• -este fragmento de dimensión no debería estar aquí....- ladeó la cabeza confundido acercándose -por que únicamente una casa y arboles no tiene sentido ni para las fragmentaciónes....-
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    —————————————ใ€‰ ๐™๐™๐™š ๐™š๐™ข๐™—๐™ง๐™–๐™˜๐™š IIใ€ˆ—————————————

    La sangre sigue tibia en sus manos, pero el frío que lo recorre es más profundo que cualquier cosa que pueda sentir sobre su piel. Está quieto, como una estatua rota, con la mirada perdida en el rojo que tiñe el suelo y sus dedos. Las voces lo observan desde las sombras de su mente, satisfechas, burlonas.

    «¿Lo ves? Siempre fuiste esto. Una herramienta para el caos.»

    Sus labios tiemblan, y por un instante la sonrisa torcida que lleva marcada en el rostro amenaza con desaparecer. Pero no lo hace. Se queda ahí, congelada como una máscara, una burla de sí mismo. El cuchillo aún está en su mano, pesado y caliente. Lo siente vibrar con la memoria de lo que ha hecho. Pero no mira a la víctima. No todavía.

    Da un paso hacia atrás. El eco de su bota resonando en el suelo le parece ajeno, como si el sonido viniera de otra persona, de otro lugar. Algo le oprime el pecho, y el aire se le escapa en respiraciones entrecortadas. Las voces no lo dejan solo.

    «No te detengas ahora. Es lo único que haces bien. Sigue adelante.»

    Pero no se mueve. Algo más lo detiene, algo que las voces intentan sofocar, pero que lucha por abrirse paso entre el ruido.

    —No quería… —Murmura, su voz apenas un hilo.

    Las palabras no significan nada para las sombras en su cabeza. Ellas ríen.

    «¿No querías? ¿Y qué importa eso? Lo hiciste. Las manos están manchadas, y no hay agua suficiente para limpiarlas. Mírate. Míralo. Esto es lo que eres.»

    Cierra los ojos con fuerza, tratando de bloquearlas, pero solo las siente más cerca, susurrando directamente en su oído. Su corazón late con fuerza, un tambor descontrolado que amenaza con romperse.

    Finalmente, abre los ojos. La máscara de la sonrisa cae, y en su lugar queda un rostro vacío, quebrado. Mira al suelo, al cuerpo frente a él. La sangre se extiende como un lago oscuro, reflejando fragmentos distorsionados de la luz tenue.

    Su pecho se hunde al verlo. El peso de lo que ha hecho lo golpea como una tormenta, y todo su ser se tambalea bajo el impacto. El cuchillo resbala de sus dedos y cae con un ruido seco, pero él no se mueve para recogerlo. No puede.

    Las voces se callan, por un momento. El silencio es peor.

    Cae de rodillas, sus manos temblorosas presionan contra el suelo, dejando marcas de sangre en cada movimiento. Siente el calor espeso del líquido, pero no puede apartarse. Su mente está atrapada en el caos de lo que ha hecho, en la mirada vacía de quien yace frente a él. No hay súplica, no hay juicio. Solo silencio.

    —No… No, no, no… —Repite, como si pudiera negar la realidad con esas palabras.

    Su cuerpo tiembla, y su respiración se quiebra, convirtiéndose en un sollozo áspero. Las lágrimas comienzan a mezclarse con el sudor que le corre por la frente. Cierra los ojos de nuevo, pero la imagen está grabada en su mente. No puede escapar.

    Por un momento, piensa en rendirse. En quedarse ahí, dejar que el frío lo consuma, dejar que las voces lo arrastren por completo.

    Con un esfuerzo titánico, se obliga a levantarse. Sus piernas tambalean, y casi cae de nuevo, pero aprieta los puños con fuerza, ignorando el dolor, ignorando el peso insoportable de la culpa acumulada por años. Se obliga a dar un paso hacia atrás, alejándose del charco, de la sangre, del cuerpo.

    No hay redención para él. Lo sabe. Pero si sigue cayendo, si sigue escuchando las voces, se convertirá por completo en lo que más teme ser.

    Mira sus manos ensangrentadas una última vez antes de limpiarlas torpemente contra su ropa. La mancha no desaparece, pero no importa. Ya no hay nada que pueda limpiar.

    Sale del lugar sin mirar atrás, cada paso más pesado que el anterior. Las voces comienzan a murmurar otra vez, pero esta vez no responden carcajadas. Ahora lo observan, silenciosas, mientras él camina con la carga de su humanidad hecha pedazos. No sabe a dónde va, ni si tiene un lugar al que pueda pertenecer.

    Solo sabe que no puede detenerse. Si lo hace, las sombras ganarán. Y aunque ya haya perdido casi todo, se niega a perder lo poco que le queda.

    [ Pt 1 → https://ficrol.com/posts/216306 ← ]
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    [ TW: Contenido quizá duro de leer.~ ] ——————————————ใ€‰ ๐™๐™๐™š ๐™š๐™ข๐™—๐™ง๐™–๐™˜๐™šใ€ˆ—————————————— La sangre es...
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  • El atardecer teñía de oro y escarlata la cubierta del Thousand Sunny. La tripulación de los Sombreros de Paja se encontraba dispersa, cada uno ocupado en sus propias tareas o distracciones. Nico Robin, sin embargo, había encontrado un rincón tranquilo en el jardín del barco, sentada bajo la sombra de un árbol frutal.

    Tenía un libro en las manos, pero no lo estaba leyendo. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, y el murmullo de las olas contra el casco del barco era el único sonido que la acompañaba.

    "Niña demonio."
    El apodo cruzó su mente como una sombra pasajera, un eco de un tiempo lejano. Había aprendido a vivir con esas palabras, a llevarlas como una cicatriz que nunca desaparecía del todo. Era un título impuesto por un mundo que temía lo que no comprendía.

    De niña, ese apodo era un veneno que infectaba cada rincón de su vida. "Niña demonio" no era solo una etiqueta; era una condena. Los susurros de los aldeanos, el miedo en sus miradas, las piedras que lanzaban mientras huía... Todo eso había sido la banda sonora de su infancia. Por un tiempo, incluso ella llegó a creerlo.

