• - Creo que fue una experiencia horrible...

    Comienza a deslizar una misteriosa ficha de marfil con la curiosa forma de su Warframe, un regalo de los niños ostronitas, al snetir ese material, reflexiona de esa forma de morir.

    - Una pesadilla para mi gente, mucha lava.

    Un puente de roca sólida fue derrumbado justo encima de él y los Ostronitas que fue a rescatar de las cuevas mineras de los Grineers, logró sacarlos a tiempo pero llegaban mas clones mientras el calor se hacia insoportable por el paso de la lava inunda la zona del desastre, lo peor fue ver que algunos grineers se quedaron para tener la oportunidad de retener al Warframe y que la lava hiciera su parte.

    Algunos ya tenian la armadura bien encarna hacia su piel otros se lanzaron al sentir lava sobre su piel contra él para cumplir con su labor, recuerda la pérdida, Las hachas gemelas con hueso de Eidolores con hojas de lava, sin embargo, el beso de la lava sobre la piel de Chroma, él lo podía resistir, sin embargo, Hayden grito de dolor reflejado en el rugido desesperado de Chroma en aquella misión, logra cercenar un grineer, luego a otro, aunque la fuerza se drenada de sus musculos mientras la lava comienza a tocar mas partes del cuerpo de Chroma.

    Una cosa es el calor y el fuego, sin embargo, la lava, dentro de la capsula solo grita por el increible dolor que le producía moverse, aunque sus nervios se quemaban por segundos, el regenerarlos volvía a solo activar ese dolor, hasta qie finalmente Hayden sufrió un par cardíaco por la conmoción, Chroma se detiene de golpe como una estatua mientras la lava llega hasta sus rodillas aunque ya tiene partes en los brazos y rostro de los intentos de los clones por cubrirle de lava por todas partes.

    Lamentablemente volvió del vacío segundos después, la transferencia se reinicia y Chroma ruge activando su armadura de hielo y de las pocas veces que la ira del Warframe se alinea con la ira del Tenno para salir de esa trampa y acabar con los enemigos en la parte superior mientras la lava seguía cubriendo ese lugar.

    Sólo por ese momento se dejó llevar por la ira de una muerte dolorosa, sintió la satisfacción de la venganza iracunda y en ese momento, si fuera por él mataría tanto aliados como enemigos.

    - Menos mal... no había nadie que enemigos con muy mala suerte.
    - Creo que fue una experiencia horrible... Comienza a deslizar una misteriosa ficha de marfil con la curiosa forma de su Warframe, un regalo de los niños ostronitas, al snetir ese material, reflexiona de esa forma de morir. - Una pesadilla para mi gente, mucha lava. Un puente de roca sólida fue derrumbado justo encima de él y los Ostronitas que fue a rescatar de las cuevas mineras de los Grineers, logró sacarlos a tiempo pero llegaban mas clones mientras el calor se hacia insoportable por el paso de la lava inunda la zona del desastre, lo peor fue ver que algunos grineers se quedaron para tener la oportunidad de retener al Warframe y que la lava hiciera su parte. Algunos ya tenian la armadura bien encarna hacia su piel otros se lanzaron al sentir lava sobre su piel contra él para cumplir con su labor, recuerda la pérdida, Las hachas gemelas con hueso de Eidolores con hojas de lava, sin embargo, el beso de la lava sobre la piel de Chroma, él lo podía resistir, sin embargo, Hayden grito de dolor reflejado en el rugido desesperado de Chroma en aquella misión, logra cercenar un grineer, luego a otro, aunque la fuerza se drenada de sus musculos mientras la lava comienza a tocar mas partes del cuerpo de Chroma. Una cosa es el calor y el fuego, sin embargo, la lava, dentro de la capsula solo grita por el increible dolor que le producía moverse, aunque sus nervios se quemaban por segundos, el regenerarlos volvía a solo activar ese dolor, hasta qie finalmente Hayden sufrió un par cardíaco por la conmoción, Chroma se detiene de golpe como una estatua mientras la lava llega hasta sus rodillas aunque ya tiene partes en los brazos y rostro de los intentos de los clones por cubrirle de lava por todas partes. Lamentablemente volvió del vacío segundos después, la transferencia se reinicia y Chroma ruge activando su armadura de hielo y de las pocas veces que la ira del Warframe se alinea con la ira del Tenno para salir de esa trampa y acabar con los enemigos en la parte superior mientras la lava seguía cubriendo ese lugar. Sólo por ese momento se dejó llevar por la ira de una muerte dolorosa, sintió la satisfacción de la venganza iracunda y en ese momento, si fuera por él mataría tanto aliados como enemigos. - Menos mal... no había nadie que enemigos con muy mala suerte.
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  • -habia llegado a casa, despues de dos dias de viaje, entrando lentamente a casa-

    Ahhh~ hogar dulce hogar

    -deje la maleta a un lado, sacudiendome la nieve, se me hizo raro escuchar la tele encendida, asomandome lentamente a la sala, viendo a mi mujer dormida, suspire suavemente acercandome al sofa, quitandole un mechon de cabello de su rostro, suavemente sin despertarla, poniendole una manta encima suavemente, susurrando-

    Ya regrese mi amor......ya regreso tu mujer idiota

    -dije suavemente, dandole un beso suave en la mejilla llendo a arriba para darme un baño-

    Yūrei Veyrith
    -habia llegado a casa, despues de dos dias de viaje, entrando lentamente a casa- Ahhh~ hogar dulce hogar -deje la maleta a un lado, sacudiendome la nieve, se me hizo raro escuchar la tele encendida, asomandome lentamente a la sala, viendo a mi mujer dormida, suspire suavemente acercandome al sofa, quitandole un mechon de cabello de su rostro, suavemente sin despertarla, poniendole una manta encima suavemente, susurrando- Ya regrese mi amor......ya regreso tu mujer idiota -dije suavemente, dandole un beso suave en la mejilla llendo a arriba para darme un baño- [shade_emerald_donkey_775]
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  • -una pequeña criatura se colo en la cama de mi prometido hueliendolo-

    Sniff sniff...

