• Día gris
    Fandom Nana
    Categoría Original
    Junko

    Nana Komatsu

    Anoche se presentó muy tarde a nuestro apartamento Shoji.
    Tanto él como mi novio terminaron borrachos mientras nos contaba que Nana y su compañero fueron ayer al restaurante y en ese momento quise golpearlo.
    Si no fuera por mi novio le habría echado esa noche, estoy bastante preocupada por mi amiga.

    Aprovecho que no tengo clases para dirigirme directamente al bloque de apartamentos donde vive mi amiga.
    Enseguida llamo al timbre bastante preocupada.
    Junko [Hachithcx97] Anoche se presentó muy tarde a nuestro apartamento Shoji. Tanto él como mi novio terminaron borrachos mientras nos contaba que Nana y su compañero fueron ayer al restaurante y en ese momento quise golpearlo. Si no fuera por mi novio le habría echado esa noche, estoy bastante preocupada por mi amiga. Aprovecho que no tengo clases para dirigirme directamente al bloque de apartamentos donde vive mi amiga. Enseguida llamo al timbre bastante preocupada.
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  • @blueveil_official
    #TuesdayJob

    Esta tarde trabajo para quienes no preguntan, solo ordenan.
    La mafia coreana tiene a un rehén.
    Y me han pedido abrir su memoria.

    No es tortura.
    Mi tarea es más silenciosa:
    leer los temblores en su aura,
    extraer lo que no dice su boca,
    doblar el umbral entre lo consciente y lo oculto.

    Le coloco el sello en el pecho.
    Mis dedos trazan un canal entre sus emociones y el aire.
    No lo toco con violencia.
    Solo activo lo que duele.

    El cliente observa en silencio.
    El rehén tiembla.
    Yo respiro.
    Y dejo que Aegir susurre a través de mí.

    No me enorgullece.
    Pero esta ciudad es cara.
    Y cuidar de mamá cuesta más de lo que la música puede pagar.

    Cuando esto termine,
    apagaré las velas.
    Y nadie hablará de lo que pasó aquí.

    #TrabajoParaSobrevivir
    #FacilitadordeRituales
    #RitualesClandestinos
    #RehénSinVoz
    #MafiaCoreana
    #SensorialYSombrío
    📷 @blueveil_official #TuesdayJob Esta tarde trabajo para quienes no preguntan, solo ordenan. La mafia coreana tiene a un rehén. Y me han pedido abrir su memoria. No es tortura. Mi tarea es más silenciosa: leer los temblores en su aura, extraer lo que no dice su boca, doblar el umbral entre lo consciente y lo oculto. Le coloco el sello en el pecho. Mis dedos trazan un canal entre sus emociones y el aire. No lo toco con violencia. Solo activo lo que duele. El cliente observa en silencio. El rehén tiembla. Yo respiro. Y dejo que Aegir susurre a través de mí. No me enorgullece. Pero esta ciudad es cara. Y cuidar de mamá cuesta más de lo que la música puede pagar. Cuando esto termine, apagaré las velas. Y nadie hablará de lo que pasó aquí. #TrabajoParaSobrevivir #FacilitadordeRituales #RitualesClandestinos #RehénSinVoz #MafiaCoreana #SensorialYSombrío
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  • La lluvia había cesado hacía apenas unas horas, dejando un aroma húmedo sobre la aldea costera en la que Kyu, el pequeño vagabundo, acababa de cumplir una misión menor. Su trabajo consistía en investigar una red de contrabando de artefactos malditos. Sin embargo, entre los objetos confiscados por los cazadores contratados, uno llamó poderosamente su atención.

    Era un medallón oxidado, sencillo y con una pequeña inscripción en su interior: un fragmento de la canción de cuna que él conocía de memoria, como si su alma la hubiera susurrado desde siempre. Kyu se quedó helado, con la pieza entre sus dedos temblorosos. Por un segundo, el mundo pareció detenerse.

    —Esta... ¿esta es mi canción —susurró—. ¿De dónde vino esto?

