• El cursor parpadeaba en la pantalla como si se burlara de mí. “Experiencia laboral”. Qué irónico. Tecleé un par de palabras, luego las borré. Repetí el proceso al menos cinco veces.

    Nunca pensé que llegaría a esto: sentada en una cafetería tranquila, con un café frío a medio terminar, intentando que mi vida sonara… normal.

    Suspiré y escribí:

    “Cocina profesional básica”.
    No era mentira. Había pasado meses en campamentos improvisados, alimentando a equipos enteros con lo poco que conseguíamos. Saber hacer algo decente con nada era casi un arte.

    Pasé a “Habilidades adicionales” y me quedé pensativa. “Pintura y bocetos”, escribí después. Eso sí era mío. En medio del caos, dibujar fue lo único que me hizo sentir… viva.

    Me detuve. Miré el documento. Se veía tan vacío. No podía poner “estrategia táctica” ni “infiltración” ni “armamento ligero”. No en este mundo civilizado. Borré tres líneas más y apoyé la frente en la mano.

    Tomé un sorbo del café frío y miré por la ventana. Gente paseando, un perro tirando de su correa, un hombre hablando por teléfono con una sonrisa enorme. Tan ajenos a todo.

    Volví a la pantalla. “Objetivo profesional”. Otra carcajada silenciosa del cursor. ¿Qué podía poner ahí? “Esperando a que vuelvan a necesitarme para la próxima misión, pero mientras tanto quiero sobrevivir como una persona normal” no sonaba bien.

    Jugué con el bolígrafo mientras dejaba que el documento siguiera vacío, como si de verdad esperara que se llenara solo.
    El cursor parpadeaba en la pantalla como si se burlara de mí. “Experiencia laboral”. Qué irónico. Tecleé un par de palabras, luego las borré. Repetí el proceso al menos cinco veces. Nunca pensé que llegaría a esto: sentada en una cafetería tranquila, con un café frío a medio terminar, intentando que mi vida sonara… normal. Suspiré y escribí: “Cocina profesional básica”. No era mentira. Había pasado meses en campamentos improvisados, alimentando a equipos enteros con lo poco que conseguíamos. Saber hacer algo decente con nada era casi un arte. Pasé a “Habilidades adicionales” y me quedé pensativa. “Pintura y bocetos”, escribí después. Eso sí era mío. En medio del caos, dibujar fue lo único que me hizo sentir… viva. Me detuve. Miré el documento. Se veía tan vacío. No podía poner “estrategia táctica” ni “infiltración” ni “armamento ligero”. No en este mundo civilizado. Borré tres líneas más y apoyé la frente en la mano. Tomé un sorbo del café frío y miré por la ventana. Gente paseando, un perro tirando de su correa, un hombre hablando por teléfono con una sonrisa enorme. Tan ajenos a todo. Volví a la pantalla. “Objetivo profesional”. Otra carcajada silenciosa del cursor. ¿Qué podía poner ahí? “Esperando a que vuelvan a necesitarme para la próxima misión, pero mientras tanto quiero sobrevivir como una persona normal” no sonaba bien. Jugué con el bolígrafo mientras dejaba que el documento siguiera vacío, como si de verdad esperara que se llenara solo.
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  • Por qué piensan que todo es muerte y destrucción conmigo? Solo hay que saber llevarme.
    Por qué piensan que todo es muerte y destrucción conmigo? Solo hay que saber llevarme. ❌
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  • Bienvenidos a la gira mundial de Pentakill
    Fandom League of legends
    Categoría Otros
    Starter para: Hwei El Visionario

    Pronto comenzaría la gira mundial de 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩, el grupo de música metal en el que Sona era la dama de las cuerdas, aquella que se encargaba de que las melodías sonasen tenebrosas y duras acompañando a la voz del solista, Karthus.

    Aunque Sona tenía un pequeño secretito, cuando no estaba con los 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩, estaba trabajando en solitario como DJ, había movido masas en solitario y le encantaba el amor que sus fans le habían ofrecido, había tenido oportunidad de conocer a las KD/A e incluso a los GIANTS y los Heartsteel.

    Se podía decir que gracias a 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩, Sona pudo abrirse al mundo y ofrecerle todo aquello que generalmente solo guardaba para sus compañeros de grupo.

