El aire en el pasillo se volvió denso, cargado con el olor metálico del miedo y el almizcle húmedo de las alimañas. Las luces fluorescentes parpadeaban con un zumbido errático, proyectando sombras alargadas que parecían cobrar vida propia en las paredes. En el centro de ese caos visual, la figura de Makima permanecía como un ancla de calma absoluta; una quietud antinatural, casi depredadora.
Ella no parpadeaba. Sus ojos, dorados y marcados por esos anillos concéntricos e hipnóticos, se clavaron en su presa con una intensidad que parecía desnudar el alma. A sus pies, un mar de ratas comenzó a emerger de las sombras, moviéndose no como animales individuales, sino como una masa única y obediente que rodeaba sus botas negras.
—Dime... —comenzó ella, su voz fluyendo a través del pasillo como una seda fría que se enreda en la garganta—. ¿Conoces la fábula del ratón de campo y el ratón de ciudad?—
Dio un paso al frente. El sonido de su tacón contra el suelo fue seco, definitivo. Las ratas se apartaron con una precisión militar, chillando suavemente mientras formaban un camino para su ama.
—El ratón de ciudad se deleita con banquetes y lujos, pero duerme con un ojo abierto, sabiendo que el veneno o las trampas pueden terminar con él en cualquier instante. El ratón de campo, por el contrario, se conforma con granos secos y la seguridad de su agujero... una paz comprada con el precio de la mediocridad.—
Se detuvo a una distancia mínima, obligando al otro a inclinar la cabeza hacia atrás para sostenerle la mirada. El aura de la mujer se expandió, una presión invisible que hacía que el pecho pesara y el instinto de supervivencia gritara por una salida que ella ya había bloqueado.
—La mayoría de los humanos son ratones de campo. Prefieren la ilusión de la paz mientras se marchitan en su propia insignificancia. —Una sonrisa tenue, gélida y carente de rastro humano, curvó sus labios—. Pero los que me interesan... los que realmente valen la pena... son los que eligen el riesgo. ¿Y tú? Si te ofreciera la gloria a cambio de tu libertad... ¿qué tipo de ratón elegirías ser antes de que cierre la trampa?—
La tensión en el aire era tan sólida que parecía a punto de cristalizarse. Ante el silencio sepulcral, solo roto por el frenético latido del corazón de su presa, Makima soltó una pequeña risa. Fue un sonido sutil, perturbadoramente dulce y cristalino, casi infantil, que desentonaba violentamente con la carnicería inminente.
—Qué lástima... —murmuró, como quien lamenta un juguete roto—. Al final, todos los ratones terminan igual....—
Con una elegancia letal, alzó su mano derecha. Cerró el puño dejando solo los dedos índice y corazón extendidos, apuntando directamente al centro del pecho de la figura frente a ella. El gesto era casual, casi un juego de niños.
—Bang.~
No hubo estruendo, solo una onda de choque invisible y devastadora. En un pestañeo, el cuerpo de su presa estalló desde dentro hacia fuera. Un torbellino de rojo intenso salpicó las paredes y el techo, dejando restos esparcidos en un cuadro dantesco de carne y silencio. La mujer ni siquiera se inmutó ante la lluvia carmesí. Permaneció allí un segundo más, con los ojos brillando en la penumbra, mientras las ratas a sus pies se agitaban en un frenesí salvaje.
Lentamente, su figura comenzó a desdibujarse, fundiéndose con las sombras densas del suelo. Justo antes de que el último rastro de su presencia se desvaneciera en la oscuridad, el aire transportó un sonido final. No fue un lamento, ni una despedida, sino una risilla traviesa y juguetona; un eco breve que resonó en el pasillo ensangrentado como si todo lo ocurrido no hubiera sido más que un truco divertido.
Luego, el silencio absoluto volvió a reinar, roto únicamente por el zumbido eléctrico de las luces parpadeantes sobre los restos de lo que alguna vez fue un ratón de ciudad.
— L̶a̶ ̶J̶a̶u̶l̶a̶ ̶I̶n̶v̶i̶s̶i̶b̶l̶e̶:̶ ̶E̶l̶ ̶V̶e̶r̶e̶d̶i̶c̶t̶o̶ ̶d̶e̶ ̶l̶a̶ ̶C̶a̶z̶a̶d̶o̶r̶a̶.
