONTOS MONSTRUOS! —gritó con toda su alma. **¡CRACK!** La patada golpeó al monstruo justo en el rostro, enviándolo hacia atrás como un saco de huesos retorcidos, haciéndolo estrellarse contra un carrito de frutas. El polvo se levantó. Los aldeanos lo miraban sin comprender del todo la. "Valentía del pequeño".
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  • Una playa se convierte en desierto sin que las lagrimas de luna llenen su mar. Calista tenía su zona de comfort y aunque siempre molestara a Enzo, hijo de Poseidon, diciendole que esta zona era ridícula y sin sentido; sin embargo, la castaña empezó a apreciar la arena bajo sus pies, la brisa en su cara y la vista al frío y misterioso mar.

    Sentada en la orilla con los pies chocando la espuma, veía el sol bajar: el cielo se teñía de amarillo, las nubes se dispersaban y el viento se volvía más gélido. Las manos de Calista se arrastraban sobre las caracolas mientras cerraba los ojos, recordando el único lugar que alguna vez llamó hogar.
    Una playa se convierte en desierto sin que las lagrimas de luna llenen su mar. Calista tenía su zona de comfort y aunque siempre molestara a Enzo, hijo de Poseidon, diciendole que esta zona era ridícula y sin sentido; sin embargo, la castaña empezó a apreciar la arena bajo sus pies, la brisa en su cara y la vista al frío y misterioso mar. Sentada en la orilla con los pies chocando la espuma, veía el sol bajar: el cielo se teñía de amarillo, las nubes se dispersaban y el viento se volvía más gélido. Las manos de Calista se arrastraban sobre las caracolas mientras cerraba los ojos, recordando el único lugar que alguna vez llamó hogar.
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  • (2/2)

    —Sí… te llamé. Pero no para suplicar, [Sweets_dreams] .

    Su espejo de obsidiana dejó de reflejar. Se tornó negro, opaco como una noche sin fuego, y luego, sin previo aviso, estalló en fragmentos flotantes. Cada uno de ellos mostraba un sueño que alguna vez Tezcatlipoca tuvo…

    —Los sueños son un lujo de los débiles. Los hombres se aferran a ellos como a un hilo invisible cuando la realidad los aplasta. Tú… tú eres el tejedor de ese hilo. Un arquitecto de lo que nunca fue. ¿Y de qué sirven tus tejidos cuando el mundo necesita sangre, no esperanza?

    Morfeo permanecía en silencio. No era temor lo que sentía, es resignación. Sabía que Tezcatlipoca no hablaba por odio… sino por ruina. Por una furia que venía de antiguos olvidos.

    —Te convertiste en un dios que consuela. Uno que canta en la niebla. Pero yo… yo soy el que corta el velo.

    Tezcatlipoca levantó uno de sus brazos. De su mano, el humo negro empezó a condensarse, formando una lanza de obsidiana viva. Rugía con los gritos de mil batallas antiguas, donde los sueños eran aplastados por la crudeza de la guerra, por el hambre, por la locura.

    —He venido a arrancar el velo. A destruir el Reino del Sueño. Porque mientras vivas, el mundo cree que hay escapatoria. Y ya no la hay.

    Morfeo alzó la flor de amapola que tenía en su mano. No era una defensa, mas bien, como un símbolo. Una última ofrenda.

    —¿Y si destruyes el sueño, Tezcatlipoca? ¿Qué quedará de ti? Incluso tú has soñado… alguna vez. Aún lo haces. — aseguró Morfeo.

    Tezcatlipoca lo miró… y por un instante, vaciló. Pero el espejo ya estaba roto. Y con él, su compasión.

    —Eso es lo que me aterra. Y por eso… debo matarte.

    Empuñó la lanza y con gran fuerza la arrojó hacia Morfeo. La lanza descendió a gran velocidad y atravesó justo en el pecho de Morfeo con facilidad. No hubo grito. No hubo resistencia. Solo una ráfaga de viento, el crujido de las flores muriendo, y luego… silencio.

    Morfeo no se inmutó. Sabía que su furia no era más que otra máscara para un deseo más antiguo: el deseo de ser comprendido. Se inclinó levemente para ver la herida, con la solemnidad de quien entrega un don y no un favor.

