Fragmento – Nieve Rota
El mundo humano le había parecido hermoso al principio. El calor de una fogata, la risa de unos niños, el sabor dulce de una fruta… Luna apenas comenzaba a entender las emociones, los gestos, los sonidos. Su cabello blanco, largo como el silencio, contrastaba con el color de su inocencia.
Pero aquella noche, el mundo le enseñó su rostro más cruel.
La nieve crujía bajo sus pies cuando la arrastraron. El bosque, mudo testigo, no supo defenderla. Ni la luna quiso mirar. Las manos ajenas no buscaban comprenderla, solo romperla.
Y cuando todo terminó, su pequeño cuerpo quedó allí, tirado como un secreto que nadie debía descubrir. La sangre tiñó la blancura del suelo, como un grito que la nieve no pudo callar. Temblaba, no solo de frío… sino del dolor nuevo, inentendible, que nacía desde adentro y no pararía jamás.
Sus ojos, antes grandes de curiosidad, se quedaron fijos en el cielo gris. Aún no entendía por qué el mundo era así. Aún no comprendía por qué los humanos decían amar, si sabían destruir.
Esa noche, Luna no murió. Pero algo dentro de ella se rompió para siempre.
El mundo humano le había parecido hermoso al principio. El calor de una fogata, la risa de unos niños, el sabor dulce de una fruta… Luna apenas comenzaba a entender las emociones, los gestos, los sonidos. Su cabello blanco, largo como el silencio, contrastaba con el color de su inocencia.
Pero aquella noche, el mundo le enseñó su rostro más cruel.
La nieve crujía bajo sus pies cuando la arrastraron. El bosque, mudo testigo, no supo defenderla. Ni la luna quiso mirar. Las manos ajenas no buscaban comprenderla, solo romperla.
Y cuando todo terminó, su pequeño cuerpo quedó allí, tirado como un secreto que nadie debía descubrir. La sangre tiñó la blancura del suelo, como un grito que la nieve no pudo callar. Temblaba, no solo de frío… sino del dolor nuevo, inentendible, que nacía desde adentro y no pararía jamás.
Sus ojos, antes grandes de curiosidad, se quedaron fijos en el cielo gris. Aún no entendía por qué el mundo era así. Aún no comprendía por qué los humanos decían amar, si sabían destruir.
Esa noche, Luna no murió. Pero algo dentro de ella se rompió para siempre.
Fragmento – Nieve Rota
El mundo humano le había parecido hermoso al principio. El calor de una fogata, la risa de unos niños, el sabor dulce de una fruta… Luna apenas comenzaba a entender las emociones, los gestos, los sonidos. Su cabello blanco, largo como el silencio, contrastaba con el color de su inocencia.
Pero aquella noche, el mundo le enseñó su rostro más cruel.
La nieve crujía bajo sus pies cuando la arrastraron. El bosque, mudo testigo, no supo defenderla. Ni la luna quiso mirar. Las manos ajenas no buscaban comprenderla, solo romperla.
Y cuando todo terminó, su pequeño cuerpo quedó allí, tirado como un secreto que nadie debía descubrir. La sangre tiñó la blancura del suelo, como un grito que la nieve no pudo callar. Temblaba, no solo de frío… sino del dolor nuevo, inentendible, que nacía desde adentro y no pararía jamás.
Sus ojos, antes grandes de curiosidad, se quedaron fijos en el cielo gris. Aún no entendía por qué el mundo era así. Aún no comprendía por qué los humanos decían amar, si sabían destruir.
Esa noche, Luna no murió. Pero algo dentro de ella se rompió para siempre.
