• Noche sin Luna.
    Fandom Original.
    Categoría Acción
    𝗟𝘦𝘆𝙨𝘩𝗮 𝗟𝖺𝗻𝗰𝖺𝙨t𝗲𝙧

    ⠀⠀El aire denso del bar se mezclaba con el aroma agrio de tabaco viejo y madera húmeda. Las luces amarillas, opacas por décadas de polvo, proyectaban sombras largas sobre las mesas vacías a esa hora incierta entre la tarde y la noche. En un rincón, donde el bullicio de las conversaciones moría y la luz nocturna se reflejaba sobre la ventana, el cura se sentó solo, con la espalda apoyada contra la pared rugosa.

    ⠀⠀Tenía veinte y pocos años, pero algo en su mirada —una profundidad turbia, lejana— desentonaba con la tersura de su rostro joven. Su mano derecha rodeaba el vaso de vidrio con un gesto apagado, como si aquella acción formara parte de una costumbre más antigua que su propio cuerpo, puesto que el alcohol fue el descubrimiento más fiel del hombre. Las marcas de nacimiento en su antebrazo, oscuras y difusas como cicatrices de un fuego olvidado, se asomaban bajo la manga de su túnica remangada, quizá lo que más resaltaba.

    ⠀⠀Mientras la tele chirriaba un ruido estridente, una punzada familiar cruzó su sien. Un zumbido, un susurro lejano, apenas un eco: recuerdos que no eran suyos, pero que ardían como si siempre lo hubieran sido. En ese instante, supo que algo lo había llevado allí. No era casualidad. Aquel bar era un umbral, un portal para lo pecaminoso que se ocultaba en lo nocturno.

    ⠀⠀Parecía que nunca tendría una noche en paz.

    ⠀⠀Elevó la mirada, su ceja se arqueó. Algo había en esa silueta femenina que acababa de entrar, algo que le gritaba ecos de la sangre, como si hirviera.
    [Leysha1] ⠀ ⠀⠀El aire denso del bar se mezclaba con el aroma agrio de tabaco viejo y madera húmeda. Las luces amarillas, opacas por décadas de polvo, proyectaban sombras largas sobre las mesas vacías a esa hora incierta entre la tarde y la noche. En un rincón, donde el bullicio de las conversaciones moría y la luz nocturna se reflejaba sobre la ventana, el cura se sentó solo, con la espalda apoyada contra la pared rugosa. ⠀⠀Tenía veinte y pocos años, pero algo en su mirada —una profundidad turbia, lejana— desentonaba con la tersura de su rostro joven. Su mano derecha rodeaba el vaso de vidrio con un gesto apagado, como si aquella acción formara parte de una costumbre más antigua que su propio cuerpo, puesto que el alcohol fue el descubrimiento más fiel del hombre. Las marcas de nacimiento en su antebrazo, oscuras y difusas como cicatrices de un fuego olvidado, se asomaban bajo la manga de su túnica remangada, quizá lo que más resaltaba. ⠀⠀Mientras la tele chirriaba un ruido estridente, una punzada familiar cruzó su sien. Un zumbido, un susurro lejano, apenas un eco: recuerdos que no eran suyos, pero que ardían como si siempre lo hubieran sido. En ese instante, supo que algo lo había llevado allí. No era casualidad. Aquel bar era un umbral, un portal para lo pecaminoso que se ocultaba en lo nocturno. ⠀⠀Parecía que nunca tendría una noche en paz. ⠀⠀Elevó la mirada, su ceja se arqueó. Algo había en esa silueta femenina que acababa de entrar, algo que le gritaba ecos de la sangre, como si hirviera. ⠀
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  • Mark estaba sentado con el cuerpo relajado, pero la mente aún en marcha. En sus manos sostenía el libro que había estado leyendo en silencio por horas. La portada, gastada por el paso del tiempo, mostraba una imagen estilizada de un corredor de naves, su casco brillante bajo las estrellas del vacío con un arma capaz de destruir cualquier objetivo.

    El Viltrumita cerró el libro y lo dejó sobre la mesa de noche. Las palabras de aquella obra literaria resonaban en su mente, no podía dejar de pensar en que se estaba identificando fuertemente con el protagonista. La imagen del Space Racer volando entre planetas, evitando la muerte, parecía más anécdota suya que otra cosa.

