• Las tavernas y el distrito comercial esta abarrotado el dia de hoy, irónicamente los domingos después de las reuniones de los creyentes, este lugar se queda vacío, perfecto para leer.

    ¿La biblioteca preguntas? No, está muy llena de aventureros juntando información para su próximas incursiones.
    Las tavernas y el distrito comercial esta abarrotado el dia de hoy, irónicamente los domingos después de las reuniones de los creyentes, este lugar se queda vacío, perfecto para leer. ¿La biblioteca preguntas? No, está muy llena de aventureros juntando información para su próximas incursiones.
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  • Sicut erat in principio, et nunc, et semper, et in sæcula sæculorum.
    Fandom Lucifer/OC
    Categoría Drama
    La presencia de Michael en el mundo mortal, no era casualidad, podría interpretarse de muchas formas dependiendo de quién lo preguntara, ¿la verdad?, la verdad era que había pasado los últimos eones de su vida sirviendo a su padre con la única esperanza de lograr que, en algún momento, le permitiera ir a la Tierra a buscar esa parte suya que le hacía tanta falta, la parte de su ser que le fue desprendida cuando su hermano, su amor, su esencia, fue desterrado.
    En la conciencia de Michael pesaba la culpa de haber negado el amor que sentía por Lucifer, de haber sido ejecutor y cómplice de la tortura a la que fue sometido su hermoso ángel por el único delito de haberlo amado más que a su padre y todo esto sólo por seguir siendo digno a los ojos de un padre quien no lo veía como un hijo, sino como uno más de sus soldados, el más fuerte y formidable de sus soldados, pero no un hijo.
    Cada día Michael lloraba el amor que había perdido y estaba seguro de que tarde o temprano lograría encontrar el camino hacia su hermano y después de una eternidad, ahí estaba, frente a las puertas del sitio que Lucifer llamaba hogar sin atreverse a cruzarlas puesto que lo que veía a través del cristal, no era el hermoso ángel que él recordaba, no, era un...humano, un hombre maduro, eso sí, apuesto hasta morir, pero no era Lucifer, sólo era un recipiente. Aún así, el corazón de Michael se aceleró al verlo, su esencia divina ahí estaba, corrompida, sí, pero aún podía sentirla, su amado hermano aún estaba ahí.
    Con pasos lentos ingresó en la habitación y se quedó a una distancia prudencial del demonio y lo miró con tristeza.

    — Lucifer...ha pasado tanto tiempo...— dijo Michael sin atreverse a acercarse más.
    La presencia de Michael en el mundo mortal, no era casualidad, podría interpretarse de muchas formas dependiendo de quién lo preguntara, ¿la verdad?, la verdad era que había pasado los últimos eones de su vida sirviendo a su padre con la única esperanza de lograr que, en algún momento, le permitiera ir a la Tierra a buscar esa parte suya que le hacía tanta falta, la parte de su ser que le fue desprendida cuando su hermano, su amor, su esencia, fue desterrado. En la conciencia de Michael pesaba la culpa de haber negado el amor que sentía por Lucifer, de haber sido ejecutor y cómplice de la tortura a la que fue sometido su hermoso ángel por el único delito de haberlo amado más que a su padre y todo esto sólo por seguir siendo digno a los ojos de un padre quien no lo veía como un hijo, sino como uno más de sus soldados, el más fuerte y formidable de sus soldados, pero no un hijo. Cada día Michael lloraba el amor que había perdido y estaba seguro de que tarde o temprano lograría encontrar el camino hacia su hermano y después de una eternidad, ahí estaba, frente a las puertas del sitio que Lucifer llamaba hogar sin atreverse a cruzarlas puesto que lo que veía a través del cristal, no era el hermoso ángel que él recordaba, no, era un...humano, un hombre maduro, eso sí, apuesto hasta morir, pero no era Lucifer, sólo era un recipiente. Aún así, el corazón de Michael se aceleró al verlo, su esencia divina ahí estaba, corrompida, sí, pero aún podía sentirla, su amado hermano aún estaba ahí. Con pasos lentos ingresó en la habitación y se quedó a una distancia prudencial del demonio y lo miró con tristeza. — Lucifer...ha pasado tanto tiempo...— dijo Michael sin atreverse a acercarse más.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
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    Estado
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  • —Esto de matar primero y preguntar después no arroja muchas respuestas.
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  • Mi cuerpo está ganando mas masa... ahora no se si es bueno o malo...
    Supongo que toca preguntarle.
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  • Donde el silencio respira

    Habían pasado dos semanas desde que Akane llegó al pueblito cerca de las montañas de las montañas, un lugar que parecía dormido en el tiempo. Las calles empedradas, las fachadas de tejas antiguas y los geranios colgando de las ventanas componían una calma que rozaba lo irreal. Era como si cada rincón exhalara dulces memorias.

