• Carmina había notado que, con el paso de los años, su abuela Lucia se movía más despacio, y los largos días en la tienda comenzaban a dejar huellas en su ánimo y su salud. Aunque siempre había sido un pilar en el negocio familiar, ahora se veía en la necesidad de descansar más, y Carmina se preocupaba cada vez que la veía suspirar al final de la jornada.

    Una tarde, tras cerrar la tienda, Carmina se quedó mirando el ventanal. La idea de traer a alguien más para ayudar rondaba su mente desde hacía semanas, pero ahora la sentía como una necesidad inminente. Al día siguiente, decidió prepararlo todo. Con una caligrafía esmerada, escribió en un cartel de papel suave:

    "Se busca empleado para tienda familiar. Preguntar por Carmina."

    Con una sonrisa esperanzada, colgó el anuncio en el ventanal. El cartel ondeaba con la brisa, y Carmina se quedó un momento contemplándolo, pensando en la llegada de alguien que pudiera ayudarles a aliviar el peso que tanto su abuela como ella llevaban sobre sus hombros. No sabía quién respondería, pero estaba segura de que cualquier ayuda sería bienvenida. Lucia, por su parte, observaba desde el fondo de la tienda y, al ver el gesto decidido de su nieta, sintió una mezcla de nostalgia y orgullo.

    Sachi Sugimoto
    Carmina había notado que, con el paso de los años, su abuela Lucia se movía más despacio, y los largos días en la tienda comenzaban a dejar huellas en su ánimo y su salud. Aunque siempre había sido un pilar en el negocio familiar, ahora se veía en la necesidad de descansar más, y Carmina se preocupaba cada vez que la veía suspirar al final de la jornada. Una tarde, tras cerrar la tienda, Carmina se quedó mirando el ventanal. La idea de traer a alguien más para ayudar rondaba su mente desde hacía semanas, pero ahora la sentía como una necesidad inminente. Al día siguiente, decidió prepararlo todo. Con una caligrafía esmerada, escribió en un cartel de papel suave: "Se busca empleado para tienda familiar. Preguntar por Carmina." Con una sonrisa esperanzada, colgó el anuncio en el ventanal. El cartel ondeaba con la brisa, y Carmina se quedó un momento contemplándolo, pensando en la llegada de alguien que pudiera ayudarles a aliviar el peso que tanto su abuela como ella llevaban sobre sus hombros. No sabía quién respondería, pero estaba segura de que cualquier ayuda sería bienvenida. Lucia, por su parte, observaba desde el fondo de la tienda y, al ver el gesto decidido de su nieta, sintió una mezcla de nostalgia y orgullo. [tidal_gold_snake_986]
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  • Estuvo extraviado tanto tiempo, que se le hacía extraño volver a ver conocidos. No le desagradaba, aunque con el estado deplorable en el que estaba, era algo vergonzoso.

    —¿De qué me perdí?— sarcasmo en su pregunta, claramente. Aunque, se podía denotar una pequeña sonrisa de alivio, ya estaba en casa.
    Estuvo extraviado tanto tiempo, que se le hacía extraño volver a ver conocidos. No le desagradaba, aunque con el estado deplorable en el que estaba, era algo vergonzoso. —¿De qué me perdí?— sarcasmo en su pregunta, claramente. Aunque, se podía denotar una pequeña sonrisa de alivio, ya estaba en casa.
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  • Había sido una noche extremadamente larga, pero todo había valido la pena.
    Finalmente podía presumir de un nuevo cuerpo temporal, habiendo abandonado el de arcilla que estaba cada vez en peor estado, ocupando ahora uno de tela, como si de una muñeca vudú se tratase, disfrutando el poder volver a mover los brazos con libertad a pesar que las costuras eran una extraña sensación.

    —Te agradezco por esto, Alastor Brown... Aunque... ¿Realmente era necesario el vestirme como una muñeca?

    Aquello parecía más a gusto personal ajeno, pero lo dejaría pasar por ahora, estirándose y suspirando aliviado, le daba más tiempo hasta recuperar su verdadero cuerpo.