El aire en el pasillo se volvió denso, cargado con el olor metálico del miedo y el almizcle húmedo de las alimañas. Las luces fluorescentes parpadeaban con un zumbido errático, proyectando sombras alargadas que parecían cobrar vida propia en las paredes. En el centro de ese caos visual, la figura de Makima permanecía como un ancla de calma absoluta; una quietud antinatural, casi depredadora.
Ella no parpadeaba. Sus ojos, dorados y marcados por esos anillos concéntricos e hipnóticos, se clavaron en su presa con una intensidad que parecía desnudar el alma. A sus pies, un mar de ratas comenzó a emerger de las sombras, moviéndose no como animales individuales, sino como una masa única y obediente que rodeaba sus botas negras.
—Dime... —comenzó ella, su voz fluyendo a través del pasillo como una seda fría que se enreda en la garganta—. ¿Conoces la fábula del ratón de campo y el ratón de ciudad?—
Dio un paso al frente. El sonido de su tacón contra el suelo fue seco, definitivo. Las ratas se apartaron con una precisión militar, chillando suavemente mientras formaban un camino para su ama.
—El ratón de ciudad se deleita con banquetes y lujos, pero duerme con un ojo abierto, sabiendo que el veneno o las trampas pueden terminar con él en cualquier instante. El ratón de campo, por el contrario, se conforma con granos secos y la seguridad de su agujero... una paz comprada con el precio de la mediocridad.—
Se detuvo a una distancia mínima, obligando al otro a inclinar la cabeza hacia atrás para sostenerle la mirada. El aura de la mujer se expandió, una presión invisible que hacía que el pecho pesara y el instinto de supervivencia gritara por una salida que ella ya había bloqueado.
—La mayoría de los humanos son ratones de campo. Prefieren la ilusión de la paz mientras se marchitan en su propia insignificancia. —Una sonrisa tenue, gélida y carente de rastro humano, curvó sus labios—. Pero los que me interesan... los que realmente valen la pena... son los que eligen el riesgo. ¿Y tú? Si te ofreciera la gloria a cambio de tu libertad... ¿qué tipo de ratón elegirías ser antes de que cierre la trampa?—
La tensión en el aire era tan sólida que parecía a punto de cristalizarse. Ante el silencio sepulcral, solo roto por el frenético latido del corazón de su presa, Makima soltó una pequeña risa. Fue un sonido sutil, perturbadoramente dulce y cristalino, casi infantil, que desentonaba violentamente con la carnicería inminente.
—Qué lástima... —murmuró, como quien lamenta un juguete roto—. Al final, todos los ratones terminan igual....—
Con una elegancia letal, alzó su mano derecha. Cerró el puño dejando solo los dedos índice y corazón extendidos, apuntando directamente al centro del pecho de la figura frente a ella. El gesto era casual, casi un juego de niños.
—Bang.~
No hubo estruendo, solo una onda de choque invisible y devastadora. En un pestañeo, el cuerpo de su presa estalló desde dentro hacia fuera. Un torbellino de rojo intenso salpicó las paredes y el techo, dejando restos esparcidos en un cuadro dantesco de carne y silencio. La mujer ni siquiera se inmutó ante la lluvia carmesí. Permaneció allí un segundo más, con los ojos brillando en la penumbra, mientras las ratas a sus pies se agitaban en un frenesí salvaje.
Lentamente, su figura comenzó a desdibujarse, fundiéndose con las sombras densas del suelo. Justo antes de que el último rastro de su presencia se desvaneciera en la oscuridad, el aire transportó un sonido final. No fue un lamento, ni una despedida, sino una risilla traviesa y juguetona; un eco breve que resonó en el pasillo ensangrentado como si todo lo ocurrido no hubiera sido más que un truco divertido.
Luego, el silencio absoluto volvió a reinar, roto únicamente por el zumbido eléctrico de las luces parpadeantes sobre los restos de lo que alguna vez fue un ratón de ciudad.
