El espejo reflejaba a un joven adolescente ataviado con una levita azul marino de intrincados detalles dorados. Sus pantalones eran de un simple blanco que contrastaba elegantemente, a juego con sus zapatos oscuros. Pero, aunque pareciera que estaba listo para partir, faltaba un elemento importante, de hecho, el que le daba todo el sentido a sus ropajes: una máscara, bordeada de dorado y de un azul tan hermoso como sus ojos. Esta estaba sobre la cama. Junior caminó con calma hacia ella y la tomó de una manera reverente.
—Tú serás la encargada de llevarme al exterior —musitó, hablándole a la máscara como si se tratara de una persona. Junior disfrutaba de la teatralidad, tal vez porque no tenía amigos con los cuales hablar.
Digamos que, "por casualidad", Junior se enteró de que se haría una mascarada en la mansión de un príncipe, y sus padres habían sido invitados. Por supuesto, Junior no podía ir; era demasiado joven para participar de ese tipo de festividades, quién sabe por qué. Además, sus padres procuraban mantenerlo alejado de la sociedad para ocultar su naturaleza: un hijo ilegítimo no podía salir a la luz.
Sin embargo, Junior había heredado la astucia e intrepidez de sus padres, y una simple orden no lo detendría de ir a donde quería. De hecho, esta sería la primera vez que escaparía de casa y, más que sentir culpa, sentía cierta emoción al respecto.
De alguna forma, había convencido al jardinero, Finnian, para que lo llevara hasta la mansión de aquel príncipe. Como todos estarían utilizando máscaras, sus padres no podrían reconocerlo.
Junior tomó la máscara que estaba sobre la cama y se la puso con reverencia. Luego, se encaminó hacia la salida, donde el jardinero lo llevaría, y donde, finalmente, podría saborear lo que era la sociedad británica en su esplendor.
El espejo reflejaba a un joven adolescente ataviado con una levita azul marino de intrincados detalles dorados. Sus pantalones eran de un simple blanco que contrastaba elegantemente, a juego con sus zapatos oscuros. Pero, aunque pareciera que estaba listo para partir, faltaba un elemento importante, de hecho, el que le daba todo el sentido a sus ropajes: una máscara, bordeada de dorado y de un azul tan hermoso como sus ojos. Esta estaba sobre la cama. Junior caminó con calma hacia ella y la tomó de una manera reverente.
—Tú serás la encargada de llevarme al exterior —musitó, hablándole a la máscara como si se tratara de una persona. Junior disfrutaba de la teatralidad, tal vez porque no tenía amigos con los cuales hablar.
Digamos que, "por casualidad", Junior se enteró de que se haría una mascarada en la mansión de un príncipe, y sus padres habían sido invitados. Por supuesto, Junior no podía ir; era demasiado joven para participar de ese tipo de festividades, quién sabe por qué. Además, sus padres procuraban mantenerlo alejado de la sociedad para ocultar su naturaleza: un hijo ilegítimo no podía salir a la luz.
Sin embargo, Junior había heredado la astucia e intrepidez de sus padres, y una simple orden no lo detendría de ir a donde quería. De hecho, esta sería la primera vez que escaparía de casa y, más que sentir culpa, sentía cierta emoción al respecto.
De alguna forma, había convencido al jardinero, Finnian, para que lo llevara hasta la mansión de aquel príncipe. Como todos estarían utilizando máscaras, sus padres no podrían reconocerlo.
Junior tomó la máscara que estaba sobre la cama y se la puso con reverencia. Luego, se encaminó hacia la salida, donde el jardinero lo llevaría, y donde, finalmente, podría saborear lo que era la sociedad británica en su esplendor.
Miraba las heridas que adornaron muñecas hace varios años ¿desde cuándo empezó? Recuerda que pasó a los doce, cuando por accidente se cortó recogiendo un vaso de cristal roto; vio su sangre y las lágrimas de miedo traspasaron a un raro sentimiento de paz. De allí no paró hasta hace unos años que parecía un trozo de carne flaco y cortado en todas partes y la hospitalizaron. Más eso no cesó y buscó otras maneras de hacerse daño, arrancarse el pelo, comerse las uñas, pellizcarse, tropezarse con gente "casualmente".
Hoy vuelve a mirar sus cicatrices y las sella apagando su cigarro sobre ellas causándole un placer trascendental, fuera de toda lógica y alcance...casi al placer de un orgasmo bien merecido mientras en el móvil suena en loop una de sus canciones favoritas.
Called her over, and asked her if she was improving
She said, "Feels fine, it's wonderful, wonderful here"
Hex me, told her
I dreamt of a devil that knew her
Pale white skin with strawberry gashes all over, all over
Watch me fault her, "You're living like a disaster"
She said, "Kill me faster" with strawberry gashes all over, all over
Miraba las heridas que adornaron muñecas hace varios años ¿desde cuándo empezó? Recuerda que pasó a los doce, cuando por accidente se cortó recogiendo un vaso de cristal roto; vio su sangre y las lágrimas de miedo traspasaron a un raro sentimiento de paz. De allí no paró hasta hace unos años que parecía un trozo de carne flaco y cortado en todas partes y la hospitalizaron. Más eso no cesó y buscó otras maneras de hacerse daño, arrancarse el pelo, comerse las uñas, pellizcarse, tropezarse con gente "casualmente".
Hoy vuelve a mirar sus cicatrices y las sella apagando su cigarro sobre ellas causándole un placer trascendental, fuera de toda lógica y alcance...casi al placer de un orgasmo bien merecido mientras en el móvil suena en loop una de sus canciones favoritas.
