• — El tintinear de la campanilla sobre la puerta rompió la quietud del local como un suspiro de viento entre hojas dormidas. Zareth Aurelion cruzó el umbral con paso lento, casi ceremonioso, envuelto en su abrigo oscuro que parecía absorber la luz cálida del lugar. El contraste entre su presencia y el entorno era palpable: él, hijo de extremos celestiales e infernales, caminaba entre estanterías repletas de vida delicada, de colores suaves y aromas dulces. El aire estaba impregnado de lavanda, tierra húmeda y un leve rastro de incienso de sándalo, como si el tiempo allí se midiera en fragancias. Sus ojos dorados recorrieron el espacio con calma, deteniéndose en cada rincón como si leyera una historia oculta entre los pétalos. Se acercó a una mesa de madera donde descansaban orquídeas negras, sus dedos rozando apenas los bordes de una flor que parecía latir con luz propia, como si reconociera algo en él que no podía nombrar —

    Buenos días… Qué ramo tan peculiar el que lo acompaña. ¿Puedo ayudarlo en algo

    — La voz provenía de una mujer detrás del mostrador, de rostro sereno y manos manchadas de polen. Su mirada no era temerosa, pero sí cautelosa, como quien reconoce que algo extraordinario acaba de entrar. Zareth no respondió de inmediato. Su silencio era denso, como si las palabras tuvieran que abrirse paso entre siglos de pensamientos. Finalmente, su voz emergió, grave y pausada, como un eco que no pertenece del todo al presente —

    Busco una flor que no exista. Una que no haya sido nombrada aún

    — La florista ladeó la cabeza, sin apartar la mirada. No parecía burlarse, ni desconcertada. Solo curiosa. Caminó con calma hacia una estantería alta, donde descansaban macetas de cerámica pintadas a mano. Tomó una pequeña, de color azul profundo, y la colocó sobre el mostrador. En su interior, una flor de pétalos traslúcidos brillaba con una luz suave, casi respirando. Zareth se acercó, sin tocarla, solo observándola como si en ese instante el tiempo se hubiera detenido. Afuera, la ciudad seguía su curso, pero dentro de la floristería, el mundo parecía haberse detenido a escuchar —

    Aquí tenemos muchas que la gente olvida nombrar. Algunas florecen solo una vez al año. Otras… solo si alguien las recuerda

    — Zareth inclinó la cabeza, sus ojos fijos en la flor. No dijo nada más. Pero algo en su expresión cambió, como si una puerta invisible se hubiera abierto. Su voz volvió a surgir, más baja, más íntima —

    No busco flores para regalar. Solo… para recordar

    — La florista se acercó con la maceta entre las manos, ofreciéndosela sin palabras. La flor parecía temblar levemente, como si reconociera al visitante. Él no la tomó. Solo la contempló, y en ese silencio compartido, algo antiguo pareció despertar entre los tallos y las raíces. Una memoria sin nombre. Un vínculo sin tiempo —

