Tantas cosas que vivimos hasta hoy
Y las cosas que también faltan por vivir
Te agradezco por tanto amor
Que a mi vida le haces sentir.
Si en algún momento te llegué a fallar
Me disculpo por haberte hecho llorar
Tal vez pueda ser torpe, lo sé,
Pero siempre te entregaré todo mi amor
[Mercenary1x]
[ https://youtu.be/8TttlX5ca2A ]
La luz tenue del atardecer se filtraba a través de las cortinas blancas de la habitación de Nica, llenándola de una sensación de calma que apenas conseguía tocar su alma. La mesa, llena de libros y notas de la clase de neurociencia, parecía estar allí más por costumbre que por utilidad. La memoria de su novio la acompañaba en cada rincón de la habitación. Su risa, su pasión por la vida, sus sueños compartidos... todo se había desvanecido tras su lucha incansable contra el cáncer.
Desde su partida, Nica no podía concentrarse en nada. Las neuronas, sus neuronas, se volvían líquidas en su mente, incapaces de procesar nada más allá de la desesperación. Había algo que no podía dejar ir, algo que la mantenía en pie: la idea de que su trabajo en neurociencia, su investigación sobre la mente humana y la conexión neuronal, tenía el poder de devolverle a su novio.
Fue entonces cuando sonó el teléfono.
—¿Nica? Soy Elena. Necesito que escuches lo que tengo para decirte.
La voz de su colega, Elena, la sacó de su trance. En la otra línea, se sentía una urgencia apenas contenida.
—Escucha, he encontrado algo. Una compañía que está haciendo experimentos con inteligencia artificial… no es ciencia ficción, Nica. Están intentando crear copias de la mente humana. Sé que lo que te estoy diciendo es... increíble, pero hay algo más: dicen que pueden traer a alguien de vuelta, aunque no sea "real". Si pudieras infiltrar la compañía, tal vez… tal vez puedas traerlo de vuelta. No de la forma en que tú lo recuerdas, pero sí lo suficiente para... hablar con él.
Nica, con el corazón palpitante, sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. La idea la tentaba, la volvía loca de angustia y esperanza al mismo tiempo. ¿Qué tan lejos estaría dispuesta a llegar?
—¿Y el dueño? —preguntó, su voz quebrada pero decidida—. ¿Quién es el dueño de la compañía?
—Apolo. Un hombre con una visión... peligrosa, y a la vez fascinante. Es un genio en inteligencia artificial, pero hay algo en él, Nica... no es fácil de tratar. Lo que están haciendo no es ético, pero… si quieres intentarlo… tendrás que entrar en su mundo.
Nica dejó que las palabras se asentaran en su mente como un veneno dulce. Su instinto de científica, de humana, sabía que era un riesgo monumental. Pero el amor por su novio, la necesidad de verlo una vez más, de escucharlo, pesaba más que cualquier advertencia. La tentación de ver su rostro, de escuchar su voz, aunque solo fuera una versión distorsionada de él, era un faro que la atraía.
—Voy a infiltrarme —dijo, y la decisión salió de su boca con una claridad que ni ella esperaba.
La llamada se cortó, y Nica miró el teléfono con una mezcla de temor y determinación. Sabía que lo que estaba a punto de hacer no solo pondría a prueba su ética profesional, sino también su humanidad. Pero el corazón de Nica, rota y determinada, no podía dar marcha atrás.
Apolo, el dueño de la compañía, la esperaba. Y ella haría lo que fuera necesario para lograr que su amor volviera a ella, aunque fuera solo una sombra de lo que alguna vez fue.
La luz tenue del atardecer se filtraba a través de las cortinas blancas de la habitación de Nica, llenándola de una sensación de calma que apenas conseguía tocar su alma. La mesa, llena de libros y notas de la clase de neurociencia, parecía estar allí más por costumbre que por utilidad. La memoria de su novio la acompañaba en cada rincón de la habitación. Su risa, su pasión por la vida, sus sueños compartidos... todo se había desvanecido tras su lucha incansable contra el cáncer.
