• FICHA DE PAUL



    PAUL RICHARDS

    "¿oí lujuruia?,yo le se a eso"



    —Nombre humano: Paul Richards

    —Nombre demoniaco: Azzazel Réquiem

    —Clase de demonio: Demonio de la lujuria y de los deseos carnales (novato)


    —Historia: Paul nació en la tierra y creció allí hasta los cuatro años,cuando se fue a vivir al infranmundo con su madre,nunca supo de su padre,lo único que sabe de el es que era un fanático de Satanás y que invoco a su madre sin querer,Paul creció siendo hijo único hasta los 12 años,cuando su hermana menor nació y tuvo que asumir la responsabilidad de hermano mayor,Paul nunca acepto su sangre demoníaca,tenía la esperanza de que algún día su padre lo encuentre y se lo lleve a vivir en la tierra de los mortales,pero esto jamás pasó como tal,por lo que tuvo que lidiar con su tristeza con comedia y rehusandose a crecer como demonio y como humano.


    A los 18,Paul asumio el papel de incubo con el fin de traer almas vírgenes a el inframundo,cosa que jamás le gusto,ya que el quería ser alguien con un papel menos importante en el infierno


    —Hablidades:

    •Lazos de maná
    •Conjuros de todo tipo (defensivos,curativos,etc)
    •Hipnosis (basica)
    •Sueño profundo (avanzado)
    •Volar (con ayuda de sus alas)
    •Rabia (Se requiere mucho estrés e ira)


    —Debilidades:
    •Magia avanzada
    •Explosiones
    •Conjuro Suicida (solo si es ejecutado por el)
    •Angeles de la guarda



    —Características:

    •Paul mide 1,67 (algo enano)
    •Tiene un carácter muy infantil e inmaduro
    •Es algo sensible en sus cuernos
    •Posee alas grandes,solo que no las extiende por completo


    —Curiosidades

    •A pesar de ser un demonio de la lujuria y deba recolectar almas vírgenes,el aún sigue siendo virgen,cosa totalmente irónica
    •Paul tiene cierta atracción por las mujeres maduras
    •En el fondo,es alguien bueno y con un buen corazón,pero esta tapado por un cascaron de chico malo y rebelde
    FICHA DE PAUL PAUL RICHARDS "¿oí lujuruia?,yo le se a eso" —Nombre humano: Paul Richards —Nombre demoniaco: Azzazel Réquiem —Clase de demonio: Demonio de la lujuria y de los deseos carnales (novato) —Historia: Paul nació en la tierra y creció allí hasta los cuatro años,cuando se fue a vivir al infranmundo con su madre,nunca supo de su padre,lo único que sabe de el es que era un fanático de Satanás y que invoco a su madre sin querer,Paul creció siendo hijo único hasta los 12 años,cuando su hermana menor nació y tuvo que asumir la responsabilidad de hermano mayor,Paul nunca acepto su sangre demoníaca,tenía la esperanza de que algún día su padre lo encuentre y se lo lleve a vivir en la tierra de los mortales,pero esto jamás pasó como tal,por lo que tuvo que lidiar con su tristeza con comedia y rehusandose a crecer como demonio y como humano. A los 18,Paul asumio el papel de incubo con el fin de traer almas vírgenes a el inframundo,cosa que jamás le gusto,ya que el quería ser alguien con un papel menos importante en el infierno —Hablidades: •Lazos de maná •Conjuros de todo tipo (defensivos,curativos,etc) •Hipnosis (basica) •Sueño profundo (avanzado) •Volar (con ayuda de sus alas) •Rabia (Se requiere mucho estrés e ira) —Debilidades: •Magia avanzada •Explosiones •Conjuro Suicida (solo si es ejecutado por el) •Angeles de la guarda —Características: •Paul mide 1,67 (algo enano) •Tiene un carácter muy infantil e inmaduro •Es algo sensible en sus cuernos •Posee alas grandes,solo que no las extiende por completo —Curiosidades •A pesar de ser un demonio de la lujuria y deba recolectar almas vírgenes,el aún sigue siendo virgen,cosa totalmente irónica •Paul tiene cierta atracción por las mujeres maduras •En el fondo,es alguien bueno y con un buen corazón,pero esta tapado por un cascaron de chico malo y rebelde
    Me gusta
    Me encocora
    4
    0 turnos 0 maullidos 218 vistas
  • //Llegó tarde pero #SeductiveSunday //

    𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨

    Quería consumirla, poseerla y, al mismo
    tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello.

    Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí.

    Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora.

    Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad.

    La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer.

    Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor.

    Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable.

    Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella.

    Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua.

    Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada.

    Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella.

    A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión.

    𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆
    //Llegó tarde pero #SeductiveSunday // 𝕸𝖊𝖒𝖔𝖗𝖎𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 - 𝐊𝐚𝐳𝐮𝐨 Quería consumirla, poseerla y, al mismo tiempo, temía la intensidad con la que sentía todo aquello. Una vez... Tan solo tuve que percibir su aroma una sola vez para dejarme atrapar de una forma que, en ese momento, no sabría nombrar. Olía a tierra, pino, sol; una sinfonía de olores que se alojaban en la parte trasera de mi paladar, provocando que incluso pudiera saborearlo, una efervescencia que explotaba en mi boca como una gota de agua al caer sobre suelo firme. Olía a montaña, olía a mi hogar. ¿Pero qué era esto? No había explicación ni lógica. Su cercanía provocó en mi cuerpo una auténtica hecatombe, una reacción en cadena con un desenlace frustrante. No sería hasta dos años después de abstinencia cuando pudiera emborracharme de aquella esencia que tan hondo había calado en mí. Cuando ese mar carmesí que tenía como ojos me engulló, al mismo tiempo que ese aroma, algo en mí se rompió. Era como si, en ese mismo segundo, el aire hubiera abandonado mis pulmones, porque solo querían oxigenarse con el aire impregnado de aquel aroma adictivo. Mis pupilas se dilataban como dos cuencas negras, mi piel se erizaba, y mi pecho cabalgaba en una desenfrenada carrera, sin un fin concreto en aquel inmenso horizonte de mi mente. Por primera vez en siglos, no era capaz de controlar la vorágine de sensaciones que se agolpaban, una tras otra, aporreando mi cabeza en un intento desesperado de abrirse paso, de intentar buscar una explicación para aquella sensación tan abrumadora. Sus ojos, su pelo, su piel, sus labios, su voz... su olor. Todo me atraía como una polilla es atraída por la luz, de una forma ciega y resignada, pues el resplandor no me dejaba ver más allá de mis narices. No soy un hombre común; Soy un zorro, hijo de Inari e hijo del bosque. Mis sentidos van más allá de lo común; para mí, un aroma, un sabor, puede tener más significado que una historia contada con palabras. Aquel olor me evocaba deseo, anhelo, hambre, peligro... un peligro al que, contra todo pronóstico, hice caso omiso, porque necesitaba impregnarme de aquella esencia y no dejaría escapar la más mínima oportunidad. La fuerza empleada para no dejar que mis instintos más primitivos, más salvajes, más animales, se abalanzaran sobre aquella mujer era hercúlea. Una fuerza que iba en contra de todo lo que mi cuerpo pedía a gritos. Ella... La deseaba; joder, la acababa de conocer y todo mi ser la reclamaba de una forma tan voraz que ni siquiera me dejaba pensar con claridad. Era como encontrar algo que no sabías que habías perdido, y que de pronto te arrebatan para luego volver a desaparecer. Cuando, al día siguiente, solo percibí los matices residuales de su ausencia, sentí que algo de mí había sido arrancado. Dirigí mis pasos a la habitación donde había dormido aquella noche. El futón, perfectamente recogido, y el yukata que le había prestado, cuidadosamente doblado a su lado. Me adentré, e inmediatamente su aroma me abofeteó la cara como un oleaje salvaje que rompía contra un acantilado. Me arrodillé junto a las pertenencias prestadas y devueltas. Sin poder contenerme, tomé aquel yukata entre mis manos, llevando aquella fina seda a mi rostro. Entonces inhalé profundamente, hundiendo mi rostro entre las telas de la prenda que horas antes, Elizabeth se había puesto. Memoricé cada matiz que me recordaba a la montaña, esa mezcla de olores terrosos que me embriagaban y me hacían entrar en un estado febril. Mis puños se cerraban en aquella tela, apretándola con tanta fuerza que mis nudillos se ponían blancos del esfuerzo. Mi cuerpo languidecía hasta dejarse caer sobre el futón donde ella había dormido la noche anterior. Aún con el yukata en mis manos apretadas, me deslicé por las sábanas y la colcha de dicho futón. Olía a ella; toda su esencia estaba en aquellos simples objetos. Quería adherir aquel olor a mi piel, volverlo parte de la mía. Parecía un gato que se retuerce en una zona que desea marcar con su olor. Para cualquier persona normal, aquel acto podría catalogarse como propio de alguien pervertido, tóxico o incluso enfermizo. Pero para mí, un zorro, aquel olor me hacía entrar en colapso, en un frenesí incontrolable y en constante ebullición. No se le puede pedir a un felino que no reaccione a la nepeta, ni impedir que una mariposa se sienta atraída por las feromonas de una hermosa flor. Para mí, era exactamente lo mismo; aquel aroma provocaba una reacción química en todo mi cuerpo, llevándolo a una excitación acalorada, intensa e irrefrenable. Cada noche volvía a emborracharme de la fragancia que aquella mujer de cabellos de fuego había dejado de forma inocente. Me imaginaba estar con ella, enredados en aquellas sábanas, y no podía evitar sentir ese placer tan exquisito. Lo hice hasta que su olor se disipó con el paso del tiempo. Durante dos largos años, iba cada noche al mismo punto donde la conocí por primera vez, con la esperanza de volver a verla, de volver a olerla. En mi forma de gran zorro blanco, corría montaña arriba, intentando encontrar aquellos olores que tanto me recordaban aquellos parajes. Pero... no, nada era igual, nada era comparable a aquel olor que tanto anhelaba y que jamás se borraría de mi memoria. La espera había sido dolorosa. Una agonía que apenas podía soportar en aquellas noches de soledad, donde solo podía consolarme lastimosamente a mí mismo, imaginando cómo sería que mi boca recorriera cada parte de su cuerpo. Estaba enfermo, enfermo por no poder engullir la medicina que necesitaba para sanar. Y esa medicina era ella. Durante el tiempo que pasó sin su presencia, no era capaz de mantener otros encuentros íntimos con otros seres. Ni las mujeres ni los hombres con los que normalmente conseguía "satisfacer" mis deseos me provocaban la más mínima reacción de anhelo. No era difícil para mí obtener placer ajeno, de hecho, era realmente fácil. Mi presencia causaba esa necesidad primitiva de deseo cuando mis labios seducían con un suave ronroneo. Pero cuando todo iba a culminar, mi cuerpo rechazaba aquel contacto. Todo mi ser aborrecía en ese último momento aquello que no estaba relacionado con aquella esencia que se había alojado en mi mente. Por lo tanto, finalmente desistí de tener y buscar cualquier tipo de relación carnal. Prefería autocomplacerme pensando en cómo sabrían sus labios en mi boca, cómo se sentiría su piel bajo las yemas de mis dedos, cómo su olor inundaría mi olfato hasta entrar en mi lengua. Cuando al fin la tuve tan cerca nuevamente, sentí que su sola presencia desataba algo violento dentro de mí, un sofoco que emergía desde lo más profundo de mi ser y que solo sería aplacado con el consumo de aquella mujer. Mía... Deseaba hacerla mía de todas las formas posibles, que su aroma quedara impregnado en mi cuerpo y que el mío quedara impregnado en el suyo. Dejarme llevar por mi lado más salvaje y animal; dejar que mis colmillos ansiosos marcaran cada zona de su piel, reclamando lo que quería que fuera mío. En cada encuentro no podía hacer más que venerar aquel cuerpo; no podía dejar de arrodillarme ante ella. Lo que me hizo rendirme al completo fue saber más, conocer quién estaba debajo de todas esas sensaciones primitivas, hizo que me volviera siervo de lo que ella representaba. Y lo que representaba, era todo para mí, como si todo lo anterior a ella se quedara en la nada. Ahora que es mía y yo soy suyo, me doy cuenta de que jamás podría curarme de su adicción. Era mi opio, mi droga recurrente y de la que no deseaba desintoxicarme. De hecho, al contrario, quería intoxicarme por cada poro de mi piel. Fundirme a su cuerpo hasta que no se supiera dónde empezaba el mío y dónde terminaba el de ella. A veces considero que peco de soberbio y posesivo si el tema a discutir se trata de Elizabeth, faltando enormemente a lo que es mi ética como mensajero de Inari. Pero simplemente no puedo. Estoy tan enfermizamente enamorado, que no hay unas directrices que nos guían para manejar la situación que nos rodea a ambos. Tendremos que ser nosotros mismos quienes vayamos descubriendo a dónde nos lleva esta desenfrenada pasión. [Liz_bloodFlame]
    Me encocora
    Me gusta
    5
    4 turnos 0 maullidos 584 vistas
  • " 𝑽𝒐𝒚 𝒂 𝒑𝒆𝒅𝒊𝒓 𝒖𝒏 𝒂𝒖𝒎𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒔𝒊 𝒎𝒆 𝒗𝒖𝒆𝒍𝒗𝒆𝒏 𝒂 𝒅𝒆𝒔𝒑𝒆𝒓𝒕𝒂𝒓 𝒕𝒂𝒏 𝒕𝒆𝒎𝒑𝒓𝒂𝒏𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝒖𝒏𝒂 𝒓𝒆𝒖𝒏𝒊ó𝒏"




