• ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ
    ​Irina tosió, el aire rancio del pasado raspándole la garganta, mientras se arrodillaba sobre la tierra seca y agrietada. La aparición había sido, como siempre, violenta. Un estallido de luz fría en medio del día, seguido por el silencio ensordecedor de la nada.

    ​Se llevó la muñeca al rostro, el guante de cuero negro absorbiendo el hilo de sangre caliente que resbalaba de su nariz...Mareo, náuseas, visión borrosa el precio por viajar a través del espacio-tiempo. Pero esta vez la sensación era más profunda, un frío pegajoso que no provenía de la fatiga, sino de la misión. Sus clientes ya no pedían la mera recuperación de artefactos, ahora la exigencia era más siniestra, más… final.

    ​Levantó la cabeza. El sol se cernía como un ojo amarillo y enfermizo sobre un paisaje monocromático de tonos ocres y pardos. A cien metros de distancia, la granja o un intento de ella, era un esqueleto de madera una choza tambaleante, un granero inclinado y un molino de viento estático que parecía un crucifijo roto.

    ​Entonces los notó.
    ​Una bandada inmensa de cuervos se levantó del tejado desvencijado de la choza. No volaron hacia el cielo. En su lugar, comenzaron a describir círculos lentos y metódicos justo sobre la cabeza de Irina.
    Eran más de veinte, plumas negras como obsidiana, y sus graznidos no eran los sonidos casuales de las aves. Eran gritos roncos profundos que resonaban en el pecho de Irina, un coro de advertencia primitiva.

    ​Se detuvo en medio de la explanada, sin fuerzas ni convicción para dar el siguiente paso. La angustia le oprimía el pecho como una prensa de hierro fundido. Sabía que los cuervos no la estaban ahuyentando a ella estaban avisándole a él...​El viejo granjero, el objetivo.

    ​Mientras observaba a los cuervos girar, sintiendo sus ojos avizores sobre su nuca. ​Uno descendió y se posó en el hombro de Irina, sus pequeñas garras penetrando el tejido de su chaqueta de viaje. El pájaro no picoteó; simplemente la miró fijamente con un ojo brillante y maligno.

    ​En ese instante, la puerta de la choza se abrió lentamente, con el gemido de unas bisagras oxidadas. Un hombre de silueta curvada y piel curtida por el sol se asomó, sosteniendo una escopeta de doble cañón. No había sorpresa en sus ojos viejos, solo una paciencia infinita.

    ​──Sabía que venías —dijo el granjero. Su voz era un susurro seco, apenas audible por encima del graznido de la bandada—. Mis guardianes te trajeron el mensaje.
    ​Irina sintió cómo el corazón se le encogía, los clientes siempre le habían dicho que el objetivo no sabría que venía. Que sería un golpe limpio. El granjero, su víctima, no solo lo sabía, sino que la estaba esperando.
    ​El cuervo en su hombro levantó el pico y soltó un último y estridente graznido, como si estuviera dando la señal de ataque justo cuando el granjero levantaba lentamente la escopeta.
    Irina no se movió la repentina y punzante claridad chocaba contra su cara... había fallado antes de empezar. La misión estaba contaminada. El objetivo no era un peón ignorante, sino alguien que estaba, de alguna manera, conectado al flujo temporal, quizás incluso protegido por él.

    ​La vida de Irina dependía de ser eficiente, invisible y letal. En este momento, era visible, acorralada y completamente sin intención de cumplir la orden.
    ​El granjero dio un paso fuera de la choza. A pesar de su postura encorvada, su movimiento era deliberado.

    ​Irina sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el viento frío de ese desolado páramo. Sus clientes le habían mentido. Omitieron que este hombre era consciente de su destino y de los intentos por alterarlo. Matarlo ahora sería un acto sucio, un asesinato innecesario de un hombre que ya estaba viviendo bajo una condena.
    ​La mujer tomó una decisión en una fracción de segundo, una que equivaldría a su propia sentencia de muerte si sus empleadores la descubrían

    ​──No vengo a hacerte daño —logró decir Irina, su voz era ronca por la sequedad y la tensión.
    ​Una risa seca y breve salió de la garganta del granjero.

    ​──Ya lo sé. Pero la intención no limpia la sangre, viajera. Y tú ya tienes suficiente en la nariz.

    ​Ignorando el cañón del arma que la apuntaba, Irina Intentó correr, dar la espalda al granjero, pero la desorientación fue inmediata. Dio un paso hacia adelante y se encontró girando, tropezando con una roca inexistente en la tierra. Cayó de rodillas, el impacto enviando un chispazo de dolor por sus rótulas. Los cuervos, que habían estado sobre ellos, se elevaron en el aire graznando con más intensidad, como un coro de despedida infernal.
    ​Irina se levantó tambaleante, la cabeza latiéndole al ritmo de una máquina averiada.

    ​Escuchó el sonido distante del granjero gritando algo, quizás una advertencia, pero ella ya estaba muy lejos, la voz del hombre se deshacía en la distancia

    ​Corrió ciegamente hacia ninguna parte, apenas consciente de que sus pies golpeaban el suelo. Cada zancada era un acto de voluntad bruta contra el cuerpo que había colpasado por el viaje, no supo como pero logró alejarse lo suficiente para no ver la choza desde su ubicación actual. Irina deshidratada y cansada se dejó caer en tierra seca, no había sombra ni agua, sólo el intenso sol quemando sus retinas aún desenfocadas

    ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ 》ᴿᵒˡ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒ ​Irina tosió, el aire rancio del pasado raspándole la garganta, mientras se arrodillaba sobre la tierra seca y agrietada. La aparición había sido, como siempre, violenta. Un estallido de luz fría en medio del día, seguido por el silencio ensordecedor de la nada. ​Se llevó la muñeca al rostro, el guante de cuero negro absorbiendo el hilo de sangre caliente que resbalaba de su nariz...Mareo, náuseas, visión borrosa el precio por viajar a través del espacio-tiempo. Pero esta vez la sensación era más profunda, un frío pegajoso que no provenía de la fatiga, sino de la misión. Sus clientes ya no pedían la mera recuperación de artefactos, ahora la exigencia era más siniestra, más… final. ​Levantó la cabeza. El sol se cernía como un ojo amarillo y enfermizo sobre un paisaje monocromático de tonos ocres y pardos. A cien metros de distancia, la granja o un intento de ella, era un esqueleto de madera una choza tambaleante, un granero inclinado y un molino de viento estático que parecía un crucifijo roto. ​Entonces los notó. ​Una bandada inmensa de cuervos se levantó del tejado desvencijado de la choza. No volaron hacia el cielo. En su lugar, comenzaron a describir círculos lentos y metódicos justo sobre la cabeza de Irina. Eran más de veinte, plumas negras como obsidiana, y sus graznidos no eran los sonidos casuales de las aves. Eran gritos roncos profundos que resonaban en el pecho de Irina, un coro de advertencia primitiva. ​Se detuvo en medio de la explanada, sin fuerzas ni convicción para dar el siguiente paso. La angustia le oprimía el pecho como una prensa de hierro fundido. Sabía que los cuervos no la estaban ahuyentando a ella estaban avisándole a él...​El viejo granjero, el objetivo. ​Mientras observaba a los cuervos girar, sintiendo sus ojos avizores sobre su nuca. ​Uno descendió y se posó en el hombro de Irina, sus pequeñas garras penetrando el tejido de su chaqueta de viaje. El pájaro no picoteó; simplemente la miró fijamente con un ojo brillante y maligno. ​En ese instante, la puerta de la choza se abrió lentamente, con el gemido de unas bisagras oxidadas. Un hombre de silueta curvada y piel curtida por el sol se asomó, sosteniendo una escopeta de doble cañón. No había sorpresa en sus ojos viejos, solo una paciencia infinita. ​──Sabía que venías —dijo el granjero. Su voz era un susurro seco, apenas audible por encima del graznido de la bandada—. Mis guardianes te trajeron el mensaje. ​Irina sintió cómo el corazón se le encogía, los clientes siempre le habían dicho que el objetivo no sabría que venía. Que sería un golpe limpio. El granjero, su víctima, no solo lo sabía, sino que la estaba esperando. ​El cuervo en su hombro levantó el pico y soltó un último y estridente graznido, como si estuviera dando la señal de ataque justo cuando el granjero levantaba lentamente la escopeta. Irina no se movió la repentina y punzante claridad chocaba contra su cara... había fallado antes de empezar. La misión estaba contaminada. El objetivo no era un peón ignorante, sino alguien que estaba, de alguna manera, conectado al flujo temporal, quizás incluso protegido por él. ​La vida de Irina dependía de ser eficiente, invisible y letal. En este momento, era visible, acorralada y completamente sin intención de cumplir la orden. ​El granjero dio un paso fuera de la choza. A pesar de su postura encorvada, su movimiento era deliberado. ​ ​Irina sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con el viento frío de ese desolado páramo. Sus clientes le habían mentido. Omitieron que este hombre era consciente de su destino y de los intentos por alterarlo. Matarlo ahora sería un acto sucio, un asesinato innecesario de un hombre que ya estaba viviendo bajo una condena. ​La mujer tomó una decisión en una fracción de segundo, una que equivaldría a su propia sentencia de muerte si sus empleadores la descubrían ​──No vengo a hacerte daño —logró decir Irina, su voz era ronca por la sequedad y la tensión. ​Una risa seca y breve salió de la garganta del granjero. ​──Ya lo sé. Pero la intención no limpia la sangre, viajera. Y tú ya tienes suficiente en la nariz. ​Ignorando el cañón del arma que la apuntaba, Irina Intentó correr, dar la espalda al granjero, pero la desorientación fue inmediata. Dio un paso hacia adelante y se encontró girando, tropezando con una roca inexistente en la tierra. Cayó de rodillas, el impacto enviando un chispazo de dolor por sus rótulas. Los cuervos, que habían estado sobre ellos, se elevaron en el aire graznando con más intensidad, como un coro de despedida infernal. ​Irina se levantó tambaleante, la cabeza latiéndole al ritmo de una máquina averiada. ​Escuchó el sonido distante del granjero gritando algo, quizás una advertencia, pero ella ya estaba muy lejos, la voz del hombre se deshacía en la distancia ​Corrió ciegamente hacia ninguna parte, apenas consciente de que sus pies golpeaban el suelo. Cada zancada era un acto de voluntad bruta contra el cuerpo que había colpasado por el viaje, no supo como pero logró alejarse lo suficiente para no ver la choza desde su ubicación actual. Irina deshidratada y cansada se dejó caer en tierra seca, no había sombra ni agua, sólo el intenso sol quemando sus retinas aún desenfocadas ​ ​
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  • Llevaba días investigando a un extraño culto, un culto de desquiciados que no lograba comprender, secuestraban a sus víctimas, generalmente eran mujeres y niños. Abrían sus cuerpos, sacaban sus tripas y decoraban las paredes de sus templos con carne y sangre, a veces simplemente los trituraban. Sin duda un escenario escalofriante para la mayoría, para él solo era grotesco.

    Había encontrado muchas de sus guaridas, todas siempre convertidas en un verdadero mar de sangre y vísceras. Esos tipos no le temían, pero tampoco le atacaban, hablaba con ellos, compartían palabras en cada dialogo.

    El solo hecho de interactuar con ese tipo de gente resultaría como algo inmortal, incorrecto. Pero a estas alturas... ¿Qué significado tiene la moralidad? ¿Qué importancia tiene? Si antes de ser lo que es poco le importaba, ahora ya no tenía ningún tipo de relevancia. De todas maneras, el solo atestiguaba las consecuencias de esos enfermizos rituales, más nunca participo en ello. No sentía ira, no sentía nada, ni siquiera morbo, era como ver insectos matándose entre sí.

    Pero el hecho de no dejar de investigar significaba que veía algo en todo eso, algo que podría de alguna forma tener un significado, alguna razón en especial.

    ── “Amor es violencia. Odio es paz”. ──Citó una de las tantas frases que esos cultistas repetían en sus rituales y procedimientos. ¿Tenía sentido? Para ellos sí, era todo. Para él….

