El trabajo del Escriba es sencillo. Únicamente corresponde en documentar las reuniones y situaciones más importantes que se susciten dentro de la Academia o, bien, en los alrededores de Sumeru. Hacer anotaciones de las cátedras de otros Sabios o tomar parte de sus puntos de vista también se considera la labor de uno, pero desde las últimas semanas, el trabajo de Alhaitham era más complicado. Tras la revolución por la que atravesara Sumeru, donde la Reina Menor Kusanali regresara a tomar su posición como Arconte, su trabajo era más complicado al tener que hacerse cargo de las actividades anteriores del Gran Sabio.
Muchas tareas serían más sencillas para él si las demás personas respetaran sus horarios de trabajo, y si los formularios se llenaran de manera correcta. ¿Cómo era que alumnos capaces de aprender veinte lenguas, volverse expertos en los rubros más destacados de sus escuelas y que aspiraban a la cima del conocimiento, no eran capaces de seguir indicaciones claras? A veces era un dolor de cabeza tener que invertir más tiempo del debido en una discusión con estudiantes necios que en discusiones con algún otro sabio porque no había asistido en una reunión donde lo necesitaban cómo Escriba o que requería lidiar con algo en horas adicionales a su turno.
Ser el Gran Sabio Intendente era una enorme responsabilidad, una para la que claramente Alhaitham cubría el perfil de cabo a rabo, con excelentes recomendaciones... Pero era tedioso para alguien como él cuya vida se complicaba cada día con las pilas de investigaciones, tesis y solicitudes que debía revisar a fondo. Algunas las rechazaba, sin necesidad de preparar un fundamento exagerado al considerarlas poco útiles o novedosas, mientras que existían otras con las que debía lidiar para presentar, nuevamente, sus argumentos ante la apelación de rechazo.
Quizás ese día, en cuanto su turno terminara, sería necesario pasar por el Gran Bazar a comprar algunos insumos pendientes o visitar la Taberna para tener más tiempo libre al llegar a casa. Solo esperaba que pronto, tanto los demás sabios del consejo como Nahida, fuesen capaces de encontrar a alguien que se hiciera cargo del puesto.
Muchas tareas serían más sencillas para él si las demás personas respetaran sus horarios de trabajo, y si los formularios se llenaran de manera correcta. ¿Cómo era que alumnos capaces de aprender veinte lenguas, volverse expertos en los rubros más destacados de sus escuelas y que aspiraban a la cima del conocimiento, no eran capaces de seguir indicaciones claras? A veces era un dolor de cabeza tener que invertir más tiempo del debido en una discusión con estudiantes necios que en discusiones con algún otro sabio porque no había asistido en una reunión donde lo necesitaban cómo Escriba o que requería lidiar con algo en horas adicionales a su turno.
Ser el Gran Sabio Intendente era una enorme responsabilidad, una para la que claramente Alhaitham cubría el perfil de cabo a rabo, con excelentes recomendaciones... Pero era tedioso para alguien como él cuya vida se complicaba cada día con las pilas de investigaciones, tesis y solicitudes que debía revisar a fondo. Algunas las rechazaba, sin necesidad de preparar un fundamento exagerado al considerarlas poco útiles o novedosas, mientras que existían otras con las que debía lidiar para presentar, nuevamente, sus argumentos ante la apelación de rechazo.
Quizás ese día, en cuanto su turno terminara, sería necesario pasar por el Gran Bazar a comprar algunos insumos pendientes o visitar la Taberna para tener más tiempo libre al llegar a casa. Solo esperaba que pronto, tanto los demás sabios del consejo como Nahida, fuesen capaces de encontrar a alguien que se hiciera cargo del puesto.
El trabajo del Escriba es sencillo. Únicamente corresponde en documentar las reuniones y situaciones más importantes que se susciten dentro de la Academia o, bien, en los alrededores de Sumeru. Hacer anotaciones de las cátedras de otros Sabios o tomar parte de sus puntos de vista también se considera la labor de uno, pero desde las últimas semanas, el trabajo de Alhaitham era más complicado. Tras la revolución por la que atravesara Sumeru, donde la Reina Menor Kusanali regresara a tomar su posición como Arconte, su trabajo era más complicado al tener que hacerse cargo de las actividades anteriores del Gran Sabio.
Muchas tareas serían más sencillas para él si las demás personas respetaran sus horarios de trabajo, y si los formularios se llenaran de manera correcta. ¿Cómo era que alumnos capaces de aprender veinte lenguas, volverse expertos en los rubros más destacados de sus escuelas y que aspiraban a la cima del conocimiento, no eran capaces de seguir indicaciones claras? A veces era un dolor de cabeza tener que invertir más tiempo del debido en una discusión con estudiantes necios que en discusiones con algún otro sabio porque no había asistido en una reunión donde lo necesitaban cómo Escriba o que requería lidiar con algo en horas adicionales a su turno.
Ser el Gran Sabio Intendente era una enorme responsabilidad, una para la que claramente Alhaitham cubría el perfil de cabo a rabo, con excelentes recomendaciones... Pero era tedioso para alguien como él cuya vida se complicaba cada día con las pilas de investigaciones, tesis y solicitudes que debía revisar a fondo. Algunas las rechazaba, sin necesidad de preparar un fundamento exagerado al considerarlas poco útiles o novedosas, mientras que existían otras con las que debía lidiar para presentar, nuevamente, sus argumentos ante la apelación de rechazo.
Quizás ese día, en cuanto su turno terminara, sería necesario pasar por el Gran Bazar a comprar algunos insumos pendientes o visitar la Taberna para tener más tiempo libre al llegar a casa. Solo esperaba que pronto, tanto los demás sabios del consejo como Nahida, fuesen capaces de encontrar a alguien que se hiciera cargo del puesto.