• ❝ Sargento 𝑻𝒐𝒃𝒊𝒂𝒔 𝑹𝒆𝒂𝒑𝒆𝒓 ❞

    Pronunció con un nombre falso. ¿su misión? Infiltrarse en las fuerzas policiales rumanas y asesinar 𝐞𝐧 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨....

    ¿Quieres ser víctima de Reaper?
    ❝ Sargento 𝑻𝒐𝒃𝒊𝒂𝒔 𝑹𝒆𝒂𝒑𝒆𝒓 ❞ Pronunció con un nombre falso. ¿su misión? Infiltrarse en las fuerzas policiales rumanas y asesinar 𝐞𝐧 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨.... ¿Quieres ser víctima de Reaper?
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  • 𝗖𝗼𝗳𝗳𝗲𝗲 𝗶𝗻 𝘁𝗵𝗲 𝗺𝗼𝗿𝗻𝗶𝗻𝗴


    Ni siquiera la droga más potente que circulaba por el mercado negro, ni el asesinar a personas corruptas o infectadas, ni siquiera el placer carnal era mejor que ésta adicción mañanera. El café era nuevamente su fiel método para mantenerlo vivo, estaba seguro de que hubiera perdido la cabeza hace mucho antes de no ser por ésta simple, pero satisfactoria bebida.

    El Juez era un adicto al café y no podía decir más, todos lo sabían.
    𝗖𝗼𝗳𝗳𝗲𝗲 𝗶𝗻 𝘁𝗵𝗲 𝗺𝗼𝗿𝗻𝗶𝗻𝗴 Ni siquiera la droga más potente que circulaba por el mercado negro, ni el asesinar a personas corruptas o infectadas, ni siquiera el placer carnal era mejor que ésta adicción mañanera. El café era nuevamente su fiel método para mantenerlo vivo, estaba seguro de que hubiera perdido la cabeza hace mucho antes de no ser por ésta simple, pero satisfactoria bebida. El Juez era un adicto al café y no podía decir más, todos lo sabían.
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  • —¿Estás en peligro? ¿Necesitas que te protejan de alguien en particular? ¿Quieren asesinarte o golpearte? Pues ya no más, porque podrás llamar en cualquier momento que tu vida corra peligro.
    .
    .
    .
    .
    .
    .
    .
    .
    Así es, hablo de la policía.

    Es broma, pueden llamarme a mi.—Dijo casi conteniendo la risa.

    Después de todo soy INVENCIBLE.
    —¿Estás en peligro? ¿Necesitas que te protejan de alguien en particular? ¿Quieren asesinarte o golpearte? Pues ya no más, porque podrás llamar en cualquier momento que tu vida corra peligro. . . . . . . . . Así es, hablo de la policía. Es broma, pueden llamarme a mi.—Dijo casi conteniendo la risa. Después de todo soy INVENCIBLE.
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  • Cómo todos ven a Leah Ruíz:

    Leah es la encarnación de la belleza que mata, la tentación hecha carne, la sombra elegante que se desliza entre el humo de la pólvora y los tragos caros. Camina como si el mundo le debiera algo, y probablemente así sea.

    Su melena es negra como la tinta más espesa, larga hasta media espalda, con un brillo frío y sedoso que cae en ondas suaves, aunque a veces lo recoge en una coleta alta o un moño bajo cuando se prepara para matar. El contraste entre su pelo oscuro y su piel clara crea una imagen magnética, casi peligrosa.

    Dos zafiros helados, intensos, tajantes adornan su cara. Sus ojos azules no son cálidos: son fríos, calculadores, capaces de atravesarte con una sola mirada. Hay algo hipnótico en ellos, como si pudieran leer tus pecados y decidir si mereces redención o bala.

    Su rostro es una obra de arte renacentista tallada con precisión letal: pómulos altos, mandíbula definida, labios carnosos que rara vez sonríen. Cuando lo hacen, es con esa curva sutil que no promete nada, pero lo insinúa todo. Su piel es de un tono marfil suave, sin imperfecciones, salvo por una pequeña cicatriz junto al labio inferior, casi invisible, pero inolvidable.

    Estatura media (1.68), de figura esbelta y atlética, con curvas tan elegantes como peligrosas. Se mueve con la gracia de una bailarina y la precisión de una asesina. Cada paso suyo parece medido, como si fuera parte de una danza que sólo ella entiende. Sabe que su cuerpo es un arma más y lo utiliza con la misma frialdad que su pistola Beretta.