Por si no fuera poco que debía casarse con una pulga insoportable, y un verdadero dolor en el trasero, ahora se encontraba con el peor de los humores.
Ceño fruncido y de brazos cruzados mientras se encontraba recostado en una cama.
El cascabel en la punta de su cola al agitarse sonando una vez más, con rabia contenida e intensidad. Un vendaje alrededor de su cola en el lugar donde Arackniss lo había mordido
Quería largarse de allí.
Al menos debía darle el reconocimiento a su grano en el culo (arackniss, por supuesto) de haber logrado que estuviera a un céntimo de mandar todo a tomar por culo. Si allí seguía era porque, luego de insistirle y joderlo hasta el cansancio (desde su perspectiva), Henroin lo había convencido de no romper el compromiso y seguir adelante. No le sorprendía, después de todo él era el único boleto entre anillos infernales que el mafioso tenía. Pero eso no descartaba que ahora estuviera de un rebosante pésimo humor
Por si no fuera poco que debía casarse con una pulga insoportable, y un verdadero dolor en el trasero, ahora se encontraba con el peor de los humores.
Ceño fruncido y de brazos cruzados mientras se encontraba recostado en una cama.
El cascabel en la punta de su cola al agitarse sonando una vez más, con rabia contenida e intensidad. Un vendaje alrededor de su cola en el lugar donde [Grumpyspid3r] lo había mordido
Quería largarse de allí.
Al menos debía darle el reconocimiento a su grano en el culo (arackniss, por supuesto) de haber logrado que estuviera a un céntimo de mandar todo a tomar por culo. Si allí seguía era porque, luego de insistirle y joderlo hasta el cansancio (desde su perspectiva), Henroin lo había convencido de no romper el compromiso y seguir adelante. No le sorprendía, después de todo él era el único boleto entre anillos infernales que el mafioso tenía. Pero eso no descartaba que ahora estuviera de un rebosante pésimo humor
-comento terminando de doblar el cuello de su camisa observando el reflejo en el espejo, sacudió sus alas antes de esconderlas lo mejor que pudo tras su espalda, se sentó sobre la mesa poniéndose la exagerada cantidad de anillos, cadenas y demás decoraciones. Una a una con extremo cuidado de que cada objeto quedará en su lugar.
Le costó , más de unos minutos, Quizás unas horas pero al fin había logrado vestirse para la ocasión . Se recostó sobre la cama esperando a que su invitado ¿Quizás cliente? No..... Algo más.....
Trago saliva ¿A esas alturas que son? Socios, amigos, ,camaradas... Quizás pa...parej.... No eso último jamás pasaría, solo es un puto más nadie, ni siquiera esa persona lo vería más que como la puta que era...
Tomo la copa de licor que su robot le ofrecía para relajar los nervios de su amo, miro la puerta esperando a que apareciera aquel ser . Es conciente de que es extremadamente poco probable de que el entienda porque está vestido así y no con menos ropa para lo que estaba por pasar, pero al menos en su mente no se olvida cuando conoció por primera vez a Vox el usaba esa misma ropa, aún sin aquel sombrero que nunca se quitaba ya que meses después sería un regalo de su parte. Miro de reojo a su sirviente robot. Esa ropa significaba mucho para el, fue el inicio de lo que realmente pudo llamar vida -
Me veo bien ?
Estoy seguro que no lo vas a recordar
-comento terminando de doblar el cuello de su camisa observando el reflejo en el espejo, sacudió sus alas antes de esconderlas lo mejor que pudo tras su espalda, se sentó sobre la mesa poniéndose la exagerada cantidad de anillos, cadenas y demás decoraciones. Una a una con extremo cuidado de que cada objeto quedará en su lugar.
Le costó , más de unos minutos, Quizás unas horas pero al fin había logrado vestirse para la ocasión . Se recostó sobre la cama esperando a que su invitado ¿Quizás cliente? No..... Algo más.....
Trago saliva ¿A esas alturas que son? Socios, amigos, ,camaradas... Quizás pa...parej.... No eso último jamás pasaría, solo es un puto más nadie, ni siquiera esa persona lo vería más que como la puta que era...
