• Carmina Valenti siempre había sentido una conexión profunda con su cabello cobrizo y rizado. Desde pequeña, lo había cuidado con esmero, aprendiendo a domar cada rizo rebelde y a darle forma según su estado de ánimo. Algunos días lo llevaba suelto, enmarañado y salvaje, mientras que otros prefería atarlo en una trenza o envolverlo en un pañuelo elegante. Para ella, su cabello era una extensión de su ser, una forma de expresión que reflejaba su fuerza y creatividad.

    Sin embargo, ese orgullo se convertía en un trago amargo cada vez que alguien la elogiaba por él. Las palabras "me encanta tu cabello" eran suficientes para que su sonrisa se congelara, y sus pensamientos volvieran a un rincón oscuro de su memoria. Era el mismo cabello que su madre había llevado, idéntico en color y textura. Una herencia que, en lugar de acercarla a un legado familiar positivo, la arrastraba hacia recuerdos que prefería dejar enterrados.

    Durante su adolescencia y hasta hace pocos años, Carmina había intentado escapar de esa conexión. A diario, tomaba la plancha de cabello y la deslizaba con rabia controlada sobre cada mechón rizado, alisando lo que para ella representaba un vínculo con su madre, una mujer atrapada en las sombras de la ciudad, enredada en el mundo de las drogas y la prostitución. Su madre había muerto joven, en las calles, dejando a su hija con más preguntas que respuestas. Para Carmina, su cabello era una marca visible de esa historia, una que no quería que otros vieran reflejada en ella.

    Planchar su cabello se había convertido en un ritual de distanciamiento, un intento de borrar cualquier semejanza con esa mujer de la que intentaba alejarse. Pero, un día, simplemente se cansó. No hubo un momento dramático ni una epifanía reveladora; solo el cansancio acumulado de intentar ser alguien distinta a lo que el destino le había dado. Dejó de luchar contra los rizos, dejó de alisar la historia que cargaba en cada mechón, aunque los recuerdos seguían ahí, incrustados en su mente.

    Aún adoraba su cabello y dedicaba tiempo a cuidarlo, pero cada vez que un cumplido llegaba, su interior se tensaba. "Gracias", solía decir, forzando una sonrisa, mientras por dentro deseaba que nadie más volviera a mencionarlo.
    Carmina Valenti siempre había sentido una conexión profunda con su cabello cobrizo y rizado. Desde pequeña, lo había cuidado con esmero, aprendiendo a domar cada rizo rebelde y a darle forma según su estado de ánimo. Algunos días lo llevaba suelto, enmarañado y salvaje, mientras que otros prefería atarlo en una trenza o envolverlo en un pañuelo elegante. Para ella, su cabello era una extensión de su ser, una forma de expresión que reflejaba su fuerza y creatividad. Sin embargo, ese orgullo se convertía en un trago amargo cada vez que alguien la elogiaba por él. Las palabras "me encanta tu cabello" eran suficientes para que su sonrisa se congelara, y sus pensamientos volvieran a un rincón oscuro de su memoria. Era el mismo cabello que su madre había llevado, idéntico en color y textura. Una herencia que, en lugar de acercarla a un legado familiar positivo, la arrastraba hacia recuerdos que prefería dejar enterrados. Durante su adolescencia y hasta hace pocos años, Carmina había intentado escapar de esa conexión. A diario, tomaba la plancha de cabello y la deslizaba con rabia controlada sobre cada mechón rizado, alisando lo que para ella representaba un vínculo con su madre, una mujer atrapada en las sombras de la ciudad, enredada en el mundo de las drogas y la prostitución. Su madre había muerto joven, en las calles, dejando a su hija con más preguntas que respuestas. Para Carmina, su cabello era una marca visible de esa historia, una que no quería que otros vieran reflejada en ella. Planchar su cabello se había convertido en un ritual de distanciamiento, un intento de borrar cualquier semejanza con esa mujer de la que intentaba alejarse. Pero, un día, simplemente se cansó. No hubo un momento dramático ni una epifanía reveladora; solo el cansancio acumulado de intentar ser alguien distinta a lo que el destino le había dado. Dejó de luchar contra los rizos, dejó de alisar la historia que cargaba en cada mechón, aunque los recuerdos seguían ahí, incrustados en su mente. Aún adoraba su cabello y dedicaba tiempo a cuidarlo, pero cada vez que un cumplido llegaba, su interior se tensaba. "Gracias", solía decir, forzando una sonrisa, mientras por dentro deseaba que nadie más volviera a mencionarlo.
    Me entristece
    2
    0 turnos 0 maullidos 750 vistas
  • 𝐖𝐚𝐭𝐜𝐡 𝐢𝐭 𝐛𝐮𝐫𝐧

    En los principios de mi adolescencia conocí el amor. Me enamoré por primera vez. Unos meses después de haber sido refugiada por Yuri, el hijo de uno de los comerciantes empezó a asistir a las reuniones. En una oportunidad, pudimos estar a solas, y pasaron... Cosas.

