Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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La sonrisa equivocada
Camino por el pasillo del castillo como si nada.
O al menos… como si yo fuera capaz de controlar ese “nada”.
Siento a la Sombra tensar mis mejillas en una sonrisa demasiado perfecta, demasiado segura, demasiado… mía pero no mía.
Entonces la veo.
Akane aparece doblando la esquina, luminosa incluso cuando no quiere serlo.
Su presencia siempre me calma.
Pero hoy… no soy yo quien camina hacia ella.
Se acerca con esa serenidad que me deja sin aire.
Akane:
—Hola, Lili. ¿Qué tal estás hoy?
Y antes de que pueda reaccionar, antes de que pueda empujar desde dentro para asomar un poco…
La Sombra responde por mí:
Sombra (con mi voz, afinada, falsa):
—¡Genial! Voy a ir a entrenar.
Akane se detiene.
Parpadea una sola vez.
Su aura cambia, casi imperceptible, pero yo lo siento.
Ella lo nota.
Ella me nota.
Y entonces dice, despacio, clavando su mirada en la mía… o mejor dicho, en la de ella:
Akane:
—No hablaba contigo…
Le estoy preguntando a Lili.
La Sombra ladea la cabeza.
Y luego, con esa risa que me revuelve el estómago, deja escapar un sonido quebrado:
Sombra:
—Kh… khe-khe… No sé de qué me hablas.
Akane no responde.
No duda.
No amenaza.
Simplemente gira sobre sus talones con la misma elegancia con la que respira.
Me da la espalda.
Y se aleja.
La Sombra la observa irse.
Yo, atrapada detrás de sus ojos, quiero llorar.
Akane lo sabía.
Akane me vio.
Akane no dijo nada.
Pero su silencio…
fue la peor advertencia.
La sonrisa equivocada
Camino por el pasillo del castillo como si nada.
O al menos… como si yo fuera capaz de controlar ese “nada”.
Siento a la Sombra tensar mis mejillas en una sonrisa demasiado perfecta, demasiado segura, demasiado… mía pero no mía.
Entonces la veo.
Akane aparece doblando la esquina, luminosa incluso cuando no quiere serlo.
Su presencia siempre me calma.
Pero hoy… no soy yo quien camina hacia ella.
Se acerca con esa serenidad que me deja sin aire.
Akane:
—Hola, Lili. ¿Qué tal estás hoy?
Y antes de que pueda reaccionar, antes de que pueda empujar desde dentro para asomar un poco…
La Sombra responde por mí:
Sombra (con mi voz, afinada, falsa):
—¡Genial! Voy a ir a entrenar.
Akane se detiene.
Parpadea una sola vez.
Su aura cambia, casi imperceptible, pero yo lo siento.
Ella lo nota.
Ella me nota.
Y entonces dice, despacio, clavando su mirada en la mía… o mejor dicho, en la de ella:
Akane:
—No hablaba contigo…
Le estoy preguntando a Lili.
La Sombra ladea la cabeza.
Y luego, con esa risa que me revuelve el estómago, deja escapar un sonido quebrado:
Sombra:
—Kh… khe-khe… No sé de qué me hablas.
Akane no responde.
No duda.
No amenaza.
Simplemente gira sobre sus talones con la misma elegancia con la que respira.
Me da la espalda.
Y se aleja.
La Sombra la observa irse.
Yo, atrapada detrás de sus ojos, quiero llorar.
Akane lo sabía.
Akane me vio.
Akane no dijo nada.
Pero su silencio…
fue la peor advertencia.
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La sonrisa equivocada
Camino por el pasillo del castillo como si nada.
O al menos… como si yo fuera capaz de controlar ese “nada”.
Siento a la Sombra tensar mis mejillas en una sonrisa demasiado perfecta, demasiado segura, demasiado… mía pero no mía.
Entonces la veo.
Akane aparece doblando la esquina, luminosa incluso cuando no quiere serlo.
Su presencia siempre me calma.
Pero hoy… no soy yo quien camina hacia ella.
Se acerca con esa serenidad que me deja sin aire.
Akane:
—Hola, Lili. ¿Qué tal estás hoy?
Y antes de que pueda reaccionar, antes de que pueda empujar desde dentro para asomar un poco…
La Sombra responde por mí:
Sombra (con mi voz, afinada, falsa):
—¡Genial! Voy a ir a entrenar.
Akane se detiene.
Parpadea una sola vez.
Su aura cambia, casi imperceptible, pero yo lo siento.
Ella lo nota.
Ella me nota.
Y entonces dice, despacio, clavando su mirada en la mía… o mejor dicho, en la de ella:
Akane:
—No hablaba contigo…
Le estoy preguntando a Lili.
La Sombra ladea la cabeza.
Y luego, con esa risa que me revuelve el estómago, deja escapar un sonido quebrado:
Sombra:
—Kh… khe-khe… No sé de qué me hablas.
Akane no responde.
No duda.
No amenaza.
Simplemente gira sobre sus talones con la misma elegancia con la que respira.
Me da la espalda.
Y se aleja.
La Sombra la observa irse.
Yo, atrapada detrás de sus ojos, quiero llorar.
Akane lo sabía.
Akane me vio.
Akane no dijo nada.
Pero su silencio…
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