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    EPIC BATTLE #01: Sasha Ishtar vs Ibuki Douji

    Título: La Noche del Deseo Carmesí

    Escenario:
    Un reino entre dimensiones, donde el cielo es un abismo estrellado y el suelo está cubierto de runas vivientes. Columnas flotantes giran sobre sí mismas mientras portales demoníacos se abren y cierran. La atmósfera huele a azufre, magia y deseo contenido.

    Sasha Ishtar:
    ☾ Raza: Diosa Súcubo del abismo estelar.

    ✺✺Habilidades✺✺:

    ★ Magia Astral: Proyectiles de energía cósmica que explotan al contacto.

    ★ Dominio de Corrupción: Controla los deseos oscuros de sus enemigos para debilitarlos.

    ★ Invocación de Garras Astrales: Brazos etéreos que desgarran la realidad misma.

    ★ Aura de Ishtar: Seducción hipnótica que desvía la atención del enemigo por breves segundos.


    Ibuki Douji:
    ☯ Raza: Oni ancestral, diosa del caos embriagado.

    ✡✡Habilidades✡✡:

    ♨ Control de Veneno Espiritual: Su aliento y sangre intoxican incluso a los seres inmortales.

    ♨ Fuerza Oni Extrema: Puede destrozar montañas con un solo golpe.

    ♨ Rugido Carmesí: Un grito que quiebra barreras mágicas y mentes débiles.

    ♨ Embriaguez Demoníaca: Mientras más pelea, más poderosa y caótica se vuelve.

    Choque de Poderes:
    Sasha lanza un enjambre de estrellas vivientes que Ibuki destruye de un manotazo cargado de energía carmesí. La oni ríe, girando su lanza hecha de huesos sagrados, y embiste a Sasha con brutalidad. La diosa súcubo se teletransporta justo a tiempo, contraatacando con cadenas astrales que atrapan brevemente a Ibuki.

    Pero Ibuki se libera rugiendo, desatando una onda expansiva de caos. El cielo se parte en dos. Sasha, herida, activa su Forma Estelar Final, envolviéndose en un aura brillante de gemas flotantes.

    Las dos chocan una última vez: puño contra puño, magia contra veneno. La dimensión entera tiembla.

    Resultado:
    EMPATE TÉCNICO — Ambas colapsan de agotamiento, sus cuerpos rodeados por cráteres y runas rotas. Sin embargo, en sus ojos brilla el respeto… y una posible alianza oscura en el futuro.
    🌌 EPIC BATTLE #01: Sasha Ishtar vs Ibuki Douji Título: La Noche del Deseo Carmesí ⚔️ Escenario: Un reino entre dimensiones, donde el cielo es un abismo estrellado y el suelo está cubierto de runas vivientes. Columnas flotantes giran sobre sí mismas mientras portales demoníacos se abren y cierran. La atmósfera huele a azufre, magia y deseo contenido. 💠 Sasha Ishtar: ☾ Raza: Diosa Súcubo del abismo estelar. ✺✺Habilidades✺✺: ★ Magia Astral: Proyectiles de energía cósmica que explotan al contacto. ★ Dominio de Corrupción: Controla los deseos oscuros de sus enemigos para debilitarlos. ★ Invocación de Garras Astrales: Brazos etéreos que desgarran la realidad misma. ★ Aura de Ishtar: Seducción hipnótica que desvía la atención del enemigo por breves segundos. 🔥 Ibuki Douji: ☯ Raza: Oni ancestral, diosa del caos embriagado. ✡✡Habilidades✡✡: ♨ Control de Veneno Espiritual: Su aliento y sangre intoxican incluso a los seres inmortales. ♨ Fuerza Oni Extrema: Puede destrozar montañas con un solo golpe. ♨ Rugido Carmesí: Un grito que quiebra barreras mágicas y mentes débiles. ♨ Embriaguez Demoníaca: Mientras más pelea, más poderosa y caótica se vuelve. 💥 Choque de Poderes: Sasha lanza un enjambre de estrellas vivientes que Ibuki destruye de un manotazo cargado de energía carmesí. La oni ríe, girando su lanza hecha de huesos sagrados, y embiste a Sasha con brutalidad. La diosa súcubo se teletransporta justo a tiempo, contraatacando con cadenas astrales que atrapan brevemente a Ibuki. Pero Ibuki se libera rugiendo, desatando una onda expansiva de caos. El cielo se parte en dos. Sasha, herida, activa su Forma Estelar Final, envolviéndose en un aura brillante de gemas flotantes. Las dos chocan una última vez: puño contra puño, magia contra veneno. La dimensión entera tiembla. 🏁 Resultado: EMPATE TÉCNICO — Ambas colapsan de agotamiento, sus cuerpos rodeados por cráteres y runas rotas. Sin embargo, en sus ojos brilla el respeto… y una posible alianza oscura en el futuro.
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  • EPIC BATTLE #23: Satoru Gojo vs Sung Jin Woo

    Título del encuentro: "La Límite Infinita contra la Sombra Eterna"

    Satoru Gojo – El Ilimitado
    Vestido de negro absoluto, Gojo se desplaza como un dios entre estrellas. Su técnica de Infinito distorsiona el espacio, haciendo que cualquier ataque sea detenido antes de tocarlo. Sus ojos brillan bajo la venda, listos para desatar la Expansión de Dominio: Vacío Infinito, que paraliza la mente del enemigo en un mar infinito de información.

    Movimientos clave:

    — Cursed Technique Lapse: Azul – aplasta el espacio con fuerza gravitacional.

    — Cursed Technique Reversal: Rojo – explosión devastadora de energía repelente.

    — Hollow Purple – colisión de Azul y Rojo, aniquilando todo en su camino.

    Sung Jin-Woo – El Monarca de las Sombras (Tenebrous)
    Vestido con una gabardina oscura, rodeado por un ejército de sombras, Jin-Woo camina con la autoridad de la muerte misma. Con solo una orden, invoca miles de soldados oscuros desde su sombra. Su espada cortaría incluso la esencia de las maldiciones.

    Movimientos clave:

    — Shadow Extraction – convierte a enemigos caídos en aliados.

    — Monarch’s Domain – multiplica su poder y el de sus sombras en área.

    — Kamish´s Wrath – invoca el poder de un dragón legendario.

    — Beru, Igris y Bellion – sus tres élites lideran la carga, imparables.

    El Choque:
    Gojo lanza un Hollow Purple a velocidades imposibles, pero Jin-Woo desaparece en su sombra y contraataca con una horda liderada por Igris. La batalla se convierte en un vals entre el espacio deformado de Gojo y la oscuridad creciente del monarca. Gojo activa su Expansión de Dominio, pero Jin-Woo responde abriendo su propio Reino del Monarca, donde la oscuridad consume incluso el infinito.

    ¿Quién ganará?

    ⚜ Gojo tiene el poder de detener cualquier ataque físico, pero…

    ⚜ Jin-Woo puede multiplicarse, adaptarse, y revivir constantemente desde la sombra.