    —Al menos resistirá un poco mejor... O eso espero.
    Había sido una noche extremadamente larga, pero todo había valido la pena. Finalmente podía presumir de un nuevo cuerpo temporal, habiendo abandonado el de arcilla que estaba cada vez en peor estado, ocupando ahora uno de tela, como si de una muñeca vudú se tratase, disfrutando el poder volver a mover los brazos con libertad a pesar que las costuras eran una extraña sensación. —Te agradezco por esto, [Alast0r99]... Aunque... ¿Realmente era necesario el vestirme como una muñeca? Aquello parecía más a gusto personal ajeno, pero lo dejaría pasar por ahora, estirándose y suspirando aliviado, le daba más tiempo hasta recuperar su verdadero cuerpo. —Al menos resistirá un poco mejor... O eso espero.
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  • ¡Lo cuidare muchísimo! ¡Lo prometo! Muchas gracias, Iᴄʜɪɢᴏ Kᴜʀᴏsᴀᴋɪ
    ¡Lo cuidare muchísimo! ¡Lo prometo! Muchas gracias, [flash_olive_octopus_712]
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  • El aroma del café recién molido llenaba la pequeña cocina de la casa de su abuela. Carmina, de pie frente a la estufa, giraba la espátula con suavidad, removiendo unos huevos que chisporroteaban en la sartén. El silencio de la mañana la envolvía, roto solo por el leve gorgoteo de la cafetera y el crujido del pan en el tostador. No era común que su abuela le pidiera ayuda para preparar el desayuno. Ella, que siempre había sido una figura llena de energía y diligencia, de esas que no se quedaban quietas ni un momento.

    Sin embargo, en los últimos días, la notaba más fatigada, más lenta, y eso le había inquietado. La escena de su abuela pidiéndole ayuda esa misma mañana regresó a su mente: la había encontrado en la mesa de la cocina, con las manos rodeando una taza de té que apenas había bebido, sus ojos cargados de un cansancio que Carmina no había visto antes.

    "¿Podrías encargarte del desayuno hoy, querida? Creo que me vendría bien descansar un poco más," le había dicho, sonriendo con esa ternura tan suya, aunque a Carmina le pareció que su sonrisa había sido algo triste. El recuerdo le hizo suspirar, y mientras volcaba los huevos en un plato y los decoraba con un toque de perejil fresco, un nudo empezó a formarse en su pecho.

    Conforme iba colocando cada parte del desayuno —los huevos, el pan tostado, el café negro—, su mente divagaba, recorriendo aquellos días en los que su abuelo Pietro aún estaba con ellas. Habían pasado ya unos años desde que él partió, pero el dolor todavía la acompañaba, como una sombra silenciosa. Recordaba cómo había sido verlo debilitarse, cómo su risa franca se volvió un susurro, hasta que, un día, solo quedó el eco de su voz en la casa.

    Carmina se mordió el labio, tratando de alejar esos pensamientos oscuros. Pero el miedo era inevitable. Su abuela, a quien tanto amaba, era ahora la figura más fuerte que le quedaba, el lazo que la mantenía unida a esos recuerdos de amor y calidez que tanto atesoraba. Verla vulnerable la hacía consciente de lo frágil y efímero de la vida, y ese pensamiento le helaba el corazón. ¿Y si un día también la perdía a ella?

    "Es solo un poco de cansancio," se decía para tranquilizarse, mientras apretaba el borde de la encimera, buscando en la madera fría un ancla que la sostuviera. Pero no podía evitar preguntarse: ¿cuánto tiempo le quedaba con su abuela? ¿Cuántos desayunos más prepararía para ella, o cuántas tardes más compartirían en el jardín, charlando sobre cualquier cosa mientras el sol caía?

    Sacudió la cabeza y respiró hondo. Al terminar de preparar la bandeja con el desayuno, la sostuvo con ambas manos, observando por un instante el esmero en cada detalle. Sabía que cada minuto contaba, y que, aunque el temor seguía presente, quería asegurarse de hacer feliz a su abuela cada día que le fuera posible. Con ese pensamiento, llevó la bandeja a la mesa donde su abuela la esperaba, y en el instante en que ella sonrió al verla, Carmina sintió una chispa de alivio.

