Y así había dado inicio la búsqueda de Irura por una cámara fotográfica -o, mejor dicho, alguien capaz de crear una- que pudiese ser operada sin usar la vista.

¿Sonaba inverosímil? Quizás, pero no más inverosímil que crear sinfonías enteras sin el sentido del oído... y eso ya se había hecho.

—Tal vez... ¿una alarma sonora que indique cuando el objetivo de la foto está en el encuadre? Hm... —pensaba, y El Libro respondía. Es que sus páginas cambiaban, siempre cambiaban, conforme lo que necesitase su lector conocer. O, mejor dicho, lo que creyese el lector necesitar -pequeña e importante diferencia, pues era El Libro un ser mezquino y travieso, a veces-.

—Un ingeniero o un científico, muy probablemente. Ahora, ¿dónde encuentro a alguien así?
Y así había dado inicio la búsqueda de Irura por una cámara fotográfica -o, mejor dicho, alguien capaz de crear una- que pudiese ser operada sin usar la vista. ¿Sonaba inverosímil? Quizás, pero no más inverosímil que crear sinfonías enteras sin el sentido del oído... y eso ya se había hecho. —Tal vez... ¿una alarma sonora que indique cuando el objetivo de la foto está en el encuadre? Hm... —pensaba, y El Libro respondía. Es que sus páginas cambiaban, siempre cambiaban, conforme lo que necesitase su lector conocer. O, mejor dicho, lo que creyese el lector necesitar -pequeña e importante diferencia, pues era El Libro un ser mezquino y travieso, a veces-. —Un ingeniero o un científico, muy probablemente. Ahora, ¿dónde encuentro a alguien así?
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