• - ¡Groar!

    Exhala su aliento de fuego para hacer funcionar los hornos de esta vieja y abandonada herrería, comienzan la luz del fuego, el metal al rojo vivo y las antorchas a dar luz a este lugar.

    Confundiendo a aquellos seres bípedos que deambulan por los alrededores, solo recuerdos de lo que alguna vez fueron antes de la visita del virus, nunca había purgado una antigua mina, sin embargo, es un sitio excelente para encubarse y gestarse la vida infestada por el virus.
    - ¡Groar! Exhala su aliento de fuego para hacer funcionar los hornos de esta vieja y abandonada herrería, comienzan la luz del fuego, el metal al rojo vivo y las antorchas a dar luz a este lugar. Confundiendo a aquellos seres bípedos que deambulan por los alrededores, solo recuerdos de lo que alguna vez fueron antes de la visita del virus, nunca había purgado una antigua mina, sin embargo, es un sitio excelente para encubarse y gestarse la vida infestada por el virus.
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  • Ubicación: Antigua Biblioteca Abrahamsson.
    Hora: 11:37 p.m.
    Estado del cielo: Nublado. Amenaza tormenta.




    La puerta de hierro crujió como si tuviera alma propia y no quería dejarla entrar. Pero Toska Brock no era del tipo que pide permiso. Nunca lo fue. Con cada paso, sus botas mojadas dejaban un rastro como si la lluvia se negara a abandonarla del todo, como si el agua supiera que esa chica no caminaba sola.

    El abrigo negro ondeaba tras de ella, largo hasta casi el suelo, mientras su cabello rubio —pegado a su rostro por la humedad— le daba ese aire de guerrera antigua recién salida de un poema maldito.

    Llevaba el arete izquierdo vibrando de forma sutil, casi imperceptible para cualquiera que no la conociera. Pero ella sí lo notaba. Venora también. Y esa incomodidad compartida hablaba sin palabras. No estaban allí por gusto, ni por azar. Algo las había llevado hasta esa biblioteca abandonada. Algo que sabía su nombre.

    Venora murmuró, desde dentro de su mente:

    —¿Segura que esto no es una trampa, periodista? Porque huele a traición con olor a encuadernación vieja.

    Toska no respondió. Sonrió de medio lado.
    La trampa era parte del encanto.

    El lugar estaba en penumbras, con estantes llenos de polvo y libros maltratados, pero se podía sentir que no estaba vacía. Alguien más ya estaba allí. Toska lo supo desde que cruzó la puerta. Su instinto, afilado como una cuchilla de sarcasmo, no solía fallar.

    Y entonces la vio.

    Sentada al fondo, iluminada apenas por la luz tenue de un viejo ventanal roto, estaba Nia Xavier.

    No necesitaba que se presentara. Toska sabía leer las historias antes de que fueran escritas. Su postura, su mirada, esa contención elegante que parecía a punto de estallar. Todo en ella gritaba “Xavier”, pero algo estaba fuera de lugar. No era una telépata. No había poder mental. Había gravedad. Literalmente.

    Toska caminó hasta ella sin apuro.
    Sin miedo.
    Con la grabadora en un bolsillo y su cuaderno de tinta morada en la mano.

    Se detuvo a unos metros, escaneándola como quien analiza una constelación extraña.

    —No sabes lo raro que es encontrar a alguien con apellido de peso que no pueda silenciarte con solo mirarte a los ojos —Dijo, alzando una ceja con aire curioso, como si fuera una científica del alma.

    Se sentó en una silla maltrecha, sin pedir permiso. Se cruzó de piernas, sacó su libreta, y pulsó la grabadora.

    —Soy Toska Brock. Periodista. Bloguera de la Deep Web. Hija de Gillian, sobrina del caos y... bueno, no te importa eso, ¿verdad?

    La sonrisa que siguió fue afilada, como un bisturí.

    —Lo que quiero saber es esto:
    ¿Cómo se sobrevive a ser la hermana del mutante más conocido del planeta...
    ...sin explotar de gravedad emocional por dentro?

    La pregunta flotó. Literalmente.

    Y Venora, desde dentro de su mente, rió con suavidad.
    Una risa con eco.
    Una risa que sabía que estaban por abrir algo peligroso.


