• ɪ ᴛʜᴏᴜɢʜᴛ ɪᴛ ᴡᴀs ᴊᴜsᴛ ᴀ ɴɪɢʜᴛᴍᴀʀᴇ.
    Fandom The walking dead
    Categoría Acción
    Le cayo una gota en la frente, luego una segunda, hasta que la tercera consiguio despertarlo. Abrió los ojos despacio, tratando de encontrar el lugar del que provenían.

    Caían desde el aire acondicionado en el marco en la ventana, parecía estar averiado; no emitía sonido, tampoco tenía algun número para indicar la temperatura o una luz al costado de la pantalla led. Estaba apagado y perdía agua de la manguera que iba al exterior, solo esperaba que no quisieran hacerle pagar por ese desperfecto.

    Aparto las sábanas y entrecerro los párpados al recibir de lleno la luz solar en la cara.

    ──Solo fue una pesadilla, que alivio ── Murmuro refiriendose lo ocurrido hace minutos, estaba confundiendo su muerte con un sueño pero no tenía idea de eso.

    Se sentó en el colchón. Se rasco los ojos para espabilarse y le echo un vistazo a la habitación. No estaba en el bunker, estaba en una habitación de motel normal; de los más baratos, con dos camas individuales y con un bolso que descansaba sobre la segunda cama vacía.

    Lo último que recordaba, quitando los sucesos de lo que creía había sido un mal sueño, era que iba cazar vampiros junto a Sam pero no había rastro de su hermano por ahí.

    No le dio demasiada importancia, penso que el menor de los Winchester había cambiado de opinión por alguna razón y que se había quedado en el Bunker. Después de todo, ambos estaban preparados para eliminar cualquier criatura y a juzgar por el reloj en la pared, faltaba poco para el mediodía; exterminar un nido de vampiros en ese horario era pan comido, estaría de vuelta en menos de una hora.

    Se ducho y cambio en tiempo record. En menos de veinte minutos estaba en el estacionamiento del motel buscando su auto pero el impala no estaba por ninguna parte. Sintió una punzada en el pecho, no era para menos, su bebé había desaparecido un infarto era lo mínimo que podía sentir.

    Corrió hacia la recepción del motel con arma en mano y comenzó a tocar desesperadamente el timbre en el recibidor pero nadie acudio a su llamado.

    ──¿Hola? ¡Necesito ver las cámaras del estacionamiento, robaron mi coche! ── insistió, pero la repuesta fue la misma.

    Regreso a la calle, dispuesto a recorrer manzanas enteras a pie con la esperanza de encontrar el impala estacionado por algún lugar y darle su merecido a quien se le ocurrio la brillante idea de llevárselo. Caminaba con prisa, sumergido en sus propios pensamientos que no se percato que no había nadie más en la calle, estaba completamente vacía.

    A un par de metros diviso una patrulla de policía, corrio hacia ella y se detuvo del lado del acompañante, tenía la ventanilla entre abierta. En el interior encontro a un oficial con la cabeza apoyada sobre el volante y con el cinturón de seguridad puesto.

    ──¡Oiga oficial. Lamento interrumpir su siesta pero necesito que-... ── Mientras hablaba, abrió la puerta con la intención de subirse para que juntos rastillaran la zona pero tan rápido como la abrió tuvo que cerrarla de golpe. El conductor profirió un alarido espantoso que no se parecía a nada que hubiese oído antes y comenzó a retorcerse en su asiento, prisionero de un cinturón de seguridad que no intento quitarse como si hubiese olvidado como hacerlo.

    El hombre tenía el rostro hinchado y la piel rosada, probablemente por estar tanto tiempo debajo del sol dentro del coche pero lo que más le sorprendio fue la forma en la que chasqueaba los dientes, lo hacía con tanta fuerza que parece imitar el sonido de cáscaras de nueces abriendose.

    Por un momento, hicieron contacto visual. Los ojos verdes se encontraron con un par de ojos blancos que carecían de vida, lo primero que cruzo por su mente fue que estaba frente a una 𝗦𝗵𝘁𝗿𝗶𝗴𝗮. Retrocedio de un salto maldiciendo su suerte, comenzó a buscar en su bolso una cuchilla de hierro consagrado aunque dudaba de la efectividad porque la criatura no estaba alimentandose, y ese momento de vulnerabilidad era el único en el que tenia oportunidad de matarla.

    Sabiendo eso, quiso de intentarlo de todos modos. Abrió la puerta una vez más, pero antes de que pudiera acercarse a lo que creía era una criatura sobrenatural, alguien lo sujeto del brazo. Dean se soltó del agarre con un movimiento brusco y cuando se giro para hacer frente a quien lo había sujetado, se encontro con otra de esas cosas que se avalanzo sobre él; el cazador se defendió dándole un puñetazo en el rostro y enviandolo al suelo de inmediato.

    No supo porqué levanto la mirada en lugar de terminar de darle una paliza al que estaba en el suelo, pero agradecio haberlo hecho. Más de esas cosas se acercaban, arrastrando los pies y con los brazos extendidos. No eran dos o tres más, eran seis sin contar el que estaba dentro de la patrulla ni el que estaba en el suelo y que ahora lo sujetaba por el talón.

    ──No me toques, Freddy Krueger ── lo aparto de una patada en la cabeza y sin saber que más hacer, desenfundo su arma y comenzó a disparar. Primero le dio al que estaba en el suelo, luego al oficial dentro de la patrulla hasta que vacío el cargador con los que estaban acercándose, pero al no darles en la cabeza, volvieron a ponerse de pie y trataron de acercarse de nuevo.