    -el pequeño huron lo huelia levemente, cuando el pequeño huron al sentir el beso del hombre, se transformo dejando ver la sopresa, era yo-

    H-hola jsjsjjs

    Viktor Kaelith Veyrith
    -una pequeña criatura se colo en la cama de mi prometido hueliendolo- Sniff sniff... -el pequeño huron lo huelia levemente, cuando el pequeño huron al sentir el beso del hombre, se transformo dejando ver la sopresa, era yo- H-hola jsjsjjs [fusion_pearl_frog_373]
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  • ¿Puedo descansar en tu pecho?
    Quiero escuchar una melodía.
    El perfecto compas que me tranquiliza.
    Pone fin a mi pena y me entregó ante ti, al menos un instante.
    Solo necesito un momento.
    También quiero robarte un beso, cuan ladrón furtivo por la noche.
    Robarte caricias mientras recorro el camino de tu cuerpo hasta encontrar tesoros en cada poro que exhala libertad y pecado.
    Quiero abrazarte en la mas efímera oscuridad mientras me aferro a tus labios, tu piel y cada deseo que impregna tu alma.
    Aspirar de tu perfume, escuchar tus suspiros y jamás volver a separarme de ti.

    Por siempre tuyo, Wiliam.
    ¿Puedo descansar en tu pecho? Quiero escuchar una melodía. El perfecto compas que me tranquiliza. Pone fin a mi pena y me entregó ante ti, al menos un instante. Solo necesito un momento. También quiero robarte un beso, cuan ladrón furtivo por la noche. Robarte caricias mientras recorro el camino de tu cuerpo hasta encontrar tesoros en cada poro que exhala libertad y pecado. Quiero abrazarte en la mas efímera oscuridad mientras me aferro a tus labios, tu piel y cada deseo que impregna tu alma. Aspirar de tu perfume, escuchar tus suspiros y jamás volver a separarme de ti. Por siempre tuyo, Wiliam.
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  • La habitación estaba iluminada apenas por las velas sobre el tocador. La luz cálida danzaba contra los espejos y las paredes, proyectando las figuras de Constantin y Víktor, tan cerca que parecía que el aire entre ambos se volvía denso.

    Víktor estaba detrás, sus manos firmes sobre los hombros de Constantin, como si quisiera recordarle que estaba allí, que le pertenecía. El reflejo en el espejo mostraba la mirada de Víktor clavada en él, intensa, casi sombría, mientras Constantin desviaba la suya, con esa mezcla de ternura y ligera incomodidad que solía sentir cuando el otro se volvía demasiado posesivo.

    —No me gusta cómo te miran… —murmuró Víktor, inclinándose apenas hasta rozar su mejilla con la suya. Su voz baja vibraba con un filo de celos que no trataba de esconder.

    Constantin lo miró en el espejo, sus ojos oscuros reflejando amor y paciencia. Con una pequeña sonrisa ladeada, tomó la mano de Víktor y la apretó contra su pecho, justo sobre el corazón.

    —Víktor… —susurró—. ¿Cuántas veces más tengo que repetirlo? Este corazón es tuyo. Solo tuyo.

    El ceño de Víktor se suavizó apenas, aunque su mirada seguía siendo intensa, devoradora. Se inclinó más, sus labios rozando el cuello de Constantin, dejando un beso lento, casi una marca invisible de posesión.

    Constantin cerró los ojos, sintiendo el calor recorrerle la piel. Aunque no siempre comprendía la intensidad de los celos de Víktor, sí entendía algo: que ese amor, tan abrasador como tormentoso, era algo que no cambiaría por nada.

    Y en ese instante, con las velas crepitando y el espejo mostrándolos unidos, Constantin se dejó envolver, acariciando la mano de Víktor y susurrando en voz baja:

    —Prométeme que no dudarás de mí, porque no existe nadie más en mi mundo que tú.

    Viktor Kaelith Veyrith
    La habitación estaba iluminada apenas por las velas sobre el tocador. La luz cálida danzaba contra los espejos y las paredes, proyectando las figuras de Constantin y Víktor, tan cerca que parecía que el aire entre ambos se volvía denso. Víktor estaba detrás, sus manos firmes sobre los hombros de Constantin, como si quisiera recordarle que estaba allí, que le pertenecía. El reflejo en el espejo mostraba la mirada de Víktor clavada en él, intensa, casi sombría, mientras Constantin desviaba la suya, con esa mezcla de ternura y ligera incomodidad que solía sentir cuando el otro se volvía demasiado posesivo. —No me gusta cómo te miran… —murmuró Víktor, inclinándose apenas hasta rozar su mejilla con la suya. Su voz baja vibraba con un filo de celos que no trataba de esconder. Constantin lo miró en el espejo, sus ojos oscuros reflejando amor y paciencia. Con una pequeña sonrisa ladeada, tomó la mano de Víktor y la apretó contra su pecho, justo sobre el corazón. —Víktor… —susurró—. ¿Cuántas veces más tengo que repetirlo? Este corazón es tuyo. Solo tuyo. El ceño de Víktor se suavizó apenas, aunque su mirada seguía siendo intensa, devoradora. Se inclinó más, sus labios rozando el cuello de Constantin, dejando un beso lento, casi una marca invisible de posesión. Constantin cerró los ojos, sintiendo el calor recorrerle la piel. Aunque no siempre comprendía la intensidad de los celos de Víktor, sí entendía algo: que ese amor, tan abrasador como tormentoso, era algo que no cambiaría por nada. Y en ese instante, con las velas crepitando y el espejo mostrándolos unidos, Constantin se dejó envolver, acariciando la mano de Víktor y susurrando en voz baja: —Prométeme que no dudarás de mí, porque no existe nadie más en mi mundo que tú. [fusion_pearl_frog_373]
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  • He aprendido que no hay peor veneno que una mujer que promete lo que no piensa cumplir.
    Las que dicen quedarse y luego se rinden, las que ilusionan solo para encelar a otro, las que juegan con la entrega de un hombre como si fuera un pasatiempo.