    El viejo encargado del almacén lo miró sorprendido y respondió:

    —Eso lo sacaron de una cueva hace unos días, al norte. Había muchas cosas raras ahí, pero eso en particular lo traía un mercenario con apellido Zoldry, o algo así...

    El corazón de Kyu dio un brinco doloroso en su pecho. Ese apellido. Esa canción. Todo apuntaba en la misma dirección.

    Desde entonces, empezó a seguir los rastros como buen cazador. Aprendió a rastrear firmas de aura, a descifrar documentos ocultos, a infiltrar ruinas olvidadas donde los rumores de una familia temida, poderosa y sangrienta se repetían: una estirpe de asesinos cuyo símbolo era el mismo grabado en el medallón.

    Cada paso le acercaba más. Cada misión que tomaba era con la esperanza de cruzarse con alguien, algo, cualquier pista que lo guiara. La canción de cuna que tarareaba cuando estaba solo era su brújula emocional.

    Y aunque su corazón de niño aún se aferraba a la esperanza de una familia que lo buscaba, que lo extrañaba, que lo esperaba con los brazos abiertos… el peso de las evidencias empezaba a filtrarse en su alma como gotas de agua helada.
    La lluvia había cesado hacía apenas unas horas, dejando un aroma húmedo sobre la aldea costera en la que Kyu, el pequeño vagabundo, acababa de cumplir una misión menor. Su trabajo consistía en investigar una red de contrabando de artefactos malditos. Sin embargo, entre los objetos confiscados por los cazadores contratados, uno llamó poderosamente su atención. Era un medallón oxidado, sencillo y con una pequeña inscripción en su interior: un fragmento de la canción de cuna que él conocía de memoria, como si su alma la hubiera susurrado desde siempre. Kyu se quedó helado, con la pieza entre sus dedos temblorosos. Por un segundo, el mundo pareció detenerse. —Esta... ¿esta es mi canción —susurró—. ¿De dónde vino esto? El viejo encargado del almacén lo miró sorprendido y respondió: —Eso lo sacaron de una cueva hace unos días, al norte. Había muchas cosas raras ahí, pero eso en particular lo traía un mercenario con apellido Zoldry, o algo así... El corazón de Kyu dio un brinco doloroso en su pecho. Ese apellido. Esa canción. Todo apuntaba en la misma dirección. Desde entonces, empezó a seguir los rastros como buen cazador. Aprendió a rastrear firmas de aura, a descifrar documentos ocultos, a infiltrar ruinas olvidadas donde los rumores de una familia temida, poderosa y sangrienta se repetían: una estirpe de asesinos cuyo símbolo era el mismo grabado en el medallón. Cada paso le acercaba más. Cada misión que tomaba era con la esperanza de cruzarse con alguien, algo, cualquier pista que lo guiara. La canción de cuna que tarareaba cuando estaba solo era su brújula emocional. Y aunque su corazón de niño aún se aferraba a la esperanza de una familia que lo buscaba, que lo extrañaba, que lo esperaba con los brazos abiertos… el peso de las evidencias empezaba a filtrarse en su alma como gotas de agua helada.
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  • La verdad siempre sale a la luz
    Fandom Nana
    Categoría Drama
    Noah Osaki

    Shoji Jason Anderson

    Sachiko Ivanna 𝑺𝒑𝒆𝒍𝒍𝒎𝒂𝒏

    Hoy estuve en el ensayo de los Black Stone, han tocado genial no podía dejar de observarles, sobre todo a Noah.
    Es genial, tiene una voz cautivadora cuando canta me olvido de todos mis problemas.

    Al acabar el concierto convencí a Noah para ir a cenar al restaurante donde trabaja mi novio.