    Ambos son titanes de su universo. El resultado… solo puede ser escrito por los dioses
    ⚔️ EPIC BATTLE #23: Satoru Gojo vs Sung Jin Woo⚔️ Título del encuentro: "La Límite Infinita contra la Sombra Eterna" 🧿 Satoru Gojo – El Ilimitado Vestido de negro absoluto, Gojo se desplaza como un dios entre estrellas. Su técnica de Infinito distorsiona el espacio, haciendo que cualquier ataque sea detenido antes de tocarlo. Sus ojos brillan bajo la venda, listos para desatar la Expansión de Dominio: Vacío Infinito, que paraliza la mente del enemigo en un mar infinito de información. ✨ Movimientos clave: — Cursed Technique Lapse: Azul – aplasta el espacio con fuerza gravitacional. — Cursed Technique Reversal: Rojo – explosión devastadora de energía repelente. — Hollow Purple – colisión de Azul y Rojo, aniquilando todo en su camino. 👑 Sung Jin-Woo – El Monarca de las Sombras (Tenebrous) Vestido con una gabardina oscura, rodeado por un ejército de sombras, Jin-Woo camina con la autoridad de la muerte misma. Con solo una orden, invoca miles de soldados oscuros desde su sombra. Su espada cortaría incluso la esencia de las maldiciones. 🛡️ Movimientos clave: — Shadow Extraction – convierte a enemigos caídos en aliados. — Monarch’s Domain – multiplica su poder y el de sus sombras en área. — Kamish´s Wrath – invoca el poder de un dragón legendario. — Beru, Igris y Bellion – sus tres élites lideran la carga, imparables. 🔥 El Choque: Gojo lanza un Hollow Purple a velocidades imposibles, pero Jin-Woo desaparece en su sombra y contraataca con una horda liderada por Igris. La batalla se convierte en un vals entre el espacio deformado de Gojo y la oscuridad creciente del monarca. Gojo activa su Expansión de Dominio, pero Jin-Woo responde abriendo su propio Reino del Monarca, donde la oscuridad consume incluso el infinito. 💥 ¿Quién ganará? ⚜ Gojo tiene el poder de detener cualquier ataque físico, pero… ⚜ Jin-Woo puede multiplicarse, adaptarse, y revivir constantemente desde la sombra. Ambos son titanes de su universo. El resultado… solo puede ser escrito por los dioses
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  • La lluvia golpeaba suavemente contra los ventanales del lujoso hotel, pintando siluetas borrosas en los cristales. Afuera, la ciudad parecía susurrar secretos entre gotas, mientras las luces de los autos creaban reflejos temblorosos en el pavimento mojado.

    Dentro del vestíbulo principal, el pequeño vagabundo se encontraba de pie, inmóvil como una estatua, con un esmoquin negro perfectamente ajustado a su figura infantil. El moño de su cuello se le había torcido por la carrera anterior, así que, con una expresión tranquila y dedos ágiles, se lo acomodó frente a un espejo cercano. Sus ojos, más brillantes que nunca, reflejaban una mezcla de emoción y concentración.

    —Je… Mi primer trabajo como cazador profesional. Qué divertido —murmuró para sí, dejando escapar una sonrisa, mientras pensaba en lo emocionado que se había mostrado su maestro al sugerirle este encargo: ser guardaespaldas de un político extranjero en medio de una situación peligrosa.

    **La misión comenzó desde la puerta del hotel.**
    Cuando el cliente bajó, rodeado de asistentes y escoltas tradicionales, el pequeño caminaba a su lado con paso seguro. De pronto, entre la multitud y la lluvia, una figura sospechosa se lanzó hacia el cliente empuñando un arma.

    —¡Hey! ¡Usted! —gritó un guardaespaldas, pero fue el niño quien reaccionó primero.

    Con un giro ágil, el pequeño dio un salto, y con un giro de sus piernas, conectó una patada directa al rostro del agresor. El sujeto cayó al suelo, inconsciente, antes de que pudiera apretar el gatillo.

    —Uno menos —murmuró, sacudiéndose el pantalón con aire despreocupado.

    **Horas después, en un restaurante de lujo,** donde el cliente cenaba con su familia, un grupo de matones armados intentó ingresar por la puerta trasera. El pequeño, que ya los había detectado desde la calle por sus pasos y actitudes nerviosas, los interceptó antes de que cruzaran la cocina.

    —No es buen momento para entrar sin reservar —dijo el pequeño mientras giraba sobre sí mismo, usando un barrido rápido para derribar a uno y desarmar a los otros dos con movimientos secos, casi juguetones. Lo más sorprendente fue que ni una gota de salsa se derramó del plato que sostenía en la otra mano.

    **Más tarde, durante una subasta privada,** el pequeño se mantuvo de pie en una esquina, con los brazos cruzados y la mirada fija como la de un halcón. Su aura, perfectamente controlada, cubría el perímetro. No decía ni una palabra, pero los cazadores de tesoros, mercenarios y ladrones que pensaban robar algo... al sentir esa presión, simplemente se retiraban con un sudor frío recorriéndoles la espalda.

    **Y por último,** cuando un asesino profesional trató de atacar desde las sombras, siguiendo a la comitiva hasta un edificio abandonado, fue él pequeño quien lo esperaba en la oscuridad. El pequeño ya había rastreado su nen y deducido su intención.

    —No es muy educado emboscar a la gente mientras duermen —dijo el niño desde las sombras. El asesino apenas tuvo tiempo de ver el brillo del aura envolviendo el puño del niño antes de recibir un golpe directo al pecho que lo lanzó contra la pared.

    El cliente nunca se enteró de ese último incidente. Sólo recordó al “niño de los ojos brillantes” que siempre parecía estar un paso adelante de todos, protegiéndolo sin fallar.