    Había soltado el milesimo bostezo de la mañana, eso creía, aunque realmente no se tomó el tiempo de contarlos. Apenas eran las 7 de la mañana, el sol salía de a poco mientras la brisa helada de la mañana la envolviá.

    No llevaba casaca, simplemente usaba un top blanco y unos jeans, algo demasiado ligero para el frío que pasaba en esta temporada, pero le gustaba, ya que al menos eso la mantenía despierta para una reunión programada con su equipo, no había visto a nadie todavía, exceptuando a Ryan, quien hizo un espectáculo en aquella villa y aunque no le gustaba admitirlo, los extrañaba a todos.

    Estaba sentada sobre un muro de las escaleras que daban vista hacia el extenso jardín, estaba sola por ello no pudo evitar pensar en las cosas que sucedieron anteriormente.

    El día de ayer había vuelto de su "desaparición", tuvo intercambios incómodos con cierta mujer de aquella familia de apellido Di Vincenzo, lo que simplemente quería olvidar por completo debido a malos acuerdos. De solo recordarlo le daba un dolor de cabeza.

    — Ugh..— Tapo su boca con la palma de su mano, era otro bostezo. Tenía sueño, mucho sueño, no entendía porque Kiev quiso hacer la reunión a esta hora. Pero esperaba que fuera importante como para levantarla a las 5:30 de la mañana, era un abuso. "voy a quejarme con recursos humanos. " Este pensamiento le ocasionó una risa, era algo ridículo de solo pensar en ello.

    Al ver que nadie venía y ella ya moría por dormir, se bajó del muro para caer sobre el pasto, limpió sus manos y comenzó a caminar para dar un paseo.


    Tarareaba una canción mientras lo hacía, una canción de cuna en Alemán que le traía recuerdos, no sabía exactamente porque lo recordaba, aunque tal vez se deba a que ya estaban en el mes en que se supone que seria su cumpleaños, necesitaba pensar en que hacer, en dos semanas se tendrá que ir a Suiza, para luego irse a Alemania, era algo personal que ella hacía antes de que su cumpleaños llegará y es que sí, ese dia siempre lo pasaba sola.

    Miro curiosa los rosales, hermosas rosas rojas que brillaban tanto como su cabello y como la sangre misma. Sin embargo, algo se movía entre estás, ladeó su cabeza y una sonrisa cálida se dibujo en sus labios, era su gata Hanna quien mordía una de estas flores, como si quisiera arrancarla.

    — Hey, ps ps ps Hanna — La llamo suavemente, la gata volteo a verla e instintivamente comenzó a maullear repetidas veces mientras se acercaba para poder frotar su cabeza y cuerpo con la pierna de Rubi. — Pequeña, te extrañe mucho. — La sostuvo entre sus brazos, la acaricio suavemente mientras la gata ronroneaba. Sin embargo, ese tierno espectáculo no duró, ya que la gata elevó su cabeza para mirar detrás de la pelirroja, antes de bajar de sus brazos y esconderse. Esta acción la extraño mucho, hasta que escuchó un gruñido, no como de un perro, si no más bien como el de un tigre, se giró y solo pudo observar un gato enorme, no le dió tiempo de pensar pues básicamente se le aventó encima.


    Su pecho subía y bajaba rápidamente ¿Qué hacía ese animal ahi? ¿Lo compró Kiev? Habían muchas preguntas y pocas respuestas, no sabía que hacer, sus ojos dorados chocaron con la mirada del enorme felino quien se quedó mirandola como si la analizará. Lentamente movía su mano para sacar un revolver que tenía guardado en su cadera, trataba de no hacer un movimiento brusco antes de si quiera matarlo, era ella o él. Pero el animal se le adelantó, casi grita cuando vió que abrió el ocico mostrando sus dientes filudos, pero lo único que sintió, fue una lengua rasposa pasar por su mejilla. — No, ¡espera! — La estaba llenando de baba la mejilla. Estaba a punto de empujarlo cuando se escuchó un silbido, el felino se volteo y dejó a una pelirroja totalmente confundida.

    Apenas estuvo libre de aquella carcel de pelos, se sentó en el pasto. — No puede ser ... — Limpio su mejilla repetidas veces, y dirigio su mirada hacia en frente, solo para ver a Kiev acariciar a ese enorme animal y luego escucharlo reír al verla.