    A lo mejor no podía detener el paso del tiempo ni proteger a su abuela de su propio cuerpo, pero podía estar ahí para ella, acompañándola.
    El aroma del café recién molido llenaba la pequeña cocina de la casa de su abuela. Carmina, de pie frente a la estufa, giraba la espátula con suavidad, removiendo unos huevos que chisporroteaban en la sartén. El silencio de la mañana la envolvía, roto solo por el leve gorgoteo de la cafetera y el crujido del pan en el tostador. No era común que su abuela le pidiera ayuda para preparar el desayuno. Ella, que siempre había sido una figura llena de energía y diligencia, de esas que no se quedaban quietas ni un momento. Sin embargo, en los últimos días, la notaba más fatigada, más lenta, y eso le había inquietado. La escena de su abuela pidiéndole ayuda esa misma mañana regresó a su mente: la había encontrado en la mesa de la cocina, con las manos rodeando una taza de té que apenas había bebido, sus ojos cargados de un cansancio que Carmina no había visto antes. "¿Podrías encargarte del desayuno hoy, querida? Creo que me vendría bien descansar un poco más," le había dicho, sonriendo con esa ternura tan suya, aunque a Carmina le pareció que su sonrisa había sido algo triste. El recuerdo le hizo suspirar, y mientras volcaba los huevos en un plato y los decoraba con un toque de perejil fresco, un nudo empezó a formarse en su pecho. Conforme iba colocando cada parte del desayuno —los huevos, el pan tostado, el café negro—, su mente divagaba, recorriendo aquellos días en los que su abuelo Pietro aún estaba con ellas. Habían pasado ya unos años desde que él partió, pero el dolor todavía la acompañaba, como una sombra silenciosa. Recordaba cómo había sido verlo debilitarse, cómo su risa franca se volvió un susurro, hasta que, un día, solo quedó el eco de su voz en la casa. Carmina se mordió el labio, tratando de alejar esos pensamientos oscuros. Pero el miedo era inevitable. Su abuela, a quien tanto amaba, era ahora la figura más fuerte que le quedaba, el lazo que la mantenía unida a esos recuerdos de amor y calidez que tanto atesoraba. Verla vulnerable la hacía consciente de lo frágil y efímero de la vida, y ese pensamiento le helaba el corazón. ¿Y si un día también la perdía a ella? "Es solo un poco de cansancio," se decía para tranquilizarse, mientras apretaba el borde de la encimera, buscando en la madera fría un ancla que la sostuviera. Pero no podía evitar preguntarse: ¿cuánto tiempo le quedaba con su abuela? ¿Cuántos desayunos más prepararía para ella, o cuántas tardes más compartirían en el jardín, charlando sobre cualquier cosa mientras el sol caía? Sacudió la cabeza y respiró hondo. Al terminar de preparar la bandeja con el desayuno, la sostuvo con ambas manos, observando por un instante el esmero en cada detalle. Sabía que cada minuto contaba, y que, aunque el temor seguía presente, quería asegurarse de hacer feliz a su abuela cada día que le fuera posible. Con ese pensamiento, llevó la bandeja a la mesa donde su abuela la esperaba, y en el instante en que ella sonrió al verla, Carmina sintió una chispa de alivio. A lo mejor no podía detener el paso del tiempo ni proteger a su abuela de su propio cuerpo, pero podía estar ahí para ella, acompañándola.
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  • - Muy buenos días, el almuerzo estará listo para la hora prevista. Para empezar tenemos Pelmeni, que son empanadillas pequeñas hechas con carne picada, carne de res, hervidos y luego mayormente servidos con crema agria, le pongo también mostaza por si se le apetece. De primer plato; Shchi, es una sopa aparentemente simple con un complejo sabor. Mientras que puede parecer una simple sopa de repollo, es de hecho una sopa liviana, pero potente hecha de chucrut, repollo u otras hojas verdes. Shchi es una parte integral de la cocina rusa y ha sido comida casi a diario durante siglos. Disfrute de un cuenco de shchi con crema agria y una rodaja de pan negro de centeno. De segundo, Esturión, horneado con vegetales o unte algo de caviar negro en pan de salvado o en unos panqueques salados. Y de postre, Pierogi de cerezas. - Comentó educadamente a los presentes de la Mansión de la familia. - Le recuerdo que la reunión de esta tarde la han confirmado. Ahora si me disculpan. - Dijo educadamente para retirarse nuevamente.
    - Muy buenos días, el almuerzo estará listo para la hora prevista. Para empezar tenemos Pelmeni, que son empanadillas pequeñas hechas con carne picada, carne de res, hervidos y luego mayormente servidos con crema agria, le pongo también mostaza por si se le apetece. De primer plato; Shchi, es una sopa aparentemente simple con un complejo sabor. Mientras que puede parecer una simple sopa de repollo, es de hecho una sopa liviana, pero potente hecha de chucrut, repollo u otras hojas verdes. Shchi es una parte integral de la cocina rusa y ha sido comida casi a diario durante siglos. Disfrute de un cuenco de shchi con crema agria y una rodaja de pan negro de centeno. De segundo, Esturión, horneado con vegetales o unte algo de caviar negro en pan de salvado o en unos panqueques salados. Y de postre, Pierogi de cerezas. - Comentó educadamente a los presentes de la Mansión de la familia. - Le recuerdo que la reunión de esta tarde la han confirmado. Ahora si me disculpan. - Dijo educadamente para retirarse nuevamente.
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  • Sir Christian ❦ Krüger

