• —Vagando por el purgatorio,encontro un fragmento de su alma,una parte de el con su apariencia demacrada,un canibal contra otro canibal,dos fuerzas imparables chocando entre si—
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  • Y bien señor cura hablemos de negocios que tiene que argumentar por sus actos antes de que mis sombras lo devoren

    Que no dirá nada ?

    Bien como desees

    Que prefieres que yo te devore?
    Jajajajajajajaja!!!! No como porquerías


    -Mis sombras se abalanzan al cura rasgando su piel desgarrandolo hasta desangrarse-

    Mmm así que ustedes también no quieren comérselo ya se tirenlo a los cerdos de una granja de mala muerte y limpien esa sangre del piso

    -Escojo una sombra que toma la apariencia del cura -

    Mmmm con esto ganaremos tiempo por ahora trabaja como se debe ok?

    Sombra: si Amo

    Y bien señor cura hablemos de negocios que tiene que argumentar por sus actos antes de que mis sombras lo devoren Que no dirá nada ? Bien como desees Que prefieres que yo te devore? Jajajajajajajaja!!!! No como porquerías -Mis sombras se abalanzan al cura rasgando su piel desgarrandolo hasta desangrarse- Mmm así que ustedes también no quieren comérselo ya se tirenlo a los cerdos de una granja de mala muerte y limpien esa sangre del piso -Escojo una sombra que toma la apariencia del cura - Mmmm con esto ganaremos tiempo por ahora trabaja como se debe ok? Sombra: si Amo
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  • El Demonio ha llegado.
    Categoría Otros
    <Rol para: Joon Bokkel >

    De entre tantos problemas, tantos dolores de cabeza, había uno en particular que estuvo jodiendo mucho a la CIA, no solo porque era uno de los asesinos a sueldo más buscado, sino porque parecía conseguir cualquier tipo de información también, rompiendo cualquier tipo de seguridad. No sabían si eran por contactos o por cuenta propia, pero el Demonio Azul no iba con juegos. Además, no dejaba nada a descuido, solo lo que quería que otros vieran. Eso lo hacía aún más molesto.

    Los asesinatos comenzaron en una nueva ciudad. Al principio se creyó que solo era alguna pelea entre pandillas o mafias, enviando mensajes y advertencias. Sin embargo, los asesinatos tenían una firma en particular. Un modus operandi que no dejaba dudas.

    Primero, los cuerpos encontrados estaban en lugares públicos, dispuestos de manera que pareciera que estaban sentados esperando o similar, al inicio nadie se daba cuenta que eran cadáveres, hasta que se fijaban mejor en la ropa, completamente teñida de un color carmesí oscuro, como si hubieran sido sumergidas en la sangre de las víctimas para dar un acabado uniforme. Luego, más a detalle, el hecho que sus cuellos estaban cortados desde la nuca, pero dejando apenas una capa de piel y carne que más o menos lograba sostener la cabeza en lugar. Hasta los huesos de la cervical tenían un corte limpio, justo en la unión de la segunda y tercer vértebra.

    Aunque todos se veían con ojos cerrados, al abrirlos se podían ver que los globos oculares estaban completamente en blanco, pero no de forma que uno podría dejarlos a voluntad, no. Era notorio que primero eran arrancados para luego ser colocados de nuevo, al revés. Lo que siempre faltaba eran los nervios oculares.

    Finalmente, en la espalda, la zona lumbar, una marca de una cara sonriente.

    Y los asesinatos fueron progresivos, primero uno a la semana, luego dos, hasta que llegaron tres e incluso con más de dos víctimas en ocasiones. Los últimos dos fueron encontrados en una estación de metro.

    Finalmente, terminaron por enviar a Felix. Él sabía absolutamente todo lo que se podía de ese asesino, tanto detalle como pudo encontrar. Y es que parecía guiarlo una rabia profunda cada vez que se trataba del Demonio Azul. Nadie quería dar con la persona más que él. Y a saber, quizás hasta ni lo quería tras las rejas, si no que muerto.