Desde su partida, Nica no podía concentrarse en nada. Las neuronas, sus neuronas, se volvían líquidas en su mente, incapaces de procesar nada más allá de la desesperación. Había algo que no podía dejar ir, algo que la mantenía en pie: la idea de que su trabajo en neurociencia, su investigación sobre la mente humana y la conexión neuronal, tenía el poder de devolverle a su novio.
Fue entonces cuando sonó el teléfono.
—¿Nica? Soy Elena. Necesito que escuches lo que tengo para decirte.
La voz de su colega, Elena, la sacó de su trance. En la otra línea, se sentía una urgencia apenas contenida.
—Escucha, he encontrado algo. Una compañía que está haciendo experimentos con inteligencia artificial… no es ciencia ficción, Nica. Están intentando crear copias de la mente humana. Sé que lo que te estoy diciendo es... increíble, pero hay algo más: dicen que pueden traer a alguien de vuelta, aunque no sea "real". Si pudieras infiltrar la compañía, tal vez… tal vez puedas traerlo de vuelta. No de la forma en que tú lo recuerdas, pero sí lo suficiente para... hablar con él.
Nica, con el corazón palpitante, sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. La idea la tentaba, la volvía loca de angustia y esperanza al mismo tiempo. ¿Qué tan lejos estaría dispuesta a llegar?
—¿Y el dueño? —preguntó, su voz quebrada pero decidida—. ¿Quién es el dueño de la compañía?
—Apolo. Un hombre con una visión... peligrosa, y a la vez fascinante. Es un genio en inteligencia artificial, pero hay algo en él, Nica... no es fácil de tratar. Lo que están haciendo no es ético, pero… si quieres intentarlo… tendrás que entrar en su mundo.
Nica dejó que las palabras se asentaran en su mente como un veneno dulce. Su instinto de científica, de humana, sabía que era un riesgo monumental. Pero el amor por su novio, la necesidad de verlo una vez más, de escucharlo, pesaba más que cualquier advertencia. La tentación de ver su rostro, de escuchar su voz, aunque solo fuera una versión distorsionada de él, era un faro que la atraía.
—Voy a infiltrarme —dijo, y la decisión salió de su boca con una claridad que ni ella esperaba.
La llamada se cortó, y Nica miró el teléfono con una mezcla de temor y determinación. Sabía que lo que estaba a punto de hacer no solo pondría a prueba su ética profesional, sino también su humanidad. Pero el corazón de Nica, rota y determinada, no podía dar marcha atrás.
Apolo, el dueño de la compañía, la esperaba. Y ella haría lo que fuera necesario para lograr que su amor volviera a ella, aunque fuera solo una sombra de lo que alguna vez fue.
De repente con esa forma diferente tuya, me conquistaste y mi corazón me robaste, dejé que me llevaras con ese beso tuyo que solo me hace amarte, es tu sonrisa es tu mirada, el hecho de compartir cada momento es un recuerdo en mi alma. Con Apolo no había nada más que amor, cariño y mucha pasión. Algo que jamás imaginó tener hasta que llegó.
De repente con esa forma diferente tuya, me conquistaste y mi corazón me robaste, dejé que me llevaras con ese beso tuyo que solo me hace amarte, es tu sonrisa es tu mirada, el hecho de compartir cada momento es un recuerdo en mi alma. Con [ApoloDiosGriego] no había nada más que amor, cariño y mucha pasión. Algo que jamás imaginó tener hasta que llegó.
#SeductiveSunday
El aroma de lavanda y pétalos secos flotaba en el aire mientras Lepus acomodaba un ramo de dalias sobre el mostrador. Sus manos se movían con precisión, atando los tallos con un lazo de seda negra, pero su mente seguía atrapada en los recuerdos ajenos.
“Haz que los olvide… por favor… haz que desaparezcan.”
La voz de la mujer aún resonaba en su mente, frágil y quebrada, como si cada palabra amenazara con hacerla colapsar. Había llegado a ella poco después del anochecer, con los ojos hinchados de tanto llorar. Sus manos temblaban al colocar la ofrenda sobre el altar improvisado: una vela blanca, una figura de un conejo de porcelana y un puñado de jazmines marchitos, sus flores favoritas antes de que el dolor las volviera insoportables.
