Destiny se recostaba de medio lado sobre la cama, con las piernas dobladas y los brazos apoyando la cabeza. Su cabello negro caía sobre la almohada, y la diadema con pequeños diamantes brillaba sutilmente bajo la luz del sol que entraba por la ventana.
En el suelo, sobre la alfombra, Scorpius estaba recostado, con un libro abierto frente a él que más que leer, usaba como excusa para observar a Destiny. La habitación estaba tranquila, solo se escuchaban el roce de las páginas y alguna que otra risa contenida.
Destiny lanzó una mirada divertida hacia el suelo.
—Entonces ¿En serio te pasaste la semana estudiando pociones solo para no hablar con tu primo? Qué dramático eres —Dijo, con su tono característico entre sarcástico y burlón.
Scorpius ladeó la cabeza, sin levantar demasiado la vista del libro.
—Dramático yo si tú fueras tan dramática como dices, estarías llorando por Albus ahora mismo —respondió, murmurando.
Destiny soltó una risita.
—Por favor ya superé esa fase de lloriqueo. Ahora me limito a observar desde lejos y reírme de los idiotas —replicó, arqueando una ceja.
Silencio cómodo. Destiny giró un poco sobre la cama, jugando con un mechón de su cabello. Scorpius cerró lentamente el libro y apoyó la cabeza en sus manos, concentrándose solo en ella.
—Eres imposible, ¿sabes? —murmuró—. Todo el mundo debería advertirle a Hogwarts que llega Destiny Goyle y destruye cualquier día aburrido.
Destiny hizo una mueca teatral y sonrió.
—Te diría que exageras… pero tú eres testigo, así que supongo que no puedo negarlo.
Por un momento, todo quedó en silencio, cada uno disfrutando de la compañía del otro, sin necesidad de llenar el aire con palabras. Destiny respiró hondo y dijo, suavemente:
—Sabes… me gusta cómo puedes quedarte callado y aún así parecer que estás pensando demasiado. Es extraño, pero reconfortante.
Scorpius asintió, un poco sonrojado.
—Supongo que es porque sé que no necesitas que nadie hable por ti —susurró—. No siempre hay que llenar todo con palabras.
Destiny sonrió, mirándolo con suavidad.
—Es por eso que podemos pasar horas aquí y no aburrirnos —dijo—. Porque no tenemos que fingir ser otra persona.
En el suelo, sobre la alfombra, Scorpius estaba recostado, con un libro abierto frente a él que más que leer, usaba como excusa para observar a Destiny. La habitación estaba tranquila, solo se escuchaban el roce de las páginas y alguna que otra risa contenida.
Destiny lanzó una mirada divertida hacia el suelo.
—Entonces ¿En serio te pasaste la semana estudiando pociones solo para no hablar con tu primo? Qué dramático eres —Dijo, con su tono característico entre sarcástico y burlón.
Scorpius ladeó la cabeza, sin levantar demasiado la vista del libro.
—Dramático yo si tú fueras tan dramática como dices, estarías llorando por Albus ahora mismo —respondió, murmurando.
Destiny soltó una risita.
—Por favor ya superé esa fase de lloriqueo. Ahora me limito a observar desde lejos y reírme de los idiotas —replicó, arqueando una ceja.
Silencio cómodo. Destiny giró un poco sobre la cama, jugando con un mechón de su cabello. Scorpius cerró lentamente el libro y apoyó la cabeza en sus manos, concentrándose solo en ella.
—Eres imposible, ¿sabes? —murmuró—. Todo el mundo debería advertirle a Hogwarts que llega Destiny Goyle y destruye cualquier día aburrido.
Destiny hizo una mueca teatral y sonrió.
—Te diría que exageras… pero tú eres testigo, así que supongo que no puedo negarlo.
Por un momento, todo quedó en silencio, cada uno disfrutando de la compañía del otro, sin necesidad de llenar el aire con palabras. Destiny respiró hondo y dijo, suavemente:
—Sabes… me gusta cómo puedes quedarte callado y aún así parecer que estás pensando demasiado. Es extraño, pero reconfortante.
Scorpius asintió, un poco sonrojado.
—Supongo que es porque sé que no necesitas que nadie hable por ti —susurró—. No siempre hay que llenar todo con palabras.
Destiny sonrió, mirándolo con suavidad.
—Es por eso que podemos pasar horas aquí y no aburrirnos —dijo—. Porque no tenemos que fingir ser otra persona.
Destiny se recostaba de medio lado sobre la cama, con las piernas dobladas y los brazos apoyando la cabeza. Su cabello negro caía sobre la almohada, y la diadema con pequeños diamantes brillaba sutilmente bajo la luz del sol que entraba por la ventana.
En el suelo, sobre la alfombra, Scorpius estaba recostado, con un libro abierto frente a él que más que leer, usaba como excusa para observar a Destiny. La habitación estaba tranquila, solo se escuchaban el roce de las páginas y alguna que otra risa contenida.
Destiny lanzó una mirada divertida hacia el suelo.
—Entonces ¿En serio te pasaste la semana estudiando pociones solo para no hablar con tu primo? Qué dramático eres —Dijo, con su tono característico entre sarcástico y burlón.
Scorpius ladeó la cabeza, sin levantar demasiado la vista del libro.
—Dramático yo si tú fueras tan dramática como dices, estarías llorando por Albus ahora mismo —respondió, murmurando.
Destiny soltó una risita.
—Por favor ya superé esa fase de lloriqueo. Ahora me limito a observar desde lejos y reírme de los idiotas —replicó, arqueando una ceja.
Silencio cómodo. Destiny giró un poco sobre la cama, jugando con un mechón de su cabello. Scorpius cerró lentamente el libro y apoyó la cabeza en sus manos, concentrándose solo en ella.
—Eres imposible, ¿sabes? —murmuró—. Todo el mundo debería advertirle a Hogwarts que llega Destiny Goyle y destruye cualquier día aburrido.
Destiny hizo una mueca teatral y sonrió.
—Te diría que exageras… pero tú eres testigo, así que supongo que no puedo negarlo.
Por un momento, todo quedó en silencio, cada uno disfrutando de la compañía del otro, sin necesidad de llenar el aire con palabras. Destiny respiró hondo y dijo, suavemente:
—Sabes… me gusta cómo puedes quedarte callado y aún así parecer que estás pensando demasiado. Es extraño, pero reconfortante.
Scorpius asintió, un poco sonrojado.
—Supongo que es porque sé que no necesitas que nadie hable por ti —susurró—. No siempre hay que llenar todo con palabras.
Destiny sonrió, mirándolo con suavidad.
—Es por eso que podemos pasar horas aquí y no aburrirnos —dijo—. Porque no tenemos que fingir ser otra persona.
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