    ──Putos enfermos. ──Dijo alzando la vista hacia el cielo. En medio de una caminata los había recordado, encontró irónico referirse con ese tipo de palabrotas hacia un cierto grupo de individuos, hacía tiempo que no lo hacía. Casi como si una parte del “lado humano” en su ser, se expresara.
    Llevaba días investigando a un extraño culto, un culto de desquiciados que no lograba comprender, secuestraban a sus víctimas, generalmente eran mujeres y niños. Abrían sus cuerpos, sacaban sus tripas y decoraban las paredes de sus templos con carne y sangre, a veces simplemente los trituraban. Sin duda un escenario escalofriante para la mayoría, para él solo era grotesco. Había encontrado muchas de sus guaridas, todas siempre convertidas en un verdadero mar de sangre y vísceras. Esos tipos no le temían, pero tampoco le atacaban, hablaba con ellos, compartían palabras en cada dialogo. El solo hecho de interactuar con ese tipo de gente resultaría como algo inmortal, incorrecto. Pero a estas alturas... ¿Qué significado tiene la moralidad? ¿Qué importancia tiene? Si antes de ser lo que es poco le importaba, ahora ya no tenía ningún tipo de relevancia. De todas maneras, el solo atestiguaba las consecuencias de esos enfermizos rituales, más nunca participo en ello. No sentía ira, no sentía nada, ni siquiera morbo, era como ver insectos matándose entre sí. Pero el hecho de no dejar de investigar significaba que veía algo en todo eso, algo que podría de alguna forma tener un significado, alguna razón en especial. ── “Amor es violencia. Odio es paz”. ──Citó una de las tantas frases que esos cultistas repetían en sus rituales y procedimientos. ¿Tenía sentido? Para ellos sí, era todo. Para él…. ──Putos enfermos. ──Dijo alzando la vista hacia el cielo. En medio de una caminata los había recordado, encontró irónico referirse con ese tipo de palabrotas hacia un cierto grupo de individuos, hacía tiempo que no lo hacía. Casi como si una parte del “lado humano” en su ser, se expresara.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    La vida no conoce fronteras; fluye en la sangre de todos, sean dragones, elfos, orcos o humanos. La fuerza de Azeroth reside en nuestra unión, no en la división. Honren la vida que les ha sido otorgada y encuentren el respeto mutuo en la llama que compartimos. Juntos, somos la esperanza.
    La vida no conoce fronteras; fluye en la sangre de todos, sean dragones, elfos, orcos o humanos. La fuerza de Azeroth reside en nuestra unión, no en la división. Honren la vida que les ha sido otorgada y encuentren el respeto mutuo en la llama que compartimos. Juntos, somos la esperanza.
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    ​Power aprieta cariñosamente a la gata contra su mejilla mientras la abraza con cuidado.

    ​— ¡Hmph! Buenos días, Nyako. Despierta ya. ¿Has dormido bien sabiendo que estás bajo el glorioso patrocinio y protección de la gran Power, Demonio de la Sangre y futura gobernante de este patético mundo?—
    ​Da una pequeña caricia brusca a la gata, asegurándose de que Nyako se sienta honrada por su toque.

    ​— ¡Miau! Eres la única criatura en esta casa que merece mi atención matutina. ¡El mocoso de Denji que ni se acerque! Yo te daré el primer bocado de pescado hoy... siempre y cuando yo coma primero—
    ​Power sonríe ligeramente, sintiendo el ronroneo.

    ​— Vamos. Levántate. ¡Tienes que ser un buen ejemplo para los plebeyos hoy! Y por cierto... no me mires así. No estoy siendo "tierna", solo estoy verificando que mi valiosa posesión felina esté en óptimas condiciones para el día.
    ​Power aprieta cariñosamente a la gata contra su mejilla mientras la abraza con cuidado. ​— ¡Hmph! Buenos días, Nyako. Despierta ya. ¿Has dormido bien sabiendo que estás bajo el glorioso patrocinio y protección de la gran Power, Demonio de la Sangre y futura gobernante de este patético mundo?— ​Da una pequeña caricia brusca a la gata, asegurándose de que Nyako se sienta honrada por su toque. ​— ¡Miau! Eres la única criatura en esta casa que merece mi atención matutina. ¡El mocoso de Denji que ni se acerque! Yo te daré el primer bocado de pescado hoy... siempre y cuando yo coma primero— ​Power sonríe ligeramente, sintiendo el ronroneo. ​— Vamos. Levántate. ¡Tienes que ser un buen ejemplo para los plebeyos hoy! Y por cierto... no me mires así. No estoy siendo "tierna", solo estoy verificando que mi valiosa posesión felina esté en óptimas condiciones para el día.
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  • Un étrange café.
    Fandom oc
    Categoría Otros
    ℂ𝐡𝐥𝐨𝑒 ⁖⁖

    Era de noche, la oscuridad era perfecta para que se cometieran los actos más atroces, para que los cazadores salieran por sus presas y para que estas se ocultaran.

    Algo así es lo que sucedía en este momento. El dragón había ido en caza de ciertas personas que cometieron un acto en contra de su cliente, uno cuya pena era la muerte.

    ¿Le importaba? No, sólo lo hacía por las joyas prometidas, unas que le habían gustado a Seryn su pequeña hermana, y sólo eso era necesario para que derramara sangre sin dudarlo.

    Se supone que sus objetivos eran los dueños de una cafetería en lo que sería su tierra natal, Francia. Así que decidió hacer una visita, claro, como cliente.

    Debía reconocer el terreno, ver cualquier posible salida de emergencia no contemplada, calcular la distancia de dicho sitio a cualquier punto donde pudieran usar vehículos y escaparse.

    Para eso servía esa noche, era de reconocimiento, y por ello es que decidió tomar asiento en una de las mesas que se encontraban fuera del sitio, como para poder hacer su análisis sin ser descubierto.

    Tampoco quería que su rostro fuese aprendido por dichos dueños, pues tenían fama de paranoicos por sus actos diarios, lo cual sería un problema para el futuro de la misión.

    Como cualquier cliente esperó a que se acercara un mozo para preguntar por su comanda, y entonces fue cuando pidió lo de siempre en esa clase de lugares.

    ── Un café negro, con doble carga y bien caliente. ──
    [Pandemonium.ft] Era de noche, la oscuridad era perfecta para que se cometieran los actos más atroces, para que los cazadores salieran por sus presas y para que estas se ocultaran. Algo así es lo que sucedía en este momento. El dragón había ido en caza de ciertas personas que cometieron un acto en contra de su cliente, uno cuya pena era la muerte. ¿Le importaba? No, sólo lo hacía por las joyas prometidas, unas que le habían gustado a Seryn su pequeña hermana, y sólo eso era necesario para que derramara sangre sin dudarlo. Se supone que sus objetivos eran los dueños de una cafetería en lo que sería su tierra natal, Francia. Así que decidió hacer una visita, claro, como cliente. Debía reconocer el terreno, ver cualquier posible salida de emergencia no contemplada, calcular la distancia de dicho sitio a cualquier punto donde pudieran usar vehículos y escaparse. Para eso servía esa noche, era de reconocimiento, y por ello es que decidió tomar asiento en una de las mesas que se encontraban fuera del sitio, como para poder hacer su análisis sin ser descubierto. Tampoco quería que su rostro fuese aprendido por dichos dueños, pues tenían fama de paranoicos por sus actos diarios, lo cual sería un problema para el futuro de la misión. Como cualquier cliente esperó a que se acercara un mozo para preguntar por su comanda, y entonces fue cuando pidió lo de siempre en esa clase de lugares. ── Un café negro, con doble carga y bien caliente. ──
    Tipo
    Individual
    Líneas
    4
    Estado
    Disponible
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  • Diablo blanco