    No son frágiles, son calculadoras. Saben lo que hacen, saben el daño que causan, y lo permiten porque la manipulación las alimenta.

    Prefiero la herida de un enemigo de frente que el beso de una mujer que oculta un cuchillo en la boca.
    La mentira disfrazada de amor es la forma más baja de la traición.

    — Para ti, con amor.

    #Larespuesta.
    He aprendido que no hay peor veneno que una mujer que promete lo que no piensa cumplir. Las que dicen quedarse y luego se rinden, las que ilusionan solo para encelar a otro, las que juegan con la entrega de un hombre como si fuera un pasatiempo. No son frágiles, son calculadoras. Saben lo que hacen, saben el daño que causan, y lo permiten porque la manipulación las alimenta. Prefiero la herida de un enemigo de frente que el beso de una mujer que oculta un cuchillo en la boca. La mentira disfrazada de amor es la forma más baja de la traición. — Para ti, con amor. #Larespuesta.
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  • ⸻ Estoy dispuesto a negociar ⸻con travesura en los ojos, se acomoda los lentes que acaba de "tomar prestados"⸻ Te los regresaré si me das un beso. Oh, no. Ahí no ⸻con un dedo se toca el cierre del pantalón⸻ Aquí, dulzura ♡
    ⸻ Estoy dispuesto a negociar ⸻con travesura en los ojos, se acomoda los lentes que acaba de "tomar prestados"⸻ Te los regresaré si me das un beso. Oh, no. Ahí no ⸻con un dedo se toca el cierre del pantalón⸻ Aquí, dulzura ♡
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  • A ʜᴏᴘᴇʟᴇss ʀᴏᴍᴀɴᴛɪᴄ ᴀʟʟ ᴍʏ ʟɪғᴇ
    Sᴜʀʀᴏᴜɴᴅᴇᴅ ʙʏ ᴄᴏᴜᴘʟᴇs ᴀʟʟ ᴛʜᴇ ᴛɪᴍᴇ
    I ɢᴜᴇss I sʜᴏᴜʟᴅ ᴛᴀᴋᴇ ɪᴛ ᴀs ᴀ sɪɢɴ

    I'ᴍ ғᴇᴇʟɪɴɢ ʟᴏɴᴇʟʏ
    Oʜ, I ᴡɪsʜ I'ᴅ ғɪɴᴅ ᴀ ʟᴏᴠᴇʀ ᴛʜᴀᴛ ᴄᴏᴜʟᴅ ʜᴏʟᴅ ᴍᴇ
    Nᴏᴡ I'ᴍ ᴄʀʏɪɴɢ ɪɴ ᴍʏ ʀᴏᴏᴍ
    Sᴏ sᴋᴇᴘᴛɪᴄᴀʟ ᴏғ ʟᴏᴠᴇ
    Bᴜᴛ sᴛɪʟʟ I ᴡᴀɴᴛ ɪᴛ ᴍᴏʀᴇ, ᴍᴏʀᴇ, ᴍᴏʀᴇ

    I ɢᴀᴠᴇ ᴀ sᴇᴄᴏɴᴅ ᴄʜᴀɴᴄᴇ ᴛᴏ ᴄᴜᴘɪᴅ
    Bᴜᴛ ɴᴏᴡ I'ᴍ ʟᴇғᴛ ʜᴇʀᴇ ғᴇᴇʟɪɴɢ sᴛᴜᴘɪᴅ
    Oʜ, ᴛʜᴇ ᴡᴀʏ ʜᴇ ᴍᴀᴋᴇs ᴍᴇ ғᴇᴇʟ ᴛʜᴀᴛ ʟᴏᴠᴇ ɪsɴ'ᴛ ʀᴇᴀʟ
    Cᴜᴘɪᴅ ɪs sᴏ ᴅᴜᴍʙ.


                                                       .•♫•♬••♬•♫•.


    En ocasiones, navegar por las publicaciones de las diferentes redes sociales hacía que Ha-Rin se sintiese un poco celoso. Ver todas esas fotos y vídeos de parejas que parecían genuinamente felices, compartiendo momentos divertidos mientras recreaban poses, trends populares o mostraban platillos elaborados y los sitios que visitaban, era casi como un golpe directo: un recordatorio de que, para alguien involucrado dentro del mundo del entretenimiento, no era sencillo aspirar a tener algo como eso.

