• El Vampiro


    El día había sido largo para Sana. Después de horas de práctica de baile y grabaciones, lo único que quería era derrumbarse en su cama y perderse en el mundo de los sueños. Con un suspiro de alivio, se arropó y cerró los ojos, el cansancio llevándola rápidamente a un profundo sueño.


    De repente, se encontró de pie en un lugar que no reconocía. El aire era frío y la luz de la luna, inusualmente grande y plateada, bañaba un antiguo castillo gótico. No había nadie alrededor, solo el susurro del viento entre los árboles oscuros. Sana, conocida por su personalidad burbujeante y su tendencia a ser un poco torpe, sintió un escalofrío que no era del viento.
    Una figura alta y elegante emergió de las sombras del castillo. Llevaba una capa de terciopelo y tenía una mirada hipnótica. No era una figura aterradora, sino extrañamente cautivadora.
    "Minatozaki Sana", dijo la figura con una voz suave y melodiosa. "Te he estado esperando".
    Sana, que en el fondo era valiente, aunque un poco confusa, preguntó: "¿Esperándome? ¿Quién eres?".
    La figura sonrió, revelando un destello de colmillos nacarados. "Soy tu destino... en este sueño, al menos". Extendió una mano pálida. "Hechicera de los escenarios, bailarina de la luz. Te ofrezco una nueva forma de ver la noche".
    Antes de que Sana pudiera reaccionar, la figura le dio un suave, casi imperceptible, mordisco en el cuello. No dolió; de hecho, sintió un hormigueo agradable, como si miles de pequeñas burbujas de energía recorrieran su cuerpo. Una nueva sensación la invadió: sus sentidos se agudizaron, los colores de la noche se volvieron más intensos, y sintió un inusual anhelo... no de sangre, sino de algo emocionante y nuevo.

    Sana se miró en un espejo que milagrosamente apareció. Su reflejo era el mismo, pero sus ojos brillaban con un matiz carmesí, y tenía unos pequeños colmillos que le daban un aire de glamour misterioso. "¡Oh, Dios mío!", exclamó, tocándose la boca con asombro. "¡Soy una vampira!".


    ..... continuará.


    El Vampiro ♡ El día había sido largo para Sana. Después de horas de práctica de baile y grabaciones, lo único que quería era derrumbarse en su cama y perderse en el mundo de los sueños. Con un suspiro de alivio, se arropó y cerró los ojos, el cansancio llevándola rápidamente a un profundo sueño. De repente, se encontró de pie en un lugar que no reconocía. El aire era frío y la luz de la luna, inusualmente grande y plateada, bañaba un antiguo castillo gótico. No había nadie alrededor, solo el susurro del viento entre los árboles oscuros. Sana, conocida por su personalidad burbujeante y su tendencia a ser un poco torpe, sintió un escalofrío que no era del viento. Una figura alta y elegante emergió de las sombras del castillo. Llevaba una capa de terciopelo y tenía una mirada hipnótica. No era una figura aterradora, sino extrañamente cautivadora. "Minatozaki Sana", dijo la figura con una voz suave y melodiosa. "Te he estado esperando". Sana, que en el fondo era valiente, aunque un poco confusa, preguntó: "¿Esperándome? ¿Quién eres?". La figura sonrió, revelando un destello de colmillos nacarados. "Soy tu destino... en este sueño, al menos". Extendió una mano pálida. "Hechicera de los escenarios, bailarina de la luz. Te ofrezco una nueva forma de ver la noche". Antes de que Sana pudiera reaccionar, la figura le dio un suave, casi imperceptible, mordisco en el cuello. No dolió; de hecho, sintió un hormigueo agradable, como si miles de pequeñas burbujas de energía recorrieran su cuerpo. Una nueva sensación la invadió: sus sentidos se agudizaron, los colores de la noche se volvieron más intensos, y sintió un inusual anhelo... no de sangre, sino de algo emocionante y nuevo. Sana se miró en un espejo que milagrosamente apareció. Su reflejo era el mismo, pero sus ojos brillaban con un matiz carmesí, y tenía unos pequeños colmillos que le daban un aire de glamour misterioso. "¡Oh, Dios mío!", exclamó, tocándose la boca con asombro. "¡Soy una vampira!". ..... continuará.
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  • Esos últimos días habían sido caóticos, pero entre sus estudios de preparación táctica, el como ser un futuro buen rey y haber empezado a entrenar para defensa personal, finalmente se dio un tiempo de descanso, yendo con Argos, fiel compañero de su padre y ahora su perro guardián.

    Corriendo por las callejuelas que rodeaban el castillo, jugaba con Argos corriendo detrás suyo, persiguiéndolo al ir con una rama de olivo, hasta llegar a la costa donde estaban los muelles, yendo hacia la arena antes de detenerse y arrojar esta lejos.

    La jovialidad y espíritu se le notaba a leguas, aún estaba en su adolescencia, por lo que despejarse siempre venía bien.

    —¡A por ella, muchacho!~
    Esos últimos días habían sido caóticos, pero entre sus estudios de preparación táctica, el como ser un futuro buen rey y haber empezado a entrenar para defensa personal, finalmente se dio un tiempo de descanso, yendo con Argos, fiel compañero de su padre y ahora su perro guardián. Corriendo por las callejuelas que rodeaban el castillo, jugaba con Argos corriendo detrás suyo, persiguiéndolo al ir con una rama de olivo, hasta llegar a la costa donde estaban los muelles, yendo hacia la arena antes de detenerse y arrojar esta lejos. La jovialidad y espíritu se le notaba a leguas, aún estaba en su adolescencia, por lo que despejarse siempre venía bien. —¡A por ella, muchacho!~
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    Denle una cálida bienvenida a...