    La sangre era reconfortante; el sabor del hierro y la elasticidad del músculo le proporcionaban siempre una gran satisfacción. La neblina de calor que estas cosas le hacían sentir a Akemi era un ardor por corto tiempo, terminando siempre en una nueva caída en el frío del ambiente. Había algo extraño: tenía hambre a pesar de haber comido hace poco (algo relativo). Tenía energía, tenía el estómago lleno, pero la saciedad no llegaba a su cuerpo en ningún momento. Su haori no parecía ser suficiente para mitigar el frío que se instalaba en sus huesos. Había pasado muchos días caminando del campo hasta la ciudad, más por ocio que por otra cosa. No buscaba mezclarse mucho con la gente, después de todo, llamaba demasiado la atención al ser tan alto y usar una ropa tan formal, eso sin tener en cuenta su cabello o el uso constante de máscara. No había motivos ocultos detrás de ese tipo de cambios radicales de región; solo quería pasar un tiempo sin pensar, comer “algo” de la ciudad, quizás ver cosas lindas y devolverse al campo. No había muchas pretensiones en su viaje esporádico. Lo único malo era que sentía un hambre creciente en su cabeza y estómago.

    No supo en qué momento llegó aquel terreno baldío donde dejó en los huesos a su última víctima. Por lo general, él hace más lento el proceso de la cacería, quitando la energía de a poco, aterrorizando todo lo posible a la persona, pero esta vez solo decidió hacerlo rápido y ceder también ante la gula de tragar sangre y desgarrar la piel con su propia boca deformada. Y aunque era muy fan de usar máscara, la máscara de onna era de sus menos favoritas; sentía que tenía cierta imagen cómica que a veces le jugaba en contra. Si bien le gusta gastar bromas, quiere que en su mayoría sean para causar terror o desesperación. Además, las máscaras de teatro nōh le obligan a ver menos de lo que ya veía habitualmente; sus ojos oscuros algo grisáceos parecían ser un poco menos confiables que antes. Aun así, veía un leve brillo a la altura de sus pies, iluminando de forma tenue sus tobillos y el kimono salpicado de sangre. Debía suponer que era algo que cargaba su víctima, después de todo, recordaba que no iba a hacer nada hasta que terminó encandilado por una luz amarilla hacia su dirección. Pudo haberle obligado a olvidar lo que había visto, pero lo tomó como señal para alimentarse.

    Se acercó de forma suave y grácil a la fuente de luz mientras se colocaba la máscara sobre el rostro. De por sí, veía aquel brillo de forma tenue a pesar de la intensidad de esta. Se iba a inclinar solo para tomar la linterna, pero la verdad es que no le vio la necesidad. Eso no iba a cambiar que su vista estaba algo dañada, tampoco que sentía el frío de una próxima nevada, y mucho menos el hecho de que aún sentía un hambre que le calaba hasta lo más profundo de su ser. Se quedó parado un momento a centímetros del brillo, esperando sentir algo más allá del frío. Bajó un poco las manos, alisando como podía el kimono. Había estropeado un poco su imagen para esta cacería; lo bueno es que no se incomodaba con esos zapatos molestos que usaban los humanos, y podía sentir con sus pies lo suave de la grama junto con los parches llenos de piedras pequeñas y algo incómodas. De alguna forma, estaba contento de haber terminado en un lugar sin tanta gente y lo suficientemente oscuro para no tener que preocuparse sobre la sangre que tenía encima. Decidió caminar por un momento, paseándose por el camino empedrado con los pies descalzos, con pasos lentos, pausados, tomándose su tiempo en tratar de ver bien los detalles del lugar. Las plantas, los árboles a los que alcanzaba algunos con las ramas altas, algunas cubiertas con escarcha en las hojas blandas que aún tenía encima, tocándoles con la punta de las uñas, con una delicadeza que ni solía tener con la carne de sus víctimas.

    Pasado un tiempo de quietud, mirando (sin observar en realidad) al suelo y arreglando su cabello, comenzó a cantar con voz suave, gentil y algo aterradora para la ocasión una canción infantil: —Pyoko pyoko, pyoko pyoko, nigedasou—. Saboreaba las palabras con una voz aterciopelada, esperando poder seguir disfrutando de su tiempo antes de emprender camino fuera de ese lugar para, o volver al campo, o ir a algún otro lugar remoto de la ciudad.
    Diablo blanco La sangre era reconfortante; el sabor del hierro y la elasticidad del músculo le proporcionaban siempre una gran satisfacción. La neblina de calor que estas cosas le hacían sentir a Akemi era un ardor por corto tiempo, terminando siempre en una nueva caída en el frío del ambiente. Había algo extraño: tenía hambre a pesar de haber comido hace poco (algo relativo). Tenía energía, tenía el estómago lleno, pero la saciedad no llegaba a su cuerpo en ningún momento. Su haori no parecía ser suficiente para mitigar el frío que se instalaba en sus huesos. Había pasado muchos días caminando del campo hasta la ciudad, más por ocio que por otra cosa. No buscaba mezclarse mucho con la gente, después de todo, llamaba demasiado la atención al ser tan alto y usar una ropa tan formal, eso sin tener en cuenta su cabello o el uso constante de máscara. No había motivos ocultos detrás de ese tipo de cambios radicales de región; solo quería pasar un tiempo sin pensar, comer “algo” de la ciudad, quizás ver cosas lindas y devolverse al campo. No había muchas pretensiones en su viaje esporádico. Lo único malo era que sentía un hambre creciente en su cabeza y estómago. No supo en qué momento llegó aquel terreno baldío donde dejó en los huesos a su última víctima. Por lo general, él hace más lento el proceso de la cacería, quitando la energía de a poco, aterrorizando todo lo posible a la persona, pero esta vez solo decidió hacerlo rápido y ceder también ante la gula de tragar sangre y desgarrar la piel con su propia boca deformada. Y aunque era muy fan de usar máscara, la máscara de onna era de sus menos favoritas; sentía que tenía cierta imagen cómica que a veces le jugaba en contra. Si bien le gusta gastar bromas, quiere que en su mayoría sean para causar terror o desesperación. Además, las máscaras de teatro nōh le obligan a ver menos de lo que ya veía habitualmente; sus ojos oscuros algo grisáceos parecían ser un poco menos confiables que antes. Aun así, veía un leve brillo a la altura de sus pies, iluminando de forma tenue sus tobillos y el kimono salpicado de sangre. Debía suponer que era algo que cargaba su víctima, después de todo, recordaba que no iba a hacer nada hasta que terminó encandilado por una luz amarilla hacia su dirección. Pudo haberle obligado a olvidar lo que había visto, pero lo tomó como señal para alimentarse. Se acercó de forma suave y grácil a la fuente de luz mientras se colocaba la máscara sobre el rostro. De por sí, veía aquel brillo de forma tenue a pesar de la intensidad de esta. Se iba a inclinar solo para tomar la linterna, pero la verdad es que no le vio la necesidad. Eso no iba a cambiar que su vista estaba algo dañada, tampoco que sentía el frío de una próxima nevada, y mucho menos el hecho de que aún sentía un hambre que le calaba hasta lo más profundo de su ser. Se quedó parado un momento a centímetros del brillo, esperando sentir algo más allá del frío. Bajó un poco las manos, alisando como podía el kimono. Había estropeado un poco su imagen para esta cacería; lo bueno es que no se incomodaba con esos zapatos molestos que usaban los humanos, y podía sentir con sus pies lo suave de la grama junto con los parches llenos de piedras pequeñas y algo incómodas. De alguna forma, estaba contento de haber terminado en un lugar sin tanta gente y lo suficientemente oscuro para no tener que preocuparse sobre la sangre que tenía encima. Decidió caminar por un momento, paseándose por el camino empedrado con los pies descalzos, con pasos lentos, pausados, tomándose su tiempo en tratar de ver bien los detalles del lugar. Las plantas, los árboles a los que alcanzaba algunos con las ramas altas, algunas cubiertas con escarcha en las hojas blandas que aún tenía encima, tocándoles con la punta de las uñas, con una delicadeza que ni solía tener con la carne de sus víctimas. Pasado un tiempo de quietud, mirando (sin observar en realidad) al suelo y arreglando su cabello, comenzó a cantar con voz suave, gentil y algo aterradora para la ocasión una canción infantil: —Pyoko pyoko, pyoko pyoko, nigedasou—. Saboreaba las palabras con una voz aterciopelada, esperando poder seguir disfrutando de su tiempo antes de emprender camino fuera de ese lugar para, o volver al campo, o ir a algún otro lugar remoto de la ciudad.
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  • "Todos somos monstruos aquí..."
    Fandom The Walking Dead
    Categoría Drama
    ㅤㅤㅤ
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ∽『𝗦𝗧𝗔𝗥𝗧𝗘𝗥』∽
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ Negan Smith