    Llegó a la escena de la estación un miércoles por la mañana, con su mochila colgando sobre sus hombros. Un aspecto algo descuidado (las ojeras en su rostro decían que no durmió en semanas) y su cabello algo alborotado. Ciertamente, no era alguien que le importaban mucho las apariencias.

    Se acercó con pasos silenciosos, mostrando la credencial que colgaba de su cuello, hasta llegar a donde estaban los cuerpos, sentados al lado del otro. Aunque apenas parecía mostrar emoción, el resto de su cuerpo estaba rígido y el fuego en sus ojos grises era intenso.
    <Rol para: [nightfall_boy] > De entre tantos problemas, tantos dolores de cabeza, había uno en particular que estuvo jodiendo mucho a la CIA, no solo porque era uno de los asesinos a sueldo más buscado, sino porque parecía conseguir cualquier tipo de información también, rompiendo cualquier tipo de seguridad. No sabían si eran por contactos o por cuenta propia, pero el Demonio Azul no iba con juegos. Además, no dejaba nada a descuido, solo lo que quería que otros vieran. Eso lo hacía aún más molesto. Los asesinatos comenzaron en una nueva ciudad. Al principio se creyó que solo era alguna pelea entre pandillas o mafias, enviando mensajes y advertencias. Sin embargo, los asesinatos tenían una firma en particular. Un modus operandi que no dejaba dudas. Primero, los cuerpos encontrados estaban en lugares públicos, dispuestos de manera que pareciera que estaban sentados esperando o similar, al inicio nadie se daba cuenta que eran cadáveres, hasta que se fijaban mejor en la ropa, completamente teñida de un color carmesí oscuro, como si hubieran sido sumergidas en la sangre de las víctimas para dar un acabado uniforme. Luego, más a detalle, el hecho que sus cuellos estaban cortados desde la nuca, pero dejando apenas una capa de piel y carne que más o menos lograba sostener la cabeza en lugar. Hasta los huesos de la cervical tenían un corte limpio, justo en la unión de la segunda y tercer vértebra. Aunque todos se veían con ojos cerrados, al abrirlos se podían ver que los globos oculares estaban completamente en blanco, pero no de forma que uno podría dejarlos a voluntad, no. Era notorio que primero eran arrancados para luego ser colocados de nuevo, al revés. Lo que siempre faltaba eran los nervios oculares. Finalmente, en la espalda, la zona lumbar, una marca de una cara sonriente. Y los asesinatos fueron progresivos, primero uno a la semana, luego dos, hasta que llegaron tres e incluso con más de dos víctimas en ocasiones. Los últimos dos fueron encontrados en una estación de metro. Finalmente, terminaron por enviar a Felix. Él sabía absolutamente todo lo que se podía de ese asesino, tanto detalle como pudo encontrar. Y es que parecía guiarlo una rabia profunda cada vez que se trataba del Demonio Azul. Nadie quería dar con la persona más que él. Y a saber, quizás hasta ni lo quería tras las rejas, si no que muerto. Llegó a la escena de la estación un miércoles por la mañana, con su mochila colgando sobre sus hombros. Un aspecto algo descuidado (las ojeras en su rostro decían que no durmió en semanas) y su cabello algo alborotado. Ciertamente, no era alguien que le importaban mucho las apariencias. Se acercó con pasos silenciosos, mostrando la credencial que colgaba de su cuello, hasta llegar a donde estaban los cuerpos, sentados al lado del otro. Aunque apenas parecía mostrar emoción, el resto de su cuerpo estaba rígido y el fuego en sus ojos grises era intenso.
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    Grupal
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  • Matsunaga Okiko (松永 沖子)

    Edad: 42 años
    Estatura: 1.55 m
    Cabello: Negro azabache, ondulado, largo hasta la mitad de la espalda. Siempre recogido.
    Ojos: Negros como tinta, serenos y profundos. Su mirada evoca nostalgia por una época a la que se le tienr añoranza.
    Vestimenta: Tradicional, yukata, kimono o vestidos bastante conservadores.

