— Gracias —suelta sin entonación, recibiendo la bolsa en la que puede sentir claramente la energía del palantir, dándose la vuelta en el acto para regresar por donde vino, directo a la panadería que no ha visto fuego arder ni venta alguna el corriente día.

Al llegar, se encuentra con una señora de edad avanzada que suele venir a esta hora a por el pan para la merienda. La despacha con unas pocas palabras, sin mediar explicación, e ingresa al local cerrando tras de si, pero sin echar llave.

Sigue hasta la parte trasera, donde se encuentra la bodega, una habitación amplia y sin ventanas, apenas iluminada por una triste lampara de techo. Descubre el palantir y, sosteniéndolo con una sola mano, cierra los ojos para concentrarse en la imagen, el aroma y la esencia del preservador cuya ausencia sintió desde la primer noche, pero no fue hasta esta mañana cuando decidió que la desaparición era demasiada extraña como para tratarse de un acto premeditado.

Cuando logra fijar la conexión con el preservador, abre los ojos, del todo negros, y azota la piedra que brilla color purpura contra el suelo de concreto, con tal fuerza que el suelo se agrieta y el palantir se parte. Inmediatamente, la abertura en la piedra absorbe su cuerpo desgarrando cada músculo, quebrando cada hueso.

Khan desaparece de este plano y los trozos del palantir vuelven a unirse por si mismos, regresando a la normalidad.
— Gracias —suelta sin entonación, recibiendo la bolsa en la que puede sentir claramente la energía del palantir, dándose la vuelta en el acto para regresar por donde vino, directo a la panadería que no ha visto fuego arder ni venta alguna el corriente día. Al llegar, se encuentra con una señora de edad avanzada que suele venir a esta hora a por el pan para la merienda. La despacha con unas pocas palabras, sin mediar explicación, e ingresa al local cerrando tras de si, pero sin echar llave. Sigue hasta la parte trasera, donde se encuentra la bodega, una habitación amplia y sin ventanas, apenas iluminada por una triste lampara de techo. Descubre el palantir y, sosteniéndolo con una sola mano, cierra los ojos para concentrarse en la imagen, el aroma y la esencia del preservador cuya ausencia sintió desde la primer noche, pero no fue hasta esta mañana cuando decidió que la desaparición era demasiada extraña como para tratarse de un acto premeditado. Cuando logra fijar la conexión con el preservador, abre los ojos, del todo negros, y azota la piedra que brilla color purpura contra el suelo de concreto, con tal fuerza que el suelo se agrieta y el palantir se parte. Inmediatamente, la abertura en la piedra absorbe su cuerpo desgarrando cada músculo, quebrando cada hueso. Khan desaparece de este plano y los trozos del palantir vuelven a unirse por si mismos, regresando a la normalidad.
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