    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤNo hubiera dado ni un dólar por la probabilidad de volver a encontrarse con Rick, Daryl o Maggie. Cuando el Gobernador llegó a la prisión pensó que todo su mundo se iba al infierno, que tenía que volver a empezar. Y, en ese momento, totalmente sola. Pero el destino era azaroso y, cuando después de casi dos años había vuelto a escuchar la moto de Daryl, la cual la llevó de regreso con las personas que mejor conocía en el mundo, decidió que no desaprovecharía aquella oportunidad. Volver con el grupo de la prisión había sido como volver a casa… La sensación de inquietud y de miedo se había disipado en cuanto volvio a abrazar a Michonne, a Rick o a Maggie… Incluso fue bien recibida por amigos que el grupo había hecho en el camino hasta llegar a Washington. Nombres como Rosita, Eugene, Tara, Aaron o Gabriel ahora eran tan conocidos para ella como el suyo propio.

    Alexandria era grande y estaba repleta de personas e historias. Y todas ellas le fueron reveladas. Algunas en detalle. Otras no tanto…

    -¿Dónde esta Carl? -le preguntó a Rick la misma noche que llegó. Sabia cual era la respuesta, pero necesitaba confirmarlo.

    -Carl… -parecía que al líder de Alexandria le costaba trabajo pronunciar aquel nombre. Sus manos unidas una contra la otra frotaron sus palmas de forma algo nerviosa mientras tambien trataba de contener un nervioso tic en la pierna- Él murió…- resolvió el ex – sheriff- Murió por salvar a alguien. A Siddiq…


    Becca asintió, había podido entender que el tal Siddiq era el medico en la comunidad.

    “¿Dónde está Carol?”

    “Vive en El Reino..:”

    Y aquella respuesta parecía sencilla pero escondía un mundo expandido mucho más grande de lo que Becca se imaginaba. Sus amigos habían prosperado en Alexandria y habían abierto horizontes. Ahora hermanados con comunidades como Hilltop o El Reino. Todo aprecia más grande, pero la sensación que Becca tuvo era que todo se hacia mas pequeño. Todos estaban tan… lejos…

    Y se hizo mucho más pequeña el día que Rick murió.

    Y terminó de estrecharse aun más cuando Michonne decidió cerrar las puertas de Alexandria a forasteros y amigos después del “problema de Jocelyn”.

    Aun asi… la vida en Alexandria continuó.

    >> Habían pasado cuatro años desde que Becca llegase a aquella comunidad y ahora había dejado de ser la extraña, la forastera. Conocía a las personas que vivían allí. Sus historias. Sus batallas. Absolutamente a todos ellos. Salvo a una persona… Negan. Había escuchado ese nombre varias veces a lo largo de los años. Al principio como si mentaran al demonio, años después parecía solo un eco, un apunte a pie de página. Pero, a pesar de eso, a Becca le estaba terminantemente prohibido acercarse a la celda donde mantenían encerrado al líder del grupo que había propiciado la ultima guerra de las comunidades.

    Negan tenía un estricto y reducido horario de visitas. Tan reducido que solamente Gabriel y Michonne tenían permiso para bajar a aquella oscura celda. Pero la curiosidad podía con Becca y siempre que pasaba por delante de la casa donde Michonne vivía, echaba un rapido vistazo despreocupado al pequeño ventanuco del sótano desde donde alguna vez había logrado atisbar al reo, aunque nunca con demasiada claridad.

    >> Aquella mañana, Becca regresaba de casa de Aaron. Entre sus obligaciones como segundo medico de Alejandría (puesto que le habían asignado hace años cuando llegó) residía la de hacer el seguimiento de enfermos y pacientes en sus casas. Gracie, la hija de Aaron, llevaba unos dias enferma y Becca había pasado tan solo para hacer el seguimiento del estado de la niña. No tenia fiebre y las hierbas que le daban ayudaban bastante a que la tos remitiese poco a poco. Según su diagnóstico, en pocos dias estaría perfectamente recuperada.

    Regresó a la casa que hacía de enfermería y entró con su aire optimista de siempre, saludando a los escasos enfermos que Siddiq había considerado dejar en observación. Pero cuando entró encontró algunas caras largas.