    ㅤㅤㅤㅤㅤ 𝑨𝒍𝒆𝒙𝒊𝒂𝒏𝒏𝒆 ᴬ۹ᵘᵃʳⁱᵘˢ ᵀʰᵉ ʳᵉᵇᵉˡ

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    ㅤㅤㅤㅤㅤ Frank

    ㅤㅤㅤㅤㅤ Raza: Mutante
    ㅤㅤㅤㅤㅤ Fandom: Oc
    ㅤㅤㅤㅤㅤ Detective


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    ㅤㅤㅤㅤㅤ Raza: Humano
    ㅤㅤㅤㅤㅤ Fandom: OC
    ㅤㅤㅤㅤㅤ Estudiante de biología marina



    ¡Bienvenid@s a FicRol! Nos alegra muchísimo teneros por aquí. Esta comunidad está llena de historias por descubrir, personajes con los que conectar y mucho espacio para que desarrolléis los vuestros a vuestro ritmo.


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    Día del Entrenamiento – Parte II

    (El Campo Que No Era Para Mí)

    La tarde llega, y con ella mi impaciencia.
    Corro hacia el jardín del castillo Ishtar, donde suele descansar Akane.
    La encuentro recostada entre las flores, una visión casi celestial si no fuese tan… Ishtar.

    Hablamos.
    Bueno, ella habla y yo absorbo cada palabra como si fuera un secreto prohibido.

    Me cuenta de su infancia:
    Su madre es mi hermana Yuna, sí,
    pero su otra madre no es cualquiera:
    es la Emperatriz Ishtar, Sasha.

    Aun así, su destino no quedó ahí.
    Mi madre Jennifer la vio rodeada por la podredumbre de los íncubos Ishtar,
    y sin pedir permiso a nadie —como siempre— la tomó en brazos.
    La raptó con la naturalidad de quien roba algo que ya le pertenece.

    Porque para Jennifer,
    todo aquel que porta el apellido Queen pertenece a su corazón,
    y por eso decidió ser la mentora de Akane:
    para entrenarla, protegerla,
    y enseñarle lo que significa realmente llevar su sangre.

    Así como debía hacer conmigo,
    esta misma tarde.

    Le ofrezco la rosca robada, pero Akane ríe con dulzura.

    Akane:
    —No puedo aceptar esto. Le pertenece a tu madre Jennifer. Devuélvesela… y le cuentas lo que hiciste.

    Trago saliva.
    Asiento, aunque por dentro muero de vergüenza.

    De camino a casa, el mundo parece más grande de lo que mis piernas pueden abarcar.

    Encuentro a mi madre Ayane un poco ida, perdida en pensamientos que no alcanzo a comprender.
    Cuando le hablo, me abraza.
    Un abrazo cálido, pero dolido, como si supiera algo que yo aún no.

    Luego se recompone, como sólo una madre puede hacerlo.
    Me acaricia la mejilla, se seca discretamente los ojos
    y me invita a probar unos dulces que ha preparado.
    Se ha pasado toda la tarde cocinando, esperando a Jennifer.

    Lili:
    —Mami… le robé la rosca a mami Jennifer para dársela a Akane… pero me ha dicho que se la devuelva.

    Una única lágrima escapa de Ayane.
    Pequeña, tímida.
    Suficiente para romperme un poquito por dentro.

    Ayane:
    —Trae… la guardaremos aquí hasta que vuelva… ¿vale?

    Lili:
    —Vale… ¡Voy a empezar a entrenar! Cuando llegue dile que estoy en el campo de entrenamiento!!!

    Salgo corriendo.
    Ayane no dice nada.
    Solo camina lentamente hacia la puerta
    y me observa mientras desaparezco, ilusión pura latiendo en mis pasos.

    Akane Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
    Sasha Ishtar
    Jenny Queen Orc
    𝐀yane 𝐈𝐬𝐡𝐭𝐚𝐫
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Día del Entrenamiento – Parte II (El Campo Que No Era Para Mí) La tarde llega, y con ella mi impaciencia. Corro hacia el jardín del castillo Ishtar, donde suele descansar Akane. La encuentro recostada entre las flores, una visión casi celestial si no fuese tan… Ishtar. Hablamos. Bueno, ella habla y yo absorbo cada palabra como si fuera un secreto prohibido. Me cuenta de su infancia: Su madre es mi hermana Yuna, sí, pero su otra madre no es cualquiera: es la Emperatriz Ishtar, Sasha. Aun así, su destino no quedó ahí. Mi madre Jennifer la vio rodeada por la podredumbre de los íncubos Ishtar, y sin pedir permiso a nadie —como siempre— la tomó en brazos. La raptó con la naturalidad de quien roba algo que ya le pertenece. Porque para Jennifer, todo aquel que porta el apellido Queen pertenece a su corazón, y por eso decidió ser la mentora de Akane: para entrenarla, protegerla, y enseñarle lo que significa realmente llevar su sangre. Así como debía hacer conmigo, esta misma tarde. Le ofrezco la rosca robada, pero Akane ríe con dulzura. Akane: —No puedo aceptar esto. Le pertenece a tu madre Jennifer. Devuélvesela… y le cuentas lo que hiciste. Trago saliva. Asiento, aunque por dentro muero de vergüenza. De camino a casa, el mundo parece más grande de lo que mis piernas pueden abarcar. Encuentro a mi madre Ayane un poco ida, perdida en pensamientos que no alcanzo a comprender. Cuando le hablo, me abraza. Un abrazo cálido, pero dolido, como si supiera algo que yo aún no. Luego se recompone, como sólo una madre puede hacerlo. Me acaricia la mejilla, se seca discretamente los ojos y me invita a probar unos dulces que ha preparado. Se ha pasado toda la tarde cocinando, esperando a Jennifer. Lili: —Mami… le robé la rosca a mami Jennifer para dársela a Akane… pero me ha dicho que se la devuelva. Una única lágrima escapa de Ayane. Pequeña, tímida. Suficiente para romperme un poquito por dentro. Ayane: —Trae… la guardaremos aquí hasta que vuelva… ¿vale? Lili: —Vale… ¡Voy a empezar a entrenar! Cuando llegue dile que estoy en el campo de entrenamiento!!! Salgo corriendo. Ayane no dice nada. Solo camina lentamente hacia la puerta y me observa mientras desaparezco, ilusión pura latiendo en mis pasos. [akane_qi] [SashaIshtar] [queen_0] [Ayane_Ishtar]
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    Día del Entrenamiento – Parte II