    𝐍𝐈𝐀 𝐗𝐀𝐕𝐈𝐄𝐑
    Ubicación: Antigua Biblioteca Abrahamsson. Hora: 11:37 p.m. Estado del cielo: Nublado. Amenaza tormenta. La puerta de hierro crujió como si tuviera alma propia y no quería dejarla entrar. Pero Toska Brock no era del tipo que pide permiso. Nunca lo fue. Con cada paso, sus botas mojadas dejaban un rastro como si la lluvia se negara a abandonarla del todo, como si el agua supiera que esa chica no caminaba sola. El abrigo negro ondeaba tras de ella, largo hasta casi el suelo, mientras su cabello rubio —pegado a su rostro por la humedad— le daba ese aire de guerrera antigua recién salida de un poema maldito. Llevaba el arete izquierdo vibrando de forma sutil, casi imperceptible para cualquiera que no la conociera. Pero ella sí lo notaba. Venora también. Y esa incomodidad compartida hablaba sin palabras. No estaban allí por gusto, ni por azar. Algo las había llevado hasta esa biblioteca abandonada. Algo que sabía su nombre. Venora murmuró, desde dentro de su mente: —¿Segura que esto no es una trampa, periodista? Porque huele a traición con olor a encuadernación vieja. Toska no respondió. Sonrió de medio lado. La trampa era parte del encanto. El lugar estaba en penumbras, con estantes llenos de polvo y libros maltratados, pero se podía sentir que no estaba vacía. Alguien más ya estaba allí. Toska lo supo desde que cruzó la puerta. Su instinto, afilado como una cuchilla de sarcasmo, no solía fallar. Y entonces la vio. Sentada al fondo, iluminada apenas por la luz tenue de un viejo ventanal roto, estaba Nia Xavier. No necesitaba que se presentara. Toska sabía leer las historias antes de que fueran escritas. Su postura, su mirada, esa contención elegante que parecía a punto de estallar. Todo en ella gritaba “Xavier”, pero algo estaba fuera de lugar. No era una telépata. No había poder mental. Había gravedad. Literalmente. Toska caminó hasta ella sin apuro. Sin miedo. Con la grabadora en un bolsillo y su cuaderno de tinta morada en la mano. Se detuvo a unos metros, escaneándola como quien analiza una constelación extraña. —No sabes lo raro que es encontrar a alguien con apellido de peso que no pueda silenciarte con solo mirarte a los ojos —Dijo, alzando una ceja con aire curioso, como si fuera una científica del alma. Se sentó en una silla maltrecha, sin pedir permiso. Se cruzó de piernas, sacó su libreta, y pulsó la grabadora. —Soy Toska Brock. Periodista. Bloguera de la Deep Web. Hija de Gillian, sobrina del caos y... bueno, no te importa eso, ¿verdad? La sonrisa que siguió fue afilada, como un bisturí. —Lo que quiero saber es esto: ¿Cómo se sobrevive a ser la hermana del mutante más conocido del planeta... ...sin explotar de gravedad emocional por dentro? La pregunta flotó. Literalmente. Y Venora, desde dentro de su mente, rió con suavidad. Una risa con eco. Una risa que sabía que estaban por abrir algo peligroso. [GRAVITYDIAM0NDS]
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  • "La Reina del Ruido Blanco"

    La ciudad aún dormía entre la niebla y los neones rotos. Raven caminaba por los callejones de concreto viejo, el eco de sus pasos amortiguado por el zumbido constante del mundo digital que ella dominaba. Sus ojos, medio cubiertos por su cabello azabache, ocultaban más secretos de los que estaba dispuesta a compartir. Su rostro, marcado por una cicatriz en forma de flor marchita, era un recordatorio de una noche que nadie más sobrevivió.

    Vestida con una camisa blanca, rematada por un arnés y accesorios metálicos, no pasaba desapercibida. Pero eso no le importaba. Ella no existía para agradar, sino para desestabilizar. Su teléfono, cubierto de calcomanías de estética punk, era más que un objeto decorativo: era su portal al caos, su arma silenciosa.

    Esa noche, Raven tenía un plan.

    Un político corrupto, oculto tras mil firewalls, se convertiría en su próxima víctima. Desde una cafetería abandonada, conectó su equipo mientras la luz azul de la pantalla iluminaba sus dedos cubiertos por redes de encaje. Su voz suave rompió el silencio:

    —“Bienvenido al ruido blanco... es hora de que desaparezcas.”

    La red cayó. Las cuentas se borraron. El poder cambió de manos.

    Y con una sonrisa de medio lado, Raven apagó el monitor, se ajustó las orejas de conejo negras que llevaba como una burla al sistema, y desapareció entre la niebla. Como un mito urbano... como un fantasma digital.
    "La Reina del Ruido Blanco" La ciudad aún dormía entre la niebla y los neones rotos. Raven caminaba por los callejones de concreto viejo, el eco de sus pasos amortiguado por el zumbido constante del mundo digital que ella dominaba. Sus ojos, medio cubiertos por su cabello azabache, ocultaban más secretos de los que estaba dispuesta a compartir. Su rostro, marcado por una cicatriz en forma de flor marchita, era un recordatorio de una noche que nadie más sobrevivió. Vestida con una camisa blanca, rematada por un arnés y accesorios metálicos, no pasaba desapercibida. Pero eso no le importaba. Ella no existía para agradar, sino para desestabilizar. Su teléfono, cubierto de calcomanías de estética punk, era más que un objeto decorativo: era su portal al caos, su arma silenciosa. Esa noche, Raven tenía un plan. Un político corrupto, oculto tras mil firewalls, se convertiría en su próxima víctima. Desde una cafetería abandonada, conectó su equipo mientras la luz azul de la pantalla iluminaba sus dedos cubiertos por redes de encaje. Su voz suave rompió el silencio: —“Bienvenido al ruido blanco... es hora de que desaparezcas.” La red cayó. Las cuentas se borraron. El poder cambió de manos. Y con una sonrisa de medio lado, Raven apagó el monitor, se ajustó las orejas de conejo negras que llevaba como una burla al sistema, y desapareció entre la niebla. Como un mito urbano... como un fantasma digital.
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  • The Altar Awaits
    Fandom OC, JJK
    Categoría Suspenso
    Rol con : Tascio A Echeverri