    Ella vivía en un pequeño cuarto alquilado en la casa de una viuda de unos 48 años. La mujer, de manos fuertes y voz pausada, no hacía muchas preguntas; simplemente aceptó la presencia de Akane con una mezcla de curiosidad y respeto. En ese hogar silencioso, Akane encontró algo raro: estabilidad. Los ruidos eran suaves, el reloj parecía caminar más lento, y sus sueños no la despertaban tan bruscamente como antes.

    Paseaba a diario por el pueblo, y aunque su juventud destacaba entre la mayoría de los habitantes mayores, nadie la miraba con recelo. Al contrario, los rostros se iluminaban al verla pasar, le ofrecían frutas del mercado, saludos calurosos, e incluso recuerdos de otros tiempos donde el pueblo no estaba tan lleno de canas.

    Su cuerpo, tras tanto desgaste, mostraba señales de sanación. Ya no tenía que sujetarse del marco de la puerta al levantarse por la mañana. Aun así, algo dentro de ella, aquella llama que había conocido como goblina o como ogresa demonio permanecía dormida. No era ausencia, era espera.

    Su cabello ahora completamente plateado, brillaba con una luz suave, casi lunar, que parecía intensificarse bajo el cielo nocturno. Las ojeras aún teñían su mirada, pero menos profundas, como cicatrices que ya no dolían tanto, aunque no podían olvidarse.

    En este lugar detenido en el tiempo, Akane no buscaba nada. Pero quizás, sin saberlo, comenzaba a encontrar algo.
    Donde el silencio respira Habían pasado dos semanas desde que Akane llegó al pueblito cerca de las montañas de las montañas, un lugar que parecía dormido en el tiempo. Las calles empedradas, las fachadas de tejas antiguas y los geranios colgando de las ventanas componían una calma que rozaba lo irreal. Era como si cada rincón exhalara dulces memorias. Ella vivía en un pequeño cuarto alquilado en la casa de una viuda de unos 48 años. La mujer, de manos fuertes y voz pausada, no hacía muchas preguntas; simplemente aceptó la presencia de Akane con una mezcla de curiosidad y respeto. En ese hogar silencioso, Akane encontró algo raro: estabilidad. Los ruidos eran suaves, el reloj parecía caminar más lento, y sus sueños no la despertaban tan bruscamente como antes. Paseaba a diario por el pueblo, y aunque su juventud destacaba entre la mayoría de los habitantes mayores, nadie la miraba con recelo. Al contrario, los rostros se iluminaban al verla pasar, le ofrecían frutas del mercado, saludos calurosos, e incluso recuerdos de otros tiempos donde el pueblo no estaba tan lleno de canas. Su cuerpo, tras tanto desgaste, mostraba señales de sanación. Ya no tenía que sujetarse del marco de la puerta al levantarse por la mañana. Aun así, algo dentro de ella, aquella llama que había conocido como goblina o como ogresa demonio permanecía dormida. No era ausencia, era espera. Su cabello ahora completamente plateado, brillaba con una luz suave, casi lunar, que parecía intensificarse bajo el cielo nocturno. Las ojeras aún teñían su mirada, pero menos profundas, como cicatrices que ya no dolían tanto, aunque no podían olvidarse. En este lugar detenido en el tiempo, Akane no buscaba nada. Pero quizás, sin saberlo, comenzaba a encontrar algo.
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  • A veces, Ozen recordaba aquel día con una claridad insoportable.

    El cielo estaba tan azul que casi parecía una burla, como si realmente valiera la pena observarlo antes de que perdiera su color.

    Lyza estaba de pie junto a ella, con esa energía desbordante que parecía imposible de apagar y que tan insoportable le parecía a Ozen.

    Simplemente observaban la ciudad, como Ozen solía hacer. El viento agitaba el plumaje del sombrero de Lyza, y ella sonreía como si el mundo entero aún le perteneciera.

    Ozen no dijo nada, siempre era así. Pensó en alzar la voz, pero optó por observar y escuchar, y por esa decisión, ahora, esa escena la perseguía como un castigo.

    No por lo que se dijo, sino por todo lo que no fue dicho.

    Años después, la ciudad seguía allí, tan ruidosa y colorida como siempre, pero a Ozen le parecía hueca, sofocante, ya no había nada que le interesara aquí. No había lugar, ni deber, ni prestigio suficiente para reconstruir lo que su partida había roto.