    Rosita estaba cruzada de brazos, con aspecto cabreado. Eugene permanecía de brazos cruzados pero podía distinguirse manchas de sangre provocadas por roce con una herida. Y Siddiq tapaba la hemorragia nasal de un hombre llamado Paul Andrews.

    -Caramba. ¿Qué ha pasado? -preguntó Becca dejando su bolsa sobre una mesita auxiliar.

    Rosita chasqueó la lengua.

    -Le he dado un puñetazo.

    Becca abrió sus ojos con sorpresa, sin entender qué estaba ocurriendo allí. Pero Siddiq se apresuró a explicarle la situación.

    -Paul ha robado las llaves de la celda de Negan y… se ha tomado la justicia por su mano…- explicó- Eugene y Rosita han escuchado el estruendo y han bajado a ver qué ocurría.

    -Valeeee… -comentó Becca con cierto aire de duda, porque aun no entendía qué era lo que estaba pasando.

    -Algunas personas no pueden pasar página con lo que Negan hizo. Paul es uno de ellos. Ha golpeado a Negan y…

    Becca parpadeó alucinada.

    -¿Él está bien? ¿Lo sabe Michonne? -preguntó.

    Siddiq asintió lentamente.

    -Sí, está pensando en qué hacer con Paul… pero Negan… Está bastante magullado… Bastante herido. Paul se ha resistido y Rosita lo ha reducido rompiéndole la nariz.

    Becca miró a la interpelada, quien se encogió de hombros.

    -De acuerdo… ¿Puedo ayudar en algo? -preguntó ella.

    Siddiq asintió.

    -De hecho… Sí…- alargó una mano y señaló la sala- Yo estoy hasta arriba aquí… ¿Puedes tomar una bolsa con un botiquín y unas vendas de compresión y bajar a curar a Negan?

    Becca parpadeó alucinada.

    -Perdona… ¿Me estás diciendo que alguien ha dado una paliza a Negan y te estás ocupando primero del agresor? -preguntó Becca, sintiendo que la habían sacado de su propia realidad- Por dios, Siddiq. ¿Lo habéis dejado en la celda? ¿Por qué no lo traéis a una habitación?

    Rosita se adelantó.

    -Porque no es de fiar. Nadie quiere tenerlo cerca. No vamos a sacarlo de ahí.

    Becca la enfrentó.

    -Es una persona. Y le han pegado una paliza -señaló a Paul con un desaire de su mano diestra.

    Después bufó y se giró para tomar su bolsa y encaminarse al armario para coger vendas, gasas, alcohol, puntos de papel… es decir, todo lo que fuera necesario para curar al herido de la celda. Por supuesto tomó vendas de compresión y el anticuado ecógrafo a pilas que Eugene había arreglado.

    Se colocó delante de Rosita y extendió una mano pidiendo silenciosamente las llaves.

    >> El chasquido de la segunda puerta resonó con una especie de eco escalofriante. Joder, ¿estaba sugestionándose demasiado con respecto a la macabra leyenda de Negan? ¿O es que acaso realmente el tipo era tan demoniaco como todos decían? Estaba a un paso de averiguarlo, desde luego.

    El suelo de cemento amortiguó ligeramente sus pasos pero, daba igual, la puerta de acceso a la prisión ya había delatado su presencia. Anduvo un par de pasos por el suelo de cemento, mientras su mirada se fijaba en cada centímetro de aquella celda. Desde luego nada tenia que ver con las casas de ahí arriba. Ni siquiera con los sótanos de otras de las casas… Aquel lugar era gris y algo más frio de lo que uno puede esperar del verano en Virginia.

    Una enorme reja de hierro forjado atravesaba la estancia de una punta a otra, dejando un pasillo para los visitantes. Y dentro de la celda, sentado en un camastro de dudosa y precaria estabilidad, un hombre trataba de limpiar la sangre de una herida en su ceja.

    No queria hacer aquello como si estuviese en presencia de Hannibal Lecter. Era una persona herida y era su deber atenderlo. Por lo que, sin titubear, metió la llave en la cerradura y entró en la celda, metiéndose la llave en el bolsillo trasero del pantalón.

    -Hola -saludó ella con una sonrisa, la misma que le ponía a todos sus pacientes de ahí arriba- Me llamo Becca. Siddiq tiene varios casos de gripe asi que… estás de suerte… Soy tu médico -le dijo sin perder esa sonrisa encantadora mientras se acuclillaba delante del herido dejando a un lado su bolsa- Déjame ver…- le dijo apartando el trapo sucio con el que él se limpiaba la sangre del la ceja- Vaya… Te han hecho un buen destrozo, ¿eh? ¿Te parece si te echo un vistazo? Siddiq cree que puedes tener una costilla fracturada -de otro modo no le habría pedido que bajase vendas de compresión- Tienes que quitarte la…- carraspeó- La camisa… ¿Necesitas ayuda?


