• The weather warmer, he is colder

    Si lo pensaba bien, el mar siempre había tenido un lugar especial en su corazón, por ello no lo pensó dos veces antes de salir corriendo luego de la presentación de sus estudiantes directo a la costa, aún vestido con traje y unas alas referentes a la temática del concierto, procuró tener un viaje tranquilo, lo suficiente para evitar que su corazón se acelerara demás por el estrés que le suelen causar los viajes medianamente largos. Durante todo el viaje, dónde apagó su teléfono y lo dejó resguardado en el bolsillo de su abrigo, mantuvo una de sus manos reposando sobre su pecho, como tratando de contar y evitar cualquier sobresalto ante algún imprevisto. Para tratar de calmarse durante el viaje en tren que le dejaría justo en la costa tarareaba todo el repertorio del recital del que venía.

    El clima cálido y el olor a salitre de la playa le dió la paz que había necesitado desde que comenzó el periodo escolar, apenas lo sintió sobre su piel supo que el invierno estaría por llegar a su fin, era lamentable que no sería igual en la ciudad que en el pueblo costero de donde venía, inhaló con calma el aire salado mientras sus zapatos deportivos (que rompen con la estética de su conjunto) se adentraba en la arena de la playa, Yuiichi solía tener una cara tranquila, sin emociones muy fuertes o rastros de nerviosismo excesivo, pero en ese momento habia que su rostro estaba por completo sonriente e iluminado ante la vista de la playa nublada y sombría propia del año.

    Extrañaba a su familia, no es que no los visitara, solo que ese día era uno de esos en los que quería estar con ellos existiendo nada más. La caminata relajada con pasos que resonaban en la arena húmeda le hacían cada vez más consciente de que muchas veces no disfrutaba de su día, claro que amaba enseñar y poder dedicarse a lo que le gustaba, pero sentía que cada día pasaba más rápido, lleno de expectativas e inclemente ante él, Yuiichi no lo admitiría nunca, pero sabía que a nivel físico era más débil que cualquiera que conociera, el pensamiento le hizo soltar una leve risa mientras colocaba sus manos en los costados de su cuello. Estaban frías.

    Resolvió el problema metiendo sus manos en ambos bolsillos del saco, tocando así con una mano el teléfono, ¿Qué estarían pensando sus compañeros de trabajo? lo más probable es que las llamadas hubieran cesado hace al menos una hora, por el momento no estaba preocupado por eso, solo sonreía mirando el horizonte, con el sol lo más parecido a una perla debido a la nube que cubría la luz que emitía.
    The weather warmer, he is colder Si lo pensaba bien, el mar siempre había tenido un lugar especial en su corazón, por ello no lo pensó dos veces antes de salir corriendo luego de la presentación de sus estudiantes directo a la costa, aún vestido con traje y unas alas referentes a la temática del concierto, procuró tener un viaje tranquilo, lo suficiente para evitar que su corazón se acelerara demás por el estrés que le suelen causar los viajes medianamente largos. Durante todo el viaje, dónde apagó su teléfono y lo dejó resguardado en el bolsillo de su abrigo, mantuvo una de sus manos reposando sobre su pecho, como tratando de contar y evitar cualquier sobresalto ante algún imprevisto. Para tratar de calmarse durante el viaje en tren que le dejaría justo en la costa tarareaba todo el repertorio del recital del que venía. El clima cálido y el olor a salitre de la playa le dió la paz que había necesitado desde que comenzó el periodo escolar, apenas lo sintió sobre su piel supo que el invierno estaría por llegar a su fin, era lamentable que no sería igual en la ciudad que en el pueblo costero de donde venía, inhaló con calma el aire salado mientras sus zapatos deportivos (que rompen con la estética de su conjunto) se adentraba en la arena de la playa, Yuiichi solía tener una cara tranquila, sin emociones muy fuertes o rastros de nerviosismo excesivo, pero en ese momento habia que su rostro estaba por completo sonriente e iluminado ante la vista de la playa nublada y sombría propia del año. Extrañaba a su familia, no es que no los visitara, solo que ese día era uno de esos en los que quería estar con ellos existiendo nada más. La caminata relajada con pasos que resonaban en la arena húmeda le hacían cada vez más consciente de que muchas veces no disfrutaba de su día, claro que amaba enseñar y poder dedicarse a lo que le gustaba, pero sentía que cada día pasaba más rápido, lleno de expectativas e inclemente ante él, Yuiichi no lo admitiría nunca, pero sabía que a nivel físico era más débil que cualquiera que conociera, el pensamiento le hizo soltar una leve risa mientras colocaba sus manos en los costados de su cuello. Estaban frías. Resolvió el problema metiendo sus manos en ambos bolsillos del saco, tocando así con una mano el teléfono, ¿Qué estarían pensando sus compañeros de trabajo? lo más probable es que las llamadas hubieran cesado hace al menos una hora, por el momento no estaba preocupado por eso, solo sonreía mirando el horizonte, con el sol lo más parecido a una perla debido a la nube que cubría la luz que emitía.
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  • (No pregunten que hacia Sonic en una arena de gladiadores... vestido de uno, solo estaba asi y ya)