    El sonido atrajo a más, salían de todas partes. Variaban en tamaño y en edades pero todos se veían igual, como salidos del videoclip de la canción thriller.

    Se abrió paso empujandolos, repartiendo puñetazos a diestra y siniestra hasta que se percato de que lo superaban en número. Comenzó a correr sin rumbo fijo, unicamente con la idea de alejarse de esas cosas y llamar a Sam para pedir refuerzos.

    En el camino se rompió la correa del bolso con sus cosas, tuvo que dejarlo atrás. Dobló a la izquierda al ver de frente otro grupo de muertos vivientes y no le dejaron más opción que meterse por el primer hueco que encontró: un callejón sin salida. A mitad del callejón se dio cuenta que el alambre que le cerraba el paso era más alto de lo que había pensado y que además, habían más zombies esperándolo del otro lado.

    Frenó en seco y giro sobre los talones para regresar pero ya era tarde, lo tenían acorralado. Atino a subirse sobre un contenedor de basura y comenzo a brincar en el para alcanzar la escalera de incendios de uno de los apartamentos, apenas rozaba el hierro del último escalón con las yemas de los dedos pero no conseguía alcanzarlo, lo único que estaba haciendo era más y más ruido.

    𝒎𝙖𝒈𝙜𝒊𝙚 𝙧𝒉𝙚𝒆
    Le cayo una gota en la frente, luego una segunda, hasta que la tercera consiguio despertarlo. Abrió los ojos despacio, tratando de encontrar el lugar del que provenían. Caían desde el aire acondicionado en el marco en la ventana, parecía estar averiado; no emitía sonido, tampoco tenía algun número para indicar la temperatura o una luz al costado de la pantalla led. Estaba apagado y perdía agua de la manguera que iba al exterior, solo esperaba que no quisieran hacerle pagar por ese desperfecto. Aparto las sábanas y entrecerro los párpados al recibir de lleno la luz solar en la cara. ──Solo fue una pesadilla, que alivio ── Murmuro refiriendose lo ocurrido hace minutos, estaba confundiendo su muerte con un sueño pero no tenía idea de eso. Se sentó en el colchón. Se rasco los ojos para espabilarse y le echo un vistazo a la habitación. No estaba en el bunker, estaba en una habitación de motel normal; de los más baratos, con dos camas individuales y con un bolso que descansaba sobre la segunda cama vacía. Lo último que recordaba, quitando los sucesos de lo que creía había sido un mal sueño, era que iba cazar vampiros junto a Sam pero no había rastro de su hermano por ahí. No le dio demasiada importancia, penso que el menor de los Winchester había cambiado de opinión por alguna razón y que se había quedado en el Bunker. Después de todo, ambos estaban preparados para eliminar cualquier criatura y a juzgar por el reloj en la pared, faltaba poco para el mediodía; exterminar un nido de vampiros en ese horario era pan comido, estaría de vuelta en menos de una hora. Se ducho y cambio en tiempo record. En menos de veinte minutos estaba en el estacionamiento del motel buscando su auto pero el impala no estaba por ninguna parte. Sintió una punzada en el pecho, no era para menos, su bebé había desaparecido un infarto era lo mínimo que podía sentir. Corrió hacia la recepción del motel con arma en mano y comenzó a tocar desesperadamente el timbre en el recibidor pero nadie acudio a su llamado. ──¿Hola? ¡Necesito ver las cámaras del estacionamiento, robaron mi coche! ── insistió, pero la repuesta fue la misma. Regreso a la calle, dispuesto a recorrer manzanas enteras a pie con la esperanza de encontrar el impala estacionado por algún lugar y darle su merecido a quien se le ocurrio la brillante idea de llevárselo. Caminaba con prisa, sumergido en sus propios pensamientos que no se percato que no había nadie más en la calle, estaba completamente vacía. A un par de metros diviso una patrulla de policía, corrio hacia ella y se detuvo del lado del acompañante, tenía la ventanilla entre abierta. En el interior encontro a un oficial con la cabeza apoyada sobre el volante y con el cinturón de seguridad puesto. ──¡Oiga oficial. Lamento interrumpir su siesta pero necesito que-... ── Mientras hablaba, abrió la puerta con la intención de subirse para que juntos rastillaran la zona pero tan rápido como la abrió tuvo que cerrarla de golpe. El conductor profirió un alarido espantoso que no se parecía a nada que hubiese oído antes y comenzó a retorcerse en su asiento, prisionero de un cinturón de seguridad que no intento quitarse como si hubiese olvidado como hacerlo. El hombre tenía el rostro hinchado y la piel rosada, probablemente por estar tanto tiempo debajo del sol dentro del coche pero lo que más le sorprendio fue la forma en la que chasqueaba los dientes, lo hacía con tanta fuerza que parece imitar el sonido de cáscaras de nueces abriendose. Por un momento, hicieron contacto visual. Los ojos verdes se encontraron con un par de ojos blancos que carecían de vida, lo primero que cruzo por su mente fue que estaba frente a una 𝗦𝗵𝘁𝗿𝗶𝗴𝗮. Retrocedio de un salto maldiciendo su suerte, comenzó a buscar en su bolso una cuchilla de hierro consagrado aunque dudaba de la efectividad porque la criatura no estaba alimentandose, y ese momento de vulnerabilidad era el único en el que tenia oportunidad de matarla. Sabiendo eso, quiso de intentarlo de todos modos. Abrió la puerta una vez más, pero antes de que pudiera acercarse a lo que creía era una criatura sobrenatural, alguien lo sujeto del brazo. Dean se soltó del agarre con un movimiento brusco y cuando se giro para hacer frente a quien lo había sujetado, se encontro con otra de esas cosas que se avalanzo sobre él; el cazador se defendió dándole un puñetazo en el rostro y enviandolo al suelo de inmediato. No supo porqué levanto la mirada en lugar de terminar de darle una paliza al que estaba en el suelo, pero agradecio haberlo hecho. Más de esas cosas se acercaban, arrastrando los pies y con los brazos extendidos. No eran dos o tres más, eran seis sin contar el que estaba dentro de la patrulla ni el que estaba en el suelo y que ahora lo sujetaba por el talón. ──No me toques, Freddy Krueger ── lo aparto de una patada en la cabeza y sin saber que más hacer, desenfundo su arma y comenzó a disparar. Primero le dio al que estaba en el suelo, luego al oficial dentro de la patrulla hasta que vacío el cargador con los que estaban acercándose, pero al no darles en la cabeza, volvieron a ponerse de pie y trataron de acercarse de nuevo. El sonido atrajo a más, salían de todas partes. Variaban en tamaño y en edades pero todos se veían igual, como salidos del videoclip de la canción thriller. Se abrió paso empujandolos, repartiendo puñetazos a diestra y siniestra hasta que se percato de que lo superaban en número. Comenzó a correr sin rumbo fijo, unicamente con la idea de alejarse de esas cosas y llamar a Sam para pedir refuerzos. En el camino se rompió la correa del bolso con sus cosas, tuvo que dejarlo atrás. Dobló a la izquierda al ver de frente otro grupo de muertos vivientes y no le dejaron más opción que meterse por el primer hueco que encontró: un callejón sin salida. A mitad del callejón se dio cuenta que el alambre que le cerraba el paso era más alto de lo que había pensado y que además, habían más zombies esperándolo del otro lado. Frenó en seco y giro sobre los talones para regresar pero ya era tarde, lo tenían acorralado. Atino a subirse sobre un contenedor de basura y comenzo a brincar en el para alcanzar la escalera de incendios de uno de los apartamentos, apenas rozaba el hierro del último escalón con las yemas de los dedos pero no conseguía alcanzarlo, lo único que estaba haciendo era más y más ruido. [HILLT0PLEADER]
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  • ¿Cuánta esperanza puede guardar un alma herida?

