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La Sala de los Espejos

En un rincón fuera del espacio y del tiempo, Loki abrió una dimensión de bolsillo. Allí, nada envejecía: ni la comida, ni los objetos, ni los recuerdos. Era su refugio secreto, un lugar donde podía guardar lo que quisiera sin que el tiempo lo tocara.

Con un gesto, la diosa del caos creó una habitación. Las paredes eran espejos líquidos, y en ellos podía ajustar su visión como si fueran cámaras invisibles. Bastaba mover la mano para enfocar un rincón del mundo, cambiar el ángulo, o acercarse a los rostros que deseaba observar.

Primero miró a sus hermanas. Luego, con una sonrisa traviesa, enfocó a su madre Jennifer, aún atrapada en su versión joven, vestida con el uniforme de maid. —¿La gran presidenta sirviendo café? El caos tiene un sentido del humor exquisito.

Pero pronto descubrió que su visión tenía límites. Solo podía observar a sus familiares y a algunos compañeros de clase. Y cuando Jennifer o sus hermanas usaban poder, las imágenes se distorsionaban, como si la energía misma interfiriera con sus espejos.

Curiosa, Loki intentó mejorar su sistema. Ajustó los espejos, abrió más ángulos, buscó nuevas conexiones. Y entonces ocurrió: sin querer, abrió ventanas hacia mundos diferentes.

En esas ventanas aparecieron versiones alternas de su familia: Jennifer adulta y joven coexistiendo, hermanas con destinos distintos, realidades donde las decisiones habían cambiado el curso de todo. Loki observaba fascinada, incapaz de distinguir qué era canon y qué era ilusión.


Loki giró su mirada hacia ti. Sí, hacia ti....

—Oh, qué gracioso… pensabas que solo estabas leyendo una historia. Error. Ya estás en mi telaraña. Aquí verás lo “canon”, lo alterno y lo que no debería existir… y no tendrás forma de saber qué es qué.

Así que sigue leyendo, curioso. Yo muevo los hilos, tú te enredas. Bienvenido al juego.
La Sala de los Espejos En un rincón fuera del espacio y del tiempo, Loki abrió una dimensión de bolsillo. Allí, nada envejecía: ni la comida, ni los objetos, ni los recuerdos. Era su refugio secreto, un lugar donde podía guardar lo que quisiera sin que el tiempo lo tocara. Con un gesto, la diosa del caos creó una habitación. Las paredes eran espejos líquidos, y en ellos podía ajustar su visión como si fueran cámaras invisibles. Bastaba mover la mano para enfocar un rincón del mundo, cambiar el ángulo, o acercarse a los rostros que deseaba observar. Primero miró a sus hermanas. Luego, con una sonrisa traviesa, enfocó a su madre Jennifer, aún atrapada en su versión joven, vestida con el uniforme de maid. —¿La gran presidenta sirviendo café? El caos tiene un sentido del humor exquisito. Pero pronto descubrió que su visión tenía límites. Solo podía observar a sus familiares y a algunos compañeros de clase. Y cuando Jennifer o sus hermanas usaban poder, las imágenes se distorsionaban, como si la energía misma interfiriera con sus espejos. Curiosa, Loki intentó mejorar su sistema. Ajustó los espejos, abrió más ángulos, buscó nuevas conexiones. Y entonces ocurrió: sin querer, abrió ventanas hacia mundos diferentes. En esas ventanas aparecieron versiones alternas de su familia: Jennifer adulta y joven coexistiendo, hermanas con destinos distintos, realidades donde las decisiones habían cambiado el curso de todo. Loki observaba fascinada, incapaz de distinguir qué era canon y qué era ilusión. Loki giró su mirada hacia ti. Sí, hacia ti.... —Oh, qué gracioso… pensabas que solo estabas leyendo una historia. Error. Ya estás en mi telaraña. Aquí verás lo “canon”, lo alterno y lo que no debería existir… y no tendrás forma de saber qué es qué. Así que sigue leyendo, curioso. Yo muevo los hilos, tú te enredas. Bienvenido al juego.
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