    - Venid barbaros, enfrentaos a mi furia
    (No pregunten que hacia Sonic en una arena de gladiadores... vestido de uno, solo estaba asi y ya) - Venid barbaros, enfrentaos a mi furia
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  • Una vez más, como cada vez que no sabía a qué tiempo acogerse, ni que recuerdos visitar. Cuando no encontraba más caminos que simplemente evadirse en la nada de la coordenada, se tumbó sobre la arena de la que estaban hechos los titanes, observando el cielo aparentemente nocturno cruzado por las innumerables ramas de los caminos. Todas las posibilidades de lo que fue, lo que es y lo que podria ser. Eñ un momento dado, sin levantarse, tomó un poco de arena y la dejó caer con lentitud, pensando en una persona muy concreta. Y sin saber muy bien como ni por que, se formó una pequeña flor que parecía se cristal, con cuidado la tomó entre sus dedos y la observó en silencio.
    Una vez más, como cada vez que no sabía a qué tiempo acogerse, ni que recuerdos visitar. Cuando no encontraba más caminos que simplemente evadirse en la nada de la coordenada, se tumbó sobre la arena de la que estaban hechos los titanes, observando el cielo aparentemente nocturno cruzado por las innumerables ramas de los caminos. Todas las posibilidades de lo que fue, lo que es y lo que podria ser. Eñ un momento dado, sin levantarse, tomó un poco de arena y la dejó caer con lentitud, pensando en una persona muy concreta. Y sin saber muy bien como ni por que, se formó una pequeña flor que parecía se cristal, con cuidado la tomó entre sus dedos y la observó en silencio.
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  • — Es tan maravilloso como las estrellas se alinean formando escudos y lanzas con tal de proteger lo que más aman. Ya quiero ver sus reacciones cuando aquello que quieren cuidar perezca frente a sus ojos, que se deslice como arena entre sus manos. Quiero verlos rabiar sangre y maldecirme...—
    — Es tan maravilloso como las estrellas se alinean formando escudos y lanzas con tal de proteger lo que más aman. Ya quiero ver sus reacciones cuando aquello que quieren cuidar perezca frente a sus ojos, que se deslice como arena entre sus manos. Quiero verlos rabiar sangre y maldecirme...—
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    || si no sabes nada de mi es que el usuario está sintiéndose mal últimamente.
    Por consecuencia de estar tanto tiempo en la playa (y luego contra el sol venezolano) el usee siente un ardor en todo el cuerpo, y en la espalda cada que mueve un músculo se intensifica internamente.
    Aparte de eso; varios cortes en los pies por consecuencia de que la playa contenía muchas piedras y uno de esos cortes fue profundo y se encuentran partículas de arena y piedra pequeñas enterradas
    Y fuera de la playa, una fuerte debilidad muscular, dolor de cabeza, temperatura alta y mareo

    Seguiré respondiendo roles. Pero si me ven menos creativo o que tardo horas es por eso principalmente
    || si no sabes nada de mi es que el usuario está sintiéndose mal últimamente. Por consecuencia de estar tanto tiempo en la playa (y luego contra el sol venezolano) el usee siente un ardor en todo el cuerpo, y en la espalda cada que mueve un músculo se intensifica internamente. Aparte de eso; varios cortes en los pies por consecuencia de que la playa contenía muchas piedras y uno de esos cortes fue profundo y se encuentran partículas de arena y piedra pequeñas enterradas Y fuera de la playa, una fuerte debilidad muscular, dolor de cabeza, temperatura alta y mareo Seguiré respondiendo roles. Pero si me ven menos creativo o que tardo horas es por eso principalmente
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  • Blythe:


    ¿Quien no desearía tocar el suelo con la punta y plantas de los pies?
    A paso tranquilo recorriendo su camino se encontraba una joven peliblanca.
    El sol no podía tocar su piel.
    Sin embargo, una nube tranquila y ligeramente gris la acompañaba por todo lo largo de su camino recorrido.
    Cubria la hermosa piel palida de la mujer, protegiéndola de la radiación electromagnética que resplandecía con su poder natural sobre el mundo.
    Los pasos fríos de la dama al tocar la tierra, enfriaban ligeramente el pasto, hojas o cualquier tipo de planta que brotara del terreno recorrido.
    La nube era necesariamente grande para hacer lucir el día ligeramente gris y con vista clara al rededor, pero tras ella la luz del sol iluminaba el camino detras de sus pasos, dando calidez y nuevamente vida a la tierra fría borrando el rastro de su pista.

    La mujer ama caminar descalza.
    Tocar la tierra le hacia sentir unida al mundo, aceptando su naturaleza animal en ese hermoso y curioso planeta que le hacía respirar en profundidad y le permite vivir cada paso que entregaba a su incierto pero seguro camino.

    No importaba qué tocará sin calzo; pasto, arena, piedra, tierra, lodo, agua... Incluso una que otra espina al cual tuviera que sustraer. Ella ama tocar el planeta.

    húmedo, pegajoso, mojado, duro, blando, rugoso, resbaloso, seco, suave... Podía sentir todo a su al rededor con su tacto y reconocer la similitud de los lugares en dónde sobrevive al recorrer el mundo.

    Por la noche la enorme nube la deja a solas.
    Toma un descanso dejando la vista descubierta del cielo; las estrellas y constelaciones sobre ella.

    La piel de la mujer, se ilumina con la luz de la luna.
    Lo que el sol no le puede ofrecer, la luna se lo entrega en su hermoso reflejo, haciendo que la mujer, brille en su propia oscuridad.
    Absorve el frío de las noches, y en los pasos abordados, dejando huellas iluminadas de su ser, dando pistas con su luz gris y azul.

    La mujer vive feliz, en calma y con fé.

    Vive en recuerdos hermosos de todo lugar que a podido recorrer y conocer.
    Todo aquel lugar que al volver, es acogida en convite.

    Mujer feliz, que reconoce todo el mundo con el alma, corazón, mente , puntas... Y plantas de los pies.
    Blythe: ¿Quien no desearía tocar el suelo con la punta y plantas de los pies? A paso tranquilo recorriendo su camino se encontraba una joven peliblanca. El sol no podía tocar su piel. Sin embargo, una nube tranquila y ligeramente gris la acompañaba por todo lo largo de su camino recorrido. Cubria la hermosa piel palida de la mujer, protegiéndola de la radiación electromagnética que resplandecía con su poder natural sobre el mundo. Los pasos fríos de la dama al tocar la tierra, enfriaban ligeramente el pasto, hojas o cualquier tipo de planta que brotara del terreno recorrido. La nube era necesariamente grande para hacer lucir el día ligeramente gris y con vista clara al rededor, pero tras ella la luz del sol iluminaba el camino detras de sus pasos, dando calidez y nuevamente vida a la tierra fría borrando el rastro de su pista. La mujer ama caminar descalza. Tocar la tierra le hacia sentir unida al mundo, aceptando su naturaleza animal en ese hermoso y curioso planeta que le hacía respirar en profundidad y le permite vivir cada paso que entregaba a su incierto pero seguro camino. No importaba qué tocará sin calzo; pasto, arena, piedra, tierra, lodo, agua... Incluso una que otra espina al cual tuviera que sustraer. Ella ama tocar el planeta. húmedo, pegajoso, mojado, duro, blando, rugoso, resbaloso, seco, suave... Podía sentir todo a su al rededor con su tacto y reconocer la similitud de los lugares en dónde sobrevive al recorrer el mundo. Por la noche la enorme nube la deja a solas. Toma un descanso dejando la vista descubierta del cielo; las estrellas y constelaciones sobre ella. La piel de la mujer, se ilumina con la luz de la luna. Lo que el sol no le puede ofrecer, la luna se lo entrega en su hermoso reflejo, haciendo que la mujer, brille en su propia oscuridad. Absorve el frío de las noches, y en los pasos abordados, dejando huellas iluminadas de su ser, dando pistas con su luz gris y azul. La mujer vive feliz, en calma y con fé. Vive en recuerdos hermosos de todo lugar que a podido recorrer y conocer. Todo aquel lugar que al volver, es acogida en convite. Mujer feliz, que reconoce todo el mundo con el alma, corazón, mente , puntas... Y plantas de los pies.
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  • La británica sabe que las horas que les quedan allí estan contadas, que pronto dejarían aquella casa perfecta, aquella perfecta cala, esos perfecto días que habían pasado allí, tranquilos, felices... y volverían a su rutina, a sus problemas, a las cazas, a la preocupación...