Tomo la copa de licor que su robot le ofrecía para relajar los nervios de su amo, miro la puerta esperando a que apareciera aquel ser . Es conciente de que es extremadamente poco probable de que el entienda porque está vestido así y no con menos ropa para lo que estaba por pasar, pero al menos en su mente no se olvida cuando conoció por primera vez a [FuckA1astor] el usaba esa misma ropa, aún sin aquel sombrero que nunca se quitaba ya que meses después sería un regalo de su parte. Miro de reojo a su sirviente robot. Esa ropa significaba mucho para el, fue el inicio de lo que realmente pudo llamar vida -
Me veo bien ?
-¡La señal se encendió como un árbol de Navidad! Al instante, se desató una alegre melodía festiva, como un villancico hecho a la medida de cada uno de los anillos infernales. ¡Se oía un canto lleno de júbilo y entusiasmo!-
-¡La señal se encendió como un árbol de Navidad! Al instante, se desató una alegre melodía festiva, como un villancico hecho a la medida de cada uno de los anillos infernales. ¡Se oía un canto lleno de júbilo y entusiasmo!-
https://youtu.be/UqWrT6ihO38?si=C__qeQijgkygVizE
-Se podía oír la aguja raspando un disco de vinilo, seguido por un jingle de trompetas de jazz con un tono ligeramente distorsionado trasmitirmdose por todos los anillos del infierno.-
¡Aaah, sí! Muy Buenas tardes, ciudad pentagrama Es la hora estelar. Coge asiento, querido. Relájate. Te lo has ganado.
Estamos transmitiendo en vivo... desde el mismísimo ¡HAZBIN HOTEL! para llegar a ustedes , porque la temperatura subirá drásticamente en los próximos instantes. No te alarmes; es solo nuestro ambiente
-Mi voz se vuelve un poco más cercana y confidencial-
Después de todo, este es 'El Club de la Condena'. El único lugar donde el pecado no se castiga, se celebra con música de su preferencia y las historias más... ardientes que jamás se puedan imaginar y no olvidemos esos deleitables gritos que los harán estremecer.
-Una de mis sombras hizo sonar el piano, elegante y un poco siniestro.-
Los chismes están frescos, las almas están listas para bailar, y yo como buen anfitrión, si más fiel locutor ALASTOR EL DEMONIO DE LA RADIO, está aquí para garantizar que te olvides de toda esa molesta decencia por la que has estado luchando.
Sé que la espera ha sido una dulce tortura. Pero la tortura ha terminado. Este éxtasis sónico, esta indulgencia, llega por cortesía de una fiel devota de... ¡El Anillo de la Gula! Un aplauso para su exquisito apetito, chérie.
-En cuanto mis dedos rodearon el micrófono, la orquesta de mis sombras se desató. Mi voz emergió, ardiente e insinuante, más mi mirada reflejaba otra intención diferente-
-Se podía oír la aguja raspando un disco de vinilo, seguido por un jingle de trompetas de jazz con un tono ligeramente distorsionado trasmitirmdose por todos los anillos del infierno.-
¡Aaah, sí! Muy Buenas tardes, ciudad pentagrama Es la hora estelar. Coge asiento, querido. Relájate. Te lo has ganado.
Estamos transmitiendo en vivo... desde el mismísimo ¡HAZBIN HOTEL! para llegar a ustedes , porque la temperatura subirá drásticamente en los próximos instantes. No te alarmes; es solo nuestro ambiente
-Mi voz se vuelve un poco más cercana y confidencial-
Después de todo, este es 'El Club de la Condena'. El único lugar donde el pecado no se castiga, se celebra con música de su preferencia y las historias más... ardientes que jamás se puedan imaginar y no olvidemos esos deleitables gritos que los harán estremecer.
-Una de mis sombras hizo sonar el piano, elegante y un poco siniestro.-
Los chismes están frescos, las almas están listas para bailar, y yo como buen anfitrión, si más fiel locutor ALASTOR EL DEMONIO DE LA RADIO, está aquí para garantizar que te olvides de toda esa molesta decencia por la que has estado luchando.