    ​La decepción es la escarcha que congela el manantial, una grieta profunda que separa el "fue" del "será".

    La herida abierta está de la memoria que no sabe perdonar.
    ​La existencia teje el hilo lento de la vida...el Tiempo.
    ​El tiempo no es la cura que borra el tajo,
    Sino el orfebre paciente que lo ennoblece,
    Convierte la punzada en un rumor más bajo,
    Y el dolor agudo en sabiduría que crece.
    ​El tiempo es el silencio que amortigua el grito.
    ​El tiempo es el bálsamo que sella la fisura.
    ​El tiempo es la distancia que hace lo infinito
    El ayer que ya no quema, solo murmura.
    ​Y allí, en su suave fluir de arena fina,
    La esperanza se sienta con su cirio,
    No como un fuego fatuo, una ilusión divina,
    Sino como el cimiento que soporta el martirio.
    ​Es la certeza humilde de que todo pasa,
    Que el invierno, por más cruel que se demore,
    Lleva en sus venas la promesa de casa:
    La primavera nueva que siempre florece.
    ​El alma herida, anclada en el calendario,
    No espera el milagro que devuelva lo perdido,
    Sino la madurez de su propio santuario:
    El arte de vivir con lo que ha dolido.
    ¿Cuánta esperanza puede guardar un alma herida? ​La decepción es la escarcha que congela el manantial, una grieta profunda que separa el "fue" del "será". La herida abierta está de la memoria que no sabe perdonar. ​La existencia teje el hilo lento de la vida...el Tiempo. ​El tiempo no es la cura que borra el tajo, Sino el orfebre paciente que lo ennoblece, Convierte la punzada en un rumor más bajo, Y el dolor agudo en sabiduría que crece. ​El tiempo es el silencio que amortigua el grito. ​El tiempo es el bálsamo que sella la fisura. ​El tiempo es la distancia que hace lo infinito El ayer que ya no quema, solo murmura. ​Y allí, en su suave fluir de arena fina, La esperanza se sienta con su cirio, No como un fuego fatuo, una ilusión divina, Sino como el cimiento que soporta el martirio. ​Es la certeza humilde de que todo pasa, Que el invierno, por más cruel que se demore, Lleva en sus venas la promesa de casa: La primavera nueva que siempre florece. ​El alma herida, anclada en el calendario, No espera el milagro que devuelva lo perdido, Sino la madurez de su propio santuario: El arte de vivir con lo que ha dolido. ​
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  • El ataque llegó sin aviso alguno.

    Una lluvia de flechas descendió del cielo, forzando a Katarina a impulsarse hacia atrás justo cuando el suelo estalló a sus pies. Tres soldados cargaron contra ella sin darle respiro.

    Perfecto.

    La asesina sonrió, girando las dagas entre sus dedos con la elegancia de una bailarina que sabía exactamente cuándo cortar el ritmo… o una garganta.

    Un destello carmesí, un cuerpo cayendo. El segundo enemigo apenas logró levantar su escudo antes de que Katarina apareciera detrás de él, moviéndose con precisión mortal.

    Entonces lo sintió.

    Esa presencia desgarradora, salvaje, tan familiar como irritante.

    Kayn Luna Sangrienta .