    Al regresar al hotel esa noche, aún empapado por la lluvia, El pequeño miró su reflejo en un charco.
    —Ser un cazador es… ¡súper divertido! —dijo con entusiasmo, ajustándose de nuevo el moño, orgulloso y sonriente, listo para el siguiente trabajo.
    La lluvia golpeaba suavemente contra los ventanales del lujoso hotel, pintando siluetas borrosas en los cristales. Afuera, la ciudad parecía susurrar secretos entre gotas, mientras las luces de los autos creaban reflejos temblorosos en el pavimento mojado. Dentro del vestíbulo principal, el pequeño vagabundo se encontraba de pie, inmóvil como una estatua, con un esmoquin negro perfectamente ajustado a su figura infantil. El moño de su cuello se le había torcido por la carrera anterior, así que, con una expresión tranquila y dedos ágiles, se lo acomodó frente a un espejo cercano. Sus ojos, más brillantes que nunca, reflejaban una mezcla de emoción y concentración. —Je… Mi primer trabajo como cazador profesional. Qué divertido —murmuró para sí, dejando escapar una sonrisa, mientras pensaba en lo emocionado que se había mostrado su maestro al sugerirle este encargo: ser guardaespaldas de un político extranjero en medio de una situación peligrosa. **La misión comenzó desde la puerta del hotel.** Cuando el cliente bajó, rodeado de asistentes y escoltas tradicionales, el pequeño caminaba a su lado con paso seguro. De pronto, entre la multitud y la lluvia, una figura sospechosa se lanzó hacia el cliente empuñando un arma. —¡Hey! ¡Usted! —gritó un guardaespaldas, pero fue el niño quien reaccionó primero. Con un giro ágil, el pequeño dio un salto, y con un giro de sus piernas, conectó una patada directa al rostro del agresor. El sujeto cayó al suelo, inconsciente, antes de que pudiera apretar el gatillo. —Uno menos —murmuró, sacudiéndose el pantalón con aire despreocupado. **Horas después, en un restaurante de lujo,** donde el cliente cenaba con su familia, un grupo de matones armados intentó ingresar por la puerta trasera. El pequeño, que ya los había detectado desde la calle por sus pasos y actitudes nerviosas, los interceptó antes de que cruzaran la cocina. —No es buen momento para entrar sin reservar —dijo el pequeño mientras giraba sobre sí mismo, usando un barrido rápido para derribar a uno y desarmar a los otros dos con movimientos secos, casi juguetones. Lo más sorprendente fue que ni una gota de salsa se derramó del plato que sostenía en la otra mano. **Más tarde, durante una subasta privada,** el pequeño se mantuvo de pie en una esquina, con los brazos cruzados y la mirada fija como la de un halcón. Su aura, perfectamente controlada, cubría el perímetro. No decía ni una palabra, pero los cazadores de tesoros, mercenarios y ladrones que pensaban robar algo... al sentir esa presión, simplemente se retiraban con un sudor frío recorriéndoles la espalda. **Y por último,** cuando un asesino profesional trató de atacar desde las sombras, siguiendo a la comitiva hasta un edificio abandonado, fue él pequeño quien lo esperaba en la oscuridad. El pequeño ya había rastreado su nen y deducido su intención. —No es muy educado emboscar a la gente mientras duermen —dijo el niño desde las sombras. El asesino apenas tuvo tiempo de ver el brillo del aura envolviendo el puño del niño antes de recibir un golpe directo al pecho que lo lanzó contra la pared. El cliente nunca se enteró de ese último incidente. Sólo recordó al “niño de los ojos brillantes” que siempre parecía estar un paso adelante de todos, protegiéndolo sin fallar. Al regresar al hotel esa noche, aún empapado por la lluvia, El pequeño miró su reflejo en un charco. —Ser un cazador es… ¡súper divertido! —dijo con entusiasmo, ajustándose de nuevo el moño, orgulloso y sonriente, listo para el siguiente trabajo.
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  • A Emi no le gustaban las prisas.
    Aunque el sol apenas comenzaba a asomarse entre los edificios, su despertador ya había sonado una vez —y no porque lo necesitara. Su cuerpo se había acostumbrado al ritmo: temprano, constante, disciplinado.

    Su rutina no era simplemente para “verse bien”. Era un ritual. Un acto de presencia.
    Despertar, abrir las cortinas, poner música suave —a veces jazz, a veces city pop— y encender la luz cálida del espejo del tocador.

    Empezaba por la piel. Hidratación. Protector solar.
    Un maquillaje meticuloso, nunca exagerado, pero siempre perfecto. Delineador preciso, labios que combinaban con su estado de ánimo, y rubor suficiente para parecer despierta y serena, incluso si había dormido mal.

    El vestuario ya lo tenía elegido desde la noche anterior.
    Esa mañana había optado por un conjunto en azul claro: una blusa de mangas largas, ligeramente suelta, con un tejido liviano que flotaba con gracia al moverse, pero que insinuaba sutilmente la forma de su figura; y una falda del mismo tono, larga hasta los tobillos, igualmente suelta, de caída elegante y suave.
    Un equilibrio entre lo sobrio y lo llamativo.
    Los tacones, color beige, eran simples pero refinados; hacían poco ruido, pero dejaban huella.

    Y luego, su parte favorita: los aretes.
    Los de hoy eran dorados, redondos, con un diseño entre moderno y orgánico, como si hubieran sido moldeados por el viento.
    No había prenda más importante para Emi.
    Eran su firma, su armadura, su recordatorio de que incluso en un mundo de tonos grises, ella era un acento que no podía ignorarse.

    Antes de salir, un último paso.
    El perfume.

    No uno fuerte. Uno que dejara una estela suave al pasar.
    Notas de bergamota, vainilla ligera y un fondo floral apenas perceptible.
    No quería oler como un jardín; quería que su perfume fuera un secreto que solo se descubriera de cerca.

    Frente al espejo, se observó con detenimiento.
    Revisó el peinado, alisó el cuello de su blusa y acomodó el pendiente que se había torcido ligeramente.

    Estaba lista.

    Sabía que en cuanto llegara a la oficina, alguien comentaría lo bien que lucía.
    — “¡Qué impecable te ves siempre, Emi!”,— dirían con admiración genuina.
    Y ella, como de costumbre, se encogería ligeramente de hombros, sonreiría apenas y respondería con ese tono ligero que tan bien había ensayado:
    —¿Ah, sí? Me puse lo primero que encontré.

    Pero en secreto —en silencio—, disfrutaba cada palabra.
    Porque aunque fingiera sorpresa o indiferencia, los halagos eran su pequeño premio.
    No por vanidad, sino porque detrás de esa imagen perfectamente cuidada, había horas de dedicación… y ella sabía exactamente cuánto valía cada detalle.
    A Emi no le gustaban las prisas. Aunque el sol apenas comenzaba a asomarse entre los edificios, su despertador ya había sonado una vez —y no porque lo necesitara. Su cuerpo se había acostumbrado al ritmo: temprano, constante, disciplinado. Su rutina no era simplemente para “verse bien”. Era un ritual. Un acto de presencia. Despertar, abrir las cortinas, poner música suave —a veces jazz, a veces city pop— y encender la luz cálida del espejo del tocador. Empezaba por la piel. Hidratación. Protector solar. Un maquillaje meticuloso, nunca exagerado, pero siempre perfecto. Delineador preciso, labios que combinaban con su estado de ánimo, y rubor suficiente para parecer despierta y serena, incluso si había dormido mal. El vestuario ya lo tenía elegido desde la noche anterior. Esa mañana había optado por un conjunto en azul claro: una blusa de mangas largas, ligeramente suelta, con un tejido liviano que flotaba con gracia al moverse, pero que insinuaba sutilmente la forma de su figura; y una falda del mismo tono, larga hasta los tobillos, igualmente suelta, de caída elegante y suave. Un equilibrio entre lo sobrio y lo llamativo. Los tacones, color beige, eran simples pero refinados; hacían poco ruido, pero dejaban huella. Y luego, su parte favorita: los aretes. Los de hoy eran dorados, redondos, con un diseño entre moderno y orgánico, como si hubieran sido moldeados por el viento. No había prenda más importante para Emi. Eran su firma, su armadura, su recordatorio de que incluso en un mundo de tonos grises, ella era un acento que no podía ignorarse. Antes de salir, un último paso. El perfume. No uno fuerte. Uno que dejara una estela suave al pasar. Notas de bergamota, vainilla ligera y un fondo floral apenas perceptible. No quería oler como un jardín; quería que su perfume fuera un secreto que solo se descubriera de cerca. Frente al espejo, se observó con detenimiento. Revisó el peinado, alisó el cuello de su blusa y acomodó el pendiente que se había torcido ligeramente. Estaba lista. Sabía que en cuanto llegara a la oficina, alguien comentaría lo bien que lucía. — “¡Qué impecable te ves siempre, Emi!”,— dirían con admiración genuina. Y ella, como de costumbre, se encogería ligeramente de hombros, sonreiría apenas y respondería con ese tono ligero que tan bien había ensayado: —¿Ah, sí? Me puse lo primero que encontré. Pero en secreto —en silencio—, disfrutaba cada palabra. Porque aunque fingiera sorpresa o indiferencia, los halagos eran su pequeño premio. No por vanidad, sino porque detrás de esa imagen perfectamente cuidada, había horas de dedicación… y ella sabía exactamente cuánto valía cada detalle.
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  • The Princess & The Vagabond - Hogwarts' Legacy.
    Fandom Jujutsu Kaisen/Harry Potter.
    Categoría Fantasía
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Fueras de Hogwarts, 20:09 hs
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Entrada Norte.