    Lamentablemente, era igual de posesivo que su padre. Su obsesión llegó a límites que no pensé que iba a cruzar. Eso que ven ahí soy yo, liberando a aquel hombre que estaba agonizando por algo que yo no estaba dispuesta a darle.

    Mi libertad.
    𝐖𝐚𝐭𝐜𝐡 𝐢𝐭 𝐛𝐮𝐫𝐧 En los principios de mi adolescencia conocí el amor. Me enamoré por primera vez. Unos meses después de haber sido refugiada por Yuri, el hijo de uno de los comerciantes empezó a asistir a las reuniones. En una oportunidad, pudimos estar a solas, y pasaron... Cosas. Lamentablemente, era igual de posesivo que su padre. Su obsesión llegó a límites que no pensé que iba a cruzar. Eso que ven ahí soy yo, liberando a aquel hombre que estaba agonizando por algo que yo no estaba dispuesta a darle. Mi libertad.
    Me gusta
    Me encocora
    Me endiabla
    5
    0 turnos 0 maullidos 632 vistas
  • 𖨂 𝘛𝘩𝘦 𝘧𝘪𝘳𝘴𝘵 𝘵𝘪𝘮𝘦. ㅤ ; ㅤFB - Texas. (c/ Caleb Galloway)
    Fandom Lord Seventh ; AHS
    Categoría Slice of Life
    ㅤEl aire era nuevo, la vista era extraña, el camino que recorría era desconocido y aún así, su expresión se encontraba inmutable y seria. Sus ojos grises parecían apagados, mientras las miradas a su alrededor se posaban estupefactas sobre su persona.

    ㅤA sus 18 años ¿O quizás eran más de 800? La cuenta estaba perdida desde hace tiempo, pero en esta vida apenas había alcanzado la adultez. Ya había cruzado el océano cientos de veces, y aunque aquella región era nueva, la emoción estaba apagada, los viajes definitivamente no eran para él, y en las circunstancias actuales, la visita era mucho menos amena.

    ͏͏ㅤLa familia Jing llevaba siglos siendo representantes comerciales de la tribu chamánica de Nangjiang, lo que había iniciado en su séptima vida, ahora era nuevamente su responsabilidad, y era aquella palabra la que traía sus hombros pesados.

    ㅤEl pueblo de Nangjiang parecía haberse quedado en el tiempo, por lo que se negarían usar un auto de no ser extremadamente necesario, se negarían a hacer grandes negocios y en cambio preferirían invertir la fortuna de sus tierras en pequeños mercados, que aunque obtenía ganancias decentes, no representaba nada significativo. Pero por ello, aún debía tomarse la molestia de atravesar medio mundo, alquilar tres caballos para recorrer las zonas rurales, con dos estoicos guardias y un para nada sutil velo negro cubriendo su rostro, que llamaba la atención sobre su persona como si de una viuda en luto se trataba.

    ㅤAquella formal vestimenta le hacía sentir extraño, y en el momento en el que el tráfico de gente imposibilitaba el paso de los caballos, moverse a pie parecía aún más tortuoso.
    Solo por curiosidad, llevó su mano a su rostro, amenazando de despojarse de aquel velo, pero sus yemas no llegaron a tocar la tela en cuanto sintió que una fuerte presión rodeaba su muñeca. La amenazante mirada de aquel hombre de 1,90 que lo acompañaba le decía que sería imposible, lo había comprendido hace siglos, pero un pequeño intento no hacía daño a nadie.

    ㅤSoltó un suspiro agotado, pero debajo de aquella tela que solo dejaba su mirada libre había una pequeña sonrisa.
    No había nada que hacer, de su costado un abanico de papel se hizo presente y se abrió delante de su rostro. El príncipe era conocido por vivir en los extremos o sería invisible o sería llamativo. Si debía llevar aquel velo, no habría problema para él también extender su accesorio preferido a riesgo de que las voces consternadas fueran en aumento.