    Que hermosa forma de dar una bienvenida.
    " 𝑽𝒐𝒚 𝒂 𝒑𝒆𝒅𝒊𝒓 𝒖𝒏 𝒂𝒖𝒎𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒔𝒊 𝒎𝒆 𝒗𝒖𝒆𝒍𝒗𝒆𝒏 𝒂 𝒅𝒆𝒔𝒑𝒆𝒓𝒕𝒂𝒓 𝒕𝒂𝒏 𝒕𝒆𝒎𝒑𝒓𝒂𝒏𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝒖𝒏𝒂 𝒓𝒆𝒖𝒏𝒊ó𝒏" Había soltado el milesimo bostezo de la mañana, eso creía, aunque realmente no se tomó el tiempo de contarlos. Apenas eran las 7 de la mañana, el sol salía de a poco mientras la brisa helada de la mañana la envolviá. No llevaba casaca, simplemente usaba un top blanco y unos jeans, algo demasiado ligero para el frío que pasaba en esta temporada, pero le gustaba, ya que al menos eso la mantenía despierta para una reunión programada con su equipo, no había visto a nadie todavía, exceptuando a Ryan, quien hizo un espectáculo en aquella villa y aunque no le gustaba admitirlo, los extrañaba a todos. Estaba sentada sobre un muro de las escaleras que daban vista hacia el extenso jardín, estaba sola por ello no pudo evitar pensar en las cosas que sucedieron anteriormente. El día de ayer había vuelto de su "desaparición", tuvo intercambios incómodos con cierta mujer de aquella familia de apellido Di Vincenzo, lo que simplemente quería olvidar por completo debido a malos acuerdos. De solo recordarlo le daba un dolor de cabeza. — Ugh..— Tapo su boca con la palma de su mano, era otro bostezo. Tenía sueño, mucho sueño, no entendía porque Kiev quiso hacer la reunión a esta hora. Pero esperaba que fuera importante como para levantarla a las 5:30 de la mañana, era un abuso. "voy a quejarme con recursos humanos. " Este pensamiento le ocasionó una risa, era algo ridículo de solo pensar en ello. Al ver que nadie venía y ella ya moría por dormir, se bajó del muro para caer sobre el pasto, limpió sus manos y comenzó a caminar para dar un paseo. Tarareaba una canción mientras lo hacía, una canción de cuna en Alemán que le traía recuerdos, no sabía exactamente porque lo recordaba, aunque tal vez se deba a que ya estaban en el mes en que se supone que seria su cumpleaños, necesitaba pensar en que hacer, en dos semanas se tendrá que ir a Suiza, para luego irse a Alemania, era algo personal que ella hacía antes de que su cumpleaños llegará y es que sí, ese dia siempre lo pasaba sola. Miro curiosa los rosales, hermosas rosas rojas que brillaban tanto como su cabello y como la sangre misma. Sin embargo, algo se movía entre estás, ladeó su cabeza y una sonrisa cálida se dibujo en sus labios, era su gata Hanna quien mordía una de estas flores, como si quisiera arrancarla. — Hey, ps ps ps Hanna — La llamo suavemente, la gata volteo a verla e instintivamente comenzó a maullear repetidas veces mientras se acercaba para poder frotar su cabeza y cuerpo con la pierna de Rubi. — Pequeña, te extrañe mucho. — La sostuvo entre sus brazos, la acaricio suavemente mientras la gata ronroneaba. Sin embargo, ese tierno espectáculo no duró, ya que la gata elevó su cabeza para mirar detrás de la pelirroja, antes de bajar de sus brazos y esconderse. Esta acción la extraño mucho, hasta que escuchó un gruñido, no como de un perro, si no más bien como el de un tigre, se giró y solo pudo observar un gato enorme, no le dió tiempo de pensar pues básicamente se le aventó encima. Su pecho subía y bajaba rápidamente ¿Qué hacía ese animal ahi? ¿Lo compró Kiev? Habían muchas preguntas y pocas respuestas, no sabía que hacer, sus ojos dorados chocaron con la mirada del enorme felino quien se quedó mirandola como si la analizará. Lentamente movía su mano para sacar un revolver que tenía guardado en su cadera, trataba de no hacer un movimiento brusco antes de si quiera matarlo, era ella o él. Pero el animal se le adelantó, casi grita cuando vió que abrió el ocico mostrando sus dientes filudos, pero lo único que sintió, fue una lengua rasposa pasar por su mejilla. — No, ¡espera! — La estaba llenando de baba la mejilla. Estaba a punto de empujarlo cuando se escuchó un silbido, el felino se volteo y dejó a una pelirroja totalmente confundida. Apenas estuvo libre de aquella carcel de pelos, se sentó en el pasto. — No puede ser ... — Limpio su mejilla repetidas veces, y dirigio su mirada hacia en frente, solo para ver a Kiev acariciar a ese enorme animal y luego escucharlo reír al verla. Que hermosa forma de dar una bienvenida.
    Me encocora
    Me gusta
    Me enjaja
    Me shockea
    18
    42 turnos 0 maullidos 1379 vistas
  • Carmina miraba la fotografía que su amiga Jade le había tomado en un momento de distracción. La imagen mostraba su figura desde la espalda, con el cabello cayendo en ondas largas y doradas sobre su vestido blanco, mientras observaba un plano de una embarcación en la pared, perdida en sus pensamientos. Había una suavidad en la escena, una especie de nostalgia que impregnaba la imagen con una calidez distante. Sin embargo, al mirarla, Carmina sentía que aquella persona capturada en el instante no era realmente ella.

    Era una sensación extraña. Carmina observaba cada detalle: la silla antigua en la que estaba sentada, el suave brillo que caía sobre su cabello y el reflejo difuso del atardecer iluminando la habitación. Aquel lugar, aquella pose, aquella serenidad que desprendía la imagen, parecían pertenecer a alguien más. ¿Cuándo había dejado de reconocerse en las fotografías? ¿En qué momento se había convertido en una espectadora de su propia vida?

    Jade, con quien había entablado una amistad no hacía mucho, había capturado la imagen con cariño, buscando mostrar una faceta de Carmina que ella misma parecía haber olvidado. No compartían recuerdos de infancia ni aventuras pasadas, pero Jade tenía una habilidad especial para captar momentos que reflejaban la esencia de las personas. Aun así, al ver la imagen, Carmina solo sentía un vacío. La mujer de la fotografía parecía tranquila, en paz, como si estuviera soñando con mares lejanos y aventuras que aún no vivía. Sin embargo, ella misma se sentía atrapada, como si los sueños de esa versión idealizada de sí misma estuvieran tan lejos como el horizonte al que miraba.

    —¿De verdad soy yo? —murmuró, sin esperar una respuesta.