    Apariencia y Estilo:
    Okiko viste con ropas tradicionales japonesas, generalmente kimonos de algodón en tonos suaves o apagados: añil, gris, verde musgo. Siempre impecable, pero sin adornos innecesarios. Su andar es silencioso, descalza en su restaurante, como si flotara entre las mesas. No lleva perfume, pero huele a arroz recién cocido, a miso y a flores de campo.


    Personalidad: Es una mujer de la era moderna con el alma de la era Edo.
    Es extremadamente callada, pero su silencio nunca incomoda… al contrario, da paz. Habla con gestos, con acciones pequeñas: una toalla húmeda y cálida para limpiar tus manos, una taza que aparece sin que la pidas, una manta cuando te ve temblar, una servilleta doblada con esmero al lado de tus lágrimas.

    Okiko es una figura maternal universal, aunque nunca haya tenido hijos propios. Cada cliente es su hijo adoptivo sin saberlo. Se nota en cómo los observa, cómo recuerda qué le duele a cada uno sin que se lo digan.

    No alza la voz. No sermonea. Pero su presencia impone una calma tan profunda que hasta el más ruidoso guarda silencio cuando ella entra.


    Historia personal:
    Nació en una pequeña aldea de montaña, donde la pérdida y la responsabilidad llegaron temprano. Su madre murió joven, y Okiko fue hermana, hija y madre para los demás. Nunca se casó. Nunca lo necesitó. Dicen que tuvo un gran amor, pero lo enterró en su corazón sin palabras.

    Se trasladó a Tokio en silencio y abrió un restaurante pequeño, de esos que solo se encuentran si los necesitas. Y si los necesitas, ella ya lo sabe.


    》Dueña del Restaurante
    "Yoru no Haha"
    (La Madre de la Noche):

    Solo abre de noche, entre la medianoche y cierra a las 6:45 a.m.
    El restaurante no tiene cartel. Las personas que entran son almas en búsqueda: de consuelo, de hogar, de alguien que no los juzgue.

    Sus recetas son humildes, casi siempre platos de la infancia japonesa: sopa de miso con arroz, nikujaga, tamagoyaki, pescado a la parrilla. Pero cada bocado es como una caricia al alma. No cocina para impresionar… cocina para sanar.