    Finalmente, cerró sus parpados adormitados y el reino de los sueños tembló; las torres de arena comenzaron a desmoronarse. Los portales a los mundos soñados parpadearon, y muchos se cerrarían para siempre. Y así, Morfeo se desvaneció, como cenizas.

    Tezcatlipoca miró como la amapola caía al suelo , y susurró, no con triunfo… sino con una amarga nostalgia:

    —Aun muerto… seguirás soñando en mí.
    (2/2) —Sí… te llamé. Pero no para suplicar, [Sweets_dreams] . Su espejo de obsidiana dejó de reflejar. Se tornó negro, opaco como una noche sin fuego, y luego, sin previo aviso, estalló en fragmentos flotantes. Cada uno de ellos mostraba un sueño que alguna vez Tezcatlipoca tuvo… —Los sueños son un lujo de los débiles. Los hombres se aferran a ellos como a un hilo invisible cuando la realidad los aplasta. Tú… tú eres el tejedor de ese hilo. Un arquitecto de lo que nunca fue. ¿Y de qué sirven tus tejidos cuando el mundo necesita sangre, no esperanza? Morfeo permanecía en silencio. No era temor lo que sentía, es resignación. Sabía que Tezcatlipoca no hablaba por odio… sino por ruina. Por una furia que venía de antiguos olvidos. —Te convertiste en un dios que consuela. Uno que canta en la niebla. Pero yo… yo soy el que corta el velo. Tezcatlipoca levantó uno de sus brazos. De su mano, el humo negro empezó a condensarse, formando una lanza de obsidiana viva. Rugía con los gritos de mil batallas antiguas, donde los sueños eran aplastados por la crudeza de la guerra, por el hambre, por la locura. —He venido a arrancar el velo. A destruir el Reino del Sueño. Porque mientras vivas, el mundo cree que hay escapatoria. Y ya no la hay. Morfeo alzó la flor de amapola que tenía en su mano. No era una defensa, mas bien, como un símbolo. Una última ofrenda. —¿Y si destruyes el sueño, Tezcatlipoca? ¿Qué quedará de ti? Incluso tú has soñado… alguna vez. Aún lo haces. — aseguró Morfeo. Tezcatlipoca lo miró… y por un instante, vaciló. Pero el espejo ya estaba roto. Y con él, su compasión. —Eso es lo que me aterra. Y por eso… debo matarte. Empuñó la lanza y con gran fuerza la arrojó hacia Morfeo. La lanza descendió a gran velocidad y atravesó justo en el pecho de Morfeo con facilidad. No hubo grito. No hubo resistencia. Solo una ráfaga de viento, el crujido de las flores muriendo, y luego… silencio. Morfeo no se inmutó. Sabía que su furia no era más que otra máscara para un deseo más antiguo: el deseo de ser comprendido. Se inclinó levemente para ver la herida, con la solemnidad de quien entrega un don y no un favor. Finalmente, cerró sus parpados adormitados y el reino de los sueños tembló; las torres de arena comenzaron a desmoronarse. Los portales a los mundos soñados parpadearon, y muchos se cerrarían para siempre. Y así, Morfeo se desvaneció, como cenizas. Tezcatlipoca miró como la amapola caía al suelo , y susurró, no con triunfo… sino con una amarga nostalgia: —Aun muerto… seguirás soñando en mí.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Hay un instante eterno en el que el tiempo parece detenerse mientras el corazón le sigue latiendo. Tuc. Tuc. Tuc. Siente la vibración contra su caja torácica, retumbando en sus tímpanos mientras intenta recuperar el aliento solo para darse cuenta de que no puede hacerlo.

    Tony está a su derecha, pero por primera vez desde que se conocen, él no está prestándole atención. No tiene lugar para más que la imagen amarillenta que se transmite sin sonido en una pantalla maltratada a treinta centímetros de él. A la izquierda, Bucky tiene una expresión desencajada por la angustia de un recuerdo vívido pero antiguo, que literalmente se reproduce frente a él.

    Y justo en el medio de ambos, está Stephanie. Solo ella, junto a un corazón que late con fuerza y unos pulmones que han dejado de servir.