    Carmina cerró los ojos, intentando reconectar con esa parte de ella que una vez se sintió libre y soñadora. Quizás algún día, se convencería de que aquella imagen no era solo una ilusión. Tal vez, con el tiempo, lograría volver a sentirse tan llena de paz como la mujer que veía en la fotografía.
    Carmina miraba la fotografía que su amiga Jade le había tomado en un momento de distracción. La imagen mostraba su figura desde la espalda, con el cabello cayendo en ondas largas y doradas sobre su vestido blanco, mientras observaba un plano de una embarcación en la pared, perdida en sus pensamientos. Había una suavidad en la escena, una especie de nostalgia que impregnaba la imagen con una calidez distante. Sin embargo, al mirarla, Carmina sentía que aquella persona capturada en el instante no era realmente ella. Era una sensación extraña. Carmina observaba cada detalle: la silla antigua en la que estaba sentada, el suave brillo que caía sobre su cabello y el reflejo difuso del atardecer iluminando la habitación. Aquel lugar, aquella pose, aquella serenidad que desprendía la imagen, parecían pertenecer a alguien más. ¿Cuándo había dejado de reconocerse en las fotografías? ¿En qué momento se había convertido en una espectadora de su propia vida? Jade, con quien había entablado una amistad no hacía mucho, había capturado la imagen con cariño, buscando mostrar una faceta de Carmina que ella misma parecía haber olvidado. No compartían recuerdos de infancia ni aventuras pasadas, pero Jade tenía una habilidad especial para captar momentos que reflejaban la esencia de las personas. Aun así, al ver la imagen, Carmina solo sentía un vacío. La mujer de la fotografía parecía tranquila, en paz, como si estuviera soñando con mares lejanos y aventuras que aún no vivía. Sin embargo, ella misma se sentía atrapada, como si los sueños de esa versión idealizada de sí misma estuvieran tan lejos como el horizonte al que miraba. —¿De verdad soy yo? —murmuró, sin esperar una respuesta. Carmina cerró los ojos, intentando reconectar con esa parte de ella que una vez se sintió libre y soñadora. Quizás algún día, se convencería de que aquella imagen no era solo una ilusión. Tal vez, con el tiempo, lograría volver a sentirse tan llena de paz como la mujer que veía en la fotografía.
    Me gusta
    Me encocora
    8
    0 turnos 0 maullidos 554 vistas
  • -Coke observó su reflejo en el espejo, ajustando la última parte del traje de Spider-Man que había decidido ponerse para la fiesta de Halloween. La tela se ajustaba perfectamente a su cuerpo, resaltando cada detalle, y el diseño rojo y negro le daba un aire más intenso y misterioso. La tela flexible permitía que se moviera con total

    -No pudo evitar sonreír de lado al pensar en la reacción de sus amigos y conocidos al verlo. No era su estilo ir tan… “entusiasta” a una fiesta, pero esta vez se había dejado llevar por el espíritu de la ocasión. Además, había algo en el disfraz de Spider-Man que le gustaba; ser un héroe enmascarado con una identidad secreta le sonaba atractivo, como si por una noche pudiera ser alguien diferente-

    -Echó un último vistazo al espejo, acomodando los brazos cruzados sobre su pecho en una pose confiada. La mezcla de colores oscuros y el emblema de araña en el pecho parecían darle un aire aún más intrigante. Con una sonrisa pícara, se puso la máscara, dejando solo sus ojos al descubierto. Ya estaba listo para enfrentar las miradas y los comentarios en la fiesta-

    Vamos, Coke, a romper algunas telarañas por ahí.

    -Con esa broma interna, salió de la habitación y se dirigió hacia la fiesta. Sabía que este Halloween sería uno para recordar, y estaba dispuesto a disfrutar cada segundo. Esta vez, no era el chico problemático de siempre… esta vez, era Spider-Man, aunque fuera solo por una noche-

    -Coke observó su reflejo en el espejo, ajustando la última parte del traje de Spider-Man que había decidido ponerse para la fiesta de Halloween. La tela se ajustaba perfectamente a su cuerpo, resaltando cada detalle, y el diseño rojo y negro le daba un aire más intenso y misterioso. La tela flexible permitía que se moviera con total -No pudo evitar sonreír de lado al pensar en la reacción de sus amigos y conocidos al verlo. No era su estilo ir tan… “entusiasta” a una fiesta, pero esta vez se había dejado llevar por el espíritu de la ocasión. Además, había algo en el disfraz de Spider-Man que le gustaba; ser un héroe enmascarado con una identidad secreta le sonaba atractivo, como si por una noche pudiera ser alguien diferente- -Echó un último vistazo al espejo, acomodando los brazos cruzados sobre su pecho en una pose confiada. La mezcla de colores oscuros y el emblema de araña en el pecho parecían darle un aire aún más intrigante. Con una sonrisa pícara, se puso la máscara, dejando solo sus ojos al descubierto. Ya estaba listo para enfrentar las miradas y los comentarios en la fiesta- Vamos, Coke, a romper algunas telarañas por ahí. -Con esa broma interna, salió de la habitación y se dirigió hacia la fiesta. Sabía que este Halloween sería uno para recordar, y estaba dispuesto a disfrutar cada segundo. Esta vez, no era el chico problemático de siempre… esta vez, era Spider-Man, aunque fuera solo por una noche-
    Me encocora
    Me gusta
    7
    2 turnos 0 maullidos 514 vistas
  • Dean Winchester despertó en el bunker. A su alrededor, el silencio era casi palpable, roto solo por el suave zumbido del sistema de renovación del aire. La noche anterior había sido intensa: un caso de un espíritu vengativo que había dejado un rastro de caos en una pequeña ciudad. Había tenido que usar todas sus habilidades y un par de trucos más para salir de esa situación.

    Al abrir los ojos, una sonrisa se dibujó en su rostro al ver a Hope Mikaelson dormida a su lado. Su cabello castaño caía en desorden sobre la almohada, y la luz de la mesilla, la cual había quedado encendida toda la noche, iluminaba suavemente sus rasgos. A pesar del cansancio, Dean sintió una calidez en su pecho. Había sido una locura encontrarse en medio de una batalla sobrenatural y luego terminar acurrucados, pero él no podía pedir nada mejor.

    Se frotó los ojos y trató de levantarse con cuidado para no despertarla, pero el movimiento hizo que Hope entreabriera los ojos.
    — ¿Ya te vas? — preguntó con voz adormilada, sonriendo apenas.

