•—La Madrastra II

Para sorpresa de nadie, la mujer lo niega todo. Tolek sabe que ella miente, pero no importa cuantas veces se lo diga, ella sigue mintiendo pese a ser perfectamente consciente de que no está convenciéndole. ¿Tan comprometida con sus mentiras está? Se pregunta, y entonces repara en un detalle muy importante. La mujer lleva gafas.

— Señora, voy a necesitar sus gafas —le dice el brujo—. No se preocupe, seré cuidadoso.

La mujer vacila por un momento, pero acaba entregándoselas.

El brujo se despide de la mujer y abandona la habitación para regresar a la sala, donde encuentra al hombre en actitud de consternación, cabizbajo, bien cruzado de brazos y casi como encorvado sobre sí mismo.

"Este hombre no tiene poder aquí. Quien lidera y da las órdenes debe ser su mujer", piensa.

— ¿Dónde está su hija?

Poco después, el hombre le acompaña hacia otro cuarto, este en la primera planta. Dentro, en una estancia más pequeña de lo usual, se encuentra una joven sentada al borde de una cama. Las ventanas están cerradas y con las cortinas corridas, todas excepto una que deja entrar un fino rayo de luz que despeja frágilmente la penumbra. En cuanto el hombre lo nota, se apresura a cerrar la cortina y la ventana, que estaba apenas entreabierta.

— Tu madre ha dicho que debes mantener el cuarto oscuro —advierte—. Para que no te duelan los ojos.

Tolek, pese a los movimientos del padre, observa detenidamente a la silenciosa muchacha. Tiene el cabello largo y lo lleva suelto, viste un camisón y va descalza. Sus ojos están cubiertos por un vendaje blanco, pulcro y bien aplicado.

"Está encerrada y viste como si su única salida fuera meterse a la cama. Ni siquiera lleva pantuflas", evalúa mentalmente. "Apuesto a que no le permiten salir ni a la sala".

— Necesito hablar con ella a solas —declara.

Por supuesto, aquello pone al padre muy nervioso. Parece dudar, su primer impulso es el de consultarlo con su mujer, por eso echa un fugaz vistazo hacia arriba, adonde se encuentra el cuarto de la señora.

Tolek espera pacientemente, hasta que el hombre accede en el que parece un arranque de rebeldía que le retira apresuradamente del lugar.

El brujo intenta trabar el picaporte de la puerta tan pronto como el hombre se va, pero no lo encuentra. "Le han negado incluso la privacidad", piensa.

En cualquier caso, traba la puerta con un conjuro que, además, no dejará escapar ningún ruido.

— Estás a salvo, no podrán escuchar lo que me digas y yo no se los diré —asegura—. Mi nombre es Tolek, soy un brujo —se presenta—. Tu padre me llamó para ayudarte con tu ceguera, así que, cuando estés lista, comienza por retirarte las vendas de los ojos.

#ElBrujoCojo #Brujerías
•—La Madrastra II Para sorpresa de nadie, la mujer lo niega todo. Tolek sabe que ella miente, pero no importa cuantas veces se lo diga, ella sigue mintiendo pese a ser perfectamente consciente de que no está convenciéndole. ¿Tan comprometida con sus mentiras está? Se pregunta, y entonces repara en un detalle muy importante. La mujer lleva gafas. — Señora, voy a necesitar sus gafas —le dice el brujo—. No se preocupe, seré cuidadoso. La mujer vacila por un momento, pero acaba entregándoselas. El brujo se despide de la mujer y abandona la habitación para regresar a la sala, donde encuentra al hombre en actitud de consternación, cabizbajo, bien cruzado de brazos y casi como encorvado sobre sí mismo. "Este hombre no tiene poder aquí. Quien lidera y da las órdenes debe ser su mujer", piensa. — ¿Dónde está su hija? Poco después, el hombre le acompaña hacia otro cuarto, este en la primera planta. Dentro, en una estancia más pequeña de lo usual, se encuentra una joven sentada al borde de una cama. Las ventanas están cerradas y con las cortinas corridas, todas excepto una que deja entrar un fino rayo de luz que despeja frágilmente la penumbra. En cuanto el hombre lo nota, se apresura a cerrar la cortina y la ventana, que estaba apenas entreabierta. — Tu madre ha dicho que debes mantener el cuarto oscuro —advierte—. Para que no te duelan los ojos. Tolek, pese a los movimientos del padre, observa detenidamente a la silenciosa muchacha. Tiene el cabello largo y lo lleva suelto, viste un camisón y va descalza. Sus ojos están cubiertos por un vendaje blanco, pulcro y bien aplicado. "Está encerrada y viste como si su única salida fuera meterse a la cama. Ni siquiera lleva pantuflas", evalúa mentalmente. "Apuesto a que no le permiten salir ni a la sala". — Necesito hablar con ella a solas —declara. Por supuesto, aquello pone al padre muy nervioso. Parece dudar, su primer impulso es el de consultarlo con su mujer, por eso echa un fugaz vistazo hacia arriba, adonde se encuentra el cuarto de la señora. Tolek espera pacientemente, hasta que el hombre accede en el que parece un arranque de rebeldía que le retira apresuradamente del lugar. El brujo intenta trabar el picaporte de la puerta tan pronto como el hombre se va, pero no lo encuentra. "Le han negado incluso la privacidad", piensa. En cualquier caso, traba la puerta con un conjuro que, además, no dejará escapar ningún ruido. — Estás a salvo, no podrán escuchar lo que me digas y yo no se los diré —asegura—. Mi nombre es Tolek, soy un brujo —se presenta—. Tu padre me llamó para ayudarte con tu ceguera, así que, cuando estés lista, comienza por retirarte las vendas de los ojos. #ElBrujoCojo #Brujerías
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