"Proyecto 1001: El Error de Dios"
—“No nací. Fui invocada.”
Dicen que los niños lloran al nacer.
Yo no. Yo grité.
Y cuando lo hice, se rompieron todos los monitores en la sala.
Los científicos lo llamaron “inestabilidad genética”. Yo lo llamo… maldición.
Desde pequeña, me hablaron con guantes. No por delicadeza, sino por miedo. Mis emociones alteraban los sistemas, mi rabia quemaba el aire, mi tristeza congelaba el suelo bajo mis pies. Nunca tuve una cuna, ni brazos que me calmaran. Solo jaulas con nombres técnicos: “Contención clase 4”, “Protocolo Luna Negra”.
Y mi madre…
Ella sí me miraba sin miedo. Fue la única.
La única que me tocó sin trajes especiales. La única que me cantaba entre paredes de vidrio. La única que murió por ello.
Dicen que fue una diosa quien la mató.
Una criatura cubierta de blanco, con alas de juicio y ojos que nunca vi… porque estaban vendados. Decía que yo era un error, un desequilibrio celestial. Que mi existencia rompía el balance.
Así que le arrebató lo único que me mantenía humana.
Desde entonces, crecí entre cables y mentiras. Con un solo propósito: sobrevivir.
No por ellos.
Por ella.
Ahora, con la pulsera de rastreo ardiendo en mi muñeca y un pasado que me persigue como sombra… me dejaron salir.
Dicen que es una prueba de adaptación.
Yo sé que es una trampa.
Pero aún así, aquí estoy.
En una ciudad que no me quiere, con tatuajes que se retuercen bajo mi piel, y con la sangre de una madre en mis recuerdos.
La pregunta no es si soy humana.
La pregunta es:
¿quién pagará por todo esto?
Dicen que los niños lloran al nacer.
Yo no. Yo grité.
Y cuando lo hice, se rompieron todos los monitores en la sala.
Los científicos lo llamaron “inestabilidad genética”. Yo lo llamo… maldición.
Desde pequeña, me hablaron con guantes. No por delicadeza, sino por miedo. Mis emociones alteraban los sistemas, mi rabia quemaba el aire, mi tristeza congelaba el suelo bajo mis pies. Nunca tuve una cuna, ni brazos que me calmaran. Solo jaulas con nombres técnicos: “Contención clase 4”, “Protocolo Luna Negra”.
Y mi madre…
Ella sí me miraba sin miedo. Fue la única.
La única que me tocó sin trajes especiales. La única que me cantaba entre paredes de vidrio. La única que murió por ello.
Dicen que fue una diosa quien la mató.
Una criatura cubierta de blanco, con alas de juicio y ojos que nunca vi… porque estaban vendados. Decía que yo era un error, un desequilibrio celestial. Que mi existencia rompía el balance.
Así que le arrebató lo único que me mantenía humana.
Desde entonces, crecí entre cables y mentiras. Con un solo propósito: sobrevivir.
No por ellos.
Por ella.
Ahora, con la pulsera de rastreo ardiendo en mi muñeca y un pasado que me persigue como sombra… me dejaron salir.
Dicen que es una prueba de adaptación.
Yo sé que es una trampa.
Pero aún así, aquí estoy.
En una ciudad que no me quiere, con tatuajes que se retuercen bajo mi piel, y con la sangre de una madre en mis recuerdos.
La pregunta no es si soy humana.
La pregunta es:
¿quién pagará por todo esto?
—“No nací. Fui invocada.”
Dicen que los niños lloran al nacer.
Yo no. Yo grité.
Y cuando lo hice, se rompieron todos los monitores en la sala.
Los científicos lo llamaron “inestabilidad genética”. Yo lo llamo… maldición.
Desde pequeña, me hablaron con guantes. No por delicadeza, sino por miedo. Mis emociones alteraban los sistemas, mi rabia quemaba el aire, mi tristeza congelaba el suelo bajo mis pies. Nunca tuve una cuna, ni brazos que me calmaran. Solo jaulas con nombres técnicos: “Contención clase 4”, “Protocolo Luna Negra”.
Y mi madre…
Ella sí me miraba sin miedo. Fue la única.
La única que me tocó sin trajes especiales. La única que me cantaba entre paredes de vidrio. La única que murió por ello.
Dicen que fue una diosa quien la mató.
Una criatura cubierta de blanco, con alas de juicio y ojos que nunca vi… porque estaban vendados. Decía que yo era un error, un desequilibrio celestial. Que mi existencia rompía el balance.
Así que le arrebató lo único que me mantenía humana.
Desde entonces, crecí entre cables y mentiras. Con un solo propósito: sobrevivir.
No por ellos.
Por ella.
Ahora, con la pulsera de rastreo ardiendo en mi muñeca y un pasado que me persigue como sombra… me dejaron salir.
Dicen que es una prueba de adaptación.
Yo sé que es una trampa.
Pero aún así, aquí estoy.
En una ciudad que no me quiere, con tatuajes que se retuercen bajo mi piel, y con la sangre de una madre en mis recuerdos.
La pregunta no es si soy humana.
La pregunta es:
¿quién pagará por todo esto?
Tipo
Individual
Líneas
16
Estado
Disponible