    Y, sin embargo, debía seguir siendo La Inamovible.

    Debía mantenerse firme, sin grietas, como si esa imagen no la desgarrara por dentro. Como si no sintiera, cada vez que miraba a la ciudad, que algo esencial se había hundido para siempre.

    A veces se preguntaba si fue cobarde. Si debió decirle que no bajara. Que quedarse también era un acto de valentía. Que si alguien la juzgaba, Ozen la protegería.

    Pero no lo hizo.

    Y ahora solo le quedaba ese recuerdo, grabado en el rincón más frágil de su mente.

    Una figura con una pluma al viento. Un cielo abierto que ya no vuelve.

    Y una soledad que nunca se pudo llenar.
    A veces, Ozen recordaba aquel día con una claridad insoportable. El cielo estaba tan azul que casi parecía una burla, como si realmente valiera la pena observarlo antes de que perdiera su color. Lyza estaba de pie junto a ella, con esa energía desbordante que parecía imposible de apagar y que tan insoportable le parecía a Ozen. Simplemente observaban la ciudad, como Ozen solía hacer. El viento agitaba el plumaje del sombrero de Lyza, y ella sonreía como si el mundo entero aún le perteneciera. Ozen no dijo nada, siempre era así. Pensó en alzar la voz, pero optó por observar y escuchar, y por esa decisión, ahora, esa escena la perseguía como un castigo. No por lo que se dijo, sino por todo lo que no fue dicho. Años después, la ciudad seguía allí, tan ruidosa y colorida como siempre, pero a Ozen le parecía hueca, sofocante, ya no había nada que le interesara aquí. No había lugar, ni deber, ni prestigio suficiente para reconstruir lo que su partida había roto. Y, sin embargo, debía seguir siendo La Inamovible. Debía mantenerse firme, sin grietas, como si esa imagen no la desgarrara por dentro. Como si no sintiera, cada vez que miraba a la ciudad, que algo esencial se había hundido para siempre. A veces se preguntaba si fue cobarde. Si debió decirle que no bajara. Que quedarse también era un acto de valentía. Que si alguien la juzgaba, Ozen la protegería. Pero no lo hizo. Y ahora solo le quedaba ese recuerdo, grabado en el rincón más frágil de su mente. Una figura con una pluma al viento. Un cielo abierto que ya no vuelve. Y una soledad que nunca se pudo llenar.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    ooc. Podéis entrar en cualquier starter sin preguntar, simplemente contestáis y ya.
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  • Recuerdo de las 25 noches...

    El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo con tonos naranjas y rosados, pero algo en su corazón se sentía gris. Una vez más, la melodía de Angel-Damino sonaba en su mente, como un eco distante, como si las olas también la cantaran en susurros.

    Lia se detuvo, mirando el horizonte. Las palabras de la canción se repetían en su cabeza "Tantas noches, te vi en mis sueños...".
    No podía evitarlo, cada vez que escuchaba esa parte, algo en su pecho se apretaba. La misma sensación de cuando todo parecía tener sentido, pero se rompió por algo que ni ella misma pudo descifrar.
    "Lo intente. De verdad que lo hice..." pensó, mirando el agua moverse en círculos. Había sido un amor que se sintió intenso, pero también fugaz. "Si solo tú hubieras dicho algo…" pensaba mientras un suspiro se escapaba de sus labios.

    La imagen de aquel ser cruzó su mente, tan distante ahora, tan diferente. A veces, Lia se preguntaba si la otra parte realmente lo había intentado o si había tomado el camino más fácil. Sin embargo, algo en ella le decía que tal vez todo había sucedido como debía.

    Y él parecía estar bien, había seguido adelante, sin mostrar rastros de tristeza o arrepentimiento.

    "Tal vez fue lo mejor", se dijo en voz baja, dejando que el sonido de las olas arrastrara sus palabras hacia el mar.