    ⠀⠀La noche caía sobre Hogwarts, la institución arcana. Fría pero acogedora, estrellas por doquier, contrastando los peligros dormidos tras sus paredes.

    ⠀⠀Una sombra se deslizaba más allá de los límites del Bosque Prohibido, abriéndose paso entre raíces como si el suelo lo temiera, las hierbas se retraían en su presencia, su silueta dibujó huellas en el pastizal. Tascio caminaba con las manos en los bolsillos, encorvado apenas. Vestía de negro, pero no de ese negro ceremonial de los magos modernos, si no de la discreción, el subterfugio. Y sobre su espalda, colgaba una mochila de cuero la cual depositó en el suelo.

    ⠀⠀Se detuvo.

    ⠀⠀Un leve zumbido al conjurar un ademán, la presencia de esa mochila se desvaneció como el viento. Luego miró al castillo a la lejanía.

    ⠀⠀⸻ "Ahí estás…" ⸻ Murmuró con una sonrisa ladeada, clavando la vista en un tramo de tierra húmeda junto al lago.

    ⠀⠀Era débil, casi imperceptible, pero estaba: un rastro maldito, un eco de algo vivo y viejo. Demasiado viejo para seguir existiendo sin ayuda, probablemente tenía un soporte, no creía que fuera artificial. Apoyó dos dedos contra el suelo, cerró los ojos y dejó que la maldición hablara. No en palabras, sino en sensaciones: soledad, hambre, ira. Una criatura herida, atrapada entre planos, aferrándose a lo que quedaba de sí misma.

    ⠀⠀La energía estaba mal contenida. Como si alguien hubiera querido encerrarla… sin entender lo que estaba sellando. Era extraño, en su mente surgió la forma de una bestia, un animal... ¿Qué diantres era esto? Tascio se incorporó con lentitud. Miró hacia los muros de piedra del castillo, alzándose contra el cielo, ajenos a lo que latía bajo ellos.

    ⠀⠀⸻ "Hogwarts… " ⸻ Dijo, casi con desdén ⸻ "Siempre escondiendo cosas." ⸻

    ⠀⠀Se movió con naturalidad, como si no estuviera cometiendo una violación grave a las leyes mágicas. Lo suyo no era infiltrarse, pero de que sabía ser sigiloso, lo sabía. Un giro de muñeca, una cortina de energía maldita cubrió su silueta, el aire alrededor se onduló. Ocultación arcana, de las buenas, qué poco práctico sería tenerlo en algo como una capa, ¿verdad?

    ⠀⠀Pasó entre los límites del castillo cuando las protecciones bajaban por el cambio de turno de los elfos domésticos. Un resquicio en las barreras, él sabía dónde estaban, sabía de estas cosas, eran su especialidad. Tascio no corría, pero se escondía, esquivando gentes con túnicas largas, aurores, guardias... ¡Hasta un gato! Uno muy maloliente además. Los cuadros hablaban, qué cosa más rara...

    ⠀⠀Y mientras los estudiantes dormían, sus pasos no se oían... O eso creía. Porque ni el olfato de un sabueso es infalible, cuando se tropezó con algo, con alguien. Cabellos ondulados de casi blanquecino pálido le hicieron perder la concentración, ¡la cortina se fue! Y él estaba expuesto como beluga al desnudo.

    ⠀⠀⸻ "Oh mier-" ⸻ Pasos se escucharon... ¡Venía gente, aurores!

    Ryna Scamander
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Fueras de Hogwarts, 20:09 hs ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Entrada Norte. ⠀ ⠀⠀La noche caía sobre Hogwarts, la institución arcana. Fría pero acogedora, estrellas por doquier, contrastando los peligros dormidos tras sus paredes. ⠀⠀Una sombra se deslizaba más allá de los límites del Bosque Prohibido, abriéndose paso entre raíces como si el suelo lo temiera, las hierbas se retraían en su presencia, su silueta dibujó huellas en el pastizal. Tascio caminaba con las manos en los bolsillos, encorvado apenas. Vestía de negro, pero no de ese negro ceremonial de los magos modernos, si no de la discreción, el subterfugio. Y sobre su espalda, colgaba una mochila de cuero la cual depositó en el suelo. ⠀⠀Se detuvo. ⠀⠀Un leve zumbido al conjurar un ademán, la presencia de esa mochila se desvaneció como el viento. Luego miró al castillo a la lejanía. ⠀⠀⸻ "Ahí estás…" ⸻ Murmuró con una sonrisa ladeada, clavando la vista en un tramo de tierra húmeda junto al lago. ⠀⠀Era débil, casi imperceptible, pero estaba: un rastro maldito, un eco de algo vivo y viejo. Demasiado viejo para seguir existiendo sin ayuda, probablemente tenía un soporte, no creía que fuera artificial. Apoyó dos dedos contra el suelo, cerró los ojos y dejó que la maldición hablara. No en palabras, sino en sensaciones: soledad, hambre, ira. Una criatura herida, atrapada entre planos, aferrándose a lo que quedaba de sí misma. ⠀⠀La energía estaba mal contenida. Como si alguien hubiera querido encerrarla… sin entender lo que estaba sellando. Era extraño, en su mente surgió la forma de una bestia, un animal... ¿Qué diantres era esto? Tascio se incorporó con lentitud. Miró hacia los muros de piedra del castillo, alzándose contra el cielo, ajenos a lo que latía bajo ellos. ⠀⠀⸻ "Hogwarts… " ⸻ Dijo, casi con desdén ⸻ "Siempre escondiendo cosas." ⸻ ⠀⠀Se movió con naturalidad, como si no estuviera cometiendo una violación grave a las leyes mágicas. Lo suyo no era infiltrarse, pero de que sabía ser sigiloso, lo sabía. Un giro de muñeca, una cortina de energía maldita cubrió su silueta, el aire alrededor se onduló. Ocultación arcana, de las buenas, qué poco práctico sería tenerlo en algo como una capa, ¿verdad? ⠀⠀Pasó entre los límites del castillo cuando las protecciones bajaban por el cambio de turno de los elfos domésticos. Un resquicio en las barreras, él sabía dónde estaban, sabía de estas cosas, eran su especialidad. Tascio no corría, pero se escondía, esquivando gentes con túnicas largas, aurores, guardias... ¡Hasta un gato! Uno muy maloliente además. Los cuadros hablaban, qué cosa más rara... ⠀⠀Y mientras los estudiantes dormían, sus pasos no se oían... O eso creía. Porque ni el olfato de un sabueso es infalible, cuando se tropezó con algo, con alguien. Cabellos ondulados de casi blanquecino pálido le hicieron perder la concentración, ¡la cortina se fue! Y él estaba expuesto como beluga al desnudo. ⠀⠀⸻ "Oh mier-" ⸻ Pasos se escucharon... ¡Venía gente, aurores! ⠀ [ember_jade_snake_251]
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  • La puerta se abrió en silencio.