    El viento arrastraba la tierra a través del pueblo muerto, donde las casas de madera, abandonadas hace tiempo, yacían intactas, acumulando polvo, como si todo ser vivo las hubiera abandonado con prisas. Ventanas y puertas abiertas, muebles intactos. No quedaba nadie. Ni perros, ni pájaros, ni el eco de una voz. Solo ruinas, tierra estéril y el aullido del viento pasando por las ventanas.

    En el corazón de ese vacío, se alzaban los restos de una iglesia.

    Sus muros de piedra estaban partidos por raíces y el peso de los años. Las puertas, alguna vez sagradas, colgaban de bisagras oxidadas, crujiendo apenas con cada soplo del viento. La cruz de la iglesia que antaño se alzaba en el tejado, yacía tirada en el suelo de la entrada. Los vitrales ahora llenos de tierra y polvo, apenas reflejaban la luz por el desgaste y la suciedad.

    Y allí, dentro de la iglesia, estaba él.

    Elías Ainsworth.

    De pie bajo el rosetón, por donde se colaba un rayo de luz. Alto, imponente, inmóvil. La túnica negra ondeaba levemente con la brisa, y la piedra azul de su corbatín reflejaba la escasa luz que entraba.

    Su apariencia parecía una broma retorcida. Un cuerpo humanoide, vestido de manera elegante pero al alzar la mirada...

    Un cráneo de lobo alargado, unos cuernos de cabra con una tela roja y una cadena dorada conectándolos, era una apariencia casi ceremonial. Sus ojos, dos luces rojas dentro de sus cuencas vacías, con una mirada intensa, que nunca temblaba, nunca se desviaba.

    Un ser así nunca debió entrar a un lugar como ese, y sin embargo, pertenecía más que nadie.

    Sus manos, enguantadas, descansaban sobre el respaldo de un banco roto. Su cabeza estaba inclinada, no en oración, sino en recuerdo.

    Entonces ocurrió algo inesperado.

    los pasos de alguien hicieron eco al entrar, pero Elías no se molestó en mirar quien era.
    Rol con : [demon_of_spirits] El viento arrastraba la tierra a través del pueblo muerto, donde las casas de madera, abandonadas hace tiempo, yacían intactas, acumulando polvo, como si todo ser vivo las hubiera abandonado con prisas. Ventanas y puertas abiertas, muebles intactos. No quedaba nadie. Ni perros, ni pájaros, ni el eco de una voz. Solo ruinas, tierra estéril y el aullido del viento pasando por las ventanas. En el corazón de ese vacío, se alzaban los restos de una iglesia. Sus muros de piedra estaban partidos por raíces y el peso de los años. Las puertas, alguna vez sagradas, colgaban de bisagras oxidadas, crujiendo apenas con cada soplo del viento. La cruz de la iglesia que antaño se alzaba en el tejado, yacía tirada en el suelo de la entrada. Los vitrales ahora llenos de tierra y polvo, apenas reflejaban la luz por el desgaste y la suciedad. Y allí, dentro de la iglesia, estaba él. Elías Ainsworth. De pie bajo el rosetón, por donde se colaba un rayo de luz. Alto, imponente, inmóvil. La túnica negra ondeaba levemente con la brisa, y la piedra azul de su corbatín reflejaba la escasa luz que entraba. Su apariencia parecía una broma retorcida. Un cuerpo humanoide, vestido de manera elegante pero al alzar la mirada... Un cráneo de lobo alargado, unos cuernos de cabra con una tela roja y una cadena dorada conectándolos, era una apariencia casi ceremonial. Sus ojos, dos luces rojas dentro de sus cuencas vacías, con una mirada intensa, que nunca temblaba, nunca se desviaba. Un ser así nunca debió entrar a un lugar como ese, y sin embargo, pertenecía más que nadie. Sus manos, enguantadas, descansaban sobre el respaldo de un banco roto. Su cabeza estaba inclinada, no en oración, sino en recuerdo. Entonces ocurrió algo inesperado. los pasos de alguien hicieron eco al entrar, pero Elías no se molestó en mirar quien era.
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    Grupal
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  • Rol con: 𝓔𝓵𝓲𝔃𝓪𝓫𝓮𝓽𝓱 𝓡𝓾𝓫𝔂

    ** No debían perder más tiempo, la reconstrucción de aquel castillo y sus secretos no tomó mucho. Tan pronto como aquel par estuvieron en casa, aquel par de asistentes Katherin y Arthur les recibieron, les atendieron y pusieron sus manos en marcha.