    "Si soy el diablo que dicen, entonces no importa lo que haga", pensaba en sus años más oscuros. Fue un mecanismo de defensa, una forma de sobrevivir cuando el mundo entero estaba en su contra.

    Pero ahora, años después, mientras sentía la calidez del sol sobre su piel, Robin se preguntaba: ¿qué significaba realmente ese apodo?

    Había una verdad oculta en esas palabras. Si ser una "niña demonio" significaba querer descubrir la historia que el mundo trataba de enterrar, entonces aceptaba el título con orgullo. Si significaba ser una amenaza para un sistema corrupto, entonces lo llevaría como una medalla.

    Sin embargo, también sabía que no podía reducirse solo a ese apodo. No era solo la "Niña demonio." Era arqueóloga, amiga, compañera. Era alguien que reía con los chistes de Luffy, que encontraba belleza en las cosas más pequeñas, que protegía a su tripulación con la misma determinación con la que protegía sus sueños.

    Un suave golpe la sacó de sus pensamientos. Franky, con una sonrisa despreocupada, estaba junto a ella con una taza de té.
    —Pareces profunda en tus pensamientos, Robin. ¿Todo bien?

    Ella tomó la taza con un agradecimiento silencioso y esbozó una leve sonrisa.
    —Solo reflexionaba sobre cómo las palabras pueden definirnos... o cómo elegimos redefinirlas.

    Franky rió, sin comprender del todo, pero respetando su espacio.
    —Bueno, sea lo que sea, eres súper como eres. No necesitas cambiar nada.

    Robin asintió, permitiendo que la simplicidad de sus palabras calmara sus pensamientos. El viento sopló con suavidad, llevando consigo el eco de viejos apodos. Esta vez, no sonaban tan amenazantes, sino como fragmentos de una historia que ya no la encadenaban.

    "Soy Nico Robin," pensó con firmeza. "Y soy mucho más que un apodo."
    El atardecer teñía de oro y escarlata la cubierta del Thousand Sunny. La tripulación de los Sombreros de Paja se encontraba dispersa, cada uno ocupado en sus propias tareas o distracciones. Nico Robin, sin embargo, había encontrado un rincón tranquilo en el jardín del barco, sentada bajo la sombra de un árbol frutal. Tenía un libro en las manos, pero no lo estaba leyendo. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, y el murmullo de las olas contra el casco del barco era el único sonido que la acompañaba. "Niña demonio." El apodo cruzó su mente como una sombra pasajera, un eco de un tiempo lejano. Había aprendido a vivir con esas palabras, a llevarlas como una cicatriz que nunca desaparecía del todo. Era un título impuesto por un mundo que temía lo que no comprendía. De niña, ese apodo era un veneno que infectaba cada rincón de su vida. "Niña demonio" no era solo una etiqueta; era una condena. Los susurros de los aldeanos, el miedo en sus miradas, las piedras que lanzaban mientras huía... Todo eso había sido la banda sonora de su infancia. Por un tiempo, incluso ella llegó a creerlo. "Si soy el diablo que dicen, entonces no importa lo que haga", pensaba en sus años más oscuros. Fue un mecanismo de defensa, una forma de sobrevivir cuando el mundo entero estaba en su contra. Pero ahora, años después, mientras sentía la calidez del sol sobre su piel, Robin se preguntaba: ¿qué significaba realmente ese apodo? Había una verdad oculta en esas palabras. Si ser una "niña demonio" significaba querer descubrir la historia que el mundo trataba de enterrar, entonces aceptaba el título con orgullo. Si significaba ser una amenaza para un sistema corrupto, entonces lo llevaría como una medalla. Sin embargo, también sabía que no podía reducirse solo a ese apodo. No era solo la "Niña demonio." Era arqueóloga, amiga, compañera. Era alguien que reía con los chistes de Luffy, que encontraba belleza en las cosas más pequeñas, que protegía a su tripulación con la misma determinación con la que protegía sus sueños. Un suave golpe la sacó de sus pensamientos. Franky, con una sonrisa despreocupada, estaba junto a ella con una taza de té. —Pareces profunda en tus pensamientos, Robin. ¿Todo bien? Ella tomó la taza con un agradecimiento silencioso y esbozó una leve sonrisa. —Solo reflexionaba sobre cómo las palabras pueden definirnos... o cómo elegimos redefinirlas. Franky rió, sin comprender del todo, pero respetando su espacio. —Bueno, sea lo que sea, eres súper como eres. No necesitas cambiar nada. Robin asintió, permitiendo que la simplicidad de sus palabras calmara sus pensamientos. El viento sopló con suavidad, llevando consigo el eco de viejos apodos. Esta vez, no sonaban tan amenazantes, sino como fragmentos de una historia que ya no la encadenaban. "Soy Nico Robin," pensó con firmeza. "Y soy mucho más que un apodo."
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  • Estaba sola en un claro del bosque, con el atardecer bañando todo con tonos dorados y anaranjados. En sus manos sostenia una pequeña caja de terciopelo negro, que encontró cuidadosamente dejada para ser vista por su avido ojo. Al abrirla, sus ojos se ensanchan al ver el anillo, un anillo oscuro y elegante que parece brillar débilmente, como si contuviera un fragmento de las sombras mismas. Un anillo corrupto, pero… ¿Su anillo?

    Por un momento, se quedó sin palabras, el aire atrapado en sus pulmones.

    —¿Gazú...? —Rápidamente ató cabos, la falta de su presencia aumentando inclusive la intensidad del gesto.

    El anillo parecía casi resonar con su energía, como si fuera una extensión de él. Lo tomó con cuidado, sosteniéndolo entre los dedos mientras una pequeña sonrisa se formaba en sus labios.

    —"My Blue Rose"... Siempre sabiendo cómo dejarme sin palabras.

    Se sentó sobre una roca cercana, examinando los detalles del anillo. Su expresión era una mezcla de maravilla y desconcierto. Por mucho que lo intentaba, no podía evitar sentir el calor en su pecho, una emoción que rara vez permite florecer.