    —¡Yo te invito!
    [ThxBlackStones95] Shoji [fireman91] Sachiko [ThxGreen] Hoy estuve en el ensayo de los Black Stone, han tocado genial no podía dejar de observarles, sobre todo a Noah. Es genial, tiene una voz cautivadora cuando canta me olvido de todos mis problemas. Al acabar el concierto convencí a Noah para ir a cenar al restaurante donde trabaja mi novio. —¡Yo te invito!
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  • La lluvia golpeaba suavemente contra los ventanales del lujoso hotel, pintando siluetas borrosas en los cristales. Afuera, la ciudad parecía susurrar secretos entre gotas, mientras las luces de los autos creaban reflejos temblorosos en el pavimento mojado.

    Dentro del vestíbulo principal, el pequeño vagabundo se encontraba de pie, inmóvil como una estatua, con un esmoquin negro perfectamente ajustado a su figura infantil. El moño de su cuello se le había torcido por la carrera anterior, así que, con una expresión tranquila y dedos ágiles, se lo acomodó frente a un espejo cercano. Sus ojos, más brillantes que nunca, reflejaban una mezcla de emoción y concentración.

    —Je… Mi primer trabajo como cazador profesional. Qué divertido —murmuró para sí, dejando escapar una sonrisa, mientras pensaba en lo emocionado que se había mostrado su maestro al sugerirle este encargo: ser guardaespaldas de un político extranjero en medio de una situación peligrosa.

    **La misión comenzó desde la puerta del hotel.**
    Cuando el cliente bajó, rodeado de asistentes y escoltas tradicionales, el pequeño caminaba a su lado con paso seguro. De pronto, entre la multitud y la lluvia, una figura sospechosa se lanzó hacia el cliente empuñando un arma.

    —¡Hey! ¡Usted! —gritó un guardaespaldas, pero fue el niño quien reaccionó primero.

    Con un giro ágil, el pequeño dio un salto, y con un giro de sus piernas, conectó una patada directa al rostro del agresor. El sujeto cayó al suelo, inconsciente, antes de que pudiera apretar el gatillo.

    —Uno menos —murmuró, sacudiéndose el pantalón con aire despreocupado.

    **Horas después, en un restaurante de lujo,** donde el cliente cenaba con su familia, un grupo de matones armados intentó ingresar por la puerta trasera. El pequeño, que ya los había detectado desde la calle por sus pasos y actitudes nerviosas, los interceptó antes de que cruzaran la cocina.

    —No es buen momento para entrar sin reservar —dijo el pequeño mientras giraba sobre sí mismo, usando un barrido rápido para derribar a uno y desarmar a los otros dos con movimientos secos, casi juguetones. Lo más sorprendente fue que ni una gota de salsa se derramó del plato que sostenía en la otra mano.

    **Más tarde, durante una subasta privada,** el pequeño se mantuvo de pie en una esquina, con los brazos cruzados y la mirada fija como la de un halcón. Su aura, perfectamente controlada, cubría el perímetro. No decía ni una palabra, pero los cazadores de tesoros, mercenarios y ladrones que pensaban robar algo... al sentir esa presión, simplemente se retiraban con un sudor frío recorriéndoles la espalda.

    **Y por último,** cuando un asesino profesional trató de atacar desde las sombras, siguiendo a la comitiva hasta un edificio abandonado, fue él pequeño quien lo esperaba en la oscuridad. El pequeño ya había rastreado su nen y deducido su intención.

    —No es muy educado emboscar a la gente mientras duermen —dijo el niño desde las sombras. El asesino apenas tuvo tiempo de ver el brillo del aura envolviendo el puño del niño antes de recibir un golpe directo al pecho que lo lanzó contra la pared.

    El cliente nunca se enteró de ese último incidente. Sólo recordó al “niño de los ojos brillantes” que siempre parecía estar un paso adelante de todos, protegiéndolo sin fallar.

