Las sorpresas no iban mucho con Cain, solo cuando era él quien se las llevaba y tal sorpresa se trataba de una emboscada. Le daba jaqueca cada vez que algo así ocurría. Su karma, seguro, lo pensaba mucho.
No brotaba sangre de él, era más bien una sustancia negra, más espesa, fría. Aún así, se notaba en su abdomen, en su boca e incluso cuello, del lado izquierdo. A eso se sumó el empezar a sentirse débil y sentir ardor por el cuerpo. Los malditos cazadores sabían muy bien qué utilizar para causar daño considerable.
Creyó haberse alejado lo suficiente cuando su nariz captó el olor a sangre. No era exactamente fresca, pero en ese momento cualquier cosa le serviría para que las heridas se cerraran rápido. Por eso apresuró más sus pasos algo tambaleantes. Sin embargo, se llevó otro pequeño improvisto cuando se dio cuenta que el aroma lo llevaba directo a una morgue. Empezó a notar los tonos entre rancio y ligeramente dulce, algo putrefacto, junto con otro que le hizo arrugar la nariz. El formol de por sí podía ser fuerte para humanos, para quienes tenían olfato sensible era peor. Se las apañaría.
Entró al lugar como quien fuese propietario, abriendo las puertas con brutalidad torpe, y avanzó hasta dar con el cuarto correcto. Ahí vio al cadáver, la sangre siendo succionada por la máquina y... a una mujer. Joven. Solo estaba haciendo su trabajo.
Los ojos del vampiro todavía brillaban, naranja y violeta, delatando su naturaleza sobrenatural. Usualmente utilizaba anteojos de sol, pero no tuvo tiempo de ir a comprar unos de camino.
—...Necesito sangre. —no iba a explicar, eso era algo para después de recuperarse. Ahí tenía dos opciones: ella, sangre fresca, o la del cadáver, directa y sin necesidad de consentimiento para evitar griterío.
No brotaba sangre de él, era más bien una sustancia negra, más espesa, fría. Aún así, se notaba en su abdomen, en su boca e incluso cuello, del lado izquierdo. A eso se sumó el empezar a sentirse débil y sentir ardor por el cuerpo. Los malditos cazadores sabían muy bien qué utilizar para causar daño considerable.
Creyó haberse alejado lo suficiente cuando su nariz captó el olor a sangre. No era exactamente fresca, pero en ese momento cualquier cosa le serviría para que las heridas se cerraran rápido. Por eso apresuró más sus pasos algo tambaleantes. Sin embargo, se llevó otro pequeño improvisto cuando se dio cuenta que el aroma lo llevaba directo a una morgue. Empezó a notar los tonos entre rancio y ligeramente dulce, algo putrefacto, junto con otro que le hizo arrugar la nariz. El formol de por sí podía ser fuerte para humanos, para quienes tenían olfato sensible era peor. Se las apañaría.
Entró al lugar como quien fuese propietario, abriendo las puertas con brutalidad torpe, y avanzó hasta dar con el cuarto correcto. Ahí vio al cadáver, la sangre siendo succionada por la máquina y... a una mujer. Joven. Solo estaba haciendo su trabajo.
Los ojos del vampiro todavía brillaban, naranja y violeta, delatando su naturaleza sobrenatural. Usualmente utilizaba anteojos de sol, pero no tuvo tiempo de ir a comprar unos de camino.
—...Necesito sangre. —no iba a explicar, eso era algo para después de recuperarse. Ahí tenía dos opciones: ella, sangre fresca, o la del cadáver, directa y sin necesidad de consentimiento para evitar griterío.
Las sorpresas no iban mucho con Cain, solo cuando era él quien se las llevaba y tal sorpresa se trataba de una emboscada. Le daba jaqueca cada vez que algo así ocurría. Su karma, seguro, lo pensaba mucho.
No brotaba sangre de él, era más bien una sustancia negra, más espesa, fría. Aún así, se notaba en su abdomen, en su boca e incluso cuello, del lado izquierdo. A eso se sumó el empezar a sentirse débil y sentir ardor por el cuerpo. Los malditos cazadores sabían muy bien qué utilizar para causar daño considerable.
Creyó haberse alejado lo suficiente cuando su nariz captó el olor a sangre. No era exactamente fresca, pero en ese momento cualquier cosa le serviría para que las heridas se cerraran rápido. Por eso apresuró más sus pasos algo tambaleantes. Sin embargo, se llevó otro pequeño improvisto cuando se dio cuenta que el aroma lo llevaba directo a una morgue. Empezó a notar los tonos entre rancio y ligeramente dulce, algo putrefacto, junto con otro que le hizo arrugar la nariz. El formol de por sí podía ser fuerte para humanos, para quienes tenían olfato sensible era peor. Se las apañaría.
Entró al lugar como quien fuese propietario, abriendo las puertas con brutalidad torpe, y avanzó hasta dar con el cuarto correcto. Ahí vio al cadáver, la sangre siendo succionada por la máquina y... a una mujer. Joven. Solo estaba haciendo su trabajo.
Los ojos del vampiro todavía brillaban, naranja y violeta, delatando su naturaleza sobrenatural. Usualmente utilizaba anteojos de sol, pero no tuvo tiempo de ir a comprar unos de camino.
—...Necesito sangre. —no iba a explicar, eso era algo para después de recuperarse. Ahí tenía dos opciones: ella, sangre fresca, o la del cadáver, directa y sin necesidad de consentimiento para evitar griterío.