    Tiene un tatuaje oculto bajo el pecho izquierdo: una rosa negra atravesada por una daga, símbolo de su familia caída y de su renacimiento como jefa. En la clavícula derecha, una línea muy fina en latín: "Omnia mea mecum porto" —todo lo mío lo llevo conmigo.

    Viste con una elegancia afilada. Trajes a medida, pantalones de cuero, blusas de seda, tacones de aguja. Siempre lleva guantes de piel negra cuando sale a actuar. Su perfume mezcla notas de tabaco rubio, vainilla oscura y vetiver —un aroma que se queda en la memoria como una maldición.
    Cómo todos ven a Leah Ruíz: Leah es la encarnación de la belleza que mata, la tentación hecha carne, la sombra elegante que se desliza entre el humo de la pólvora y los tragos caros. Camina como si el mundo le debiera algo, y probablemente así sea. Su melena es negra como la tinta más espesa, larga hasta media espalda, con un brillo frío y sedoso que cae en ondas suaves, aunque a veces lo recoge en una coleta alta o un moño bajo cuando se prepara para matar. El contraste entre su pelo oscuro y su piel clara crea una imagen magnética, casi peligrosa. Dos zafiros helados, intensos, tajantes adornan su cara. Sus ojos azules no son cálidos: son fríos, calculadores, capaces de atravesarte con una sola mirada. Hay algo hipnótico en ellos, como si pudieran leer tus pecados y decidir si mereces redención o bala. Su rostro es una obra de arte renacentista tallada con precisión letal: pómulos altos, mandíbula definida, labios carnosos que rara vez sonríen. Cuando lo hacen, es con esa curva sutil que no promete nada, pero lo insinúa todo. Su piel es de un tono marfil suave, sin imperfecciones, salvo por una pequeña cicatriz junto al labio inferior, casi invisible, pero inolvidable. Estatura media (1.68), de figura esbelta y atlética, con curvas tan elegantes como peligrosas. Se mueve con la gracia de una bailarina y la precisión de una asesina. Cada paso suyo parece medido, como si fuera parte de una danza que sólo ella entiende. Sabe que su cuerpo es un arma más y lo utiliza con la misma frialdad que su pistola Beretta. Tiene un tatuaje oculto bajo el pecho izquierdo: una rosa negra atravesada por una daga, símbolo de su familia caída y de su renacimiento como jefa. En la clavícula derecha, una línea muy fina en latín: "Omnia mea mecum porto" —todo lo mío lo llevo conmigo. Viste con una elegancia afilada. Trajes a medida, pantalones de cuero, blusas de seda, tacones de aguja. Siempre lleva guantes de piel negra cuando sale a actuar. Su perfume mezcla notas de tabaco rubio, vainilla oscura y vetiver —un aroma que se queda en la memoria como una maldición.
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  • Lo que acecha en la oscuridad
    Fandom Origina
    Categoría Fantasía
    En la fría ciudad, donde la niebla parecía lamer las paredes de las casas. Un silencio malsano había caído sobre las calles, como si la misma naturaleza contuviera la respiración. Blancanieves caminaba entre ellos con pasos apresurados, la capa empapada por la llovizna y el corazón martillándole el pecho con una urgencia que no entendía... pero sentía.

    La casa estaba sin luz. La puerta entreabierta, algo insólito, el aire olía a algo que no pertenecía al mundo de los vivos.

    —Maestro... —susurró, cruzando el umbral con la voz apenas audible.

    La oscuridad dentro era densa. La lámpara apenas parpadeando, iluminando el horror.

    El anciano yacía tendido en el suelo de mayólica, rodeado por un círculo inacabado de sal y símbolos trazados con algo que ya no parecía sangre, sino tinta arrancada del alma, además de rastros de casquillos de balas esparcidos por el lugar, todo aquello daba indició que era premeditado.

    Su rostro... estaba congelado en una mueca de pavor. Sus ojos, esos ojos sabios que le enseñaron a leer las estrellas y a hablar con los árboles, miraban hacia un punto más allá de este mundo.

    Ella cayó de rodillas. El aire se volvió más denso, más frío.

    Y entonces lo vio.

    Sobre el escritorio, como si lo esperara a ella, descansaba un libro encuadernado en cuero oscuro, viejo, casi vivo. En su portada, letras doradas medio borradas.

