• Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    //Mil perdones por tardarme tanto en ponerme al día con los roles desde mañana y la semana entrante devolveré roles. No he olvidado ninguno de sus roles que les debo y sobretodo con las de Anillos, que tan regazada estoy con ella...
    //Mil perdones por tardarme tanto en ponerme al día con los roles desde mañana y la semana entrante devolveré roles. No he olvidado ninguno de sus roles que les debo y sobretodo con las de Anillos, que tan regazada estoy con ella...
    Me encocora
    2
    2 comentarios 0 compartidos 314 vistas
  • Cayó rendido apenas un par de horas luego de trabajar tanto durante la madrugada en arreglar todo, aunque terminó despertando de golpe, cayendo de la cama.

    —¡La boda! Auh...

    Se levantó rápidamente, corriendo a ducharse, ordenando a sus sirvientes tener su traje listo, las coronas, los anillos y cuanta parafernalia tenía preparada, volviendo a correr de un lado a otro, apenas quedándose quieto al entrar a bañarse.
    Cayó rendido apenas un par de horas luego de trabajar tanto durante la madrugada en arreglar todo, aunque terminó despertando de golpe, cayendo de la cama. —¡La boda! Auh... Se levantó rápidamente, corriendo a ducharse, ordenando a sus sirvientes tener su traje listo, las coronas, los anillos y cuanta parafernalia tenía preparada, volviendo a correr de un lado a otro, apenas quedándose quieto al entrar a bañarse.
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos 346 vistas
  • 𝓢𝐚𝐢𝐥𝐨𝐫𝐬 𝐭𝐞𝐥𝐥 𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐞𝐬, 𝓟𝐢𝐫𝐚𝐭𝐞𝐬 𝐦𝐚𝐤𝐞 𝐥𝐞𝐠𝐞𝐧𝐝𝐬!!
    Fandom ACOTAR
    Categoría Slice of Life
    Al timón de un imponente y excéntrico barco iba liderando la travesía Zima, un pirata (Aunque actualmente reconocido corsario) nacido en las costas de Hybern. Zima era un hombre educado y elegante, debería de medir casi los dos metros, y aún así usaba unas botas con algo de tacón, vestía de rojo, y su cabello era rizado y caía en bucles sobre sus hombros, tenía une elegante y bien cuidado bigote que le daba casi el aspecto de un burgués cortesano, sobre todo por las joyas que decoraban sus dedos, siete anillos.

    El primero de los anillos lo llevaba en el pulgar de la mano izquierda, era de hueso o tal vez de marfil, se suponía que esa clase de anillos no debían de mostrarse por que tenían un significado oscuro pero Zima lo exhibía con orgullo. El segundo anillo decoraba su dedo índice, era de oro, tenía engastada una gran piedra de color verde, casi se podría decir que era el anillo de un rey ¿Verdad? El tercer anillo descansaba en el pulgar de su mano izquierda, era de hierro, era ancho y tosco, y estaba grabado con unas palabras "Rumbo al horizonte", El cuarto y quinto anillo los portaba en el dedo corazón, era un conjunto de anillos de plata con unos rubíes engastados, era como si aquellos anillos hubieran sido forjados para estar juntos, para encontrarse el uno al otro. El sexto anillo descansaba en el anular, era un sencillo anillo de oro blanco, no había decoraciones, ni piedras preciosas, nada, solo un anillo de oro blanco. El séptimo anillo y último era invisible y estaba colocado en el meñique de Zima, era un anillo hecho con la brisa del mar y los vientos del este, era un anillo maldito.

    Zima, silbaba una saloma mientras giraba dos nudos a estribor, corrigiendo el rumbo de su travesía, iba a llegar a su destino en cualquier momento. Pronto, muy pronto atracaría en la depresión de tierra que separaba la corte Noche de la corte Día, y pronto muy pronto comenzaría su nuevo viaje.