Sé que la espera ha sido una dulce tortura. Pero la tortura ha terminado. Este éxtasis sónico, esta indulgencia, llega por cortesía de una fiel devota de... ¡El Anillo de la Gula! Un aplauso para su exquisito apetito, chérie.
-En cuanto mis dedos rodearon el micrófono, la orquesta de mis sombras se desató. Mi voz emergió, ardiente e insinuante, más mi mirada reflejaba otra intención diferente-
https://youtu.be/aN8vnzNWa60?si=0GxosOrkfq1yh1qs
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Había muchas cosas en el mundo, mucho más grande de lo que cualquier inmortal, incluso, imaginaria. Posibilidades infinitas, tanto como lo era el mismo universo.
Había reglas cuyas existencias eran desconocidas incluso para los más sabios. Realidades, experiencias, poderes .... Incluso mundos que ni el mismo Dios en persona era capaz de imaginar.
Mundos hermosos. Mundos perfectas... Y mundos rotos. Destruídos hasta la médula. Agonizantes y masacrados hasta el punto que nada quedaba; solo terror, oscuridad y, a veces, una soledad sofocante.
Y aún así, en medio de todo ese bien y mal. De esa perfección y esa putrefacción. Aún en medio de lo desesperado y carente de sueño... También podía haber sobrevivientes. Guerreros. Luchadores. Soñadores...
— Maldita sea. Esta vez tiene que funcionar —
Había marcas. Marcas imborrables creadas por la vida y la experiencia. Por las decisiones tomadas y las consecuencias.
En algún lugar remoto, donde ya nada quedaba salvo la muerte. Aún había esperanza. Una pequeña luz incansable que no se rendía y que, después de mucho tiempo, sus esfuerzos parecieron rendir.
Aún entre el terror y la oscuridad, en otro mundo donde, aunque la vida era un infierno (literalmente) pero cuya vida aún brillaba... Un espejo pareció reflejar la misma vida. El mismo brillo. La ensoñación y la esperanza.
Tal vez en algún lugar, tal vez en algún edificio, tal vez en alguna torre. ¿Dónde? Probablemente donde nadie estaba mirando en ese momento. Pero había un espejo, un único en todos los anillos del infierno, cuyo reflejó no mostró lo que veía.
Una distorsión, una oscuridad, una realidad... Del otro lado nada era brillante. No había vida y no había esperanza. Salvo por una única silueta que se vio poco después asomándose por el espejo.
Una silueta cansada, tal vez hasta destruida, pero no derrumbada. Una silueta en cuya mirada se denotaba el cansancio pero también la determinación y la victoria por haber conseguido por lo que tanto tiempo trabajo.
Una rosada mirada intensa que amenazaba con peligrosa astucia y fiereza.
El reflejo tembló y el vidrio del espejo pareció crear ondas como el agua cuando aquella silueta extendió su mano. Una mano que atravesó el vidrio. Que cruzó al otro lado... Y pronto, aquella silueta ya no estaba en lo que el espejo reflejó. No. Ahora era alguien real. Ahora sus pies estaban sobre el lado rebosante de vida infernal. Había cruzado el espejo en su totalidad.
Su ropa sucia y rota. Pero irónicamente aún parecía mantener el estilo... Aún así, aquella apariencia era la marca de la supervivencia. De la dura vida pasada.
Su rostro denotaba seriedad, pero pronto, ya del otro lado, sus labios se curvaron en una sonrisa victoriosa.
Levantó una de sus manos cerrada en un puño y, con fuerza, lo llevó detrás de ella sin siquiera voltear. Golpeando el, nuevamente sólido, vidrio del espejo que no demoró en quebrarse. Astillarse en millones de pedazos tal como estaba de astillado y roto el mundo de donde había provenido. Un mundo que, antes de desaparecer ante el estallido del vidrio a romperse, llegó a reflejar escalofriantes criaturas jamás imaginadas apareciendo de repente. Monstruos de pesadillas que apenas se hubieran llegado a ver.
Pero con el espejo roto, la visión del otro lado desapareció. Tal vez una rara pesadilla que alguien drogado pudo haber imaginado ¿O no?