    — Solo voy por un café — respondió Dean, sintiendo cómo la tensión de la noche anterior se desvanecía un poco más con su presencia. —¿Te apetece algo?—

    Hope se estiró, dejando escapar un pequeño bostezo.
    — Un café suena perfecto — dijo mientras se sentaba en la cama, sus ojos aún llenos de sueño, pero brillantes.

    Dean se levantó, sintiendo el peso del cansancio en sus músculos, pero al mismo tiempo, una energía renovada gracias a ella. Mientras se vestía, recordó los momentos más tensos de la noche. La lucha contra el espíritu había sido feroz, pero habían logrado liberar a la víctima y restablecer la paz en el pueblo. Sin embargo, cada victoria venía con su propio precio, y los recuerdos de lo que había enfrentado a menudo lo perseguían. Pero ahora, con Hope a su lado, todo parecía un poco más llevadero.

    Al salir de su habitación, el eco de sus pasos resonó por los pasillos vacíos. Se detuvo un momento, escuchando los sonidos de la casa: el leve murmullo de la calefacción, el goteo del grifo en la cocina, y el sonido inconfundible de Sam en el biblioteca, probablemente revisando los libros antiguos.

    Cuando entró a la cocina, la vista de su hermano trabajando le trajo una sensación de calma.
    —Buenos días, Sammy— dijo con una sonrisa cansada, mientras se servía una taza de café. —Hope se despierta ahora, a mi ya veo que no, pero ¿harías un poco de bacon para ella?.—

    —¿Estás seguro de que ella ha pedido bacon? Mira que no te conviene cabrear a la gran tribrida— bromeó Sam, levantando una ceja mientras miraba a su hermano con una sonrisa.

    Dean rió, sintiendo que, a pesar de los horrores del mundo, esos momentos simples entre risas y café hacían que todo valiera la pena.



    #3D #Comunidad3D #Personajes3D #Winchelson #DeanWinchester
    Dean Winchester despertó en el bunker. A su alrededor, el silencio era casi palpable, roto solo por el suave zumbido del sistema de renovación del aire. La noche anterior había sido intensa: un caso de un espíritu vengativo que había dejado un rastro de caos en una pequeña ciudad. Había tenido que usar todas sus habilidades y un par de trucos más para salir de esa situación. Al abrir los ojos, una sonrisa se dibujó en su rostro al ver a Hope Mikaelson dormida a su lado. Su cabello castaño caía en desorden sobre la almohada, y la luz de la mesilla, la cual había quedado encendida toda la noche, iluminaba suavemente sus rasgos. A pesar del cansancio, Dean sintió una calidez en su pecho. Había sido una locura encontrarse en medio de una batalla sobrenatural y luego terminar acurrucados, pero él no podía pedir nada mejor. Se frotó los ojos y trató de levantarse con cuidado para no despertarla, pero el movimiento hizo que Hope entreabriera los ojos. — ¿Ya te vas? — preguntó con voz adormilada, sonriendo apenas. — Solo voy por un café — respondió Dean, sintiendo cómo la tensión de la noche anterior se desvanecía un poco más con su presencia. —¿Te apetece algo?— Hope se estiró, dejando escapar un pequeño bostezo. — Un café suena perfecto — dijo mientras se sentaba en la cama, sus ojos aún llenos de sueño, pero brillantes. Dean se levantó, sintiendo el peso del cansancio en sus músculos, pero al mismo tiempo, una energía renovada gracias a ella. Mientras se vestía, recordó los momentos más tensos de la noche. La lucha contra el espíritu había sido feroz, pero habían logrado liberar a la víctima y restablecer la paz en el pueblo. Sin embargo, cada victoria venía con su propio precio, y los recuerdos de lo que había enfrentado a menudo lo perseguían. Pero ahora, con Hope a su lado, todo parecía un poco más llevadero. Al salir de su habitación, el eco de sus pasos resonó por los pasillos vacíos. Se detuvo un momento, escuchando los sonidos de la casa: el leve murmullo de la calefacción, el goteo del grifo en la cocina, y el sonido inconfundible de Sam en el biblioteca, probablemente revisando los libros antiguos. Cuando entró a la cocina, la vista de su hermano trabajando le trajo una sensación de calma. —Buenos días, Sammy— dijo con una sonrisa cansada, mientras se servía una taza de café. —Hope se despierta ahora, a mi ya veo que no, pero ¿harías un poco de bacon para ella?.— —¿Estás seguro de que ella ha pedido bacon? Mira que no te conviene cabrear a la gran tribrida— bromeó Sam, levantando una ceja mientras miraba a su hermano con una sonrisa. Dean rió, sintiendo que, a pesar de los horrores del mundo, esos momentos simples entre risas y café hacían que todo valiera la pena. #3D #Comunidad3D #Personajes3D #Winchelson #DeanWinchester
    Me gusta
    Me encocora
    2
    0 turnos 0 maullidos 715 vistas
  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    No había bloqueado a nadie, pero en serio ese tipo me molesta, cada vez que público algo me comenta con alguna acción agresiva y ni siquiera lo conozco, si así es su personaje, que fastidioso, por eso mejor lo bloqueé, por favor, si van a hacer rol conmigo, mínimo díganme por privado que son unos idiotas sus personajes y ya sabré lidiar con eso.
    No había bloqueado a nadie, pero en serio ese tipo me molesta, cada vez que público algo me comenta con alguna acción agresiva y ni siquiera lo conozco, si así es su personaje, que fastidioso, por eso mejor lo bloqueé, por favor, si van a hacer rol conmigo, mínimo díganme por privado que son unos idiotas sus personajes y ya sabré lidiar con eso. :STK-44:
    Me shockea
    Me encocora
    3
    8 comentarios 0 compartidos 234 vistas
  • La Lluvia de Sangre en Eldrath

    En una noche oscura y silenciosa, Yaken se acercó a la aldea de Eldrath, un lugar conocido por su tranquilidad. Sin embargo, esa paz estaba a punto de ser destrozada por un torbellino de locura y violencia. Yaken, un joven de mirada intensa y sonrisa inquietante. A Yaken le encantaba la forma en que sus cuerpos se desmoronaban bajo sus fuerzas