    (El Campo Que No Era Para Mí)

    La tarde llega, y con ella mi impaciencia.
    Corro hacia el jardín del castillo Ishtar, donde suele descansar Akane.
    La encuentro recostada entre las flores, una visión casi celestial si no fuese tan… Ishtar.

    Hablamos.
    Bueno, ella habla y yo absorbo cada palabra como si fuera un secreto prohibido.

    Me cuenta de su infancia:
    Su madre es mi hermana Yuna, sí,
    pero su otra madre no es cualquiera:
    es la Emperatriz Ishtar, Sasha.

    Aun así, su destino no quedó ahí.
    Mi madre Jennifer la vio rodeada por la podredumbre de los íncubos Ishtar,
    y sin pedir permiso a nadie —como siempre— la tomó en brazos.
    La raptó con la naturalidad de quien roba algo que ya le pertenece.

    Porque para Jennifer,
    todo aquel que porta el apellido Queen pertenece a su corazón,
    y por eso decidió ser la mentora de Akane:
    para entrenarla, protegerla,
    y enseñarle lo que significa realmente llevar su sangre.

    Así como debía hacer conmigo,
    esta misma tarde.

    Le ofrezco la rosca robada, pero Akane ríe con dulzura.

    Akane:
    —No puedo aceptar esto. Le pertenece a tu madre Jennifer. Devuélvesela… y le cuentas lo que hiciste.

    Trago saliva.
    Asiento, aunque por dentro muero de vergüenza.

    De camino a casa, el mundo parece más grande de lo que mis piernas pueden abarcar.

    Encuentro a mi madre Ayane un poco ida, perdida en pensamientos que no alcanzo a comprender.
    Cuando le hablo, me abraza.
    Un abrazo cálido, pero dolido, como si supiera algo que yo aún no.

    Luego se recompone, como sólo una madre puede hacerlo.
    Me acaricia la mejilla, se seca discretamente los ojos
    y me invita a probar unos dulces que ha preparado.
    Se ha pasado toda la tarde cocinando, esperando a Jennifer.

    Lili:
    —Mami… le robé la rosca a mami Jennifer para dársela a Akane… pero me ha dicho que se la devuelva.

    Una única lágrima escapa de Ayane.
    Pequeña, tímida.
    Suficiente para romperme un poquito por dentro.

    Ayane:
    —Trae… la guardaremos aquí hasta que vuelva… ¿vale?

    Lili:
    —Vale… ¡Voy a empezar a entrenar! Cuando llegue dile que estoy en el campo de entrenamiento!!!

    Salgo corriendo.
    Ayane no dice nada.
    Solo camina lentamente hacia la puerta
    y me observa mientras desaparezco, ilusión pura latiendo en mis pasos.
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    Día del Entrenamiento – Parte II

    (El Campo Que No Era Para Mí)

    La tarde llega, y con ella mi impaciencia.
    Corro hacia el jardín del castillo Ishtar, donde suele descansar Akane.
    La encuentro recostada entre las flores, una visión casi celestial si no fuese tan… Ishtar.

    Hablamos.
    Bueno, ella habla y yo absorbo cada palabra como si fuera un secreto prohibido.

    Me cuenta de su infancia:
    Su madre es mi hermana Yuna, sí,
    pero su otra madre no es cualquiera:
    es la Emperatriz Ishtar, Sasha.

    Aun así, su destino no quedó ahí.
    Mi madre Jennifer la vio rodeada por la podredumbre de los íncubos Ishtar,
    y sin pedir permiso a nadie —como siempre— la tomó en brazos.
    La raptó con la naturalidad de quien roba algo que ya le pertenece.

    Porque para Jennifer,
    todo aquel que porta el apellido Queen pertenece a su corazón,
    y por eso decidió ser la mentora de Akane:
    para entrenarla, protegerla,
    y enseñarle lo que significa realmente llevar su sangre.

    Así como debía hacer conmigo,
    esta misma tarde.

    Le ofrezco la rosca robada, pero Akane ríe con dulzura.

    Akane:
    —No puedo aceptar esto. Le pertenece a tu madre Jennifer. Devuélvesela… y le cuentas lo que hiciste.