    Suspiró con una exhalación que se sentía más como una descarga, como si estuviera liberando un poco de la tensión acumulada. Y ahí, en medio de la quietud de la habitación, vio la mochila al pie de la cama. Había libro dentro, lo sacó sin pensarlo tan solo como una distracción, pero al sostenerlo en las manos su expresión cambió levemente. Era un libro completamente diferente.

    ℙ𝕝𝕒𝕟𝕖𝕥𝕒 𝕤𝕒𝕝𝕧𝕒𝕛𝕖, 𝕓𝕖𝕤𝕥𝕚𝕒𝕤 𝕤𝕒𝕝𝕧𝕒𝕛𝕖𝕤.

    Mark abrió el libro, hojeando las primeras páginas con una lentitud casi mecánica. La portada mostraba criaturas monstruosas, bestias de otro mundo, luchando entre sí en paisajes desolados. Pero había algo más en este libro. Algo que no era simplemente una historia sobre supervivencia.

    —"𝑵𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒎𝒊𝒔𝒊𝒐́𝒏 𝒆𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒏𝒄𝒊𝒍𝒍𝒂: 𝒊𝒏𝒗𝒆𝒔𝒕𝒊𝒈𝒂𝒓 𝒆𝒍 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒉𝒐𝒔𝒕𝒊𝒍 𝒚 𝒓𝒆𝒑𝒐𝒓𝒕𝒂𝒓𝒏𝒐𝒔 𝒂𝒍 𝒄𝒆𝒏𝒕𝒓𝒐 𝒅𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒆𝒔𝒑𝒂𝒄𝒊𝒂𝒍." —Leyó rápidamente. Luego pasó a otra página, más rápido esta vez.

    —"𝑳𝒐 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐𝒕𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒇𝒖𝒆 𝒍𝒂 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒅𝒂𝒅. 𝑬𝒍 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒆𝒓𝒂 𝒕𝒂𝒏 𝒅𝒆𝒏𝒔𝒐 𝒚 𝒔𝒖 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒅𝒂𝒅 𝒕𝒂𝒏 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒑𝒆𝒏𝒂𝒔 𝒑𝒐𝒅𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒎𝒐𝒗𝒆𝒓𝒏𝒐𝒔. 𝑪𝒐𝒎𝒐 𝒏𝒐 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒓𝒆𝒄𝒖𝒓𝒔𝒐𝒔 𝒖𝒕𝒊𝒍𝒆𝒔, 𝒎𝒊 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒏̃𝒆𝒓𝒂 𝒚 𝒚𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒃𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒍𝒊𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒆𝒓 𝒂 𝒄𝒂𝒔𝒂, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒆𝒍 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒊́𝒂 𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒔..." —Mark frunció el ceño, claramente algo lo puso nervioso.

    Había estado en planetas así. Donde el aire parecía pesar más que el metal. Donde el vuelo no era una opción, y cada paso era una batalla.

    —"𝑹𝒂𝒈𝒏𝒂𝒓𝒔. 𝑬𝒏 𝒖𝒏 𝒎𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒏𝒐𝒔 𝒗𝒊𝒎𝒐𝒔 𝒓𝒐𝒅𝒆𝒂𝒅𝒐𝒔. 𝑯𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒍𝒖𝒄𝒉𝒂𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒓𝒆𝒔 𝟏𝟎 𝒗𝒆𝒄𝒆𝒔 𝒎𝒂́𝒔 𝒈𝒓𝒂𝒏𝒅𝒆𝒔. 𝑷𝒆𝒓𝒐 𝒅𝒆𝒃𝒊𝒅𝒐 𝒂 𝒍𝒂 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝑹𝒂𝒈𝒏𝒂𝒓𝒔 𝒕𝒆𝒏𝒊́𝒂𝒏 𝒖𝒏𝒂 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒛𝒂 𝒊𝒏𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒓𝒂𝒃𝒍𝒆."

    Ragnars... El nombre le sonaba vagamente familiar, como algo que escuchó en un informe Viltrumita o tal vez en alguna patrulla remota.