    Había muchos impedimentos y todavía más razones por las cuales resultaba demasiado complicado llegar a tener una relación estable. La carga de trabajo era excesiva, y esa falta de tiempo se transformaba en la principal causa de malentendidos o rupturas al poco tiempo de haber iniciado algo. Por otro lado, tratar de conocer a alguien fuera del medio era casi como intentar completar exitosamente una misión que, desde el inicio, estaba destinada a fracasar.


    En vivo ahora ✦


    Ha-Rin apareció en escena con una sonrisa: estaba transmitiendo desde su cuenta personal. El directo no había sido anunciado, fue algo que simplemente surgió desde la espontaneidad del joven artista. Mientras los fans se preparaban y esperaban recibir alguna actualización sobre su música o proyectos futuros, él levantó en brazos a una hermosa gata de pelaje gris con rayas oscuras y ojos brillantes.

    —Hoy… quiero presentarles al amor de mi vida —dijo con seriedad.

    Los mensajes en el chat se descontrolaron de inmediato. En tan solo unos segundos, estaba lleno de signos de interrogación, corazones y comentarios que expresaban confusión. Algunos incluso llegaron a creer que se trataba de una confesión inesperada o de una confirmación. Pero entonces, Ha-Rin alzó con cuidado a la gata frente a la cámara, asegurándose de que pudiesen observarla bien.

    —Ella es la razón por la que trabajo arduamente; también es dueña de mi salario y la que me espera cada día —continuó, dándole un pequeño beso en la cabeza.

    Los fans estallaron en risas y ternura al mismo tiempo.
    —Miren esa cara, ¿acaso no es lo más perfecto que han visto en sus vidas? —preguntó Ha-Rin mientras sonreía y hacía una pequeña pausa. Dejó escapar un suspiro y, finalmente, admitió—: A veces me pongo celoso cuando todos presumen a sus novios, novias o parejas… pero luego recuerdo que yo tengo a esta señorita y me doy cuenta de que no necesito presumir, porque ya tengo a la mejor compañera del mundo.

    Al final, entre caricias, ronroneos y risas, la transmisión se convirtió en uno de los momentos más tiernos y comentados por los fans. Pronto aparecieron fanarts de la gata coronada como “la reina de Ha-Rin” y memes con frases como “dueña del salario de Ha-Rin”.
    「 🎙️📝 」 A ʜᴏᴘᴇʟᴇss ʀᴏᴍᴀɴᴛɪᴄ ᴀʟʟ ᴍʏ ʟɪғᴇ Sᴜʀʀᴏᴜɴᴅᴇᴅ ʙʏ ᴄᴏᴜᴘʟᴇs ᴀʟʟ ᴛʜᴇ ᴛɪᴍᴇ I ɢᴜᴇss I sʜᴏᴜʟᴅ ᴛᴀᴋᴇ ɪᴛ ᴀs ᴀ sɪɢɴ I'ᴍ ғᴇᴇʟɪɴɢ ʟᴏɴᴇʟʏ Oʜ, I ᴡɪsʜ I'ᴅ ғɪɴᴅ ᴀ ʟᴏᴠᴇʀ ᴛʜᴀᴛ ᴄᴏᴜʟᴅ ʜᴏʟᴅ ᴍᴇ Nᴏᴡ I'ᴍ ᴄʀʏɪɴɢ ɪɴ ᴍʏ ʀᴏᴏᴍ Sᴏ sᴋᴇᴘᴛɪᴄᴀʟ ᴏғ ʟᴏᴠᴇ Bᴜᴛ sᴛɪʟʟ I ᴡᴀɴᴛ ɪᴛ ᴍᴏʀᴇ, ᴍᴏʀᴇ, ᴍᴏʀᴇ I ɢᴀᴠᴇ ᴀ sᴇᴄᴏɴᴅ ᴄʜᴀɴᴄᴇ ᴛᴏ ᴄᴜᴘɪᴅ Bᴜᴛ ɴᴏᴡ I'ᴍ ʟᴇғᴛ ʜᴇʀᴇ ғᴇᴇʟɪɴɢ sᴛᴜᴘɪᴅ Oʜ, ᴛʜᴇ ᴡᴀʏ ʜᴇ ᴍᴀᴋᴇs ᴍᴇ ғᴇᴇʟ ᴛʜᴀᴛ ʟᴏᴠᴇ ɪsɴ'ᴛ ʀᴇᴀʟ Cᴜᴘɪᴅ ɪs sᴏ ᴅᴜᴍʙ.                                                    .•♫•♬••♬•♫•. En ocasiones, navegar por las publicaciones de las diferentes redes sociales hacía que Ha-Rin se sintiese un poco celoso. Ver todas esas fotos y vídeos de parejas que parecían genuinamente felices, compartiendo momentos divertidos mientras recreaban poses, trends populares o mostraban platillos elaborados y los sitios que visitaban, era casi como un golpe directo: un recordatorio de que, para alguien involucrado dentro del mundo del entretenimiento, no era sencillo aspirar a tener algo como eso. Había muchos impedimentos y todavía más razones por las cuales resultaba demasiado complicado llegar a tener una relación estable. La carga de trabajo era excesiva, y esa falta de tiempo se transformaba en la principal causa de malentendidos o rupturas al poco tiempo de haber iniciado algo. Por otro lado, tratar de conocer a alguien fuera del medio era casi como intentar completar exitosamente una misión que, desde el inicio, estaba destinada a fracasar. ✦ 🔴 En vivo ahora ✦ Ha-Rin apareció en escena con una sonrisa: estaba transmitiendo desde su cuenta personal. El directo no había sido anunciado, fue algo que simplemente surgió desde la espontaneidad del joven artista. Mientras los fans se preparaban y esperaban recibir alguna actualización sobre su música o proyectos futuros, él levantó en brazos a una hermosa gata de pelaje gris con rayas oscuras y ojos brillantes. —Hoy… quiero presentarles al amor de mi vida —dijo con seriedad. Los mensajes en el chat se descontrolaron de inmediato. En tan solo unos segundos, estaba lleno de signos de interrogación, corazones y comentarios que expresaban confusión. Algunos incluso llegaron a creer que se trataba de una confesión inesperada o de una confirmación. Pero entonces, Ha-Rin alzó con cuidado a la gata frente a la cámara, asegurándose de que pudiesen observarla bien. —Ella es la razón por la que trabajo arduamente; también es dueña de mi salario y la que me espera cada día —continuó, dándole un pequeño beso en la cabeza. Los fans estallaron en risas y ternura al mismo tiempo. —Miren esa cara, ¿acaso no es lo más perfecto que han visto en sus vidas? —preguntó Ha-Rin mientras sonreía y hacía una pequeña pausa. Dejó escapar un suspiro y, finalmente, admitió—: A veces me pongo celoso cuando todos presumen a sus novios, novias o parejas… pero luego recuerdo que yo tengo a esta señorita y me doy cuenta de que no necesito presumir, porque ya tengo a la mejor compañera del mundo. Al final, entre caricias, ronroneos y risas, la transmisión se convirtió en uno de los momentos más tiernos y comentados por los fans. Pronto aparecieron fanarts de la gata coronada como “la reina de Ha-Rin” y memes con frases como “dueña del salario de Ha-Rin”.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    //Ya me falta que devolver 2 mensajes pero mañana continuaré devolviendo comentarios de rol cómo de costumbre, los quiero mucho. Descansen, besos.
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  • [ 𝑴𝒆 𝒅𝒆𝒎𝒐𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂, 𝒅é𝒋𝒂𝒎𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒊𝒏𝒇𝒊𝒆𝒓𝒏𝒐 — 𝐁𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐂𝐈𝐀𝐎. | 𝟎𝟎 ]