    —¿Cómo siempre logras esto, Gazú? Hacerme sentir... Vista. Como si importara, aunque nunca lo diga en voz alta. —Susurro, pensativa, acariciando con el pulgar cada detalle, cada hendidura, cada símbolo aún oculto para ella.

    Por un momento, se sintió expuesta, pero también segura, como si el anillo fuera un recordatorio físico de su conexión con él. Lentamente, se lo puso en el dedo, observando cómo encajaba perfectamente, como si hubiera sido hecho para ella.

    —No estás aquí, pero... Lo siento, ¿sabes? Tu forma de cuidarme, incluso desde lejos.

    Echó un vistazo al anillo una vez más, y su sonrisa se tornó más amplia, más sincera… Más suya, sin las caricias de un tormentoso dolor acariciando cada centímetro de su piel.

    —Supongo que este es tu regalo de cumpleaños… No sé si merezco algo así, pero gracias. Siempre sabes exactamente lo que necesito, incluso cuando no tengo idea.

    Se recostó contra el árbol, dejando que el anillo brillara débilmente bajo la luz menguante. En ese momento, sintió que la conexión con Gazú Bonetti no dependía de la presencia física; él siempre estaba con ella, en sus pensamientos, en sus sombras, y ahora, en este anillo que llevaba en su dedo como un recordatorio de todo lo que han compartido y lo que está por venir.
    Estaba sola en un claro del bosque, con el atardecer bañando todo con tonos dorados y anaranjados. En sus manos sostenia una pequeña caja de terciopelo negro, que encontró cuidadosamente dejada para ser vista por su avido ojo. Al abrirla, sus ojos se ensanchan al ver el anillo, un anillo oscuro y elegante que parece brillar débilmente, como si contuviera un fragmento de las sombras mismas. Un anillo corrupto, pero… ¿Su anillo? Por un momento, se quedó sin palabras, el aire atrapado en sus pulmones. —¿Gazú...? —Rápidamente ató cabos, la falta de su presencia aumentando inclusive la intensidad del gesto. El anillo parecía casi resonar con su energía, como si fuera una extensión de él. Lo tomó con cuidado, sosteniéndolo entre los dedos mientras una pequeña sonrisa se formaba en sus labios. —"My Blue Rose"... Siempre sabiendo cómo dejarme sin palabras. Se sentó sobre una roca cercana, examinando los detalles del anillo. Su expresión era una mezcla de maravilla y desconcierto. Por mucho que lo intentaba, no podía evitar sentir el calor en su pecho, una emoción que rara vez permite florecer. —¿Cómo siempre logras esto, Gazú? Hacerme sentir... Vista. Como si importara, aunque nunca lo diga en voz alta. —Susurro, pensativa, acariciando con el pulgar cada detalle, cada hendidura, cada símbolo aún oculto para ella. Por un momento, se sintió expuesta, pero también segura, como si el anillo fuera un recordatorio físico de su conexión con él. Lentamente, se lo puso en el dedo, observando cómo encajaba perfectamente, como si hubiera sido hecho para ella. —No estás aquí, pero... Lo siento, ¿sabes? Tu forma de cuidarme, incluso desde lejos. Echó un vistazo al anillo una vez más, y su sonrisa se tornó más amplia, más sincera… Más suya, sin las caricias de un tormentoso dolor acariciando cada centímetro de su piel. —Supongo que este es tu regalo de cumpleaños… No sé si merezco algo así, pero gracias. Siempre sabes exactamente lo que necesito, incluso cuando no tengo idea. Se recostó contra el árbol, dejando que el anillo brillara débilmente bajo la luz menguante. En ese momento, sintió que la conexión con [Gazu1221] no dependía de la presencia física; él siempre estaba con ella, en sus pensamientos, en sus sombras, y ahora, en este anillo que llevaba en su dedo como un recordatorio de todo lo que han compartido y lo que está por venir.
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  • La comitiva de los Búhos se puso en contacto con ella con una sola tarea, destruir toda la información que posee del Aparatus Imperiata, asi como no decirle a nadie de que posee un fragmento clave del que alguna vez fue llamado "El Emperador"

    Un secreto incluso para sus propios aliados.
    Ella no desea esta responsabilidad, solo desea leer, comer y dormir.
    La comitiva de los Búhos se puso en contacto con ella con una sola tarea, destruir toda la información que posee del Aparatus Imperiata, asi como no decirle a nadie de que posee un fragmento clave del que alguna vez fue llamado "El Emperador" Un secreto incluso para sus propios aliados. Ella no desea esta responsabilidad, solo desea leer, comer y dormir.
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  • — Si tú y yo fuéramos pareja, me aseguraría de que cada latido de tu corazón estuviera impregnado de un miedo exquisito, pues en mi abrazo no hay amor, solo un enredado camino hacia la oscuridad.

    — Si tú y yo fuéramos amigos, te mostraría que la amistad puede ser una cadena pesada, fría, y frágil.

    — Si me necesitas, aparecería justo a tiempo para convertir tu desesperación en un banquete, dejando que tu alma se rompa con cada falsa promesa de ayuda.

    — Si yo fuera una rosa y tú un globo, dejaría que mis espinas perforaran tu débil piel, esparciendo tus restos en un espectáculo de colores y lamentos.

    — Si tú y yo tenemos relaciones, consumiría cada fragmento de tu ser, dejando solo un cascarón vacío que ansía volver a sentir mi toque venenoso.

    — Si te enamoras de mí, convertiría tu corazón en cenizas, alimentándome de tus lágrimas mientras danzas en la locura que yo mismo sembré.

    — Si tú y yo fuéramos familiares, yo sería el oscuro secreto que acecha en tu linaje, susurrándote al oído en tus pesadillas que la oscuridad corre por tus venas y terminarás por ceder ante ella.

    — Si tú y yo camináramos el mismo camino, me aseguraría de que fuera un sendero de tormentos interminables, donde cada paso que des sea marcado por mi placer y tu dolor eterno.