    Zima, tras la caída del antiguo rey de Hybern había prometido ser Corsario y servir a la corona pero una vez que uno es pirata, siempre será pirata ¿Verdad? Bueno, técnicamente estuvo cumpliendo la promesa, sirvió al rey mientras estuvo vivo pero... Muerto el perro se acababa la rabia, jé. Zima era un buscador de la libertad eterna, un quebrantador de leyes nato, un ser caótico que tenía una única misión, por ahora, conseguir a un cuentacuentos, o mejor dicho a un vidente, para que le ayudase a encontrar cierto tesoro antaño desaparecido, no era de extrañar que un pirata buscase tesoros enterrados pero si uno leía bien entre las líneas de Zima podía darse cuenta que no era un piratucho común, que él iba más allá. Quería poder y estatus, quería gobernar los mares y ser considerado el rey de las mareas, quería... el poder que guardaba 𝓮𝓵 𝓽𝓮𝓼𝓸𝓻𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓶𝓪𝓻.
    Al timón de un imponente y excéntrico barco iba liderando la travesía Zima, un pirata (Aunque actualmente reconocido corsario) nacido en las costas de Hybern. Zima era un hombre educado y elegante, debería de medir casi los dos metros, y aún así usaba unas botas con algo de tacón, vestía de rojo, y su cabello era rizado y caía en bucles sobre sus hombros, tenía une elegante y bien cuidado bigote que le daba casi el aspecto de un burgués cortesano, sobre todo por las joyas que decoraban sus dedos, siete anillos. El primero de los anillos lo llevaba en el pulgar de la mano izquierda, era de hueso o tal vez de marfil, se suponía que esa clase de anillos no debían de mostrarse por que tenían un significado oscuro pero Zima lo exhibía con orgullo. El segundo anillo decoraba su dedo índice, era de oro, tenía engastada una gran piedra de color verde, casi se podría decir que era el anillo de un rey ¿Verdad? El tercer anillo descansaba en el pulgar de su mano izquierda, era de hierro, era ancho y tosco, y estaba grabado con unas palabras "Rumbo al horizonte", El cuarto y quinto anillo los portaba en el dedo corazón, era un conjunto de anillos de plata con unos rubíes engastados, era como si aquellos anillos hubieran sido forjados para estar juntos, para encontrarse el uno al otro. El sexto anillo descansaba en el anular, era un sencillo anillo de oro blanco, no había decoraciones, ni piedras preciosas, nada, solo un anillo de oro blanco. El séptimo anillo y último era invisible y estaba colocado en el meñique de Zima, era un anillo hecho con la brisa del mar y los vientos del este, era un anillo maldito. Zima, silbaba una saloma mientras giraba dos nudos a estribor, corrigiendo el rumbo de su travesía, iba a llegar a su destino en cualquier momento. Pronto, muy pronto atracaría en la depresión de tierra que separaba la corte Noche de la corte Día, y pronto muy pronto comenzaría su nuevo viaje. Zima, tras la caída del antiguo rey de Hybern había prometido ser Corsario y servir a la corona pero una vez que uno es pirata, siempre será pirata ¿Verdad? Bueno, técnicamente estuvo cumpliendo la promesa, sirvió al rey mientras estuvo vivo pero... Muerto el perro se acababa la rabia, jé. Zima era un buscador de la libertad eterna, un quebrantador de leyes nato, un ser caótico que tenía una única misión, por ahora, conseguir a un cuentacuentos, o mejor dicho a un vidente, para que le ayudase a encontrar cierto tesoro antaño desaparecido, no era de extrañar que un pirata buscase tesoros enterrados pero si uno leía bien entre las líneas de Zima podía darse cuenta que no era un piratucho común, que él iba más allá. Quería poder y estatus, quería gobernar los mares y ser considerado el rey de las mareas, quería... el poder que guardaba 𝓮𝓵 𝓽𝓮𝓼𝓸𝓻𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓶𝓪𝓻.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me endiabla
    Me shockea
    3
    7 turnos 0 maullidos 813 vistas
  • Mi jefa si que sabe lucirse a la hora de comprar los anillos de boda, estoy tan orgullosa de la pareja tan bonita que hacen
    Mi jefa si que sabe lucirse a la hora de comprar los anillos de boda, estoy tan orgullosa de la pareja tan bonita que hacen
    Me encocora
    1
    9 turnos 0 maullidos 245 vistas
  • ¿ Me gastado casi un millón de euros en los anillos de casados ?

