Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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La mañana después de la Luna Roja
A pesar de todo lo ocurrido, el castillo Queen despierta en silencio.
No hay señales de Yokai.
No hay sombras errantes.
No hay grietas de luna.
Yuna duerme tranquila.
Akane vigila desde la distancia.
El mundo, por un respiro, parece en orden.
Yo, sin embargo, no.
Me pongo un kimono de entrenamiento, blanco con ribetes oscuros, y me ajusto el cinturón con un nudo firme.
Hoy entrenaré con Shein, así lo prometió.
Debo aprender a controlar a Veythra… antes de que Veythra me controle a mí.
Camino entre los pasillos silenciosos hasta llegar al Jardín Ishtar, aún húmedo por el rocío.
Espero.
Y espero.
Dos horas.
Shein no aparece.
Respiro hondo.
Aprieto la vaina de Veythra contra mi costado.
—Entrenaré sola entonces…
---
La primera herida del orgullo
Veythra tiembla dentro de la funda, como si se irritara por mi impaciencia.
Como si quisiera salir.
Como si respirara.
La desenvaino.
Silencio absoluto.
No hay pájaros, no hay viento, no hay nada.
Cuando la sostengo, el mundo se queda sin sonido.
—Eso es… —susurro, sintiéndome poderosa—. Te tengo dominada.
Me coloco frente a un tronco grueso.
Tomo postura.
Ajusto los pies.
Levanto la espada.
Cargo el peso.
Y…
¡CLACK!
La hoja rebota como si hubiese golpeado piedra celestial.
El tronco ni se mueve.
Yo sí.
Pierdo el equilibrio.
Casi me estampo contra el suelo…
y termino directamente sentada en el barro como una niña que no sabe ni coger un palo.
En ese instante, un sonido se cuela desde arriba.
Una risa.
Su risa.
Levanto la vista.
Ryu está sentada en la rama de un árbol, con una pierna colgando, viéndome como si fuera el mejor espectáculo de la mañana.
Su pelo oscuro cae por un lado, la sombra del árbol resalta sus ojos dorados y sus colmillitos aparecen con esa sonrisa maliciosa que me derrite y me irrita por igual.
Yo aprieto los labios, hago pucheritos y me cruzo de brazos mientras enfundo de golpe a Veythra.
—¿De qué te ríes tú?! —protesto, roja como una fresa.
Ryu tarda en contestar.
Demasiado.
Con esa calma que me desespera, se inclina un poco hacia adelante, apoyando la mejilla en su mano.
—Ya casi lo tienes, cachorrita.
Y vuelve a reír.
Otra vez.
Mis mejillas arden.
Mi orgullo llora.
Mi corazón se acelera.
Recojo mis cosas sin mirarla, indignada, frustrada, deseando desaparecer del jardín.
Ryu sigue riéndose mientras salto la valla y me voy.
Aunque lo que más duele…
es que lo hace con cariño.
La mañana después de la Luna Roja
A pesar de todo lo ocurrido, el castillo Queen despierta en silencio.
No hay señales de Yokai.
No hay sombras errantes.
No hay grietas de luna.
Yuna duerme tranquila.
Akane vigila desde la distancia.
El mundo, por un respiro, parece en orden.
Yo, sin embargo, no.
Me pongo un kimono de entrenamiento, blanco con ribetes oscuros, y me ajusto el cinturón con un nudo firme.
Hoy entrenaré con Shein, así lo prometió.
Debo aprender a controlar a Veythra… antes de que Veythra me controle a mí.
Camino entre los pasillos silenciosos hasta llegar al Jardín Ishtar, aún húmedo por el rocío.
Espero.
Y espero.
Dos horas.
Shein no aparece.
Respiro hondo.
Aprieto la vaina de Veythra contra mi costado.
—Entrenaré sola entonces…
---
La primera herida del orgullo
Veythra tiembla dentro de la funda, como si se irritara por mi impaciencia.
Como si quisiera salir.
Como si respirara.
La desenvaino.
Silencio absoluto.
No hay pájaros, no hay viento, no hay nada.
Cuando la sostengo, el mundo se queda sin sonido.
—Eso es… —susurro, sintiéndome poderosa—. Te tengo dominada.
Me coloco frente a un tronco grueso.
Tomo postura.
Ajusto los pies.
Levanto la espada.
Cargo el peso.