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #TheWalkingDead
    ㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ∽『𝗦𝗧𝗔𝗥𝗧𝗘𝗥』∽ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ [NOTEENIEANYM0RE] ㅤ ㅤ ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤNo hubiera dado ni un dólar por la probabilidad de volver a encontrarse con Rick, Daryl o Maggie. Cuando el Gobernador llegó a la prisión pensó que todo su mundo se iba al infierno, que tenía que volver a empezar. Y, en ese momento, totalmente sola. Pero el destino era azaroso y, cuando después de casi dos años había vuelto a escuchar la moto de Daryl, la cual la llevó de regreso con las personas que mejor conocía en el mundo, decidió que no desaprovecharía aquella oportunidad. Volver con el grupo de la prisión había sido como volver a casa… La sensación de inquietud y de miedo se había disipado en cuanto volvio a abrazar a Michonne, a Rick o a Maggie… Incluso fue bien recibida por amigos que el grupo había hecho en el camino hasta llegar a Washington. Nombres como Rosita, Eugene, Tara, Aaron o Gabriel ahora eran tan conocidos para ella como el suyo propio. Alexandria era grande y estaba repleta de personas e historias. Y todas ellas le fueron reveladas. Algunas en detalle. Otras no tanto… -¿Dónde esta Carl? -le preguntó a Rick la misma noche que llegó. Sabia cual era la respuesta, pero necesitaba confirmarlo. -Carl… -parecía que al líder de Alexandria le costaba trabajo pronunciar aquel nombre. Sus manos unidas una contra la otra frotaron sus palmas de forma algo nerviosa mientras tambien trataba de contener un nervioso tic en la pierna- Él murió…- resolvió el ex – sheriff- Murió por salvar a alguien. A Siddiq… Becca asintió, había podido entender que el tal Siddiq era el medico en la comunidad. “¿Dónde está Carol?” “Vive en El Reino..:” Y aquella respuesta parecía sencilla pero escondía un mundo expandido mucho más grande de lo que Becca se imaginaba. Sus amigos habían prosperado en Alexandria y habían abierto horizontes. Ahora hermanados con comunidades como Hilltop o El Reino. Todo aprecia más grande, pero la sensación que Becca tuvo era que todo se hacia mas pequeño. Todos estaban tan… lejos… Y se hizo mucho más pequeña el día que Rick murió. Y terminó de estrecharse aun más cuando Michonne decidió cerrar las puertas de Alexandria a forasteros y amigos después del “problema de Jocelyn”. Aun asi… la vida en Alexandria continuó. >> Habían pasado cuatro años desde que Becca llegase a aquella comunidad y ahora había dejado de ser la extraña, la forastera. Conocía a las personas que vivían allí. Sus historias. Sus batallas. Absolutamente a todos ellos. Salvo a una persona… Negan. Había escuchado ese nombre varias veces a lo largo de los años. Al principio como si mentaran al demonio, años después parecía solo un eco, un apunte a pie de página. Pero, a pesar de eso, a Becca le estaba terminantemente prohibido acercarse a la celda donde mantenían encerrado al líder del grupo que había propiciado la ultima guerra de las comunidades. Negan tenía un estricto y reducido horario de visitas. Tan reducido que solamente Gabriel y Michonne tenían permiso para bajar a aquella oscura celda. Pero la curiosidad podía con Becca y siempre que pasaba por delante de la casa donde Michonne vivía, echaba un rapido vistazo despreocupado al pequeño ventanuco del sótano desde donde alguna vez había logrado atisbar al reo, aunque nunca con demasiada claridad. >> Aquella mañana, Becca regresaba de casa de Aaron. Entre sus obligaciones como segundo medico de Alejandría (puesto que le habían asignado hace años cuando llegó) residía la de hacer el seguimiento de enfermos y pacientes en sus casas. Gracie, la hija de Aaron, llevaba unos dias enferma y Becca había pasado tan solo para hacer el seguimiento del estado de la niña. No tenia fiebre y las hierbas que le daban ayudaban bastante a que la tos remitiese poco a poco. Según su diagnóstico, en pocos dias estaría perfectamente recuperada. Regresó a la casa que hacía de enfermería y entró con su aire optimista de siempre, saludando a los escasos enfermos que Siddiq había considerado dejar en observación. Pero cuando entró encontró algunas caras largas. Rosita estaba cruzada de brazos, con aspecto cabreado. Eugene permanecía de brazos cruzados pero podía distinguirse manchas de sangre provocadas por roce con una herida. Y Siddiq tapaba la hemorragia nasal de un hombre llamado Paul Andrews. -Caramba. ¿Qué ha pasado? -preguntó Becca dejando su bolsa sobre una mesita auxiliar. Rosita chasqueó la lengua. -Le he dado un puñetazo. Becca abrió sus ojos con sorpresa, sin entender qué estaba ocurriendo allí. Pero Siddiq se apresuró a explicarle la situación. -Paul ha robado las llaves de la celda de Negan y… se ha tomado la justicia por su mano…- explicó- Eugene y Rosita han escuchado el estruendo y han bajado a ver qué ocurría. -Valeeee… -comentó Becca con cierto aire de duda, porque aun no entendía qué era lo que estaba pasando. -Algunas personas no pueden pasar página con lo que Negan hizo. Paul es uno de ellos. Ha golpeado a Negan y… Becca parpadeó alucinada. -¿Él está bien? ¿Lo sabe Michonne? -preguntó. Siddiq asintió lentamente. -Sí, está pensando en qué hacer con Paul… pero Negan… Está bastante magullado… Bastante herido. Paul se ha resistido y Rosita lo ha reducido rompiéndole la nariz. Becca miró a la interpelada, quien se encogió de hombros. -De acuerdo… ¿Puedo ayudar en algo? -preguntó ella. Siddiq asintió. -De hecho… Sí…- alargó una mano y señaló la sala- Yo estoy hasta arriba aquí… ¿Puedes tomar una bolsa con un botiquín y unas vendas de compresión y bajar a curar a Negan? Becca parpadeó alucinada. -Perdona… ¿Me estás diciendo que alguien ha dado una paliza a Negan y te estás ocupando primero del agresor? -preguntó Becca, sintiendo que la habían sacado de su propia realidad- Por dios, Siddiq. ¿Lo habéis dejado en la celda? ¿Por qué no lo traéis a una habitación? Rosita se adelantó. -Porque no es de fiar. Nadie quiere tenerlo cerca. No vamos a sacarlo de ahí. Becca la enfrentó. -Es una persona. Y le han pegado una paliza -señaló a Paul con un desaire de su mano diestra. Después bufó y se giró para tomar su bolsa y encaminarse al armario para coger vendas, gasas, alcohol, puntos de papel… es decir, todo lo que fuera necesario para curar al herido de la celda. Por supuesto tomó vendas de compresión y el anticuado ecógrafo a pilas que Eugene había arreglado. Se colocó delante de Rosita y extendió una mano pidiendo silenciosamente las llaves. >> El chasquido de la segunda puerta resonó con una especie de eco escalofriante. Joder, ¿estaba sugestionándose demasiado con respecto a la macabra leyenda de Negan? ¿O es que acaso realmente el tipo era tan demoniaco como todos decían? Estaba a un paso de averiguarlo, desde luego. El suelo de cemento amortiguó ligeramente sus pasos pero, daba igual, la puerta de acceso a la prisión ya había delatado su presencia. Anduvo un par de pasos por el suelo de cemento, mientras su mirada se fijaba en cada centímetro de aquella celda. Desde luego nada tenia que ver con las casas de ahí arriba. Ni siquiera con los sótanos de otras de las casas… Aquel lugar era gris y algo más frio de lo que uno puede esperar del verano en Virginia. Una enorme reja de hierro forjado atravesaba la estancia de una punta a otra, dejando un pasillo para los visitantes. Y dentro de la celda, sentado en un camastro de dudosa y precaria estabilidad, un hombre trataba de limpiar la sangre de una herida en su ceja. No queria hacer aquello como si estuviese en presencia de Hannibal Lecter. Era una persona herida y era su deber atenderlo. Por lo que, sin titubear, metió la llave en la cerradura y entró en la celda, metiéndose la llave en el bolsillo trasero del pantalón. -Hola -saludó ella con una sonrisa, la misma que le ponía a todos sus pacientes de ahí arriba- Me llamo Becca. Siddiq tiene varios casos de gripe asi que… estás de suerte… Soy tu médico -le dijo sin perder esa sonrisa encantadora mientras se acuclillaba delante del herido dejando a un lado su bolsa- Déjame ver…- le dijo apartando el trapo sucio con el que él se limpiaba la sangre del la ceja- Vaya… Te han hecho un buen destrozo, ¿eh? ¿Te parece si te echo un vistazo? Siddiq cree que puedes tener una costilla fracturada -de otro modo no le habría pedido que bajase vendas de compresión- Tienes que quitarte la…- carraspeó- La camisa… ¿Necesitas ayuda? #Personajes3D #3D #Comunidad3D #NuevoStarter #TheWalkingDead
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  • Bueno... Accidentes pasan.