    Entre bastidores, la virtuosa se preparaba para la gira por toda Runaterra, estaba colocándose su peluca roja, pues no, no era pelirroja natural, su pelo era azul cielo, pero eso los fans no tenían por qué saberlo. Su mano tomaba un pincel con el que cargaba muchísima sombra de ojos negra y se hacía un ahumado en el ojo, lo que hacía que sus facciones se endurecieran y se marcasen, no es que Sona no fuera una mujer hermosa, es que usando aquel maquillaje se permitía poder tener otra personalidad una más abierta, más... 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩. FInalizó su rutina con un labial oscuro que la hizo parecer tan sensual como innaccesible, le tenía que dar las gracias a Kayle por aquel consejo.

    Pocos minutos después llamaron a la puerta, era Mordekaiser, que con cuidado asomaba su gran cabeza por la puerta, en el grupo se sabía que el gran lord bajista tenía debilidad por la teclista del grupo.

    — "Hey, nena... ¿Estás preparada?"

    Dijo con una voz de ultratumba pero irremediablemente dulce pues iba dirigida a su compañera.

    Sona hizo girar el taburete de su camerino y le sonrió con tanta amabilidad que se pudo escuchar el corazón de Mordekaiser partirse en mil añicos. Acto seguido asintió.

    — "Venga preciosa, el público espera"

    ¿Le había temblado la voz al bajista? Tal vez un poco.

    El primero en salir al escenario fue Olaf, que estaba empezando a marcar el compás en el que se iban a ir presentando sus compañeros, el segundo en salir a escena fue Yorick y su guitarra que hicieron un tenebroso solo de guitarra, lo que hizo que el público enloqueciera, seguidamente salió Mordekaiser entre llamas y su imponente bajo, y por tercer lugar, entre el humo y la desolación se elevó Sona en un precioso solo de teclado que le dio paso a su vocalista principal, Karthus, que tras un estallido de fuegos artificiales su voz se elevó por todo el recinto.

    El publico comenzó a gritar pues sabían lo que se avecinaba, la aparición de la segunda vocalista, Kayle. Que no tardó en aparecer mostrando sus imponentes alas y dejando que su voz melódica se entremezclase con la de Karthus.

    Todas aquellas armonías, todas aquellas notas hacían que Sona estuviera pletórica, estaba feliz por que por fin tras tanto tiempo, podía ser "ella misma" en un escenario.
    Starter para: [specter_maroon_goat_816] Pronto comenzaría la gira mundial de 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩, el grupo de música metal en el que Sona era la dama de las cuerdas, aquella que se encargaba de que las melodías sonasen tenebrosas y duras acompañando a la voz del solista, Karthus. Aunque Sona tenía un pequeño secretito, cuando no estaba con los 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩, estaba trabajando en solitario como DJ, había movido masas en solitario y le encantaba el amor que sus fans le habían ofrecido, había tenido oportunidad de conocer a las KD/A e incluso a los GIANTS y los Heartsteel. Se podía decir que gracias a 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩, Sona pudo abrirse al mundo y ofrecerle todo aquello que generalmente solo guardaba para sus compañeros de grupo. Entre bastidores, la virtuosa se preparaba para la gira por toda Runaterra, estaba colocándose su peluca roja, pues no, no era pelirroja natural, su pelo era azul cielo, pero eso los fans no tenían por qué saberlo. Su mano tomaba un pincel con el que cargaba muchísima sombra de ojos negra y se hacía un ahumado en el ojo, lo que hacía que sus facciones se endurecieran y se marcasen, no es que Sona no fuera una mujer hermosa, es que usando aquel maquillaje se permitía poder tener otra personalidad una más abierta, más... 𝔓𝔢𝔫𝔱𝔞ƙ𝔦𝔩𝔩. FInalizó su rutina con un labial oscuro que la hizo parecer tan sensual como innaccesible, le tenía que dar las gracias a Kayle por aquel consejo. Pocos minutos después llamaron a la puerta, era Mordekaiser, que con cuidado asomaba su gran cabeza por la puerta, en el grupo se sabía que el gran lord bajista tenía debilidad por la teclista del grupo. — "Hey, nena... ¿Estás preparada?" Dijo con una voz de ultratumba pero irremediablemente dulce pues iba dirigida a su compañera. Sona hizo girar el taburete de su camerino y le sonrió con tanta amabilidad que se pudo escuchar el corazón de Mordekaiser partirse en mil añicos. Acto seguido asintió. — "Venga preciosa, el público espera" ¿Le había temblado la voz al bajista? Tal vez un poco. El primero en salir al escenario fue Olaf, que estaba empezando a marcar el compás en el que se iban a ir presentando sus compañeros, el segundo en salir a escena fue Yorick y su guitarra que hicieron un tenebroso solo de guitarra, lo que hizo que el público enloqueciera, seguidamente salió Mordekaiser entre llamas y su imponente bajo, y por tercer lugar, entre el humo y la desolación se elevó Sona en un precioso solo de teclado que le dio paso a su vocalista principal, Karthus, que tras un estallido de fuegos artificiales su voz se elevó por todo el recinto. El publico comenzó a gritar pues sabían lo que se avecinaba, la aparición de la segunda vocalista, Kayle. Que no tardó en aparecer mostrando sus imponentes alas y dejando que su voz melódica se entremezclase con la de Karthus. Todas aquellas armonías, todas aquellas notas hacían que Sona estuviera pletórica, estaba feliz por que por fin tras tanto tiempo, podía ser "ella misma" en un escenario.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    El regreso de Ozma

