Un ronroneo se le escapó de forma inevitable cuando sus pies se detuvieron delante del casino. Hacía tiempo no pasaba por allí, específicamente desde su última recaída, una que había sucedido hacía mucho tiempo incluso antes de que los niños nacieran. Mismos que ahora se encontraban a cada uno de sus lados.
Como no podía ser de otra forma, ambos con ojos abiertos y brillantes, cargados de ilusión y entusiasmo al ver el colorido casino frente a ellos, lleno de luces y colores. ¿Cómo culparlos de creer que parecía mágico? Él se había encargado de eso.

— No se alejen de mi, no se acerquen ni hablen con desconocidos y hagan todo lo que yo les diga —

Pero tampoco era idiota. Aunque en el edificio no sucediesen cosas inapropiadas como en el trabajo de Angel, no dejaba de ser un establecimiento para adultos. Nada preparado para niños. Y él de buenas a primeras sabía cómo podía ser un jugador ebrio y perdedor de violento.
Tan solo poner un pie dentro del lugar ya los recibieron ellas; Las Huskettes. Sus empleadas principales y sus acompañantes en sus tiempos como overlord que vestían con colores similares a los suyos mientras mantenían una temática de vestimenta mágica y felina.

Una sonrisa le dedicó a una junto con un pequeño guiño mientras tomaba entre sus manos un vaso de licor. Aunque la idea beber hasta el hartazgo era tentadora, se mantenía firme en que no sucediera solo porque estaba con sus hijos.

— Por aquí —

Le dijo a los menores y es que otras de las Huskettes ya había preparado una mesa para él. Dejando que los niños se sentaran en los pequeños taburetes mientras la trabajadora los entretenía con juegos de cartas, por supuesto, nada difícil para dos pequeños y, con aún más obviedad, sin apuestas de por medio.
Incluso algún pequeño truco de cartas al barajar les hizo para mantenerlos aún más entretenidos mientras él, bebiendo, aguardaba por la llegada de Arackniss
Un ronroneo se le escapó de forma inevitable cuando sus pies se detuvieron delante del casino. Hacía tiempo no pasaba por allí, específicamente desde su última recaída, una que había sucedido hacía mucho tiempo incluso antes de que los niños nacieran. Mismos que ahora se encontraban a cada uno de sus lados. Como no podía ser de otra forma, ambos con ojos abiertos y brillantes, cargados de ilusión y entusiasmo al ver el colorido casino frente a ellos, lleno de luces y colores. ¿Cómo culparlos de creer que parecía mágico? Él se había encargado de eso. — No se alejen de mi, no se acerquen ni hablen con desconocidos y hagan todo lo que yo les diga — Pero tampoco era idiota. Aunque en el edificio no sucediesen cosas inapropiadas como en el trabajo de Angel, no dejaba de ser un establecimiento para adultos. Nada preparado para niños. Y él de buenas a primeras sabía cómo podía ser un jugador ebrio y perdedor de violento. Tan solo poner un pie dentro del lugar ya los recibieron ellas; Las Huskettes. Sus empleadas principales y sus acompañantes en sus tiempos como overlord que vestían con colores similares a los suyos mientras mantenían una temática de vestimenta mágica y felina. Una sonrisa le dedicó a una junto con un pequeño guiño mientras tomaba entre sus manos un vaso de licor. Aunque la idea beber hasta el hartazgo era tentadora, se mantenía firme en que no sucediera solo porque estaba con sus hijos. — Por aquí — Le dijo a los menores y es que otras de las Huskettes ya había preparado una mesa para él. Dejando que los niños se sentaran en los pequeños taburetes mientras la trabajadora los entretenía con juegos de cartas, por supuesto, nada difícil para dos pequeños y, con aún más obviedad, sin apuestas de por medio. Incluso algún pequeño truco de cartas al barajar les hizo para mantenerlos aún más entretenidos mientras él, bebiendo, aguardaba por la llegada de [Grumpyspid3r]
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