    Apareció a su lado con fuerza brutal, arrasando la línea enemiga con una furia que contrastaba deliciosamente con su propio estilo afilado. Katarina no tuvo que mirarlo para saber que estaba disfrutando demasiado.

    - Llegas tarde. - soltó ella entre un giro y otro, cortando el tendón de un soldado que intentó sorprenderla por la espalda.

    No fue una queja. Fue una provocación disfrazada de burla.

    Respondieron atacándolos por ambos flancos. Ella rodó hacia delante, él hacia atrás; como si hubieran ensayado esa sinfonía de muerte cien veces.

    Cuando Katarina se levantó, un enemigo intentó abalanzarse sobre Kayn por la espalda. La pelirroja apareció como un latigazo, hundiendo una daga en su cuello antes de que pudiera acercarse.

    - Vaya, qué descuidado… -murmuró, inclinándose ligeramente hacia él sin dejar de pelear. - Empiezo a pensar que te distraigo demasiado en la batalla. -

    Un brillo travieso cruzó sus ojos mientras bloqueaba otra espada con la suya y contraatacaba sin esfuerzo.

    Las tropas restantes dudaron. No por miedo a morir… sino por el terror evidente de acercarse a una pareja que parecía disfrutar de la batalla tanto como del juego entre ellos.

    Katarina giró sobre un pie, cortando el aire y abriendo un camino directo entre los enemigos.

    - ¿Vienes o te quedas admirándome? - soltó con una sonrisa peligrosa.

    Y, sin esperar respuesta, se lanzó de nuevo hacia el corazón del combate, sabiendo que él estaría justo detrás, tan inevitable como la muerte misma.
    El ataque llegó sin aviso alguno. Una lluvia de flechas descendió del cielo, forzando a Katarina a impulsarse hacia atrás justo cuando el suelo estalló a sus pies. Tres soldados cargaron contra ella sin darle respiro. Perfecto. La asesina sonrió, girando las dagas entre sus dedos con la elegancia de una bailarina que sabía exactamente cuándo cortar el ritmo… o una garganta. Un destello carmesí, un cuerpo cayendo. El segundo enemigo apenas logró levantar su escudo antes de que Katarina apareciera detrás de él, moviéndose con precisión mortal. Entonces lo sintió. Esa presencia desgarradora, salvaje, tan familiar como irritante. [Kayn_blood_moon] . Apareció a su lado con fuerza brutal, arrasando la línea enemiga con una furia que contrastaba deliciosamente con su propio estilo afilado. Katarina no tuvo que mirarlo para saber que estaba disfrutando demasiado. - Llegas tarde. - soltó ella entre un giro y otro, cortando el tendón de un soldado que intentó sorprenderla por la espalda. No fue una queja. Fue una provocación disfrazada de burla. Respondieron atacándolos por ambos flancos. Ella rodó hacia delante, él hacia atrás; como si hubieran ensayado esa sinfonía de muerte cien veces. Cuando Katarina se levantó, un enemigo intentó abalanzarse sobre Kayn por la espalda. La pelirroja apareció como un latigazo, hundiendo una daga en su cuello antes de que pudiera acercarse. - Vaya, qué descuidado… -murmuró, inclinándose ligeramente hacia él sin dejar de pelear. - Empiezo a pensar que te distraigo demasiado en la batalla. - Un brillo travieso cruzó sus ojos mientras bloqueaba otra espada con la suya y contraatacaba sin esfuerzo. Las tropas restantes dudaron. No por miedo a morir… sino por el terror evidente de acercarse a una pareja que parecía disfrutar de la batalla tanto como del juego entre ellos. Katarina giró sobre un pie, cortando el aire y abriendo un camino directo entre los enemigos. - ¿Vienes o te quedas admirándome? - soltó con una sonrisa peligrosa. Y, sin esperar respuesta, se lanzó de nuevo hacia el corazón del combate, sabiendo que él estaría justo detrás, tan inevitable como la muerte misma.
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  • En el instante en que el mundo contiene su pulso frenético, cuando el último alarido aún serpentea por los muros húmedos, la cazadora alza su arma bajo la luna enferma, esa luna que no concede amparo, sino juicio.

    La sangre reciente, tibia como un juramento quebrado, desciende por el acero y salpica el empedrado.

    Los corredores de la ciudad exhalan vaharadas impuras y aun los cuerpos inmóviles parecen murmurar su desgracia.

    Entre cascotes y barro teñido,
    se estremece el velo que separa lo humano de lo indecible; un susurro antiguo, casi plegaria, se desliza en la penumbra:
    «Recuerda tu nombre… si aún te pertenece.»

    Pero la noche no entrega memoria; solo reclama.

    Erguida sobre la bestia vencida,
    con el último latido apagándose en su mano,
    la cazadora comprende su destino: no persigue horrores…se acerca a su estirpe.

    Porque el alba no pisa esas calles. Solo una cacería eterna, y el sueño corrompido que exige otra muerte para permitirle seguir viviendo.
    En el instante en que el mundo contiene su pulso frenético, cuando el último alarido aún serpentea por los muros húmedos, la cazadora alza su arma bajo la luna enferma, esa luna que no concede amparo, sino juicio. La sangre reciente, tibia como un juramento quebrado, desciende por el acero y salpica el empedrado. Los corredores de la ciudad exhalan vaharadas impuras y aun los cuerpos inmóviles parecen murmurar su desgracia. Entre cascotes y barro teñido, se estremece el velo que separa lo humano de lo indecible; un susurro antiguo, casi plegaria, se desliza en la penumbra: «Recuerda tu nombre… si aún te pertenece.» Pero la noche no entrega memoria; solo reclama. Erguida sobre la bestia vencida, con el último latido apagándose en su mano, la cazadora comprende su destino: no persigue horrores…se acerca a su estirpe. Porque el alba no pisa esas calles. Solo una cacería eterna, y el sueño corrompido que exige otra muerte para permitirle seguir viviendo.
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  • El oleaje rompía suavemente contra la orilla cuando Nyssara inclinó su cuerpo hacia adelante, apoyando la frente sobre el cuello cálido del caballo. El animal respiró hondo, como si entendiera ese gesto silencioso, y bajó ligeramente la cabeza, dejando que la brisa marina acariciara sus crines oscuras.

