ɱ૦ՐƿҺ૯υς Anoche tuve una pesadilla... Era tan real...
La aldea estaba envuelta de un manto de nubes negras que relampagueaban cómo si el propio Volibear nos llamara a las armas para librar una batalla con la mismísima muerte. Luego te vi.
La noche me atrapó sin darme cuenta.
Al cerrar los ojos, no estaba en Zaun, ni en Ionia… sino en un lugar donde el cielo era un lienzo negro tachonado de estrellas que se movían como si tuvieran vida propia.
El suelo, si es que podía llamarse así, estaba formado por granos de arena que flotaban en un vacío infinito, dibujando olas y remolinos bajo mis pies.
Cada grano brillaba, reflejando fragmentos de recuerdos: el humo de mi aldea, el acero manchado, las risas perdidas.
A lo lejos, una figura caminaba. Su toga negra ondeaba aunque no hubiera viento. No podía ver su rostro del todo, pero sabía quién era.
No necesitaba presentaciones.
Él extendió una mano y la arena se arremolinó, mostrándome visiones:
—Un sendero de fuego.
—Una máscara rota.
—Y un mar de sombras que susurraban mi nombre.
Sentí el peso de mi kunai, pero cuando miré mi mano, ya no estaba. En su lugar, sujetaba un puñado de arena que se deslizaba entre mis dedos.
La aldea estaba envuelta de un manto de nubes negras que relampagueaban cómo si el propio Volibear nos llamara a las armas para librar una batalla con la mismísima muerte. Luego te vi.
La noche me atrapó sin darme cuenta.
Al cerrar los ojos, no estaba en Zaun, ni en Ionia… sino en un lugar donde el cielo era un lienzo negro tachonado de estrellas que se movían como si tuvieran vida propia.
El suelo, si es que podía llamarse así, estaba formado por granos de arena que flotaban en un vacío infinito, dibujando olas y remolinos bajo mis pies.
Cada grano brillaba, reflejando fragmentos de recuerdos: el humo de mi aldea, el acero manchado, las risas perdidas.
A lo lejos, una figura caminaba. Su toga negra ondeaba aunque no hubiera viento. No podía ver su rostro del todo, pero sabía quién era.
No necesitaba presentaciones.
Él extendió una mano y la arena se arremolinó, mostrándome visiones:
—Un sendero de fuego.
—Una máscara rota.
—Y un mar de sombras que susurraban mi nombre.
Sentí el peso de mi kunai, pero cuando miré mi mano, ya no estaba. En su lugar, sujetaba un puñado de arena que se deslizaba entre mis dedos.
[Oneiros_88] Anoche tuve una pesadilla... Era tan real...
La aldea estaba envuelta de un manto de nubes negras que relampagueaban cómo si el propio Volibear nos llamara a las armas para librar una batalla con la mismísima muerte. Luego te vi.
La noche me atrapó sin darme cuenta.
Al cerrar los ojos, no estaba en Zaun, ni en Ionia… sino en un lugar donde el cielo era un lienzo negro tachonado de estrellas que se movían como si tuvieran vida propia.
El suelo, si es que podía llamarse así, estaba formado por granos de arena que flotaban en un vacío infinito, dibujando olas y remolinos bajo mis pies.
Cada grano brillaba, reflejando fragmentos de recuerdos: el humo de mi aldea, el acero manchado, las risas perdidas.
A lo lejos, una figura caminaba. Su toga negra ondeaba aunque no hubiera viento. No podía ver su rostro del todo, pero sabía quién era.
No necesitaba presentaciones.
Él extendió una mano y la arena se arremolinó, mostrándome visiones:
—Un sendero de fuego.
—Una máscara rota.
—Y un mar de sombras que susurraban mi nombre.
Sentí el peso de mi kunai, pero cuando miré mi mano, ya no estaba. En su lugar, sujetaba un puñado de arena que se deslizaba entre mis dedos.