    Hay un torbellino de sensaciones encontradas en su interior, que se revuelven para hacerla sentir mareada. Por un lado, quiere sujetar a Tony y abrazarlo como lo ha hecho desde la primera pesadilla con agujeros de gusano y vacíos oscuros. Por el otro, su corazón se rompe al ver la expresión ausente en el rostro de su mejor amigo, captado por la cámara de video mientras asesina a Howard y María Stark con la automaticidad con la que ha sido maldecido desde el día en que cayó del tren.

    La capitana siente una culpa que no puede controlar, como si la culpa que ha sentido desde el día en que eso pasó, se acrecentara para engullirla entera solo por la forma en la que los dedos de la armadura de Tony se flexionan.

    Su corazón comienza a deshacerse justo ahí. A medio camino de lo único que tiene en la vida después de tanto perder. A medio camino entre los dos hombres que ama. A su izquierda, el hombre con el que había compartido toda su vida. A su derecha, el hombre con el que, hasta ese instante, creyó que estaba destinada a vivir los años que le quedasen.

    Si alguien se lo hubiese preguntado en un cuestionario, definitivamente Stephanie no hubiese podido contestar.

    Más eligió a uno sobre el otro de forma automática, sin siquiera titubear, cuando al terminar el video Tony se giró hacia James y ella le sujetó el antebrazo de la armadura.

    Allí, con ese único gesto, todo lo que había sido especial en su vínculo con Stark, se deshizo como arena entre los dedos. Se hizo añicos mientras él la miraba con el ardor de la traición y la furia en sus ojos castaños.

    —Tony, no—susurró ella, con voz carrasposa. El hombre de acero tira del agarre, como queriendo quitársela de encima, pero la rubia insiste, esta vez con desesperación:—. No ha sido su culpa, por favor.

    A partir de allí todo es caos. Gritos. Disparos.

    Stephanie es consciente de una forma casi dolorosa, de que en reiteradas oportunidades Tony no la enfrenta sino que la aparta. En muchos encontronazos el uno con el otro, simplemente la empuja contra las paredes con la fuerza de la armadura y la aleja de él, porque su objetivo es Bucky. Pero ella vuelve a la carrera, arrojándose hacia él y sujetándolo mientras le grita a su mejor amigo que se vaya. Las manos le duelen y las uñas se le parten por el esfuerzo que hace arrancando los trozos de la armadura para descomponerla, como una manifestación física de todo el dolor que la hace trizas desde adentro.

    En algún punto, la paciencia de Tony se agota y empieza lo verdaderamente duro. Los golpes van y vuelven, el escudo regresa a su mano para protegerla de los disparos y estrellarse contra el metal que ya no puede alcanzar porque es demasiado grueso para ser arrancado. Su prometido la ataca, pero eventualmente continúa diciendole que se aleje cada vez que logra estrellarla contra una pared a diez metros de dónde él está parado. Ella le dice que no puede, que podría hacer eso todo el día, un mantra casi típico de sí que toda la vida ha sido el pilar de su personalidad. Tony dispara contra James y el super soldado vuela por los aires antes de que la capitana embista en su contra y lo arroje contra el suelo, se le trepa encima y le da un puñetazo. Luego otro, y otro más. Arranca un pedazo de la máscara que se agrieta con un golpe del filo del escudo y un golpe del propulsor en la mano ajena se le estrella en el pecho. Arde, el calor atraviesa el traje y hace un agujero al mismo tiempo en que ella utiliza el escudo para romper el reactor en su pecho con un chasquido vidriado, grotesco.

    Ella está llorando. Tiene el rostro cubierto de sangre que brota por los cortes y lágrimas que se le escapan de los ojos. Escucha su propia voz, suplicándole a Tony, diciéndole que lo siente.

    La armadura se apaga, porque ella le arranca el reactor del pecho. Le arranca la fuente de energía de una forma casi tan poética como irónica al pensar que, ese reactor, en algún momento era como el corazón de Tony Stark.

    Ella le está arrancando el corazón.
    En algún punto, el que es su prometido llega a la misma conclusión, porque no lucha más en su contra después de que la capitana arranque el escudo de su pecho. Tiene la mirada fija en los ojos de ella, con el dolor y la tristeza golpeándola como una bofetada.
    Stephanie se pone de pie con la respiración cortada, se acerca a James para ayudarlo a incorporarse y comienza a alejarse despacio, sabiendo que Tony no va a seguirlos.