    A veces, simplemente un gesto leve… una taza empujada suavemente hacia ti, como diciendo “te entiendo, no hables aún.”
    Matsunaga Okiko (松永 沖子) Edad: 42 años Estatura: 1.55 m Cabello: Negro azabache, ondulado, largo hasta la mitad de la espalda. Siempre recogido. Ojos: Negros como tinta, serenos y profundos. Su mirada evoca nostalgia por una época a la que se le tienr añoranza. Vestimenta: Tradicional, yukata, kimono o vestidos bastante conservadores. Apariencia y Estilo: Okiko viste con ropas tradicionales japonesas, generalmente kimonos de algodón en tonos suaves o apagados: añil, gris, verde musgo. Siempre impecable, pero sin adornos innecesarios. Su andar es silencioso, descalza en su restaurante, como si flotara entre las mesas. No lleva perfume, pero huele a arroz recién cocido, a miso y a flores de campo. Personalidad: Es una mujer de la era moderna con el alma de la era Edo. Es extremadamente callada, pero su silencio nunca incomoda… al contrario, da paz. Habla con gestos, con acciones pequeñas: una toalla húmeda y cálida para limpiar tus manos, una taza que aparece sin que la pidas, una manta cuando te ve temblar, una servilleta doblada con esmero al lado de tus lágrimas. Okiko es una figura maternal universal, aunque nunca haya tenido hijos propios. Cada cliente es su hijo adoptivo sin saberlo. Se nota en cómo los observa, cómo recuerda qué le duele a cada uno sin que se lo digan. No alza la voz. No sermonea. Pero su presencia impone una calma tan profunda que hasta el más ruidoso guarda silencio cuando ella entra. Historia personal: Nació en una pequeña aldea de montaña, donde la pérdida y la responsabilidad llegaron temprano. Su madre murió joven, y Okiko fue hermana, hija y madre para los demás. Nunca se casó. Nunca lo necesitó. Dicen que tuvo un gran amor, pero lo enterró en su corazón sin palabras. Se trasladó a Tokio en silencio y abrió un restaurante pequeño, de esos que solo se encuentran si los necesitas. Y si los necesitas, ella ya lo sabe. 》Dueña del Restaurante "Yoru no Haha" (La Madre de la Noche): Solo abre de noche, entre la medianoche y cierra a las 6:45 a.m. El restaurante no tiene cartel. Las personas que entran son almas en búsqueda: de consuelo, de hogar, de alguien que no los juzgue. Sus recetas son humildes, casi siempre platos de la infancia japonesa: sopa de miso con arroz, nikujaga, tamagoyaki, pescado a la parrilla. Pero cada bocado es como una caricia al alma. No cocina para impresionar… cocina para sanar. A veces, simplemente un gesto leve… una taza empujada suavemente hacia ti, como diciendo “te entiendo, no hables aún.”
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  • Pone la música a todo volumen y comienza a bailar y cantar, da brinquitos y mueve si cabeza al ritmo de la música.

    —¿Sabes qué es la inseguridad?
    ¿Sabes lo que es sentir la soledad?
    Mi peor error fue haber
    Aceptado mi fealdad
    Porque ahora ya no tengo
    Dónde esconder el miedo
    Y el miedo sigue vivo
    Se la vive aquí conmigo
    Yo me baso en la apariencia
    Con placer y sin conciencia
    Esperando que algún día
    Tu atención fijes en mí—

    https://youtu.be/kP6_nlTdPgI?si=RCMKtxQdkkb-BeSt
    Pone la música a todo volumen y comienza a bailar y cantar, da brinquitos y mueve si cabeza al ritmo de la música. —¿Sabes qué es la inseguridad? ¿Sabes lo que es sentir la soledad? Mi peor error fue haber Aceptado mi fealdad Porque ahora ya no tengo Dónde esconder el miedo Y el miedo sigue vivo Se la vive aquí conmigo Yo me baso en la apariencia Con placer y sin conciencia Esperando que algún día Tu atención fijes en mí— https://youtu.be/kP6_nlTdPgI?si=RCMKtxQdkkb-BeSt
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  • No olvidaba el "pequeño" incidente que ocurrió la noche con su esposo, juraba que era aún un humano pero lo que había visto no decía lo mismo.
    Claro, jamás le inmutó demasiado su aura al saber que gustaba de jugar con las artes oscuras como el vudú, por lo que tampoco notó el cambio tan brusco hasta que estuvieron juntos y, literalmente, intentó comérselo.

    Comenzó a buscar pequeñas pistas que pudieran responder sus dudas, aunque ni siquiera sabía por donde empezar exactamente.

    —Algo debe haber... esa apariencia... Era casi como un demonio...
    No olvidaba el "pequeño" incidente que ocurrió la noche con su esposo, juraba que era aún un humano pero lo que había visto no decía lo mismo. Claro, jamás le inmutó demasiado su aura al saber que gustaba de jugar con las artes oscuras como el vudú, por lo que tampoco notó el cambio tan brusco hasta que estuvieron juntos y, literalmente, intentó comérselo. Comenzó a buscar pequeñas pistas que pudieran responder sus dudas, aunque ni siquiera sabía por donde empezar exactamente. —Algo debe haber... esa apariencia... Era casi como un demonio...
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  • Para llegar a un objetivo se debe engañar. Eso dice el El arte de la guerra, Sun Tzu afirma que el engaño es la base de la guerra y que se debe utilizar para sorprender al enemigo. ¿Por qué no aplicar tan espléndida técnica?