    Trago saliva.
    Asiento, aunque por dentro muero de vergüenza.

    De camino a casa, el mundo parece más grande de lo que mis piernas pueden abarcar.

    Encuentro a mi madre Ayane un poco ida, perdida en pensamientos que no alcanzo a comprender.
    Cuando le hablo, me abraza.
    Un abrazo cálido, pero dolido, como si supiera algo que yo aún no.

    Luego se recompone, como sólo una madre puede hacerlo.
    Me acaricia la mejilla, se seca discretamente los ojos
    y me invita a probar unos dulces que ha preparado.
    Se ha pasado toda la tarde cocinando, esperando a Jennifer.

    Lili:
    —Mami… le robé la rosca a mami Jennifer para dársela a Akane… pero me ha dicho que se la devuelva.

    Una única lágrima escapa de Ayane.
    Pequeña, tímida.
    Suficiente para romperme un poquito por dentro.

    Ayane:
    —Trae… la guardaremos aquí hasta que vuelva… ¿vale?

    Lili:
    —Vale… ¡Voy a empezar a entrenar! Cuando llegue dile que estoy en el campo de entrenamiento!!!

    Salgo corriendo.
    Ayane no dice nada.
    Solo camina lentamente hacia la puerta
    y me observa mientras desaparezco, ilusión pura latiendo en mis pasos.
    Relato en el post y comentario de la imagen 🩷 Día del Entrenamiento – Parte II (El Campo Que No Era Para Mí) La tarde llega, y con ella mi impaciencia. Corro hacia el jardín del castillo Ishtar, donde suele descansar Akane. La encuentro recostada entre las flores, una visión casi celestial si no fuese tan… Ishtar. Hablamos. Bueno, ella habla y yo absorbo cada palabra como si fuera un secreto prohibido. Me cuenta de su infancia: Su madre es mi hermana Yuna, sí, pero su otra madre no es cualquiera: es la Emperatriz Ishtar, Sasha. Aun así, su destino no quedó ahí. Mi madre Jennifer la vio rodeada por la podredumbre de los íncubos Ishtar, y sin pedir permiso a nadie —como siempre— la tomó en brazos. La raptó con la naturalidad de quien roba algo que ya le pertenece. Porque para Jennifer, todo aquel que porta el apellido Queen pertenece a su corazón, y por eso decidió ser la mentora de Akane: para entrenarla, protegerla, y enseñarle lo que significa realmente llevar su sangre. Así como debía hacer conmigo, esta misma tarde. Le ofrezco la rosca robada, pero Akane ríe con dulzura. Akane: —No puedo aceptar esto. Le pertenece a tu madre Jennifer. Devuélvesela… y le cuentas lo que hiciste. Trago saliva. Asiento, aunque por dentro muero de vergüenza. De camino a casa, el mundo parece más grande de lo que mis piernas pueden abarcar. Encuentro a mi madre Ayane un poco ida, perdida en pensamientos que no alcanzo a comprender. Cuando le hablo, me abraza. Un abrazo cálido, pero dolido, como si supiera algo que yo aún no. Luego se recompone, como sólo una madre puede hacerlo. Me acaricia la mejilla, se seca discretamente los ojos y me invita a probar unos dulces que ha preparado. Se ha pasado toda la tarde cocinando, esperando a Jennifer. Lili: —Mami… le robé la rosca a mami Jennifer para dársela a Akane… pero me ha dicho que se la devuelva. Una única lágrima escapa de Ayane. Pequeña, tímida. Suficiente para romperme un poquito por dentro. Ayane: —Trae… la guardaremos aquí hasta que vuelva… ¿vale? Lili: —Vale… ¡Voy a empezar a entrenar! Cuando llegue dile que estoy en el campo de entrenamiento!!! Salgo corriendo. Ayane no dice nada. Solo camina lentamente hacia la puerta y me observa mientras desaparezco, ilusión pura latiendo en mis pasos.
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  • Buen día tengan todos, mis huéspedes.

    Es importante cuidar el cuerpo asi que si necesitan un masaje para aliviar la tensión estoy dispuesta a ayudarles.

    Sé utilizar muy bien mis manos ~
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  • ɪ ᴛʜᴏᴜɢʜᴛ ɪᴛ ᴡᴀs ᴊᴜsᴛ ᴀ ɴɪɢʜᴛᴍᴀʀᴇ.
    Fandom The walking dead
    Categoría Acción
    Le cayo una gota en la frente, luego una segunda, hasta que la tercera consiguio despertarlo. Abrió los ojos despacio, tratando de encontrar el lugar del que provenían.

    Caían desde el aire acondicionado en el marco en la ventana, parecía estar averiado; no emitía sonido, tampoco tenía algun número para indicar la temperatura o una luz al costado de la pantalla led. Estaba apagado y perdía agua de la manguera que iba al exterior, solo esperaba que no quisieran hacerle pagar por ese desperfecto.

    Aparto las sábanas y entrecerro los párpados al recibir de lleno la luz solar en la cara.

    ──Solo fue una pesadilla, que alivio ── Murmuro refiriendose lo ocurrido hace minutos, estaba confundiendo su muerte con un sueño pero no tenía idea de eso.

    Se sentó en el colchón. Se rasco los ojos para espabilarse y le echo un vistazo a la habitación. No estaba en el bunker, estaba en una habitación de motel normal; de los más baratos, con dos camas individuales y con un bolso que descansaba sobre la segunda cama vacía.