    Al regresar al hotel esa noche, aún empapado por la lluvia, El pequeño miró su reflejo en un charco.
    —Ser un cazador es… ¡súper divertido! —dijo con entusiasmo, ajustándose de nuevo el moño, orgulloso y sonriente, listo para el siguiente trabajo.
    La lluvia golpeaba suavemente contra los ventanales del lujoso hotel, pintando siluetas borrosas en los cristales. Afuera, la ciudad parecía susurrar secretos entre gotas, mientras las luces de los autos creaban reflejos temblorosos en el pavimento mojado. Dentro del vestíbulo principal, el pequeño vagabundo se encontraba de pie, inmóvil como una estatua, con un esmoquin negro perfectamente ajustado a su figura infantil. El moño de su cuello se le había torcido por la carrera anterior, así que, con una expresión tranquila y dedos ágiles, se lo acomodó frente a un espejo cercano. Sus ojos, más brillantes que nunca, reflejaban una mezcla de emoción y concentración. —Je… Mi primer trabajo como cazador profesional. Qué divertido —murmuró para sí, dejando escapar una sonrisa, mientras pensaba en lo emocionado que se había mostrado su maestro al sugerirle este encargo: ser guardaespaldas de un político extranjero en medio de una situación peligrosa. **La misión comenzó desde la puerta del hotel.** Cuando el cliente bajó, rodeado de asistentes y escoltas tradicionales, el pequeño caminaba a su lado con paso seguro. De pronto, entre la multitud y la lluvia, una figura sospechosa se lanzó hacia el cliente empuñando un arma. —¡Hey! ¡Usted! —gritó un guardaespaldas, pero fue el niño quien reaccionó primero. Con un giro ágil, el pequeño dio un salto, y con un giro de sus piernas, conectó una patada directa al rostro del agresor. El sujeto cayó al suelo, inconsciente, antes de que pudiera apretar el gatillo. —Uno menos —murmuró, sacudiéndose el pantalón con aire despreocupado. **Horas después, en un restaurante de lujo,** donde el cliente cenaba con su familia, un grupo de matones armados intentó ingresar por la puerta trasera. El pequeño, que ya los había detectado desde la calle por sus pasos y actitudes nerviosas, los interceptó antes de que cruzaran la cocina. —No es buen momento para entrar sin reservar —dijo el pequeño mientras giraba sobre sí mismo, usando un barrido rápido para derribar a uno y desarmar a los otros dos con movimientos secos, casi juguetones. Lo más sorprendente fue que ni una gota de salsa se derramó del plato que sostenía en la otra mano. **Más tarde, durante una subasta privada,** el pequeño se mantuvo de pie en una esquina, con los brazos cruzados y la mirada fija como la de un halcón. Su aura, perfectamente controlada, cubría el perímetro. No decía ni una palabra, pero los cazadores de tesoros, mercenarios y ladrones que pensaban robar algo... al sentir esa presión, simplemente se retiraban con un sudor frío recorriéndoles la espalda. **Y por último,** cuando un asesino profesional trató de atacar desde las sombras, siguiendo a la comitiva hasta un edificio abandonado, fue él pequeño quien lo esperaba en la oscuridad. El pequeño ya había rastreado su nen y deducido su intención. —No es muy educado emboscar a la gente mientras duermen —dijo el niño desde las sombras. El asesino apenas tuvo tiempo de ver el brillo del aura envolviendo el puño del niño antes de recibir un golpe directo al pecho que lo lanzó contra la pared. El cliente nunca se enteró de ese último incidente. Sólo recordó al “niño de los ojos brillantes” que siempre parecía estar un paso adelante de todos, protegiéndolo sin fallar. Al regresar al hotel esa noche, aún empapado por la lluvia, El pequeño miró su reflejo en un charco. —Ser un cazador es… ¡súper divertido! —dijo con entusiasmo, ajustándose de nuevo el moño, orgulloso y sonriente, listo para el siguiente trabajo.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Nombre artístico: Valeria Crimson

    Descripción de la agencia de modelaje:

    Valeria Crimson es la encarnación del magnetismo en pasarela. Su piel blanca como el marfil resplandece bajo los focos, brindándole un aura etérea que resalta con cada movimiento. De estatura alta y silueta esbelta, su figura armoniosa combina elegancia y presencia, proyectando confianza en cada pose.

    Su cabello rubio, largo y sedoso, cae en cascada dorada que atrapa la luz con naturalidad, enmarcando un rostro de rasgos finos y mirada enigmática. Pero lo que verdaderamente cautiva son sus ojos carmesí: intensos, hipnóticos, casi sobrenaturales. Una mirada que atraviesa la lente con poder y seducción.