    Gracias a qué todavía tenía la apariencia de una joven, podía acercarse a hombres y atraerles con sus encantos femeninos, engatusandolos y finalmente sacar provecho de ello.

    Ahora era una hermosa bailarina, dispuesta a seducir a un hombre. Sus movimientos eran suaves pero firmes, elegantes y preciosos de observar, a pesar de estar muerta no perdía la gracia de una viva.
    Para llegar a un objetivo se debe engañar. Eso dice el El arte de la guerra, Sun Tzu afirma que el engaño es la base de la guerra y que se debe utilizar para sorprender al enemigo. ¿Por qué no aplicar tan espléndida técnica? Gracias a qué todavía tenía la apariencia de una joven, podía acercarse a hombres y atraerles con sus encantos femeninos, engatusandolos y finalmente sacar provecho de ello. Ahora era una hermosa bailarina, dispuesta a seducir a un hombre. Sus movimientos eran suaves pero firmes, elegantes y preciosos de observar, a pesar de estar muerta no perdía la gracia de una viva.
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  • En ese momento el peli naranja murió por su atacante, pero con el deseo más puro de progeter a los que sus seres queridos, surje de la muerte

    —Debo ponerme de pie... Debo... Pro... ¡Debo protegerlos! —

    Repetía en su mente esas palabras, mientras sus poderes Hollow despertaban por completo, poniendo una mano en el suelo para apoyarse, intentando ponerse de pie, retrayendo sus dedos. Una energía oscura empieza a emanar de su cuerpo, dispersandose en todas direcciones

    Repentinamente aparece de pie, su cuerpo se fue engulliendo por completo, tras unos segundos se fue disipando revelando una apariencia totalmente diferente a lo acostumbrado, su piel se había tornado un color blanco y su cabello naranja había crecido hasta la caderas, en su cabeza había un tipo de máscara de Hollow que cubría su cabeza por completo con 2 cuernos saliendo de los lados, sus dedos se habían convertido en garras y por su cuerpo se trabajan líneas negras que recorrían desde el pecho hasta su cabeza , era una apariencia demoníaca

    De este modo el se dirigía a la batalla por instinto, el Shinigami no podía controlar sus acciones, es como si estuviera inconciente pero su fuerte deseo de protegerlos a todos lo hacía moverse para derrotar a quien estuviera enfrente
    En ese momento el peli naranja murió por su atacante, pero con el deseo más puro de progeter a los que sus seres queridos, surje de la muerte —Debo ponerme de pie... Debo... Pro... ¡Debo protegerlos! — Repetía en su mente esas palabras, mientras sus poderes Hollow despertaban por completo, poniendo una mano en el suelo para apoyarse, intentando ponerse de pie, retrayendo sus dedos. Una energía oscura empieza a emanar de su cuerpo, dispersandose en todas direcciones Repentinamente aparece de pie, su cuerpo se fue engulliendo por completo, tras unos segundos se fue disipando revelando una apariencia totalmente diferente a lo acostumbrado, su piel se había tornado un color blanco y su cabello naranja había crecido hasta la caderas, en su cabeza había un tipo de máscara de Hollow que cubría su cabeza por completo con 2 cuernos saliendo de los lados, sus dedos se habían convertido en garras y por su cuerpo se trabajan líneas negras que recorrían desde el pecho hasta su cabeza , era una apariencia demoníaca De este modo el se dirigía a la batalla por instinto, el Shinigami no podía controlar sus acciones, es como si estuviera inconciente pero su fuerte deseo de protegerlos a todos lo hacía moverse para derrotar a quien estuviera enfrente
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  • "¿Una galleta? No gracias, no me gusta el dulce. "

    (En realidad le encanta el dulce, pero quiere mantener su apariencia de intenso)
    "¿Una galleta? No gracias, no me gusta el dulce. " (En realidad le encanta el dulce, pero quiere mantener su apariencia de intenso)
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  • El día de tu nacimiento
    Fandom Kuroshitsuji/Black Butler OC y otros
    Categoría Slice of Life
    La taza caliente abandonó sus labios, le apremiaba soltar lo que cruzaba su mente.