    Lo último que recordaba, quitando los sucesos de lo que creía había sido un mal sueño, era que iba cazar vampiros junto a Sam pero no había rastro de su hermano por ahí.

    No le dio demasiada importancia, penso que el menor de los Winchester había cambiado de opinión por alguna razón y que se había quedado en el Bunker. Después de todo, ambos estaban preparados para eliminar cualquier criatura y a juzgar por el reloj en la pared, faltaba poco para el mediodía; exterminar un nido de vampiros en ese horario era pan comido, estaría de vuelta en menos de una hora.

    Se ducho y cambio en tiempo record. En menos de veinte minutos estaba en el estacionamiento del motel buscando su auto pero el impala no estaba por ninguna parte. Sintió una punzada en el pecho, no era para menos, su bebé había desaparecido un infarto era lo mínimo que podía sentir.

    Corrió hacia la recepción del motel con arma en mano y comenzó a tocar desesperadamente el timbre en el recibidor pero nadie acudio a su llamado.

    ──¿Hola? ¡Necesito ver las cámaras del estacionamiento, robaron mi coche! ── insistió, pero la repuesta fue la misma.

    Regreso a la calle, dispuesto a recorrer manzanas enteras a pie con la esperanza de encontrar el impala estacionado por algún lugar y darle su merecido a quien se le ocurrio la brillante idea de llevárselo. Caminaba con prisa, sumergido en sus propios pensamientos que no se percato que no había nadie más en la calle, estaba completamente vacía.

    A un par de metros diviso una patrulla de policía, corrio hacia ella y se detuvo del lado del acompañante, tenía la ventanilla entre abierta. En el interior encontro a un oficial con la cabeza apoyada sobre el volante y con el cinturón de seguridad puesto.

    ──¡Oiga oficial. Lamento interrumpir su siesta pero necesito que-... ── Mientras hablaba, abrió la puerta con la intención de subirse para que juntos rastillaran la zona pero tan rápido como la abrió tuvo que cerrarla de golpe. El conductor profirió un alarido espantoso que no se parecía a nada que hubiese oído antes y comenzó a retorcerse en su asiento, prisionero de un cinturón de seguridad que no intento quitarse como si hubiese olvidado como hacerlo.

    El hombre tenía el rostro hinchado y la piel rosada, probablemente por estar tanto tiempo debajo del sol dentro del coche pero lo que más le sorprendio fue la forma en la que chasqueaba los dientes, lo hacía con tanta fuerza que parece imitar el sonido de cáscaras de nueces abriendose.

    Por un momento, hicieron contacto visual. Los ojos verdes se encontraron con un par de ojos blancos que carecían de vida, lo primero que cruzo por su mente fue que estaba frente a una 𝗦𝗵𝘁𝗿𝗶𝗴𝗮. Retrocedio de un salto maldiciendo su suerte, comenzó a buscar en su bolso una cuchilla de hierro consagrado aunque dudaba de la efectividad porque la criatura no estaba alimentandose, y ese momento de vulnerabilidad era el único en el que tenia oportunidad de matarla.

    Sabiendo eso, quiso de intentarlo de todos modos. Abrió la puerta una vez más, pero antes de que pudiera acercarse a lo que creía era una criatura sobrenatural, alguien lo sujeto del brazo. Dean se soltó del agarre con un movimiento brusco y cuando se giro para hacer frente a quien lo había sujetado, se encontro con otra de esas cosas que se avalanzo sobre él; el cazador se defendió dándole un puñetazo en el rostro y enviandolo al suelo de inmediato.

    No supo porqué levanto la mirada en lugar de terminar de darle una paliza al que estaba en el suelo, pero agradecio haberlo hecho. Más de esas cosas se acercaban, arrastrando los pies y con los brazos extendidos. No eran dos o tres más, eran seis sin contar el que estaba dentro de la patrulla ni el que estaba en el suelo y que ahora lo sujetaba por el talón.

    ──No me toques, Freddy Krueger ── lo aparto de una patada en la cabeza y sin saber que más hacer, desenfundo su arma y comenzó a disparar. Primero le dio al que estaba en el suelo, luego al oficial dentro de la patrulla hasta que vacío el cargador con los que estaban acercándose, pero al no darles en la cabeza, volvieron a ponerse de pie y trataron de acercarse de nuevo.

    El sonido atrajo a más, salían de todas partes. Variaban en tamaño y en edades pero todos se veían igual, como salidos del videoclip de la canción thriller.

    Se abrió paso empujandolos, repartiendo puñetazos a diestra y siniestra hasta que se percato de que lo superaban en número. Comenzó a correr sin rumbo fijo, unicamente con la idea de alejarse de esas cosas y llamar a Sam para pedir refuerzos.

    En el camino se rompió la correa del bolso con sus cosas, tuvo que dejarlo atrás. Dobló a la izquierda al ver de frente otro grupo de muertos vivientes y no le dejaron más opción que meterse por el primer hueco que encontró: un callejón sin salida. A mitad del callejón se dio cuenta que el alambre que le cerraba el paso era más alto de lo que había pensado y que además, habían más zombies esperándolo del otro lado.

    Frenó en seco y giro sobre los talones para regresar pero ya era tarde, lo tenían acorralado. Atino a subirse sobre un contenedor de basura y comenzo a brincar en el para alcanzar la escalera de incendios de uno de los apartamentos, apenas rozaba el hierro del último escalón con las yemas de los dedos pero no conseguía alcanzarlo, lo único que estaba haciendo era más y más ruido.

