La relajación, las palabras y el acompañamiento de su amante facilitan en proceso reduciendo a un par de minutos las horas que su cuerpo, mente y alma exigen. Su corazón al fin recupera la paz. También logra relajarse, distendiendo los músculos sin descuidarle en ningún momento, de tal manera que termina arrodillado en el suelo, dejando espacio entre las piernas para el hechicero. Así, puede soltarle, lentamente, usando las alas a modo de respaldo para él.
Cabizbajo, retira el anillo de su dedo meñique y busca la mano ajena, la zurda, para colocarlo en su dedo anular. Después, lo acerca al rostro y besa la joya, también su piel, manteniendo los labios contra él por un largo momento, respirando lentamente mientras concentra su propia esencia en el oro que, muy posiblemente, brillará con luz propia durante las próximas semanas.
— Te amo, Tolek —susurra sin despegarse, con voz rasposa y la garganta reseca— Te amo, sin importar que.
Cabizbajo, retira el anillo de su dedo meñique y busca la mano ajena, la zurda, para colocarlo en su dedo anular. Después, lo acerca al rostro y besa la joya, también su piel, manteniendo los labios contra él por un largo momento, respirando lentamente mientras concentra su propia esencia en el oro que, muy posiblemente, brillará con luz propia durante las próximas semanas.
— Te amo, Tolek —susurra sin despegarse, con voz rasposa y la garganta reseca— Te amo, sin importar que.
La relajación, las palabras y el acompañamiento de su amante facilitan en proceso reduciendo a un par de minutos las horas que su cuerpo, mente y alma exigen. Su corazón al fin recupera la paz. También logra relajarse, distendiendo los músculos sin descuidarle en ningún momento, de tal manera que termina arrodillado en el suelo, dejando espacio entre las piernas para el hechicero. Así, puede soltarle, lentamente, usando las alas a modo de respaldo para él.
Cabizbajo, retira el anillo de su dedo meñique y busca la mano ajena, la zurda, para colocarlo en su dedo anular. Después, lo acerca al rostro y besa la joya, también su piel, manteniendo los labios contra él por un largo momento, respirando lentamente mientras concentra su propia esencia en el oro que, muy posiblemente, brillará con luz propia durante las próximas semanas.
— Te amo, Tolek —susurra sin despegarse, con voz rasposa y la garganta reseca— Te amo, sin importar que.
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