    —Un ser como tú, ¿tiene interés en festejar su cumpleaños?

    Sus ojos de un azul profundo, bajo la luz de la tarde, se veían más claros y con un interés genuino.

    La pregunta estaba llena de inocencia, y en apariencia, Jean se veía como un niño cualquiera, mostrándose interesado en un asunto que, normalmente, le parecía corriente y, por lo tanto, un desperdicio darle alguna trascendencia.

    Pero por más que quisiera afirmar eso, Hiro, un androide singular que fungía como su protector, era ahora su amigo, y sucedía, que era la primera vez que Jean tenía un amigo propiamente dicho, y por lo tanto, asuntos nimios como estos ahora resultaban interesantes para él.

    —Como ser humano —continuó—, se me han inculcado ciertas tradiciones sobre cómo festejar el aniversario de mi nacimiento, por lo que puedo comprender que para ti sea nuevo, o incluso extraño.

    El viento se sentía ameno, acompañándolos en el jardín lleno de flores, con pétalos multicolores danzando al ritmo de la brisa, que los rodeaba como un abrigo de dulces aromas y cálidos sentimientos.

    Pronto, la mesa se vio infestada de ellas, restos de flores sobre una bandeja de bocadillos dulces. Jean las retiró suavemente, luego, tomó una tartaleta de chocolate.

    —No puedes comer —señaló—, por lo que una tarta de cumpleaños es ciertamente…

    Guardó silencio y frunció el ceño, ya que, adelantándose a los hechos, Jean le había dado una, cortesía del mayordomo, claro. Un joven amo como él no podía ponerse a cocinar, tampoco es que, tuviera talento alguno en ello.
    La taza caliente abandonó sus labios, le apremiaba soltar lo que cruzaba su mente. —Un ser como tú, ¿tiene interés en festejar su cumpleaños? Sus ojos de un azul profundo, bajo la luz de la tarde, se veían más claros y con un interés genuino. La pregunta estaba llena de inocencia, y en apariencia, Jean se veía como un niño cualquiera, mostrándose interesado en un asunto que, normalmente, le parecía corriente y, por lo tanto, un desperdicio darle alguna trascendencia. Pero por más que quisiera afirmar eso, Hiro, un androide singular que fungía como su protector, era ahora su amigo, y sucedía, que era la primera vez que Jean tenía un amigo propiamente dicho, y por lo tanto, asuntos nimios como estos ahora resultaban interesantes para él. —Como ser humano —continuó—, se me han inculcado ciertas tradiciones sobre cómo festejar el aniversario de mi nacimiento, por lo que puedo comprender que para ti sea nuevo, o incluso extraño. El viento se sentía ameno, acompañándolos en el jardín lleno de flores, con pétalos multicolores danzando al ritmo de la brisa, que los rodeaba como un abrigo de dulces aromas y cálidos sentimientos. Pronto, la mesa se vio infestada de ellas, restos de flores sobre una bandeja de bocadillos dulces. Jean las retiró suavemente, luego, tomó una tartaleta de chocolate. —No puedes comer —señaló—, por lo que una tarta de cumpleaños es ciertamente… Guardó silencio y frunció el ceño, ya que, adelantándose a los hechos, Jean le había dado una, cortesía del mayordomo, claro. Un joven amo como él no podía ponerse a cocinar, tampoco es que, tuviera talento alguno en ello.
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