• [ Segunda parte. ]

    Darküs apenas respiraba. Su cuerpo estaba roto, el alma partida en pedazos después de la vejación sufrida. Y entonces escuchó lo que jamás creyó que un dios se atrevería a pronunciar.

    —Elige, loba. O él… o el hijo que llevas en tu vientre.

    El aire desapareció de sus pulmones. La voz de Apolo resonaba como un martillo en sus sienes. Isla gritaba, lloraba, negaba con desesperación. Se negó quiso protegerlos.Pero él lo sabía. Él ya lo sabía. Su instinto, su corazón, su orgullo, todo coincidía en una sola verdad, no podía ser él. No cuando el futuro latía en el vientre de la mujer que amaba.

    Darküs alzó la mirada, los ojos turbios, la respiración rota.
    —No...

    Su corazón dio un vuelco. En sus labios no había fuerza, solo rendición. Era la primera vez que se rendía en dos mil años. Y dolía más que la plata, más que la humillación de la súcubo, más que cualquier herida.

    Pero Apolo no había terminado.
    —Si deseas que ambos vivan, deberás pagar un precio. No con tu vida, sino con lo que eres. Tu lobo. Tu furia. Tu esencia.

    El dios extendió la mano y el mundo se congeló. Darküs sintió cómo su pecho ardía, cómo su alma era desgarrada desde dentro. Rugió, gritó, el eco de su lobo resonó por última vez, un aullido que se rompió en mil pedazos antes de desvanecerse para siempre. Apolo arrancó su furia, su instinto, lo que lo había hecho guerrero, lo que lo había hecho diferente.

    Quedó vacío. Silencioso. Humano.

    Isla lo abrazaba con desesperación, creyendo que el sacrificio había terminado. Él apenas podía sostener los párpados abiertos, mirándola, sintiendo el calor en su vientre y sabiendo que al menos vivirían. Había protegido lo que más amaba, pero al precio más alto: jamás volvería a escuchar el rugido de su lobo interior. Darküs había muerto esa noche, aunque su cuerpo respirara.

    No era lo único que murió, junto con el lobo su vínculo con isla desapareció, la miraba y no sentía nada, aún así ella se quedaba, Darküs gritaba que se fuera, que lo deje pero no lo abandonaba.

    No puede tocarla, no puede besarla, ni mirarla, cada vez que la ve le recuerda a la sucubo con su aspecto cabalgando sobre él, doblegandolo a su merced. No la culpaba pero estaba resentido. Ya no siente nada. Sólo vacío.
    [ Segunda parte. ] Darküs apenas respiraba. Su cuerpo estaba roto, el alma partida en pedazos después de la vejación sufrida. Y entonces escuchó lo que jamás creyó que un dios se atrevería a pronunciar. —Elige, loba. O él… o el hijo que llevas en tu vientre. El aire desapareció de sus pulmones. La voz de Apolo resonaba como un martillo en sus sienes. Isla gritaba, lloraba, negaba con desesperación. Se negó quiso protegerlos.Pero él lo sabía. Él ya lo sabía. Su instinto, su corazón, su orgullo, todo coincidía en una sola verdad, no podía ser él. No cuando el futuro latía en el vientre de la mujer que amaba. Darküs alzó la mirada, los ojos turbios, la respiración rota. —No... Su corazón dio un vuelco. En sus labios no había fuerza, solo rendición. Era la primera vez que se rendía en dos mil años. Y dolía más que la plata, más que la humillación de la súcubo, más que cualquier herida. Pero Apolo no había terminado. —Si deseas que ambos vivan, deberás pagar un precio. No con tu vida, sino con lo que eres. Tu lobo. Tu furia. Tu esencia. El dios extendió la mano y el mundo se congeló. Darküs sintió cómo su pecho ardía, cómo su alma era desgarrada desde dentro. Rugió, gritó, el eco de su lobo resonó por última vez, un aullido que se rompió en mil pedazos antes de desvanecerse para siempre. Apolo arrancó su furia, su instinto, lo que lo había hecho guerrero, lo que lo había hecho diferente. Quedó vacío. Silencioso. Humano. Isla lo abrazaba con desesperación, creyendo que el sacrificio había terminado. Él apenas podía sostener los párpados abiertos, mirándola, sintiendo el calor en su vientre y sabiendo que al menos vivirían. Había protegido lo que más amaba, pero al precio más alto: jamás volvería a escuchar el rugido de su lobo interior. Darküs había muerto esa noche, aunque su cuerpo respirara. No era lo único que murió, junto con el lobo su vínculo con isla desapareció, la miraba y no sentía nada, aún así ella se quedaba, Darküs gritaba que se fuera, que lo deje pero no lo abandonaba. No puede tocarla, no puede besarla, ni mirarla, cada vez que la ve le recuerda a la sucubo con su aspecto cabalgando sobre él, doblegandolo a su merced. No la culpaba pero estaba resentido. Ya no siente nada. Sólo vacío.
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  • [ Resumen Rol Isla. 1ª Parte.]