    ㅤDe por sí, en sus tierras era alguien excéntrico, ya nadie solía a llevar piezas tan distinguidas, más aquella costumbre estaba arraigada en su pecho, y junto al velo la gente solo podía pensar que era como alguno de aquellos jóvenes que en su adolescencia perdida vestían cosplays para viajar en tren. Lejos de ser algo espectacular, en el extranjero aprendió que eso no era algo demasiado respetable.

    ㅤRecorriendo puesto a puesto, buscando agricultores locales con los cuales asociarse, escuchaba las voces despectivas que se referían hacía su persona como “raro” y demás adjetivos ofensivos.

    ㅤLejos de enojarse, podría reírse en la cara de estos, frunciendo los ceños de los vendedores, pero seguro de que nadie se atrevería a lanzarle un golpe, no mientras aquellos corpulentos guardias tuvieran rostros de piedra.

    ㅤㅤ⸻ No hay nada interesante aquí, no vamos a desperdiciar dinero en tanta basura.

    ㅤExclamó a los dos hombres que lo acompañaban, quienes también servían como la rama más próxima al líder a quién servía. Sin embargo, aunque estos dos hombres no estuvieran dotados de ningún conocimiento en economía, ambos sacudieron su cabeza en modo negativo, sin estar dispuestos a marcharse tan prontamente. En cambio, uno de ellos elevó su dedo y señaló un puesto pequeño extendido sobre una manta. Su mirada decayó y su rostro se puso rígido. Lo veía y parecía una locura, pero como su rostro estaba privado de mostrar cualquier gesto, la desaprobación no era obvia y sus acompañantes se pusieron en marcha sin dejarle hablar siquiera.

    ㅤÉl, aunque con un respetable metro ochenta, aún era el más pequeño de la triada, y su masa muscular era apenas la mitad de lo que aquellos dos habían trabajado durante toda su vida. Si no podía oponerse con palabras, menos podría oponerse físicamente, pues aunque fuera un príncipe, nadie en Nangjiang temía aplicar el castigo físico, y si recordaba el modo en el que su apellido ganó su puesto en aquel territorio, ir en contra de ellos no sería de sus mejores ideas. Se sintió derrotado en ese instante mientras caminaba con un paso apresurado para ponerse al frente.

    ㅤCon su abanico abierto, el velo negro dejando solo un par de ojos similares a flores de melocotón, ofreció una sonrisa imperceptible, aunque un poco impactado debido a que el chico al frente no parecía mayor que él.

    ㅤㅤ⸻ ¿Qué tienes aquí?

    ㅤYendo directamente al grano, se colocó en cuclillas, seguido por el par de hombres detrás de él quienes se veían más interesados en la mercancía, tomando en manos algunas de estas, seguramente intentando corroborar la calidad del producto tal como acostumbraban en las tierras del sur de donde provenían.