    Valeria posee una pechonalidad generosa y bien proporcionada, que lleva con seguridad y clase, destacando en sesiones de alta moda, lencería elegante y estilismos vanguardistas. Es una modelo que no solo se limita a lucir prendas, sino que las transforma en expresión viva de estilo, fuerza y sensualidad refinada.

    Con cada sesión, deja una huella visual imborrable, demostrando por qué es una musa para diseñadores y fotógrafos por igual.
    Nombre artístico: Valeria Crimson Descripción de la agencia de modelaje: Valeria Crimson es la encarnación del magnetismo en pasarela. Su piel blanca como el marfil resplandece bajo los focos, brindándole un aura etérea que resalta con cada movimiento. De estatura alta y silueta esbelta, su figura armoniosa combina elegancia y presencia, proyectando confianza en cada pose. Su cabello rubio, largo y sedoso, cae en cascada dorada que atrapa la luz con naturalidad, enmarcando un rostro de rasgos finos y mirada enigmática. Pero lo que verdaderamente cautiva son sus ojos carmesí: intensos, hipnóticos, casi sobrenaturales. Una mirada que atraviesa la lente con poder y seducción. Valeria posee una pechonalidad generosa y bien proporcionada, que lleva con seguridad y clase, destacando en sesiones de alta moda, lencería elegante y estilismos vanguardistas. Es una modelo que no solo se limita a lucir prendas, sino que las transforma en expresión viva de estilo, fuerza y sensualidad refinada. Con cada sesión, deja una huella visual imborrable, demostrando por qué es una musa para diseñadores y fotógrafos por igual.
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  • Hay que alimentarse correctamente.

    *Estaba Cal comiendo en su restaurante favorito en esta tarde lluviosa...*
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  • — Era una noche tranquila, nada mal como para salir un momento a un restaurante, ahí se encontraba Mitsuri, esperando a que el mesero la atendiera, pacientemente y con una sonrisa amable, el restaurante era muy lindo y elegante, así que decidió salir con un vestido elegante y probar la comida, había escuchado que la comida de aquel lugar era deliciosa.

    - Es muy Lindo este lugar, ya veo por qué la gente habla mucho sobre este lugar, es tan elegante y moderno.
    — Era una noche tranquila, nada mal como para salir un momento a un restaurante, ahí se encontraba Mitsuri, esperando a que el mesero la atendiera, pacientemente y con una sonrisa amable, el restaurante era muy lindo y elegante, así que decidió salir con un vestido elegante y probar la comida, había escuchado que la comida de aquel lugar era deliciosa. — 🌷 - Es muy Lindo este lugar, ya veo por qué la gente habla mucho sobre este lugar, es tan elegante y moderno.
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  • En una tarde tibia y tranquila, el Pequeño Vagabundo se encontraba sentado sobre una roca, con las piernas colgando y un pedazo de pan en la mano. A su lado, Don Niebla permanecía de pie, inmóvil como una estatua elegante pero vigilante. Frente a él, un viajero curioso —de mirada aguda y con expresión desconcertada— lo observaba con intriga.

    —Oye, pequeño… —preguntó mientras se agachaba a su altura—. Esa cosa que hiciste… esas burbujas que salieron de tus manos. ¿Qué clase de poder es ese?

    El Pequeño Vagabundo se quedó quieto por un segundo. Parpadeó. Luego dio un gran mordisco al pan, masticó con entusiasmo y, al terminar, se limpió las migas con la manga. Entonces, con una expresión inusualmente seria para su edad, se acomodó en su lugar como si estuviera a punto de dar una clase importante.

    —¡Eso se llama Nen! —dijo alzando un dedo—. Es el arte de usar el aura que todos tenemos, pero poquitos saben cómo sacarla. No es magia ni truco, es como… como aprender a respirar de otra forma.