    Él grita, sin embargo. El tono de su voz está cargado de rencor, frustración e ira.

    —¡Ese escudo no te pertenece! ¡No lo mereces! ¡Mi padre hizo ese escudo!
    Los dedos de Stephanie tiemblan en el agarre de cuero sujeto al vibranio. Se estremece.

    —¡No mereces nada de lo que tenía para ti!

    Inhala con brusquedad, sin siquiera molestarse en detener el llanto que se escapa de sus ojos azules. El escudo se afloja, resbalándose del enganche alrededor de su antebrazo cuando abre los dedos y lo deja ir, empuñando los ojos. Hay un segundo de silencio en el que nadie dice nada, en el que nada suena, pero en el que el aire quema en sus pulmones agitados y el peso de las miradas ajenas le hace doler los hombros. Cuando vuelve a abrirlos, ha tomado la decisión sin retorno, incluso si en ese punto ya no existía. Bucky sigue la mirada de la capitana, que baja a su propia mano izquierda dónde un discreto anillo de oro blanco lanza un guiño burlesco desde su dedo anular. Ella fleziona el pulgar para enganchar el anillo y deslizarlo por las falanges hasta que queda colgando de la punta del anular antes de que lo suelte.

    Otro chasquido. Esta vez, el del oro repicando contra el vibranio.

    Después, silencio.

    Tony no los sigue. Bucky no le habla.

    El frío del exterior le acaricia la cara, congelando sus lágrimas y causando un escozor sobre las heridas abiertas, que ni siquiera tiene una mínima comparación con el dolor de su corazón al desangrarse por dentro.

