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—Aidna no tenía el placer de conocer a la Reina de Vindur en persona.
A decir verdad, pese a las historias terribles que le habían contado sobre la mujer, algo dentro de la joven princesa le hacía mirar a La Regina con otros ojos; no con los del miedo, sino con los de la admiración. Rhianwen era, cuanto menos, admirable en su afán de conquista. Humana, pero una humana poderosa... y peligrosa.
Quizá, Aidna había perdido el miedo mucho tiempo atrás. Uno no tiene miedo cuando no tiene absolutamente nada que perder. Shadi le había robado la capacidad de anhelar, de soñar, de volar. Su cuerpo estaba ya marchito tras tantos años de encierro, su alma de luchadora había acabado por doblegarse, y pese a su actitud desenfadada y burlona, cuando nadie miraba Aidna no sonreía. Sus maldades ya no le hacían reír, y toda la travesura ahora se había convertido en una mezcla de resentimiento y hastío.
Por ello, cuando recibió la carta de Rhianwen, se sorprendió al notar el rápido latido de su corazón. Fue en ese momento en el que decidió que ya había esperado demasiado, y que era hora hora de dejar caer la primera pieza de dominó.
Se encerró en sus aposentos e hizo llamar a su hermana, la única en la que podía confiar. Ella, y solo ella, sería capaz de asistirla con su plan.
Por fin iba a enercer su venganza. Aidna abrió las pesadas cortinas y observó el paisaje nevado—. Su alteza Rhianwen... un heredero. Interesante.
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—Aidna no tenía el placer de conocer a la Reina de Vindur en persona.
A decir verdad, pese a las historias terribles que le habían contado sobre la mujer, algo dentro de la joven princesa le hacía mirar a La Regina con otros ojos; no con los del miedo, sino con los de la admiración. Rhianwen era, cuanto menos, admirable en su afán de conquista. Humana, pero una humana poderosa... y peligrosa.
Quizá, Aidna había perdido el miedo mucho tiempo atrás. Uno no tiene miedo cuando no tiene absolutamente nada que perder. Shadi le había robado la capacidad de anhelar, de soñar, de volar. Su cuerpo estaba ya marchito tras tantos años de encierro, su alma de luchadora había acabado por doblegarse, y pese a su actitud desenfadada y burlona, cuando nadie miraba Aidna no sonreía. Sus maldades ya no le hacían reír, y toda la travesura ahora se había convertido en una mezcla de resentimiento y hastío.
Por ello, cuando recibió la carta de Rhianwen, se sorprendió al notar el rápido latido de su corazón. Fue en ese momento en el que decidió que ya había esperado demasiado, y que era hora hora de dejar caer la primera pieza de dominó.
Se encerró en sus aposentos e hizo llamar a su hermana, la única en la que podía confiar. Ella, y solo ella, sería capaz de asistirla con su plan.
Por fin iba a enercer su venganza. Aidna abrió las pesadas cortinas y observó el paisaje nevado—. Su alteza Rhianwen... un heredero. Interesante.
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—Aidna no tenía el placer de conocer a la Reina de Vindur en persona.
A decir verdad, pese a las historias terribles que le habían contado sobre la mujer, algo dentro de la joven princesa le hacía mirar a La Regina con otros ojos; no con los del miedo, sino con los de la admiración. Rhianwen era, cuanto menos, admirable en su afán de conquista. Humana, pero una humana poderosa... y peligrosa.
Quizá, Aidna había perdido el miedo mucho tiempo atrás. Uno no tiene miedo cuando no tiene absolutamente nada que perder. Shadi le había robado la capacidad de anhelar, de soñar, de volar. Su cuerpo estaba ya marchito tras tantos años de encierro, su alma de luchadora había acabado por doblegarse, y pese a su actitud desenfadada y burlona, cuando nadie miraba Aidna no sonreía. Sus maldades ya no le hacían reír, y toda la travesura ahora se había convertido en una mezcla de resentimiento y hastío.
Por ello, cuando recibió la carta de Rhianwen, se sorprendió al notar el rápido latido de su corazón. Fue en ese momento en el que decidió que ya había esperado demasiado, y que era hora hora de dejar caer la primera pieza de dominó.
Se encerró en sus aposentos e hizo llamar a su hermana, la única en la que podía confiar. Ella, y solo ella, sería capaz de asistirla con su plan.
Por fin iba a enercer su venganza. Aidna abrió las pesadas cortinas y observó el paisaje nevado—. Su alteza Rhianwen... un heredero. Interesante.
Tipo
Individual
LΓneas
1
Estado
Terminado