— Espérame, V. Ya llegué —
꧁༒☬ ƖƖɛɠąɖą - ɱơŋơཞơƖ ☬༒꧂
Había muchas cosas en el mundo, mucho más grande de lo que cualquier inmortal, incluso, imaginaria. Posibilidades infinitas, tanto como lo era el mismo universo.
Había reglas cuyas existencias eran desconocidas incluso para los más sabios. Realidades, experiencias, poderes .... Incluso mundos que ni el mismo Dios en persona era capaz de imaginar.
Mundos hermosos. Mundos perfectas... Y mundos rotos. Destruídos hasta la médula. Agonizantes y masacrados hasta el punto que nada quedaba; solo terror, oscuridad y, a veces, una soledad sofocante.
Y aún así, en medio de todo ese bien y mal. De esa perfección y esa putrefacción. Aún en medio de lo desesperado y carente de sueño... También podía haber sobrevivientes. Guerreros. Luchadores. Soñadores...
— Maldita sea. Esta vez tiene que funcionar —
Había marcas. Marcas imborrables creadas por la vida y la experiencia. Por las decisiones tomadas y las consecuencias.
En algún lugar remoto, donde ya nada quedaba salvo la muerte. Aún había esperanza. Una pequeña luz incansable que no se rendía y que, después de mucho tiempo, sus esfuerzos parecieron rendir.
Aún entre el terror y la oscuridad, en otro mundo donde, aunque la vida era un infierno (literalmente) pero cuya vida aún brillaba... Un espejo pareció reflejar la misma vida. El mismo brillo. La ensoñación y la esperanza.
Tal vez en algún lugar, tal vez en algún edificio, tal vez en alguna torre. ¿Dónde? Probablemente donde nadie estaba mirando en ese momento. Pero había un espejo, un único en todos los anillos del infierno, cuyo reflejó no mostró lo que veía.
Una distorsión, una oscuridad, una realidad... Del otro lado nada era brillante. No había vida y no había esperanza. Salvo por una única silueta que se vio poco después asomándose por el espejo.
Una silueta cansada, tal vez hasta destruida, pero no derrumbada. Una silueta en cuya mirada se denotaba el cansancio pero también la determinación y la victoria por haber conseguido por lo que tanto tiempo trabajo.
Una rosada mirada intensa que amenazaba con peligrosa astucia y fiereza.
El reflejo tembló y el vidrio del espejo pareció crear ondas como el agua cuando aquella silueta extendió su mano. Una mano que atravesó el vidrio. Que cruzó al otro lado... Y pronto, aquella silueta ya no estaba en lo que el espejo reflejó. No. Ahora era alguien real. Ahora sus pies estaban sobre el lado rebosante de vida infernal. Había cruzado el espejo en su totalidad.
Su ropa sucia y rota. Pero irónicamente aún parecía mantener el estilo... Aún así, aquella apariencia era la marca de la supervivencia. De la dura vida pasada.
Su rostro denotaba seriedad, pero pronto, ya del otro lado, sus labios se curvaron en una sonrisa victoriosa.
Levantó una de sus manos cerrada en un puño y, con fuerza, lo llevó detrás de ella sin siquiera voltear. Golpeando el, nuevamente sólido, vidrio del espejo que no demoró en quebrarse. Astillarse en millones de pedazos tal como estaba de astillado y roto el mundo de donde había provenido. Un mundo que, antes de desaparecer ante el estallido del vidrio a romperse, llegó a reflejar escalofriantes criaturas jamás imaginadas apareciendo de repente. Monstruos de pesadillas que apenas se hubieran llegado a ver.
Pero con el espejo roto, la visión del otro lado desapareció. Tal vez una rara pesadilla que alguien drogado pudo haber imaginado ¿O no?
— Espérame, V. Ya llegué —
- En todos los anillos del infierno empezó a sintonizarse mientras en mi torre cantaba animado, recordando esos tiempos tan hermosos que tuve en vida -
https://youtu.be/IlPnKDKb1Ak?si=ujkvVI-EKwIRTm9x
:STK-54:
- En todos los anillos del infierno empezó a sintonizarse mientras en mi torre cantaba animado, recordando esos tiempos tan hermosos que tuve en vida -
Dicen que todo fugitivo deja un rastro.