    Al llegar a la aldea, Yaken se deslizó entre las sombras, buscando a su primera víctima. Un anciano salió de su casa, y en un instante, Yaken lo sorprendió, desatando una lluvia de golpes. Cada puñetazo resonaba en el aire, y la risa maníaca de Yaken se mezclaba con los gritos de terror. El anciano cayó, dejando un charco de sangre en el suelo

    Sin detenerse, Yaken avanzó, disfrutando del caos que desataba. En la plaza, un grupo de aldeanos intentaba organizarse, pero él los arrolló como una tormenta. Golpeó a un joven que intentaba correr, haciendo que se desplomara. Luego, se volvió hacia una mujer que gritaba, cubriendo su rostro con las manos. Yaken se acercó, utilizando su katana no como un arma, sino como un símbolo de su locura. Con un movimiento rápido, desnudó su carne, pero luego decidió que prefería el sabor de la violencia directa así que abrió su cráneo en dos con sus propias manos

    A medida que avanzaba, el aire se llenaba del olor a sangre. La gente intentaba escapar, pero Yaken era imparable. Uno tras otro, los aldeanos caían ante su furia, y él disfrutaba de cada instante, sintiendo cómo el poder lo envolvía. Se detuvo brevemente, mirando a su alrededor mientras la vida se desvanecía de los ojos de sus víctimas

    Con un frenesí creciente, Yaken se lanzó hacia un grupo de hombres que intentaban unirse para enfrentarlo. Pero no había forma de detenerlo. Con una serie de movimientos rápidos, derribó a varios, aplastando sus rostros con sus puños. El suelo se cubrió de cuerpos, y la plaza de Eldrath se transformó en un escenario de horror indescriptible

    Cuando el sol comenzó a asomarse en el horizonte, Yaken se encontró en el centro de la aldea, rodeado de cadáveres. La risa maníaca resonaba en sus oídos, mezclándose con los ecos del dolor que había infligido. Se sentó sobre una pila de cuerpos, disfrutando de la satisfacción de su obra maestra de destrucción

    Finalmente, con el estómago vacío pero el alma llena de oscuridad, Yaken se levantó y se alejó de Eldrath. En su mente, sabía que había dejado un eco de su locura en cada rincón del pueblo. La lluvia de sangre que había sembrado lo acompañaría siempre, y mientras desaparecía en la oscuridad, una promesa de más terror y destrucción flotaba en el aire
    La Lluvia de Sangre en Eldrath En una noche oscura y silenciosa, Yaken se acercó a la aldea de Eldrath, un lugar conocido por su tranquilidad. Sin embargo, esa paz estaba a punto de ser destrozada por un torbellino de locura y violencia. Yaken, un joven de mirada intensa y sonrisa inquietante. A Yaken le encantaba la forma en que sus cuerpos se desmoronaban bajo sus fuerzas Al llegar a la aldea, Yaken se deslizó entre las sombras, buscando a su primera víctima. Un anciano salió de su casa, y en un instante, Yaken lo sorprendió, desatando una lluvia de golpes. Cada puñetazo resonaba en el aire, y la risa maníaca de Yaken se mezclaba con los gritos de terror. El anciano cayó, dejando un charco de sangre en el suelo Sin detenerse, Yaken avanzó, disfrutando del caos que desataba. En la plaza, un grupo de aldeanos intentaba organizarse, pero él los arrolló como una tormenta. Golpeó a un joven que intentaba correr, haciendo que se desplomara. Luego, se volvió hacia una mujer que gritaba, cubriendo su rostro con las manos. Yaken se acercó, utilizando su katana no como un arma, sino como un símbolo de su locura. Con un movimiento rápido, desnudó su carne, pero luego decidió que prefería el sabor de la violencia directa así que abrió su cráneo en dos con sus propias manos A medida que avanzaba, el aire se llenaba del olor a sangre. La gente intentaba escapar, pero Yaken era imparable. Uno tras otro, los aldeanos caían ante su furia, y él disfrutaba de cada instante, sintiendo cómo el poder lo envolvía. Se detuvo brevemente, mirando a su alrededor mientras la vida se desvanecía de los ojos de sus víctimas Con un frenesí creciente, Yaken se lanzó hacia un grupo de hombres que intentaban unirse para enfrentarlo. Pero no había forma de detenerlo. Con una serie de movimientos rápidos, derribó a varios, aplastando sus rostros con sus puños. El suelo se cubrió de cuerpos, y la plaza de Eldrath se transformó en un escenario de horror indescriptible Cuando el sol comenzó a asomarse en el horizonte, Yaken se encontró en el centro de la aldea, rodeado de cadáveres. La risa maníaca resonaba en sus oídos, mezclándose con los ecos del dolor que había infligido. Se sentó sobre una pila de cuerpos, disfrutando de la satisfacción de su obra maestra de destrucción Finalmente, con el estómago vacío pero el alma llena de oscuridad, Yaken se levantó y se alejó de Eldrath. En su mente, sabía que había dejado un eco de su locura en cada rincón del pueblo. La lluvia de sangre que había sembrado lo acompañaría siempre, y mientras desaparecía en la oscuridad, una promesa de más terror y destrucción flotaba en el aire
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos 701 vistas
  • Las palpitaciones en mis muñecas eran más fuerte conforme pasaban los segundos, no necesitaba verlas para saber qué ya habían cambiando de su color pálido a uno morado, las cuerdas picaban en mi piel, rasgandola con cada movimiento que hacia.

    Mis cabellos colgaban sobre mi cabeza, moviéndose a donde les indicará el viento, mientras yo tenía la mirada baja.

    - ¡¡DEMONIO!! -

    - ¡¡BLASFEMIA!! -

    - ¡¡ESCORIA!! -

    - ¡¡PARÍA!!

    Tantas voces, tantos gritos, que molesto era, cerré los ojos y haciendo de oídos sordos me adentré en mi mente donde fui recibida en un cálido abrazo de consuelo.

    - No les escuches, sabes que eso no es real. Tú no eres nada de lo que dicen -

    Me dirijo con suma amabilidad mientras acariciaba mis cabellos con un toque maternal.

    Yo solo mantuve los ojos cerrados disfrutando de este pequeño momento de paz.