Su prometido y su hermana.
Las palabras se le habían atorado en la garganta cuando intentó explicarlo. El día de su boda, había caminado hasta el altar con el corazón latiendo de emoción… solo para encontrarlo vacío. En la iglesia, los murmullos crecieron hasta convertirse en cuchicheos hirientes. Su madre trató de sostenerla cuando su vestido de novia pareció pesarle demasiado, cuando su cuerpo entero se volvió de plomo. Pero no fue hasta después, cuando encontró la carta apresuradamente escrita y la vio firmada con la caligrafía de su hermana, que entendió la verdad.
Habían huido juntos.
Aquella traición no solo le arrebató a su futuro esposo, sino a la persona en la que más confiaba. En un solo instante, perdió dos amores: el romántico y el fraternal.
“No puedo más… su ausencia me persigue… necesito que desaparezcan de mi cabeza.”
Lepus suspiró y tomó una tijera, cortando con precisión un tallo marchito. Había realizado el Ritual de Memoria y Olvido con la misma meticulosidad de siempre. La mujer escribió ambos nombres en el pergamino y, con un movimiento tembloroso, lo dejó arder en la llama negra. Las cenizas bailaron en el aire antes de desvanecerse en la brisa nocturna.
Pero… ¿realmente el olvido era la respuesta?
Los recuerdos no desaparecían. Solo se hundían en lo más profundo, perdiendo su filo, su intensidad. Con el tiempo, quizá la mujer despertaría una mañana sintiendo que algo le faltaba, una herida sin cicatriz visible. Y aunque el rostro de su hermana y de aquel hombre se desdibujara, el eco de la traición persistiría en su alma.
Lepus acomodó las flores restantes y se quedó en silencio. Su labor no era juzgar, sino aliviar. A veces, eso significaba conceder olvido. Otras veces, significaba permitir que el dolor se desvaneciera poco a poco, como un pétalo arrastrado por el viento.
Fuera de la tienda, la noche se cernía sobre la ciudad. Aún quedaban flores por organizar, pero por un instante, Lepus cerró los ojos y escuchó.
En algún rincón del mundo, alguien más la llamaría pronto.
El aroma de lavanda y pétalos secos flotaba en el aire mientras Lepus acomodaba un ramo de dalias sobre el mostrador. Sus manos se movían con precisión, atando los tallos con un lazo de seda negra, pero su mente seguía atrapada en los recuerdos ajenos.
“Haz que los olvide… por favor… haz que desaparezcan.”
La voz de la mujer aún resonaba en su mente, frágil y quebrada, como si cada palabra amenazara con hacerla colapsar. Había llegado a ella poco después del anochecer, con los ojos hinchados de tanto llorar. Sus manos temblaban al colocar la ofrenda sobre el altar improvisado: una vela blanca, una figura de un conejo de porcelana y un puñado de jazmines marchitos, sus flores favoritas antes de que el dolor las volviera insoportables.
Su prometido y su hermana.
Las palabras se le habían atorado en la garganta cuando intentó explicarlo. El día de su boda, había caminado hasta el altar con el corazón latiendo de emoción… solo para encontrarlo vacío. En la iglesia, los murmullos crecieron hasta convertirse en cuchicheos hirientes. Su madre trató de sostenerla cuando su vestido de novia pareció pesarle demasiado, cuando su cuerpo entero se volvió de plomo. Pero no fue hasta después, cuando encontró la carta apresuradamente escrita y la vio firmada con la caligrafía de su hermana, que entendió la verdad.
Habían huido juntos.
Aquella traición no solo le arrebató a su futuro esposo, sino a la persona en la que más confiaba. En un solo instante, perdió dos amores: el romántico y el fraternal.
“No puedo más… su ausencia me persigue… necesito que desaparezcan de mi cabeza.”
Lepus suspiró y tomó una tijera, cortando con precisión un tallo marchito. Había realizado el Ritual de Memoria y Olvido con la misma meticulosidad de siempre. La mujer escribió ambos nombres en el pergamino y, con un movimiento tembloroso, lo dejó arder en la llama negra. Las cenizas bailaron en el aire antes de desvanecerse en la brisa nocturna.