    #SiTuYYo Tolek Zientek #Monster
    — Si tú y yo fuéramos pareja, me aseguraría de que cada latido de tu corazón estuviera impregnado de un miedo exquisito, pues en mi abrazo no hay amor, solo un enredado camino hacia la oscuridad. — Si tú y yo fuéramos amigos, te mostraría que la amistad puede ser una cadena pesada, fría, y frágil. — Si me necesitas, aparecería justo a tiempo para convertir tu desesperación en un banquete, dejando que tu alma se rompa con cada falsa promesa de ayuda. — Si yo fuera una rosa y tú un globo, dejaría que mis espinas perforaran tu débil piel, esparciendo tus restos en un espectáculo de colores y lamentos. — Si tú y yo tenemos relaciones, consumiría cada fragmento de tu ser, dejando solo un cascarón vacío que ansía volver a sentir mi toque venenoso. — Si te enamoras de mí, convertiría tu corazón en cenizas, alimentándome de tus lágrimas mientras danzas en la locura que yo mismo sembré. — Si tú y yo fuéramos familiares, yo sería el oscuro secreto que acecha en tu linaje, susurrándote al oído en tus pesadillas que la oscuridad corre por tus venas y terminarás por ceder ante ella. — Si tú y yo camináramos el mismo camino, me aseguraría de que fuera un sendero de tormentos interminables, donde cada paso que des sea marcado por mi placer y tu dolor eterno. #SiTuYYo [Tolek] #Monster
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    ¿Lo dices porque te engañe y fingí deshacerme de unos fragmentos de kriptonita o porque realmente soy su debilidad? # nvsv
    ¿Lo dices porque te engañe y fingí deshacerme de unos fragmentos de kriptonita o porque realmente soy su debilidad? # nvsv
    Lo que todos creen que es mi debilidad

    Vs.

    Lo que realmente es mi debilidad.
    #nvsv
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  • La sala estaba fría, impregnada de un silencio cargado, como si incluso el aire temiera moverse. Las sombras de las serpientes se proyectaban en las paredes, danzando con el parpadeo tenue de las antorchas, mientras el reflejo del bronce en sus brazaletes brillaba como ojos atentos.

    —Soy lo que hicieron de mí.

    Sus palabras flotaron en el aire, un murmullo cargado de un doloroso veneno. Mientras hablaba, sus dedos rozaron la superficie de una estatua rota: una figura masculina petrificada, el gesto de horror aún congelado en su rostro.

    —Dijeron que era un monstruo, pero no nací siendo una. Ellos me arrebataron la suavidad de mis días. Ellos hicieron de mi piel una trinchera y de mis lágrimas un arma.

    Se giró, sus ojos dorados buscando algo en la penumbra, como si hablara con una presencia que no estaba allí, o con los fragmentos de quien solía ser.

    —¿Crees que me alegra el destino que cargo? Cada criatura que yace inmóvil ante mí es un eco de mi propia condena. Pero no pido compasión. No la quiero. Es un lujo que ya no entiendo.

    Las serpientes en su cabeza siseaban suavemente, como si compartieran su tristeza, su furia contenida. Dando un paso hacia adelante, su sombra creció en la pared, imponente y casi divina.

    —El mundo no comprende lo que teme. Así que lo destruye... O lo convierte en un arma. Y si debo ser esa arma, que así sea. Pero la sangre de mis víctimas no está en mis manos...
    La sala estaba fría, impregnada de un silencio cargado, como si incluso el aire temiera moverse. Las sombras de las serpientes se proyectaban en las paredes, danzando con el parpadeo tenue de las antorchas, mientras el reflejo del bronce en sus brazaletes brillaba como ojos atentos. —Soy lo que hicieron de mí. Sus palabras flotaron en el aire, un murmullo cargado de un doloroso veneno. Mientras hablaba, sus dedos rozaron la superficie de una estatua rota: una figura masculina petrificada, el gesto de horror aún congelado en su rostro. —Dijeron que era un monstruo, pero no nací siendo una. Ellos me arrebataron la suavidad de mis días. Ellos hicieron de mi piel una trinchera y de mis lágrimas un arma. Se giró, sus ojos dorados buscando algo en la penumbra, como si hablara con una presencia que no estaba allí, o con los fragmentos de quien solía ser. —¿Crees que me alegra el destino que cargo? Cada criatura que yace inmóvil ante mí es un eco de mi propia condena. Pero no pido compasión. No la quiero. Es un lujo que ya no entiendo. Las serpientes en su cabeza siseaban suavemente, como si compartieran su tristeza, su furia contenida. Dando un paso hacia adelante, su sombra creció en la pared, imponente y casi divina. —El mundo no comprende lo que teme. Así que lo destruye... O lo convierte en un arma. Y si debo ser esa arma, que así sea. Pero la sangre de mis víctimas no está en mis manos...
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  • Another Sick
    Fandom Cualquiera.
    Categorรญa Otros
    Noche de pecados, noche de excesos, noche de vicios. La ciudad presenta un cielo nocturno carente del brillo de las estrellas, parcialmente nublado y sin luna. El viento recorre sus calles, infiltrándose en sus deplorables callejones y propagando su peste a cada rincón que aún pueda considerarse puro. En su largo y ancho, hay fiestas, pero nos centraremos en una en particular, preocupantemente alejada de la mano de Dios, oculta de la cuestionable libertad de la sociedad, donde hay paredes con oídos que lo escuchan todo y bocas que impiden el escape de cualquier ruido. Allí, en el subterráneo abandonado, gente de todas las clases sociales, desde la baja hasta la alta, se reúne en busca de sentirse genuinamente libres, huyendo de la monotonía que los rodea.

    Quien te invita es el destino mismo, la casualidad de haber seguido a alguien más o de tener una amistad dudosa que asiste a ese tipo de fiestas. Ahí adentro ocurre de todo, desde lo sorprendente hasta lo preocupante. Es un espectáculo de luces, destellos por todos lados y de todos los colores, música a todo volumen que mueve los huesos, junto con olores variados que solo hacen que el evento pueda describirse con una palabra: psicodélico.

    Máquinas de humo, parlantes gigantes, barra de bebidas e incluso un extraño carrito donde la gente consigue bolsitas rebosantes de yerba y polvo blanquecino. Desentona con el lugar, pero nadie parece quejarse.

    Que no te sorprenda sentir una que otra mano traviesa, pues allí se pierde el sentido de lo común. Que no te parezca raro encontrar parejas de todo tipo, totalmente cariñosos, pues allí aprenden a olvidar el concepto de la vergüenza.