Y…
¡CLACK!
La hoja rebota como si hubiese golpeado piedra celestial.
El tronco ni se mueve.
Yo sí.
Pierdo el equilibrio.
Casi me estampo contra el suelo…
y termino directamente sentada en el barro como una niña que no sabe ni coger un palo.
En ese instante, un sonido se cuela desde arriba.
Una risa.
Su risa.
Levanto la vista.
Ryu está sentada en la rama de un árbol, con una pierna colgando, viéndome como si fuera el mejor espectáculo de la mañana.
Su pelo oscuro cae por un lado, la sombra del árbol resalta sus ojos dorados y sus colmillitos aparecen con esa sonrisa maliciosa que me derrite y me irrita por igual.
Yo aprieto los labios, hago pucheritos y me cruzo de brazos mientras enfundo de golpe a Veythra.
—¿De qué te ríes tú?! —protesto, roja como una fresa.
Ryu tarda en contestar.
Demasiado.
Con esa calma que me desespera, se inclina un poco hacia adelante, apoyando la mejilla en su mano.
—Ya casi lo tienes, cachorrita.
Y vuelve a reír.
Otra vez.
Mis mejillas arden.
Mi orgullo llora.
Mi corazón se acelera.
Recojo mis cosas sin mirarla, indignada, frustrada, deseando desaparecer del jardín.
Ryu sigue riéndose mientras salto la valla y me voy.
Aunque lo que más duele…
es que lo hace con cariño.
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La mañana después de la Luna Roja
A pesar de todo lo ocurrido, el castillo Queen despierta en silencio.
No hay señales de Yokai.
No hay sombras errantes.
No hay grietas de luna.
Yuna duerme tranquila.
Akane vigila desde la distancia.
El mundo, por un respiro, parece en orden.
Yo, sin embargo, no.
Me pongo un kimono de entrenamiento, blanco con ribetes oscuros, y me ajusto el cinturón con un nudo firme.
Hoy entrenaré con Shein, así lo prometió.
Debo aprender a controlar a Veythra… antes de que Veythra me controle a mí.
Camino entre los pasillos silenciosos hasta llegar al Jardín Ishtar, aún húmedo por el rocío.
Espero.
Y espero.
Dos horas.
Shein no aparece.
Respiro hondo.
Aprieto la vaina de Veythra contra mi costado.
—Entrenaré sola entonces…
---
La primera herida del orgullo
Veythra tiembla dentro de la funda, como si se irritara por mi impaciencia.
Como si quisiera salir.
Como si respirara.
La desenvaino.
Silencio absoluto.
No hay pájaros, no hay viento, no hay nada.
Cuando la sostengo, el mundo se queda sin sonido.
—Eso es… —susurro, sintiéndome poderosa—. Te tengo dominada.
Me coloco frente a un tronco grueso.
Tomo postura.
Ajusto los pies.
Levanto la espada.
Cargo el peso.
Y…
¡CLACK!
La hoja rebota como si hubiese golpeado piedra celestial.
El tronco ni se mueve.
Yo sí.
Pierdo el equilibrio.
Casi me estampo contra el suelo…
y termino directamente sentada en el barro como una niña que no sabe ni coger un palo.
En ese instante, un sonido se cuela desde arriba.
Una risa.
Su risa.
Levanto la vista.
Ryu está sentada en la rama de un árbol, con una pierna colgando, viéndome como si fuera el mejor espectáculo de la mañana.
Su pelo oscuro cae por un lado, la sombra del árbol resalta sus ojos dorados y sus colmillitos aparecen con esa sonrisa maliciosa que me derrite y me irrita por igual.
Yo aprieto los labios, hago pucheritos y me cruzo de brazos mientras enfundo de golpe a Veythra.
—¿De qué te ríes tú?! —protesto, roja como una fresa.
Ryu tarda en contestar.
Demasiado.
Con esa calma que me desespera, se inclina un poco hacia adelante, apoyando la mejilla en su mano.
—Ya casi lo tienes, cachorrita.
Y vuelve a reír.
Otra vez.
Mis mejillas arden.
Mi orgullo llora.
Mi corazón se acelera.
Recojo mis cosas sin mirarla, indignada, frustrada, deseando desaparecer del jardín.
Ryu sigue riéndose mientras salto la valla y me voy.
Aunque lo que más duele…
es que lo hace con cariño.