Pero… ¿realmente el olvido era la respuesta?
Los recuerdos no desaparecían. Solo se hundían en lo más profundo, perdiendo su filo, su intensidad. Con el tiempo, quizá la mujer despertaría una mañana sintiendo que algo le faltaba, una herida sin cicatriz visible. Y aunque el rostro de su hermana y de aquel hombre se desdibujara, el eco de la traición persistiría en su alma.
Lepus acomodó las flores restantes y se quedó en silencio. Su labor no era juzgar, sino aliviar. A veces, eso significaba conceder olvido. Otras veces, significaba permitir que el dolor se desvaneciera poco a poco, como un pétalo arrastrado por el viento.
Fuera de la tienda, la noche se cernía sobre la ciudad. Aún quedaban flores por organizar, pero por un instante, Lepus cerró los ojos y escuchó.
En algún rincón del mundo, alguien más la llamaría pronto.
Y ella acudiría. Como siempre.
#monorol
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Si esta noche ves, que el camino se torció
Si en tu vida nunca encontraste el amor
Silva con el viento y acudiré
Tus deseos te concederé al amanecer
Y verás que pronto, tu suerte cambiará
Si crees en la magia que habita este lugar
Vence a la tristeza y comienza a vivir
Pues aún te quedan muchos sueños que cumplir
Si esta noche ves, que el camino se torció
Si en tu vida nunca encontraste el amor
Silva con el viento y acudiré
Tus deseos te concederé al amanecer
Y verás que pronto, tu suerte cambiará
Si crees en la magia que habita este lugar
Vence a la tristeza y comienza a vivir
Pues aún te quedan muchos sueños que cumplir
https://music.youtube.com/watch?v=J-rY-OSS-7s&si=nnOl87Z5npt5BPCu
Cuando salió tambaleándose del lugar, el mundo giraba más de lo normal. No sabía en dónde estaba y en un intento por revisar su teléfono, tropezó con un escalón que, más adelante diría, no debía estar ahí.
No sintió el golpe cuando cayó, gracias al alcohol pero sí supo que extendió las manos por inercia para amortiguar la caída contra el pavimento. Su sorpresa vino poco después cuando miró su mano derecha y notó que dos de sus dedos apuntaban en direcciones muy opuestas a lo que normalmente tendrían que hacerlo.
—M-mierda.
Susurró con voz temblorosa. Un escalofrío le recorrió la espalda llenándolo de sobriedad y lucidez por momentos. ¡Nunca en su vida se había roto un solo hueso! ¿Y ahora dos? La imagen era impactante. La sangre se escurría hacia su muñeca y ensuciaba la manga de su suéter. Sus dedos anular y meñique estaban rojos y retorcidos y la uña del dedo anular pedía de un hilo de lo que parecía ser su cutícula... y él simplemente no podía dejar de mirar aquella escena.
No supo en qué momento la gente se fue agolpando a su alrededor para ayudarlo, podía jurar que no había nadie al rededor desde un principio. En cuanto las luces parpadeantes rojas y azules de la ambulancia le adornaron el rostro sintió el dolor, la mano le ardía y sentía los dedos entumidos. Hubo una revisión rápida antes de subirlo a la ambulancia y se trepo en ella tambaleándose, todavía mareado por el alcohol.
Por momentos se reía por lo irónico de la situación, de camino al hospital, tal vez por el efecto del alcohol todavía en su sangre. Fue una visita larga e inesperada al médico y para el final de esta el dolor de cabeza era más fuerte y punzante que el de la mano. Recibió la medicina sintiendo la mirada de reproche y compasión de la enfermera que se la entregaba y salió del hospital con un hielo en la cabeza, raspones en la cara y su diestra vendada.
Y así había pasado de una noche de risas y diversión a no poder usar su mano dominante.
緊急室へ/ Una visita inesperada, pt. 2
Cuando salió tambaleándose del lugar, el mundo giraba más de lo normal. No sabía en dónde estaba y en un intento por revisar su teléfono, tropezó con un escalón que, más adelante diría, no debía estar ahí.