    En pleno apogeo, rodeados de personas eufóricas, dos hombres intercambian golpes a diestra y siniestra, con notable torpeza, en un intento de vencer al otro. Uno de ellos destaca por sus tatuajes, por esas cruces negras que rodean sus brazos, y su mirada de brillantes faros dorados. El público los alienta, gritan como simios amantes de la violencia, los encierran en un círculo de muerte.

    Fue un mano a mano, hasta que alguien del público consideró que era buena idea armar a uno de los peleadores con una botella de vidrio vacía. El de los ojos de oro no alcanzó a reaccionar, no tuvo tiempo para esquivar el botellazo que le dieron en toda la cabeza. Pero, en contra de todo pronóstico, se mantuvo de pie, con casi que una docena de fragmentos de vidrio incrustados en su rostro que fue lentamente adornado con el rojo carmesí de su propia sangre.
    Noche de pecados, noche de excesos, noche de vicios. La ciudad presenta un cielo nocturno carente del brillo de las estrellas, parcialmente nublado y sin luna. El viento recorre sus calles, infiltrándose en sus deplorables callejones y propagando su peste a cada rincón que aún pueda considerarse puro. En su largo y ancho, hay fiestas, pero nos centraremos en una en particular, preocupantemente alejada de la mano de Dios, oculta de la cuestionable libertad de la sociedad, donde hay paredes con oídos que lo escuchan todo y bocas que impiden el escape de cualquier ruido. Allí, en el subterráneo abandonado, gente de todas las clases sociales, desde la baja hasta la alta, se reúne en busca de sentirse genuinamente libres, huyendo de la monotonía que los rodea. Quien te invita es el destino mismo, la casualidad de haber seguido a alguien más o de tener una amistad dudosa que asiste a ese tipo de fiestas. Ahí adentro ocurre de todo, desde lo sorprendente hasta lo preocupante. Es un espectáculo de luces, destellos por todos lados y de todos los colores, música a todo volumen que mueve los huesos, junto con olores variados que solo hacen que el evento pueda describirse con una palabra: psicodélico. Máquinas de humo, parlantes gigantes, barra de bebidas e incluso un extraño carrito donde la gente consigue bolsitas rebosantes de yerba y polvo blanquecino. Desentona con el lugar, pero nadie parece quejarse. Que no te sorprenda sentir una que otra mano traviesa, pues allí se pierde el sentido de lo común. Que no te parezca raro encontrar parejas de todo tipo, totalmente cariñosos, pues allí aprenden a olvidar el concepto de la vergüenza. En pleno apogeo, rodeados de personas eufóricas, dos hombres intercambian golpes a diestra y siniestra, con notable torpeza, en un intento de vencer al otro. Uno de ellos destaca por sus tatuajes, por esas cruces negras que rodean sus brazos, y su mirada de brillantes faros dorados. El público los alienta, gritan como simios amantes de la violencia, los encierran en un círculo de muerte. Fue un mano a mano, hasta que alguien del público consideró que era buena idea armar a uno de los peleadores con una botella de vidrio vacía. El de los ojos de oro no alcanzó a reaccionar, no tuvo tiempo para esquivar el botellazo que le dieron en toda la cabeza. Pero, en contra de todo pronóstico, se mantuvo de pie, con casi que una docena de fragmentos de vidrio incrustados en su rostro que fue lentamente adornado con el rojo carmesí de su propia sangre.
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  • “๐‚๐ฎ๐š๐ง๐๐จ ๐ž๐ฅ ๐›๐š๐ซ ๐œ๐ž๐ซ๐ซ๐š๐›๐š, ๐ž๐ง ๐ฅ๐š ๐ฌ๐ž๐ซ๐ž๐ง๐ข๐๐š๐ ๐๐ž๐ฅ ๐ฅ๐ฎ๐ ๐š๐ซ, ๐ฅ๐š๐ฌ ๐ฆ๐ž๐ฅ๐จ๐í๐š๐ฌ ๐ฒ ๐ฎ๐ง๐š ๐›๐ž๐›๐ข๐๐š ๐ž๐ซ๐š๐ง ๐ฆá๐ฌ ๐ช๐ฎ๐ž ๐ฌ๐ฎ๐Ÿ๐ข๐œ๐ข๐ž๐ง๐ญ๐ž๐ฌ ๐ฉ๐š๐ซ๐š ๐ก๐š๐œ๐ž๐ซ๐ฅ๐ž ๐ซ๐ž๐œ๐จ๐ซ๐๐š๐ซ.”

    Mientras la noche abrazaba la ciudad y los locales descansaban, el ambiente del bar permanecía inquieto, como si estuviera suspendido en el tiempo. Sentado en uno de los taburetes, Adam contemplaba el vaso de ๐˜–๐˜ญ๐˜ฅ ๐˜๐˜ข๐˜ด๐˜ฉ๐˜ช๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ฅ frente a él. Entre sus dedos descansaba un cigarro negro, del cual apenas se desprendía un hilo de humo que ascendía como una sombra de sus pensamientos. Fragmentos de memorias, espectros silenciosos, irrumpían en su mente sin aviso, como un torrente imposible de detener.

    — Ugh... ¿Por qué? ¿Por qué sigo recordando todo? — gruñó, con una mezcla de enojo y nostalgia que nublaba sus pensamientos.

    Esta rutina se había convertido en su ๐šŒ๐šŠ๐šœ๐š๐š’๐š๐š˜. No eran simples memorias las que lo acosaban, ๐˜ด๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ข๐˜ด, ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ต๐˜ข๐˜ด y ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ต๐˜ข๐˜ญ๐˜ญ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข๐˜ด, que se amontonaban en su mente como si buscaban aplastarlo bajo su peso, que lo asaltaban sin tregua. Sabía que aquello no era natural, que no se trataba de simples memorias sueltas. Era el precio de su ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ข, el eco perpetuo de un ser que disfrutaba ๐™–๐™ฉ๐™ค๐™ง๐™ข๐™š๐™ฃ๐™ฉ๐™–๐™ง๐™ก๐™ค. Marcado por su antigua ๐˜ข๐˜ท๐˜ข๐˜ณ๐˜ช๐˜ค๐˜ช๐˜ข, Adam podía sentir la presencia de ese ser, aquel que lo había marcado, aquel que lo había condenado a pagar una deuda imposible de saldar.