    El viajero arqueó una ceja. El niño continuó:

    —Primero tienes que aprender las Cuatro Principales Técnicas:

    **Ten**, que es para rodearte de tu aura y protegerte;

    **Zetsu**, para apagarla y ocultarte;

    **Ren**, que es para expandirla y hacerte más fuerte; y ...

    **Hatsu**, que es tu habilidad personal, ¡la más importante! —explicó animadamente mientras dibujaba figuras en el aire con sus dedos—.

    —Luego están los tipos de aura. Existen seis:

    1. **Potenciadores**, que hacen más fuerte su cuerpo o sus golpes.
    2. **Emisores**, que lanzan su aura lejos, como una onda o bala.
    3. **Manipuladores**, que controlan cosas o seres con su aura.
    4. **Conjuradores**, como yo, que creamos cosas con nuestra aura.
    5. **Transmutadores**, que transforman su aura en algo diferente, como hilo elástico o electricidad.
    6. **Especialistas**, que tienen poderes únicos que no entran en los otros.

    El Pequeño Vagabundo estiró el brazo y de su palma empezó a formarse una burbuja en espiral con forma de disco flotante, que brillaba como una pompa de jabón con reflejos de arcoíris.

    —Yo soy un **Conjurador**, porque creé a Don Niebla y mis burbujas-disco. Pero también soy un poco **Transmutador**, porque mis burbujas pueden comportarse raro, ¡como si tuvieran emociones!

    El viajero no podía disimular su asombro.

    —¿Y cómo sabes eso tan bien? —preguntó.

    —Hisoka me lo enseñó —respondió con naturalidad—. Me dio libros, me entrenó, me arrojó cosas raras mientras dormía y me hacía esquivar patadas ¡con los ojos vendados!

    Entonces, el niño entrecerró los ojos, miró fijamente al viajero, y le sonrió con picardía. Estiró sus dos manos hacia los lados, girando los dedos lentamente.

    —Y tú… —dijo—. Por cómo te mueves cuando hablas, cómo miras rápido pero con desconfianza, y cómo tu voz cambia cuando mientes poquito… ¡diría que eres un Manipulador! O quizás un Emisor, pero sólo si eres bueno fingiendo calma cuando te enfadas.

    El viajero dio un paso atrás, sorprendido de sentirse tan "leído" por un niño tan pequeño.

    —¿Cómo lo…?

    —Hisoka también me enseñó eso. Me dijo que el aura y la personalidad a veces caminan de la manita. —Se encogió de hombros—. Aunque igual puedo fallar… ¡soy pequeño todavía!

    Luego alzó la burbuja con ambas manos y la dejó flotar. Esta se alejó suavemente, reflejando el sol poniente.

    —¡Pero es divertido aprender! El Nen no solo sirve para pelear. Es como una extensión de lo que uno siente. Y yo… yo siento muchas cosas. Por eso Don Niebla existe, ¿sabes?

    —¡Ajá! —exclamó el pequeño, apuntando con un dedo entusiasta al hombre—. Eres un Potenciador.

    El viajero arqueó una ceja, curioso.

    —¿Cómo lo sabes? —preguntó con voz rasposa, apenas audible.

    El niño hinchó el pecho con orgullo.

    –Las personas como tú no hacen mucho escándalo, ¡pero pueden derribar una montaña de un solo golpe si lo necesitan! ¡Y eres muy directo, incluso cuando callas!.