    Mucho antes de nacer, su vida había dejado de pertenecerle. El destino del hombre que sería estaba escrito, marcado en su piel como un animal antes incluso de respirar, antes de que pudiera si quiera abrir los ojos.

    A los veinte años, su padre terminó de forjarlo. Aquella maldita bestia sin alma.
    La más mínima molestia desaparecía de su camino con la facilidad de un suspiro. No había pena, no existía culpa; la vida ajena no valía nada. Eran sacos de carne desechables, basura humana. Y él había aprendido a tratarlos así.

    Se rodeaba únicamente de perros amaestrados, piezas útiles que podía controlar a voluntad. El resto no merecía ni una mirada. Nadie osaba cuestionarlo, ni siquiera dentro de su propia familia, porque quien lo hacía estaba condenado al mismo infierno que él sabía construir con sus propias manos. Matar dejó de ser un acto aislado: se volvió rutina. Un hábito tedioso, otro labor más de su existencia.

    Ese brillo en los ojos, esa arrogancia cruel, no eran rasgos humanos. La manipulación, el engaño, la máscara de caballerosidad que lo hacía parecer inofensivo, todo estaba incrustado en su carne y en sus huesos. Sostener cabezas aún calientes, con la sangre escurriéndose entre sus dedos, se volvió casi natural. No podía ser de otra forma: había sido moldeado para ello, convertido en un arma desde el primer día. El primogénito de los Di Conti. Ese era su mundo, su condena.

    Nunca soñó con felicidad, ni con ternura, ni con misericordia. Esos conceptos no existían en su diccionario. Solo había un hueco, un vacío incapaz de llenarse. Un muñeco sin alma, un instrumento de obediencia. Incluso al renunciar al apellido, incluso al huir y forjarse un nuevo nombre, la redención nunca llegó. Solo encontró nuevas máscaras, nuevas culpas, nuevas sombras que lo siguieron siempre. Y en esa huida arrastró a todos los que se acercaron demasiado: Rubí, Kiev… nadie escapó limpio de su mancha, mucho menos ahora Vanya.

    Pero algo cambió. Algo que jamás esperaba.
    La muerte llegó para reclamarlo y, aun así, no lo aceptó. Fue condenado de otra manera ¿Qué tan maldito debía estar para que incluso la muerte lo negara?

    Entonces lo sintió. Por primera vez. La conciencia. Ese peso en el pecho que ardía y quemaba como un fuego lento. Lo odiaba. Sentir era debilidad. Pero en las noches la pregunta volvía, implacable, como un cuchillo girando en lo hondo. Durante el último año había probado emociones que lo desgarraban y lo embriagaban a la vez volviéndose casi adicto a sentirlo de varias formas. Había sentido, aunque fuese por segundos, algo parecido a la vida. Algo parecido a ser humano.

    ¿Podía ser feliz? ¿Podía robarle a su condena un instante de paz, aunque efímero?

    No era un santo ni lo sería jamás, lo sabía. Pero esos ojos… esos malditos ojos no veían al monstruo. Lo miraban con ternura, con esperanza, como si aún hubiese algo digno de salvarse. Y eso dolía. Dolía más que cualquier bala, más que cualquier herida. Porque en el fondo temía que lo que más odiaba fuese, justamente, la posibilidad de que todavía quedara un hombre debajo de toda esa sangre.