    𝒎𝙖𝒈𝙜𝒊𝙚 𝙧𝒉𝙚𝒆
    Le cayo una gota en la frente, luego una segunda, hasta que la tercera consiguio despertarlo. Abrió los ojos despacio, tratando de encontrar el lugar del que provenían. Caían desde el aire acondicionado en el marco en la ventana, parecía estar averiado; no emitía sonido, tampoco tenía algun número para indicar la temperatura o una luz al costado de la pantalla led. Estaba apagado y perdía agua de la manguera que iba al exterior, solo esperaba que no quisieran hacerle pagar por ese desperfecto. Aparto las sábanas y entrecerro los párpados al recibir de lleno la luz solar en la cara. ──Solo fue una pesadilla, que alivio ── Murmuro refiriendose lo ocurrido hace minutos, estaba confundiendo su muerte con un sueño pero no tenía idea de eso. Se sentó en el colchón. Se rasco los ojos para espabilarse y le echo un vistazo a la habitación. No estaba en el bunker, estaba en una habitación de motel normal; de los más baratos, con dos camas individuales y con un bolso que descansaba sobre la segunda cama vacía. Lo último que recordaba, quitando los sucesos de lo que creía había sido un mal sueño, era que iba cazar vampiros junto a Sam pero no había rastro de su hermano por ahí. No le dio demasiada importancia, penso que el menor de los Winchester había cambiado de opinión por alguna razón y que se había quedado en el Bunker. Después de todo, ambos estaban preparados para eliminar cualquier criatura y a juzgar por el reloj en la pared, faltaba poco para el mediodía; exterminar un nido de vampiros en ese horario era pan comido, estaría de vuelta en menos de una hora. Se ducho y cambio en tiempo record. En menos de veinte minutos estaba en el estacionamiento del motel buscando su auto pero el impala no estaba por ninguna parte. Sintió una punzada en el pecho, no era para menos, su bebé había desaparecido un infarto era lo mínimo que podía sentir. Corrió hacia la recepción del motel con arma en mano y comenzó a tocar desesperadamente el timbre en el recibidor pero nadie acudio a su llamado. ──¿Hola? ¡Necesito ver las cámaras del estacionamiento, robaron mi coche! ── insistió, pero la repuesta fue la misma. Regreso a la calle, dispuesto a recorrer manzanas enteras a pie con la esperanza de encontrar el impala estacionado por algún lugar y darle su merecido a quien se le ocurrio la brillante idea de llevárselo. Caminaba con prisa, sumergido en sus propios pensamientos que no se percato que no había nadie más en la calle, estaba completamente vacía. A un par de metros diviso una patrulla de policía, corrio hacia ella y se detuvo del lado del acompañante, tenía la ventanilla entre abierta. En el interior encontro a un oficial con la cabeza apoyada sobre el volante y con el cinturón de seguridad puesto. ──¡Oiga oficial. Lamento interrumpir su siesta pero necesito que-... ── Mientras hablaba, abrió la puerta con la intención de subirse para que juntos rastillaran la zona pero tan rápido como la abrió tuvo que cerrarla de golpe. El conductor profirió un alarido espantoso que no se parecía a nada que hubiese oído antes y comenzó a retorcerse en su asiento, prisionero de un cinturón de seguridad que no intento quitarse como si hubiese olvidado como hacerlo. El hombre tenía el rostro hinchado y la piel rosada, probablemente por estar tanto tiempo debajo del sol dentro del coche pero lo que más le sorprendio fue la forma en la que chasqueaba los dientes, lo hacía con tanta fuerza que parece imitar el sonido de cáscaras de nueces abriendose. Por un momento, hicieron contacto visual. Los ojos verdes se encontraron con un par de ojos blancos que carecían de vida, lo primero que cruzo por su mente fue que estaba frente a una 𝗦𝗵𝘁𝗿𝗶𝗴𝗮. Retrocedio de un salto maldiciendo su suerte, comenzó a buscar en su bolso una cuchilla de hierro consagrado aunque dudaba de la efectividad porque la criatura no estaba alimentandose, y ese momento de vulnerabilidad era el único en el que tenia oportunidad de matarla. Sabiendo eso, quiso de intentarlo de todos modos. Abrió la puerta una vez más, pero antes de que pudiera acercarse a lo que creía era una criatura sobrenatural, alguien lo sujeto del brazo. Dean se soltó del agarre con un movimiento brusco y cuando se giro para hacer frente a quien lo había sujetado, se encontro con otra de esas cosas que se avalanzo sobre él; el cazador se defendió dándole un puñetazo en el rostro y enviandolo al suelo de inmediato. No supo porqué levanto la mirada en lugar de terminar de darle una paliza al que estaba en el suelo, pero agradecio haberlo hecho. Más de esas cosas se acercaban, arrastrando los pies y con los brazos extendidos. No eran dos o tres más, eran seis sin contar el que estaba dentro de la patrulla ni el que estaba en el suelo y que ahora lo sujetaba por el talón. ──No me toques, Freddy Krueger ── lo aparto de una patada en la cabeza y sin saber que más hacer, desenfundo su arma y comenzó a disparar. Primero le dio al que estaba en el suelo, luego al oficial dentro de la patrulla hasta que vacío el cargador con los que estaban acercándose, pero al no darles en la cabeza, volvieron a ponerse de pie y trataron de acercarse de nuevo. El sonido atrajo a más, salían de todas partes. Variaban en tamaño y en edades pero todos se veían igual, como salidos del videoclip de la canción thriller. Se abrió paso empujandolos, repartiendo puñetazos a diestra y siniestra hasta que se percato de que lo superaban en número. Comenzó a correr sin rumbo fijo, unicamente con la idea de alejarse de esas cosas y llamar a Sam para pedir refuerzos. En el camino se rompió la correa del bolso con sus cosas, tuvo que dejarlo atrás. Dobló a la izquierda al ver de frente otro grupo de muertos vivientes y no le dejaron más opción que meterse por el primer hueco que encontró: un callejón sin salida. A mitad del callejón se dio cuenta que el alambre que le cerraba el paso era más alto de lo que había pensado y que además, habían más zombies esperándolo del otro lado. Frenó en seco y giro sobre los talones para regresar pero ya era tarde, lo tenían acorralado. Atino a subirse sobre un contenedor de basura y comenzo a brincar en el para alcanzar la escalera de incendios de uno de los apartamentos, apenas rozaba el hierro del último escalón con las yemas de los dedos pero no conseguía alcanzarlo, lo único que estaba haciendo era más y más ruido. [HILLT0PLEADER]
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  • Quiero, necesito entrenar cuerpo a cuerpo, me da igual si contra un saco o contra alguien, pero como no alivie el estrés que tengo así...
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  • A punto de aliviarme....y me hice está foto ...