No sintió el golpe cuando cayó, gracias al alcohol pero sí supo que extendió las manos por inercia para amortiguar la caída contra el pavimento. Su sorpresa vino poco después cuando miró su mano derecha y notó que dos de sus dedos apuntaban en direcciones muy opuestas a lo que normalmente tendrían que hacerlo.
—M-mierda.
Susurró con voz temblorosa. Un escalofrío le recorrió la espalda llenándolo de sobriedad y lucidez por momentos. ¡Nunca en su vida se había roto un solo hueso! ¿Y ahora dos? La imagen era impactante. La sangre se escurría hacia su muñeca y ensuciaba la manga de su suéter. Sus dedos anular y meñique estaban rojos y retorcidos y la uña del dedo anular pedía de un hilo de lo que parecía ser su cutícula... y él simplemente no podía dejar de mirar aquella escena.
No supo en qué momento la gente se fue agolpando a su alrededor para ayudarlo, podía jurar que no había nadie al rededor desde un principio. En cuanto las luces parpadeantes rojas y azules de la ambulancia le adornaron el rostro sintió el dolor, la mano le ardía y sentía los dedos entumidos. Hubo una revisión rápida antes de subirlo a la ambulancia y se trepo en ella tambaleándose, todavía mareado por el alcohol.
Por momentos se reía por lo irónico de la situación, de camino al hospital, tal vez por el efecto del alcohol todavía en su sangre. Fue una visita larga e inesperada al médico y para el final de esta el dolor de cabeza era más fuerte y punzante que el de la mano. Recibió la medicina sintiendo la mirada de reproche y compasión de la enfermera que se la entregaba y salió del hospital con un hielo en la cabeza, raspones en la cara y su diestra vendada.
Y así había pasado de una noche de risas y diversión a no poder usar su mano dominante.
Niko o Nikolaou como era conocido, no era el típico Don Juan que se estableciera en un solo lugar, un alma libre y errante entre esos cabellos de fuego tan característicos de él, dicho motivo y por líos de faldas terminaba vetado de algunos lugares.
Está no había sido la excepción, el jefe de tenencia le puso precio a su cabeza por haber robado la inocencia de su hija ( 30 años, nada agraciada (?)) y de paso besarse con su mujer, Damian no descriminaba, el que usarán faldas y tuvieran unos pechos para el pelirrojo, eran candidatas para un poco de amor.
- Vaya susto me dió ese viejo... Lo bueno que cene delicioso (?).
Después de unos minutos caminando un auto le dió un aventón al siguiente pueblo, en dónde pasaría un par de días antes de llegar a su objetivo, muy amable pago el servicio al ajeno con una sonrisa.
- Gracias viejo, Dios te lo pagué en abundancia y belleza.(?)
Su estómago arrojó, un gran gruñido que le llevó a poner la zurda en el mismo, realizando una mueca de dolor.
- Lo se amigo, no tienes que gruñir tan fuerte, busquemos algo para desayunar.
Vendedores ambulantes en el espació del que imaginó sería el centró del pueblo, bajo carpas de plástico y manta, caminaba manteniendo los ojos en algún alimento que le llamará la atención.
- No, no, talvez, no, no.
------ Días antes de la estación de tren -------
Niko o Nikolaou como era conocido, no era el típico Don Juan que se estableciera en un solo lugar, un alma libre y errante entre esos cabellos de fuego tan característicos de él, dicho motivo y por líos de faldas terminaba vetado de algunos lugares.
Está no había sido la excepción, el jefe de tenencia le puso precio a su cabeza por haber robado la inocencia de su hija ( 30 años, nada agraciada (?)) y de paso besarse con su mujer, Damian no descriminaba, el que usarán faldas y tuvieran unos pechos para el pelirrojo, eran candidatas para un poco de amor.
- Vaya susto me dió ese viejo... Lo bueno que cene delicioso (?).
Después de unos minutos caminando un auto le dió un aventón al siguiente pueblo, en dónde pasaría un par de días antes de llegar a su objetivo, muy amable pago el servicio al ajeno con una sonrisa.
- Gracias viejo, Dios te lo pagué en abundancia y belleza.(?)