    —"𝑯𝒂𝒃𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒔𝒖𝒃𝒆𝒔𝒕𝒊𝒎𝒂𝒅𝒐 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓𝒆𝒔; 𝒕𝒆𝒎𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒆 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓 𝒔𝒆 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒏𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒕𝒖𝒎𝒃𝒂"

    Mark cerró los ojos un momento. La imagen de esa escena "dos exploradores atrapados en un mundo que no perdonaba errores" lo golpeó más fuerte de lo que esperaba. Era una historia simple. Como si fuera una misión fallida. Pero había algo en ese miedo, en esa lucha silenciosa contra un entorno que no se puede vencer, que lo reflejaba a él más de lo que querría admitir.
    Mark estaba sentado con el cuerpo relajado, pero la mente aún en marcha. En sus manos sostenía el libro que había estado leyendo en silencio por horas. La portada, gastada por el paso del tiempo, mostraba una imagen estilizada de un corredor de naves, su casco brillante bajo las estrellas del vacío con un arma capaz de destruir cualquier objetivo. El Viltrumita cerró el libro y lo dejó sobre la mesa de noche. Las palabras de aquella obra literaria resonaban en su mente, no podía dejar de pensar en que se estaba identificando fuertemente con el protagonista. La imagen del Space Racer volando entre planetas, evitando la muerte, parecía más anécdota suya que otra cosa. Suspiró con una exhalación que se sentía más como una descarga, como si estuviera liberando un poco de la tensión acumulada. Y ahí, en medio de la quietud de la habitación, vio la mochila al pie de la cama. Había libro dentro, lo sacó sin pensarlo tan solo como una distracción, pero al sostenerlo en las manos su expresión cambió levemente. Era un libro completamente diferente. ℙ𝕝𝕒𝕟𝕖𝕥𝕒 𝕤𝕒𝕝𝕧𝕒𝕛𝕖, 𝕓𝕖𝕤𝕥𝕚𝕒𝕤 𝕤𝕒𝕝𝕧𝕒𝕛𝕖𝕤. Mark abrió el libro, hojeando las primeras páginas con una lentitud casi mecánica. La portada mostraba criaturas monstruosas, bestias de otro mundo, luchando entre sí en paisajes desolados. Pero había algo más en este libro. Algo que no era simplemente una historia sobre supervivencia. —"𝑵𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒎𝒊𝒔𝒊𝒐́𝒏 𝒆𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒏𝒄𝒊𝒍𝒍𝒂: 𝒊𝒏𝒗𝒆𝒔𝒕𝒊𝒈𝒂𝒓 𝒆𝒍 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒉𝒐𝒔𝒕𝒊𝒍 𝒚 𝒓𝒆𝒑𝒐𝒓𝒕𝒂𝒓𝒏𝒐𝒔 𝒂𝒍 𝒄𝒆𝒏𝒕𝒓𝒐 𝒅𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒆𝒔𝒑𝒂𝒄𝒊𝒂𝒍." —Leyó rápidamente. Luego pasó a otra página, más rápido esta vez. —"𝑳𝒐 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐𝒕𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒇𝒖𝒆 𝒍𝒂 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒅𝒂𝒅. 𝑬𝒍 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒆𝒓𝒂 𝒕𝒂𝒏 𝒅𝒆𝒏𝒔𝒐 𝒚 𝒔𝒖 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒅𝒂𝒅 𝒕𝒂𝒏 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒑𝒆𝒏𝒂𝒔 𝒑𝒐𝒅𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒎𝒐𝒗𝒆𝒓𝒏𝒐𝒔. 𝑪𝒐𝒎𝒐 𝒏𝒐 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒓𝒆𝒄𝒖𝒓𝒔𝒐𝒔 𝒖𝒕𝒊𝒍𝒆𝒔, 𝒎𝒊 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒏̃𝒆𝒓𝒂 𝒚 𝒚𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒃𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒍𝒊𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒆𝒓 𝒂 𝒄𝒂𝒔𝒂, 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒆𝒍 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒕𝒆𝒏𝒊́𝒂 𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒔..." —Mark frunció el ceño, claramente algo lo puso nervioso. Había estado en planetas así. Donde el aire parecía pesar más que el metal. Donde el vuelo no era una opción, y cada paso era una batalla. —"𝑹𝒂𝒈𝒏𝒂𝒓𝒔. 𝑬𝒏 𝒖𝒏 𝒎𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒏𝒐𝒔 𝒗𝒊𝒎𝒐𝒔 𝒓𝒐𝒅𝒆𝒂𝒅𝒐𝒔. 𝑯𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒍𝒖𝒄𝒉𝒂𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒓𝒆𝒔 𝟏𝟎 𝒗𝒆𝒄𝒆𝒔 𝒎𝒂́𝒔 𝒈𝒓𝒂𝒏𝒅𝒆𝒔. 