    *Sonríe coqueta *
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    Pʀɪᴍᴜs Mᴀʟᴇғɪᴄᴀʀɪᴜᴍ . ☨ ─────── 〘 C O M U N I Ó N 〙


    ──── En medio de la absoluta oscuridad, una perfecta línea recta de luz se formó sobre el suelo, proyectándose lentamente en un rectángulo junto con el lento avance de la Luna, derramando su platinar sobre la silueta de una mujer, misma que yacía de rodillas, sentada sobre sus talones, y con las palmas descansando sobre sus muslos, en la tradicional postura seiza que mantenía con entera calma y solemnidad.

    El aroma a copal dominaba el ambiente, cargado gentilmente por los haces de humo que se desprendían de los numerosos inciensos repartidos en cuencos ornamentales a ambos costados de la habitación, mismos que la circundaban y envolvían.

    Brillando en la penumbra, a momentos, los pequeños destellos de las brasas lucían como ojos que se centraban en ella y le observaban en todo momento, justo en medio del suelo de la habitación que yacía adornado por un grotesco círculo mágico; el carmín rojo y seco de los trazos delatando la naturaleza del material con el que había sido pintado.

    Sathôna alzó el rostro hacía el enorme ventanal que tenía al frente y por donde aquella cascada de luz de plata caía, con los ojos cerrados y en pleno trance, entreabriendo los labios para dejar escapar de su boca una humareda negra más pesada que el aire, misma que caía por las comisuras de sus labios y su mentón.

    Su figura se impregnaba de las estelas de aquella pesada y opresiva energía, que, para ella en su haber, se sentía ligera y le llenaba de un vigor que resultaba contradictoriamente lacerante; cada corte cicatrizado, cada magulladura aliviada y cada fractura enmendada volvían a derramar los vestigios del punzante calvario por el que el dolor la había hecho pasar.

    No había momento en el cual se sintiera más viva que cuando se sumergía en aquel baño de lamentación, de penosa meditación, al comulgar con Marchosias. Aquella noche, fue distinto. El sufrimiento era el alimento primordial de su alma, misma que lo alquimizaba en ira, de la más pura y tórrida que su corazón pudiese sostener.

    Pero esta vez, hubo algo más: Claridad. Una fresca, afilada y envolvente claridad.

    La bruja morena entreabrió los párpados, y a la par, sus labios se cerraron, no sin antes relamer los remanentes de aquella oscuridad que quedaban sobre los mismos. Pronto, su boca se curvó, y emergiendo del éxtasis, sonrió ante el altar que tenía al frente──una exquisita estatuilla de mediano tamaño tallada en mármol negro, representando a humanos, demonios y ángeles, todos encimados sobre los otros, desesperados, escalando por alcanzar el precioso reloj de arena blanca colocado al centro.

    —La mente y el tiempo tienen algo en común; ambos son excelentes sirvientes, pero pésimos gobernantes. —En reflexión, se estiró para tomar aquel reloj de arena y así girarlo sobre sí mismo, comenzando la cuenta atrás. ¿O sería hacía adelante? Pasado o futuro. ¿Qué más da?

    —Será porque ambos coinciden en un único punto de inflexión, tan crítico como sencillo; la perspectiva. El tiempo se diluye o se concentra, se comprime o se alarga, dependiendo del contexto y la subjetividad, dependiendo de la energía del observador. Y la mente es el prisma perfecto para purificar y concentrar la intención en la percepción, y así volverla luz, u oscuridad.

    Los largos dedos de Sathôna acariciaron la curvatura del anticuado reloj, a momentos tamborileando sobre el cristal, para provocar un tintineo cristalino y melódico con sus largas uñas, mientras observaba la arena fluir y caer. ¿O es que también a momentos parecía regresar a donde estaba?

    —Cada mente es un prisma, con sus propios relieves, y sus propias reglas. Su propio potencial. Y, aun así, nada ni nadie puede existir si no es observado en todo momento, si su existencia no es reconocida en el ahora de cada segundo, de cada minuto, de cada hora, por algo que no sea ellos mismos.