    Lanzó una flecha a una diana, para no pensar mucho en Oliver.
    [Truelover69] Lanzó una flecha a una diana, para no pensar mucho en Oliver.
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  • -Coke se arrodilló frente al altar, sosteniendo la vela entre sus dedos con cuidado. El frío del aire nocturno parecía perderse entre las llamas que titilaban al ritmo del viento, arrojando sombras danzantes sobre las flores de cempasúchil. Inhaló profundamente, dejando que el aroma dulce y nostálgico lo envolviera, y acercó la vela al fuego, encendiéndola en silencio.-

    -Se quedó mirando la pequeña llama por unos instantes, como si pudiera encontrar alguna respuesta en su luz temblorosa. Sin decir nada, colocó la vela con cuidado entre las demás, permitiendo que su cálido resplandor se sumara al altar. Sus manos descansaron sobre sus rodillas, sintiendo cómo el peso invisible en su pecho se acomodaba, más ligero, pero siempre presente.-

    Siempre encuentran el camino de regreso.

    -La frase escapó de sus labios en un murmullo, más para sí mismo que para cualquier otra cosa. Había en sus palabras un extraño alivio, una aceptación silenciosa de lo inevitable. El viento fresco le acarició el rostro, llevándose con él las últimas dudas que quedaban. Estaba aquí, encendiendo esa vela como lo había prometido. Y lo haría una y otra vez, por quienes nunca olvidaría.-

    -Coke cerró los ojos por un momento, dejando que la paz del instante se asentara en su interior. Luego, sin más, se levantó despacio, ajustándose la chaqueta y sacudiendo el polvo de sus rodillas. Aún quedaba camino por recorrer, pero no importaba. Mientras hubiera una vela por encender, siempre habría un motivo para seguir adelante.-

    ═════════════════════════════════════════

    Hoy es un dia especial para todos aquellos que tuvimos mascotas, en este post quien guste dejar la foto de sus mascotas en los comentarios tiene toda la libertad y un dato, la foto si es tomada de usser, pasen buen inicio de semana, un beso y abrazo.//
    -Coke se arrodilló frente al altar, sosteniendo la vela entre sus dedos con cuidado. El frío del aire nocturno parecía perderse entre las llamas que titilaban al ritmo del viento, arrojando sombras danzantes sobre las flores de cempasúchil. Inhaló profundamente, dejando que el aroma dulce y nostálgico lo envolviera, y acercó la vela al fuego, encendiéndola en silencio.- -Se quedó mirando la pequeña llama por unos instantes, como si pudiera encontrar alguna respuesta en su luz temblorosa. Sin decir nada, colocó la vela con cuidado entre las demás, permitiendo que su cálido resplandor se sumara al altar. Sus manos descansaron sobre sus rodillas, sintiendo cómo el peso invisible en su pecho se acomodaba, más ligero, pero siempre presente.- Siempre encuentran el camino de regreso. -La frase escapó de sus labios en un murmullo, más para sí mismo que para cualquier otra cosa. Había en sus palabras un extraño alivio, una aceptación silenciosa de lo inevitable. El viento fresco le acarició el rostro, llevándose con él las últimas dudas que quedaban. Estaba aquí, encendiendo esa vela como lo había prometido. Y lo haría una y otra vez, por quienes nunca olvidaría.- -Coke cerró los ojos por un momento, dejando que la paz del instante se asentara en su interior. Luego, sin más, se levantó despacio, ajustándose la chaqueta y sacudiendo el polvo de sus rodillas. Aún quedaba camino por recorrer, pero no importaba. Mientras hubiera una vela por encender, siempre habría un motivo para seguir adelante.- ═════════════════════════════════════════ Hoy es un dia especial para todos aquellos que tuvimos mascotas, en este post quien guste dejar la foto de sus mascotas en los comentarios tiene toda la libertad y un dato, la foto si es tomada de usser, pasen buen inicio de semana, un beso y abrazo.//
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  • ¿Quien acepto que fuera un regalo?
    Fandom No sé we
    Categoría Acción
    Flash back del día anterior