    - ¡¡QUEMENLA YA!! -

    - ¡¡QUE SE MUERA!! -

    Escuchaba sus voces como llegamos ecos leganos. Por más que quisiera que todo esto desapareciera, no sería tan sencillo y no bastaría desearlo.

    - Sabes que si basta el desearlo, solo debes decirlo -

    Su suave voz hizo cosquillas en mi oreja mientras más ecos se escuchaban. ¿En verdad era tan fácil? ¿Una palabra y ya? Pero no era justo, si lo decía ellos...

    - Ellos te hicieron esto, tú no hiciste nada malo, ninguna hizo nada. -

    Su calidez se volvió tan débil como el aleteo de una libélula moribunda y de nuevo estaba entre la muchedumbre atada a un poste para ser calcinada viva.

    Con pesadez abrí los ojos y algo golpeó lo suficientemente fuerte mi cabeza como para girarla. Todo se ensordeció y mi cabeza ormigeaba mientras algo se deslizaba sobre mi cara.

    Volví abrir los ojos y la mitad de mis vista era roja, los niños lanzaban tantas piedras como podían con todas sus fuerzas.

    - Malditos -

    Murmuré arrastrando las palabras conforme mi vista se volvió completamente roja.

    Y luego, de la nada, el calor comenzó. Las llamas crecían rápidamente y sentía mi piel coserce bajó las llamas mientras la gente gritaba en festejos.

    No era justo.

    No era justo.

    Nada de esto era justo.

    Miro mis pies y veo la piel caerse como gelatina derretida y mi carne cocinarse. Dolía, esto dolía mucho.

    Cerré los ojos con fuerza, apretando los dientes. No Hiba a gritar, no les daría la satisfacción de escucharme agonizar.

    -"Solo dilo"-

    Un suave susurró se alogo aún lado de mi oído, sentía mi corazón latir con fuerza, mi piel cubrirse en sudor y caer a las maderas prendidas en fuego mientras mis nervios junto a mi carne se cocian.

    Ya no pude más. Lo intenté, lo intenté, lo intenté, lo intenté y lo intenté pero fue inútil, ya me ha Ia hartado.

    Le vante la cabeza y abrí los ojos fija do mi vista a la nada. Mis ojos brillanban pero eran opacados por las llamas sin embargo era obvio lo que vendría ahora.

    - Infernus domus nostra est et mundus cibus est. Salvame -

    Pronuncie con claridad y firmeza, desapareciendo rápidamente todo y por fin vino la paz mientras mi estómago se llenaba con sus cabezas.
    Las palpitaciones en mis muñecas eran más fuerte conforme pasaban los segundos, no necesitaba verlas para saber qué ya habían cambiando de su color pálido a uno morado, las cuerdas picaban en mi piel, rasgandola con cada movimiento que hacia. Mis cabellos colgaban sobre mi cabeza, moviéndose a donde les indicará el viento, mientras yo tenía la mirada baja. - ¡¡DEMONIO!! - - ¡¡BLASFEMIA!! - - ¡¡ESCORIA!! - - ¡¡PARÍA!! Tantas voces, tantos gritos, que molesto era, cerré los ojos y haciendo de oídos sordos me adentré en mi mente donde fui recibida en un cálido abrazo de consuelo. - No les escuches, sabes que eso no es real. Tú no eres nada de lo que dicen - Me dirijo con suma amabilidad mientras acariciaba mis cabellos con un toque maternal. Yo solo mantuve los ojos cerrados disfrutando de este pequeño momento de paz. - ¡¡QUEMENLA YA!! - - ¡¡QUE SE MUERA!! - Escuchaba sus voces como llegamos ecos leganos. Por más que quisiera que todo esto desapareciera, no sería tan sencillo y no bastaría desearlo. - Sabes que si basta el desearlo, solo debes decirlo - Su suave voz hizo cosquillas en mi oreja mientras más ecos se escuchaban. ¿En verdad era tan fácil? ¿Una palabra y ya? Pero no era justo, si lo decía ellos... - Ellos te hicieron esto, tú no hiciste nada malo, ninguna hizo nada. - Su calidez se volvió tan débil como el aleteo de una libélula moribunda y de nuevo estaba entre la muchedumbre atada a un poste para ser calcinada viva. Con pesadez abrí los ojos y algo golpeó lo suficientemente fuerte mi cabeza como para girarla. Todo se ensordeció y mi cabeza ormigeaba mientras algo se deslizaba sobre mi cara. Volví abrir los ojos y la mitad de mis vista era roja, los niños lanzaban tantas piedras como podían con todas sus fuerzas. - Malditos - Murmuré arrastrando las palabras conforme mi vista se volvió completamente roja. Y luego, de la nada, el calor comenzó. Las llamas crecían rápidamente y sentía mi piel coserce bajó las llamas mientras la gente gritaba en festejos. No era justo. No era justo. Nada de esto era justo. Miro mis pies y veo la piel caerse como gelatina derretida y mi carne cocinarse. Dolía, esto dolía mucho. Cerré los ojos con fuerza, apretando los dientes. No Hiba a gritar, no les daría la satisfacción de escucharme agonizar. -"Solo dilo"- Un suave susurró se alogo aún lado de mi oído, sentía mi corazón latir con fuerza, mi piel cubrirse en sudor y caer a las maderas prendidas en fuego mientras mis nervios junto a mi carne se cocian. Ya no pude más. Lo intenté, lo intenté, lo intenté, lo intenté y lo intenté pero fue inútil, ya me ha Ia hartado. Le vante la cabeza y abrí los ojos fija do mi vista a la nada. Mis ojos brillanban pero eran opacados por las llamas sin embargo era obvio lo que vendría ahora. - Infernus domus nostra est et mundus cibus est. Salvame - Pronuncie con claridad y firmeza, desapareciendo rápidamente todo y por fin vino la paz mientras mi estómago se llenaba con sus cabezas.
    Me gusta
    Me encocora
    Me endiabla
    5
    2 turnos 0 maullidos 486 vistas
  • Solo es pérdida de tiempo tener pareja .....
    Solo es una distracción lo que más importa , en la vida .
    Solo es pérdida de tiempo tener pareja ..... Solo es una distracción lo que más importa , en la vida .
    Me gusta
    2
    0 turnos 0 maullidos 333 vistas
Ver más resultados
Patrocinados