ㅤ──¿Qué?── No tuvo reacción, cuando la tuvo, estaba siendo quemado vivo por aquella maldición. "¿Y los demás?", se preguntó mientras caminaba, con la mitad de su cuerpo quemado y el dolor arrasando con sus demás sentidos.
Con su mano más sana, sostuvo su arma, estaba cansado. Definitivamente iba a pedir unas vacaciones merecidas en cuanto todo termine.
ㅤ──Con que estabas ahí, Mahito.
Alzó la cabeza, sabía que contra aquella maldición no tenía oportunidad en ese estado deplorable; y aún así, no podía rendirse a morir. Su poder maldito estaba disminuyendo. "Tal vez sí... Un último intento". Su arma se descubrió de las vendas, como pudo, y con un balance torpe se colocó en guardia; respiró, y concentrado se preparó.
ㅤ──Adelante, ¿¡qué esperas!?
Un grito en forma de pregunta fue el comienzo de una batalla, o, mejor dicho, una masacre. Los golpes de Mahito le tenían volando de aquí para allá, y aunque se defendía el daño era irreversible. "Me queda poco poder maldito, sólo tendré una oportunidad". Su plan se estaba gestando lentamente, necesitaba ganar tiempo.
Corrió por los pasillos de la estación como pudo, esquivando a duras penas los ataques ajenos. También, esquivando los cientos de humanos modificados que el peliazul había creado. Finalmente consiguió un escondite, no duraría mucho tiempo pero bastaría con lo que estaba planeando. Pasaron los minutos, debía hacerlo.
ㅤ──¡MAHITO!
Gritó a la deriva, saliendo de su escondite. En frente suyo, varios humanos modificados y al final de la fila, Mahito, esperándole pacientemente. "Es mi momento, acabaré con esto". Los humanos modificados se lanzaron a por él, y pronto, lanzó su arma a volar, avanzando entre los humanos entre golpes y patadas, sabiendo que su arma maldita también golpeaba todo lo que encontraba. Pronto se encontró en desventaja, pero no le importó; todo estaba planeado. Carteles cayeron y separaron a los humanos modificados de él, ganando una ventaja que aprovechó. Otra vez escondido, Mahito le buscaba como un gato a un ratón, y él no iba a rendirse. Los carteles comenzaron a caer uno por uno, no había desperdiciado esos minutos corriendo.
ㅤ──Es ahora──, corrió por los alrededores, sabiendo que Mahito no dudaría en acecharlo ──¡MAHITO!
De un momento a otro, estaba detrás de Mahito, su arma no estaba en su mano; y en cambio, una luz de energía maldita rodeaba su mano y brazo. El arma había volado y clavado en el hombro de Mahito, sin dejarle tiempo a pensar esa bola de energía de estampó en el pecho del peliazul.
ㅤ──¡DESTELLO BLANCO!
Aquella nueva técnica creada dio de lleno en el pecho ajeno; mandándole a volar lejos. "¿Lo logré?", se preguntó, con la cabeza gacha y la fatiga recorriendo su cuerpo. Tenía sueño, sentía que podía dormir allí en cualquier momento. "No, no lo logré", escuchó las risas y los elogios de Mahito a lo lejos, asegurando que había dañado su alma con aquel golpe. "Lo siento, Haibara", no le importaba nada en aquel momento, cayó de rodillas, su mente no paraba de reproducir la imagen de su mejor amigo sonriendo. "Supongo que te veo del otro lado, querido amigo", fue su último pensamiento. Sonriendo como pudo, se levantó, mirando a Mahito, ya no tenía oportunidad.
Con su mano más sana, sostuvo su arma, estaba cansado. Definitivamente iba a pedir unas vacaciones merecidas en cuanto todo termine.
ㅤ──Con que estabas ahí, Mahito.
Alzó la cabeza, sabía que contra aquella maldición no tenía oportunidad en ese estado deplorable; y aún así, no podía rendirse a morir. Su poder maldito estaba disminuyendo. "Tal vez sí... Un último intento". Su arma se descubrió de las vendas, como pudo, y con un balance torpe se colocó en guardia; respiró, y concentrado se preparó.
ㅤ──Adelante, ¿¡qué esperas!?
Un grito en forma de pregunta fue el comienzo de una batalla, o, mejor dicho, una masacre. Los golpes de Mahito le tenían volando de aquí para allá, y aunque se defendía el daño era irreversible. "Me queda poco poder maldito, sólo tendré una oportunidad". Su plan se estaba gestando lentamente, necesitaba ganar tiempo.
Corrió por los pasillos de la estación como pudo, esquivando a duras penas los ataques ajenos. También, esquivando los cientos de humanos modificados que el peliazul había creado. Finalmente consiguió un escondite, no duraría mucho tiempo pero bastaría con lo que estaba planeando. Pasaron los minutos, debía hacerlo.
ㅤ──¡MAHITO!