    La castaña cerró los ojos un instante. El viento salado le enredaba el cabello, pegándolo a su rostro y a sus brazos, pero ella no se movía. Solo escuchaba el ritmo tranquilo del mar y el respirar pausado de su compañero.

    - Gracias por traerme hasta aquí…-murmuró, su corazón latía fuerte.

    El caballo resopló, como si respondiera, y ella sonrió antes de levantar un poco la mirada hacia el horizonte. La tarde avanzaba lenta, bañando la playa con un tono plateado que parecía detener el tiempo. La vista era espectacular y al parecer era la única como testigo, junto a Chispita.

    Soundtrack: https://www.youtube.com/watch?v=tFl5qvyUrRs&list=RDtFl5qvyUrRs&start_radio=1
    El oleaje rompía suavemente contra la orilla cuando Nyssara inclinó su cuerpo hacia adelante, apoyando la frente sobre el cuello cálido del caballo. El animal respiró hondo, como si entendiera ese gesto silencioso, y bajó ligeramente la cabeza, dejando que la brisa marina acariciara sus crines oscuras. La castaña cerró los ojos un instante. El viento salado le enredaba el cabello, pegándolo a su rostro y a sus brazos, pero ella no se movía. Solo escuchaba el ritmo tranquilo del mar y el respirar pausado de su compañero. - Gracias por traerme hasta aquí…-murmuró, su corazón latía fuerte. El caballo resopló, como si respondiera, y ella sonrió antes de levantar un poco la mirada hacia el horizonte. La tarde avanzaba lenta, bañando la playa con un tono plateado que parecía detener el tiempo. La vista era espectacular y al parecer era la única como testigo, junto a Chispita. Soundtrack: https://www.youtube.com/watch?v=tFl5qvyUrRs&list=RDtFl5qvyUrRs&start_radio=1
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  • Ecos de un hogar quebrado
    Categoría Original
    Memorias de Jacob y Nyssara.

    Rol: Jacob Alexander Fowler
    Soundtrack: https://www.youtube.com/watch?v=so8V5dAli-Q&list=RDso8V5dAli-Q&start_radio=1

    La lluvia caía sobre los ventanales de la mansión Starfen con un golpe constante y frío, trazando caminos que parecían dibujar la ansiedad de la casa misma. Nyssara, que para ese momento tenía siete años, permanecía en el descanso de la escalera, abrazando un peluche que Elian le había regalado en su cumpleaños número 6. Sus ojos verdes seguían cada movimiento de sus padres y de su hermana, que caminaban por la sala con pasos calculados, gestos medidos, como siempre que querían ocultar algo. Desde hacía meses, la frialdad hacia ella era evidente, miradas cargadas de reproche, palabras cortantes y silencios que la señalaban como responsable de aquel fatídico día.

    Esa noche, sin embargo, había algo más en el aire. Un presagio sutil, un peso que parecía asentarse en los candelabros y en los muebles caros, como si la casa misma contuviera la respiración. Nyssara lo percibió de inmediato, incluso los murmullos de los muertos que la acompañaban se mantenían a distancia, inquietos por lo que estaba por suceder.

    La puerta principal se abrió de golpe. Una ráfaga de viento y lluvia invadió la mansión, arrastrando el olor de tierra mojada. Sus padres entraron primero, impecables y rígidos como siempre, vestidos con ropa cara que brillaba bajo la luz mortecina. Pero no estaban solos.

    Entre ellos apareció un niño. Tenía unos once años, el cabello castaño pegado a la frente por la humedad y unos ojos verdes que recorrían la sala con cautela. Sus pasos eran firmes, seguros de si mismo, como si aquello no fuera más una situación más en su vida.

    —Nyssara —dijo su madre con la sonrisa cuidadosamente medida que siempre llevaba puesta— Este es Jacob. Desde hoy vivirá con nosotros. Él necesitaba un hogar — Su madre continuó hablando con esa suavidad calculada, que ella tan bien conocía— Y nosotros estamos más que gustosos que acogerlo - Nyssara descendió un peldaño, el corazón latiéndole con fuerza. La frase caía ligera, como si envolviera una mentira en terciopelo. Pero Nyssara entendió inmediatamente la verdad. Nadie podría reemplazar a Elian, y ellos lo sabían. Aún así, lo pretendían, y lo peor era que la atención y el afecto de la familia estaban ahora centrados en ese extraño.

    La mirada de la castaña se volvió fría. Ni siquiera hubo una respuesta por su parte, sus labios permanecieron cerrados, y sus ojos se clavaron en él, cargados de acusación muda. Él no era el problema. El problema eran sus padres y su hermana, lo que hacían era la traición misma. "¿Cómo podían...?".

    La voz de su padre se hizo presente, sacándola por completo del bombardeo de pensamientos que estaba teniendo.