    "Grimorio de Cipriano"

    Blancanieves extendió la mano, pero un escalofrío le atravesó la espalda antes de tocarlo. Había algo dormido allí dentro o algo despierto que fingía dormir.

    Se apresuró a salir de la casa y con las manos más temblorosas que tocar el hielo, marcó el número de emergencias. No supo cómo explicó lo que vio.

    -Hay un cadáver, creo que fue un asesinato, por favor…- susurró, sin más brindó el nombre de las calles y colgó.

    Media hora después, las luces azules de los patrulleros rompieron en las calles.

    Los oficiales hicieron preguntas rápidas, nerviosas. Un forense fotografió los símbolos con el ceño fruncido.

    —¿Convivía con él?- una de las oficiales la miro directamente a los ojos.

    —No. Él era como mi abuelo. Mi única familia —respondió ella, sin lágrimas aún. El llanto parecía lejano, como si ya no le perteneciera.

    —¿Sabe si practicaba… cosas? —susurró un agente joven, mientras observaba las marcas.

    - No- dijo seca, no quería sonar como una loca, además todo eso era demasiado confuso para ella. Su mirada era una mezcla de miedo y un silencio tan viejo como la tierra.

    No tardaron mucho tiempo en llevarse el cuerpo y la casa quedó vacía, todo se sentía sin vida, Blancanieves tomó el grimorio con cuidado, lo envolvió en un manto de lino y lo llevó consigo. No sabía por qué lo hacía. Solo sabía que no debía dejarlo solo allí.

    Llegó a su casa pasadas las tres de la madrugada. Las ventanas empañadas, las paredes frías. Se duchó con agua caliente, pero la sensación de suciedad era interna, como si algo invisible se hubiera adherido a su piel.

    Se acostó, el grimorio en la mesita de noche, y cerró los ojos con la esperanza de no soñar.

    Pero soñar fue inevitable...

    La oscuridad se abrió ante ella como un telón de teatro. Estaba en un claro del bosque que no reconocía, bajo un cielo sin estrellas. En el centro, rodeado por antorchas de fuego azul, había un altar de piedra. Un muchacho de cabellos rojos, intensos como brasas, se arrodillaba ante él. Tenía los ojos azules, encendidos por una devoción enfermiza.

    Frente al altar, una cabra negra respiraba con dificultad, atada de patas. Sobre una piedra a un costado, el mismo grimorio reposaba abierto, sus páginas pasando solas, como si el viento viniera desde adentro.

    El muchacho murmuraba palabras en un idioma que Blancanieves no entendía, pero sentía. Cada sílaba le helaba la sangre.

    Con un movimiento lento, casi ceremonial, levantó un cuchillo curvado. La cabra no luchó. No hizo falta, el corte fue limpio. La sangre cayó sobre el grimorio, que brilló brevemente como si la tinta lo alimentara.

    Y entonces, el joven levantó la vista… y la miró directamente a ella.

    No como un personaje de un sueño. No como una visión.

    La miró.

    —Despierta, niña... —dijo, con voz suave pero profunda, como si hablara junto a algo que no era humano— el vínculo ya está hecho. Él vendrá por ti también.

    Aquello le dio escalofrió y cuando quiso acercase a él, todo se volvió negro y está vez apareció por un largo pasillo cubierto de estanterías infinitas. Estaba en una biblioteca que no reconocía, pero que olía a lo antiguo, a papel húmedo y a tinta de siglos. Las lámparas colgantes emitían una luz cálida y parpadeante, como si dudaran entre existir y extinguirse. Sus pasos no hacían ruido. El silencio era absoluto.

    Y entonces lo vio.

    Un joven, de cabello cobrizo y ligeramente desordenado, estaba de pie frente a una mesa, hojeando un libro con calma. Vestía con una túnica. Nada en él gritaba “brujo” o “demonólogo”. Al contrario, parecía un simple cura, perdido en una biblioteca cualquiera.

    Pero sus ojos… azules como vidrio iluminado por fuego. Eran los mismos del joven del sacrificio, Blancanieves dio un paso hacia él. El muchacho levantó la vista, y al verla, no se sobresaltó.

    Le sonrió.

    —¿Otra vez tú? —dijo, como si ya se hubieran cruzado antes.

    Ella quiso hablar, pero no podía.