Gritó a la deriva, saliendo de su escondite. En frente suyo, varios humanos modificados y al final de la fila, Mahito, esperándole pacientemente. "Es mi momento, acabaré con esto". Los humanos modificados se lanzaron a por él, y pronto, lanzó su arma a volar, avanzando entre los humanos entre golpes y patadas, sabiendo que su arma maldita también golpeaba todo lo que encontraba. Pronto se encontró en desventaja, pero no le importó; todo estaba planeado. Carteles cayeron y separaron a los humanos modificados de él, ganando una ventaja que aprovechó. Otra vez escondido, Mahito le buscaba como un gato a un ratón, y él no iba a rendirse. Los carteles comenzaron a caer uno por uno, no había desperdiciado esos minutos corriendo.
ㅤ──Es ahora──, corrió por los alrededores, sabiendo que Mahito no dudaría en acecharlo ──¡MAHITO!
De un momento a otro, estaba detrás de Mahito, su arma no estaba en su mano; y en cambio, una luz de energía maldita rodeaba su mano y brazo. El arma había volado y clavado en el hombro de Mahito, sin dejarle tiempo a pensar esa bola de energía de estampó en el pecho del peliazul.
ㅤ──¡DESTELLO BLANCO!
Aquella nueva técnica creada dio de lleno en el pecho ajeno; mandándole a volar lejos. "¿Lo logré?", se preguntó, con la cabeza gacha y la fatiga recorriendo su cuerpo. Tenía sueño, sentía que podía dormir allí en cualquier momento. "No, no lo logré", escuchó las risas y los elogios de Mahito a lo lejos, asegurando que había dañado su alma con aquel golpe. "Lo siento, Haibara", no le importaba nada en aquel momento, cayó de rodillas, su mente no paraba de reproducir la imagen de su mejor amigo sonriendo. "Supongo que te veo del otro lado, querido amigo", fue su último pensamiento. Sonriendo como pudo, se levantó, mirando a Mahito, ya no tenía oportunidad.
ㅤ──¿Qué?── No tuvo reacción, cuando la tuvo, estaba siendo quemado vivo por aquella maldición. "¿Y los demás?", se preguntó mientras caminaba, con la mitad de su cuerpo quemado y el dolor arrasando con sus demás sentidos.
Con su mano más sana, sostuvo su arma, estaba cansado. Definitivamente iba a pedir unas vacaciones merecidas en cuanto todo termine.
ㅤ──Con que estabas ahí, Mahito.
Alzó la cabeza, sabía que contra aquella maldición no tenía oportunidad en ese estado deplorable; y aún así, no podía rendirse a morir. Su poder maldito estaba disminuyendo. "Tal vez sí... Un último intento". Su arma se descubrió de las vendas, como pudo, y con un balance torpe se colocó en guardia; respiró, y concentrado se preparó.
ㅤ──Adelante, ¿¡qué esperas!?
Un grito en forma de pregunta fue el comienzo de una batalla, o, mejor dicho, una masacre. Los golpes de Mahito le tenían volando de aquí para allá, y aunque se defendía el daño era irreversible. "Me queda poco poder maldito, sólo tendré una oportunidad". Su plan se estaba gestando lentamente, necesitaba ganar tiempo.
Corrió por los pasillos de la estación como pudo, esquivando a duras penas los ataques ajenos. También, esquivando los cientos de humanos modificados que el peliazul había creado. Finalmente consiguió un escondite, no duraría mucho tiempo pero bastaría con lo que estaba planeando. Pasaron los minutos, debía hacerlo.
ㅤ──¡MAHITO!
Gritó a la deriva, saliendo de su escondite. En frente suyo, varios humanos modificados y al final de la fila, Mahito, esperándole pacientemente. "Es mi momento, acabaré con esto". Los humanos modificados se lanzaron a por él, y pronto, lanzó su arma a volar, avanzando entre los humanos entre golpes y patadas, sabiendo que su arma maldita también golpeaba todo lo que encontraba. Pronto se encontró en desventaja, pero no le importó; todo estaba planeado. Carteles cayeron y separaron a los humanos modificados de él, ganando una ventaja que aprovechó. Otra vez escondido, Mahito le buscaba como un gato a un ratón, y él no iba a rendirse. Los carteles comenzaron a caer uno por uno, no había desperdiciado esos minutos corriendo.
ㅤ──Es ahora──, corrió por los alrededores, sabiendo que Mahito no dudaría en acecharlo ──¡MAHITO!
De un momento a otro, estaba detrás de Mahito, su arma no estaba en su mano; y en cambio, una luz de energía maldita rodeaba su mano y brazo. El arma había volado y clavado en el hombro de Mahito, sin dejarle tiempo a pensar esa bola de energía de estampó en el pecho del peliazul.
ㅤ──¡DESTELLO BLANCO!
Aquella nueva técnica creada dio de lleno en el pecho ajeno; mandándole a volar lejos. "¿Lo logré?", se preguntó, con la cabeza gacha y la fatiga recorriendo su cuerpo. Tenía sueño, sentía que podía dormir allí en cualquier momento. "No, no lo logré", escuchó las risas y los elogios de Mahito a lo lejos, asegurando que había dañado su alma con aquel golpe. "Lo siento, Haibara", no le importaba nada en aquel momento, cayó de rodillas, su mente no paraba de reproducir la imagen de su mejor amigo sonriendo. "Supongo que te veo del otro lado, querido amigo", fue su último pensamiento. Sonriendo como pudo, se levantó, mirando a Mahito, ya no tenía oportunidad.