    —Jacob, Nyssara y Megara —dijo aquel hombre frío que llamaba padre, rompiendo así el silencio que se había hecho presente en la sala— Dentro de unas horas habrá una escena especial en la que todos participaremos. Nadie se quedará atrás. Todos deben alistarse ahora, sin excepción. Como siempre, recordemos… guardar la compostura- Nyssara apretó los dientes, sus padres no solo habían traído a alguien más para ocupar algo valioso para ella, sino que incluso ese evento especial formaba parte de la puesta en escena de la familia perfecta. Todo debía parecer ordenado, controlado y elegante, como si el dolor, la culpa y la traición fueran irrelevantes.

    A su alrededor, las sombras de los muertos se arremolinaban, inquietas. Una de ellas, una figura borrosa de contornos temblorosos, murmuró cerca de su oído "Los vivos, pequeña… los vivos son los que más daño hacen cuando quieren olvidar..."

    En ese momento, mientras la lluvia seguía cayendo, los dos niños se enfrentaban a la misma verdad, la mansión Starfen ya no era un hogar, sino un laberinto de secretos, culpas y traiciones que recién comenzaban a revelarse.
    Memorias de Jacob y Nyssara. Rol: [Jacob1] Soundtrack: https://www.youtube.com/watch?v=so8V5dAli-Q&list=RDso8V5dAli-Q&start_radio=1 La lluvia caía sobre los ventanales de la mansión Starfen con un golpe constante y frío, trazando caminos que parecían dibujar la ansiedad de la casa misma. Nyssara, que para ese momento tenía siete años, permanecía en el descanso de la escalera, abrazando un peluche que Elian le había regalado en su cumpleaños número 6. Sus ojos verdes seguían cada movimiento de sus padres y de su hermana, que caminaban por la sala con pasos calculados, gestos medidos, como siempre que querían ocultar algo. Desde hacía meses, la frialdad hacia ella era evidente, miradas cargadas de reproche, palabras cortantes y silencios que la señalaban como responsable de aquel fatídico día. Esa noche, sin embargo, había algo más en el aire. Un presagio sutil, un peso que parecía asentarse en los candelabros y en los muebles caros, como si la casa misma contuviera la respiración. Nyssara lo percibió de inmediato, incluso los murmullos de los muertos que la acompañaban se mantenían a distancia, inquietos por lo que estaba por suceder. La puerta principal se abrió de golpe. Una ráfaga de viento y lluvia invadió la mansión, arrastrando el olor de tierra mojada. Sus padres entraron primero, impecables y rígidos como siempre, vestidos con ropa cara que brillaba bajo la luz mortecina. Pero no estaban solos. Entre ellos apareció un niño. Tenía unos once años, el cabello castaño pegado a la frente por la humedad y unos ojos verdes que recorrían la sala con cautela. Sus pasos eran firmes, seguros de si mismo, como si aquello no fuera más una situación más en su vida. —Nyssara —dijo su madre con la sonrisa cuidadosamente medida que siempre llevaba puesta— Este es Jacob. Desde hoy vivirá con nosotros. Él necesitaba un hogar — Su madre continuó hablando con esa suavidad calculada, que ella tan bien conocía— Y nosotros estamos más que gustosos que acogerlo - Nyssara descendió un peldaño, el corazón latiéndole con fuerza. La frase caía ligera, como si envolviera una mentira en terciopelo. Pero Nyssara entendió inmediatamente la verdad. Nadie podría reemplazar a Elian, y ellos lo sabían. Aún así, lo pretendían, y lo peor era que la atención y el afecto de la familia estaban ahora centrados en ese extraño. La mirada de la castaña se volvió fría. Ni siquiera hubo una respuesta por su parte, sus labios permanecieron cerrados, y sus ojos se clavaron en él, cargados de acusación muda. Él no era el problema. El problema eran sus padres y su hermana, lo que hacían era la traición misma. "¿Cómo podían...?". La voz de su padre se hizo presente, sacándola por completo del bombardeo de pensamientos que estaba teniendo. —Jacob, Nyssara y Megara —dijo aquel hombre frío que llamaba padre, rompiendo así el silencio que se había hecho presente en la sala— Dentro de unas horas habrá una escena especial en la que todos participaremos. Nadie se quedará atrás. Todos deben alistarse ahora, sin excepción. Como siempre, recordemos… guardar la compostura- Nyssara apretó los dientes, sus padres no solo habían traído a alguien más para ocupar algo valioso para ella, sino que incluso ese evento especial formaba parte de la puesta en escena de la familia perfecta. Todo debía parecer ordenado, controlado y elegante, como si el dolor, la culpa y la traición fueran irrelevantes. A su alrededor, las sombras de los muertos se arremolinaban, inquietas. Una de ellas, una figura borrosa de contornos temblorosos, murmuró cerca de su oído "Los vivos, pequeña… los vivos son los que más daño hacen cuando quieren olvidar..." En ese momento, mientras la lluvia seguía cayendo, los dos niños se enfrentaban a la misma verdad, la mansión Starfen ya no era un hogar, sino un laberinto de secretos, culpas y traiciones que recién comenzaban a revelarse.
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  • -…La corrupción siempre llega así *murmura Sana, mirando al suelo*. Silenciosa. Primero se lleva colores… luego risas… y al final, vidas.

    *Sus manos tiemblan un poco.*

    -He visto mundos enteros apagarse por ella. Personas que ya no volverán. Y duele… saber que no puedes salvarlos a todos.

    *Levanta apenas la mirada, con una sonrisa triste.*

    -A veces me pregunto cuánto más se puede perder antes de romperse también por dentro… Pero incluso así… sigo buscando una luz. Aunque sea chiquita. Aunque apenas brille.