    El muchacho levantó el libro que leía, mostró la portada. Solo alcanzó a ver el título “Las Crónicas del Cipriano Menor” y entonces, todo cambió.

    La biblioteca se oscureció en un segundo. Las estanterías se torcieron, el techo desapareció. Voces salieron desde los libros. El muchacho fue tragado por la sombra detrás de él, pero su sonrisa permaneció… demasiado tiempo.

    Blancanieves se despertó de golpe, el corazón martillando en el pecho. Las manos le temblaban. Saltó de la cama, tomó papel y lápiz y escribió.

    “Cipriano, brujo, cura - biblioteca - chico pelirrojo”

    Abrió su laptop y en el navegador escribió "Cipriano brujo demonios grimorio" entre página y página seguía escribiendo “Cipriano + grimorio + biblioteca + sacrificios”

    Uno de los primeros resultados la hizo detenerse. Era una entrada en un blog ocultista, con una ilustración de un hombre parecido al del primer sueño, pero con ropas antiguas. Aquel que entregó el nombre del Diablo a cambio de conocimiento eterno. Su legado vive en las páginas, libros que se encuentran esparcidos en el mundo y buscan ser abiertos por las manos correctas…

    Pero no se detuvo ahí, busco al del segundo sueño, está vez escribió “El Joven Cipriano: cura, exorcista, iglesia". En los apartados habían números a que llamar y lugares a los que ir para contactar con él, Blancanieves se apresuró a copiar todo en la libreta. Y sin darse cuenta, ahora era el sol quién se colaba por su ventana, antes de poder alistarse y comprar vuelos, agarró su móvil y escribió a los números de la página.

    <<SMS>>

    Mi nombres es Blancanieves Serin, el propósito de este mensaje es encontrarme contigo, necesito tu ayuda urgentemente. No puedo decírtelo por aquí, pero tiene que ver con un grimorio. Tomaré el primer vuelo a Italia, te daré más respuestas estando allá.

    Sin más propósito o destinatario, envió el mensaje y se apresuró a alistarse.