    Mientras alastor se dedica a a hacer lo de siempre, ser un sexy ciervo demoniaco que trabaja en su torre dando los anuncios parroquiales por la radio para sus más leales oyentes.
    Fue interrumpido por la liga de la familia entrando sin permiso en aquella torre la cual se a dado cuenta que tiene que mejorar le la seguridad

    pero la familia no lo visitaba para darle los buenos días, extrañamente no para forzarlo a bañarlo ¡Algo peor!
    Aunque el demonio de la radio lucho a pesar de tener sus poderes semi limitados y lograr derrotar a dos de esos invasores familiares... No pudo hacer nada cuando la tenebrosa y más letal criatura conocida en el bajo mundo como sesshomaru optó por atacarlo en su forma demoníaca y claramente Alastor bajo ese terror dejo de poner resistencia ¿El problema?

    No estaban allí para algo bueno, al menos no para el.

    //// Presente ///

    Después de ser vestido en contra de su voluntad fue sentado a la fuerza encima de la "segunda roca ceremonial"

    Su rostro de pocos amigos con esa sonrisa de sus labios borrada lo decía todo. No estába feliz con lo que estaba por pasar....

    Forzado a tener que seguir un sermón antes de que el perro se enojara y se lo comiera, inclino la cabeza observando a la oscuridad no tenía que molestarse en llamar a su esposo sabe que va a llegar por el poder del guión (?-

    En este día tan especial, en el día en el que el fundador de los pecados y la verdad fue creado.... Yo.... Uhm.... Yo....

    -trago saliva está es más asustado por tener a un perro gigante respirando le en la espalda si se negaba a ayudar con el "regalo de la familia" que por otra cosa -

    Soy ofrendido al gran pecado principal, rey de los demonios y de lo abnegado.... Soy el sacrificio de los aeternum para celebrar tu cumpleaños ¡Lucifer acepta tu ofrenda !

    //Atentamente tu querida familia de rol que no pensó en un mejor regalo que regalar a alastor ?
    Flash back del día anterior Mientras alastor se dedica a a hacer lo de siempre, ser un sexy ciervo demoniaco que trabaja en su torre dando los anuncios parroquiales por la radio para sus más leales oyentes. Fue interrumpido por la liga de la familia entrando sin permiso en aquella torre la cual se a dado cuenta que tiene que mejorar le la seguridad pero la familia no lo visitaba para darle los buenos días, extrañamente no para forzarlo a bañarlo ¡Algo peor! Aunque el demonio de la radio lucho a pesar de tener sus poderes semi limitados y lograr derrotar a dos de esos invasores familiares... No pudo hacer nada cuando la tenebrosa y más letal criatura conocida en el bajo mundo como sesshomaru optó por atacarlo en su forma demoníaca y claramente Alastor bajo ese terror dejo de poner resistencia ¿El problema? No estaban allí para algo bueno, al menos no para el. //// Presente /// Después de ser vestido en contra de su voluntad fue sentado a la fuerza encima de la "segunda roca ceremonial" Su rostro de pocos amigos con esa sonrisa de sus labios borrada lo decía todo. No estába feliz con lo que estaba por pasar.... Forzado a tener que seguir un sermón antes de que el perro se enojara y se lo comiera, inclino la cabeza observando a la oscuridad no tenía que molestarse en llamar a su esposo sabe que va a llegar por el poder del guión (?- En este día tan especial, en el día en el que el fundador de los pecados y la verdad fue creado.... Yo.... Uhm.... Yo.... -trago saliva está es más asustado por tener a un perro gigante respirando le en la espalda si se negaba a ayudar con el "regalo de la familia" que por otra cosa - Soy ofrendido al gran pecado principal, rey de los demonios y de lo abnegado.... Soy el sacrificio de los aeternum para celebrar tu cumpleaños ¡Lucifer acepta tu ofrenda ! //Atentamente tu querida familia de rol que no pensó en un mejor regalo que regalar a alastor ?
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    100
    Estado
    Disponible
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  • Trece días. Un total de trece días necesitó el zorro para estar en buena forma. Habría necesitado menos, pero las heridas fueron brutales. Además, a mitad de su recuperación, tuvo que dar parte de su energía vital para ayudar a un amigo.