    [ ... ]


    𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨…

    Fue una de esas mañanas en que el sol se empeñó en iluminar incluso lo que uno preferiría mantener en la sombra. La claridad entró sin permiso, molestándole los párpados hasta obligarlo a cubrirse el rostro con la mano. Sus ojos dorados se abrieron con desgano; Ryan solía levantarse sin problemas, pero esa vez no había dormido bien por los últimos informes que había recibido sobre la situación del ruso y la próxima reunión que esperaba que calmará todo. De igual manera, la cita que tenía lo valía todo.

    𝐎𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨…

    Guardaba en secreto lo más frágil y lo más peligroso que tenía: ella. Una leona que había logrado colarse en su cabeza, rompiendo poco a poco la dureza que siempre lo había acompañado. No supo en qué momento pasó, solo sabía que entre salidas, miradas cómplices, sonrisas robadas y esa forma en que lo miraba, terminó desarmado frente a ella.

    𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… 𝐞 𝐡𝐨 𝐭𝐫𝐨𝐯𝐚𝐭𝐨 𝐥’𝐢𝐧𝐯𝐚𝐬𝐨𝐫.

    En su teléfono aún guardaba una foto, la prueba de que no lo había soñado. Una imagen capaz de arrancarle una sonrisa incluso en medio de la sangre y los informes de la guerra contra el ruso. Cada domingo, cada instante, cada recuerdo: ahí estaba ella.

    Ese día, al terminar de abotonarse la camisa, sus hombros tensos parecieron ceder un poco. El punto de encuentro era una plaza tranquila, casi inocente. No faltaron las bromas, las miradas que quemaban bajo la piel, ni ese beso robado que un niño interrumpió al pasar cerca.

    𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… 𝐨𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨…

    El viaje en auto los llevó a un sitio apartado, demasiado silencioso. La calma parecía tan perfecta que resultaba sospechosa. Ella sonreía, pero en sus ojos había un nerviosismo imposible de ocultar. Bastó el crujido de una rama para romper la paz, y el silencio se volvió pesado, casi insoportable, con esa presencia invisible de enemigos que siempre parecían acecharlo.

    𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… ché 𝐦𝐢 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐢 𝐦𝐨𝐫𝐢𝐫.

    La distancia se hizo enorme en un segundo. Un instante la tenía en sus brazos y al siguiente estaba más cerca del enemigo que de él. Buscó su mirada, queriendo encontrar miedo o desconcierto en ella, pero en su lugar apareció la puntería de varias armas. Los hombres armados lo obligaron a retroceder, a mantenerse lejos. Lo que más lo golpeó no fue el arma, sino verla sin sorpresa en el rostro, como si lo hubiera sabido desde antes. Entonces escuchó la voz de su primo, dulce y venenosa, confirmando lo que ya intuía: una traición. Y las palabras de ella terminaron por firmar su condena.

    Intentó reaccionar, pero fue tarde.

    La primera bala le atravesó el pecho con un estallido seco, directo al ventrículo izquierdo. El golpe lo hizo arquearse hacia atrás, el aire se le escapó de golpe en un jadeo áspero y metálico. Sintió el corazón estallar dentro de su caja torácica, cada latido convertido en un espasmo inútil que expulsaba sangre a borbotones. La camisa blanca se manchó de inmediato, tiñéndose en rojo oscuro mientras sus dedos temblorosos intentaban cubrir la herida, inútilmente. El dolor no era solo físico; era como si lo hubieran arrancado de raíz, como si su propia vida se desangrara en cuestión de segundos.

    Apenas logró inhalar, el segundo disparo llegó. La bala le atravesó el cráneo con un estruendo sordo, despojándolo del mundo en un destello blanco. Por un instante lo invadió un zumbido absoluto, como si el universo entero se partiera en dos, y después vino la nada: helada e impecable.

    Y la última figura que alcanzó a ver, justo antes de que todo se apagara, fue la de ella.


    ❝ - 𝑨𝒚𝒍𝒂 ❞


    El cuerpo del italiano se desplomó con un golpe sordo contra la hierba húmeda. El silencio que siguió fue más cruel que el propio disparo, como si el mundo entero contuviera el aliento para contemplar su caída.

    La sangre brotó al principio en un hilo fino, tímido… pero pronto se desbordó, oscura y espesa, extendiéndose sobre el césped como un manto carmesí. El contraste con el verde fresco resultaba casi obsceno, un cuadro grotesco pintado por la muerte misma.


    ❝ - ¿𝑷𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒓𝒎𝒆? ❞


    La camisa blanca, elegida aquella mañana, se tiñó lentamente, manchándose de rojo como si la tela hubiera esperado ese destino desde siempre. Cada pliegue, cada costura, absorbía la sangre hasta volverse una segunda piel marcada por la violencia.

    El aire olía a hierro. Y mientras los segundos se alargaban, la quietud del cadáver se volvía más aterradora que el estruendo de la bala que lo había derribado.


    ❝ - 𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒊 𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒔... ❞


    Los ojos quedaron abiertos, vacíos, mirando hacia ninguna parte. El brillo que alguna vez desafiaba al mundo entero se había apagado para siempre. El pecho, inmóvil, sin señal de vida. Una respiración que nunca volvió.


    ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂...❞


    La canasta del picnic rodó hasta volcarse, derramando pan, frutas y vino sobre la tierra como una ofrenda rota a los dioses crueles del destino. El líquido carmesí se mezcló con la sangre en el suelo, confundiendo vida y muerte en una misma mancha.

    A un costado, los lentes de sol yacían olvidados, inútiles, como si aún pretendieran protegerlo de un sol que ya no podía ver.