    Lorenzo A Benedetti


    En la fría ciudad, donde la niebla parecía lamer las paredes de las casas. Un silencio malsano había caído sobre las calles, como si la misma naturaleza contuviera la respiración. Blancanieves caminaba entre ellos con pasos apresurados, la capa empapada por la llovizna y el corazón martillándole el pecho con una urgencia que no entendía... pero sentía. La casa estaba sin luz. La puerta entreabierta, algo insólito, el aire olía a algo que no pertenecía al mundo de los vivos. —Maestro... —susurró, cruzando el umbral con la voz apenas audible. La oscuridad dentro era densa. La lámpara apenas parpadeando, iluminando el horror. El anciano yacía tendido en el suelo de mayólica, rodeado por un círculo inacabado de sal y símbolos trazados con algo que ya no parecía sangre, sino tinta arrancada del alma, además de rastros de casquillos de balas esparcidos por el lugar, todo aquello daba indició que era premeditado. Su rostro... estaba congelado en una mueca de pavor. Sus ojos, esos ojos sabios que le enseñaron a leer las estrellas y a hablar con los árboles, miraban hacia un punto más allá de este mundo. Ella cayó de rodillas. El aire se volvió más denso, más frío. Y entonces lo vio. Sobre el escritorio, como si lo esperara a ella, descansaba un libro encuadernado en cuero oscuro, viejo, casi vivo. En su portada, letras doradas medio borradas. "Grimorio de Cipriano" Blancanieves extendió la mano, pero un escalofrío le atravesó la espalda antes de tocarlo. Había algo dormido allí dentro o algo despierto que fingía dormir. Se apresuró a salir de la casa y con las manos más temblorosas que tocar el hielo, marcó el número de emergencias. No supo cómo explicó lo que vio. -Hay un cadáver, creo que fue un asesinato, por favor…- susurró, sin más brindó el nombre de las calles y colgó. Media hora después, las luces azules de los patrulleros rompieron en las calles. Los oficiales hicieron preguntas rápidas, nerviosas. Un forense fotografió los símbolos con el ceño fruncido. —¿Convivía con él?- una de las oficiales la miro directamente a los ojos. —No. Él era como mi abuelo. Mi única familia —respondió ella, sin lágrimas aún. El llanto parecía lejano, como si ya no le perteneciera. —¿Sabe si practicaba… cosas? —susurró un agente joven, mientras observaba las marcas. - No- dijo seca, no quería sonar como una loca, además todo eso era demasiado confuso para ella. Su mirada era una mezcla de miedo y un silencio tan viejo como la tierra. No tardaron mucho tiempo en llevarse el cuerpo y la casa quedó vacía, todo se sentía sin vida, Blancanieves tomó el grimorio con cuidado, lo envolvió en un manto de lino y lo llevó consigo. No sabía por qué lo hacía. Solo sabía que no debía dejarlo solo allí. Llegó a su casa pasadas las tres de la madrugada. Las ventanas empañadas, las paredes frías. Se duchó con agua caliente, pero la sensación de suciedad era interna, como si algo invisible se hubiera adherido a su piel. Se acostó, el grimorio en la mesita de noche, y cerró los ojos con la esperanza de no soñar. Pero soñar fue inevitable... La oscuridad se abrió ante ella como un telón de teatro. Estaba en un claro del bosque que no reconocía, bajo un cielo sin estrellas. En el centro, rodeado por antorchas de fuego azul, había un altar de piedra. Un muchacho de cabellos rojos, intensos como brasas, se arrodillaba ante él. Tenía los ojos azules, encendidos por una devoción enfermiza. Frente al altar, una cabra negra respiraba con dificultad, atada de patas. Sobre una piedra a un costado, el mismo grimorio reposaba abierto, sus páginas pasando solas, como si el viento viniera desde adentro. El muchacho murmuraba palabras en un idioma que Blancanieves no entendía, pero sentía. Cada sílaba le helaba la sangre. Con un movimiento lento, casi ceremonial, levantó un cuchillo curvado. La cabra no luchó. No hizo falta, el corte fue limpio. La sangre cayó sobre el grimorio, que brilló brevemente como si la tinta lo alimentara. Y entonces, el joven levantó la vista… y la miró directamente a ella. No como un personaje de un sueño. No como una visión. La miró. —Despierta, niña... —dijo, con voz suave pero profunda, como si hablara junto a algo que no era humano— el vínculo ya está hecho. Él vendrá por ti también. Aquello le dio escalofrió y cuando quiso acercase a él, todo se volvió negro y está vez apareció por un largo pasillo cubierto de estanterías infinitas. Estaba en una biblioteca que no reconocía, pero que olía a lo antiguo, a papel húmedo y a tinta de siglos. Las lámparas colgantes emitían una luz cálida y parpadeante, como si dudaran entre existir y extinguirse. Sus pasos no hacían ruido. El silencio era absoluto. Y entonces lo vio. Un joven, de cabello cobrizo y ligeramente desordenado, estaba de pie frente a una mesa, hojeando un libro con calma. Vestía con una túnica. Nada en él gritaba “brujo” o “demonólogo”. Al contrario, parecía un simple cura, perdido en una biblioteca cualquiera. Pero sus ojos… azules como vidrio iluminado por fuego. Eran los mismos del joven del sacrificio, Blancanieves dio un paso hacia él. El muchacho levantó la vista, y al verla, no se sobresaltó. Le sonrió. —¿Otra vez tú? —dijo, como si ya se hubieran cruzado antes. Ella quiso hablar, pero no podía. El muchacho levantó el libro que leía, mostró la portada. Solo alcanzó a ver el título “Las Crónicas del Cipriano Menor” y entonces, todo cambió. La biblioteca se oscureció en un segundo. Las estanterías se torcieron, el techo desapareció. Voces salieron desde los libros. El muchacho fue tragado por la sombra detrás de él, pero su sonrisa permaneció… demasiado tiempo. Blancanieves se despertó de golpe, el corazón martillando en el pecho. Las manos le temblaban. Saltó de la cama, tomó papel y lápiz y escribió. “Cipriano, brujo, cura - biblioteca - chico pelirrojo” Abrió su laptop y en el navegador escribió "Cipriano brujo demonios grimorio" entre página y página seguía escribiendo “Cipriano + grimorio + biblioteca + sacrificios” Uno de los primeros resultados la hizo detenerse. Era una entrada en un blog ocultista, con una ilustración de un hombre parecido al del primer sueño, pero con ropas antiguas. Aquel que entregó el nombre del Diablo a cambio de conocimiento eterno. Su legado vive en las páginas, libros que se encuentran esparcidos en el mundo y buscan ser abiertos por las manos correctas… Pero no se detuvo ahí, busco al del segundo sueño, está vez escribió “El Joven Cipriano: cura, exorcista, iglesia". En los apartados habían números a que llamar y lugares a los que ir para contactar con él, Blancanieves se apresuró a copiar todo en la libreta. Y sin darse cuenta, ahora era el sol quién se colaba por su ventana, antes de poder alistarse y comprar vuelos, agarró su móvil y escribió a los números de la página. <<SMS>> Mi nombres es Blancanieves Serin, el propósito de este mensaje es encontrarme contigo, necesito tu ayuda urgentemente. No puedo decírtelo por aquí, pero tiene que ver con un grimorio. Tomaré el primer vuelo a Italia, te daré más respuestas estando allá. Sin más propósito o destinatario, envió el mensaje y se apresuró a alistarse. [sinner_without_sin]
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  • ❝ Pocos son los que están a mi altura... No lo digo yo, lo dicen mis asesinatos perfectos. ❞
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  • Un manto de nubes bajas cubría el cementerio como si supiera que alguien importante había regresado. Las lápidas alineadas como soldados sin nombre, se extendían en filas silenciosas. Y entre todas ellas, una resaltaba. La lápida decía Nolan Grayson. No “Omniman” y tampoco “amado padre” o “asesino” ni “héroe”, solo el nombre que utilizaba en la tierra. Como si eso bastara para redimir todo lo demás.