    *Y su voz baja, suave:*

    -Porque si dejo de buscarla… entonces la corrupción gana del todo.
    -…La corrupción siempre llega así *murmura Sana, mirando al suelo*. Silenciosa. Primero se lleva colores… luego risas… y al final, vidas. *Sus manos tiemblan un poco.* -He visto mundos enteros apagarse por ella. Personas que ya no volverán. Y duele… saber que no puedes salvarlos a todos. *Levanta apenas la mirada, con una sonrisa triste.* -A veces me pregunto cuánto más se puede perder antes de romperse también por dentro… Pero incluso así… sigo buscando una luz. Aunque sea chiquita. Aunque apenas brille. *Y su voz baja, suave:* -Porque si dejo de buscarla… entonces la corrupción gana del todo.
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    //Sorry si la personalidad me sale un poco culera, como no ha salido en la serie estoy tratando de basarla en Maléfica de la Bella durmiente 🥹
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  • El sol entraba con una luz más suave de lo habitual cuando Isla despertó, algo desorientada. Parpadeó un par de veces antes de mirar el reloj, y su sorpresa fue inmediata.
    —¿Media tarde…? —susurró, incorporándose con lentitud.

    El lado de la cama donde dormía su marido estaba vacío, y desde la cocina llegaba el sonido de algo moviéndose. Supuso que Darküs estaría allí, como siempre, inquieto cuando ella dormía demasiado. Se estiró, pero al hacerlo notó una sensación extraña, húmeda, cálida… y el corazón le dio un vuelco.

    El olor en la habitación también era distinto. No era sudor, ni el aroma de otras noches, sino algo completamente nuevo.

    Darküs apareció justo entonces, con una sonrisa distraída.
    —¿No tienes boca para llamarme? —bromeó, acercándose a ella.

    Isla se llevó una mano al pecho, sobresaltada.
    —¡Me vas a matar del susto! —exhaló, entre risas nerviosas—. Dormí casi todo el día, ya no podía seguir acostada…

    Él frunció el ceño y olfateó el aire.
    —¿A qué huele…? —preguntó, curioso.

    Isla giró la cabeza hacia la cama, y en cuanto vio el gran círculo húmedo sobre las sábanas, todo encajó. Sus ojos se abrieron de golpe.
    —Mierda… —murmuró, y lo miró con la respiración entrecortada—. Cielo, no te pongas nervioso, pero creo que Brianna ya viene.

    —¡Has roto aguas! —exclamó él, golpeándose la frente antes de sonreír con nerviosismo. No perdió ni un segundo: la tomó de la mano y en un abrir y cerrar de ojos desapareció, regresando con el médico a su lado.

    El doctor llegó aún en bañador, sorprendido pero eficiente, y enseguida se puso manos a la obra. Carmen llegó poco después, lista para ayudar. Isla, sentada en la cama, apenas podía controlar sus respiraciones. Darküs se arrodilló a su lado y le tomó la mano.

    —Todo va a salir bien, mi amor —susurró, acariciándole la mejilla—. Respira conmigo, ¿sí?

    Ella asintió, apretando sus dedos con fuerza. El primer empujón la hizo gritar, y las lágrimas se mezclaron con el sudor que perlaba su frente.
    —¡Dios, duele tanto…!

    —Ya casi, ya casi, Isla. Eres la mujer más fuerte que conozco. —Darküs no se apartaba, sus ojos brillaban entre el miedo y la ternura.

    Carmen refrescó la frente de Isla con una toalla húmeda mientras el médico daba las últimas indicaciones.
    —Muy bien, empuja una vez más. Ya se ve la cabecita…

    Darküs se asomó, conteniendo el aliento.
    —La veo… —dijo con la voz quebrada—. Amor, la veo. Es nuestra niña…

    Con el último esfuerzo, un pequeño llanto llenó la habitación. Isla soltó el aire entre sollozos, exhausta. El médico colocó a la bebé sobre su pecho, y en cuanto la sintió, la niña se calmó, buscando instintivamente el calor de su madre.

    Isla la miró, temblorosa, con lágrimas cayendo sin control.
    —Es tan pequeñita… —susurró, acariciando su cabecita—. Hola, mi amor…

    Darküs apenas podía hablar. Con los ojos húmedos, besó la frente de Isla y cortó el cordón umbilical con manos temblorosas.
    —Es perfecta… igual que tú —murmuró, dejando caer una lágrima sobre su mejilla.

    Cuando el médico y Carmen terminaron de limpiar y ordenar todo, los dejaron a solas. La habitación se llenó de silencio, solo roto por los suaves ruiditos de Brianna mamando el pecho de su madre. Isla, aún conmovida, levantó la vista hacia su esposo y rozó sus labios con un beso suave.
    —Te amo —dijo apenas en un suspiro.

    Darküs la miró, completamente rendido.
    —Y yo a ti. Gracias por esto… por las dos.

    Se quedaron así, juntos, mientras el atardecer cubría la habitación con tonos dorados. Brianna dormía sobre el pecho de su madre, y Darküs, con la mano sobre ambas, sonrió sabiendo que aquel era el principio de todo.