    Una mirada llena de añoranza brilló en los ojos de la mujer, que ahora descansaban su mirar sobre el astro plateado. Calma y resignación le llenaron el corazón, como quien asume que se encuentra en un lugar de donde no puede escapar, aún cuando conoce la salida.

    Súbitamente, aquella mano con la que acariciaba el ornamental reloj tomó el mismo de forma brusca y arrebatada para apretarlo entre sus dedos, reventando cristal y madera como si fuesen ramillas secas.

    Sangre negra emanó de sus heridas, mezclándose con la arena, profanándola, y cayendo sobre la estatuilla, quemando cuál ácido los rostros angustiados de ángeles, hombres y demonios por igual.

    — … Ahora lo único que queda, es detener el tiempo.


    Ambiance: https://youtu.be/ObgtjX98Lpw
    Pʀɪᴍᴜs Mᴀʟᴇғɪᴄᴀʀɪᴜᴍ . ☨ ─────── 〘 C O M U N I Ó N 〙 ──── En medio de la absoluta oscuridad, una perfecta línea recta de luz se formó sobre el suelo, proyectándose lentamente en un rectángulo junto con el lento avance de la Luna, derramando su platinar sobre la silueta de una mujer, misma que yacía de rodillas, sentada sobre sus talones, y con las palmas descansando sobre sus muslos, en la tradicional postura seiza que mantenía con entera calma y solemnidad. El aroma a copal dominaba el ambiente, cargado gentilmente por los haces de humo que se desprendían de los numerosos inciensos repartidos en cuencos ornamentales a ambos costados de la habitación, mismos que la circundaban y envolvían. Brillando en la penumbra, a momentos, los pequeños destellos de las brasas lucían como ojos que se centraban en ella y le observaban en todo momento, justo en medio del suelo de la habitación que yacía adornado por un grotesco círculo mágico; el carmín rojo y seco de los trazos delatando la naturaleza del material con el que había sido pintado. Sathôna alzó el rostro hacía el enorme ventanal que tenía al frente y por donde aquella cascada de luz de plata caía, con los ojos cerrados y en pleno trance, entreabriendo los labios para dejar escapar de su boca una humareda negra más pesada que el aire, misma que caía por las comisuras de sus labios y su mentón. Su figura se impregnaba de las estelas de aquella pesada y opresiva energía, que, para ella en su haber, se sentía ligera y le llenaba de un vigor que resultaba contradictoriamente lacerante; cada corte cicatrizado, cada magulladura aliviada y cada fractura enmendada volvían a derramar los vestigios del punzante calvario por el que el dolor la había hecho pasar. No había momento en el cual se sintiera más viva que cuando se sumergía en aquel baño de lamentación, de penosa meditación, al comulgar con Marchosias. Aquella noche, fue distinto. El sufrimiento era el alimento primordial de su alma, misma que lo alquimizaba en ira, de la más pura y tórrida que su corazón pudiese sostener. Pero esta vez, hubo algo más: Claridad. Una fresca, afilada y envolvente claridad. La bruja morena entreabrió los párpados, y a la par, sus labios se cerraron, no sin antes relamer los remanentes de aquella oscuridad que quedaban sobre los mismos. Pronto, su boca se curvó, y emergiendo del éxtasis, sonrió ante el altar que tenía al frente──una exquisita estatuilla de mediano tamaño tallada en mármol negro, representando a humanos, demonios y ángeles, todos encimados sobre los otros, desesperados, escalando por alcanzar el precioso reloj de arena blanca colocado al centro. —La mente y el tiempo tienen algo en común; ambos son excelentes sirvientes, pero pésimos gobernantes. —En reflexión, se estiró para tomar aquel reloj de arena y así girarlo sobre sí mismo, comenzando la cuenta atrás. ¿O sería hacía adelante? Pasado o futuro. ¿Qué más da? —Será porque ambos coinciden en un único punto de inflexión, tan crítico como sencillo; la perspectiva. El tiempo se diluye o se concentra, se comprime o se alarga, dependiendo del contexto y la subjetividad, dependiendo de la energía del observador. Y la mente es el prisma perfecto para purificar y concentrar la intención en la percepción, y así volverla luz, u oscuridad. Los largos dedos de Sathôna acariciaron la curvatura del anticuado reloj, a momentos tamborileando sobre el cristal, para provocar un tintineo cristalino y melódico con sus largas uñas, mientras observaba la arena fluir y caer. ¿O es que también a momentos parecía regresar a donde estaba? —Cada mente es un prisma, con sus propios relieves, y sus propias reglas. Su propio potencial. Y, aun así, nada ni nadie puede existir si no es observado en todo momento, si su existencia no es reconocida en el ahora de cada segundo, de cada minuto, de cada hora, por algo que no sea ellos mismos. Una mirada llena de añoranza brilló en los ojos de la mujer, que ahora descansaban su mirar sobre el astro plateado. Calma y resignación le llenaron el corazón, como quien asume que se encuentra en un lugar de donde no puede escapar, aún cuando conoce la salida. Súbitamente, aquella mano con la que acariciaba el ornamental reloj tomó el mismo de forma brusca y arrebatada para apretarlo entre sus dedos, reventando cristal y madera como si fuesen ramillas secas. Sangre negra emanó de sus heridas, mezclándose con la arena, profanándola, y cayendo sobre la estatuilla, quemando cuál ácido los rostros angustiados de ángeles, hombres y demonios por igual. — … Ahora lo único que queda, es detener el tiempo. Ambiance: https://youtu.be/ObgtjX98Lpw
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