    ๐™ฒ๐šŠ๐š๐šŠ ๐•๐ข๐๐š. ๐™ฒ๐šŠ๐š๐šŠ ๐’๐ž๐ง๐ญ๐ข๐ฆ๐ข๐ž๐ง๐ญ๐จ. ๐™ฒ๐šŠ๐š๐šŠ ๐ˆ๐ง๐ฌ๐ข๐ ๐ง๐ข๐Ÿ๐ข๐œ๐š๐ง๐ญ๐ž. detalle de su existencia pasada se amontonaba en su cabeza, haciéndolo revivirlo todo en cuestión de segundos.

    Cerró los ojos con fuerza, tratando de ahogar el ๐˜ค๐˜ข๐˜ฐ๐˜ด que habitaba en su mente, pero las imágenes no se detenían. Tomó un trago largo de su vaso, dejando que el ardor del alcohol intentara silenciar el ๐˜ฆ๐˜ค๐˜ฐ constante de su ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ข.

    Aclaró su garganta mientras una chispa de lucidez iluminaba brevemente sus ojos. Su mano tembló al sostener el cigarro, y por un instante, se quedó absorto observando el humo que danzaba en el aire, dejando un tenue aroma a trébol.

    Recordó entonces una promesa hecha hace incontables vidas: nunca se rendiría, nunca sería un hombre sin propósito. Pero ahora... solo podía reírse con amargura. Esa promesa no era más que una ๐—ถ๐—ฟ๐—ผ๐—ป๐—ถ๐—ฎ ๐—ฐ๐—ฟ๐˜‚๐—ฒ๐—น. Dio una última calada antes de apagar el cigarro en el cenicero, dejando que el eco de su risa llenara el vacío del lugar.

    Las cadenas estaban ahí. ๐—ฃ๐—ฒ๐˜€๐—ฎ๐—ฑ๐—ฎ๐˜€, ๐—ถ๐—ป๐˜ƒ๐—ถ๐˜€๐—ถ๐—ฏ๐—น๐—ฒ๐˜€, ๐—ถ๐—บ๐—ฝ๐—ผ๐˜€๐—ถ๐—ฏ๐—น๐—ฒ๐˜€ de ๐™ž๐™œ๐™ฃ๐™ค๐™ง๐™–๐™ง. Lo ๐˜ข๐˜ต๐˜ข๐˜ฃ๐˜ข๐˜ฏ, se enredaban en su ser como un recordatorio constante de su ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ข. Y, sin embargo, ๐™š๐™ง๐™– ๐™–๐™™๐™ž๐™˜๐™ฉ๐™ค ๐™– ๐™š๐™ก๐™ก๐™–๐™จ, al peso, a la agonía de sentirlas, recordándole que por más que lo deseara, jamás sería ๐—น๐—ถ๐—ฏ๐—ฟ๐—ฒ.

    Se levantó con pesadez, y justo en ese momento una nueva canción comenzó a sonar, una melodía desconocida llenó el aire. No recordaba haberla añadido a su lista, pero no le dio importancia. Sosteniendo el vaso de ๐˜–๐˜ญ๐˜ฅ ๐˜๐˜ข๐˜ด๐˜ฉ๐˜ช๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ฅ, lo contempló unos segundos antes de vaciarlo de un solo trago. Se ajustó los guantes y, al cruzar hacia el otro lado de la barra, su reflejo en un pequeño espejo lo atrapó. Por un momento, ese ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ง๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ซ๐˜ฐ parecía ๐—ผ๐˜๐—ฟ๐—ฎ ๐™ฅ๐™š๐™ง๐™จ๐™ค๐™ฃ๐™–.

    — Ha~... Supongo que ir contra la ๐—น๐—ฒ๐˜† de vez en cuando no es tan ๐™ข๐™–๐™ก๐™ค.

    Una ventisca ligera recorrió el bar, como si respondiera a su pensamiento. Notó entonces que la señal en la puerta se había movido para mostrar "Abierto". Esbozó una leve sonrisa y murmuró al viento:

    — ๐™‚๐™ง๐™–๐™˜๐™ž๐™–๐™จ...

    Mientras lavaba el vaso, su mirada se perdió en el vacío.

    — Espero que no estén tan ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ค๐˜ฆ๐˜ฑ๐˜ค๐˜ช๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ๐˜ด... Alcancé la ๐™ฅ๐™–๐™ฏ que buscaba. Pero, a veces, siento que el ๐—ฝ๐—ฟ๐—ฒ๐—ฐ๐—ถ๐—ผ fue demasiado ๐—ฎ๐—น๐˜๐—ผ...

    Un suspiro escapó de sus labios, seguido de un murmullo apenas audible.

    — Ah... Estoy volviendo a hablar solo. — Resopló, resignado a lo inevitable. Por más que lo intentara, no podía dejar de pensar, ni de recordar. Tal vez, reflexionaría más profundamente en otro momento.

    Su mano apretó el vaso que estaba limpiando, y pequeñas grietas comenzaron a formarse en el cristal. Los ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ค๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ฐ๐˜ด lo arrastraban una y otra vez hacia el ser que lo había condenado, aquel que lo encadenó a una vida de ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ค๐˜ช๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ด... ๐™ฎ ๐™ฆ๐™ช๐™š ๐™ฃ๐™ช๐™ฃ๐™˜๐™– ๐™ก๐™ค ๐™™๐™š๐™Ÿ๐™–๐™ง๐™ž๐™– ๐™ž๐™ง.