    No hubo música de orquesta ni flores cayendo del cielo. Solo el sonido del mar.
    Me quedé unos segundos en el umbral.

    Respiré.

    Y caminé.

    La piedra clara bajo mis tacones marcaba un ritmo que parecía otro latido. Paso a paso, cruzando ese jardín antiguo, esa terraza rodeada de cipreses y olivos. A los lados, las pocas personas que importan. Mi madre, con los ojos brillantes. Mi hermano, firme. Mi padre serio pero con un aura distinta a la que siempre tiene.

    El altar era simple. Una estructura de madera clara cubierta por flores blancas y ramas de olivo. Más atrás, el acantilado. Y el mar.

    Me coloqué en el sitio que habíamos acordado. A la izquierda. Las manos quietas. La espalda recta. El pecho contenido.

    El vestido caía perfecto sobre mi cuerpo. El viento me rozaba el cuello. El sol, ya bajando, daba esa luz dorada que hace que todo parezca parte de una escena que no debería tocarse.

    Pero yo estaba allí.
    Esperándola.

    Y entonces supe, sin verla aún, que venía.

    Mía Russo
    La puerta se abrió en silencio. No hubo música de orquesta ni flores cayendo del cielo. Solo el sonido del mar. Me quedé unos segundos en el umbral. Respiré. Y caminé. La piedra clara bajo mis tacones marcaba un ritmo que parecía otro latido. Paso a paso, cruzando ese jardín antiguo, esa terraza rodeada de cipreses y olivos. A los lados, las pocas personas que importan. Mi madre, con los ojos brillantes. Mi hermano, firme. Mi padre serio pero con un aura distinta a la que siempre tiene. El altar era simple. Una estructura de madera clara cubierta por flores blancas y ramas de olivo. Más atrás, el acantilado. Y el mar. Me coloqué en el sitio que habíamos acordado. A la izquierda. Las manos quietas. La espalda recta. El pecho contenido. El vestido caía perfecto sobre mi cuerpo. El viento me rozaba el cuello. El sol, ya bajando, daba esa luz dorada que hace que todo parezca parte de una escena que no debería tocarse. Pero yo estaba allí. Esperándola. Y entonces supe, sin verla aún, que venía. [Top_modelx95]
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  • "Deianira. ¿Ángel o demonio?"

    Deianira comenzó a ser una mujer solitaria a partir del fallecimiento de su amada madre.

    Quien había crecido con tantos obstáculos, a pesar de haber estado rodeada del amor dulce de Linda (su madre), se había convertido en una mujer rencorosa, altanera y triste.

    Y dirás: "Pero, entonces ¿Por qué es tan amorosa conmigo?"

    Si eres tú aquella persona con la aue ella saca el lado de sí misma que detesta tanto, es porque probablemente seas su persona favorita, su verdadero amor, aquél que manda en su corazón.

    Aunque, hay un pequeño problema: su posesividad.

    Ella nunca mancharía sus propias manos, pero sí las de otros.
    Ella no soportaría verte amando o cuidando a otra persona.
    No.
    Porque para ella, eres suyo, y de nadie más.
    "Deianira. ¿Ángel o demonio?" Deianira comenzó a ser una mujer solitaria a partir del fallecimiento de su amada madre. Quien había crecido con tantos obstáculos, a pesar de haber estado rodeada del amor dulce de Linda (su madre), se había convertido en una mujer rencorosa, altanera y triste. Y dirás: "Pero, entonces ¿Por qué es tan amorosa conmigo?" Si eres tú aquella persona con la aue ella saca el lado de sí misma que detesta tanto, es porque probablemente seas su persona favorita, su verdadero amor, aquél que manda en su corazón. Aunque, hay un pequeño problema: su posesividad. Ella nunca mancharía sus propias manos, pero sí las de otros. Ella no soportaría verte amando o cuidando a otra persona. No. Porque para ella, eres suyo, y de nadie más.
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  • #Immortal_Mercenary

    La noche se había cernido sobre el imponente edificio, y las luces en la oficina de su protegida, en lo alto de aquella estructura, alumbraban con insistencia cada parte de la misma. Hasta el momento, no había nada que interrumpiese un día relativamente rutinario, en donde aquel hombre se comportaba como la sombra misma de quien fingía ser una inversionista, ahora mismo sentada en su escritorio blanco, haciéndose cargo de tareas diversas por medio de su computadora y unos cuantos documentos físicos.

    Él, por su parte, se hallaba a pocos centímetros de uno de los ventanales a su alrededor, contemplando desde su lugar las hermosas vistas que se le presentaban cada vez que tenía la oportunidad de subir hasta aquella habitación tan espaciosa. Sin embargo, muy pronto su mirada tranquila se vio levemente distorsionada por el extraño sonido que sus oídos habrían alcanzado a oír en la lejanía.

    Un sonido que le hizo levantar la mirada, uno que reconocía, proveniente de un helicóptero. Una máquina que, por cierto, alcanzó a ver acercándose desde el ventanal, y que al principio creyó que podría tratarse de uno de los altos mandos de Italia, a quienes ya estaba acostumbrado a recibir de la misma forma. Pero el presente horario no acompañaba, no era lógico una visita a esas horas de la noche.

    Fue entonces cuando entendió, y en su rostro se vio rápidamente reflejada la sorpresa y la fatalidad. Aquel no era un helicóptero del gobierno ni de alguna organización conocida por él, sino, todo lo contrario.

    — ¡Elisabetta, abajo! —

    Fue lo único que alcanzó a decir, al mismo tiempo en que se volteaba y saltaba directamente hacia el escritorio de aquella mujer, antes de que el techo sobre sus cabezas fuese, en gran parte, derribado por lo que entendía como una explosión. Una que pocos segundos después dejaría ver la entrada a por medio de sogas de unos extraños individuos armados, que parecían terroristas más que otra cosa.

    El árabe habría llegado satisfactoriamente hasta delante del escritorio de la líder mafiosa, sobre el cual afortunadamente no habrían caído pedazos del techo sobre ellos, ni mucho menos sobre ella, a quien debía proteger. No obstante, a causa de la explosión sus ropas habrían quedado rasgadas, y se habría llevado de regalo unas cuantas heridas superficiales, así como, por lo que pudo ver a simple vista, la fémina también.

    Rápidamente se habría puesto de pie para encarar directamente a quienes habrían usurpado el edificio, quienes expectantes se dirigían a él, mas sin poder verlos en su totalidad debido a extrañas máscaras que traían consigo.

    — Un hermoso espectáculo… me recuerdan a mi cuando era más joven. —

    Se le escapó de repente, como si a pesar de la espantosa situación en su cabeza todavía existiese lugar para bromas, aunque, muy probablemente no lo era. A esas alturas le sorprendía que no hubiesen reaccionado o continuado con el ataque, y por alguna razón nadie más que él habría dicho una sola palabra.