    — Para nuestra fortuna, mi querida Elizabeth, tan solo queda implantar una dosis de tu sangre para hacer que las unidades ya creadas comiencen a deambular por ahí.—
    Explicó mientras caminaba a lado de ella, guiandola hacia el sótano de aquella guarida que por mucho tiempo había permanecido abandonada, externamente.

    Habían cruzado algunos pasillos, y bajado un par de elevadores, hasta llegar a un gran portón que triplicado sus tamaños. Se abrió al mero toque de su guante, tan pronto extendió su brazo para abrir una de las puertas. Aquella, abrió de manera fácil y sin imprimir demasiada fuerza, activando un sistema de movimiento el cual encendió varias luces de tonalidad verde desde el suelo. Y frente a ellos, una mazmorra llena de tanques de agua, con al menos 500 homunculos inactivos, a la espera de ser usados. Sus cuerpos ya estaba mas qué listos, tan solo faltaba el ingrediente que Elizabeth estaba por ofrecer. **
    Rol con: [H0mmunculi] ** No debían perder más tiempo, la reconstrucción de aquel castillo y sus secretos no tomó mucho. Tan pronto como aquel par estuvieron en casa, aquel par de asistentes Katherin y Arthur les recibieron, les atendieron y pusieron sus manos en marcha. — Para nuestra fortuna, mi querida Elizabeth, tan solo queda implantar una dosis de tu sangre para hacer que las unidades ya creadas comiencen a deambular por ahí.— Explicó mientras caminaba a lado de ella, guiandola hacia el sótano de aquella guarida que por mucho tiempo había permanecido abandonada, externamente. Habían cruzado algunos pasillos, y bajado un par de elevadores, hasta llegar a un gran portón que triplicado sus tamaños. Se abrió al mero toque de su guante, tan pronto extendió su brazo para abrir una de las puertas. Aquella, abrió de manera fácil y sin imprimir demasiada fuerza, activando un sistema de movimiento el cual encendió varias luces de tonalidad verde desde el suelo. Y frente a ellos, una mazmorra llena de tanques de agua, con al menos 500 homunculos inactivos, a la espera de ser usados. Sus cuerpos ya estaba mas qué listos, tan solo faltaba el ingrediente que Elizabeth estaba por ofrecer. **
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  • ╔═════-----------------------═════╗
    "Me encuentro contigo, pequeña. Estabas tirada en medio de las llanuras que rodean mí madriguera abandonada, desmayada y desprotegida ¡Que suerte haz de tener para que no te hayan agarrado entre los depredadores por la noche! El festín que se hubieran llevado de grátis me resulta de lo más aterrador, y más ahora que he tenido la oportunidad de conocerte.

    Te lleve dentro de mí hogar, te di la bienvenida y te proporcione una estancia sin esperar nada a cambio, y tu me diste lo que más me hacía falta, compañía. Te quedaste, comiste de mí cena, nos recostamos a ver las estrellas, y pude expresar mis penas que tantos años me venían atormentando, como si todas las agujas de tu espalda se encontrarán dentro de mí ser apuñalandome y consumiendome de apoco.

    No puedo expresar con palabras mí gratitud... Tampoco deseo agobiarte con mis acciones... Es por eso escribo esto, no con la intención de que lo leas, pero para que me ayude a detener el deseo incontrolable que tengo por darte mas de cien veces las gracias.

    Mí puntiaguda nueva amiga, hiciste que este viejo saco de escamas volviera a sonreír junto a alguien a su lado una vez más. Mí eterna y más sincera gratitud."
    ╚═════-----------------------═════╝
    — Diario del Guardian. Página 3821.