    Caleb Galloway
    ㅤEl aire era nuevo, la vista era extraña, el camino que recorría era desconocido y aún así, su expresión se encontraba inmutable y seria. Sus ojos grises parecían apagados, mientras las miradas a su alrededor se posaban estupefactas sobre su persona. ㅤA sus 18 años ¿O quizás eran más de 800? La cuenta estaba perdida desde hace tiempo, pero en esta vida apenas había alcanzado la adultez. Ya había cruzado el océano cientos de veces, y aunque aquella región era nueva, la emoción estaba apagada, los viajes definitivamente no eran para él, y en las circunstancias actuales, la visita era mucho menos amena. ͏͏ㅤLa familia Jing llevaba siglos siendo representantes comerciales de la tribu chamánica de Nangjiang, lo que había iniciado en su séptima vida, ahora era nuevamente su responsabilidad, y era aquella palabra la que traía sus hombros pesados. ㅤEl pueblo de Nangjiang parecía haberse quedado en el tiempo, por lo que se negarían usar un auto de no ser extremadamente necesario, se negarían a hacer grandes negocios y en cambio preferirían invertir la fortuna de sus tierras en pequeños mercados, que aunque obtenía ganancias decentes, no representaba nada significativo. Pero por ello, aún debía tomarse la molestia de atravesar medio mundo, alquilar tres caballos para recorrer las zonas rurales, con dos estoicos guardias y un para nada sutil velo negro cubriendo su rostro, que llamaba la atención sobre su persona como si de una viuda en luto se trataba. ㅤAquella formal vestimenta le hacía sentir extraño, y en el momento en el que el tráfico de gente imposibilitaba el paso de los caballos, moverse a pie parecía aún más tortuoso. Solo por curiosidad, llevó su mano a su rostro, amenazando de despojarse de aquel velo, pero sus yemas no llegaron a tocar la tela en cuanto sintió que una fuerte presión rodeaba su muñeca. La amenazante mirada de aquel hombre de 1,90 que lo acompañaba le decía que sería imposible, lo había comprendido hace siglos, pero un pequeño intento no hacía daño a nadie. ㅤSoltó un suspiro agotado, pero debajo de aquella tela que solo dejaba su mirada libre había una pequeña sonrisa. No había nada que hacer, de su costado un abanico de papel se hizo presente y se abrió delante de su rostro. El príncipe era conocido por vivir en los extremos o sería invisible o sería llamativo. Si debía llevar aquel velo, no habría problema para él también extender su accesorio preferido a riesgo de que las voces consternadas fueran en aumento. ㅤDe por sí, en sus tierras era alguien excéntrico, ya nadie solía a llevar piezas tan distinguidas, más aquella costumbre estaba arraigada en su pecho, y junto al velo la gente solo podía pensar que era como alguno de aquellos jóvenes que en su adolescencia perdida vestían cosplays para viajar en tren. Lejos de ser algo espectacular, en el extranjero aprendió que eso no era algo demasiado respetable. ㅤRecorriendo puesto a puesto, buscando agricultores locales con los cuales asociarse, escuchaba las voces despectivas que se referían hacía su persona como “raro” y demás adjetivos ofensivos. ㅤLejos de enojarse, podría reírse en la cara de estos, frunciendo los ceños de los vendedores, pero seguro de que nadie se atrevería a lanzarle un golpe, no mientras aquellos corpulentos guardias tuvieran rostros de piedra. ㅤㅤ⸻ No hay nada interesante aquí, no vamos a desperdiciar dinero en tanta basura. ㅤExclamó a los dos hombres que lo acompañaban, quienes también servían como la rama más próxima al líder a quién servía. Sin embargo, aunque estos dos hombres no estuvieran dotados de ningún conocimiento en economía, ambos sacudieron su cabeza en modo negativo, sin estar dispuestos a marcharse tan prontamente. En cambio, uno de ellos elevó su dedo y señaló un puesto pequeño extendido sobre una manta. Su mirada decayó y su rostro se puso rígido. Lo veía y parecía una locura, pero como su rostro estaba privado de mostrar cualquier gesto, la desaprobación no era obvia y sus acompañantes se pusieron en marcha sin dejarle hablar siquiera. ㅤÉl, aunque con un respetable metro ochenta, aún era el más pequeño de la triada, y su masa muscular era apenas la mitad de lo que aquellos dos habían trabajado durante toda su vida. Si no podía oponerse con palabras, menos podría oponerse físicamente, pues aunque fuera un príncipe, nadie en Nangjiang temía aplicar el castigo físico, y si recordaba el modo en el que su apellido ganó su puesto en aquel territorio, ir en contra de ellos no sería de sus mejores ideas. Se sintió derrotado en ese instante mientras caminaba con un paso apresurado para ponerse al frente. ㅤCon su abanico abierto, el velo negro dejando solo un par de ojos similares a flores de melocotón, ofreció una sonrisa imperceptible, aunque un poco impactado debido a que el chico al frente no parecía mayor que él. ㅤㅤ⸻ ¿Qué tienes aquí? ㅤYendo directamente al grano, se colocó en cuclillas, seguido por el par de hombres detrás de él quienes se veían más interesados en la mercancía, tomando en manos algunas de estas, seguramente intentando corroborar la calidad del producto tal como acostumbraban en las tierras del sur de donde provenían. [Otterlie_gj]
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me gusta
    Me encocora
    3
    13 turnos 0 maullidos 1327 vistas
  • 10 a 200 líneas por Semana
    Fandom
    Stranger Things
    Búsqueda de
    Shipping
    Estado
    Disponible

    𝐒𝐄 𝐁𝐔𝐒𝐂𝐀

    ㅤㅤㅤㅤㅤ J𝐈M H𝐎P𝐏E𝐑


    ◖ 𝗣𝗔𝗥𝗔 OTP con Joyce Byers

    ، Rol extenso y narrativo.
    ، Buena ortografía y coherencia ortográfica
    ، Conocimiento del personaje y de la serie de TV
    ، Respeto al canonUser amigable y con ganas de buen feedback.
    ، No necesito actividad diaria, pero sí pido que no se responda unicamente de mes a mes.
    ، ғᴄ: David Harbour

    ㅤㅤㅤ ˗ˏˋ

    NO busco esta OTP de forma desesperada, pero si encuentro un buen partner con quien desarrollarla, bienvenidx sea.