    Poppy no era muy fan de tomar el sol, porque apreciaba la salud de su piel, pero esa mañana había decidido salir a tomar algo de vitamina D y despedirse de la arena y el mar.
    La británica sabe que las horas que les quedan allí estan contadas, que pronto dejarían aquella casa perfecta, aquella perfecta cala, esos perfecto días que habían pasado allí, tranquilos, felices... y volverían a su rutina, a sus problemas, a las cazas, a la preocupación... Poppy no era muy fan de tomar el sol, porque apreciaba la salud de su piel, pero esa mañana había decidido salir a tomar algo de vitamina D y despedirse de la arena y el mar.
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  • ⠀⠀⠀⠀Todo era absurdamente normal. Tan normal que parecía ofensivo. Kazuha estaba de pie en una cocina soleada, bañada por una luz demasiado dorada para ser real, con un olor a café y galletas de mantequilla recién horneadas que lo impregnaba todo. Era un lugar completamente desconocido para ella, pero demasiado familiar para su anfitrión. Y ella lo sabía, podía sentir el dulce aroma de una infancia que no le pertenecía.

    —Hmmm, vamos, sé que estás aquí, escondiéndote ~... —murmuró para si, mientras daba pasos lentos, cautelosos.

    Se supone que aquel lugar debería ser un lugar seguro. Extendió una mano, y una sensación de dolor leve le recorrió el brazo. Conceder tantos deseos seguidos los últimos días la había dejado débil, vaciada, como una batería gastada. Su magia respondía con lentitud, con un zumbido débil y doloroso. Necesitaba ese cristal de Luminara. Necesitaba ese recuerdo.

    Con un suspiro de esfuerzo, concentró un hilo de energía caótica en la yema de su dedo. El efecto fue inmediato. La luz solar perfecta se volvió más amarilla, luego verde, hasta teeminar convirtiéndose en un rojo enfermizo. El olor a café se volvió agrio, algo más similar al olor del vinagre.

    —Eso es. Así me gusta ~ —respiró, y una gota de sudor frío recorrió su sien.

    El sueño, herido, se defendió. Las paredes de la cocina se inclinaron hacía dentro, como si pidieran caerse en cualquier momento. Los muebles se alargaron, las sombras se retorcían. El chillido de una tetera surgió de ninguna parte, aumentando hasta convertirse en un grito desgarrador.

    El sueño se había convertido en pesadilla. Y en el corazón de toda pesadilla, late el recuerdo que la alimenta.

    Sonrió y siguió el sonido, esquivando las manos que emergían de la nevera y pisando el suelo que ahora se sentía blando, como gelatina. Finalmente lo vio, una puerta de armario bajo el fregadero, de la cual salió un brillo tenue.

    Al abrir la puerta, no había oscuridad. Había un instante congelado: un niño escondido, mirando a través de una rendija, presenciando algo que un niño nunca debería ver. El Recuerdo. Flotaba allí, un núcleo de dolor puro y brillante.

    —Mio —susurró, con una mezcla de triunfo y agotamiento.

    Sacó un cristal de Luminara en bruto de un bolsillo de su pantalón. Con una última y dolorosa descarga de voluntad, guió el recuerdo hacia el cristal. La escena congelada se comprimió, destellando una vez con una luz cegadora que quedó sellada dentro de la gema, que ahora titilaba con una luz carmesí profunda y cálida.