    Mark aterrizó sin ruido, con su pulcro uniforme viltrumita. A diferencia del joven idealista que una vez lloró sobre este mismo suelo, ahora no había rabia, ni lágrimas, solo el peso del deber.

    Caminó entre las tumbas con las manos a los lados con la mirada baja, pero no era por tristeza; solo era distante. Se detuvo frente a la lápida.

    —Padre. —murmuró con la voz ronca, como si no hubiera hablado en días

    —¿Sabes? Nunca me convenció tu fachada de héroe que lucha por la justicia. —torció la boca, sin humor aparente.

    Luego se quedó en silencio. El viento movía apenas los bordes de su falda gris. Su mirada no cambiaba, no había nostalgia, solo calma, como si su mente solo tuviera recuerdos ya desgastados.

    —Pero supongo que no tenías otra opción. —Añadió tras un rato.

    Hizo una breve pausa, bajando la vista hacia la lápida. No tenía intenciones de inclinarse, ni de tocar la lápida como señal de cariño. Solo se limitó a observarla, como quien mira una palabra en un idioma que habla.

    —Mira cómo terminó todo. —Su voz era sarcástica, seca como papel viejo— Fuiste asesinado por mi, nuestro imperio pronto conquistará la tierra y ellos viven como si nada hubiera sucedido.

    El Viltrumita dirigió su mirada al cielo.

    —Cuando mataste a mamá frente a mis ojos, te odié. —Comentó sin emoción, hablando obviamente para si mismo.

    —Pero sabía que tenías razón, el amor es solo un sentimiento que limita nuestra fuerza.

    Mark cerró los ojos unos segundos. Respiró hondo, profundo. No porque necesitara el aire… sino porque necesitaba una pausa.

    —¿Sabes? —dijo con una ligera sonrisa torcida.

    —A veces me sorprende que aún escuche tu voz en mi cabeza. Como si no te hubieras ido del todo. Aunque si supieras cómo te contradigo cada día, probablemente me darías otro de esos discursos de “debilidad emocional” que tanto amabas.

    Hizo una pausa final.

    —Bueno, no me extenderé más. Descuida, aún estoy en la causa de nuestro pueblo y sé que este es el camino que debo seguir. Hasta pronto, maldito anciano.