Called her over, and asked her if she was improving
She said, "Feels fine, it's wonderful, wonderful here"
Hex me, told her
I dreamt of a devil that knew her
Pale white skin with strawberry gashes all over, all over
Watch me fault her, "You're living like a disaster"
She said, "Kill me faster" with strawberry gashes all over, all over
Strawberry Gashes — Jack Off Jill
#SelfInjure #BrokeSky
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Ya había aprovechado bastante aquel lugarcito en el Starbucks y empezaba a darle pena la gente que aún buscaba mesa para pasar tiempo, la mayoría, con amigos o pareja. El ambiente era ameno pese a la cantidad de gente y sin embargo, el ruido en la mente de Hoshi se hacía más fuerte ahora que se percataba de cuánta gente acompañada había, como si eso, de repente allí en su sillita la aplastase volviéndola más chiquita de lo que realmente era. Sin más tomó su móvil, dejó propina ya habiendo pagado y con ese bolsito que tenía gastado de tanto llevar de un lado a otro, así se dispuso a salir para recorrer los interminables pasillos de aquel mall.
Repetidas veces su hermana le había aconsejado salir aunque fuese en calidad de solitaria, le aseguraba que eso le iba a hacer bien, que iba a desconectar pero era insostenible, a cada condenado paso que daba, esa mujer parecía aparecérsele para recordarle cuán diferente sería todo, desde ese paseo hasta su estancia en la Uni., si no la hubiese lastimado como lo había hecho. Una mezcla de enojo y tristeza se le enredó en la garganta, hasta que de pura suerte un local enorme y precioso de papelería apareció en su rango de visión para salvarle las papas.
Su corazoncito vibró de emoción y sin dudarlo, se arrojó a la aventura, a esa que era movida por el impulso de consumir indiscriminadamente aunque terminara con quinientas deudas por gastarse su pequeña mensualidad en plumones y marcadores de colores.
Había canastitas al entrar como para ir llenando con las compras que uno hacía y la de Hoshiko ya estaba quedando demasiado llena como para resistir algo más. Pero andando entre esos caminitos que formaban los estantes, entre los borradores con forma de animalitos y los post it pastel, ahí vio la última joya perdida en el fondo del mar: La biblia de los stickers; Un librote lleno de pegatinas del tipo que se le pudiese llegar a ocurrir a cualquier mortal, desde imágenes de botánica, hasta las banderas de todos los países, personajes de caricatura, imágenes para scrapbooking ¡era un sueño hecho realidad!
No dudó un segundo en agarrarlo para sí y abrazándolo contra su pecho como si de eso dependiese su vida, toda su faz se ilumino de felicidad con esa sonrisita que hacía ya mucho casi no sacaba a relucir. Inconscientemente empezó a canturrear de tan contenta que estaba, girando para ya ir a pagar pero delante, la decepción de una rubia la dejó a cuadritos. La miraba, y la miraba mucho como para ser casualidad – Emm… – Se detuvo con algo de incomodidad mirándola confundida - ¿Se te-.. Ofrece algo? –.
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Ya había aprovechado bastante aquel lugarcito en el Starbucks y empezaba a darle pena la gente que aún buscaba mesa para pasar tiempo, la mayoría, con amigos o pareja. El ambiente era ameno pese a la cantidad de gente y sin embargo, el ruido en la mente de Hoshi se hacía más fuerte ahora que se percataba de cuánta gente acompañada había, como si eso, de repente allí en su sillita la aplastase volviéndola más chiquita de lo que realmente era. Sin más tomó su móvil, dejó propina ya habiendo pagado y con ese bolsito que tenía gastado de tanto llevar de un lado a otro, así se dispuso a salir para recorrer los interminables pasillos de aquel mall.
Repetidas veces su hermana le había aconsejado salir aunque fuese en calidad de solitaria, le aseguraba que eso le iba a hacer bien, que iba a desconectar pero era insostenible, a cada condenado paso que daba, esa mujer parecía aparecérsele para recordarle cuán diferente sería todo, desde ese paseo hasta su estancia en la Uni., si no la hubiese lastimado como lo había hecho. Una mezcla de enojo y tristeza se le enredó en la garganta, hasta que de pura suerte un local enorme y precioso de papelería apareció en su rango de visión para salvarle las papas.
Su corazoncito vibró de emoción y sin dudarlo, se arrojó a la aventura, a esa que era movida por el impulso de consumir indiscriminadamente aunque terminara con quinientas deudas por gastarse su pequeña mensualidad en plumones y marcadores de colores.
Había canastitas al entrar como para ir llenando con las compras que uno hacía y la de Hoshiko ya estaba quedando demasiado llena como para resistir algo más. Pero andando entre esos caminitos que formaban los estantes, entre los borradores con forma de animalitos y los post it pastel, ahí vio la última joya perdida en el fondo del mar: La biblia de los stickers; Un librote lleno de pegatinas del tipo que se le pudiese llegar a ocurrir a cualquier mortal, desde imágenes de botánica, hasta las banderas de todos los países, personajes de caricatura, imágenes para scrapbooking ¡era un sueño hecho realidad!
No dudó un segundo en agarrarlo para sí y abrazándolo contra su pecho como si de eso dependiese su vida, toda su faz se ilumino de felicidad con esa sonrisita que hacía ya mucho casi no sacaba a relucir. Inconscientemente empezó a canturrear de tan contenta que estaba, girando para ya ir a pagar pero delante, la decepción de una rubia la dejó a cuadritos. La miraba, y la miraba mucho como para ser casualidad – Emm… – Se detuvo con algo de incomodidad mirándola confundida - ¿Se te-.. Ofrece algo? –.
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Individual
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