    La pesadilla se desvaneció instantáneamente alrededor de ella, como arena cayendo. La transición fue violenta. En un momento estaba en la pesadilla desvaneciéndose, sellando el recuerdo en el cristal de Luminara. Al siguiente, fue arrojada al vacío etéreo del Subplano del Sueño.

    Allí, entre planos, entre el espacio entre espacios, el aire no era aire, era una sustancia gélida y espesa de pesadillas colectivas que casi se resistía a ser respiraba. Remolinos de colores que susurraban silenciosamente giraban a su alrededor. No era un lugar, era la idea de un lugar. Y como ella ya sabía, estaba lleno de cosas hambrientas.

    Aún vulnerable y agotada por el esfuerzo de sostener el ritual de extracción, intento orientarse. El cristal de Luminara en su mano palpitaba, y vertia parte de la energía vital en ella, pero el proceso era lento, como una transfusión que apenas comenzaba.

    Entonces lo sintió. Una presencia fría y afilada que se movía contra la corriente del caos onírico, atraída por el destello de poder del cristal recién cargado.

    —No —logró gruñir, tratando de impulsarse lejos— Ahg, ¡¡¡Ahora no!!!

    Era tarde. Una sombra hecha de intención depredadora se lanzó hacia ella. No tenía garras, pero su esencia era un filo. Intentó desviarse, pero su agotamiento la traicionó.

    Un dolor agudo y frío le desgarró el costado, justo por debajo de las costillas. No sangró en el sentido tradicional; su esencia vital, su energía, brotó de la herida en un fino vapor rojizo brillante antes de que ella logrará empuñar la daga de obsidiana que escondía en el interior de sus botas y la clavara en la criatura, que se disolvió casi al instante en la nada, con una sonrisa, satisfecha con su bocado, había probado su esencia.

    —¡Maldita sea! —escupió, apretsndo la herida con la mano libre. El dolor era real, punzante, frío.

    Sabia las reglas. Lo que sucedía aquí, se plasmaba en su cuerpo físico. Con un acto final de voluntad, se concentró en su cuerpo físico, en la fría soledad de su mansión, y se aferró a aquella realidad como un ancla.

    Se despertó de golpe, incorporándose en el suelo de madera del salón principal con un jadeo áspero. La primera sensación fue el peso del cristal en su mano derecha. La segunda, el dolor ardiente y húmedo en el costado izquierdo.

    Bajó la mirada. Su blusa estaba empapada de una mancha oscura y húmeda que solo podía ser sangre. Al levantar la tela, reveló un corté limpio pero profundo, de cuyo centro emanaba un tenue resplandor ámbar, la marca residual inconfundible de una herida hecha con energía onírica.