    La noche en París era húmeda y silenciosa, solo el eco de las botas de Darküs retumbaba en los callejones empapados. Patrullaba como siempre, cazando demonios que se arrastraban en la oscuridad. Quería eliminar a los máximos posibles antes de su luna de miel, un regalo de paz para Isla. Llevaba ya cinco cadáveres en su haber cuando escuchó un taconeo detrás de él.

    Frunció el ceño al girar y ver la figura de su prometida. Los mismos gestos, la misma voz, pero no el mismo perfume. Su instinto se tensó. Ella se había quedado en el hotel descansando.

    —¿Qué haces aquí? —gruñó, desconfiando.

    Ella sonrió y se inclinó hacia él. Los labios lo rozaron, pero no hubo chispa, no hubo el cosquilleo que conocía de memoria. Antes de que pudiera reaccionar, sintió el ardor de grilletes de plata cerrándose en sus muñecas y tobillos. La carne chisporroteaba bajo el metal. La mujer que tenía delante sonrió y lo golpeó haciéndole perder el conocimiento.

    Cuando despertó, estaba encadenado, débil, y frente a él, la criatura disfrazada de la mujer que amaba. Su voz era cruel, venenosa.

    —Siempre me han fascinado los perros orgullosos —susurró, lamiendo sus labios prestados—. Los que creen que nunca se arrodillarán.

    Darküs apretó los dientes, la sangre corriéndole por la boca.

    —Te disfrazas de ella porque sabes que es mi debilidad… —gruñó.

    La súcubo rió, cruel, acercándose aún más.

    —No, me disfrazo porque quiero que confundas el amor con la rendición. Quiero ver en tus ojos el momento exacto en que dejas de resistir.

    La mente de Darküs se quebraba poco a poco. Encadenado, debilitado, incapaz de defenderse, fue forzado a ceder. Su alma se sintió mancillada, rota, y humillado como si hubiera traicionado todo lo que era. Y sucumbió sintiéndose culpable y débil.

    Isla, guiada por un presentimiento feroz, corrió por las calles hasta dar con él. El vínculo la guiaba, el dolor en su pecho confirmaba lo que temía. Y cuando lo encontró, encadenado y humillado, algo en ella explotó.

    La loba tomó el control, lanzándose contra la súcubo con furia salvaje. Ambas rodaron por el suelo, y los colmillos de Isla desgarraron la carne hasta arrancar la verdadera forma del demonio. La súcubo chillaba con un grito antinatural, pero nada pudo detener la furia de una loba protegiendo a su pareja. Isla hundió sus garras en su torso hasta escuchar los huesos quebrarse y finalmente arrancó su cabeza.

    Cubierta de sangre y jadeando, giró hacia él. Lo vio encadenado, respirando como un animal moribundo, la piel marcada por la plata, los ojos velados por el dolor y la vergüenza. Se lanzó a su lado, tirando de las cadenas con colmillos y garras, aun cuando el metal le quemaba la piel.

    —No… —gruñó él débilmente, negándose—. Déjame… no merezco…

    Pero Isla ignoró su suplica. Entre gemidos de dolor y sangre, logró romper un eslabón, y él, forzando su último aliento, tiró también. El metal cedió. Darküs cayó contra ella, inconsciente, derrotado, con la mirada rota de alguien que sentía que lo había perdido todo.

    Fue entonces cuando la luz llenó la habitación. Apolo descendió, dorado y terrible, su sola presencia obligando a Isla a entrecerrar los ojos. Ella abrazó a Darküs con desesperación, cubriéndolo con su cuerpo, como si temiera que la luz lo arrancara de sus brazos.

    —¡No lo dejes morir! —suplicó entre sollozos—. Te lo ruego, no se merece este final.

    Apolo la observó en silencio antes de hablar con voz solemne.

    —No debiste transformarte en tu estado. Has puesto en riesgo la vida de tu hijo. El equilibrio exige un precio. Decide: tu hombre… o el niño que llevas en el vientre.