Yo dejé cuatro….
Y algo más… un reflejo roto que ya no quería cargar.
La noche en que escapé de la Mansión Moretti, el silencio se estiraba entre las paredes como un animal dormido que podía despertar en cualquier momento.
Mis pasos eran tímidos, pero mi decisión ardía como un incendio.
En el vestíbulo principal, antes de cruzar la puerta que solo se abría en nacimientos, bodas o muertes, dejé sobre la mesa de mármol un pequeño cofre de madera oscura.
…
Mi renuncia.
Mi acto final como hija de esa casa.
…
Dentro acomodé los cuatro anillos que representaban los destinos que nunca pedimos.
El anillo de Luca: Oro pálido con el escudo Moretti.
El peso del deber que él jamás cuestionó… aunque sus ojos lo hicieran.
El anillo de Adriano:
Sencillo, con un rubí oculto en el interior. La rebeldía que él escondía mejor que sus temores.
El anillo de Giulia:
Perlas blancas, frías como el papel en el que se firmarán sus votos
Una pureza forzada… no elegida.
Y mi anillo.
El compromiso con Nikolai Romanov.
La corona que debía cargar sin haberla pedido.
Los dejé juntos, como si así pudiera entregarles la vida que rechazaba.
Pero había algo más que debía abandonar.
A un lado del cofre dejé mi espejo de mano, aquel que mi madre me entregó cuando cumplí trece años.
Un espejo de oro, tallado con filigranas delicadas y pequeñas rosas grabadas en su borde.
Ella solía decirme:
"Una Moretti siempre debe recordar quién es."
Esa noche lo dejé abierto, con la superficie rota en tres fragmentos, cada uno reflejando una parte distinta de mí.
Sobre ellos puse rosas rosadas, frescas, recién cortadas del invernadero.
El contraste entre el oro brillando bajo la luz tenue, las grietas del cristal y el color suave de los pétalos decía todo lo que yo no quería escribirles en una carta:
La mujer que ustedes intentaron forjar en oro ya no existe. La rompí yo misma.
Huir fue dolor. Frío. Silencio.
La libertad no huele a victoria… huele a miedo y a madrugada
Viajé con lo mínimo, ocultando mi apellido como si fuera un pecado.
Cada ciudad me recibió con indiferencia, cada tren con incertidumbre.
Hasta llegar a Londres.
La lluvia era un látigo.
El viento, un verdugo.
Mis manos se entumecieron, mis piernas fallaron y mi respiración se volvió un susurro agonizante.
Me desplomé en un callejón húmedo, abrazando mi propio cuerpo como si pudiera calentarme a mí misma.
Me pregunté si la libertad valía morir en un país donde nadie sabía pronunciar Scarlett…
sin acento.
Entonces… ella apareció.
Una mujer alta, elegante, un abrigo negro envolviéndola como un secreto.
Ojos filosos.
Labios rojos.
Presencia que imponía respeto sin pedirlo.
—Niña —dijo con voz grave, segura—
así no se muere.
Vamos.
Te levantarás.
No sé si yo tomé su mano… o si la vida lo hizo por mí.
Se llamaba Mirena Blackwood, dueña de uno de los burdeles más influyentes y discretos de Londres.
Una mujer que había sobrevivido al mundo… y que había aprendido a dominarlo.
Me llevó a su refugio.
Me alimentó.
Me dio un baño caliente.
Ropa limpia.
Una cama que no juzgaba.
Y, sobre todo, me dio algo que nadie en mi vida me había dado:
Tiempo.
Esa noche, mientras escuchaba la música sensual detrás de las paredes rojas del burdel y el murmullo de voces que vivían al margen del mundo elegante, entendí que la libertad no empieza cuando uno huye.
Empieza cuando uno se permite renacer.
— Scarlett Moretti
~(o tal vez, pronto… solo Scarlett (?)…
˖ ݁𖥔. ݁ . 𝑬𝒍 𝑫𝒊𝒂𝒓𝒊𝒐 𝒅𝒆 𝑺𝒄𝒂𝒓𝒍𝒆𝒕𝒕 . ݁.𖥔 ݁ ˖
𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑰𝑰: 𝑳𝒐𝒔 𝑪𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐 𝑨𝒏𝒊𝒍𝒍𝒐𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑨𝒅𝒊ó𝒔
Querido diario…
Dicen que todo fugitivo deja un rastro.