    Sin embargo, se notaba que cada uno de ellos estaban organizados, de manera tal que incluso un par se retiraron de la habitación, para poco después comenzar a oírse disparos provenientes de los pasillos y escaleras. Era obvio, nadie que estuviese en los pisos inferiores subirían, no lo permitirían.

    Podía escuchar a algún que otro enmascarado más arriba de lo que quedó del techo, pero estaba seguro que no había más. El helicóptero, de hecho, se había ido, entendiendo que todo aquello se estaba tratando de una emboscada para capturar o en el peor de los casos asesinar a la Farfalla dela Morte. Y en su evidente confianza grupal, no habrían ocasionado otra explosión con la cual probablemente habrían acabado con todo.

    — Si buscan a la dama.. van a tener que pasar por enc-… —

    Y de repente, se oyó un disparo. Una única bala que habría salido disparada directamente desde una de las armas pertenecientes a aquellos enmascarados. Una que atinó directamente a la frente del árabe, una que lo hizo retroceder un paso, mas no alcanzó a tirarlo al suelo. Evidentemente lo habían dejado hablar demasiado.

    Mientras que sus dientes se presionaban y sus puños se cerraban con fuerza, la sangre comenzaba a chorrear por aquel agujero que ahora mismo tenía en la cabeza. Los individuos en frente suya se miraron por un momento, con una extraña sorpresa por debajo de sus máscaras. Después de eso, las consecuencias no tardaron en llegar.

    Una lluvia de balas provenientes de revólveres y armas más grandes cayó sobre el pelinegro, de manera tal que su cuerpo no lograba ni siquiera caer al suelo por las ráfagas que sin piedad buscaban acabar con él. Y en un punto, ante la nula posibilidad de que volviese a levantarse después de eso, el fuego cesó.

    El cuerpo de aquel hombre se desplomó sobre el suelo, cubierto de sangre, irreconocible, desfigurado, ultrajado. ¿Cuándo fue la última vez que algo así había pasado? Cuándo fue la última vez que su cuerpo sufrió tales heridas, que no reaccionó a tiempo, que se dejó superar. Aparentemente, hace mucho.

    Obviamente, con el moreno fuera de lugar los atacantes se habrían apresurado a capturar a la dueña del edificio, entre dos de ellos, como si buscasen de cualquier forma que no reaccionara ni presentara obstáculos ni resistencia. Por otro lado, en alguna de las figuras internas propias de la mente del árabe, parecían resurgir viejas emociones, viejos deseos, un amplio y profundo espectro por el cual alguien como Khaleb se volvió tan temido en el bajo mundo, pero que sin embargo nadie logró ver.

    De repente, una risa suave y discreta se presentó en el entorno, una que con el pasar de los segundos se volvía cada vez más grave, más aterradora, o por lo menos inquietante. Los enmascarados detuvieron sus acciones, sus andanzas, y desviaron su atención a la dirección de donde provenía aquella risa: El cuerpo ensangrentado y totalmente agujereado del árabe que, por más fantasioso que sonase, a duras penas parecía estar levantándose.

    — Aue.. haya.. hull hatha gul chayaub. —

    Inesperadamente su idioma natal tomaría su voz, una que se presentó como un susurro al principio. Ronca, distorsionada, como si cada palabra le costara un esfuerzo considerable, pero cargada con un desprecio tan denso que casi se podía sentir.

    Prontamente, aquella figura se incorporó por completo, aun goteando, pero con las heridas cerrándose a una velocidad grotesca, expulsando constantemente restos de balas a causa de los órganos y piel regenerados. Su risa era ahora un eco constante, un bajo gutural. Sus ojos cargados de ira y demencia se fijaron prontamente en los enmascarados, quien atónitos lo observaban sin entender nada, pero tampoco con tiempo para preguntas. Era una mirada que no los ve como hombres, sino como obstáculos, como presas.

    Un temblor inquietante recorrió el cuerpo del árabe instantes antes de que una vez más, sus adversarios comenzaran a disparar, con la diferencia de que esta vez, ese hombre habría abandonado momentáneamente el plano terrenal conocido, dejando atrás su control, para abrir paso a lo que se esconde en lo más profundo de su quebrada mente.

    El sonido de balas tan constantes, así como el de los gatillos no se detuvo en ningún momento. Esta vez, de hecho, aparecieron gritos, propios de quienes en un principio se decidieron a asesinarlo y capturar a su protegida, a matar a todo aquello que se cruzase en su camino, en su presunto objetivo.

    — Daema neves al-ashkhas. daema... al-daafa.. min arsalham.. —

    Aquel hombre, quien en un principio parecía haber muerto, ahora mismo se veía no solamente como nuevo, sino también rodeado por un aura y un instinto asesino que no rozaba, conectaba directamente con lo maniático, con lo psicótico, con la locura. Todas estas características podían verse en sus movimientos, en cómo tomaba entre sus manos las extremidades de sus oponentes y se las arrancaba, en cómo atravesaba sus cuerpos con sus dedos como si de garras contra papel se tratase, en cómo provocaba que cruzasen sus propios fuegos. Todo, con una perturbadora sonrisa en su rostro, y unos ojos consumidos por la misma oscuridad que cubre el cielo durante la noche.

    Por supuesto, en una situación como esa, sacada propiamente de una película de terror, la captura de la aquella mujer habría pasado completamente a segundo plano, o incluso, a uno ya extinto, superado por el deseo natural de sobrevivir, pero que poco acompañaría a quienes decidieron enfrentarse a él.