    Hay un instante eterno en el que el tiempo parece detenerse mientras el corazón le sigue latiendo. Tuc. Tuc. Tuc. Siente la vibración contra su caja torácica, retumbando en sus tímpanos mientras intenta recuperar el aliento solo para darse cuenta de que no puede hacerlo. Tony está a su derecha, pero por primera vez desde que se conocen, él no está prestándole atención. No tiene lugar para más que la imagen amarillenta que se transmite sin sonido en una pantalla maltratada a treinta centímetros de él. A la izquierda, Bucky tiene una expresión desencajada por la angustia de un recuerdo vívido pero antiguo, que literalmente se reproduce frente a él. Y justo en el medio de ambos, está Stephanie. Solo ella, junto a un corazón que late con fuerza y unos pulmones que han dejado de servir. Hay un torbellino de sensaciones encontradas en su interior, que se revuelven para hacerla sentir mareada. Por un lado, quiere sujetar a Tony y abrazarlo como lo ha hecho desde la primera pesadilla con agujeros de gusano y vacíos oscuros. Por el otro, su corazón se rompe al ver la expresión ausente en el rostro de su mejor amigo, captado por la cámara de video mientras asesina a Howard y María Stark con la automaticidad con la que ha sido maldecido desde el día en que cayó del tren. La capitana siente una culpa que no puede controlar, como si la culpa que ha sentido desde el día en que eso pasó, se acrecentara para engullirla entera solo por la forma en la que los dedos de la armadura de Tony se flexionan. Su corazón comienza a deshacerse justo ahí. A medio camino de lo único que tiene en la vida después de tanto perder. A medio camino entre los dos hombres que ama. A su izquierda, el hombre con el que había compartido toda su vida. A su derecha, el hombre con el que, hasta ese instante, creyó que estaba destinada a vivir los años que le quedasen. Si alguien se lo hubiese preguntado en un cuestionario, definitivamente Stephanie no hubiese podido contestar. Más eligió a uno sobre el otro de forma automática, sin siquiera titubear, cuando al terminar el video Tony se giró hacia James y ella le sujetó el antebrazo de la armadura. Allí, con ese único gesto, todo lo que había sido especial en su vínculo con Stark, se deshizo como arena entre los dedos. Se hizo añicos mientras él la miraba con el ardor de la traición y la furia en sus ojos castaños. —Tony, no—susurró ella, con voz carrasposa. El hombre de acero tira del agarre, como queriendo quitársela de encima, pero la rubia insiste, esta vez con desesperación:—. No ha sido su culpa, por favor. A partir de allí todo es caos. Gritos. Disparos. Stephanie es consciente de una forma casi dolorosa, de que en reiteradas oportunidades Tony no la enfrenta sino que la aparta. En muchos encontronazos el uno con el otro, simplemente la empuja contra las paredes con la fuerza de la armadura y la aleja de él, porque su objetivo es Bucky. Pero ella vuelve a la carrera, arrojándose hacia él y sujetándolo mientras le grita a su mejor amigo que se vaya. Las manos le duelen y las uñas se le parten por el esfuerzo que hace arrancando los trozos de la armadura para descomponerla, como una manifestación física de todo el dolor que la hace trizas desde adentro. En algún punto, la paciencia de Tony se agota y empieza lo verdaderamente duro. Los golpes van y vuelven, el escudo regresa a su mano para protegerla de los disparos y estrellarse contra el metal que ya no puede alcanzar porque es demasiado grueso para ser arrancado. Su prometido la ataca, pero eventualmente continúa diciendole que se aleje cada vez que logra estrellarla contra una pared a diez metros de dónde él está parado. Ella le dice que no puede, que podría hacer eso todo el día, un mantra casi típico de sí que toda la vida ha sido el pilar de su personalidad. Tony dispara contra James y el super soldado vuela por los aires antes de que la capitana embista en su contra y lo arroje contra el suelo, se le trepa encima y le da un puñetazo. Luego otro, y otro más. Arranca un pedazo de la máscara que se agrieta con un golpe del filo del escudo y un golpe del propulsor en la mano ajena se le estrella en el pecho. Arde, el calor atraviesa el traje y hace un agujero al mismo tiempo en que ella utiliza el escudo para romper el reactor en su pecho con un chasquido vidriado, grotesco. Ella está llorando. Tiene el rostro cubierto de sangre que brota por los cortes y lágrimas que se le escapan de los ojos. Escucha su propia voz, suplicándole a Tony, diciéndole que lo siente. La armadura se apaga, porque ella le arranca el reactor del pecho. Le arranca la fuente de energía de una forma casi tan poética como irónica al pensar que, ese reactor, en algún momento era como el corazón de Tony Stark. Ella le está arrancando el corazón. En algún punto, el que es su prometido llega a la misma conclusión, porque no lucha más en su contra después de que la capitana arranque el escudo de su pecho. Tiene la mirada fija en los ojos de ella, con el dolor y la tristeza golpeándola como una bofetada. Stephanie se pone de pie con la respiración cortada, se acerca a James para ayudarlo a incorporarse y comienza a alejarse despacio, sabiendo que Tony no va a seguirlos. Él grita, sin embargo. El tono de su voz está cargado de rencor, frustración e ira. —¡Ese escudo no te pertenece! ¡No lo mereces! ¡Mi padre hizo ese escudo! Los dedos de Stephanie tiemblan en el agarre de cuero sujeto al vibranio. Se estremece. —¡No mereces nada de lo que tenía para ti! Inhala con brusquedad, sin siquiera molestarse en detener el llanto que se escapa de sus ojos azules. El escudo se afloja, resbalándose del enganche alrededor de su antebrazo cuando abre los dedos y lo deja ir, empuñando los ojos. Hay un segundo de silencio en el que nadie dice nada, en el que nada suena, pero en el que el aire quema en sus pulmones agitados y el peso de las miradas ajenas le hace doler los hombros. Cuando vuelve a abrirlos, ha tomado la decisión sin retorno, incluso si en ese punto ya no existía. Bucky sigue la mirada de la capitana, que baja a su propia mano izquierda dónde un discreto anillo de oro blanco lanza un guiño burlesco desde su dedo anular. Ella fleziona el pulgar para enganchar el anillo y deslizarlo por las falanges hasta que queda colgando de la punta del anular antes de que lo suelte. Otro chasquido. Esta vez, el del oro repicando contra el vibranio. Después, silencio. Tony no los sigue. Bucky no le habla. El frío del exterior le acaricia la cara, congelando sus lágrimas y causando un escozor sobre las heridas abiertas, que ni siquiera tiene una mínima comparación con el dolor de su corazón al desangrarse por dentro.
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  • Bloom observo el oceano purpura, aquella sopa primigenea de la que habia nacido, su mirada perdida en las olas y sus pensamientos silenciados por el viento -sera lo correcto?.... mi alma dejara de existir junto con mi cuerpo... no quedara nada de Bloom.... solo el pasado- suspiro pensando en Jean Phantomhive, en Luka y simone jr lilith kain sabia que una vez que iniciara aquel ritual era el final, no mas renacimientos, no mas vidas, simplemente dejaria de existir-necesito pensarlo...- simplemente se sento en la arena sin saber que hacer, dejando que aquel oceano se lleve sus pensamientos y preocupaciones -yo... Bloom... dejare de existir y alguien mas tomara mi lugar si hago esto... no se si estoy listo para decir adios...-