    Busco alguien que quiera llevar a JIM HOPPER del fandom de Stranger Things para OTP con Joyce Byers (personaje que tendría que crear desde cero)

    ㅤㅤㅤ ˗ˏˋ

    - Me gusta subir fotos de la otp al muro, dedicarle publicaciones a mi partner y me gusta que también lo hagan conmigo.

    - Posibilidad de rolear flashbacks (adolescencia, juventud, etc...)

    -Lemon si se tercia y tiene sentido

    -Roleo en tercera persona, en singular y en pasado.

    -Horario de España

    plantilla: https://x.com/WH0YAGONNACALL/status/1420042795654340609
    ⠀ 𝐒𝐄 𝐁𝐔𝐒𝐂𝐀 ㅤㅤㅤㅤㅤ J𝐈M H𝐎P𝐏E𝐑 ◖ 𝗣𝗔𝗥𝗔 OTP con Joyce Byers ، Rol extenso y narrativo. ، Buena ortografía y coherencia ortográfica ، Conocimiento del personaje y de la serie de TV ، Respeto al canonUser amigable y con ganas de buen feedback. ، No necesito actividad diaria, pero sí pido que no se responda unicamente de mes a mes. ، ғᴄ: David Harbour ㅤㅤㅤ ˗ˏˋ NO busco esta OTP de forma desesperada, pero si encuentro un buen partner con quien desarrollarla, bienvenidx sea. Busco alguien que quiera llevar a JIM HOPPER del fandom de Stranger Things para OTP con Joyce Byers (personaje que tendría que crear desde cero) ㅤㅤㅤ ˗ˏˋ - Me gusta subir fotos de la otp al muro, dedicarle publicaciones a mi partner y me gusta que también lo hagan conmigo. - Posibilidad de rolear flashbacks (adolescencia, juventud, etc...) -Lemon si se tercia y tiene sentido -Roleo en tercera persona, en singular y en pasado. -Horario de España plantilla: https://x.com/WH0YAGONNACALL/status/1420042795654340609
    0 comentarios 0 compartidos 1847 vistas
  • Cicatrices del Crepúsculo
    Categoría Fantasía
    El reino de Astora, al borde de la aniquilación, ha reclutado a todos los que pueden empuñar una espada, sin importar su edad. Rian, de solo 15 años, ha sido enviado a su primera misión junto a sus amigos de infancia, con quienes compartió juegos y sueños antes de que la guerra los arrebatara. Aunque su escuadra incluye a algunos soldados mayores, el peso de la desesperación recae sobre estos jóvenes, obligados a enfrentar horrores más allá de su comprensión.

    La escuadra de Rian, formada por chicos apenas en su adolescencia, marcha por un campo de batalla arrasado. El cielo está cubierto por nubes oscuras, y el aire es denso, cargado con el olor a muerte y desesperación. Los jóvenes intentan mantenerse valientes, aunque el miedo se refleja en sus ojos.

    Rian: "Estamos juntos en esto. No importa lo que pase, no nos separaremos."

    Pero en sus corazones saben que están marchando hacia un destino del que quizás no regresen. De repente, el suelo tiembla bajo sus pies, y la niebla que los rodea comienza a arremolinarse. De la oscuridad emergen las criaturas del Rey Oscuro, formas indescriptibles que parecen haber salido de las pesadillas más profundas.

    Elara: "¡Rian, mantente cerca!"

    Elara, siempre la optimista, es la primera en ser atacada. Una de las bestias la alcanza, y aunque lucha con todas sus fuerzas, su cuerpo joven es superado. Rian corre hacia ella, pero llega demasiado tarde. Con una última mirada, Elara sonríe débilmente antes de ser arrastrada por la oscuridad.

    Rian: "¡No, Elara!"