    Lia continuó su caminar por la orilla mojándose la ropa, mientras la canción seguía sonando. Quizás las cosas se habían desmoronado, pero el sol seguía poniéndose, el mar seguía existiendo, y ella también.
    Recuerdo de las 25 noches... El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo con tonos naranjas y rosados, pero algo en su corazón se sentía gris. Una vez más, la melodía de Angel-Damino sonaba en su mente, como un eco distante, como si las olas también la cantaran en susurros. Lia se detuvo, mirando el horizonte. Las palabras de la canción se repetían en su cabeza "Tantas noches, te vi en mis sueños...". No podía evitarlo, cada vez que escuchaba esa parte, algo en su pecho se apretaba. La misma sensación de cuando todo parecía tener sentido, pero se rompió por algo que ni ella misma pudo descifrar. "Lo intente. De verdad que lo hice..." pensó, mirando el agua moverse en círculos. Había sido un amor que se sintió intenso, pero también fugaz. "Si solo tú hubieras dicho algo…" pensaba mientras un suspiro se escapaba de sus labios. La imagen de aquel ser cruzó su mente, tan distante ahora, tan diferente. A veces, Lia se preguntaba si la otra parte realmente lo había intentado o si había tomado el camino más fácil. Sin embargo, algo en ella le decía que tal vez todo había sucedido como debía. Y él parecía estar bien, había seguido adelante, sin mostrar rastros de tristeza o arrepentimiento. "Tal vez fue lo mejor", se dijo en voz baja, dejando que el sonido de las olas arrastrara sus palabras hacia el mar. Lia continuó su caminar por la orilla mojándose la ropa, mientras la canción seguía sonando. Quizás las cosas se habían desmoronado, pero el sol seguía poniéndose, el mar seguía existiendo, y ella también.
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  • —Siempre me he preguntado por qué las galletas de jengibre no saben a jengibre.
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  • ☆Primer Encuentro con Tian Capell Ivanov☆ Hace 3 años
    Fandom OC
    Categoría Original
    El tren desde Seúl a Busán había sido largo, pero Haneul no se quejaba.
    Aquel día hacía calor y el uniforme del centro comunitario (camiseta blanca con el logo bordado y pantalones beige) no ayudaba, pero él había aceptado el trabajo de medio tiempo con la misma entrega con la que hacía todo: porque necesitaba el dinero, sí, pero también porque, en el fondo, siempre le había costado decir que no cuando algo tenía un propósito real.

    La jornada transcurría entre talleres, clases improvisadas y jóvenes que buscaban orientación gratuita en medio de sus propias batallas.
    Haneul, a cargo del registro de asistentes y de acomodar materiales en el salón multiuso, se mantenía al margen, observando.
    Fue entonces cuando comenzó la charla médica sobre primeros auxilios y salud mental, impartida por un joven médico que, a diferencia de los anteriores, no hablaba desde el ego, sino desde la experiencia.

    Ese joven era Tian Capell Ivanov.

    Haneul se quedó escuchando desde el fondo, con los brazos cruzados y una expresión que parecía neutra, pero que absorbía cada palabra. La forma en la que Tian hablaba del autocuidado, del cuerpo como refugio, de la memoria y del estrés prolongado, le removió algo que no supo nombrar de inmediato.

    Al final de la charla, mientras los demás salían o se limitaban a aplaudir, Haneul se acercó sin pensarlo dos veces. Se presentó con voz baja pero firme:

    —Soy Haneul. Por curiosidad, tengo una pregunta, espero que no te moleste...¿Crees que el estrés crónico puede afectar tanto la memoria como para que alguien… olvide lo que más amaba?

    Le preguntó, sin dar contexto inicialmente, pero con una vulnerabilidad que decía mucho.
    El tren desde Seúl a Busán había sido largo, pero Haneul no se quejaba. Aquel día hacía calor y el uniforme del centro comunitario (camiseta blanca con el logo bordado y pantalones beige) no ayudaba, pero él había aceptado el trabajo de medio tiempo con la misma entrega con la que hacía todo: porque necesitaba el dinero, sí, pero también porque, en el fondo, siempre le había costado decir que no cuando algo tenía un propósito real. La jornada transcurría entre talleres, clases improvisadas y jóvenes que buscaban orientación gratuita en medio de sus propias batallas. Haneul, a cargo del registro de asistentes y de acomodar materiales en el salón multiuso, se mantenía al margen, observando. Fue entonces cuando comenzó la charla médica sobre primeros auxilios y salud mental, impartida por un joven médico que, a diferencia de los anteriores, no hablaba desde el ego, sino desde la experiencia. Ese joven era Tian Capell Ivanov. Haneul se quedó escuchando desde el fondo, con los brazos cruzados y una expresión que parecía neutra, pero que absorbía cada palabra. La forma en la que Tian hablaba del autocuidado, del cuerpo como refugio, de la memoria y del estrés prolongado, le removió algo que no supo nombrar de inmediato. Al final de la charla, mientras los demás salían o se limitaban a aplaudir, Haneul se acercó sin pensarlo dos veces. Se presentó con voz baja pero firme: —Soy Haneul. Por curiosidad, tengo una pregunta, espero que no te moleste...¿Crees que el estrés crónico puede afectar tanto la memoria como para que alguien… olvide lo que más amaba? Le preguntó, sin dar contexto inicialmente, pero con una vulnerabilidad que decía mucho.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    30
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