    Darküs Volkøv
    El sol entraba con una luz más suave de lo habitual cuando Isla despertó, algo desorientada. Parpadeó un par de veces antes de mirar el reloj, y su sorpresa fue inmediata. —¿Media tarde…? —susurró, incorporándose con lentitud. El lado de la cama donde dormía su marido estaba vacío, y desde la cocina llegaba el sonido de algo moviéndose. Supuso que Darküs estaría allí, como siempre, inquieto cuando ella dormía demasiado. Se estiró, pero al hacerlo notó una sensación extraña, húmeda, cálida… y el corazón le dio un vuelco. El olor en la habitación también era distinto. No era sudor, ni el aroma de otras noches, sino algo completamente nuevo. Darküs apareció justo entonces, con una sonrisa distraída. —¿No tienes boca para llamarme? —bromeó, acercándose a ella. Isla se llevó una mano al pecho, sobresaltada. —¡Me vas a matar del susto! —exhaló, entre risas nerviosas—. Dormí casi todo el día, ya no podía seguir acostada… Él frunció el ceño y olfateó el aire. —¿A qué huele…? —preguntó, curioso. Isla giró la cabeza hacia la cama, y en cuanto vio el gran círculo húmedo sobre las sábanas, todo encajó. Sus ojos se abrieron de golpe. —Mierda… —murmuró, y lo miró con la respiración entrecortada—. Cielo, no te pongas nervioso, pero creo que Brianna ya viene. —¡Has roto aguas! —exclamó él, golpeándose la frente antes de sonreír con nerviosismo. No perdió ni un segundo: la tomó de la mano y en un abrir y cerrar de ojos desapareció, regresando con el médico a su lado. El doctor llegó aún en bañador, sorprendido pero eficiente, y enseguida se puso manos a la obra. Carmen llegó poco después, lista para ayudar. Isla, sentada en la cama, apenas podía controlar sus respiraciones. Darküs se arrodilló a su lado y le tomó la mano. —Todo va a salir bien, mi amor —susurró, acariciándole la mejilla—. Respira conmigo, ¿sí? Ella asintió, apretando sus dedos con fuerza. El primer empujón la hizo gritar, y las lágrimas se mezclaron con el sudor que perlaba su frente. —¡Dios, duele tanto…! —Ya casi, ya casi, Isla. Eres la mujer más fuerte que conozco. —Darküs no se apartaba, sus ojos brillaban entre el miedo y la ternura. Carmen refrescó la frente de Isla con una toalla húmeda mientras el médico daba las últimas indicaciones. —Muy bien, empuja una vez más. Ya se ve la cabecita… Darküs se asomó, conteniendo el aliento. —La veo… —dijo con la voz quebrada—. Amor, la veo. Es nuestra niña… Con el último esfuerzo, un pequeño llanto llenó la habitación. Isla soltó el aire entre sollozos, exhausta. El médico colocó a la bebé sobre su pecho, y en cuanto la sintió, la niña se calmó, buscando instintivamente el calor de su madre. Isla la miró, temblorosa, con lágrimas cayendo sin control. —Es tan pequeñita… —susurró, acariciando su cabecita—. Hola, mi amor… Darküs apenas podía hablar. Con los ojos húmedos, besó la frente de Isla y cortó el cordón umbilical con manos temblorosas. —Es perfecta… igual que tú —murmuró, dejando caer una lágrima sobre su mejilla. Cuando el médico y Carmen terminaron de limpiar y ordenar todo, los dejaron a solas. La habitación se llenó de silencio, solo roto por los suaves ruiditos de Brianna mamando el pecho de su madre. Isla, aún conmovida, levantó la vista hacia su esposo y rozó sus labios con un beso suave. —Te amo —dijo apenas en un suspiro. Darküs la miró, completamente rendido. —Y yo a ti. Gracias por esto… por las dos. Se quedaron así, juntos, mientras el atardecer cubría la habitación con tonos dorados. Brianna dormía sobre el pecho de su madre, y Darküs, con la mano sobre ambas, sonrió sabiendo que aquel era el principio de todo. [Darkus]
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  • La luz gris del amanecer se filtraba entre las persianas del apartamento. El agente se incorporó en silencio, aún con la mente medio atrapada en los restos de un sueño. Deslizó los pies fuera de la cama con el cuidado de un cirujano, cuidando que el colchón no se hundiera más de la cuenta. A su lado, ella seguía dormida, el rostro relajado, el cabello desordenado sobre la almohada —tan distinta de la mujer firme y profesional que todos conocían en el despacho de la UAC.

    Avanzó hasta la cocina, descalzo. Encendió la cafetera como si desactivara una bomba: sin ruido, sin fallos. El aroma del café empezó a llenar el aire, cálido, familiar… Porque en ese apartamento no eran agentes, ni compañeros. Eran solo dos personas que habían dejado la puerta entreabierta al riesgo de sentirse vivos.

    Mientras el líquido oscuro goteaba en la taza, él lanzó una última mirada hacia la habitación. Si todo salía bien, ella seguiría durmiendo unos minutos más.

    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    La luz gris del amanecer se filtraba entre las persianas del apartamento. El agente se incorporó en silencio, aún con la mente medio atrapada en los restos de un sueño. Deslizó los pies fuera de la cama con el cuidado de un cirujano, cuidando que el colchón no se hundiera más de la cuenta. A su lado, ella seguía dormida, el rostro relajado, el cabello desordenado sobre la almohada —tan distinta de la mujer firme y profesional que todos conocían en el despacho de la UAC. Avanzó hasta la cocina, descalzo. Encendió la cafetera como si desactivara una bomba: sin ruido, sin fallos. El aroma del café empezó a llenar el aire, cálido, familiar… Porque en ese apartamento no eran agentes, ni compañeros. Eran solo dos personas que habían dejado la puerta entreabierta al riesgo de sentirse vivos. Mientras el líquido oscuro goteaba en la taza, él lanzó una última mirada hacia la habitación. Si todo salía bien, ella seguiría durmiendo unos minutos más. #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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