    Un recordatorio. Un trofeo. Un precio adicional. Con un suspiro que era más de fastidio que de queja, se puso de pie y caminó haciendo un esfuerzo extra hacia el estante. Tomó un frasco de ungüento y vendas que siempre tenía a mano. Los negocios, como siempre, tenían sus costos operativos.
    ⠀⠀⠀⠀Todo era absurdamente normal. Tan normal que parecía ofensivo. Kazuha estaba de pie en una cocina soleada, bañada por una luz demasiado dorada para ser real, con un olor a café y galletas de mantequilla recién horneadas que lo impregnaba todo. Era un lugar completamente desconocido para ella, pero demasiado familiar para su anfitrión. Y ella lo sabía, podía sentir el dulce aroma de una infancia que no le pertenecía. —Hmmm, vamos, sé que estás aquí, escondiéndote ~... —murmuró para si, mientras daba pasos lentos, cautelosos. Se supone que aquel lugar debería ser un lugar seguro. Extendió una mano, y una sensación de dolor leve le recorrió el brazo. Conceder tantos deseos seguidos los últimos días la había dejado débil, vaciada, como una batería gastada. Su magia respondía con lentitud, con un zumbido débil y doloroso. Necesitaba ese cristal de Luminara. Necesitaba ese recuerdo. Con un suspiro de esfuerzo, concentró un hilo de energía caótica en la yema de su dedo. El efecto fue inmediato. La luz solar perfecta se volvió más amarilla, luego verde, hasta teeminar convirtiéndose en un rojo enfermizo. El olor a café se volvió agrio, algo más similar al olor del vinagre. —Eso es. Así me gusta ~ —respiró, y una gota de sudor frío recorrió su sien. El sueño, herido, se defendió. Las paredes de la cocina se inclinaron hacía dentro, como si pidieran caerse en cualquier momento. Los muebles se alargaron, las sombras se retorcían. El chillido de una tetera surgió de ninguna parte, aumentando hasta convertirse en un grito desgarrador. El sueño se había convertido en pesadilla. Y en el corazón de toda pesadilla, late el recuerdo que la alimenta. Sonrió y siguió el sonido, esquivando las manos que emergían de la nevera y pisando el suelo que ahora se sentía blando, como gelatina. Finalmente lo vio, una puerta de armario bajo el fregadero, de la cual salió un brillo tenue. Al abrir la puerta, no había oscuridad. Había un instante congelado: un niño escondido, mirando a través de una rendija, presenciando algo que un niño nunca debería ver. El Recuerdo. Flotaba allí, un núcleo de dolor puro y brillante. —Mio —susurró, con una mezcla de triunfo y agotamiento. Sacó un cristal de Luminara en bruto de un bolsillo de su pantalón. Con una última y dolorosa descarga de voluntad, guió el recuerdo hacia el cristal. La escena congelada se comprimió, destellando una vez con una luz cegadora que quedó sellada dentro de la gema, que ahora titilaba con una luz carmesí profunda y cálida. La pesadilla se desvaneció instantáneamente alrededor de ella, como arena cayendo. La transición fue violenta. En un momento estaba en la pesadilla desvaneciéndose, sellando el recuerdo en el cristal de Luminara. Al siguiente, fue arrojada al vacío etéreo del Subplano del Sueño. Allí, entre planos, entre el espacio entre espacios, el aire no era aire, era una sustancia gélida y espesa de pesadillas colectivas que casi se resistía a ser respiraba. Remolinos de colores que susurraban silenciosamente giraban a su alrededor. No era un lugar, era la idea de un lugar. Y como ella ya sabía, estaba lleno de cosas hambrientas. Aún vulnerable y agotada por el esfuerzo de sostener el ritual de extracción, intento orientarse. El cristal de Luminara en su mano palpitaba, y vertia parte de la energía vital en ella, pero el proceso era lento, como una transfusión que apenas comenzaba. Entonces lo sintió. Una presencia fría y afilada que se movía contra la corriente del caos onírico, atraída por el destello de poder del cristal recién cargado. —No —logró gruñir, tratando de impulsarse lejos— Ahg, ¡¡¡Ahora no!!! Era tarde. Una sombra hecha de intención depredadora se lanzó hacia ella. No tenía garras, pero su esencia era un filo. Intentó desviarse, pero su agotamiento la traicionó. Un dolor agudo y frío le desgarró el costado, justo por debajo de las costillas. No sangró en el sentido tradicional; su esencia vital, su energía, brotó de la herida en un fino vapor rojizo brillante antes de que ella logrará empuñar la daga de obsidiana que escondía en el interior de sus botas y la clavara en la criatura, que se disolvió casi al instante en la nada, con una sonrisa, satisfecha con su bocado, había probado su esencia. —¡Maldita sea! —escupió, apretsndo la herida con la mano libre. El dolor era real, punzante, frío. Sabia las reglas. Lo que sucedía aquí, se plasmaba en su cuerpo físico. Con un acto final de voluntad, se concentró en su cuerpo físico, en la fría soledad de su mansión, y se aferró a aquella realidad como un ancla. Se despertó de golpe, incorporándose en el suelo de madera del salón principal con un jadeo áspero. La primera sensación fue el peso del cristal en su mano derecha. La segunda, el dolor ardiente y húmedo en el costado izquierdo. Bajó la mirada. Su blusa estaba empapada de una mancha oscura y húmeda que solo podía ser sangre. Al levantar la tela, reveló un corté limpio pero profundo, de cuyo centro emanaba un tenue resplandor ámbar, la marca residual inconfundible de una herida hecha con energía onírica. Un recordatorio. Un trofeo. Un precio adicional. Con un suspiro que era más de fastidio que de queja, se puso de pie y caminó haciendo un esfuerzo extra hacia el estante. Tomó un frasco de ungüento y vendas que siempre tenía a mano. Los negocios, como siempre, tenían sus costos operativos.
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  • "En lo largo de mis viajes siempre he podido rescatar algo entre la humanidad.
    No solamente se trata de que en primera instancia parte de mí pertenece a ellos, es más un recuerdo lejano de la inocencia que se tiene. Jamás llegan a ser lo bastante viejos como para ver los contrastes de sus acciones.