    —Está muerto —anunció uno de los hombres, la voz áspera, definitiva. Había rodeado a ambos junto con los demás, y al tocar el cuello de Ryan no encontró pulso alguno..


    ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒕𝒂𝒓𝒕𝒆.❞


    Pero entonces, una mano emergió de la hierba ensangrentada y detuvo el movimiento de aquel hombre antes de que pensaran en irse, un agarre firme, con un peso que desafiaba el mismo silencio que habia reinado el lugar.


    — ¿A dónde vas, hijo de puta? — gruñó una voz familiar, rota por el dolor pero mezclada con rabia. Ryan miro a este hombre antes de jalarlo hacia el, escasos centímetros antes de tomar su cuello y romperlo.
    [ 𝑴𝒆 𝒅𝒆𝒎𝒐𝒔𝒕𝒓𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂, 𝒅é𝒋𝒂𝒎𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒗𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒂 𝒎𝒊 𝒊𝒏𝒇𝒊𝒆𝒓𝒏𝒐 — 𝐁𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐂𝐈𝐀𝐎. | 𝟎𝟎 ] Mucho antes de nacer, su vida había dejado de pertenecerle. El destino del hombre que sería estaba escrito, marcado en su piel como un animal antes incluso de respirar, antes de que pudiera si quiera abrir los ojos. A los veinte años, su padre terminó de forjarlo. Aquella maldita bestia sin alma. La más mínima molestia desaparecía de su camino con la facilidad de un suspiro. No había pena, no existía culpa; la vida ajena no valía nada. Eran sacos de carne desechables, basura humana. Y él había aprendido a tratarlos así. Se rodeaba únicamente de perros amaestrados, piezas útiles que podía controlar a voluntad. El resto no merecía ni una mirada. Nadie osaba cuestionarlo, ni siquiera dentro de su propia familia, porque quien lo hacía estaba condenado al mismo infierno que él sabía construir con sus propias manos. Matar dejó de ser un acto aislado: se volvió rutina. Un hábito tedioso, otro labor más de su existencia. Ese brillo en los ojos, esa arrogancia cruel, no eran rasgos humanos. La manipulación, el engaño, la máscara de caballerosidad que lo hacía parecer inofensivo, todo estaba incrustado en su carne y en sus huesos. Sostener cabezas aún calientes, con la sangre escurriéndose entre sus dedos, se volvió casi natural. No podía ser de otra forma: había sido moldeado para ello, convertido en un arma desde el primer día. El primogénito de los Di Conti. Ese era su mundo, su condena. Nunca soñó con felicidad, ni con ternura, ni con misericordia. Esos conceptos no existían en su diccionario. Solo había un hueco, un vacío incapaz de llenarse. Un muñeco sin alma, un instrumento de obediencia. Incluso al renunciar al apellido, incluso al huir y forjarse un nuevo nombre, la redención nunca llegó. Solo encontró nuevas máscaras, nuevas culpas, nuevas sombras que lo siguieron siempre. Y en esa huida arrastró a todos los que se acercaron demasiado: Rubí, Kiev… nadie escapó limpio de su mancha, mucho menos ahora Vanya. Pero algo cambió. Algo que jamás esperaba. La muerte llegó para reclamarlo y, aun así, no lo aceptó. Fue condenado de otra manera ¿Qué tan maldito debía estar para que incluso la muerte lo negara? Entonces lo sintió. Por primera vez. La conciencia. Ese peso en el pecho que ardía y quemaba como un fuego lento. Lo odiaba. Sentir era debilidad. Pero en las noches la pregunta volvía, implacable, como un cuchillo girando en lo hondo. Durante el último año había probado emociones que lo desgarraban y lo embriagaban a la vez volviéndose casi adicto a sentirlo de varias formas. Había sentido, aunque fuese por segundos, algo parecido a la vida. Algo parecido a ser humano. ¿Podía ser feliz? ¿Podía robarle a su condena un instante de paz, aunque efímero? No era un santo ni lo sería jamás, lo sabía. Pero esos ojos… esos malditos ojos no veían al monstruo. Lo miraban con ternura, con esperanza, como si aún hubiese algo digno de salvarse. Y eso dolía. Dolía más que cualquier bala, más que cualquier herida. Porque en el fondo temía que lo que más odiaba fuese, justamente, la posibilidad de que todavía quedara un hombre debajo de toda esa sangre. [ ... ] 𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… Fue una de esas mañanas en que el sol se empeñó en iluminar incluso lo que uno preferiría mantener en la sombra. La claridad entró sin permiso, molestándole los párpados hasta obligarlo a cubrirse el rostro con la mano. Sus ojos dorados se abrieron con desgano; Ryan solía levantarse sin problemas, pero esa vez no había dormido bien por los últimos informes que había recibido sobre la situación del ruso y la próxima reunión que esperaba que calmará todo. De igual manera, la cita que tenía lo valía todo. 𝐎𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐜𝐢𝐚𝐨… Guardaba en secreto lo más frágil y lo más peligroso que tenía: ella. Una leona que había logrado colarse en su cabeza, rompiendo poco a poco la dureza que siempre lo había acompañado. No supo en qué momento pasó, solo sabía que entre salidas, miradas cómplices, sonrisas robadas y esa forma en que lo miraba, terminó desarmado frente a ella. 