    Dicen que antes de que existiera el apellido Queen… hubo uno que no tenía nombre completo, solo Ozma, solo King. El Rey que miraba a los cielos como suyos.

    Caótico, decían. Ni luz, ni sombra. Era ambas. Y ninguna.

    Su hija, Jenifer… la única que lo entendía. La única que lo amó de verdad. Pero hasta el amor tiene límites, ¿no?

    Porque Ozma empezó a querer más. Más de lo que debía. Más de lo que el mundo podía aguantar.

    Y Jenifer… ella lo vio venir. Lo vio en sus ojos. En sus palabras. En el silencio que dejaba después de hablar.

    Así que lo engañó. Con dulzura, sí. Pero lo engañó.

    Lo llevó a un jardín. No uno cualquiera. Uno tan divino como el Edén, dicen. Un lugar que no existe… pero que existe.

    Y ahí lo selló. Con runas. Con lágrimas. Con todo lo que tenía.

    Ozma no gritó. No se resistió. Solo se dejó caer. Como si supiera que no había otra salida.

    Desde entonces, Jenifer tomó su lugar. Pero no podía ser King. Así que fue Queen. Y como no tenía apellido… ese título se volvió su nombre. Jenifer Queen.

    Pero los sellos… no duran para siempre.

    Miles de años. Miles de malditos años. Y el jardín empezó a romperse. Las runas a temblar. Y Ozma… Ozma se liberó.

    Pero no salió como entró. Gastó casi todo su poder. Y cayó a la Tierra como un niño con ojos que no deberían estar en esa cara. Con marcas que brillan cuando nadie mira.

    No busca venganza, dicen. No quiere guerra. Solo quiere verla. A su hija. A la que lo encerró.

    No para pedir perdón. Porque ese viejo bastardo aún tiene orgullo. Pero sí para entender. Para cerrar algo que nunca debió abrirse.

    Y ahora camina. Con pasos cortos. Con el mundo mirándolo sin saber quién es.

    Pero yo lo sé. Yo lo vi. Yo lo recuerdo.