    Y con un impulso sordo, Mark despegó del suelo. No miró atrás, no volvió a hablar. Se elevó en línea recta, atravesando las nubes, dejando atrás tumbas, recuerdos, y una vida que ya no le pertenecía. Solo quedó el cielo, y el eco de un adiós que nunca fue cálido.
    Un manto de nubes bajas cubría el cementerio como si supiera que alguien importante había regresado. Las lápidas alineadas como soldados sin nombre, se extendían en filas silenciosas. Y entre todas ellas, una resaltaba. La lápida decía Nolan Grayson. No “Omniman” y tampoco “amado padre” o “asesino” ni “héroe”, solo el nombre que utilizaba en la tierra. Como si eso bastara para redimir todo lo demás. Mark aterrizó sin ruido, con su pulcro uniforme viltrumita. A diferencia del joven idealista que una vez lloró sobre este mismo suelo, ahora no había rabia, ni lágrimas, solo el peso del deber. Caminó entre las tumbas con las manos a los lados con la mirada baja, pero no era por tristeza; solo era distante. Se detuvo frente a la lápida. —Padre. —murmuró con la voz ronca, como si no hubiera hablado en días —¿Sabes? Nunca me convenció tu fachada de héroe que lucha por la justicia. —torció la boca, sin humor aparente. Luego se quedó en silencio. El viento movía apenas los bordes de su falda gris. Su mirada no cambiaba, no había nostalgia, solo calma, como si su mente solo tuviera recuerdos ya desgastados. —Pero supongo que no tenías otra opción. —Añadió tras un rato. Hizo una breve pausa, bajando la vista hacia la lápida. No tenía intenciones de inclinarse, ni de tocar la lápida como señal de cariño. Solo se limitó a observarla, como quien mira una palabra en un idioma que habla. —Mira cómo terminó todo. —Su voz era sarcástica, seca como papel viejo— Fuiste asesinado por mi, nuestro imperio pronto conquistará la tierra y ellos viven como si nada hubiera sucedido. El Viltrumita dirigió su mirada al cielo. —Cuando mataste a mamá frente a mis ojos, te odié. —Comentó sin emoción, hablando obviamente para si mismo. —Pero sabía que tenías razón, el amor es solo un sentimiento que limita nuestra fuerza. Mark cerró los ojos unos segundos. Respiró hondo, profundo. No porque necesitara el aire… sino porque necesitaba una pausa. —¿Sabes? —dijo con una ligera sonrisa torcida. —A veces me sorprende que aún escuche tu voz en mi cabeza. Como si no te hubieras ido del todo. Aunque si supieras cómo te contradigo cada día, probablemente me darías otro de esos discursos de “debilidad emocional” que tanto amabas. Hizo una pausa final. —Bueno, no me extenderé más. Descuida, aún estoy en la causa de nuestro pueblo y sé que este es el camino que debo seguir. Hasta pronto, maldito anciano. Y con un impulso sordo, Mark despegó del suelo. No miró atrás, no volvió a hablar. Se elevó en línea recta, atravesando las nubes, dejando atrás tumbas, recuerdos, y una vida que ya no le pertenecía. Solo quedó el cielo, y el eco de un adiós que nunca fue cálido.
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  • Cuando reviví por ese Genjutsu, no era consciente de mis movimientos.... por ello acepte qué me asesinaran... que acabarán conmigo
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  • la noche era tranquila y dando un paseo por el paruqe te encontraste con Bloss, despues de un rato decidiste quitarte una duda de encima -que por que le temo tanto a mi viejo jefe?- parecio algo sobresaltado, su sola mencion apagaba el brillo de sus ojos, suspiro pesado rascandose las sienes -bueno... supongo que tarde o temprano tendria que explicar esto- te miró algo nervioso sin saber que decir primero-yo trabajaba para una empreza corrupta, malversion de dinero, robo e incluso asesinato, por obvias razones tenian que encubrir todo esto, y quien mejor que un niño de 12 años con sueños de grandeza? no dudaria dos veces en tomar la oportunidad... ni pensaria dos veces en nada mas pues "los adultos se encargan"- suspiro mirando al suelo -para mi desgracia aquel niño fui yo, empeze mi entrenamiento para cantante y pronto debute en el escenario, pero a cambio de la fama vino lo demas... mi jefe abuso de mi en todas las formas posibles, pero yo me quedaba por que deseaba ser cantante, aunque en realidad no tenia otra opcion... almenos ahsta que la empresa cayo por si sola-
    la noche era tranquila y dando un paseo por el paruqe te encontraste con Bloss, despues de un rato decidiste quitarte una duda de encima -que por que le temo tanto a mi viejo jefe?- parecio algo sobresaltado, su sola mencion apagaba el brillo de sus ojos, suspiro pesado rascandose las sienes -bueno... supongo que tarde o temprano tendria que explicar esto- te miró algo nervioso sin saber que decir primero-yo trabajaba para una empreza corrupta, malversion de dinero, robo e incluso asesinato, por obvias razones tenian que encubrir todo esto, y quien mejor que un niño de 12 años con sueños de grandeza? no dudaria dos veces en tomar la oportunidad... ni pensaria dos veces en nada mas pues "los adultos se encargan"- suspiro mirando al suelo -para mi desgracia aquel niño fui yo, empeze mi entrenamiento para cantante y pronto debute en el escenario, pero a cambio de la fama vino lo demas... mi jefe abuso de mi en todas las formas posibles, pero yo me quedaba por que deseaba ser cantante, aunque en realidad no tenia otra opcion... almenos ahsta que la empresa cayo por si sola-
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  • - Se escuchaba el ruido de la televisión de fondo mientras ella se estaba vistiendo con pantalón negro , camisa negra y un cinturon del mismo tono.