    ๐๐ฎ๐ง๐œ๐š ๐ฏ๐จ๐ฅ๐ฏ๐ž๐ซí๐š ๐š ๐ข๐ง๐ฏ๐จ๐ฅ๐ฎ๐œ๐ซ๐š๐ซ๐ฌ๐ž ๐œ๐จ๐ง ๐š๐ฅ๐ ๐จ ๐๐ž ๐ฌ๐ฎ๐ฌ ๐ญ๐š๐ง๐ญ๐š๐ฌ ๐ฏ๐ข๐๐š๐ฌ ๐ฉ๐š๐ฌ๐š๐๐š๐ฌ.
    Aunque podía sentirlas en su ser, en la sangre que corría por sus venas, se negaba a usarlas. ๐™ฝ๐š˜ ๐šŸ๐š˜๐š•๐šŸ๐šŽ๐š›í๐šŠ ๐šŠ ๐šœ๐šŽ๐š› ๐šŠ๐šš๐šž๐šŽ๐š• ๐šŸ๐š’๐š•๐š•๐šŠ๐š—๐š˜, ese ser inmortalizado en incontables épocas como un símbolo de maldad. Y, sin embargo, en lo más profundo de su mente, la tentación seguía presente, susurrándole al oído, burlándose de su resolución.

    ๐—” ๐˜ƒ๐—ฒ๐—ฐ๐—ฒ๐˜€, ๐—ฝ๐—ฒ๐—ป๐˜€๐—ฎ๐—ฏ๐—ฎ ๐—พ๐˜‚๐—ฒ ๐—ฒ๐˜€๐—ฒ ๐˜€๐—ฒ๐—ฟ ๐—ฟ๐—ฒ๐—ฎ๐—น๐—บ๐—ฒ๐—ป๐˜๐—ฒ ๐—ฑ๐—ถ๐˜€๐—ณ๐—ฟ๐˜‚๐˜๐—ฎ๐—ฏ๐—ฎ ๐˜๐—ผ๐—ฟ๐˜๐˜‚๐—ฟ๐—ฎ๐—ป๐—ฑ๐—ผ๐—น๐—ผ.

    Mientras no intentara nada… Adam se permitiría disfrutar de esta vida. Después de todo, ๐—ฒ๐—น ๐˜๐—ถ๐—ฒ๐—บ๐—ฝ๐—ผ ๐—ป๐—ผ ๐˜€๐—ถ๐—ด๐—ป๐—ถ๐—ณ๐—ถ๐—ฐ๐—ฎ๐—ฏ๐—ฎ nada para ๐˜ข๐˜ญ๐˜จ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ como él.