Su estómago arrojó, un gran gruñido que le llevó a poner la zurda en el mismo, realizando una mueca de dolor.
- Lo se amigo, no tienes que gruñir tan fuerte, busquemos algo para desayunar.
Vendedores ambulantes en el espació del que imaginó sería el centró del pueblo, bajo carpas de plástico y manta, caminaba manteniendo los ojos en algún alimento que le llamará la atención.
- No, no, talvez, no, no.
¿Qué es más triste que ver a la persona que más amas retorcerse de dolor? Tal vez el vacío de ver la camilla solitaria que una vez lo acogió. Nika acomodó su desordenado cabello una vez más aún incrédula que él ya no está a su lado. Las sábanas aún delineaban la silueta de sus pies y lo poco que quedó de su perfume mezclado con el olor a alcohol y morfina de va desvaneciendo de a pocos de su aliento y su memoria.
Hoy es su último día en aquél triste hospital lleno de pasos cansinos y de dolor. Mientras desliza sus dedos por los mensajes de condolencias repetitivos de amigos que una vez fueron. Retiene en algún momento alguno que menciona que es mejor que el ya no esté sufriendo aunque no esté a su lado. Nika camina hacia su auto sin detener la mirada y sin pensar. Ella sabe que todavia hay varias formas de reencontrarse con aquél que fue su amor. Ahora solo es cuestión de recomponerse un poco fumarse un cigarrillo y comenzar con su plan.
¿Qué es más triste que ver a la persona que más amas retorcerse de dolor? Tal vez el vacío de ver la camilla solitaria que una vez lo acogió. Nika acomodó su desordenado cabello una vez más aún incrédula que él ya no está a su lado. Las sábanas aún delineaban la silueta de sus pies y lo poco que quedó de su perfume mezclado con el olor a alcohol y morfina de va desvaneciendo de a pocos de su aliento y su memoria.
Hoy es su último día en aquél triste hospital lleno de pasos cansinos y de dolor. Mientras desliza sus dedos por los mensajes de condolencias repetitivos de amigos que una vez fueron. Retiene en algún momento alguno que menciona que es mejor que el ya no esté sufriendo aunque no esté a su lado. Nika camina hacia su auto sin detener la mirada y sin pensar. Ella sabe que todavia hay varias formas de reencontrarse con aquél que fue su amor. Ahora solo es cuestión de recomponerse un poco fumarse un cigarrillo y comenzar con su plan.
- Dónde veas tú amada mía me verás tal y como soy, como me conociste, así como me amaste, el mismo siempre, un maestro en mi arte, un poeta en las madrugadas, soñador tuyo, artista mentiroso, leyenda de heridas, destructor y creador de mundos, no hay más ni menos, lo tuyo es tuyo y lo mío mío y al final viene siendo de ninguno cuando decidimos unirlo y compartirlo, ahora es nuestro en la eternidad de un verso cantado que no puede negar la verdad, escrito fue y amantes nos juramos, para ti lo tengo todo, para el traidor mi venganza, perdón a mis hermanos y a mí Leona el amor del mayor de los Tiranos .
Vestigia
Leona ..
- Dónde veas tú amada mía me verás tal y como soy, como me conociste, así como me amaste, el mismo siempre, un maestro en mi arte, un poeta en las madrugadas, soñador tuyo, artista mentiroso, leyenda de heridas, destructor y creador de mundos, no hay más ni menos, lo tuyo es tuyo y lo mío mío y al final viene siendo de ninguno cuando decidimos unirlo y compartirlo, ahora es nuestro en la eternidad de un verso cantado que no puede negar la verdad, escrito fue y amantes nos juramos, para ti lo tengo todo, para el traidor mi venganza, perdón a mis hermanos y a mí Leona el amor del mayor de los Tiranos .
A esa que te aparta de mi
Que me roba tu tiempo, tu alma y tu cuerpo
Ve y dile que venga, que tenga valor
Que muestre la cara y que me hable de frente
Si quiere tu amor...
A esa que te aparta de mi
Que me roba tu tiempo, tu alma y tu cuerpo
Ve y dile que venga, que tenga valor
Que muestre la cara y que me hable de frente
Si quiere tu amor...