    Un hombre jamás verá hasta dónde puede llegar su sangre.
    A qué punto sus ideales se mantienen o qué tan importantes se tornan sus logros en vida.
    Al final nadie vive lo suficiente para ver las consecuencias de sus actos.

    Y son condenados. Condenados a repetir los mismos actos una y otra vez.
    Siempre buscando otro nombre para bautizar sus atrocidades.
    Halagados de creerse los genios de una idea que siglos atrás alguien más la tuvo.

    Lo sé. Lo sé muy bien. Mis bibliotecas albergan todo lo que pueden, mi propia investigación concretadas bajo las biografías de nombres que seguramente nadie más recordará.

    Nadie excepto yo.
    Me siento viejo, viejo de recordar.
    Viejo de andar, de vagar.

    En las noches el cielo estrellado es mi compañía. Porque por más que quisiera no está aquí.
    Por más que desee no habrá rastro de su descendencia. Nuestra descendencia.

    Nuestros actos, no hay vestigio de ellos, las arenas del tiempo se encargaron de olvidarnos."
    "En lo largo de mis viajes siempre he podido rescatar algo entre la humanidad. No solamente se trata de que en primera instancia parte de mí pertenece a ellos, es más un recuerdo lejano de la inocencia que se tiene. Jamás llegan a ser lo bastante viejos como para ver los contrastes de sus acciones. Un hombre jamás verá hasta dónde puede llegar su sangre. A qué punto sus ideales se mantienen o qué tan importantes se tornan sus logros en vida. Al final nadie vive lo suficiente para ver las consecuencias de sus actos. Y son condenados. Condenados a repetir los mismos actos una y otra vez. Siempre buscando otro nombre para bautizar sus atrocidades. Halagados de creerse los genios de una idea que siglos atrás alguien más la tuvo. Lo sé. Lo sé muy bien. Mis bibliotecas albergan todo lo que pueden, mi propia investigación concretadas bajo las biografías de nombres que seguramente nadie más recordará. Nadie excepto yo. Me siento viejo, viejo de recordar. Viejo de andar, de vagar. En las noches el cielo estrellado es mi compañía. Porque por más que quisiera no está aquí. Por más que desee no habrá rastro de su descendencia. Nuestra descendencia. Nuestros actos, no hay vestigio de ellos, las arenas del tiempo se encargaron de olvidarnos."
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  • •Z̷a̷r̷e̷k̷•𖧨༒



    {El sol se alzaba sobre el horizonte, tiñendo la vasta extensión del desierto con un resplandor dorado, como si cada grano de arena fuera oro líquido bajo su luz. A lo lejos, el palacio emergía imponente, inmenso poder en medio de la nada. En sus pasillos y patios, los guerreros entrenaban con disciplina, otros bebían vino luego de las jornadas de guardia, algunos negociaban con mercaderes que ofrecían especias y telas, mientras las voces resonaba entre las columnas.}

    {En alguna parte del palacio, rodeado de riquezas, de estatuas dedicadas a Anubis y de altares cubiertos con velas encendidas, sahumerios, frutas y vino, se encontraba el príncipe Zarek, ahora proclamado rey. Desde una de las altas ventanas, abiertas al aire del desierto, sin vidrios ni persianas, observaba su ejército. y su reino construido en medio del vacío, sostenido únicamente por la voluntad de su ejército y por la suya.}

    {Allí, en el único asentamiento que quedaba de los nekomatas, la vida era dura. Durante el día, la arena quemaba la piel y durante la noche, el frío calaba hasta los huesos. El agua era escasa, la comida difícil de conseguir y la tierra nunca generosa. Sin embargo, habían aprendido a resistir.}