    El dolor de perder a su amiga de infancia lo deja paralizado, pero la batalla continúa. Tomas, que ha estado protegiendo a los demás, es el siguiente. Intenta mantener a raya a las criaturas con su fuerza, pero su valentía no es suficiente contra el poder de estos seres. Tomas lucha con todas sus fuerzas, pero estas abominaciones son implacables. Con un alarido que sacude el alma, Tomas es despedazado ante los ojos de Rian, su cuerpo destrozado por las garras de los monstruos. Sin poder despedirse su vida había sido extinguida.

    Ya no queda nadie más a quien cuidar. Edwin, aterrado y sin saber cómo luchar, es atrapado por una de las bestias. Sus gritos se mezclan con el viento, y sus sueños de una vida más allá de la guerra se desvanecen mientras es devorado por la oscuridad.

    Eadric: "¡Rian, corre! ¡No podemos hacer nada más!"

    El capitán Eadric, herido y agotado, sabe que no pueden ganar. Con la última de sus fuerzas, se lanza contra la mayor de las criaturas, dándole a Rian una oportunidad de escapar. Pero el sacrificio de Eadric solo subraya la impotencia del joven caballero.

    Las lágrimas caen por su rostro, y por primera vez, el peso de la soledad lo aplasta. En esa batalla, donde Rian perdió a sus amigos de infancia y a su capitán, también fue donde ganó sus primeras cicatrices. Marcas que no solo atravesaron su piel, sino que se incrustaron en lo más profundo de su alma, recordándole para siempre el precio de la guerra y el dolor de la pérdida. Cada cicatriz era un recordatorio de las vidas que no pudo salvar, un peso que llevaría consigo mientras continuaba su camino en un mundo que había cambiado para siempre.
    El reino de Astora, al borde de la aniquilación, ha reclutado a todos los que pueden empuñar una espada, sin importar su edad. Rian, de solo 15 años, ha sido enviado a su primera misión junto a sus amigos de infancia, con quienes compartió juegos y sueños antes de que la guerra los arrebatara. Aunque su escuadra incluye a algunos soldados mayores, el peso de la desesperación recae sobre estos jóvenes, obligados a enfrentar horrores más allá de su comprensión. La escuadra de Rian, formada por chicos apenas en su adolescencia, marcha por un campo de batalla arrasado. El cielo está cubierto por nubes oscuras, y el aire es denso, cargado con el olor a muerte y desesperación. Los jóvenes intentan mantenerse valientes, aunque el miedo se refleja en sus ojos. Rian: "Estamos juntos en esto. No importa lo que pase, no nos separaremos." Pero en sus corazones saben que están marchando hacia un destino del que quizás no regresen. De repente, el suelo tiembla bajo sus pies, y la niebla que los rodea comienza a arremolinarse. De la oscuridad emergen las criaturas del Rey Oscuro, formas indescriptibles que parecen haber salido de las pesadillas más profundas. Elara: "¡Rian, mantente cerca!" Elara, siempre la optimista, es la primera en ser atacada. Una de las bestias la alcanza, y aunque lucha con todas sus fuerzas, su cuerpo joven es superado. Rian corre hacia ella, pero llega demasiado tarde. Con una última mirada, Elara sonríe débilmente antes de ser arrastrada por la oscuridad. Rian: "¡No, Elara!" El dolor de perder a su amiga de infancia lo deja paralizado, pero la batalla continúa. Tomas, que ha estado protegiendo a los demás, es el siguiente. Intenta mantener a raya a las criaturas con su fuerza, pero su valentía no es suficiente contra el poder de estos seres. Tomas lucha con todas sus fuerzas, pero estas abominaciones son implacables. Con un alarido que sacude el alma, Tomas es despedazado ante los ojos de Rian, su cuerpo destrozado por las garras de los monstruos. Sin poder despedirse su vida había sido extinguida. Ya no queda nadie más a quien cuidar. Edwin, aterrado y sin saber cómo luchar, es atrapado por una de las bestias. Sus gritos se mezclan con el viento, y sus sueños de una vida más allá de la guerra se desvanecen mientras es devorado por la oscuridad. Eadric: "¡Rian, corre! ¡No podemos hacer nada más!" El capitán Eadric, herido y agotado, sabe que no pueden ganar. Con la última de sus fuerzas, se lanza contra la mayor de las criaturas, dándole a Rian una oportunidad de escapar. Pero el sacrificio de Eadric solo subraya la impotencia del joven caballero. Las lágrimas caen por su rostro, y por primera vez, el peso de la soledad lo aplasta. En esa batalla, donde Rian perdió a sus amigos de infancia y a su capitán, también fue donde ganó sus primeras cicatrices. Marcas que no solo atravesaron su piel, sino que se incrustaron en lo más profundo de su alma, recordándole para siempre el precio de la guerra y el dolor de la pérdida. Cada cicatriz era un recordatorio de las vidas que no pudo salvar, un peso que llevaría consigo mientras continuaba su camino en un mundo que había cambiado para siempre.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    55
    Estado
    Disponible
    Me entristece
    Me gusta
    Me encocora
    10
    0 turnos 0 maullidos 1300 vistas
  • Una vez al año, hay que dejar un tributo al dios de los abandonados, aquellas personas que no tienen nada y no pertenecen a ningún lado deben pagar una vez cada año, no tenemos a nadie que llore nuestra muerte, o nos acompañe en nuestra desgracia, el dios que nos acompaña y nos espera a cada final del día, el primero que nos saluda al despertar, aquel que nos visita cuando enfermamos y aquel que nos lleva en nuestro ultimo viaje, una vez al año damos una ofrenda para el que no deja a los abandonados - Loken prendía una vela dejándola en aquel callejón oscuro donde comenzó su vida, de igual manera saco una moneda de cobre por su infancia, una moneda de bronce por su adolescencia y una moneda de oro por su adultez-
    Una vez al año, hay que dejar un tributo al dios de los abandonados, aquellas personas que no tienen nada y no pertenecen a ningún lado deben pagar una vez cada año, no tenemos a nadie que llore nuestra muerte, o nos acompañe en nuestra desgracia, el dios que nos acompaña y nos espera a cada final del día, el primero que nos saluda al despertar, aquel que nos visita cuando enfermamos y aquel que nos lleva en nuestro ultimo viaje, una vez al año damos una ofrenda para el que no deja a los abandonados - Loken prendía una vela dejándola en aquel callejón oscuro donde comenzó su vida, de igual manera saco una moneda de cobre por su infancia, una moneda de bronce por su adolescencia y una moneda de oro por su adultez-
    Me gusta
    Me encocora
    8
    0 turnos 0 maullidos 591 vistas
  • Desde el descubrimiento de sus poderes y la ligera práctica de los mismos Isaac se vio envuelto en varios problemas. Tal vez pudo haberlos evitado de ser más cuidadoso o de no usar sus poderes en absoluto. El problema era que, si no tenía un mínimo control, le asustaba el pensar que podría dañar a otros sin quererlo.