    Si lo he hecho.
    ¿ Me gastado casi un millón de euros en los anillos de casados ? Si lo he hecho.
    0 turnos 0 maullidos 327 vistas
  • — Alguna vez dejo de lado todos los disfraces; salgo tal cual soy. Cabello largo, una chaqueta
    de terciopelo, que me recuerda épocas pasadas, y un par de anillos de esmeraldas en la mano
    derecha. Y echo a andar con paso decidido por entre la multitud del centro de la ciudad, de
    esta encantadora y corrupta ciudad sureña; o deambulo lentamente por las playas de arenas
    blancas como la luna, respirando la cálida brisa.
    Nadie se queda mirándome más de un segundo. Hay demasiadas cosas inexplicables a
    nuestro alrededor: horrores, amenazas, misterios que atraen, y que luego inevitablemente
    desencantan. Y se regresa a lo previsible y a lo rutinario. El príncipe nunca va a llegar, todo el
    mundo lo sabe, y, además, quizá la Bella Durmiente esté muerta. ~
    — Alguna vez dejo de lado todos los disfraces; salgo tal cual soy. Cabello largo, una chaqueta de terciopelo, que me recuerda épocas pasadas, y un par de anillos de esmeraldas en la mano derecha. Y echo a andar con paso decidido por entre la multitud del centro de la ciudad, de esta encantadora y corrupta ciudad sureña; o deambulo lentamente por las playas de arenas blancas como la luna, respirando la cálida brisa. Nadie se queda mirándome más de un segundo. Hay demasiadas cosas inexplicables a nuestro alrededor: horrores, amenazas, misterios que atraen, y que luego inevitablemente desencantan. Y se regresa a lo previsible y a lo rutinario. El príncipe nunca va a llegar, todo el mundo lo sabe, y, además, quizá la Bella Durmiente esté muerta. ~
    0 turnos 0 maullidos 332 vistas
  • La Cena Silenciosa

    La mesa era enorme, de mármol blanco pulido, rodeada de sillas tapizadas en terciopelo gris. Un candelabro de cristal colgaba sobre ellos, iluminando la sala con una luz cálida pero distante, como si quisiera ofrecer consuelo sin lograrlo. La casa era, sin duda, un reflejo del éxito de su padre: todo impecable, todo caro, todo intocable. Pero para Cho, no era más que un escenario vacío.

    Sentada en una de las esquinas de la mesa, Cho observaba en silencio mientras su padre, su esposa y su hermanastro interactuaban como si ella no estuviera ahí. Su padre llevaba una camisa perfectamente planchada y hablaba animadamente con su esposa, una mujer que parecía diseñada para encajar en esa vida de lujo: cabello impecable, uñas perfectamente pintadas, y una sonrisa ensayada que solo usaba para quienes le importaban. Su hermanastro, un niño de seis años con energía desbordante, interrumpía constantemente, pidiendo más jugo o mostrando sus garabatos escolares.

    "Papá, mira esto, lo hice hoy en la escuela", dijo el niño, agitando un papel lleno de líneas torcidas y colores saturados.

    "¡Es increíble, campeón!", respondió su padre con una sonrisa amplia y genuina.

    Cho, por otro lado, se limitaba a picar la comida en su plato, sin probar bocado. Nadie le preguntó cómo había estado su día. Nadie notó que había llegado tarde porque había perdido el primer autobús. Nadie se percató de que no había dicho una sola palabra desde que se sentó.

    De vez en cuando, su padre la miraba de reojo, pero no decía nada. Tal vez no sabía qué decirle. Tal vez no le importaba. Cho ni siquiera podía recordar cuándo fue la última vez que tuvieron una conversación que fuera más allá de lo básico.

    "¿Te gusta el salmón, Cho?" preguntó la esposa de su padre de repente, rompiendo el silencio.

    Cho levantó la mirada y asintió ligeramente. — Sí, está bien —, murmuró, aunque no había probado un solo bocado.

    La mujer simplemente asintió y volvió a concentrarse en su marido, como si la respuesta de Cho no hubiera tenido relevancia alguna.

    Mientras los demás reían y compartían anécdotas, Cho se sentía cada vez más pequeña, más ajena. Esta no era su familia. No importaba cuántas cenas compartieran o cuántas veces su padre intentara incluirla en su vida perfecta, siempre sería la hija del matrimonio anterior, la pieza que nunca encajaba.

    Terminó la cena sin decir nada más. Se levantó para llevar su plato a la cocina, pero nadie lo notó. Luego subió las escaleras hacia su habitación, su único refugio en esa casa.

    Al abrir la puerta, la familiaridad de su espacio la tranquilizó un poco. La habitación era grande, con muebles de madera tallada a mano y sábanas de las mejores telas, todo elegido con el dinero de su padre, quizá como una forma de limpiar su conciencia. Pero Cho se había asegurado de que el lugar tuviera su propio toque. Las paredes estaban cubiertas de pósters de sus bandas favoritas, un contraste extraño pero reconfortante con los acabados lujosos. Había estanterías repletas de libros de magia, cristales y objetos esotéricos, y veladoras que llenaban el aire con un tenue aroma a lavanda y sándalo. Sobre el escritorio, varios collares, anillos y pequeños amuletos se esparcían desordenadamente, junto con un diario abierto, donde a veces volcaba pensamientos que no podía decir en voz alta.