    {Zarek era el pilar de esa resistencia. Bajo su mando, las expediciones de caza rara vez regresaban con las manos vacías, y las cosechas, aunque humildes, bastaban para mantener al pueblo con vida. Nadie cuestionaba su liderazgo, aunque la mayoría lo temía tanto como lo respetaba. Frío, autoritario, distante, ya no era visto solo como un príncipe convertido en rey, sino como la encarnación misma de un dios. Jamás había mostrado afecto, ni siquiera hacia sus propios padres. Para muchos, en él no existía un corazón capaz de sentir.}

    {Esa madrugada, sus hombres volvieron tras un extenso viaje. Habían cumplido con la misión de espiar a posibles enemigos y traer información. Lo que comunicaron solo confirmaba que la antigua profecía estaba por cumplirse. La próxima luna llena sería el inicio del posible fin de los nekomatas.}

    {Zarek no dudó. Sabía lo que debía hacer. Había llegado la hora de buscar a su prometida, la mujer destinada a convertirse en reina y traer la salvación. Ella habitaba en el mundo de los humanos, ignorante del peso que cargaba sobre sus hombros ahora mismo. Para ella, él era un desconocido. Pero Zarek la sentía. Podía percibirla en el aire, como un instinto que lo guiaba sin error. Un fuerte instinto.}

    —Pronto estarás en casa, sucia sangre mestiza. Tu destino ya está escrito.

    {Zarek estaba decidido. Encontraría a la mujer que le había sido prometida, aunque tuviera que desafiar a los dioses mismos o entregar sus siete vidas en el intento.}

    •Z̷a̷r̷e̷k̷•𖧨༒ {El sol se alzaba sobre el horizonte, tiñendo la vasta extensión del desierto con un resplandor dorado, como si cada grano de arena fuera oro líquido bajo su luz. A lo lejos, el palacio emergía imponente, inmenso poder en medio de la nada. En sus pasillos y patios, los guerreros entrenaban con disciplina, otros bebían vino luego de las jornadas de guardia, algunos negociaban con mercaderes que ofrecían especias y telas, mientras las voces resonaba entre las columnas.} {En alguna parte del palacio, rodeado de riquezas, de estatuas dedicadas a Anubis y de altares cubiertos con velas encendidas, sahumerios, frutas y vino, se encontraba el príncipe Zarek, ahora proclamado rey. Desde una de las altas ventanas, abiertas al aire del desierto, sin vidrios ni persianas, observaba su ejército. y su reino construido en medio del vacío, sostenido únicamente por la voluntad de su ejército y por la suya.} {Allí, en el único asentamiento que quedaba de los nekomatas, la vida era dura. Durante el día, la arena quemaba la piel y durante la noche, el frío calaba hasta los huesos. El agua era escasa, la comida difícil de conseguir y la tierra nunca generosa. Sin embargo, habían aprendido a resistir.} {Zarek era el pilar de esa resistencia. Bajo su mando, las expediciones de caza rara vez regresaban con las manos vacías, y las cosechas, aunque humildes, bastaban para mantener al pueblo con vida. Nadie cuestionaba su liderazgo, aunque la mayoría lo temía tanto como lo respetaba. Frío, autoritario, distante, ya no era visto solo como un príncipe convertido en rey, sino como la encarnación misma de un dios. Jamás había mostrado afecto, ni siquiera hacia sus propios padres. Para muchos, en él no existía un corazón capaz de sentir.} {Esa madrugada, sus hombres volvieron tras un extenso viaje. Habían cumplido con la misión de espiar a posibles enemigos y traer información. Lo que comunicaron solo confirmaba que la antigua profecía estaba por cumplirse. La próxima luna llena sería el inicio del posible fin de los nekomatas.} {Zarek no dudó. Sabía lo que debía hacer. Había llegado la hora de buscar a su prometida, la mujer destinada a convertirse en reina y traer la salvación. Ella habitaba en el mundo de los humanos, ignorante del peso que cargaba sobre sus hombros ahora mismo. Para ella, él era un desconocido. Pero Zarek la sentía. Podía percibirla en el aire, como un instinto que lo guiaba sin error. Un fuerte instinto.} —Pronto estarás en casa, sucia sangre mestiza. Tu destino ya está escrito. {Zarek estaba decidido. Encontraría a la mujer que le había sido prometida, aunque tuviera que desafiar a los dioses mismos o entregar sus siete vidas en el intento.}
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