    Entonces tal vez esta sea la que busca. No tiene nombre. Nadie ha querido ponerle uno. Dicen que quien lo haga… la perderá
    — El tintinear de la campanilla sobre la puerta rompió la quietud del local como un suspiro de viento entre hojas dormidas. Zareth Aurelion cruzó el umbral con paso lento, casi ceremonioso, envuelto en su abrigo oscuro que parecía absorber la luz cálida del lugar. El contraste entre su presencia y el entorno era palpable: él, hijo de extremos celestiales e infernales, caminaba entre estanterías repletas de vida delicada, de colores suaves y aromas dulces. El aire estaba impregnado de lavanda, tierra húmeda y un leve rastro de incienso de sándalo, como si el tiempo allí se midiera en fragancias. Sus ojos dorados recorrieron el espacio con calma, deteniéndose en cada rincón como si leyera una historia oculta entre los pétalos. Se acercó a una mesa de madera donde descansaban orquídeas negras, sus dedos rozando apenas los bordes de una flor que parecía latir con luz propia, como si reconociera algo en él que no podía nombrar — Buenos días… Qué ramo tan peculiar el que lo acompaña. ¿Puedo ayudarlo en algo — La voz provenía de una mujer detrás del mostrador, de rostro sereno y manos manchadas de polen. Su mirada no era temerosa, pero sí cautelosa, como quien reconoce que algo extraordinario acaba de entrar. Zareth no respondió de inmediato. Su silencio era denso, como si las palabras tuvieran que abrirse paso entre siglos de pensamientos. Finalmente, su voz emergió, grave y pausada, como un eco que no pertenece del todo al presente — Busco una flor que no exista. Una que no haya sido nombrada aún — La florista ladeó la cabeza, sin apartar la mirada. No parecía burlarse, ni desconcertada. Solo curiosa. Caminó con calma hacia una estantería alta, donde descansaban macetas de cerámica pintadas a mano. Tomó una pequeña, de color azul profundo, y la colocó sobre el mostrador. En su interior, una flor de pétalos traslúcidos brillaba con una luz suave, casi respirando. Zareth se acercó, sin tocarla, solo observándola como si en ese instante el tiempo se hubiera detenido. Afuera, la ciudad seguía su curso, pero dentro de la floristería, el mundo parecía haberse detenido a escuchar — Aquí tenemos muchas que la gente olvida nombrar. Algunas florecen solo una vez al año. Otras… solo si alguien las recuerda — Zareth inclinó la cabeza, sus ojos fijos en la flor. No dijo nada más. Pero algo en su expresión cambió, como si una puerta invisible se hubiera abierto. Su voz volvió a surgir, más baja, más íntima — No busco flores para regalar. Solo… para recordar — La florista se acercó con la maceta entre las manos, ofreciéndosela sin palabras. La flor parecía temblar levemente, como si reconociera al visitante. Él no la tomó. Solo la contempló, y en ese silencio compartido, algo antiguo pareció despertar entre los tallos y las raíces. Una memoria sin nombre. Un vínculo sin tiempo — Entonces tal vez esta sea la que busca. No tiene nombre. Nadie ha querido ponerle uno. Dicen que quien lo haga… la perderá
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  • “Realmente me quedó delicioso esta vez, mis habilidades culinarias son exquisitas, difícilmente alguien lograría algo como lo que yo hago. A veces pienso que soy un poco egoísta con el mundo al no compartir mis exquisiteces, ¿debería publicar un libro de cocina? Hmm…” Los pensamientos de Eunwoo mientras cocinaba solo podían ser halagándose a sí mismo, claramente. Con esta última presa se había esmerado al innovar con algunas recetas, estaba gratamente sorprendido.

    “Bien, ¿y si la gente se asusta tanto como para volverse vegana?” Ese simple pensamiento lo hizo soltar una larga carcajada, incluso se agachó para sostenerse del borde del mesón porque no podía aguantar la risa, ya le dolían las costillas. Al calmarse, se sacudió un poco el cabello, con el dorso de su mano se limpió las lágrimas que había soltado.

    “Bueno, no creo que el ser vegano aplique como contraparte del canibalismo”
    “Realmente me quedó delicioso esta vez, mis habilidades culinarias son exquisitas, difícilmente alguien lograría algo como lo que yo hago. A veces pienso que soy un poco egoísta con el mundo al no compartir mis exquisiteces, ¿debería publicar un libro de cocina? Hmm…” Los pensamientos de Eunwoo mientras cocinaba solo podían ser halagándose a sí mismo, claramente. Con esta última presa se había esmerado al innovar con algunas recetas, estaba gratamente sorprendido. “Bien, ¿y si la gente se asusta tanto como para volverse vegana?” Ese simple pensamiento lo hizo soltar una larga carcajada, incluso se agachó para sostenerse del borde del mesón porque no podía aguantar la risa, ya le dolían las costillas. Al calmarse, se sacudió un poco el cabello, con el dorso de su mano se limpió las lágrimas que había soltado. “Bueno, no creo que el ser vegano aplique como contraparte del canibalismo”
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    Sesión de Modelaje – Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour

    ▴Modelo: Lisesharte Freya Ishtar
    ▴Título de la Sesión: “Chrome Seduction: La Reina del Asfalto”
    ▴Estilo: High-Fashion Dark Motor Glam / Fetish Luxurious
    ▴Locación: Jardines urbanos de la Academia Imperial de Vahlkir, bajo la producción de Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour

    Descripción Artística:
    Lisesharte Freya Ishtar irrumpe con su presencia imponente, fusionando el magnetismo gélido de una diosa nórdica con la rebeldía de una reina del asfalto. Vestida con un traje de cuero negro ajustado, la modelo encarna la estética “Infernal Glamour” en su máxima expresión: elegancia, peligro y deseo.

    El contraste entre su figura esculpida y la moto de acero cromado representa el equilibrio entre el poder femenino y la maquinaria moderna — un símbolo recurrente en la línea visual de la agencia. Su cabello dorado fluye como fuego celestial, mientras su mirada, oculta tras gafas oscuras, proyecta control absoluto sobre la escena.


    Concepto Visual:
    ● Temática central: Dominio, libertad y lujo infernal.
    ● Iluminación: Reflejos cálidos sobre el cuero brillante, con haces de sol que subrayan el contraste entre luz divina y tentación terrenal.
    ● Paleta de colores: Negros metálicos, dorados luminosos y tonos ámbar crepusculares.
    ● Actitud: Firme, provocadora, pero con una sutileza de realeza silenciosa.

    Nota de Producción:
    Esta sesión celebra el lado “Déesse du Contrôle” de Lisesharte, destacando su papel como musa de la línea Infernal Mechanica — una colección exclusiva de la agencia Ishtar’s para campañas de lujo, motocicletas y moda vanguardista.

    Cada toma captura la esencia de una mujer Ishtar: belleza divina, mente estratégica y un aura capaz de doblar la realidad a su encanto.

    📸 Sesión de Modelaje – Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour ▴Modelo: Lisesharte Freya Ishtar ▴Título de la Sesión: “Chrome Seduction: La Reina del Asfalto” ▴Estilo: High-Fashion Dark Motor Glam / Fetish Luxurious ▴Locación: Jardines urbanos de la Academia Imperial de Vahlkir, bajo la producción de Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour 🖤 Descripción Artística: Lisesharte Freya Ishtar irrumpe con su presencia imponente, fusionando el magnetismo gélido de una diosa nórdica con la rebeldía de una reina del asfalto. Vestida con un traje de cuero negro ajustado, la modelo encarna la estética “Infernal Glamour” en su máxima expresión: elegancia, peligro y deseo. El contraste entre su figura esculpida y la moto de acero cromado representa el equilibrio entre el poder femenino y la maquinaria moderna — un símbolo recurrente en la línea visual de la agencia. Su cabello dorado fluye como fuego celestial, mientras su mirada, oculta tras gafas oscuras, proyecta control absoluto sobre la escena. ⚙️ Concepto Visual: ● Temática central: Dominio, libertad y lujo infernal. ● Iluminación: Reflejos cálidos sobre el cuero brillante, con haces de sol que subrayan el contraste entre luz divina y tentación terrenal. ● Paleta de colores: Negros metálicos, dorados luminosos y tonos ámbar crepusculares. ● Actitud: Firme, provocadora, pero con una sutileza de realeza silenciosa. 💋 Nota de Producción: Esta sesión celebra el lado “Déesse du Contrôle” de Lisesharte, destacando su papel como musa de la línea Infernal Mechanica — una colección exclusiva de la agencia Ishtar’s para campañas de lujo, motocicletas y moda vanguardista. Cada toma captura la esencia de una mujer Ishtar: belleza divina, mente estratégica y un aura capaz de doblar la realidad a su encanto.
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  • – Cierto, ya se terminará el mes de naberus.

    Se prepara para hacer ese extraño hábito de los lugareños, de intercambiar visitas por dulces culinarios, que ocurre una vez al año.

    Adicional que su Warframe puede caminar entre civiles sin causar un mayor impacto por verlo como un elaborado disfraz de Halloween.
    – Cierto, ya se terminará el mes de naberus. Se prepara para hacer ese extraño hábito de los lugareños, de intercambiar visitas por dulces culinarios, que ocurre una vez al año. Adicional que su Warframe puede caminar entre civiles sin causar un mayor impacto por verlo como un elaborado disfraz de Halloween.
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  • La zorra dio a luz a sus cachorros, fuertes y sanos. Sus pelajes, de un naranja con vetas rojas de fuego, reflejaban los colores mismos de la tierra.

    Pero aún faltaba uno más… Este se resistía a salir, y parecía que aquello tendría un triste final.

    Inari, testigo de la escena, descendió de los cielos bajando por una escalera dorada que aparecía y se desvanecía con cada paso. Sin importar la suciedad del suelo —incluidos los desechos del nacimiento—, la diosa se arrodilló a su lado.

    Acarició a la exhausta zorra, desde la cabeza hasta el vientre aún abultado. El animal la miró con súplica en los ojos, como si comprendiera por instinto quién era aquella presencia divina.

    —Te concederé la gracia de la vida. Bendeciré a tu hijo, con la condición de que también será mío. Será reclamado, su futuro sellado, su cometido sagrado —dijo la diosa con una voz que sonaba como un eco lejano.

    Su mano se iluminó, posándose sobre el vientre de la madre. Entonces, las fuerzas que le faltaban a la zorra regresaron, como el agua que el desierto reclama.

    El último de sus hijos nació. Era más pequeño, más frágil. Y su pelaje… el blanco plateado de este rivalizaba con el brillo de la luna llena de aquella noche. Su madre lamió su rostro, y él abrió los ojos: azules, como el zafiro; intensos, profundos. Aquella mirada evocaba que se trataba de algo sagrado.

    El kami Inari se desvaneció en un suspiro, como si el aire mismo se hubiera contenido en su presencia. El sonido nocturno regresó junto con la oscuridad, pero aquellos ojos azules tenían brillo propio: dos diminutos faros que guiaban en la noche.
    La zorra dio a luz a sus cachorros, fuertes y sanos. Sus pelajes, de un naranja con vetas rojas de fuego, reflejaban los colores mismos de la tierra. Pero aún faltaba uno más… Este se resistía a salir, y parecía que aquello tendría un triste final. Inari, testigo de la escena, descendió de los cielos bajando por una escalera dorada que aparecía y se desvanecía con cada paso. Sin importar la suciedad del suelo —incluidos los desechos del nacimiento—, la diosa se arrodilló a su lado. Acarició a la exhausta zorra, desde la cabeza hasta el vientre aún abultado. El animal la miró con súplica en los ojos, como si comprendiera por instinto quién era aquella presencia divina. —Te concederé la gracia de la vida. Bendeciré a tu hijo, con la condición de que también será mío. Será reclamado, su futuro sellado, su cometido sagrado —dijo la diosa con una voz que sonaba como un eco lejano. Su mano se iluminó, posándose sobre el vientre de la madre. Entonces, las fuerzas que le faltaban a la zorra regresaron, como el agua que el desierto reclama. El último de sus hijos nació. Era más pequeño, más frágil. Y su pelaje… el blanco plateado de este rivalizaba con el brillo de la luna llena de aquella noche. Su madre lamió su rostro, y él abrió los ojos: azules, como el zafiro; intensos, profundos. Aquella mirada evocaba que se trataba de algo sagrado. El kami Inari se desvaneció en un suspiro, como si el aire mismo se hubiera contenido en su presencia. El sonido nocturno regresó junto con la oscuridad, pero aquellos ojos azules tenían brillo propio: dos diminutos faros que guiaban en la noche.
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  • //Escena abierta para rol Individual//

    Kazuo descendía la montaña para pisar la población en muy contadas ocasiones. Prefería estar en su templo o recorriendo el bosque del Monte Inari de norte a sur.

    Aquella tarde bajó por que necesitaba de algunas provisiones de bien fresco; verduras, especias, queso... Aunque vivía de una forma casi autosostenible, en ocasiones necesitaba un extra para su día a día.

    El zorro en siglos de aprendizaje había dominado el arte de la medicina natural. A él no le hacía falta, pero era un buen método con el que poder sacar recursos en intercambios o trabajos. Ya fuera dinero o víveres, lo que fuera para poder vivir.

    Ya caía el Sol cuando el demonio, en su disfraz mundano, había terminado sus tareas. Se disponía a ir de vuelta cuando sintió como unas gotas de agua helaban su coronilla. Pronto, en apenas unos segundos, el cielo rompería en llanto.

    Para él la lluvia no era un problema. Pero no quería que se mojaran unas hierbas secas que acababa de adquirir para preparar algunos engüentos.

    Una pequeña posada, antigua, a la salida de Kyoto era el único refugio a mano en el que se pudo cobijar. A pesar de haber pocas personas, el silencio se hizo aún más presente en cuanto Kazuo entró por la puerta. Las miradas indiscretas no se hicieron de esperar. Kazuo, acostumbrado a que su aspecto generase todo tipo de opiniones; tanto buenas como malas, saludó a la mesera con un gesto suave de cabeza ignorando al resto.

    No tuvo que quitarse sandalias, por que él siempre iba descalzo, y aún así, sus pies lucían impecables. Se dirigió hacia la mesa más alejada del local, una que daba a una de las ventanas. Segundos más tarde llegó la mesera. Una chica joven, de generosas proporciones y rostro dulce.

    ~ Buenas se...señor. Que le podemos ofrecer~ Decía esta con claro nerviosismo, abrumada por la belleza salvaje de Kazuo.

    - Tomaré sake.... Una botella por favor...- Le dijo con ese gesto estoico que tanto le caracterizaba.

    Esta se inclinó varias veces al tiempo que un "si señor, ahora mismo" se escapaba nervioso de sus labios rosados. Al darse la vuelta la joven Kazuo sonrió, no con mofa, si no con cierta ternura.

    En menos de lo que esperaba la joven le trajo la botella de sake acompañado de un vaso. El primer servicio se lo hizo ella, pero es resto fué el mismo Kazuo quien se servía a sí mismo.
    //Escena abierta para rol Individual// Kazuo descendía la montaña para pisar la población en muy contadas ocasiones. Prefería estar en su templo o recorriendo el bosque del Monte Inari de norte a sur. Aquella tarde bajó por que necesitaba de algunas provisiones de bien fresco; verduras, especias, queso... Aunque vivía de una forma casi autosostenible, en ocasiones necesitaba un extra para su día a día. El zorro en siglos de aprendizaje había dominado el arte de la medicina natural. A él no le hacía falta, pero era un buen método con el que poder sacar recursos en intercambios o trabajos. Ya fuera dinero o víveres, lo que fuera para poder vivir. Ya caía el Sol cuando el demonio, en su disfraz mundano, había terminado sus tareas. Se disponía a ir de vuelta cuando sintió como unas gotas de agua helaban su coronilla. Pronto, en apenas unos segundos, el cielo rompería en llanto. Para él la lluvia no era un problema. Pero no quería que se mojaran unas hierbas secas que acababa de adquirir para preparar algunos engüentos. Una pequeña posada, antigua, a la salida de Kyoto era el único refugio a mano en el que se pudo cobijar. A pesar de haber pocas personas, el silencio se hizo aún más presente en cuanto Kazuo entró por la puerta. Las miradas indiscretas no se hicieron de esperar. Kazuo, acostumbrado a que su aspecto generase todo tipo de opiniones; tanto buenas como malas, saludó a la mesera con un gesto suave de cabeza ignorando al resto. No tuvo que quitarse sandalias, por que él siempre iba descalzo, y aún así, sus pies lucían impecables. Se dirigió hacia la mesa más alejada del local, una que daba a una de las ventanas. Segundos más tarde llegó la mesera. Una chica joven, de generosas proporciones y rostro dulce. ~ Buenas se...señor. Que le podemos ofrecer~ Decía esta con claro nerviosismo, abrumada por la belleza salvaje de Kazuo. - Tomaré sake.... Una botella por favor...- Le dijo con ese gesto estoico que tanto le caracterizaba. Esta se inclinó varias veces al tiempo que un "si señor, ahora mismo" se escapaba nervioso de sus labios rosados. Al darse la vuelta la joven Kazuo sonrió, no con mofa, si no con cierta ternura. En menos de lo que esperaba la joven le trajo la botella de sake acompañado de un vaso. El primer servicio se lo hizo ella, pero es resto fué el mismo Kazuo quien se servía a sí mismo.
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  • Tiene que reprimir un grito agudo cuando al salir de la oficina de correos, ve que entre los sobres ordinarios asoma una esquina de papel grueso, de un elegante negro.
    Tira de ella y al ver el lacre dorado con la M estampada, la sonrisa que hay en sus labios se ensancha de forma extrema.

    Nunca había tardado tan poco en recorrer con el coche la poca distancia entre el pueblo y el bunker.
    Cuando apaga el motor del coche, casi salta encima de Dean 𝕎inch𝙚s𝐭er el cual estaba inclinado sobre el motor de Baby.

    — ¡Dean, Dean! Mira, mira, mira, ya ha llegado, nos ha invitado otro año mas, menos mal que siempre pienso en todo y ya tengo nuestros looks preparados.
    Tiene que reprimir un grito agudo cuando al salir de la oficina de correos, ve que entre los sobres ordinarios asoma una esquina de papel grueso, de un elegante negro. Tira de ella y al ver el lacre dorado con la M estampada, la sonrisa que hay en sus labios se ensancha de forma extrema. Nunca había tardado tan poco en recorrer con el coche la poca distancia entre el pueblo y el bunker. Cuando apaga el motor del coche, casi salta encima de [thxsoldier] el cual estaba inclinado sobre el motor de Baby. — ¡Dean, Dean! Mira, mira, mira, ya ha llegado, nos ha invitado otro año mas, menos mal que siempre pienso en todo y ya tengo nuestros looks preparados.
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    Bienvenida Oficial – Agencia de Modelaje Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour

    Nueva Modelo: Homura Gyaruko
    Bajo el resplandor del deseo, la energía y el glamour más atrevido, la agencia Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour abre sus puertas a una nueva musa que irradia carisma y encanto natural: Homura Gyaruko.

    Descripción de la Agencia:
    Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour es más que una agencia de modelaje: es un templo de estética, magnetismo y empoderamiento. Cada modelo que forma parte del elenco Ishtar encarna una faceta del deseo y la divinidad, fusionando elegancia infernal con la gracia celestial.
    Nuestro sello es la belleza sin límites, el poder personal elevado al arte visual y la actitud ferozmente auténtica que transforma cada sesión en una experiencia mística y cautivadora.

    Presentación de la Nueva Musa – Homura Gyaruko:
    Homura Gyaruko llega como una explosión de vitalidad y fuego veraniego. Con su radiante cabello dorado, sonrisa traviesa y aura llena de energía positiva, representa la esencia de la belleza juvenil y rebelde. Su estilo combina la picardía del gyaru con la sofisticación encantadora de las diosas modernas.

    Homura es más que una modelo: es una vibra.
    Ella transmite alegría, confianza y una feminidad vibrante que convierte lo cotidiano en algo extraordinario. En pasarela, cámara o lente artístico, Homura es pura energía solar con un toque de fuego infernal.

    Frase de bienvenida:
    “Brillas como el sol, ardes como el deseo. Bienvenida al Olimpo Infernal del Glamour, Homura Gyaruko — donde la luz se vuelve arte y el fuego, belleza.”

    Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour
    ✨ Bienvenida Oficial – Agencia de Modelaje Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour ✨ 🔥 Nueva Modelo: Homura Gyaruko 🔥 Bajo el resplandor del deseo, la energía y el glamour más atrevido, la agencia Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour abre sus puertas a una nueva musa que irradia carisma y encanto natural: Homura Gyaruko. 🌹 Descripción de la Agencia: Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour es más que una agencia de modelaje: es un templo de estética, magnetismo y empoderamiento. Cada modelo que forma parte del elenco Ishtar encarna una faceta del deseo y la divinidad, fusionando elegancia infernal con la gracia celestial. Nuestro sello es la belleza sin límites, el poder personal elevado al arte visual y la actitud ferozmente auténtica que transforma cada sesión en una experiencia mística y cautivadora. 💋 Presentación de la Nueva Musa – Homura Gyaruko: Homura Gyaruko llega como una explosión de vitalidad y fuego veraniego. Con su radiante cabello dorado, sonrisa traviesa y aura llena de energía positiva, representa la esencia de la belleza juvenil y rebelde. Su estilo combina la picardía del gyaru con la sofisticación encantadora de las diosas modernas. 🌞 Homura es más que una modelo: es una vibra. Ella transmite alegría, confianza y una feminidad vibrante que convierte lo cotidiano en algo extraordinario. En pasarela, cámara o lente artístico, Homura es pura energía solar con un toque de fuego infernal. ⚡ Frase de bienvenida: “Brillas como el sol, ardes como el deseo. Bienvenida al Olimpo Infernal del Glamour, Homura Gyaruko — donde la luz se vuelve arte y el fuego, belleza.” — 💫 Ishtar’s Demonic Dèesse Infernal Glamour 💫
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  • Who is Irina?

    ​Irina no vive en el presente; vive a lo largo de incontables ayeres.
    ​Su don no fue una bendición, sino una prueba de fuego para la cordura.

    De niña, la línea entre el ahora y el "hace cinco años" era inexistente. Podía sentir el frío de dos estaciones a la vez y escuchar el eco de conversaciones ya olvidadas. Este vivir en un flujo constante la marcó como una niña loca y demente, propensa a crisis de pánico y a narrar hechos que aún no sucedían o que ya habían pasado.

    La medicina moderna la etiquetó con diagnósticos complejos.
    ​La verdad era que su frágil mente infantil no podía gestionar la paradoja cuántica de sus viajes. Solo al llegar a la adolescencia, y por pura necesidad de supervivencia mental, logró imponer una barrera psíquica. Aprendió a hacer el viaje intencional, a controlarlo, a elegir el ayer que necesitaba.
    La locura se transformó en propósito, y el don, en una herramienta forjada en la soledad.
    El poder de Irina tiene un costo físico brutal, una "multa" que su cuerpo paga por desafiar las leyes de la física.

    Cada vez que regresa de un salto al pasado, el tiempo la reclama con violencia.
    ​La sangre que brota de su nariz, los espasmos involuntarios y el mareo no son solo molestias; son el tiempo reiniciando su sistema nervioso.
    Durante las horas que siguen, es inútil, una presa fácil. Esta debilidad recurrente la ha convertido en una maestra de la planificación.
    Nunca viaja sin un plan de escape o un refugio inmediato y seguro. Su puntería solo le sirve si ha calculado con precisión la hora de su retorno.

    En el mundo actual, la única manera que Irina ha encontrado para sentirse dueña de su tiempo es a través de la precisión tangible.
    Si el pasado es caótico y el regreso, debilitante, sus manos y sus ojos deben ser firmes. Por ello, desarrolló una puntería a distancia extraordinaria. Ya sea con una ballesta, un rifle de alta potencia o un dardo, su enfoque es absoluto. Esta habilidad no es un adorno: es su mecanismo de defensa más inmediato, la única garantía que tiene de neutralizar una amenaza antes de que esta pueda acercarse y aprovecharse de la vulnerabilidad que sigue al viaje.

    Nadie sabe como logra su cometido o como finalmente completa las misiones que para muchos son imposibles, sólo saben que Irina la hija del trueno lo logrará.
    Su don es su mas grande secreto.
    Who is Irina? ​Irina no vive en el presente; vive a lo largo de incontables ayeres. ​Su don no fue una bendición, sino una prueba de fuego para la cordura. De niña, la línea entre el ahora y el "hace cinco años" era inexistente. Podía sentir el frío de dos estaciones a la vez y escuchar el eco de conversaciones ya olvidadas. Este vivir en un flujo constante la marcó como una niña loca y demente, propensa a crisis de pánico y a narrar hechos que aún no sucedían o que ya habían pasado. La medicina moderna la etiquetó con diagnósticos complejos. ​La verdad era que su frágil mente infantil no podía gestionar la paradoja cuántica de sus viajes. Solo al llegar a la adolescencia, y por pura necesidad de supervivencia mental, logró imponer una barrera psíquica. Aprendió a hacer el viaje intencional, a controlarlo, a elegir el ayer que necesitaba. La locura se transformó en propósito, y el don, en una herramienta forjada en la soledad. El poder de Irina tiene un costo físico brutal, una "multa" que su cuerpo paga por desafiar las leyes de la física. Cada vez que regresa de un salto al pasado, el tiempo la reclama con violencia. ​La sangre que brota de su nariz, los espasmos involuntarios y el mareo no son solo molestias; son el tiempo reiniciando su sistema nervioso. Durante las horas que siguen, es inútil, una presa fácil. Esta debilidad recurrente la ha convertido en una maestra de la planificación. Nunca viaja sin un plan de escape o un refugio inmediato y seguro. Su puntería solo le sirve si ha calculado con precisión la hora de su retorno. En el mundo actual, la única manera que Irina ha encontrado para sentirse dueña de su tiempo es a través de la precisión tangible. Si el pasado es caótico y el regreso, debilitante, sus manos y sus ojos deben ser firmes. Por ello, desarrolló una puntería a distancia extraordinaria. Ya sea con una ballesta, un rifle de alta potencia o un dardo, su enfoque es absoluto. Esta habilidad no es un adorno: es su mecanismo de defensa más inmediato, la única garantía que tiene de neutralizar una amenaza antes de que esta pueda acercarse y aprovecharse de la vulnerabilidad que sigue al viaje. Nadie sabe como logra su cometido o como finalmente completa las misiones que para muchos son imposibles, sólo saben que Irina la hija del trueno lo logrará. Su don es su mas grande secreto.
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  • Pareciera que aquella noche había más estrellas que la anterior. Tal vez así era… o al menos eso parecía.

    Cada ruego, cada sueño, cada petición humilde y honesta era escuchada. Kazuo prestaba atención con su agudo oído, capaz de oír incluso las palabras no dichas.

    Anotaba toda esperanza que merecía ser escuchada. Y en cada noche sin luna, el cielo amanecía con más estrellas, porque cada sueño se convertía en aquella estela que cruzaba los cielos buscando, como destino, las manos de su diosa madre, Inari.

    Esa noche, que no necesitaba de la amante del sol para brillar con esplendor, Kazuo se hallaba sentado sobre el lecho verde, fresco y casi cítrico de la pradera. Los deseos y rezos se deslizaban entre sus dedos, tomando fuerza propia y elevándose hacia los cielos, donde el viento los guiaba con ternura.

    Quizá aquello le llevaría toda una noche sin descanso, mas ese era su cometido: la razón por la que sentía y hasta respiraba, su razón de vivir. Era lo único certero que tenía en su existencia.

    Las horas pasarían, los sueños llegarían a su destino… y Kazuo, una noche más, no dormiría.

    ((Escena abierta para rol))
    Pareciera que aquella noche había más estrellas que la anterior. Tal vez así era… o al menos eso parecía. Cada ruego, cada sueño, cada petición humilde y honesta era escuchada. Kazuo prestaba atención con su agudo oído, capaz de oír incluso las palabras no dichas. Anotaba toda esperanza que merecía ser escuchada. Y en cada noche sin luna, el cielo amanecía con más estrellas, porque cada sueño se convertía en aquella estela que cruzaba los cielos buscando, como destino, las manos de su diosa madre, Inari. Esa noche, que no necesitaba de la amante del sol para brillar con esplendor, Kazuo se hallaba sentado sobre el lecho verde, fresco y casi cítrico de la pradera. Los deseos y rezos se deslizaban entre sus dedos, tomando fuerza propia y elevándose hacia los cielos, donde el viento los guiaba con ternura. Quizá aquello le llevaría toda una noche sin descanso, mas ese era su cometido: la razón por la que sentía y hasta respiraba, su razón de vivir. Era lo único certero que tenía en su existencia. Las horas pasarían, los sueños llegarían a su destino… y Kazuo, una noche más, no dormiría. ((Escena abierta para rol))
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