𝑷𝒆𝒓𝒐 𝒅𝒆𝒃𝒊𝒅𝒐 𝒂 𝒍𝒂 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒑𝒍𝒂𝒏𝒆𝒕𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝑹𝒂𝒈𝒏𝒂𝒓𝒔 𝒕𝒆𝒏𝒊́𝒂𝒏 𝒖𝒏𝒂 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒛𝒂 𝒊𝒏𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒓𝒂𝒃𝒍𝒆." Ragnars... El nombre le sonaba vagamente familiar, como algo que escuchó en un informe Viltrumita o tal vez en alguna patrulla remota. —"𝑯𝒂𝒃𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒔𝒖𝒃𝒆𝒔𝒕𝒊𝒎𝒂𝒅𝒐 𝒈𝒓𝒂𝒗𝒆𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓𝒆𝒔; 𝒕𝒆𝒎𝒊́𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒆 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓 𝒔𝒆 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒊𝒆𝒓𝒂 𝒏𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒂 𝒕𝒖𝒎𝒃𝒂" Mark cerró los ojos un momento. La imagen de esa escena "dos exploradores atrapados en un mundo que no perdonaba errores" lo golpeó más fuerte de lo que esperaba. Era una historia simple. Como si fuera una misión fallida. Pero había algo en ese miedo, en esa lucha silenciosa contra un entorno que no se puede vencer, que lo reflejaba a él más de lo que querría admitir.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
    Esto se ha publicado como Out Of Character.
    Tenlo en cuenta al responder.
    Son muy pocas cosas las que me hacen recobrar el brillo en mis ojos.
    Al fin y al cabo soy un hombre simple que se mueve por placeres básicos.
    Son muy pocas cosas las que me hacen recobrar el brillo en mis ojos. Al fin y al cabo soy un hombre simple que se mueve por placeres básicos.
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  • Es mejor dejarlo dormir un poco a joven atsushi , a trabajado demasiado hoy .
    Es mejor dejarlo dormir un poco a joven atsushi , a trabajado demasiado hoy .
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  • He vueltooo, un poco dormido pero aqui estoy, soy felicidad porque al fin conozco mi historia familiar, y al fin puedo usar mi magia, aunque no pude descansar mucho porque la información era mucha y no me permitia pegar un ojo pero al fin soy libre
    He vueltooo, un poco dormido pero aqui estoy, soy felicidad porque al fin conozco mi historia familiar, y al fin puedo usar mi magia, aunque no pude descansar mucho porque la información era mucha y no me permitia pegar un ojo pero al fin soy libre
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  • Hacía color a tu lado
    y el invierno era menos frío,
    la niebla abrazaba los pinceles de hielo,
    como un cristal cortante de piel y vida
    y el té humeaba
    como una chimenea de leña de sentidos,
    dibujaba en tu lienzo de piel un cuadro de nieve,
    con fondo de una noche con halo de luna en tu sexo,
    reposaban mis manos en tus pechos de acuarela,
    como una boca con uñas ardiendo en tus heridas
    y hablabas de una incipiente primavera
    mientras apoyaba mi cara en la hojarasca de tu vientre.
    Fue así ese cuadro inacabado,
    pero hacía color y el invierno era menos frío.
    Hacía color a tu lado y el invierno era menos frío, la niebla abrazaba los pinceles de hielo, como un cristal cortante de piel y vida y el té humeaba como una chimenea de leña de sentidos, dibujaba en tu lienzo de piel un cuadro de nieve, con fondo de una noche con halo de luna en tu sexo, reposaban mis manos en tus pechos de acuarela, como una boca con uñas ardiendo en tus heridas y hablabas de una incipiente primavera mientras apoyaba mi cara en la hojarasca de tu vientre. Fue así ese cuadro inacabado, pero hacía color y el invierno era menos frío.
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  • — Cretino jugando con los sentimientos de alguien noble, que poco honor. —
    — Cretino jugando con los sentimientos de alguien noble, que poco honor. —
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  • Ella los observa desde la quietud de su rincón eterno.
    Atropos, la del hilo final, la que no pregunta, la que no tiembla.
    Y sin embargo, hay algo en los humanos que la hace detenerse.
    No por compasión, sino por una tristeza antigua que reconoce en sus ojos vacíos.