    Y así, el Pequeño Vagabundo siguió hablando, explicando con entusiasmo infantil algo tan complejo como el Nen, dejando claro que, aunque pequeño, su alma era grande y brillante como su aura.
    En una tarde tibia y tranquila, el Pequeño Vagabundo se encontraba sentado sobre una roca, con las piernas colgando y un pedazo de pan en la mano. A su lado, Don Niebla permanecía de pie, inmóvil como una estatua elegante pero vigilante. Frente a él, un viajero curioso —de mirada aguda y con expresión desconcertada— lo observaba con intriga. —Oye, pequeño… —preguntó mientras se agachaba a su altura—. Esa cosa que hiciste… esas burbujas que salieron de tus manos. ¿Qué clase de poder es ese? El Pequeño Vagabundo se quedó quieto por un segundo. Parpadeó. Luego dio un gran mordisco al pan, masticó con entusiasmo y, al terminar, se limpió las migas con la manga. Entonces, con una expresión inusualmente seria para su edad, se acomodó en su lugar como si estuviera a punto de dar una clase importante. —¡Eso se llama Nen! —dijo alzando un dedo—. Es el arte de usar el aura que todos tenemos, pero poquitos saben cómo sacarla. No es magia ni truco, es como… como aprender a respirar de otra forma. El viajero arqueó una ceja. El niño continuó: —Primero tienes que aprender las Cuatro Principales Técnicas: **Ten**, que es para rodearte de tu aura y protegerte; **Zetsu**, para apagarla y ocultarte; **Ren**, que es para expandirla y hacerte más fuerte; y ... **Hatsu**, que es tu habilidad personal, ¡la más importante! —explicó animadamente mientras dibujaba figuras en el aire con sus dedos—. —Luego están los tipos de aura. Existen seis: 1. **Potenciadores**, que hacen más fuerte su cuerpo o sus golpes. 2. **Emisores**, que lanzan su aura lejos, como una onda o bala. 3. **Manipuladores**, que controlan cosas o seres con su aura. 4. **Conjuradores**, como yo, que creamos cosas con nuestra aura. 5. **Transmutadores**, que transforman su aura en algo diferente, como hilo elástico o electricidad. 6. **Especialistas**, que tienen poderes únicos que no entran en los otros. El Pequeño Vagabundo estiró el brazo y de su palma empezó a formarse una burbuja en espiral con forma de disco flotante, que brillaba como una pompa de jabón con reflejos de arcoíris. —Yo soy un **Conjurador**, porque creé a Don Niebla y mis burbujas-disco. Pero también soy un poco **Transmutador**, porque mis burbujas pueden comportarse raro, ¡como si tuvieran emociones! El viajero no podía disimular su asombro. —¿Y cómo sabes eso tan bien? —preguntó. —Hisoka me lo enseñó —respondió con naturalidad—. Me dio libros, me entrenó, me arrojó cosas raras mientras dormía y me hacía esquivar patadas ¡con los ojos vendados! Entonces, el niño entrecerró los ojos, miró fijamente al viajero, y le sonrió con picardía. Estiró sus dos manos hacia los lados, girando los dedos lentamente. —Y tú… —dijo—. Por cómo te mueves cuando hablas, cómo miras rápido pero con desconfianza, y cómo tu voz cambia cuando mientes poquito… ¡diría que eres un Manipulador! O quizás un Emisor, pero sólo si eres bueno fingiendo calma cuando te enfadas. El viajero dio un paso atrás, sorprendido de sentirse tan "leído" por un niño tan pequeño. —¿Cómo lo…? —Hisoka también me enseñó eso. Me dijo que el aura y la personalidad a veces caminan de la manita. —Se encogió de hombros—. Aunque igual puedo fallar… ¡soy pequeño todavía! Luego alzó la burbuja con ambas manos y la dejó flotar. Esta se alejó suavemente, reflejando el sol poniente. —¡Pero es divertido aprender! El Nen no solo sirve para pelear. Es como una extensión de lo que uno siente. Y yo… yo siento muchas cosas. Por eso Don Niebla existe, ¿sabes? —¡Ajá! —exclamó el pequeño, apuntando con un dedo entusiasta al hombre—. Eres un Potenciador. El viajero arqueó una ceja, curioso. —¿Cómo lo sabes? —preguntó con voz rasposa, apenas audible. El niño hinchó el pecho con orgullo. –Las personas como tú no hacen mucho escándalo, ¡pero pueden derribar una montaña de un solo golpe si lo necesitan! ¡Y eres muy directo, incluso cuando callas!. Y así, el Pequeño Vagabundo siguió hablando, explicando con entusiasmo infantil algo tan complejo como el Nen, dejando claro que, aunque pequeño, su alma era grande y brillante como su aura.
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  • El atardecer pintaba el cielo de tonos naranjas cuando un grupo de adolescentes con actitud altanera rodeó al pequeño vagabundo en una de las plazas de una ciudad portuaria. Habían oído rumores de un niño extraño, acompañado a veces por una figura elegante con máscara de payaso, que decía saber usar una energía misteriosa. Lo tomaron como un juego, como una oportunidad para burlarse.