𝐔𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐭𝐭𝐢𝐧𝐚 𝐦𝐢 𝐬𝐨𝐧' 𝐬𝐯𝐞𝐠𝐥𝐢𝐚𝐭𝐨… 𝐞 𝐡𝐨 𝐭𝐫𝐨𝐯𝐚𝐭𝐨 𝐥’𝐢𝐧𝐯𝐚𝐬𝐨𝐫. En su teléfono aún guardaba una foto, la prueba de que no lo había soñado. Una imagen capaz de arrancarle una sonrisa incluso en medio de la sangre y los informes de la guerra contra el ruso. Cada domingo, cada instante, cada recuerdo: ahí estaba ella. Ese día, al terminar de abotonarse la camisa, sus hombros tensos parecieron ceder un poco. El punto de encuentro era una plaza tranquila, casi inocente. No faltaron las bromas, las miradas que quemaban bajo la piel, ni ese beso robado que un niño interrumpió al pasar cerca. 𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… 𝐨𝐡 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐚𝐨… El viaje en auto los llevó a un sitio apartado, demasiado silencioso. La calma parecía tan perfecta que resultaba sospechosa. Ella sonreía, pero en sus ojos había un nerviosismo imposible de ocultar. Bastó el crujido de una rama para romper la paz, y el silencio se volvió pesado, casi insoportable, con esa presencia invisible de enemigos que siempre parecían acecharlo. 𝐎 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐢𝐠𝐢𝐚𝐧𝐨, 𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐚… ché 𝐦𝐢 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐝𝐢 𝐦𝐨𝐫𝐢𝐫. La distancia se hizo enorme en un segundo. Un instante la tenía en sus brazos y al siguiente estaba más cerca del enemigo que de él. Buscó su mirada, queriendo encontrar miedo o desconcierto en ella, pero en su lugar apareció la puntería de varias armas. Los hombres armados lo obligaron a retroceder, a mantenerse lejos. Lo que más lo golpeó no fue el arma, sino verla sin sorpresa en el rostro, como si lo hubiera sabido desde antes. Entonces escuchó la voz de su primo, dulce y venenosa, confirmando lo que ya intuía: una traición. Y las palabras de ella terminaron por firmar su condena. Intentó reaccionar, pero fue tarde. La primera bala le atravesó el pecho con un estallido seco, directo al ventrículo izquierdo. El golpe lo hizo arquearse hacia atrás, el aire se le escapó de golpe en un jadeo áspero y metálico. Sintió el corazón estallar dentro de su caja torácica, cada latido convertido en un espasmo inútil que expulsaba sangre a borbotones. La camisa blanca se manchó de inmediato, tiñéndose en rojo oscuro mientras sus dedos temblorosos intentaban cubrir la herida, inútilmente. El dolor no era solo físico; era como si lo hubieran arrancado de raíz, como si su propia vida se desangrara en cuestión de segundos. Apenas logró inhalar, el segundo disparo llegó. La bala le atravesó el cráneo con un estruendo sordo, despojándolo del mundo en un destello blanco. Por un instante lo invadió un zumbido absoluto, como si el universo entero se partiera en dos, y después vino la nada: helada e impecable. Y la última figura que alcanzó a ver, justo antes de que todo se apagara, fue la de ella. ❝ - 𝑨𝒚𝒍𝒂 ❞ El cuerpo del italiano se desplomó con un golpe sordo contra la hierba húmeda. El silencio que siguió fue más cruel que el propio disparo, como si el mundo entero contuviera el aliento para contemplar su caída. La sangre brotó al principio en un hilo fino, tímido… pero pronto se desbordó, oscura y espesa, extendiéndose sobre el césped como un manto carmesí. El contraste con el verde fresco resultaba casi obsceno, un cuadro grotesco pintado por la muerte misma. ❝ - ¿𝑷𝒖𝒆𝒅𝒆𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒎𝒆𝒕𝒆𝒓𝒎𝒆 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒕𝒓𝒂𝒊𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒓𝒎𝒆? ❞ La camisa blanca, elegida aquella mañana, se tiñó lentamente, manchándose de rojo como si la tela hubiera esperado ese destino desde siempre. Cada pliegue, cada costura, absorbía la sangre hasta volverse una segunda piel marcada por la violencia. El aire olía a hierro. Y mientras los segundos se alargaban, la quietud del cadáver se volvía más aterradora que el estruendo de la bala que lo había derribado. ❝ - 𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒊 𝒍𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒔... ❞ Los ojos quedaron abiertos, vacíos, mirando hacia ninguna parte. El brillo que alguna vez desafiaba al mundo entero se había apagado para siempre. El pecho, inmóvil, sin señal de vida. Una respiración que nunca volvió. ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂...❞ La canasta del picnic rodó hasta volcarse, derramando pan, frutas y vino sobre la tierra como una ofrenda rota a los dioses crueles del destino. El líquido carmesí se mezcló con la sangre en el suelo, confundiendo vida y muerte en una misma mancha. A un costado, los lentes de sol yacían olvidados, inútiles, como si aún pretendieran protegerlo de un sol que ya no podía ver. —Está muerto —anunció uno de los hombres, la voz áspera, definitiva. Había rodeado a ambos junto con los demás, y al tocar el cuello de Ryan no encontró pulso alguno.. ❝ - 𝑴𝒆 𝒅𝒐𝒍𝒆𝒓í𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒕𝒂𝒓𝒕𝒆.❞ Pero entonces, una mano emergió de la hierba ensangrentada y detuvo el movimiento de aquel hombre antes de que pensaran en irse, un agarre firme, con un peso que desafiaba el mismo silencio que habia reinado el lugar. — ¿A dónde vas, hijo de puta? — gruñó una voz familiar, rota por el dolor pero mezclada con rabia. Ryan miro a este hombre antes de jalarlo hacia el, escasos centímetros antes de tomar su cuello y romperlo.
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