    Se dejó caer sobre la cama, mirando el techo alto decorado con molduras intrincadas. Aunque había llenado la habitación con cosas que la representaban, el espacio seguía pareciendo ajeno. Todo en esa casa le recordaba que no pertenecía ahí, ni a esa vida, ni a esa familia.

    Tomó una de las veladoras de su mesita y la encendió, observando la llama parpadear en el aire quieto. Quizá, pensó, el dinero podía comprar muebles lujosos y un techo perfecto, pero no podía comprar amor, ni cercanía, ni ese hogar que había perdido hacía mucho tiempo.
    La Cena Silenciosa La mesa era enorme, de mármol blanco pulido, rodeada de sillas tapizadas en terciopelo gris. Un candelabro de cristal colgaba sobre ellos, iluminando la sala con una luz cálida pero distante, como si quisiera ofrecer consuelo sin lograrlo. La casa era, sin duda, un reflejo del éxito de su padre: todo impecable, todo caro, todo intocable. Pero para Cho, no era más que un escenario vacío. Sentada en una de las esquinas de la mesa, Cho observaba en silencio mientras su padre, su esposa y su hermanastro interactuaban como si ella no estuviera ahí. Su padre llevaba una camisa perfectamente planchada y hablaba animadamente con su esposa, una mujer que parecía diseñada para encajar en esa vida de lujo: cabello impecable, uñas perfectamente pintadas, y una sonrisa ensayada que solo usaba para quienes le importaban. Su hermanastro, un niño de seis años con energía desbordante, interrumpía constantemente, pidiendo más jugo o mostrando sus garabatos escolares. "Papá, mira esto, lo hice hoy en la escuela", dijo el niño, agitando un papel lleno de líneas torcidas y colores saturados. "¡Es increíble, campeón!", respondió su padre con una sonrisa amplia y genuina. Cho, por otro lado, se limitaba a picar la comida en su plato, sin probar bocado. Nadie le preguntó cómo había estado su día. Nadie notó que había llegado tarde porque había perdido el primer autobús. Nadie se percató de que no había dicho una sola palabra desde que se sentó. De vez en cuando, su padre la miraba de reojo, pero no decía nada. Tal vez no sabía qué decirle. Tal vez no le importaba. Cho ni siquiera podía recordar cuándo fue la última vez que tuvieron una conversación que fuera más allá de lo básico. "¿Te gusta el salmón, Cho?" preguntó la esposa de su padre de repente, rompiendo el silencio. Cho levantó la mirada y asintió ligeramente. — Sí, está bien —, murmuró, aunque no había probado un solo bocado. La mujer simplemente asintió y volvió a concentrarse en su marido, como si la respuesta de Cho no hubiera tenido relevancia alguna. Mientras los demás reían y compartían anécdotas, Cho se sentía cada vez más pequeña, más ajena. Esta no era su familia. No importaba cuántas cenas compartieran o cuántas veces su padre intentara incluirla en su vida perfecta, siempre sería la hija del matrimonio anterior, la pieza que nunca encajaba. Terminó la cena sin decir nada más. Se levantó para llevar su plato a la cocina, pero nadie lo notó. Luego subió las escaleras hacia su habitación, su único refugio en esa casa. Al abrir la puerta, la familiaridad de su espacio la tranquilizó un poco. La habitación era grande, con muebles de madera tallada a mano y sábanas de las mejores telas, todo elegido con el dinero de su padre, quizá como una forma de limpiar su conciencia. Pero Cho se había asegurado de que el lugar tuviera su propio toque. Las paredes estaban cubiertas de pósters de sus bandas favoritas, un contraste extraño pero reconfortante con los acabados lujosos. Había estanterías repletas de libros de magia, cristales y objetos esotéricos, y veladoras que llenaban el aire con un tenue aroma a lavanda y sándalo. Sobre el escritorio, varios collares, anillos y pequeños amuletos se esparcían desordenadamente, junto con un diario abierto, donde a veces volcaba pensamientos que no podía decir en voz alta. Se dejó caer sobre la cama, mirando el techo alto decorado con molduras intrincadas. Aunque había llenado la habitación con cosas que la representaban, el espacio seguía pareciendo ajeno. Todo en esa casa le recordaba que no pertenecía ahí, ni a esa vida, ni a esa familia. Tomó una de las veladoras de su mesita y la encendió, observando la llama parpadear en el aire quieto. Quizá, pensó, el dinero podía comprar muebles lujosos y un techo perfecto, pero no podía comprar amor, ni cercanía, ni ese hogar que había perdido hacía mucho tiempo.
    Me entristece
    Me encocora
    4
    0 turnos 0 maullidos 684 vistas
  • Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 Bloom Night

    —Despues de estar buscando por todos los anillos del infierno, Slyther había hallado a la niña y resistiéndose a comérsela, ya que estaba muerto de hambre, priorizó la orden de su creador.

