Noche sin Luna.
𝗟𝘦𝘆𝙨𝘩𝗮 𝗟𝖺𝗻𝗰𝖺𝙨t𝗲𝙧
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⠀⠀El aire denso del bar se mezclaba con el aroma agrio de tabaco viejo y madera húmeda. Las luces amarillas, opacas por décadas de polvo, proyectaban sombras largas sobre las mesas vacías a esa hora incierta entre la tarde y la noche. En un rincón, donde el bullicio de las conversaciones moría y la luz nocturna se reflejaba sobre la ventana, el cura se sentó solo, con la espalda apoyada contra la pared rugosa.
⠀⠀Tenía veinte y pocos años, pero algo en su mirada —una profundidad turbia, lejana— desentonaba con la tersura de su rostro joven. Su mano derecha rodeaba el vaso de vidrio con un gesto apagado, como si aquella acción formara parte de una costumbre más antigua que su propio cuerpo, puesto que el alcohol fue el descubrimiento más fiel del hombre. Las marcas de nacimiento en su antebrazo, oscuras y difusas como cicatrices de un fuego olvidado, se asomaban bajo la manga de su túnica remangada, quizá lo que más resaltaba.
⠀⠀Mientras la tele chirriaba un ruido estridente, una punzada familiar cruzó su sien. Un zumbido, un susurro lejano, apenas un eco: recuerdos que no eran suyos, pero que ardían como si siempre lo hubieran sido. En ese instante, supo que algo lo había llevado allí. No era casualidad. Aquel bar era un umbral, un portal para lo pecaminoso que se ocultaba en lo nocturno.
⠀⠀Parecía que nunca tendría una noche en paz.
⠀⠀Elevó la mirada, su ceja se arqueó. Algo había en esa silueta femenina que acababa de entrar, algo que le gritaba ecos de la sangre, como si hirviera.
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⠀⠀El aire denso del bar se mezclaba con el aroma agrio de tabaco viejo y madera húmeda. Las luces amarillas, opacas por décadas de polvo, proyectaban sombras largas sobre las mesas vacías a esa hora incierta entre la tarde y la noche. En un rincón, donde el bullicio de las conversaciones moría y la luz nocturna se reflejaba sobre la ventana, el cura se sentó solo, con la espalda apoyada contra la pared rugosa.
⠀⠀Tenía veinte y pocos años, pero algo en su mirada —una profundidad turbia, lejana— desentonaba con la tersura de su rostro joven. Su mano derecha rodeaba el vaso de vidrio con un gesto apagado, como si aquella acción formara parte de una costumbre más antigua que su propio cuerpo, puesto que el alcohol fue el descubrimiento más fiel del hombre. Las marcas de nacimiento en su antebrazo, oscuras y difusas como cicatrices de un fuego olvidado, se asomaban bajo la manga de su túnica remangada, quizá lo que más resaltaba.
⠀⠀Mientras la tele chirriaba un ruido estridente, una punzada familiar cruzó su sien. Un zumbido, un susurro lejano, apenas un eco: recuerdos que no eran suyos, pero que ardían como si siempre lo hubieran sido. En ese instante, supo que algo lo había llevado allí. No era casualidad. Aquel bar era un umbral, un portal para lo pecaminoso que se ocultaba en lo nocturno.
⠀⠀Parecía que nunca tendría una noche en paz.
⠀⠀Elevó la mirada, su ceja se arqueó. Algo había en esa silueta femenina que acababa de entrar, algo que le gritaba ecos de la sangre, como si hirviera.
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[Leysha1]
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⠀⠀El aire denso del bar se mezclaba con el aroma agrio de tabaco viejo y madera húmeda. Las luces amarillas, opacas por décadas de polvo, proyectaban sombras largas sobre las mesas vacías a esa hora incierta entre la tarde y la noche. En un rincón, donde el bullicio de las conversaciones moría y la luz nocturna se reflejaba sobre la ventana, el cura se sentó solo, con la espalda apoyada contra la pared rugosa.
⠀⠀Tenía veinte y pocos años, pero algo en su mirada —una profundidad turbia, lejana— desentonaba con la tersura de su rostro joven. Su mano derecha rodeaba el vaso de vidrio con un gesto apagado, como si aquella acción formara parte de una costumbre más antigua que su propio cuerpo, puesto que el alcohol fue el descubrimiento más fiel del hombre. Las marcas de nacimiento en su antebrazo, oscuras y difusas como cicatrices de un fuego olvidado, se asomaban bajo la manga de su túnica remangada, quizá lo que más resaltaba.
⠀⠀Mientras la tele chirriaba un ruido estridente, una punzada familiar cruzó su sien. Un zumbido, un susurro lejano, apenas un eco: recuerdos que no eran suyos, pero que ardían como si siempre lo hubieran sido. En ese instante, supo que algo lo había llevado allí. No era casualidad. Aquel bar era un umbral, un portal para lo pecaminoso que se ocultaba en lo nocturno.
⠀⠀Parecía que nunca tendría una noche en paz.
⠀⠀Elevó la mirada, su ceja se arqueó. Algo había en esa silueta femenina que acababa de entrar, algo que le gritaba ecos de la sangre, como si hirviera.
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Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible
