De pequeña, Ysoria era una niña tranquila y tan dulce como el caramelo. Iba a teatro por órden de su madre, cosa de la que hoy en día está agradecida.
Su relación con su madre era perfecta, pero no conocía a su padre, ya que éste se había esfumado a los pocos meses de su nacimiento, con la triste excusa de "no estoy listo, y no es mi responsabilidad".
En cambio, Ysoria, cuando cumplió los catorce años, tenía a su padrastro: un hombre frío, manipulador y de alta clase social y económica. Diariamente, ella tenía que ver a escondidas como él invitaba mujeres mientras su madre estaba trabajando, generándole un odio inmenso al hombre.
Cuando cumplió los dieciocho años, y su progenitora pereció, el hombre se le había empezado a acercar de manera sugestiva, lo cual no le había gustado en lo más mínimo. Pero, una lámpara se prendió en su cabeza, mostrando una sola palabra: "venganza".
La ahora adulta, había aceptado los acercamientos de su padrastro, pero sin sobrepasar las líneas. Ahí fue cuando comenzó a usar sus habilidades de actuación.
Odiaba al hombre con todo lo que era, pero se las arregló para que el ponga la herencia a su nombre. Y meses luego de eso, mientras el tipo dormía, robó una cuchilla de la cocina y subió silenciosamente a la habitación de éste, terminando por apuñalarlo una y otra, y otra, y otra vez, soltando todo aquello que en algún momento, se guardó.
En memoria de su madre, se dedicó a repetir esas escenas con total elegancia y gusto.
La sed de sangre, nublaba su juicio.
Su relación con su madre era perfecta, pero no conocía a su padre, ya que éste se había esfumado a los pocos meses de su nacimiento, con la triste excusa de "no estoy listo, y no es mi responsabilidad".
En cambio, Ysoria, cuando cumplió los catorce años, tenía a su padrastro: un hombre frío, manipulador y de alta clase social y económica. Diariamente, ella tenía que ver a escondidas como él invitaba mujeres mientras su madre estaba trabajando, generándole un odio inmenso al hombre.
Cuando cumplió los dieciocho años, y su progenitora pereció, el hombre se le había empezado a acercar de manera sugestiva, lo cual no le había gustado en lo más mínimo. Pero, una lámpara se prendió en su cabeza, mostrando una sola palabra: "venganza".
La ahora adulta, había aceptado los acercamientos de su padrastro, pero sin sobrepasar las líneas. Ahí fue cuando comenzó a usar sus habilidades de actuación.
Odiaba al hombre con todo lo que era, pero se las arregló para que el ponga la herencia a su nombre. Y meses luego de eso, mientras el tipo dormía, robó una cuchilla de la cocina y subió silenciosamente a la habitación de éste, terminando por apuñalarlo una y otra, y otra, y otra vez, soltando todo aquello que en algún momento, se guardó.
En memoria de su madre, se dedicó a repetir esas escenas con total elegancia y gusto.
La sed de sangre, nublaba su juicio.
De pequeña, Ysoria era una niña tranquila y tan dulce como el caramelo. Iba a teatro por órden de su madre, cosa de la que hoy en día está agradecida.
Su relación con su madre era perfecta, pero no conocía a su padre, ya que éste se había esfumado a los pocos meses de su nacimiento, con la triste excusa de "no estoy listo, y no es mi responsabilidad".
En cambio, Ysoria, cuando cumplió los catorce años, tenía a su padrastro: un hombre frío, manipulador y de alta clase social y económica. Diariamente, ella tenía que ver a escondidas como él invitaba mujeres mientras su madre estaba trabajando, generándole un odio inmenso al hombre.
Cuando cumplió los dieciocho años, y su progenitora pereció, el hombre se le había empezado a acercar de manera sugestiva, lo cual no le había gustado en lo más mínimo. Pero, una lámpara se prendió en su cabeza, mostrando una sola palabra: "venganza".
La ahora adulta, había aceptado los acercamientos de su padrastro, pero sin sobrepasar las líneas. Ahí fue cuando comenzó a usar sus habilidades de actuación.
Odiaba al hombre con todo lo que era, pero se las arregló para que el ponga la herencia a su nombre. Y meses luego de eso, mientras el tipo dormía, robó una cuchilla de la cocina y subió silenciosamente a la habitación de éste, terminando por apuñalarlo una y otra, y otra, y otra vez, soltando todo aquello que en algún momento, se guardó.
En memoria de su madre, se dedicó a repetir esas escenas con total elegancia y gusto.
La sed de sangre, nublaba su juicio.



