En el barrio viejo, donde las farolas parpadean y el aire huele a lluvia y piedra húmeda, todos conocen la silueta de la Parroquia de la Misericordia.De día, su campanario proyecta sombra sobre las calles tranquilas; de noche, esa misma sombra parece alargarse más de lo natural, como si el edificio buscara a quién llevarse.
Cuentan que, hace años, la iglesia...