    https://youtu.be/jFOnYloDzg4?si=As0ZDuqA4vtIElqR
    Bloom observo el oceano purpura, aquella sopa primigenea de la que habia nacido, su mirada perdida en las olas y sus pensamientos silenciados por el viento -sera lo correcto?.... mi alma dejara de existir junto con mi cuerpo... no quedara nada de Bloom.... solo el pasado- suspiro pensando en [littl3gr3y], en [nova_charcoal_rat_394] y [phantom_jade_tiger_921] sabia que una vez que iniciara aquel ritual era el final, no mas renacimientos, no mas vidas, simplemente dejaria de existir-necesito pensarlo...- simplemente se sento en la arena sin saber que hacer, dejando que aquel oceano se lleve sus pensamientos y preocupaciones -yo... Bloom... dejare de existir y alguien mas tomara mi lugar si hago esto... no se si estoy listo para decir adios...- https://youtu.be/jFOnYloDzg4?si=As0ZDuqA4vtIElqR
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  • Primeros Encuentros

    Desde que dejó a su cría en la orilla, Fiadh ya no nada igual. El mar, antes hogar, se le antoja inmenso y ajeno. Cada ola parece empujarla lejos, como si también él supiera lo que hizo. A veces se pregunta si hizo bien. Si debió aferrarse, buscar otra manera. Pero el hambre… la orca… la soledad.

    Desde las rocas lo observa crecer: sano, risueño, con el cabello enredado por el viento y las mejillas color sol. Ella nunca tuvo eso. Tal vez por eso lo quiso para él. Aun así, duele.

    Últimamente, el mar ya no la llama como antes. Se ha sorprendido durmiendo más tiempo sobre la arena, con la piel de foca bien doblada bajo un arbusto. Ha probado flores, ha imitado a las lavanderas humanas. No entiende su idioma, pero le gusta escucharlas.

    Una noche, exhausta, se arrastró hasta un jardín iluminado por velas. Una mujer la miró sin miedo, la llamó “preciosa” y le ofreció agua en una taza de barro. Fiadh se quedó. No dijo nada. Solo se acomodó a sus pies, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez… podía quedarse un poco más.
    Primeros Encuentros Desde que dejó a su cría en la orilla, Fiadh ya no nada igual. El mar, antes hogar, se le antoja inmenso y ajeno. Cada ola parece empujarla lejos, como si también él supiera lo que hizo. A veces se pregunta si hizo bien. Si debió aferrarse, buscar otra manera. Pero el hambre… la orca… la soledad. Desde las rocas lo observa crecer: sano, risueño, con el cabello enredado por el viento y las mejillas color sol. Ella nunca tuvo eso. Tal vez por eso lo quiso para él. Aun así, duele. Últimamente, el mar ya no la llama como antes. Se ha sorprendido durmiendo más tiempo sobre la arena, con la piel de foca bien doblada bajo un arbusto. Ha probado flores, ha imitado a las lavanderas humanas. No entiende su idioma, pero le gusta escucharlas. Una noche, exhausta, se arrastró hasta un jardín iluminado por velas. Una mujer la miró sin miedo, la llamó “preciosa” y le ofreció agua en una taza de barro. Fiadh se quedó. No dijo nada. Solo se acomodó a sus pies, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez… podía quedarse un poco más.
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  • Mi segundo maestro, el monje budista Tang Sanzang (Xuanzang).
    Nosotros sus discipulos: Yo Sun Wukong, Zhu Bajie, un espiritu cerdo y Sha Wujing, un espiritu de arena.
    Mi segundo maestro, el monje budista Tang Sanzang (Xuanzang). Nosotros sus discipulos: Yo Sun Wukong, Zhu Bajie, un espiritu cerdo y Sha Wujing, un espiritu de arena.
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