Yo dejé cuatro….
Y algo más… un reflejo roto que ya no quería cargar.
La noche en que escapé de la Mansión Moretti, el silencio se estiraba entre las paredes como un animal dormido que podía despertar en cualquier momento.
Mis pasos eran tímidos, pero mi decisión ardía como un incendio.
En el vestíbulo principal, antes de cruzar la puerta que solo se abría en nacimientos, bodas o muertes, dejé sobre la mesa de mármol un pequeño cofre de madera oscura.
…
Mi renuncia.
Mi acto final como hija de esa casa.
…
Dentro acomodé los cuatro anillos que representaban los destinos que nunca pedimos.
El anillo de Luca: Oro pálido con el escudo Moretti.
El peso del deber que él jamás cuestionó… aunque sus ojos lo hicieran.
El anillo de Adriano:
Sencillo, con un rubí oculto en el interior. La rebeldía que él escondía mejor que sus temores.
El anillo de Giulia:
Perlas blancas, frías como el papel en el que se firmarán sus votos
Una pureza forzada… no elegida.
Y mi anillo.
El compromiso con Nikolai Romanov.
La corona que debía cargar sin haberla pedido.
Los dejé juntos, como si así pudiera entregarles la vida que rechazaba.
Pero había algo más que debía abandonar.
A un lado del cofre dejé mi espejo de mano, aquel que mi madre me entregó cuando cumplí trece años.
Un espejo de oro, tallado con filigranas delicadas y pequeñas rosas grabadas en su borde.
Ella solía decirme:
"Una Moretti siempre debe recordar quién es."
Esa noche lo dejé abierto, con la superficie rota en tres fragmentos, cada uno reflejando una parte distinta de mí.
Sobre ellos puse rosas rosadas, frescas, recién cortadas del invernadero.
El contraste entre el oro brillando bajo la luz tenue, las grietas del cristal y el color suave de los pétalos decía todo lo que yo no quería escribirles en una carta:
La mujer que ustedes intentaron forjar en oro ya no existe. La rompí yo misma.
Huir fue dolor. Frío. Silencio.
La libertad no huele a victoria… huele a miedo y a madrugada
Viajé con lo mínimo, ocultando mi apellido como si fuera un pecado.
Cada ciudad me recibió con indiferencia, cada tren con incertidumbre.
Hasta llegar a Londres.
La lluvia era un látigo.
El viento, un verdugo.
Mis manos se entumecieron, mis piernas fallaron y mi respiración se volvió un susurro agonizante.
Me desplomé en un callejón húmedo, abrazando mi propio cuerpo como si pudiera calentarme a mí misma.
Me pregunté si la libertad valía morir en un país donde nadie sabía pronunciar Scarlett…
sin acento.
Entonces… ella apareció.
Una mujer alta, elegante, un abrigo negro envolviéndola como un secreto.
Ojos filosos.
Labios rojos.
Presencia que imponía respeto sin pedirlo.
—Niña —dijo con voz grave, segura—
así no se muere.
Vamos.
Te levantarás.
No sé si yo tomé su mano… o si la vida lo hizo por mí.
Se llamaba Mirena Blackwood, dueña de uno de los burdeles más influyentes y discretos de Londres.
Una mujer que había sobrevivido al mundo… y que había aprendido a dominarlo.
Me llevó a su refugio.
Me alimentó.
Me dio un baño caliente.
Ropa limpia.
Una cama que no juzgaba.
Y, sobre todo, me dio algo que nadie en mi vida me había dado:
Tiempo.
Esa noche, mientras escuchaba la música sensual detrás de las paredes rojas del burdel y el murmullo de voces que vivían al margen del mundo elegante, entendí que la libertad no empieza cuando uno huye.
Empieza cuando uno se permite renacer.
— Scarlett Moretti
~(o tal vez, pronto… solo Scarlett (?)…