    #DiarioDelGuardian

    * . °•★|•°∵ ∵°•|☆•° . *
    El escrito de este texto del diario, cae del enorme escritorio del dragon hasta los pies de Flaky ᵖᵒʳᶜᵘᵖⁱⁿᵉ a modo de una gigantesca hoja de pergamino...
    * . °•★|•°∵ ∵°•|☆•° . *
    ╔═════-----------------------═════╗ "Me encuentro contigo, pequeña. Estabas tirada en medio de las llanuras que rodean mí madriguera abandonada, desmayada y desprotegida ¡Que suerte haz de tener para que no te hayan agarrado entre los depredadores por la noche! El festín que se hubieran llevado de grátis me resulta de lo más aterrador, y más ahora que he tenido la oportunidad de conocerte. Te lleve dentro de mí hogar, te di la bienvenida y te proporcione una estancia sin esperar nada a cambio, y tu me diste lo que más me hacía falta, compañía. Te quedaste, comiste de mí cena, nos recostamos a ver las estrellas, y pude expresar mis penas que tantos años me venían atormentando, como si todas las agujas de tu espalda se encontrarán dentro de mí ser apuñalandome y consumiendome de apoco. No puedo expresar con palabras mí gratitud... Tampoco deseo agobiarte con mis acciones... Es por eso escribo esto, no con la intención de que lo leas, pero para que me ayude a detener el deseo incontrolable que tengo por darte mas de cien veces las gracias. Mí puntiaguda nueva amiga, hiciste que este viejo saco de escamas volviera a sonreír junto a alguien a su lado una vez más. Mí eterna y más sincera gratitud." ╚═════-----------------------═════╝ — Diario del Guardian. Página 3821. #DiarioDelGuardian * . °•★|•°∵ ∵°•|☆•° . * El escrito de este texto del diario, cae del enorme escritorio del dragon hasta los pies de [flaky] a modo de una gigantesca hoja de pergamino... * . °•★|•°∵ ∵°•|☆•° . *
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  • Recuerdos de un zorro

    Kuragari: La oscuridad creciente (Parte 1)

    //Estas son crónicas del pasado de Kazuo. Ocurrieron alrededor de mil años atrás.//

    “No quiero herir con lo que siento. No quiero herirme con lo que muestro.”



    No siempre hubo luz en aquellos ojos de un azul tan puro y etéreo.
    Hubo un tiempo en el que su brillo fue devorado por su propia alma.

    “Demasiado dolor para una sola alma que calla.
    Araña las paredes de mi mente. Me siento exhausto.”


    No lo vio venir. Su cuerpo se había convertido en un recipiente lleno de odio, amargura, tristeza… y un deseo de venganza insaciable.
    Los hombres le habían causado demasiado dolor. Nada bueno le fue concedido por ellos. Y su madre, su diosa, en aquel entonces parecía mirar hacia otro lado.
    “Una forma retorcida de castigarme por aquello que pienso y callo”, pensó.

    Aquella vorágine de sentimientos comenzó a tomar forma. Era como si su alma se hubiera dividido en dos.
    Por un lado, la bondad y la pureza que luchaban por no ser consumidas.
    Por el otro… Él.

    Lucía como Kazuo, pero al mismo tiempo era algo completamente distinto.
    Su cuerpo era más delgado, con las mejillas hundidas, como si algo le devorase por dentro. Su belleza estaba distorsionada, como una burda copia mal interpretada.
    Su piel, tan blanca, dejaba ver unas venas del color de la noche, que serpenteaban bajo la superficie. Y sus ojos… negros; Tan oscuros que parecía que se habían tragado todo atisbo de luz; unos ojos capaces de arrebatarte lo poco que te quedase de cordura.

    Todo lo malo y oscuro que Kazuo albergaba en su corazón había tomado forma hecha carne.
    Sus miedos.
    Su ira.
    Sus deseos más viscerales.
    Su sed de sangre.

    Kuragari. El anochecer que no se va.

    Le susurraba al oído cada noche, llenando su mente de tanta maldad que habría preferido estar muerto.
    Manipulaba sus pensamientos, convenciéndolo de buscar placer en el dolor ajeno, en el sufrimiento de aquellos que tanto daño le habían hecho.
    Lo seducía con caricias envueltas en un fingido cariño, con promesas de amor y una paz que jamás llegaría.

    Kuragari había tomado su propia forma, construyendo una especie de alma nacida del miedo y el silencio del noble zorro.
    Todo lo que Kazuo había callado y encerrado en lo más profundo de su ser, había despertado con voz propia.

    -Nadie te ama. Solo yo te entiendo, mi Kazuo.Déjame enseñarte lo que es ser amado.- Le decía Kuragari en las noches más frías y solitarias.

    Se pegaba a su espalda, con su pecho desnudo, helado y sin vida.
    Sus manos, huesudas, acariciaban su torso, haciendo estremecer al kitsune, haciéndole creer, aunque fuera por un instante, que podía ser amado.

    Cada palabra era pronunciada en un ronroneo pegado a su oído, provocando un escalofrío que le recorría la columna.
    Su lengua bífida deslizándose por el lateral de su cuello hasta alcanzar el lóbulo de su oreja, que mordía con suavidad, de forma seductora, en un intento desesperado por arrastrarlo a una oscuridad sin fin.

    Kazuo suspiraba, dejándose llevar por breves momentos por aquel placer tan fácil… tan inmediato… que casi lograba convencerlo de rendirse.

    -Déjame…- Decía el zorro de forma entrecortada.

    -No te puedo dejar, al igual que tú no puedes dejarme a mí. Soy parte de tu todo, sin mi solo eres alguien incompleto.- Decía mientras una de sus manos se colaba desde su espalda hasta el vientre del zorro.