    Eᥣιsᥲbᥱttᥲ Dι Vιᥒᥴᥱᥒzo
    #Immortal_Mercenary La noche se había cernido sobre el imponente edificio, y las luces en la oficina de su protegida, en lo alto de aquella estructura, alumbraban con insistencia cada parte de la misma. Hasta el momento, no había nada que interrumpiese un día relativamente rutinario, en donde aquel hombre se comportaba como la sombra misma de quien fingía ser una inversionista, ahora mismo sentada en su escritorio blanco, haciéndose cargo de tareas diversas por medio de su computadora y unos cuantos documentos físicos. Él, por su parte, se hallaba a pocos centímetros de uno de los ventanales a su alrededor, contemplando desde su lugar las hermosas vistas que se le presentaban cada vez que tenía la oportunidad de subir hasta aquella habitación tan espaciosa. Sin embargo, muy pronto su mirada tranquila se vio levemente distorsionada por el extraño sonido que sus oídos habrían alcanzado a oír en la lejanía. Un sonido que le hizo levantar la mirada, uno que reconocía, proveniente de un helicóptero. Una máquina que, por cierto, alcanzó a ver acercándose desde el ventanal, y que al principio creyó que podría tratarse de uno de los altos mandos de Italia, a quienes ya estaba acostumbrado a recibir de la misma forma. Pero el presente horario no acompañaba, no era lógico una visita a esas horas de la noche. Fue entonces cuando entendió, y en su rostro se vio rápidamente reflejada la sorpresa y la fatalidad. Aquel no era un helicóptero del gobierno ni de alguna organización conocida por él, sino, todo lo contrario. — ¡Elisabetta, abajo! — Fue lo único que alcanzó a decir, al mismo tiempo en que se volteaba y saltaba directamente hacia el escritorio de aquella mujer, antes de que el techo sobre sus cabezas fuese, en gran parte, derribado por lo que entendía como una explosión. Una que pocos segundos después dejaría ver la entrada a por medio de sogas de unos extraños individuos armados, que parecían terroristas más que otra cosa. El árabe habría llegado satisfactoriamente hasta delante del escritorio de la líder mafiosa, sobre el cual afortunadamente no habrían caído pedazos del techo sobre ellos, ni mucho menos sobre ella, a quien debía proteger. No obstante, a causa de la explosión sus ropas habrían quedado rasgadas, y se habría llevado de regalo unas cuantas heridas superficiales, así como, por lo que pudo ver a simple vista, la fémina también. Rápidamente se habría puesto de pie para encarar directamente a quienes habrían usurpado el edificio, quienes expectantes se dirigían a él, mas sin poder verlos en su totalidad debido a extrañas máscaras que traían consigo. — Un hermoso espectáculo… me recuerdan a mi cuando era más joven. — Se le escapó de repente, como si a pesar de la espantosa situación en su cabeza todavía existiese lugar para bromas, aunque, muy probablemente no lo era. A esas alturas le sorprendía que no hubiesen reaccionado o continuado con el ataque, y por alguna razón nadie más que él habría dicho una sola palabra. Sin embargo, se notaba que cada uno de ellos estaban organizados, de manera tal que incluso un par se retiraron de la habitación, para poco después comenzar a oírse disparos provenientes de los pasillos y escaleras. Era obvio, nadie que estuviese en los pisos inferiores subirían, no lo permitirían. Podía escuchar a algún que otro enmascarado más arriba de lo que quedó del techo, pero estaba seguro que no había más. El helicóptero, de hecho, se había ido, entendiendo que todo aquello se estaba tratando de una emboscada para capturar o en el peor de los casos asesinar a la Farfalla dela Morte. Y en su evidente confianza grupal, no habrían ocasionado otra explosión con la cual probablemente habrían acabado con todo. — Si buscan a la dama.. van a tener que pasar por enc-… — Y de repente, se oyó un disparo. Una única bala que habría salido disparada directamente desde una de las armas pertenecientes a aquellos enmascarados. Una que atinó directamente a la frente del árabe, una que lo hizo retroceder un paso, mas no alcanzó a tirarlo al suelo. Evidentemente lo habían dejado hablar demasiado. Mientras que sus dientes se presionaban y sus puños se cerraban con fuerza, la sangre comenzaba a chorrear por aquel agujero que ahora mismo tenía en la cabeza. Los individuos en frente suya se miraron por un momento, con una extraña sorpresa por debajo de sus máscaras. Después de eso, las consecuencias no tardaron en llegar. Una lluvia de balas provenientes de revólveres y armas más grandes cayó sobre el pelinegro, de manera tal que su cuerpo no lograba ni siquiera caer al suelo por las ráfagas que sin piedad buscaban acabar con él. Y en un punto, ante la nula posibilidad de que volviese a levantarse después de eso, el fuego cesó. El cuerpo de aquel hombre se desplomó sobre el suelo, cubierto de sangre, irreconocible, desfigurado, ultrajado. ¿Cuándo fue la última vez que algo así había pasado? Cuándo fue la última vez que su cuerpo sufrió tales heridas, que no reaccionó a tiempo, que se dejó superar. Aparentemente, hace mucho. Obviamente, con el moreno fuera de lugar los atacantes se habrían apresurado a capturar a la dueña del edificio, entre dos de ellos, como si buscasen de cualquier forma que no reaccionara ni presentara obstáculos ni resistencia. Por otro lado, en alguna de las figuras internas propias de la mente del árabe, parecían resurgir viejas emociones, viejos deseos, un amplio y profundo espectro por el cual alguien como Khaleb se volvió tan temido en el bajo mundo, pero que sin embargo nadie logró ver. De repente, una risa suave y discreta se presentó en el entorno, una que con el pasar de los segundos se volvía cada vez más grave, más aterradora, o por lo menos inquietante. Los enmascarados detuvieron sus acciones, sus andanzas, y desviaron su atención a la dirección de donde provenía aquella risa: El cuerpo ensangrentado y totalmente agujereado del árabe que, por más fantasioso que sonase, a duras penas parecía estar levantándose. — Aue.. haya.. hull hatha gul chayaub. — Inesperadamente su idioma natal tomaría su voz, una que se presentó como un susurro al principio. Ronca, distorsionada, como si cada palabra le costara un esfuerzo considerable, pero cargada con un desprecio tan denso que casi se podía sentir. Prontamente, aquella figura se incorporó por completo, aun goteando, pero con las heridas cerrándose a una velocidad grotesca, expulsando constantemente restos de balas a causa de los órganos y piel regenerados. Su risa era ahora un eco constante, un bajo gutural. Sus ojos cargados de ira y demencia se fijaron prontamente en los enmascarados, quien atónitos lo observaban sin entender nada, pero tampoco con tiempo para preguntas. Era una mirada que no los ve como hombres, sino como obstáculos, como presas. Un temblor inquietante recorrió el cuerpo del árabe instantes antes de que una vez más, sus adversarios comenzaran a disparar, con la diferencia de que esta vez, ese hombre habría abandonado momentáneamente el plano terrenal conocido, dejando atrás su control, para abrir paso a lo que se esconde en lo más profundo de su quebrada mente. El sonido de balas tan constantes, así como el de los gatillos no se detuvo en ningún momento. Esta vez, de hecho, aparecieron gritos, propios de quienes en un principio se decidieron a asesinarlo y capturar a su protegida, a matar a todo aquello que se cruzase en su camino, en su presunto objetivo. — Daema neves al-ashkhas. daema... al-daafa.. min arsalham.. — Aquel hombre, quien en un principio parecía haber muerto, ahora mismo se veía no solamente como nuevo, sino también rodeado por un aura y un instinto asesino que no rozaba, conectaba directamente con lo maniático, con lo psicótico, con la locura. Todas estas características podían verse en sus movimientos, en cómo tomaba entre sus manos las extremidades de sus oponentes y se las arrancaba, en cómo atravesaba sus cuerpos con sus dedos como si de garras contra papel se tratase, en cómo provocaba que cruzasen sus propios fuegos. Todo, con una perturbadora sonrisa en su rostro, y unos ojos consumidos por la misma oscuridad que cubre el cielo durante la noche. Por supuesto, en una situación como esa, sacada propiamente de una película de terror, la captura de la aquella mujer habría pasado completamente a segundo plano, o incluso, a uno ya extinto, superado por el deseo natural de sobrevivir, pero que poco acompañaría a quienes decidieron enfrentarse a él. [ElisabettaDV1]
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  • Primer Encuentro con Thomas Noxx – Galería de Obscurus Books, Callejón Diagon – Hace 3 meses, 11:45 a.m.
    Fandom OC
    Categoría Fantasía
    Nunca había estado en Londres más allá de lo superficial. Aeropuertos, estaciones, calles de paso. Pero ese día, algo le había llevado más allá del mapa habitual, siguiendo un rastro de curiosidad que no sabía nombrar del todo. Entre libros de magia antigua, vitrinas encantadas y el susurro de páginas que se pasaban solas, terminó frente a una pequeña entrada de mármol oscuro que apenas unos cuantos parecían notar: la Galería de Obscurus Books.

