Corresponde a la hostilidad de los felinos con un bufido y lo que debería ser una amenazante llamarada, pero resulta en un espeso humo tan negro como el aura que se levanta tras de sí asumiendo su forma original, enorme, poderosa, y mucho más lúgubre de lo usual al carecer por completo de las llamas.
No le teme a los gatos, ni a la eterna. Aunque conoce el gran poder que guardan las fuerzas primigenias, también sabe que ésta en particular es inofensiva. Le ha visto enojada y ofendida y siempre arremetió contra si mismas. Piensa en la posibilidad, pero no tarda en descartar del todo el hacerla culpable del estado del preservador.
Se acerca, cambiando la estantería donde se apoya por el respaldar de una silla, para poder alcanzar a la serpiente. Apoya la mano sobre las escamas. Le siente frío y le parece normal, Añil normalmente lo está. También siente el impulso de calentarle, abrigarle, pero no puede abrazarle en esta forma. Recorre, pues, la extensión de la serpiente deslizando la mano sobre su suave superficie en busca de su cabeza.
No le teme a los gatos, ni a la eterna. Aunque conoce el gran poder que guardan las fuerzas primigenias, también sabe que ésta en particular es inofensiva. Le ha visto enojada y ofendida y siempre arremetió contra si mismas. Piensa en la posibilidad, pero no tarda en descartar del todo el hacerla culpable del estado del preservador.
Se acerca, cambiando la estantería donde se apoya por el respaldar de una silla, para poder alcanzar a la serpiente. Apoya la mano sobre las escamas. Le siente frío y le parece normal, Añil normalmente lo está. También siente el impulso de calentarle, abrigarle, pero no puede abrazarle en esta forma. Recorre, pues, la extensión de la serpiente deslizando la mano sobre su suave superficie en busca de su cabeza.
Corresponde a la hostilidad de los felinos con un bufido y lo que debería ser una amenazante llamarada, pero resulta en un espeso humo tan negro como el aura que se levanta tras de sí asumiendo su forma original, enorme, poderosa, y mucho más lúgubre de lo usual al carecer por completo de las llamas.
No le teme a los gatos, ni a la eterna. Aunque conoce el gran poder que guardan las fuerzas primigenias, también sabe que ésta en particular es inofensiva. Le ha visto enojada y ofendida y siempre arremetió contra si mismas. Piensa en la posibilidad, pero no tarda en descartar del todo el hacerla culpable del estado del preservador.
Se acerca, cambiando la estantería donde se apoya por el respaldar de una silla, para poder alcanzar a la serpiente. Apoya la mano sobre las escamas. Le siente frío y le parece normal, Añil normalmente lo está. También siente el impulso de calentarle, abrigarle, pero no puede abrazarle en esta forma. Recorre, pues, la extensión de la serpiente deslizando la mano sobre su suave superficie en busca de su cabeza.