    Kuragari pasaba sus dedos por todo el abdomen de Yōkai, dejando que sus largas uñas dejasen un recorrido de marcas rojizas. A Kazuo le costaba respirar, como si su simple toque provocase que el aire escapase de sus pulmones.

    No era amor, ni nada que se le pareciera. Era un deseo vacío, uno que Kuragari intentaba despertar. Su mano descendió aún más, llegando a su bajo vientre, hasta quedar a escasos sentimientos de la virilidad del zorro.

    Fue entonces que Kazuo reaccionó. Se volteó, llevando su mano en puño hacia atrás, creando un arco para asestar un golpe certero. En ese momento Kuragari se volvió humo, desapareciendo, dejando una risa maliciosa suspendida en el aire.

    Los rayos del sol comenzaron a filtrarse a través de la ventana de una choza abandonada, que estaba usando como refugio provisional. Estos anunciaban el fin de la oscuridad. Al menos, hasta que la noche volviera a caer, Kuragari se mantendría lejos.

    En aquel entonces, Kazuo era aún joven.
    Apenas había cumplido los doscientos años.
    Un yōkai inexperto.
    Un zorro marcado por un siglo de amargura inconsolable.

    La muerte de quienes había considerado su familia lo dejó anclado en un ciclo perpetuo de tristeza y deseo de venganza.

    Y así nació Kuragari:

    Un ente vengativo y lleno de dolor.
    Una sombra con voz, intentando arrastrar a su creador al mismo abismo del que surgió.

    Pero Kazuo fue más fuerte;
    Recordó la bondad de sus padres, la inocencia de sus hermanos, y el amor verdadero.Un amor que Kuragari no podía ofrecer de forma genuina.

    Entonces comprendió que ese ser nacido de su sufrimiento debía ser detenido.Pero destruirlo no era una opción.Compartían alma.Y si Kuragari era destruido, parte del alma de Kazuo moriría con él, dejándolo incompleto. Una criatura fragmentada vagando por la tierra.

    Lo único que podía hacer con el poder que tenía entonces fue sellarlo.

    “Para siempre.”

    O al menos… eso pensó.