    La cruzó y el silencio lo envolvió.

    Estanterías flotantes. Lámparas que titilaban con la intensidad de un recuerdo. Libros que cambiaban de título si uno los miraba demasiado fijamente. Y entre todo eso, sentado en una mesa de lectura, un joven de rostro pálido y mirada concentrada destacaba sin querer.

    No era exactamente su estilo acercarse a desconocidos, pero había algo en la escena, en el ritmo tranquilo, en el ambiente cargado de algo arcano pero amable que lo impulsó.

    —Nunca había estado aquí antes

    dijo con una voz suave, casi en tono de confesión, mientras se detenía junto a una estantería suspendida cerca de la mesa—. Pero hay algo en este lugar… no sé. Tiene ese tipo de magia que no espanta, que te invita a quedarte. Acogedora… aunque no sé si esa es la palabra correcta.

    No era una interrupción brusca. Más bien un intento de conversación sincera, de esas que se lanzan como una piedra al agua, sin saber si habrá ondas.

    —¿Vienes mucho por aquí?

    añadió, con una ligera sonrisa ladeada, como si intentara leer no solo el libro entre sus manos, sino también algo más profundo

    —. ¿O hoy también fue uno de esos días donde algo te arrastró sin explicarlo?

    El reloj marcaba casi el mediodía y la galería olía a polvo antiguo y té recién servido. Era un buen lugar para hablar. O para callar. Y Haneul, sin intención de invadir más de la cuenta, simplemente añadió:

    —Soy Haneul, por cierto.
    Por si este lugar decide cruzarnos otra vez.
    Nunca había estado en Londres más allá de lo superficial. Aeropuertos, estaciones, calles de paso. Pero ese día, algo le había llevado más allá del mapa habitual, siguiendo un rastro de curiosidad que no sabía nombrar del todo. Entre libros de magia antigua, vitrinas encantadas y el susurro de páginas que se pasaban solas, terminó frente a una pequeña entrada de mármol oscuro que apenas unos cuantos parecían notar: la Galería de Obscurus Books. La cruzó y el silencio lo envolvió. Estanterías flotantes. Lámparas que titilaban con la intensidad de un recuerdo. Libros que cambiaban de título si uno los miraba demasiado fijamente. Y entre todo eso, sentado en una mesa de lectura, un joven de rostro pálido y mirada concentrada destacaba sin querer. No era exactamente su estilo acercarse a desconocidos, pero había algo en la escena, en el ritmo tranquilo, en el ambiente cargado de algo arcano pero amable que lo impulsó. —Nunca había estado aquí antes dijo con una voz suave, casi en tono de confesión, mientras se detenía junto a una estantería suspendida cerca de la mesa—. Pero hay algo en este lugar… no sé. Tiene ese tipo de magia que no espanta, que te invita a quedarte. Acogedora… aunque no sé si esa es la palabra correcta. No era una interrupción brusca. Más bien un intento de conversación sincera, de esas que se lanzan como una piedra al agua, sin saber si habrá ondas. —¿Vienes mucho por aquí? añadió, con una ligera sonrisa ladeada, como si intentara leer no solo el libro entre sus manos, sino también algo más profundo —. ¿O hoy también fue uno de esos días donde algo te arrastró sin explicarlo? El reloj marcaba casi el mediodía y la galería olía a polvo antiguo y té recién servido. Era un buen lugar para hablar. O para callar. Y Haneul, sin intención de invadir más de la cuenta, simplemente añadió: —Soy Haneul, por cierto. Por si este lugar decide cruzarnos otra vez.
    Tipo
    Individual
    Líneas
    30
    Estado
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  • Reencuentro con Lee Baek-Hyun, 2 años después — Terraza en Hongdae, 16:24 PM
    Fandom OC
    Categoría Original
    El calor de Seúl a media tarde pegaba sin pedir permiso, y Haneul caminaba por la acera con los auriculares puestos, tarareando apenas la melodía que sonaba. Había salido de uno de sus trabajos y pensaba detenerse en su cafetería habitual a por un té frío antes de volver a casa.

    Pero entonces, al doblar una esquina entre los ventanales de una librería y una tienda de diseño, lo vio, su mejor amigo de la Universidad hacía 5 años, sentado en la terraza de una cafetería desconocida, con un café y un libro abierto frente a él, pero igual que lo recordaba.

    El mundo se detuvo por un instante. No porque fuera una escena dramática, sino porque no estaba en los planes. Dos años sin verse. Sin mensajes. Sin contacto pero sin reproches. Solo la distancia cómoda y peligrosa de lo que se va deshilando sin querer.

    Haneul se quitó uno de los auriculares y se acercó, en silencio.

    —Ey! ¿Y si te digo que esta es la parte del sueño donde te saludo y me invitas al café que estás posponiendo?

    Su voz fue suave, entre ironía y alivio, y esa sonrisa suya la ladeada, la auténtica, apareció sin forzarse.

    Cuando sus miradas se reencontraron, algo encajó de nuevo.

    —No sé si el destino existe —añadió Haneul, tomando asiento sin preguntar—, pero si me cruzo contigo después de dos años en esta ciudad bulliciosa, algo tenía que decirme el universo.

    Se apoyó en el respaldo de la silla, relajado… aunque por dentro, algo en su pecho latía como si hubiera recuperado un nombre que no recordaba que había perdido.

    —Te ves igual… aunque un poco más abogado... ¿Sigues desayunando café solo y odiando a los falsos periodistas?

    Era un reencuentro real. Espontáneo. El tipo que no se planea… pero sí se agradece.
    El calor de Seúl a media tarde pegaba sin pedir permiso, y Haneul caminaba por la acera con los auriculares puestos, tarareando apenas la melodía que sonaba. Había salido de uno de sus trabajos y pensaba detenerse en su cafetería habitual a por un té frío antes de volver a casa. Pero entonces, al doblar una esquina entre los ventanales de una librería y una tienda de diseño, lo vio, su mejor amigo de la Universidad hacía 5 años, sentado en la terraza de una cafetería desconocida, con un café y un libro abierto frente a él, pero igual que lo recordaba. El mundo se detuvo por un instante. No porque fuera una escena dramática, sino porque no estaba en los planes. Dos años sin verse. Sin mensajes. Sin contacto pero sin reproches. Solo la distancia cómoda y peligrosa de lo que se va deshilando sin querer. Haneul se quitó uno de los auriculares y se acercó, en silencio. —Ey! ¿Y si te digo que esta es la parte del sueño donde te saludo y me invitas al café que estás posponiendo? Su voz fue suave, entre ironía y alivio, y esa sonrisa suya la ladeada, la auténtica, apareció sin forzarse. Cuando sus miradas se reencontraron, algo encajó de nuevo. —No sé si el destino existe —añadió Haneul, tomando asiento sin preguntar—, pero si me cruzo contigo después de dos años en esta ciudad bulliciosa, algo tenía que decirme el universo. Se apoyó en el respaldo de la silla, relajado… aunque por dentro, algo en su pecho latía como si hubiera recuperado un nombre que no recordaba que había perdido. —Te ves igual… aunque un poco más abogado... ¿Sigues desayunando café solo y odiando a los falsos periodistas? Era un reencuentro real. Espontáneo. El tipo que no se planea… pero sí se agradece.
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