    Ese niño… ese pequeño bastardo… es Ozma. El que fue King. El que casi lo destruye todo. El que aún puede hacerlo… si lo olvidas.
    El regreso de Ozma Dicen que antes de que existiera el apellido Queen… hubo uno que no tenía nombre completo, solo Ozma, solo King. El Rey que miraba a los cielos como suyos. Caótico, decían. Ni luz, ni sombra. Era ambas. Y ninguna. Su hija, Jenifer… la única que lo entendía. La única que lo amó de verdad. Pero hasta el amor tiene límites, ¿no? Porque Ozma empezó a querer más. Más de lo que debía. Más de lo que el mundo podía aguantar. Y Jenifer… ella lo vio venir. Lo vio en sus ojos. En sus palabras. En el silencio que dejaba después de hablar. Así que lo engañó. Con dulzura, sí. Pero lo engañó. Lo llevó a un jardín. No uno cualquiera. Uno tan divino como el Edén, dicen. Un lugar que no existe… pero que existe. Y ahí lo selló. Con runas. Con lágrimas. Con todo lo que tenía. Ozma no gritó. No se resistió. Solo se dejó caer. Como si supiera que no había otra salida. Desde entonces, Jenifer tomó su lugar. Pero no podía ser King. Así que fue Queen. Y como no tenía apellido… ese título se volvió su nombre. Jenifer Queen. Pero los sellos… no duran para siempre. Miles de años. Miles de malditos años. Y el jardín empezó a romperse. Las runas a temblar. Y Ozma… Ozma se liberó. Pero no salió como entró. Gastó casi todo su poder. Y cayó a la Tierra como un niño con ojos que no deberían estar en esa cara. Con marcas que brillan cuando nadie mira. No busca venganza, dicen. No quiere guerra. Solo quiere verla. A su hija. A la que lo encerró. No para pedir perdón. Porque ese viejo bastardo aún tiene orgullo. Pero sí para entender. Para cerrar algo que nunca debió abrirse. Y ahora camina. Con pasos cortos. Con el mundo mirándolo sin saber quién es. Pero yo lo sé. Yo lo vi. Yo lo recuerdo. Ese niño… ese pequeño bastardo… es Ozma. El que fue King. El que casi lo destruye todo. El que aún puede hacerlo… si lo olvidas.
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  • Vamos Saber, dámelo..

    #FateStarNight #Colaboracion #FateHonkai
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  • [Lugn3r] Me has hecho tanto daño, has provocado mi momento de vulnerabilidad para crear una brecha entre Leo y yo, me has hablado mal de él sin saber, estoy harta de lo que has provocado, lograste que dudara ds él cuando más sensible estaba...

    Yo no te lo perdonaré, sufri un infierno, le hiciste pasar malos ratos a Leo, esta vez no lo voy a pasar por alto... ¿Me buscas?... Me has encontrado... Te hare pagar caro.
    [Lugn3r] Me has hecho tanto daño, has provocado mi momento de vulnerabilidad para crear una brecha entre Leo y yo, me has hablado mal de él sin saber, estoy harta de lo que has provocado, lograste que dudara ds él cuando más sensible estaba... Yo no te lo perdonaré, sufri un infierno, le hiciste pasar malos ratos a Leo, esta vez no lo voy a pasar por alto... ¿Me buscas?... Me has encontrado... Te hare pagar caro.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    -¿Dónde estará Saber? Pues la pequeña reina se encuentra en el salón del té dándose un atracón de dulces.
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  • ✦ Canciones para sanar ✦
    Fandom OC
    Categoría Original
    El sonido tenue de las risas infantiles llenaba el pasillo principal del hospital pediátrico de Seúl, mezclándose con el aroma característico a desinfectante. Yunseok, vestido con elegancia sobria : un traje negro bien ajustado, camisa oscura de cuello alto con patrones sutiles y una cadena discreta asomando bajo el saco, avanzaba con paso tranquilo mientras cargaba una guitarra acústica bajo su brazo y un bloc de notas con sus letras en el bolsillo del pantalón. No estaba allí como acompañante, sino como "The Oracle of the Mirrors", el hombre que componía canciones para los olvidados, para aquellos que la sociedad solía mirar de reojo.

    Había aceptado aquella invitación para cantar unas piezas acústicas para los niños hospitalizados, algo que hacía de manera privada y sin prensa. Aquella actividad era tan íntima como necesaria para él: sus letras cobraban vida cuando lograban sacar sonrisas en medio de la adversidad.

    Al llegar a la sala designada, su mirada se posó en un joven de rostro dulce y expresión cansada pero radiante, rodeado de pequeños que parecían adorarlo. Vestía bata blanca, y había algo en su modo delicado de hablarles que le llamó la atención: su voz transmitía calidez pura, esa que no se podía fingir. Yunseok observó cómo se agachaba para atar el cordón del zapato de uno de los niños, sonriendo como si nada más en el mundo importara en ese instante.

    Decidido, se acercó y carraspeó suavemente para llamar su atención.

    —Buenas tardes!

    saludó con una leve inclinación de cabeza, su tono bajo y cordial

    —. Me llamo Yunseok Wang.

    Una sonrisa sincera asomó en sus labios mientras sus ojos, cargados de un brillo tranquilo, lo evaluaban con curiosidad

    —. No quiero interrumpir… pero, ¿puedo saber tu nombre?