    *No sabe como paso, solo que se terminó atrapado a ella misma y estaba toda enredada*

    Se me sube la sangre a la cabeza.
    Bueno... Accidentes pasan. *No sabe como paso, solo que se terminó atrapado a ella misma y estaba toda enredada* Se me sube la sangre a la cabeza.
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  • Llega el momento del parto.

    Las contracciones me atraviesan como cuchillas antiguas. No es solo dolor: es una guerra interna. Siento cómo mis propios órganos parecen desplazarse, desgarrarse, pelear entre sí, como si el cuerpo tuviera que decidir quién vive y quién muere para que algo nuevo pueda nacer. Cada espasmo es una sentencia. Cada grito, un desgarro del mundo.

    Cuando llegamos al hospital, el dolor ya no es humano. Es tan agudo, tan absoluto, que los médicos se miran con terror. Hablan deprisa. Temen por mi vida. Deciden abrir, cortar antes de que mi cuerpo colapse del todo.

    Preparan el instrumental.

    Pero entonces…
    antes de que el bisturí toque mi piel, algo sale de mí.

    No carne.
    No sangre.

    Un espíritu de parto natural emerge entre mis piernas como una llamarada pálida, antigua, imposible. No llora. No respira. Simplemente es. La habitación se llena de un frío sobrenatural, y los humanos retroceden. Gritan. Algunos rezan. Otros huyen sin mirar atrás.

    Salen corriendo.

    El segundo nace inmediatamente después.
    El tercero lo sigue, arrastrado por la misma fuerza invisible.
    Tres presencias se manifiestan, idénticas entre sí y a mí, vibrando con una energía que no pertenece a este plano.

    Pero entonces… el tiempo se rompe.

    Los demás tardan.

    Mi cuerpo vuelve a reclamarme con violencia. El dolor regresa multiplicado, brutal. Ya no hay manos que ayuden, ni voces que guíen. Solo yo, el suelo frío, y aquello que aún se resiste a salir.

    Aprieto los dientes.
    Aferro el mundo con las uñas.
    Empujo con todo lo que me queda.

    Una vez.
    Otra.
    Otra más.

    Con un esfuerzo que me arranca el alma, consigo sacar cinco más.

    Caen pesados. Silenciosos.

    No se mueven.

    Una lágrima cae por mi mejilla.

    —Lo siento mi ama Naamah sólo he podido engendrar a tres...

    Los otros tres salen disparados por la ventana rompiéndola y desapareciendo. Listos para causar estragos... mientras el viento que entra por la ventana ondula mi cabello y seca mi lágrima.
    Llega el momento del parto. Las contracciones me atraviesan como cuchillas antiguas. No es solo dolor: es una guerra interna. Siento cómo mis propios órganos parecen desplazarse, desgarrarse, pelear entre sí, como si el cuerpo tuviera que decidir quién vive y quién muere para que algo nuevo pueda nacer. Cada espasmo es una sentencia. Cada grito, un desgarro del mundo. Cuando llegamos al hospital, el dolor ya no es humano. Es tan agudo, tan absoluto, que los médicos se miran con terror. Hablan deprisa. Temen por mi vida. Deciden abrir, cortar antes de que mi cuerpo colapse del todo. Preparan el instrumental. Pero entonces… antes de que el bisturí toque mi piel, algo sale de mí. No carne. No sangre. Un espíritu de parto natural emerge entre mis piernas como una llamarada pálida, antigua, imposible. No llora. No respira. Simplemente es. La habitación se llena de un frío sobrenatural, y los humanos retroceden. Gritan. Algunos rezan. Otros huyen sin mirar atrás. Salen corriendo. El segundo nace inmediatamente después. El tercero lo sigue, arrastrado por la misma fuerza invisible. Tres presencias se manifiestan, idénticas entre sí y a mí, vibrando con una energía que no pertenece a este plano. Pero entonces… el tiempo se rompe. Los demás tardan. Mi cuerpo vuelve a reclamarme con violencia. El dolor regresa multiplicado, brutal. Ya no hay manos que ayuden, ni voces que guíen. Solo yo, el suelo frío, y aquello que aún se resiste a salir. Aprieto los dientes. Aferro el mundo con las uñas. Empujo con todo lo que me queda. Una vez. Otra. Otra más. Con un esfuerzo que me arranca el alma, consigo sacar cinco más. Caen pesados. Silenciosos. No se mueven. Una lágrima cae por mi mejilla. —Lo siento mi ama [n.a.a.m.a.h] sólo he podido engendrar a tres... Los otros tres salen disparados por la ventana rompiéndola y desapareciendo. Listos para causar estragos... mientras el viento que entra por la ventana ondula mi cabello y seca mi lágrima.
    Me shockea
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  • —¿Quien eres?
    Soy sangre antigua y voluntad eterna… heredero del linaje Ishtar.

    —¿De dónde proviene tu poder?
    De un nombre que no se pronuncia en vano: Ishtar.

    —¿Por qué no temes a la oscuridad?
    Porque no la enfrentó… la llevo en la sangre. Soy Ishtar.

    —¿Qué te hace diferente a los demás?
    Ellos nacieron para seguir. Yo nací del linaje Ishtar para gobernar.

    —¿Qué ocurre cuando un Ishtar entra en batalla?
    El destino cambia y los dioses observan en silencio.

    El linaje Ishtar no nace… despierta. En su sangre habita el poder de dioses y demonios eternos.”

    —¿Quien eres? Soy sangre antigua y voluntad eterna… heredero del linaje Ishtar. —¿De dónde proviene tu poder? De un nombre que no se pronuncia en vano: Ishtar. —¿Por qué no temes a la oscuridad? Porque no la enfrentó… la llevo en la sangre. Soy Ishtar. —¿Qué te hace diferente a los demás? Ellos nacieron para seguir. Yo nací del linaje Ishtar para gobernar. —¿Qué ocurre cuando un Ishtar entra en batalla? El destino cambia y los dioses observan en silencio. El linaje Ishtar no nace… despierta. En su sangre habita el poder de dioses y demonios eternos.”
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