Cuando le ve tan cerca, tan real, sin heridas ni mal aparente, sus ojos se humedecen. Algunas lagrimas ruedan por sus mejillas, pero aún es capaz de contenerse gracias a la instrucción que recibe y obedece como hará con cada palabra de su amado.

Asiente con un gesto que asemeja a un tic nervioso y le sigue el paso, de cerca, aprovechando que la alta figura del profesor despeja el camino para él.

Cuando finalmente están solos, la represa se rompe y las palabras no importan. No puede escucharlas, no puede responder, solo puede abrazarle con tanto amor como firmeza y delicadeza, empujando el rostro contra su cuello, apoyando las manos abiertas en su espalda como si quisiera cubrirle por completo para nunca más dejarle ir. Y un segundo después, lo logra, desplegando las alas con que le envuelve, y se envuelve, creando un reducido pero muy seguro espacio para ellos dos, donde una pequeña llovizna de destellos, cálidos al tacto, les cubre.

Respira profundo. Se llena de su aroma, de su esencia. Con los ojos cerrados, le siente, le quiere y añora. Podría estar así por horas, con él, no necesita más.
Cuando le ve tan cerca, tan real, sin heridas ni mal aparente, sus ojos se humedecen. Algunas lagrimas ruedan por sus mejillas, pero aún es capaz de contenerse gracias a la instrucción que recibe y obedece como hará con cada palabra de su amado. Asiente con un gesto que asemeja a un tic nervioso y le sigue el paso, de cerca, aprovechando que la alta figura del profesor despeja el camino para él. Cuando finalmente están solos, la represa se rompe y las palabras no importan. No puede escucharlas, no puede responder, solo puede abrazarle con tanto amor como firmeza y delicadeza, empujando el rostro contra su cuello, apoyando las manos abiertas en su espalda como si quisiera cubrirle por completo para nunca más dejarle ir. Y un segundo después, lo logra, desplegando las alas con que le envuelve, y se envuelve, creando un reducido pero muy seguro espacio para ellos dos, donde una pequeña llovizna de destellos, cálidos al tacto, les cubre. Respira profundo. Se llena de su aroma, de su esencia. Con los ojos cerrados, le siente, le quiere y añora. Podría estar así por horas, con él, no necesita más.
Me encocora
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