    (Continuará....)
    [ Resumen Rol Isla. 1ª Parte.] La noche en París era húmeda y silenciosa, solo el eco de las botas de Darküs retumbaba en los callejones empapados. Patrullaba como siempre, cazando demonios que se arrastraban en la oscuridad. Quería eliminar a los máximos posibles antes de su luna de miel, un regalo de paz para Isla. Llevaba ya cinco cadáveres en su haber cuando escuchó un taconeo detrás de él. Frunció el ceño al girar y ver la figura de su prometida. Los mismos gestos, la misma voz, pero no el mismo perfume. Su instinto se tensó. Ella se había quedado en el hotel descansando. —¿Qué haces aquí? —gruñó, desconfiando. Ella sonrió y se inclinó hacia él. Los labios lo rozaron, pero no hubo chispa, no hubo el cosquilleo que conocía de memoria. Antes de que pudiera reaccionar, sintió el ardor de grilletes de plata cerrándose en sus muñecas y tobillos. La carne chisporroteaba bajo el metal. La mujer que tenía delante sonrió y lo golpeó haciéndole perder el conocimiento. Cuando despertó, estaba encadenado, débil, y frente a él, la criatura disfrazada de la mujer que amaba. Su voz era cruel, venenosa. —Siempre me han fascinado los perros orgullosos —susurró, lamiendo sus labios prestados—. Los que creen que nunca se arrodillarán. Darküs apretó los dientes, la sangre corriéndole por la boca. —Te disfrazas de ella porque sabes que es mi debilidad… —gruñó. La súcubo rió, cruel, acercándose aún más. —No, me disfrazo porque quiero que confundas el amor con la rendición. Quiero ver en tus ojos el momento exacto en que dejas de resistir. La mente de Darküs se quebraba poco a poco. Encadenado, debilitado, incapaz de defenderse, fue forzado a ceder. Su alma se sintió mancillada, rota, y humillado como si hubiera traicionado todo lo que era. Y sucumbió sintiéndose culpable y débil. Isla, guiada por un presentimiento feroz, corrió por las calles hasta dar con él. El vínculo la guiaba, el dolor en su pecho confirmaba lo que temía. Y cuando lo encontró, encadenado y humillado, algo en ella explotó. La loba tomó el control, lanzándose contra la súcubo con furia salvaje. Ambas rodaron por el suelo, y los colmillos de Isla desgarraron la carne hasta arrancar la verdadera forma del demonio. La súcubo chillaba con un grito antinatural, pero nada pudo detener la furia de una loba protegiendo a su pareja. Isla hundió sus garras en su torso hasta escuchar los huesos quebrarse y finalmente arrancó su cabeza. Cubierta de sangre y jadeando, giró hacia él. Lo vio encadenado, respirando como un animal moribundo, la piel marcada por la plata, los ojos velados por el dolor y la vergüenza. Se lanzó a su lado, tirando de las cadenas con colmillos y garras, aun cuando el metal le quemaba la piel. —No… —gruñó él débilmente, negándose—. Déjame… no merezco… Pero Isla ignoró su suplica. Entre gemidos de dolor y sangre, logró romper un eslabón, y él, forzando su último aliento, tiró también. El metal cedió. Darküs cayó contra ella, inconsciente, derrotado, con la mirada rota de alguien que sentía que lo había perdido todo. Fue entonces cuando la luz llenó la habitación. Apolo descendió, dorado y terrible, su sola presencia obligando a Isla a entrecerrar los ojos. Ella abrazó a Darküs con desesperación, cubriéndolo con su cuerpo, como si temiera que la luz lo arrancara de sus brazos. —¡No lo dejes morir! —suplicó entre sollozos—. Te lo ruego, no se merece este final. Apolo la observó en silencio antes de hablar con voz solemne. —No debiste transformarte en tu estado. Has puesto en riesgo la vida de tu hijo. El equilibrio exige un precio. Decide: tu hombre… o el niño que llevas en el vientre. (Continuará....)
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    Esos recuerdos cuando llevé por cuatro años al Dios Apolo de Saint Seiya en una comunidad de rol.

    https://youtu.be/oBjDoK80kfY?si=zPLt7S8HA_Szn2mv
    _ Esos recuerdos cuando llevé por cuatro años al Dios Apolo de Saint Seiya en una comunidad de rol. https://youtu.be/oBjDoK80kfY?si=zPLt7S8HA_Szn2mv
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  • Cuando el dios del sol me eligió, vio en mí algo que no tienen los demás, un lobo nacido de la sombra con un corazón de luz. El blanco de mi pelaje no es belleza ni pureza, es contradicción, es el equilibrio imposible entre la bestia y la divinidad.

