Un día como cualquier otro...

La habitación del cuarto de la panadería de Khan desapareció de su sitio, así sin más. A través de las ventanas se podía ver un paisaje blanco, lleno de luz, pero sin sol ni energía del que proveniera. Era luz estancada, atrapada en un vórtice donde perdió toda su esencia y se convirtió en una simpla lámpara que ilumina todo alrededor.

Afuera de la habitación, Añil se encuentra en su forma de sierpe oscura proyectando a su alrededor trozos de recuerdos que se entremezclan como fragmentos de películas diferentes y dispares. Son vivencias, Añil las está analizando y estudiando, algunas las repite una y otra vez a su alrededor, como la escena en que numerosas almas en forma de estrellas fugaces eran conducidas por él mismo hacia las garras univerdales de la Muerte, un trabajo que ningún preservador debería hacer.

Pero Añil era cada día menos preservador y más alguna otra cosa.

Las almas eran nada menos que las criaturas que murieron cuando Adda tuvo ese berrinche que afectó de tal forma su dimensión personal, que estremeció los radares de todos los que le ponían atención. Entre estos se encontraba Añil.

— Lo que pase una vez... volverá a suceder.

De pronto, Añil se gira para echar un vistazo a su morada que es la habitación de Khan. Es el único lugar y pertenece a la única persona que le transmite tanta confianza y seguridad, como para atreverse a abrir y enlazar su archivo personal, fuera de la biblioteca.
Un día como cualquier otro... La habitación del cuarto de la panadería de Khan desapareció de su sitio, así sin más. A través de las ventanas se podía ver un paisaje blanco, lleno de luz, pero sin sol ni energía del que proveniera. Era luz estancada, atrapada en un vórtice donde perdió toda su esencia y se convirtió en una simpla lámpara que ilumina todo alrededor. Afuera de la habitación, Añil se encuentra en su forma de sierpe oscura proyectando a su alrededor trozos de recuerdos que se entremezclan como fragmentos de películas diferentes y dispares. Son vivencias, Añil las está analizando y estudiando, algunas las repite una y otra vez a su alrededor, como la escena en que numerosas almas en forma de estrellas fugaces eran conducidas por él mismo hacia las garras univerdales de la Muerte, un trabajo que ningún preservador debería hacer. Pero Añil era cada día menos preservador y más alguna otra cosa. Las almas eran nada menos que las criaturas que murieron cuando Adda tuvo ese berrinche que afectó de tal forma su dimensión personal, que estremeció los radares de todos los que le ponían atención. Entre estos se encontraba Añil. — Lo que pase una vez... volverá a suceder. De pronto, Añil se gira para echar un vistazo a su morada que es la habitación de Khan. Es el único lugar y pertenece a la única persona que le transmite tanta confianza y seguridad, como para atreverse a abrir y enlazar su archivo personal, fuera de la biblioteca.
Me encocora
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