    El sonido de las puertas abriéndose lo devolvió al presente. La música cambió a un suave jazz, y los pasos que se acercaban rompieron el silencio del lugar. Adam levantó la vista, recordando de repente el juramento que había hecho. Todo esto... todo lo que había soportado, había sido por un único ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฉ๐˜ฆ๐˜ญ๐˜ฐ: ๐—–๐—ฎ๐—น๐—บ๐—ฎ.
    “๐‚๐ฎ๐š๐ง๐๐จ ๐ž๐ฅ ๐›๐š๐ซ ๐œ๐ž๐ซ๐ซ๐š๐›๐š, ๐ž๐ง ๐ฅ๐š ๐ฌ๐ž๐ซ๐ž๐ง๐ข๐๐š๐ ๐๐ž๐ฅ ๐ฅ๐ฎ๐ ๐š๐ซ, ๐ฅ๐š๐ฌ ๐ฆ๐ž๐ฅ๐จ๐í๐š๐ฌ ๐ฒ ๐ฎ๐ง๐š ๐›๐ž๐›๐ข๐๐š ๐ž๐ซ๐š๐ง ๐ฆá๐ฌ ๐ช๐ฎ๐ž ๐ฌ๐ฎ๐Ÿ๐ข๐œ๐ข๐ž๐ง๐ญ๐ž๐ฌ ๐ฉ๐š๐ซ๐š ๐ก๐š๐œ๐ž๐ซ๐ฅ๐ž ๐ซ๐ž๐œ๐จ๐ซ๐๐š๐ซ.” Mientras la noche abrazaba la ciudad y los locales descansaban, el ambiente del bar permanecía inquieto, como si estuviera suspendido en el tiempo. Sentado en uno de los taburetes, Adam contemplaba el vaso de ๐˜–๐˜ญ๐˜ฅ ๐˜๐˜ข๐˜ด๐˜ฉ๐˜ช๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ฅ frente a él. Entre sus dedos descansaba un cigarro negro, del cual apenas se desprendía un hilo de humo que ascendía como una sombra de sus pensamientos. Fragmentos de memorias, espectros silenciosos, irrumpían en su mente sin aviso, como un torrente imposible de detener. — Ugh... ¿Por qué? ¿Por qué sigo recordando todo? — gruñó, con una mezcla de enojo y nostalgia que nublaba sus pensamientos. Esta rutina se había convertido en su ๐šŒ๐šŠ๐šœ๐š๐š’๐š๐š˜. No eran simples memorias las que lo acosaban, ๐˜ด๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฐ ๐˜ท๐˜ช๐˜ฅ๐˜ข๐˜ด ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ข๐˜ด, ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฎ๐˜ฑ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ต๐˜ข๐˜ด y ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ต๐˜ข๐˜ญ๐˜ญ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ข๐˜ด, que se amontonaban en su mente como si buscaban aplastarlo bajo su peso, que lo asaltaban sin tregua. Sabía que aquello no era natural, que no se trataba de simples memorias sueltas. Era el precio de su ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ข, el eco perpetuo de un ser que disfrutaba ๐™–๐™ฉ๐™ค๐™ง๐™ข๐™š๐™ฃ๐™ฉ๐™–๐™ง๐™ก๐™ค. Marcado por su antigua ๐˜ข๐˜ท๐˜ข๐˜ณ๐˜ช๐˜ค๐˜ช๐˜ข, Adam podía sentir la presencia de ese ser, aquel que lo había marcado, aquel que lo había condenado a pagar una deuda imposible de saldar. ๐™ฒ๐šŠ๐š๐šŠ ๐•๐ข๐๐š. ๐™ฒ๐šŠ๐š๐šŠ ๐’๐ž๐ง๐ญ๐ข๐ฆ๐ข๐ž๐ง๐ญ๐จ. ๐™ฒ๐šŠ๐š๐šŠ ๐ˆ๐ง๐ฌ๐ข๐ ๐ง๐ข๐Ÿ๐ข๐œ๐š๐ง๐ญ๐ž. detalle de su existencia pasada se amontonaba en su cabeza, haciéndolo revivirlo todo en cuestión de segundos. Cerró los ojos con fuerza, tratando de ahogar el ๐˜ค๐˜ข๐˜ฐ๐˜ด que habitaba en su mente, pero las imágenes no se detenían. Tomó un trago largo de su vaso, dejando que el ardor del alcohol intentara silenciar el ๐˜ฆ๐˜ค๐˜ฐ constante de su ๐˜ค๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ข. Aclaró su garganta mientras una chispa de lucidez iluminaba brevemente sus ojos. Su mano tembló al sostener el cigarro, y por un instante, se quedó absorto observando el humo que danzaba en el aire, dejando un tenue aroma a trébol. 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No recordaba haberla añadido a su lista, pero no le dio importancia. Sosteniendo el vaso de ๐˜–๐˜ญ๐˜ฅ ๐˜๐˜ข๐˜ด๐˜ฉ๐˜ช๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ฅ, lo contempló unos segundos antes de vaciarlo de un solo trago. Se ajustó los guantes y, al cruzar hacia el otro lado de la barra, su reflejo en un pequeño espejo lo atrapó. Por un momento, ese ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ง๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ซ๐˜ฐ parecía ๐—ผ๐˜๐—ฟ๐—ฎ ๐™ฅ๐™š๐™ง๐™จ๐™ค๐™ฃ๐™–. — Ha~... Supongo que ir contra la ๐—น๐—ฒ๐˜† de vez en cuando no es tan ๐™ข๐™–๐™ก๐™ค. Una ventisca ligera recorrió el bar, como si respondiera a su pensamiento. Notó entonces que la señal en la puerta se había movido para mostrar "Abierto". Esbozó una leve sonrisa y murmuró al viento: — ๐™‚๐™ง๐™–๐™˜๐™ž๐™–๐™จ... Mientras lavaba el vaso, su mirada se perdió en el vacío. — Espero que no estén tan ๐˜ฅ๐˜ฆ๐˜ค๐˜ฆ๐˜ฑ๐˜ค๐˜ช๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฅ๐˜ฐ๐˜ด... Alcancé la ๐™ฅ๐™–๐™ฏ que buscaba. 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Los ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ค๐˜ถ๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฅ๐˜ฐ๐˜ด lo arrastraban una y otra vez hacia el ser que lo había condenado, aquel que lo encadenó a una vida de ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ฆ๐˜ฏ๐˜ค๐˜ข๐˜ณ๐˜ฏ๐˜ข๐˜ค๐˜ช๐˜ฐ๐˜ฏ๐˜ฆ๐˜ด ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ต๐˜ฆ๐˜ณ๐˜ฎ๐˜ช๐˜ฏ๐˜ข๐˜ฃ๐˜ญ๐˜ฆ๐˜ด... ๐™ฎ ๐™ฆ๐™ช๐™š ๐™ฃ๐™ช๐™ฃ๐™˜๐™– ๐™ก๐™ค ๐™™๐™š๐™Ÿ๐™–๐™ง๐™ž๐™– ๐™ž๐™ง. ๐๐ฎ๐ง๐œ๐š ๐ฏ๐จ๐ฅ๐ฏ๐ž๐ซí๐š ๐š ๐ข๐ง๐ฏ๐จ๐ฅ๐ฎ๐œ๐ซ๐š๐ซ๐ฌ๐ž ๐œ๐จ๐ง ๐š๐ฅ๐ ๐จ ๐๐ž ๐ฌ๐ฎ๐ฌ ๐ญ๐š๐ง๐ญ๐š๐ฌ ๐ฏ๐ข๐๐š๐ฌ ๐ฉ๐š๐ฌ๐š๐๐š๐ฌ. Aunque podía sentirlas en su ser, en la sangre que corría por sus venas, se negaba a usarlas. ๐™ฝ๐š˜ ๐šŸ๐š˜๐š•๐šŸ๐šŽ๐š›í๐šŠ ๐šŠ ๐šœ๐šŽ๐š› ๐šŠ๐šš๐šž๐šŽ๐š• ๐šŸ๐š’๐š•๐š•๐šŠ๐š—๐š˜, ese ser inmortalizado en incontables épocas como un símbolo de maldad. Y, sin embargo, en lo más profundo de su mente, la tentación seguía presente, susurrándole al oído, burlándose de su resolución. ๐—” ๐˜ƒ๐—ฒ๐—ฐ๐—ฒ๐˜€, ๐—ฝ๐—ฒ๐—ป๐˜€๐—ฎ๐—ฏ๐—ฎ ๐—พ๐˜‚๐—ฒ ๐—ฒ๐˜€๐—ฒ ๐˜€๐—ฒ๐—ฟ ๐—ฟ๐—ฒ๐—ฎ๐—น๐—บ๐—ฒ๐—ป๐˜๐—ฒ ๐—ฑ๐—ถ๐˜€๐—ณ๐—ฟ๐˜‚๐˜๐—ฎ๐—ฏ๐—ฎ ๐˜๐—ผ๐—ฟ๐˜๐˜‚๐—ฟ๐—ฎ๐—ป๐—ฑ๐—ผ๐—น๐—ผ. Mientras no intentara nada… Adam se permitiría disfrutar de esta vida. Después de todo, ๐—ฒ๐—น ๐˜๐—ถ๐—ฒ๐—บ๐—ฝ๐—ผ ๐—ป๐—ผ ๐˜€๐—ถ๐—ด๐—ป๐—ถ๐—ณ๐—ถ๐—ฐ๐—ฎ๐—ฏ๐—ฎ nada para ๐˜ข๐˜ญ๐˜จ๐˜ถ๐˜ช๐˜ฆ๐˜ฏ como él. El sonido de las puertas abriéndose lo devolvió al presente. La música cambió a un suave jazz, y los pasos que se acercaban rompieron el silencio del lugar. Adam levantó la vista, recordando de repente el juramento que había hecho. Todo esto... todo lo que había soportado, había sido por un único ๐˜ข๐˜ฏ๐˜ฉ๐˜ฆ๐˜ญ๐˜ฐ: ๐—–๐—ฎ๐—น๐—บ๐—ฎ.
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