    " Noticias internacionales, el día de ayer en el lado oeste de Londres, la policía encontró, en el departamento de uno de los integrantes de la familia Carbone, una escena escalofriante.
    Aún se está investigando para saber si Paul Carbone que podría ser el cuerpo descuartizado que se encontró, junto a más de 8 de su equipo de seguridad.
    Las cámaras de seguridad no captaron nada solo hubo interferencia en ciertos puntos.
    Los vecinos del lugar tampoco vieron a nadie salir , ¿Será un asesinato perfectamente ejecutado, o un ataque de ira por parte del integrante de la familia Carbone?
    Lo sabremos dentro de los días "

    La mujer escucho la noticia mientras se preparaba un mokaccino, el café se había vuelto su mejor amigo estos meses para mantenerse despierta. En eso su teléfono suena , mira el número y reconoce el prefijo, Turquía -

    Aló..

    : En que diablos pensabas mujer!. Por esa razón mandaste a tu hijo conmigo?

    También es un gusto escucharte Asla, tanto tiempo.

    : no me cambies el tema, toma el primer vuelo y ven a casa. Necesito los detalles de lo que ocurre ... Hermana

    - esa palabra no la había escuchado en más de 20 años cuando a los 15 se fue de la protección de los Soykan.-

    Bien iré pero te responderé solo lo que puedas saber

    : Enviaré a Ati para que vaya a recogerte al aeropuerto.

    -del otro lado colgaron el teléfono, y la joven solo suspiro, Aslan era astuto pero impulsivo, no podía contarle todo si lo hacía podía involucrarlos en una guerra estúpida. Tomo su chaqueta , miro un momento la televisión y luego la apagó, saliendo de la habitación en dirección al aeropuerto -
    - Se escuchaba el ruido de la televisión de fondo mientras ella se estaba vistiendo con pantalón negro , camisa negra y un cinturon del mismo tono. " Noticias internacionales, el día de ayer en el lado oeste de Londres, la policía encontró, en el departamento de uno de los integrantes de la familia Carbone, una escena escalofriante. Aún se está investigando para saber si Paul Carbone que podría ser el cuerpo descuartizado que se encontró, junto a más de 8 de su equipo de seguridad. Las cámaras de seguridad no captaron nada solo hubo interferencia en ciertos puntos. Los vecinos del lugar tampoco vieron a nadie salir , ¿Será un asesinato perfectamente ejecutado, o un ataque de ira por parte del integrante de la familia Carbone? Lo sabremos dentro de los días " La mujer escucho la noticia mientras se preparaba un mokaccino, el café se había vuelto su mejor amigo estos meses para mantenerse despierta. En eso su teléfono suena , mira el número y reconoce el prefijo, Turquía - Aló.. 📱: En que diablos pensabas mujer!. Por esa razón mandaste a tu hijo conmigo? También es un gusto escucharte Asla, tanto tiempo. 📱: no me cambies el tema, toma el primer vuelo y ven a casa. Necesito los detalles de lo que ocurre ... Hermana - esa palabra no la había escuchado en más de 20 años cuando a los 15 se fue de la protección de los Soykan.- Bien iré pero te responderé solo lo que puedas saber 📱: Enviaré a Ati para que vaya a recogerte al aeropuerto. -del otro lado colgaron el teléfono, y la joven solo suspiro, Aslan era astuto pero impulsivo, no podía contarle todo si lo hacía podía involucrarlos en una guerra estúpida. Tomo su chaqueta , miro un momento la televisión y luego la apagó, saliendo de la habitación en dirección al aeropuerto -
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