    Mientras otros licántropos se esconden bajo el gris o el negro de la oscuridad, yo brillo como un reflejo lunar que no puede ignorarse. En la batalla, mi pelaje me distingue, me convierte en un faro que despierta miedo en mis enemigos y esperanza en los pocos que merecen mi protección.

    No soy como otras manadas, soy el lobo que camina en solitario, el que Apolo marcó con su luz para cazar a las criaturas de la sombra. Mi blanco no es debilidad… es el peligro de que, cuando me muestro, la oscuridad no tiene dónde ocultarse, mis ojos plateados son el sello de esa verdad, una mirada que desnuda el alma, que intimida, que no permite mentiras, veo la verdad
    Cuando el dios del sol me eligió, vio en mí algo que no tienen los demás, un lobo nacido de la sombra con un corazón de luz. El blanco de mi pelaje no es belleza ni pureza, es contradicción, es el equilibrio imposible entre la bestia y la divinidad. Mientras otros licántropos se esconden bajo el gris o el negro de la oscuridad, yo brillo como un reflejo lunar que no puede ignorarse. En la batalla, mi pelaje me distingue, me convierte en un faro que despierta miedo en mis enemigos y esperanza en los pocos que merecen mi protección. No soy como otras manadas, soy el lobo que camina en solitario, el que Apolo marcó con su luz para cazar a las criaturas de la sombra. Mi blanco no es debilidad… es el peligro de que, cuando me muestro, la oscuridad no tiene dónde ocultarse, mis ojos plateados son el sello de esa verdad, una mirada que desnuda el alma, que intimida, que no permite mentiras, veo la verdad
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  • El Olimpo cada día se expande, crece y se regocija con la gente bonita. Poco a poco todo va cayendo en su lugar. Los sacrificios valen las pena, y con suerte... Este año vemos nacer a Macaría. Zagreus se casa con Harmonía y... ¿Yo? Yo disfrutaré de las mil aventuras risueñas con mis super amigos: Hermes, Than, Apolo, Dionisio, Lobaria, Mel, mi papá, y... Muchos otros más.

    Pero hoy por hoy, solo disfruto de unas copas de vino con Dioni.

    "La perseverancia lleva al camino de la meta" y por más que siempre tengamos bajas, nuestra existencia llegará hasta donde quieran llegar nuestros corazones, sisi~
    El Olimpo cada día se expande, crece y se regocija con la gente bonita. Poco a poco todo va cayendo en su lugar. Los sacrificios valen las pena, y con suerte... Este año vemos nacer a Macaría. Zagreus se casa con Harmonía y... ¿Yo? Yo disfrutaré de las mil aventuras risueñas con mis super amigos: Hermes, Than, Apolo, Dionisio, Lobaria, Mel, mi papá, y... Muchos otros más. Pero hoy por hoy, solo disfruto de unas copas de vino con Dioni. "La perseverancia lleva al camino de la meta" y por más que siempre tengamos bajas, nuestra existencia llegará hasta donde quieran llegar nuestros corazones, sisi~
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  • Un poco de mi campo, Apolo (El caballo) y Leo (El perro) son adorables, me siento muy bien acompañado con ellos y los demás animales, son lo que mas quiero
    Un poco de mi campo, Apolo (El caballo) y Leo (El perro) son adorables, me siento muy bien acompañado con ellos y los demás animales, son lo que mas quiero
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    Se busca personajes de Racord of Ragnarok Personajes Libres : ° Dioses : Zeus Odin Thor Apolo Anubis Zerofuku Shiva Hades Hercules Poseidon Beelzebud Hermes Susanoo no mikoto ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ ° La Humanidad : La Bu Jack Buddha Nikola Tesla Simo hayha Adan Qin shi huang Sasaki Kojiro. Leónidas sakata kintoki Michel Nostradamus Okita Souji > compromiso y roles > con o sin trama > amor y cariño. Entre otro personajes el ragnarok los espera,tambien son bienvenidos Oc's .
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  • Mmm al parecer mi nueva mascota quiero que me quede en casa

    Jsjs no creen que es lindo me recuerda a alguien

    Les presento a apolo
    Mmm al parecer mi nueva mascota quiero que me quede en casa Jsjs no creen que es lindo me recuerda a alguien Les presento a apolo
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  • Apolo bájale unos tonitos al sol
    Apolo bájale unos tonitos al sol
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