    Recuerdos de un zorro Kuragari: La oscuridad creciente (Parte 1) //Estas son crónicas del pasado de Kazuo. Ocurrieron alrededor de mil años atrás.// “No quiero herir con lo que siento. No quiero herirme con lo que muestro.” No siempre hubo luz en aquellos ojos de un azul tan puro y etéreo. Hubo un tiempo en el que su brillo fue devorado por su propia alma. “Demasiado dolor para una sola alma que calla. Araña las paredes de mi mente. Me siento exhausto.” No lo vio venir. Su cuerpo se había convertido en un recipiente lleno de odio, amargura, tristeza… y un deseo de venganza insaciable. Los hombres le habían causado demasiado dolor. Nada bueno le fue concedido por ellos. Y su madre, su diosa, en aquel entonces parecía mirar hacia otro lado. “Una forma retorcida de castigarme por aquello que pienso y callo”, pensó. Aquella vorágine de sentimientos comenzó a tomar forma. Era como si su alma se hubiera dividido en dos. Por un lado, la bondad y la pureza que luchaban por no ser consumidas. Por el otro… Él. Lucía como Kazuo, pero al mismo tiempo era algo completamente distinto. Su cuerpo era más delgado, con las mejillas hundidas, como si algo le devorase por dentro. Su belleza estaba distorsionada, como una burda copia mal interpretada. Su piel, tan blanca, dejaba ver unas venas del color de la noche, que serpenteaban bajo la superficie. Y sus ojos… negros; Tan oscuros que parecía que se habían tragado todo atisbo de luz; unos ojos capaces de arrebatarte lo poco que te quedase de cordura. Todo lo malo y oscuro que Kazuo albergaba en su corazón había tomado forma hecha carne. Sus miedos. Su ira. Sus deseos más viscerales. Su sed de sangre. Kuragari. El anochecer que no se va. Le susurraba al oído cada noche, llenando su mente de tanta maldad que habría preferido estar muerto. Manipulaba sus pensamientos, convenciéndolo de buscar placer en el dolor ajeno, en el sufrimiento de aquellos que tanto daño le habían hecho. Lo seducía con caricias envueltas en un fingido cariño, con promesas de amor y una paz que jamás llegaría. Kuragari había tomado su propia forma, construyendo una especie de alma nacida del miedo y el silencio del noble zorro. Todo lo que Kazuo había callado y encerrado en lo más profundo de su ser, había despertado con voz propia. -Nadie te ama. Solo yo te entiendo, mi Kazuo.Déjame enseñarte lo que es ser amado.- Le decía Kuragari en las noches más frías y solitarias. Se pegaba a su espalda, con su pecho desnudo, helado y sin vida. Sus manos, huesudas, acariciaban su torso, haciendo estremecer al kitsune, haciéndole creer, aunque fuera por un instante, que podía ser amado. Cada palabra era pronunciada en un ronroneo pegado a su oído, provocando un escalofrío que le recorría la columna. Su lengua bífida deslizándose por el lateral de su cuello hasta alcanzar el lóbulo de su oreja, que mordía con suavidad, de forma seductora, en un intento desesperado por arrastrarlo a una oscuridad sin fin. Kazuo suspiraba, dejándose llevar por breves momentos por aquel placer tan fácil… tan inmediato… que casi lograba convencerlo de rendirse. -Déjame…- Decía el zorro de forma entrecortada. -No te puedo dejar, al igual que tú no puedes dejarme a mí. Soy parte de tu todo, sin mi solo eres alguien incompleto.- Decía mientras una de sus manos se colaba desde su espalda hasta el vientre del zorro. Kuragari pasaba sus dedos por todo el abdomen de Yōkai, dejando que sus largas uñas dejasen un recorrido de marcas rojizas. A Kazuo le costaba respirar, como si su simple toque provocase que el aire escapase de sus pulmones. No era amor, ni nada que se le pareciera. Era un deseo vacío, uno que Kuragari intentaba despertar. Su mano descendió aún más, llegando a su bajo vientre, hasta quedar a escasos sentimientos de la virilidad del zorro. Fue entonces que Kazuo reaccionó. Se volteó, llevando su mano en puño hacia atrás, creando un arco para asestar un golpe certero. En ese momento Kuragari se volvió humo, desapareciendo, dejando una risa maliciosa suspendida en el aire. Los rayos del sol comenzaron a filtrarse a través de la ventana de una choza abandonada, que estaba usando como refugio provisional. Estos anunciaban el fin de la oscuridad. Al menos, hasta que la noche volviera a caer, Kuragari se mantendría lejos. En aquel entonces, Kazuo era aún joven. Apenas había cumplido los doscientos años. Un yōkai inexperto. Un zorro marcado por un siglo de amargura inconsolable. La muerte de quienes había considerado su familia lo dejó anclado en un ciclo perpetuo de tristeza y deseo de venganza. Y así nació Kuragari: Un ente vengativo y lleno de dolor. Una sombra con voz, intentando arrastrar a su creador al mismo abismo del que surgió. Pero Kazuo fue más fuerte; Recordó la bondad de sus padres, la inocencia de sus hermanos, y el amor verdadero.Un amor que Kuragari no podía ofrecer de forma genuina. Entonces comprendió que ese ser nacido de su sufrimiento debía ser detenido.Pero destruirlo no era una opción.Compartían alma.Y si Kuragari era destruido, parte del alma de Kazuo moriría con él, dejándolo incompleto. Una criatura fragmentada vagando por la tierra. Lo único que podía hacer con el poder que tenía entonces fue sellarlo. “Para siempre.” O al menos… eso pensó.
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  • Aprovecha un momento para tomar asiento en una tienda abandonada de muebles y sentir la comodidad de esos productos, sin embargo, se rompe ante el peso del Warframe y su forma que dificulta el uso de esa clase de asientos acolchonados.

    - Groar!

    Al menos los probo, se pone de pie nuevamente para hacia el siguiente sillón.
    Aprovecha un momento para tomar asiento en una tienda abandonada de muebles y sentir la comodidad de esos productos, sin embargo, se rompe ante el peso del Warframe y su forma que dificulta el uso de esa clase de asientos acolchonados. - Groar! Al menos los probo, se pone de pie nuevamente para hacia el siguiente sillón.
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  • 𝗝𝗨𝗘𝗭 𝗦𝗨𝗣𝗥𝗘𝗠𝗢
    ╾ 𝘛𝘳𝘪𝘣𝘶𝘯𝘢𝘭 𝘥𝘦 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘢 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘢𝘯𝘤𝘪𝘢
    • 𝗦𝘂𝗺𝗶𝗻𝗶𝘀𝘁𝗿𝗼𝘀

    ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ - 𝓞𝓷𝓮𝓓𝓪𝔂 -


    El almacén de suministros ya empezaba a agotarse, ellos tendían a abastecerse de las demás bases, pero las demás bases también estaban llegando a su límite. Algunos oficiales y demás figuras de autoridad visitaban el centro de las ciudades abandonadas para encontrar cualquier medio que les ayudara a sobrevivir, pero habían recibido informes de sus investigadores que la mayoría de ciudades habían sido tomadas por éstas criaturas abismales.

    Habían desarrollado la inteligencia de un humano.