    Pero por fin, Kazuo estaba en marcha. Ese Ōmukade había crecido a sus anchas desde su último encuentro. Últimamente, en ese tiempo había atacado una aldea cercana, pero, por gracia divina, solo se cobró víctimas de ganado.

    El zorro, esta vez sí, con sus cinco sentidos puestos, fue en busca del demonio escalopendra, aquel que era capaz de matar y comer dragones. Recorrió todo el valle y la montaña en busca de su rastro. Recordaba su olor; si algo se le daba bien al zorro era recordar aromas, cada matiz que incluso podía saborear en la lengua. Tras una larga caminata, lo encontró: ese rastro que olía a podredumbre y muerte, como si algo estuviera comiendo cadáveres en descomposición. En este punto, el zorro bajó su ritmo, sintiendo cómo esa capa de miasma aumentaba a medida que se acercaba.

    Kazuo era tremendamente silencioso; no se escuchaba ni el crujir de las ramas bajo sus pies, igual que un fantasma. Afinaba su oído; cualquier leve sonido hacía que girara su cabeza de forma brusca, como cuando los cazadores acechan a una presa. Y así era: Kazuo era el cazador y el Ōmukade, su presa. La noche se había cernido sobre él. De seguro, Elisabeth le reprendería por no avisarla para que lo acompañara. Pero no le entusiasmaba darle como regalo de compromiso una noche de matanza a un demonio. Desde luego, era poco romántico.

    "¡Clic!" —Un crujido.

    Ese crujido no lo había emitido Kazuo. Tampoco lo habría provocado ningún animal, ya que la densidad del ambiente era inaguantable para cualquier ser que no estuviera preparado para soportarlo. El zorro se puso en cuclillas, posando sus dos manos sobre la tierra e inclinándose levemente hacia delante, como un gato que se agazapa antes de cernirse sobre su presa. Un silencio sepulcral se instalaba en el ambiente; Parecía que incluso el aire había dejado de correr.

    Fue entonces cuando aquel demonio, tan grande como un dragón, emergió de la oscuridad, profiriendo un rugido ensordecedor. Este, igual que la última vez, se dirigió una carga hacia Kazuo, pero este, rápido, tomó impulso en dirección hacia la criatura. A punto de colisionar el uno con el otro, Kazuo sacó sus garras, clavándolas apenas en el caparazón de su cabeza. Su coraza era terriblemente dura; Debería haberle pedido a Elisabeth un poco de su saliva, ya que esta es venenosa para los Ōmukade. Tras aguantar todo lo posible el agarre, aprovechó la inercia de su cuerpo para elevarse sobre la cabeza del demonio, quedando durante unas milésimas de segundo en pie sobre este con una sola mano. Sin soltar su agarre, dobló su tronco para que sus pies y piernas caigan en cuclillas sobre la cabeza del insecto gigante. Con una fuerza sobrehumana, hizo presión con sus piernas hacia abajo, soltando su agarre en el momento justo en que estas hacían más presión sobre la cabeza del demonio. El impulso que tomó el zorro hizo que la cabeza del contrario se estampara de boca contra el suelo, como si Kazuo hubiera lanzado un proyecto con sus piernas.

    Mientras una polvareda se levantaba por el impacto del Ōmukade contra el suelo, el zorro caía con gracia sobre la rama de un árbol cercano.

    —Esto va a terminar rápido... —decía él con esa calma que a veces podía resultar inquietante.

    Tras unos segundos, el demonio se levantaba. Este retorcía su cuerpo con dolor y furia. Kazuo pensó que, si no podía atravesar su corazón, lo molería a golpes hasta que esta cediera.

    Durante largos minutos, ambos yōkais se regalaban una serenata de golpes. Kazuo era quien más golpe daba y quien más los esquivaba, aunque se llevó alguno que otro en el camino. El demonio escalopendra comenzaba a estar cansado y cada vez más débil. En un último movimiento, Kazuo volvió a embestir de frente, algo bastante necio por su parte, ya que el demonio no era tonto y ya había visto antes de ese ataque.