    Y deslizándose con la niña sobre él, regresó—

    //que si no me bajan la imagen.
    [LuciHe11] [Bloom_Night] —Despues de estar buscando por todos los anillos del infierno, Slyther había hallado a la niña y resistiéndose a comérsela, ya que estaba muerto de hambre, priorizó la orden de su creador. Y deslizándose con la niña sobre él, regresó— //que si no me bajan la imagen.
    Me gusta
    1
    7 turnos 1 maullido 602 vistas
  • —No, no puede...

    Le llegó un golpe de realidad que terminó desmoronando demasiadas cosas, como una ola que de repente destruye un castillo en la arena, sintiéndose impotente por no poder hacer más.

    Miraba aquel par de anillos, consciente de que, por más que lo prometiera y quisiera, seguía siendo incapaz de cumplir esa promesa.

    —Maldita sea... ¡Mierda!

    Terminó destruyendo el escritorio con sólo un golpe, frustrado por completo, maquilando alguna solución, debía existir, algo debía poder hacer sin llegar a destruir todo por lo que tanto esperó.
    —No, no puede... Le llegó un golpe de realidad que terminó desmoronando demasiadas cosas, como una ola que de repente destruye un castillo en la arena, sintiéndose impotente por no poder hacer más. Miraba aquel par de anillos, consciente de que, por más que lo prometiera y quisiera, seguía siendo incapaz de cumplir esa promesa. —Maldita sea... ¡Mierda! Terminó destruyendo el escritorio con sólo un golpe, frustrado por completo, maquilando alguna solución, debía existir, algo debía poder hacer sin llegar a destruir todo por lo que tanto esperó.
    Me shockea
    Me entristece
    2
    0 turnos 0 maullidos 254 vistas
  • #BitchLife

    Viernes por la noche en el Black Butterfly. Nathan recién comienza su turno. Luce impecable. Su cabello ondulado cae libremente sobre sus hombros, perfectamente peinado para darle un aire despreocupado, mientras un toque de iluminador resalta sus pómulos. Lleva los ojos delineados en negro, realzando el verde de su mirada con un toque ahumado que le da una expresión entre seductora y desafiante.

    La camisa de seda, de un color profundo, casi negro, suelta destellos juguetones bajo las luces del club y se ajusta a su figura, insinuando tanto como revela. Sus pantalones de cuero, ceñidos a las caderas, realzan su silueta esbelta, y un par de botines de tacón bajo completan el conjunto, dándole unos centímetros de altura y un andar seguro. En una de sus manos, luce varios anillos de plata, que tintinean levemente mientras mezcla y sirve los tragos, y sus labios están pintados de un tono sutilmente brillante, invitando a mirarlo con atención.

    Desde detrás de la barra, observa a los clientes con una sonrisa traviesa mientras prepara un par de tragos. Al entregarlos, guiña un ojo con coquetería.

    --- Aquí tienes. Dulce y fuerte... casi tanto como yo~
    #BitchLife Viernes por la noche en el Black Butterfly. Nathan recién comienza su turno. Luce impecable. Su cabello ondulado cae libremente sobre sus hombros, perfectamente peinado para darle un aire despreocupado, mientras un toque de iluminador resalta sus pómulos. Lleva los ojos delineados en negro, realzando el verde de su mirada con un toque ahumado que le da una expresión entre seductora y desafiante. La camisa de seda, de un color profundo, casi negro, suelta destellos juguetones bajo las luces del club y se ajusta a su figura, insinuando tanto como revela. Sus pantalones de cuero, ceñidos a las caderas, realzan su silueta esbelta, y un par de botines de tacón bajo completan el conjunto, dándole unos centímetros de altura y un andar seguro. En una de sus manos, luce varios anillos de plata, que tintinean levemente mientras mezcla y sirve los tragos, y sus labios están pintados de un tono sutilmente brillante, invitando a mirarlo con atención. Desde detrás de la barra, observa a los clientes con una sonrisa traviesa mientras prepara un par de tragos. Al entregarlos, guiña un ojo con coquetería. --- Aquí tienes. Dulce y fuerte... casi tanto como yo~
    Me gusta
    Me endiabla
    3
    0 turnos 0 maullidos 601 vistas
Ver más resultados
Patrocinados