    Esperó su respuesta antes de continuar, acomodando la guitarra que llevaba en su estuche de cuero.

    —Vine para el pequeño concierto benéfico… y, bueno, creo que voy a necesitar tu ayuda para coordinar un par de cosas. Aunque, honestamente...

    añadió con un deje de humor suave

    - parece que los niños ya te adoran lo suficiente como para ser mi mejor aliado aquí.

    Su mirada descendió brevemente hacia uno de los pacientes que reía mientras tiraba suavemente de la bata del joven médico.

    —Debo admitirlo, es raro ver a alguien con tanta luz en un lugar como este

    comentó, en un tono casi reflexivo

    —. ¿Siempre eres así de cercano con ellos?
    El sonido tenue de las risas infantiles llenaba el pasillo principal del hospital pediátrico de Seúl, mezclándose con el aroma característico a desinfectante. Yunseok, vestido con elegancia sobria : un traje negro bien ajustado, camisa oscura de cuello alto con patrones sutiles y una cadena discreta asomando bajo el saco, avanzaba con paso tranquilo mientras cargaba una guitarra acústica bajo su brazo y un bloc de notas con sus letras en el bolsillo del pantalón. No estaba allí como acompañante, sino como "The Oracle of the Mirrors", el hombre que componía canciones para los olvidados, para aquellos que la sociedad solía mirar de reojo. Había aceptado aquella invitación para cantar unas piezas acústicas para los niños hospitalizados, algo que hacía de manera privada y sin prensa. Aquella actividad era tan íntima como necesaria para él: sus letras cobraban vida cuando lograban sacar sonrisas en medio de la adversidad. Al llegar a la sala designada, su mirada se posó en un joven de rostro dulce y expresión cansada pero radiante, rodeado de pequeños que parecían adorarlo. Vestía bata blanca, y había algo en su modo delicado de hablarles que le llamó la atención: su voz transmitía calidez pura, esa que no se podía fingir. Yunseok observó cómo se agachaba para atar el cordón del zapato de uno de los niños, sonriendo como si nada más en el mundo importara en ese instante. Decidido, se acercó y carraspeó suavemente para llamar su atención. —Buenas tardes! saludó con una leve inclinación de cabeza, su tono bajo y cordial —. Me llamo Yunseok Wang. Una sonrisa sincera asomó en sus labios mientras sus ojos, cargados de un brillo tranquilo, lo evaluaban con curiosidad —. No quiero interrumpir… pero, ¿puedo saber tu nombre? Esperó su respuesta antes de continuar, acomodando la guitarra que llevaba en su estuche de cuero. —Vine para el pequeño concierto benéfico… y, bueno, creo que voy a necesitar tu ayuda para coordinar un par de cosas. Aunque, honestamente... añadió con un deje de humor suave - parece que los niños ya te adoran lo suficiente como para ser mi mejor aliado aquí. Su mirada descendió brevemente hacia uno de los pacientes que reía mientras tiraba suavemente de la bata del joven médico. —Debo admitirlo, es raro ver a alguien con tanta luz en un lugar como este comentó, en un tono casi reflexivo —. ¿Siempre eres así de cercano con ellos?
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  • 🎨 Cuando la música encontró sus trazos
    Fandom OC
    Categoría Original
    El taller de arte en el centro de Seúl era un rincón que Yunseok conocía bien. Lo había visitado varias veces en silencio, no porque fuera artista visual, sino porque aquel lugar le ofrecía algo que rara vez encontraba en su mundo: calma. Entre lienzos y trazos, siempre lograba respirar hondo, dejar atrás el ruido de su agenda, de su empresa de moda y de los escenarios.

    Aquella tarde volvió, buscando esa misma sensación. Pero al entrar, notó algo diferente. No estaba vacío como de costumbre. El aire estaba impregnado de olor a pintura fresca, y frente a un caballete, un joven concentrado en su trabajo trazaba líneas suaves con una precisión casi delicada.

    Cerró la puerta tras de sí con cuidado y habló en un tono grave y tranquilo:

    —Buenas tardes...

    Su voz resonó en el silencio del taller, suave pero firme

    —. Soy Yunseok Wang.