    Los ve rendirse sin gritos.
    Los ve abandonarse en camas que se convierten en trincheras, cubiertos con mantas como si el mundo no pudiera atravesarlas.
    Y sin embargo, el mundo siempre entra.
    Con su ruido, con sus exigencias, con su indiferencia.

    No desean morir, no del todo.
    Pero tampoco saben cómo seguir viviendo.
    Es una niebla lo que los envuelve, espesa, silenciosa, una que les arranca el sentido a todo, incluso a lo que antes los hacía reír.

    No es desgano, no es debilidad.
    Es un agotamiento sin nombre.
    Uno que no se cura durmiendo ni huyendo.
    Es vivir sin querer. Existir como una tarea sin fin.

    A veces piensan en dejarlo todo:
    la carrera que los consume,
    la casa que ya no es hogar,
    los cuerpos que sienten ajenos,
    las palabras que se volvieron vacías.
    La vida, incluso, les pesa más de lo que pueden cargar.

    Atropos no los juzga.
    Nunca lo ha hecho.
    Los observa, hilo en mano, esperando.
    Porque algunos, aún en el borde, encuentran una chispa.
    Una risa, una canción, un gesto.
    Y vuelven. Vuelven aunque sea arrastrándose.

    Pero otros se apagan sin ruido.
    Ya no esperan, ya no piden, ya no sienten.
    Y entonces ella actúa.
    No por crueldad.
    Sino por misericordia.

    Corta con una suavidad antigua,
    como quien cierra los ojos a un dolor demasiado largo.
    Y los deja partir…
    por fin, sin peso.
    Ella los observa desde la quietud de su rincón eterno. Atropos, la del hilo final, la que no pregunta, la que no tiembla. Y sin embargo, hay algo en los humanos que la hace detenerse. No por compasión, sino por una tristeza antigua que reconoce en sus ojos vacíos. Los ve rendirse sin gritos. Los ve abandonarse en camas que se convierten en trincheras, cubiertos con mantas como si el mundo no pudiera atravesarlas. Y sin embargo, el mundo siempre entra. Con su ruido, con sus exigencias, con su indiferencia. No desean morir, no del todo. Pero tampoco saben cómo seguir viviendo. Es una niebla lo que los envuelve, espesa, silenciosa, una que les arranca el sentido a todo, incluso a lo que antes los hacía reír. No es desgano, no es debilidad. Es un agotamiento sin nombre. Uno que no se cura durmiendo ni huyendo. Es vivir sin querer. Existir como una tarea sin fin. A veces piensan en dejarlo todo: la carrera que los consume, la casa que ya no es hogar, los cuerpos que sienten ajenos, las palabras que se volvieron vacías. La vida, incluso, les pesa más de lo que pueden cargar. Atropos no los juzga. Nunca lo ha hecho. Los observa, hilo en mano, esperando. Porque algunos, aún en el borde, encuentran una chispa. Una risa, una canción, un gesto. Y vuelven. Vuelven aunque sea arrastrándose. Pero otros se apagan sin ruido. Ya no esperan, ya no piden, ya no sienten. Y entonces ella actúa. No por crueldad. Sino por misericordia. Corta con una suavidad antigua, como quien cierra los ojos a un dolor demasiado largo. Y los deja partir… por fin, sin peso.
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  • Es hora de almorzar, ¿No crees?

    *Después de pasar toda la mañana estudiando con la mujer que amaba, hacia el medio día Elios dijo eso, y fue a preparar un poco de omelette para ella.*

    —Espero que te guste
    Es hora de almorzar, ¿No crees? *Después de pasar toda la mañana estudiando con la mujer que amaba, hacia el medio día Elios dijo eso, y fue a preparar un poco de omelette para ella.* —Espero que te guste 🥰
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  • Tras dormir varias horas me incorporo para cambiarme algo más cómodo y camino arrastrando mis pies para ir al apartamento de Akihiko, para tocar el timbre era la primera vez que iba sin nada de maquillaje, en el bolsillo de mi bata tenía una caja.

    Akihiko Sanada
    Tras dormir varias horas me incorporo para cambiarme algo más cómodo y camino arrastrando mis pies para ir al apartamento de Akihiko, para tocar el timbre era la primera vez que iba sin nada de maquillaje, en el bolsillo de mi bata tenía una caja. [Sanada_Thcx]
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