    La policía ya lo tenía en la mira desde su temprana adolescencia, ahora le quedaba tratar de ser invisible o, como estuvo haciendo en ciertos años, irse de la ciudad.

    Alejarse de su tía, su única familia y quien lo comprendía mejor—o lo intentaba—era una de las cosas que le agradaban poco y nada. Sin embargo, a veces era necesario. Como en ese momento.

    "Ya se están acercando..." murmuró con ligero fastidio, pensando qué salida tomar puesto que las sirenas se escuchaban por todos lados.
    Desde el descubrimiento de sus poderes y la ligera práctica de los mismos Isaac se vio envuelto en varios problemas. Tal vez pudo haberlos evitado de ser más cuidadoso o de no usar sus poderes en absoluto. El problema era que, si no tenía un mínimo control, le asustaba el pensar que podría dañar a otros sin quererlo. La policía ya lo tenía en la mira desde su temprana adolescencia, ahora le quedaba tratar de ser invisible o, como estuvo haciendo en ciertos años, irse de la ciudad. Alejarse de su tía, su única familia y quien lo comprendía mejor—o lo intentaba—era una de las cosas que le agradaban poco y nada. Sin embargo, a veces era necesario. Como en ese momento. "Ya se están acercando..." murmuró con ligero fastidio, pensando qué salida tomar puesto que las sirenas se escuchaban por todos lados.
    Me gusta
    Me entristece
    5
    0 turnos 0 maullidos 502 vistas
  • Riesgos
    Fandom OC
    Categoría Slice of Life
    El aire frío de la noche le da de golpe en la cara y le recuerda rápidamente adonde pertenece: afuera. En su elemento, bajo la atenta mirada de los campos rurales junto a la carretera y alrededor del bar encuentra el sutil apoyo que estaba buscando.

    Cabizbajo aún, libera la tensión que se ha apoderado de su brazo y su espalda alta, mientras camina lentamente con la ayuda de su bastón, junto a James.

    — Nunca tuve una buena relación con los regalos —comienza, sin alzar demasiado la voz—. Desde niño sobreviví de lo que podía encontrar en las calles de Siberia. La gente solía ofrecerme comida a cambio de hacerle favores, grandes favores a cambio de pequeñas migajas. Luego, sucedió también en mi adolescencia, grandes sacrificios a cambio de que no me partieran la espalda.

    Lleva la mirada a la mano de James que ha guardado el paquete en el bolsillo, con curiosidad.

    — De adulto, ya no pueden abusar de mi entrega. Pero nada les impide colar intereses mezquinos con cada regalo que me ofrecen. La mayoría de las veces quieren ponerme en deuda, otras veces intentan relacionarse conmigo saltándose el paso de conocerme para ir directo a exigirme. O también, buscan el camino fácil para expiar culpas cuando no han sabido lidiar conmigo ni les conviene alejarse de mí.

    Dada lo extenso de su discurso y el alcohol que lleva en la sangre, su acento ruso es fácil de detectar.

    #ElBrujoCojo James Benjamin Blackwood
    El aire frío de la noche le da de golpe en la cara y le recuerda rápidamente adonde pertenece: afuera. En su elemento, bajo la atenta mirada de los campos rurales junto a la carretera y alrededor del bar encuentra el sutil apoyo que estaba buscando. Cabizbajo aún, libera la tensión que se ha apoderado de su brazo y su espalda alta, mientras camina lentamente con la ayuda de su bastón, junto a James. — Nunca tuve una buena relación con los regalos —comienza, sin alzar demasiado la voz—. Desde niño sobreviví de lo que podía encontrar en las calles de Siberia. La gente solía ofrecerme comida a cambio de hacerle favores, grandes favores a cambio de pequeñas migajas. Luego, sucedió también en mi adolescencia, grandes sacrificios a cambio de que no me partieran la espalda. Lleva la mirada a la mano de James que ha guardado el paquete en el bolsillo, con curiosidad. — De adulto, ya no pueden abusar de mi entrega. Pero nada les impide colar intereses mezquinos con cada regalo que me ofrecen. La mayoría de las veces quieren ponerme en deuda, otras veces intentan relacionarse conmigo saltándose el paso de conocerme para ir directo a exigirme. O también, buscan el camino fácil para expiar culpas cuando no han sabido lidiar conmigo ni les conviene alejarse de mí. Dada lo extenso de su discurso y el alcohol que lleva en la sangre, su acento ruso es fácil de detectar. #ElBrujoCojo [Wendigo]
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Terminado
    Me encocora
    Me gusta
    3
    14 turnos 0 maullidos 879 vistas
  • —Luego de acostarse con [Sofii22] ,empezo a sentir de nuevo como su piel ardia de nuevo,los recuerdos de ese sufrimiento aun marcaban su mente,incluso mas que el recuerdo de sus múltiples muertes y torturas en su adolescencia,llegando a incluso despertarlo y obligarlo a desvelarse—
    —Luego de acostarse con [Sofii22] ,empezo a sentir de nuevo como su piel ardia de nuevo,los recuerdos de ese sufrimiento aun marcaban su mente,incluso mas que el recuerdo de sus múltiples muertes y torturas en su adolescencia,llegando a incluso despertarlo y obligarlo a desvelarse—
    Me entristece
    2
    7 turnos 0 maullidos 516 vistas

  • Hoy es su cumpleaños número 88.
    Un solo labial rojo, obsequiado por su madre en aquellos tiempos de tierna adolescencia, pintó sus labios. Su pulso ya no es el mismo, saliéndose de las líneas y provocando continuas carcajadas en ella; el tierno reflejo de su juventud le devolvió la mirada en el espejo.

    Hoy cumple ochenta y ocho años, y todavía se siente tan coqueta como en sus dieciséis.
    Hoy es su cumpleaños número 88. Un solo labial rojo, obsequiado por su madre en aquellos tiempos de tierna adolescencia, pintó sus labios. Su pulso ya no es el mismo, saliéndose de las líneas y provocando continuas carcajadas en ella; el tierno reflejo de su juventud le devolvió la mirada en el espejo. Hoy cumple ochenta y ocho años, y todavía se siente tan coqueta como en sus dieciséis.
    Me encocora
    9
    0 turnos 0 maullidos 428 vistas
Ver más resultados
Patrocinados