—Se encuentra sentada en una de las incesantes salas del palacio de La Corte de la Primavera, claramente aburrida. Sin Nifrid en casa, el lugar se siente vacío, y Leïlla no es propensa a encuentros sociales.

Dreigh se ha acercado a ella, anunciando su llegada. Eso debe significar que, por fin, ha sucedido algo digno de su atención—. ¿Y bien? ¿Qué nuevas me traes? —

"Alteza, la isla de Akondro sigue acercándose peligrosamente a la recesión económica, las familias nobles siguen asentándose en El Señorío del Sur, y vuestro cuñado, Fernando, no está muy seguro de cómo proceder"

Leïlla chasqueó la lengua y después los dedos, haciendo salir a todo el servicio y guardias de la sala. Lentamente se incorporó, tomó aire y después lo soltó. Aquel condenado corsé le apretaba en los peores sitios—.

¿Puedo saber cómo esa idiota se las ha apañado para causar tantos problemas en tan poco tiempo? —Cuestionó; su tono se mantuvo firme, pese a estar, claramente, furiosa. Dreigh no respondió—. Qué noticias tenemos de Dovelac.

—"Vlad ya ha subido los impuestos de nuevo, pero en la ciudad de Brasov han comenzado a arder las primeras fábricas."—.

¿Y tú qué opinas?

—"Ya sabe lo que opino."—.

Si intervenimos militarmente en Akondro, romperemos todos los pactos que tenemos con el resto de reinos. No es tan sencillo.

—"No es la única que puede hacerlo. Ni tiene por qué afrontarlo sola, majestad. Siempre puede recurrirse a... alianzas menos ortodoxas".

Leïlla se quedó en silencio. ¿Ella? No podía estar hablando en serio—. Estás loco si piensas que la idiota de Rhianwen nos concederá una audiencia pacífica. Y más para discutir asuntos tan delicados... además, el imbécil de Vlad seguro que se lo toma como algo personal...

—Sin embargo, Rhianwen era la única con el poder económico y militar suficiente como para someter a Akondro después de Leïlla. Y ya no le quedaban muchas opciones—.
—Se encuentra sentada en una de las incesantes salas del palacio de La Corte de la Primavera, claramente aburrida. Sin Nifrid en casa, el lugar se siente vacío, y Leïlla no es propensa a encuentros sociales. Dreigh se ha acercado a ella, anunciando su llegada. Eso debe significar que, por fin, ha sucedido algo digno de su atención—. ¿Y bien? ¿Qué nuevas me traes? — "Alteza, la isla de Akondro sigue acercándose peligrosamente a la recesión económica, las familias nobles siguen asentándose en El Señorío del Sur, y vuestro cuñado, Fernando, no está muy seguro de cómo proceder" Leïlla chasqueó la lengua y después los dedos, haciendo salir a todo el servicio y guardias de la sala. Lentamente se incorporó, tomó aire y después lo soltó. Aquel condenado corsé le apretaba en los peores sitios—. ¿Puedo saber cómo esa idiota se las ha apañado para causar tantos problemas en tan poco tiempo? —Cuestionó; su tono se mantuvo firme, pese a estar, claramente, furiosa. Dreigh no respondió—. Qué noticias tenemos de Dovelac. —"Vlad ya ha subido los impuestos de nuevo, pero en la ciudad de Brasov han comenzado a arder las primeras fábricas."—. ¿Y tú qué opinas? —"Ya sabe lo que opino."—. Si intervenimos militarmente en Akondro, romperemos todos los pactos que tenemos con el resto de reinos. No es tan sencillo. —"No es la única que puede hacerlo. Ni tiene por qué afrontarlo sola, majestad. Siempre puede recurrirse a... alianzas menos ortodoxas". Leïlla se quedó en silencio. ¿Ella? No podía estar hablando en serio—. Estás loco si piensas que la idiota de Rhianwen nos concederá una audiencia pacífica. Y más para discutir asuntos tan delicados... además, el imbécil de Vlad seguro que se lo toma como algo personal... —Sin embargo, Rhianwen era la única con el poder económico y militar suficiente como para someter a Akondro después de Leïlla. Y ya no le quedaban muchas opciones—.
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