    Yunseok esbozó una leve sonrisa mientras avanzaba despacio, con la seguridad de quien aprecia el arte aunque no pertenezca a ese mundo.

    —¿Puedo saber tu nombre?

    preguntó con cortesía, sus ojos recorriendo las paredes tapizadas de ilustraciones que parecían hablar por sí mismas.

    Cuando escuchó su respuesta, Yunseok asintió levemente, como si lo encajara todo en su mente. Se acercó a una de las obras enmarcadas, quedándose en silencio unos segundos frente a ella. Había algo en esos trazos: calidez, humanidad… historias sin palabras.

    —No solo dibujas bien.

    dijo finalmente, girándose hacia él con una expresión sincera

    — Cuentas historias.

    Hizo una pausa y apoyó una mano en la mesa llena de pinceles y bocetos.

    —Estoy trabajando en un proyecto musical distinto. Un álbum benéfico que lleva la voz de colectivos ignorados, juzgados… personas que solo necesitan sentirse vistas. Cada letra está escrita para ellos, pero quiero que esa fuerza no solo se escuche. Quiero que también se vea.

    Se inclinó apenas hacia él, su mirada fija en la suya.

    —Tus ilustraciones tienen esa alma que busco. Me gustaría que las acompañaran. Que mis canciones y tus trazos formen algo que conecte de verdad con la gente.

    Yunseok sonrió suavemente, dejando su propuesta en el aire.

    —¿Qué dices? ¿Me permitirías unir tu arte al mío y darle vida juntos a algo que pueda hacer la diferencia?
    El taller de arte en el centro de Seúl era un rincón que Yunseok conocía bien. Lo había visitado varias veces en silencio, no porque fuera artista visual, sino porque aquel lugar le ofrecía algo que rara vez encontraba en su mundo: calma. Entre lienzos y trazos, siempre lograba respirar hondo, dejar atrás el ruido de su agenda, de su empresa de moda y de los escenarios. Aquella tarde volvió, buscando esa misma sensación. Pero al entrar, notó algo diferente. No estaba vacío como de costumbre. El aire estaba impregnado de olor a pintura fresca, y frente a un caballete, un joven concentrado en su trabajo trazaba líneas suaves con una precisión casi delicada. Cerró la puerta tras de sí con cuidado y habló en un tono grave y tranquilo: —Buenas tardes... Su voz resonó en el silencio del taller, suave pero firme —. Soy Yunseok Wang. Yunseok esbozó una leve sonrisa mientras avanzaba despacio, con la seguridad de quien aprecia el arte aunque no pertenezca a ese mundo. —¿Puedo saber tu nombre? preguntó con cortesía, sus ojos recorriendo las paredes tapizadas de ilustraciones que parecían hablar por sí mismas. Cuando escuchó su respuesta, Yunseok asintió levemente, como si lo encajara todo en su mente. Se acercó a una de las obras enmarcadas, quedándose en silencio unos segundos frente a ella. Había algo en esos trazos: calidez, humanidad… historias sin palabras. —No solo dibujas bien. dijo finalmente, girándose hacia él con una expresión sincera — Cuentas historias. Hizo una pausa y apoyó una mano en la mesa llena de pinceles y bocetos. —Estoy trabajando en un proyecto musical distinto. Un álbum benéfico que lleva la voz de colectivos ignorados, juzgados… personas que solo necesitan sentirse vistas. Cada letra está escrita para ellos, pero quiero que esa fuerza no solo se escuche. Quiero que también se vea. Se inclinó apenas hacia él, su mirada fija en la suya. —Tus ilustraciones tienen esa alma que busco. Me gustaría que las acompañaran. Que mis canciones y tus trazos formen algo que conecte de verdad con la gente. Yunseok sonrió suavemente, dejando su propuesta en el aire. —¿Qué dices? ¿Me permitirías unir tu arte al mío y darle vida juntos a algo que pueda hacer la diferencia?
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  • 𝗙𝗼𝘂𝗿𝘁𝗵𝘀𝗶𝗻 No todas las mujeres fueron creadas para saber a miel y azúcar, algunas saben a café, vino y amor.
    𝗙𝗼𝘂𝗿𝘁𝗵𝘀𝗶𝗻 No todas las mujeres fueron creadas para saber a miel y azúcar, algunas saben a café, vino y amor.
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