    —¿Tú? ¿Pelear? Si apenas tienes tamaño para alcanzar la mesa de un bar —rió uno de ellos, cruzando los brazos al retirarse la chaqueta que traía.

    El pequeño vagabundo imitandolo, sin perder su sonrisa tranquila, se quitó lentamente su camisa vieja y sucia, sacudiéndola con una mano antes de colgarla sobre su bolso. Al hacerlo, todos se quedaron en silencio.

    Lo que vieron no era el cuerpo de un niño común. A pesar de su baja estatura y rostro amable, el pequeño tenía un cuerpo trabajado, fibroso, esculpido por entrenamiento físico brutal y por sobrevivir en las calles. Su abdomen marcado, sus brazos endurecidos y la postura relajada, pero firme, transmitían algo que los adolescentes no esperaban: tierna determinación.

    —Si quieren pelear… está bien. Pero luego no lloren —dijo, con un brillo firme en los ojos y su aura comenzando a envolverlo con una sutil presión.

    El aura púrpura que lo rodeó tenía forma de burbujas discoides flotando a su alrededor, emitiendo un zumbido eléctrico y sutil, como si su presencia misma cortara el aire. Su expresión no era la de un niño asustado ni molesto. Era calma. Convicción.

    Uno de los adolescentes dio un paso atrás sin pensarlo. Otro tragó saliva. El líder del grupo forzó una sonrisa nerviosa.

    —Eh... solo estábamos bromeando, amigo. Tranquilo…

    El pequeño inclinó la cabeza con una sonrisa inocente, pero sin esconder su poder.

    —No... Ustedes empezaron.
    El atardecer pintaba el cielo de tonos naranjas cuando un grupo de adolescentes con actitud altanera rodeó al pequeño vagabundo en una de las plazas de una ciudad portuaria. Habían oído rumores de un niño extraño, acompañado a veces por una figura elegante con máscara de payaso, que decía saber usar una energía misteriosa. Lo tomaron como un juego, como una oportunidad para burlarse. —¿Tú? ¿Pelear? Si apenas tienes tamaño para alcanzar la mesa de un bar —rió uno de ellos, cruzando los brazos al retirarse la chaqueta que traía. El pequeño vagabundo imitandolo, sin perder su sonrisa tranquila, se quitó lentamente su camisa vieja y sucia, sacudiéndola con una mano antes de colgarla sobre su bolso. Al hacerlo, todos se quedaron en silencio. Lo que vieron no era el cuerpo de un niño común. A pesar de su baja estatura y rostro amable, el pequeño tenía un cuerpo trabajado, fibroso, esculpido por entrenamiento físico brutal y por sobrevivir en las calles. Su abdomen marcado, sus brazos endurecidos y la postura relajada, pero firme, transmitían algo que los adolescentes no esperaban: tierna determinación. —Si quieren pelear… está bien. Pero luego no lloren —dijo, con un brillo firme en los ojos y su aura comenzando a envolverlo con una sutil presión. El aura púrpura que lo rodeó tenía forma de burbujas discoides flotando a su alrededor, emitiendo un zumbido eléctrico y sutil, como si su presencia misma cortara el aire. Su expresión no era la de un niño asustado ni molesto. Era calma. Convicción. Uno de los adolescentes dio un paso atrás sin pensarlo. Otro tragó saliva. El líder del grupo forzó una sonrisa nerviosa. —Eh... solo estábamos bromeando, amigo. Tranquilo… El pequeño inclinó la cabeza con una sonrisa inocente, pero sin esconder su poder. —No... Ustedes empezaron.
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