Recorre todo el camino sosteniendo y mimando su mano. Aunque es casi un kilómetro y no lleva ninguna prisa, se le hace corto. Llegan en un momento y la panadería les recibe con su ambiente cálido, casi caliente, aunque los hornos llevan toda la tarde apagados. Y es que el Balrog lleva varias semanas aquí, este ya es su territorio y guarda una pequeña parte de él, de su alma y poder.
Abre la puerta para él y le escolta hasta detrás del mostrador, donde le toma por la cintura para alzarle y sentarle gentilmente sobre el mesón. Antes de separarse y poner manos a la obra, deja un suave beso sobre sus labios.
— Sardinas, queso, tomate ¿Aceitunas? ¿Roquefort? Anda. Aprovecha y date gusto, hice la compra está mañana y la despensa está bien provista.
Abre la puerta para él y le escolta hasta detrás del mostrador, donde le toma por la cintura para alzarle y sentarle gentilmente sobre el mesón. Antes de separarse y poner manos a la obra, deja un suave beso sobre sus labios.
— Sardinas, queso, tomate ¿Aceitunas? ¿Roquefort? Anda. Aprovecha y date gusto, hice la compra está mañana y la despensa está bien provista.
Recorre todo el camino sosteniendo y mimando su mano. Aunque es casi un kilómetro y no lleva ninguna prisa, se le hace corto. Llegan en un momento y la panadería les recibe con su ambiente cálido, casi caliente, aunque los hornos llevan toda la tarde apagados. Y es que el Balrog lleva varias semanas aquí, este ya es su territorio y guarda una pequeña parte de él, de su alma y poder.
Abre la puerta para él y le escolta hasta detrás del mostrador, donde le toma por la cintura para alzarle y sentarle gentilmente sobre el mesón. Antes de separarse y poner manos a la obra, deja un suave beso sobre sus labios.
— Sardinas, queso, tomate ¿Aceitunas? ¿Roquefort? Anda. Aprovecha y date gusto, hice la compra está mañana y la despensa está bien provista.
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