    No importaba, Lu Feng arriesgaba su vida muchas veces y esa no sería la excepción, después de todo alguien tenía que dar el ejemplo de fuerza así su cuerpo ya no resistiera, su voluntad tenía que ser más fuerte.
    𝗝𝗨𝗘𝗭 𝗦𝗨𝗣𝗥𝗘𝗠𝗢 ╾ 𝘛𝘳𝘪𝘣𝘶𝘯𝘢𝘭 𝘥𝘦 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘢 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘢𝘯𝘤𝘪𝘢 • 𝗦𝘂𝗺𝗶𝗻𝗶𝘀𝘁𝗿𝗼𝘀 ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ ‎ - 𝓞𝓷𝓮𝓓𝓪𝔂 - El almacén de suministros ya empezaba a agotarse, ellos tendían a abastecerse de las demás bases, pero las demás bases también estaban llegando a su límite. Algunos oficiales y demás figuras de autoridad visitaban el centro de las ciudades abandonadas para encontrar cualquier medio que les ayudara a sobrevivir, pero habían recibido informes de sus investigadores que la mayoría de ciudades habían sido tomadas por éstas criaturas abismales. Habían desarrollado la inteligencia de un humano. No importaba, Lu Feng arriesgaba su vida muchas veces y esa no sería la excepción, después de todo alguien tenía que dar el ejemplo de fuerza así su cuerpo ya no resistiera, su voluntad tenía que ser más fuerte.
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  • Relatos de un monstruo
    Fandom OC
    Categoría Drama
    La iglesia estaba abandonada. Cristales rotos cuelgan de los vitrales como cuchillas oxidadas, temblando con el viento como si aún quisieran cortar algo más que el silencio. El aire está cargado de incienso antiguo y un tufo leve, metálico, que se aferra al paladar como una advertencia. Ella está allí.

    De rodillas, justo bajo lo que queda del altar, como si rezara a algo que ya no escucha. El abrigo de cuero negro cae como una segunda piel, pesado y oscuro, empapado por la lluvia. El cabello, lacio y mojado, gotea como tinta negra sobre el mármol agrietado. A su alrededor, un círculo de velas encendidas. Llama roja. Cera espesa. Un silencio que parece observar.

    Lyra puede oír tus pasos acercándose. Es entonces cuando habla, y su voz es un hilo áspero y seco, como una hoja rasgando papel viejo.

    —No he venido a alimentarme. No esta noche...- Sus dedos, manchados de algo oscuro y seco, acarician el mármol roto donde una cruz alguna vez sostuvo fe. Ahora, solo es polvo y memoria —Antes de que esta noche muera... necesito que me escuches. No como cazador, ni como juez. Sino como lo que fuiste antes de todo esto...humano- Entonces gira el rostro. Lento. Preciso.
    Y cuando sus ojos por fin se encuentran, puedes sentir cómo algo dentro de ti se retuerce. Sus ojos azules grisáceos, no tienen fondo. Ni reflejo. Pero hay algo allí. Un destello mínimo. ¿Culpa?... o hambre contenida por una hebra delgada de voluntad.

    —Quiero que sepas quién era… antes de esto. Antes del monstruo. Y cuando termine… decidirás- Sus colmillos apenas se asoman, como una amenaza muda. Sangra. Una gota oscura, espesa, cae al suelo entre la distancia que los separa a ambos.
    La iglesia estaba abandonada. Cristales rotos cuelgan de los vitrales como cuchillas oxidadas, temblando con el viento como si aún quisieran cortar algo más que el silencio. El aire está cargado de incienso antiguo y un tufo leve, metálico, que se aferra al paladar como una advertencia. Ella está allí. De rodillas, justo bajo lo que queda del altar, como si rezara a algo que ya no escucha. El abrigo de cuero negro cae como una segunda piel, pesado y oscuro, empapado por la lluvia. El cabello, lacio y mojado, gotea como tinta negra sobre el mármol agrietado. A su alrededor, un círculo de velas encendidas. Llama roja. Cera espesa. Un silencio que parece observar. Lyra puede oír tus pasos acercándose. Es entonces cuando habla, y su voz es un hilo áspero y seco, como una hoja rasgando papel viejo. —No he venido a alimentarme. No esta noche...- Sus dedos, manchados de algo oscuro y seco, acarician el mármol roto donde una cruz alguna vez sostuvo fe. Ahora, solo es polvo y memoria —Antes de que esta noche muera... necesito que me escuches. No como cazador, ni como juez. Sino como lo que fuiste antes de todo esto...humano- Entonces gira el rostro. Lento. Preciso. Y cuando sus ojos por fin se encuentran, puedes sentir cómo algo dentro de ti se retuerce. Sus ojos azules grisáceos, no tienen fondo. Ni reflejo. Pero hay algo allí. Un destello mínimo. ¿Culpa?... o hambre contenida por una hebra delgada de voluntad. —Quiero que sepas quién era… antes de esto. Antes del monstruo. Y cuando termine… decidirás- Sus colmillos apenas se asoman, como una amenaza muda. Sangra. Una gota oscura, espesa, cae al suelo entre la distancia que los separa a ambos.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
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