    El Ōmukade, habiendo aprendido la lección, levantó su cabeza para atrapar el cuerpo de Kazuo, uniendo sus dientes afilados en su carne. Pero de pronto, como si fuera vapor, el cuerpo de Kazuo desapareció, dejando una leve neblina a su paso y una hoja otoñal flotando donde antes estaba su cuerpo, hasta que esta cayó al suelo. Kazuo había desaparecido. El demonio, desconcertado, giró sus ojos telescópicos de un lado a otro buscando al zorro. Pero Kazuo no estaba en su campo de visión. El zorro, como si de un truco de mágia se tratase, estaba justo debajo de la cabeza del Ōmukade, concretamente bajo su mandíbula. Ahí había un punto frágil; un área de su corazón había cedido por los constantes golpes que le había propinado. La mano de Kazuo se llenaba de llamas color zafiro, llamas capaces de purificar y quemar aquello que no puede ser purificado por nada. Juntó y puso rectos los dedos de su mano para, posteriormente, clavar sus garras de una sola estocada en la tráquea del monstruo, atravesándola con facilidad.

    El Ōmukade rugía, rugía con desesperación y dolor. Su cuerpo de escalopendra se retorcía de un lado a otro, volcando árboles y maleza, dejando un destrozo a su paso. Kazuo, insatisfecho, aún con su mano introducida, hizo florecer sus llamas color zafiro, haciendo que la criatura comenzara a arder desde dentro. Segundos más tarde, mientras aún se retorcía de dolor, llamas azules salían crepitantes entre los huecos de su coraza, por su boca y por sus ojos.

    Era un golpe incompatible con la vida, totalmente mortal. Saca sus manos del interior, su cuerpo dejó de moverse progresivamente, quedando solo algunos espasmos residuales de movimiento. Kazuo observaba cómo el cuerpo del demonio que casi lo mata se consumía. ¿Cómo podía haber sido tan descuidado con un demonio tan inferior a él?

    —Esto por haber preocupado a Liz, infeliz —decía Kazuo de forma seria, pero con una calma nuevamente inquietante.

    Su venganza no había sido porque lo hubiera estado a punto de matar, sino por el mal rato que pasó Elisabeth cuando lo encontró moribundo. Finalmente, el zorro se volvió y puso rumbo a su templo, esperando que no se le hubiera hecho demasiado tarde para cenar.
    Trece días. Un total de trece días necesitó el zorro para estar en buena forma. Habría necesitado menos, pero las heridas fueron brutales. Además, a mitad de su recuperación, tuvo que dar parte de su energía vital para ayudar a un amigo. Pero por fin, Kazuo estaba en marcha. Ese Ōmukade había crecido a sus anchas desde su último encuentro. Últimamente, en ese tiempo había atacado una aldea cercana, pero, por gracia divina, solo se cobró víctimas de ganado. El zorro, esta vez sí, con sus cinco sentidos puestos, fue en busca del demonio escalopendra, aquel que era capaz de matar y comer dragones. Recorrió todo el valle y la montaña en busca de su rastro. Recordaba su olor; si algo se le daba bien al zorro era recordar aromas, cada matiz que incluso podía saborear en la lengua. Tras una larga caminata, lo encontró: ese rastro que olía a podredumbre y muerte, como si algo estuviera comiendo cadáveres en descomposición. En este punto, el zorro bajó su ritmo, sintiendo cómo esa capa de miasma aumentaba a medida que se acercaba. Kazuo era tremendamente silencioso; no se escuchaba ni el crujir de las ramas bajo sus pies, igual que un fantasma. Afinaba su oído; cualquier leve sonido hacía que girara su cabeza de forma brusca, como cuando los cazadores acechan a una presa. Y así era: Kazuo era el cazador y el Ōmukade, su presa. La noche se había cernido sobre él. De seguro, Elisabeth le reprendería por no avisarla para que lo acompañara. Pero no le entusiasmaba darle como regalo de compromiso una noche de matanza a un demonio. Desde luego, era poco romántico. "¡Clic!" —Un crujido. Ese crujido no lo había emitido Kazuo. Tampoco lo habría provocado ningún animal, ya que la densidad del ambiente era inaguantable para cualquier ser que no estuviera preparado para soportarlo. El zorro se puso en cuclillas, posando sus dos manos sobre la tierra e inclinándose levemente hacia delante, como un gato que se agazapa antes de cernirse sobre su presa. Un silencio sepulcral se instalaba en el ambiente; Parecía que incluso el aire había dejado de correr. Fue entonces cuando aquel demonio, tan grande como un dragón, emergió de la oscuridad, profiriendo un rugido ensordecedor. Este, igual que la última vez, se dirigió una carga hacia Kazuo, pero este, rápido, tomó impulso en dirección hacia la criatura. A punto de colisionar el uno con el otro, Kazuo sacó sus garras, clavándolas apenas en el caparazón de su cabeza. Su coraza era terriblemente dura; Debería haberle pedido a Elisabeth un poco de su saliva, ya que esta es venenosa para los Ōmukade. Tras aguantar todo lo posible el agarre, aprovechó la inercia de su cuerpo para elevarse sobre la cabeza del demonio, quedando durante unas milésimas de segundo en pie sobre este con una sola mano. Sin soltar su agarre, dobló su tronco para que sus pies y piernas caigan en cuclillas sobre la cabeza del insecto gigante. Con una fuerza sobrehumana, hizo presión con sus piernas hacia abajo, soltando su agarre en el momento justo en que estas hacían más presión sobre la cabeza del demonio. El impulso que tomó el zorro hizo que la cabeza del contrario se estampara de boca contra el suelo, como si Kazuo hubiera lanzado un proyecto con sus piernas. Mientras una polvareda se levantaba por el impacto del Ōmukade contra el suelo, el zorro caía con gracia sobre la rama de un árbol cercano. —Esto va a terminar rápido... —decía él con esa calma que a veces podía resultar inquietante. Tras unos segundos, el demonio se levantaba. Este retorcía su cuerpo con dolor y furia. Kazuo pensó que, si no podía atravesar su corazón, lo molería a golpes hasta que esta cediera. Durante largos minutos, ambos yōkais se regalaban una serenata de golpes. Kazuo era quien más golpe daba y quien más los esquivaba, aunque se llevó alguno que otro en el camino. El demonio escalopendra comenzaba a estar cansado y cada vez más débil. En un último movimiento, Kazuo volvió a embestir de frente, algo bastante necio por su parte, ya que el demonio no era tonto y ya había visto antes de ese ataque. El Ōmukade, habiendo aprendido la lección, levantó su cabeza para atrapar el cuerpo de Kazuo, uniendo sus dientes afilados en su carne. Pero de pronto, como si fuera vapor, el cuerpo de Kazuo desapareció, dejando una leve neblina a su paso y una hoja otoñal flotando donde antes estaba su cuerpo, hasta que esta cayó al suelo. Kazuo había desaparecido. El demonio, desconcertado, giró sus ojos telescópicos de un lado a otro buscando al zorro. Pero Kazuo no estaba en su campo de visión. El zorro, como si de un truco de mágia se tratase, estaba justo debajo de la cabeza del Ōmukade, concretamente bajo su mandíbula. Ahí había un punto frágil; un área de su corazón había cedido por los constantes golpes que le había propinado. La mano de Kazuo se llenaba de llamas color zafiro, llamas capaces de purificar y quemar aquello que no puede ser purificado por nada. Juntó y puso rectos los dedos de su mano para, posteriormente, clavar sus garras de una sola estocada en la tráquea del monstruo, atravesándola con facilidad. El Ōmukade rugía, rugía con desesperación y dolor. Su cuerpo de escalopendra se retorcía de un lado a otro, volcando árboles y maleza, dejando un destrozo a su paso. Kazuo, insatisfecho, aún con su mano introducida, hizo florecer sus llamas color zafiro, haciendo que la criatura comenzara a arder desde dentro. Segundos más tarde, mientras aún se retorcía de dolor, llamas azules salían crepitantes entre los huecos de su coraza, por su boca y por sus ojos. Era un golpe incompatible con la vida, totalmente mortal. Saca sus manos del interior, su cuerpo dejó de moverse progresivamente, quedando solo algunos espasmos residuales de movimiento. Kazuo observaba cómo el cuerpo del demonio que casi lo mata se consumía. ¿Cómo podía haber sido tan descuidado con un demonio tan inferior a él? —Esto por haber preocupado a Liz, infeliz —decía Kazuo de forma seria, pero con una calma nuevamente inquietante. Su venganza no había sido porque lo hubiera estado a punto de matar, sino por el mal rato que pasó Elisabeth cuando lo encontró moribundo. Finalmente, el zorro se volvió y puso rumbo a su templo, esperando que no se le hubiera hecho demasiado tarde para cenar.
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