—Tan pequeña, tan frágil, y al mismo tiempo, tan poderosa. ¿Qué triste, no? Cómo el dinero ofusca y vuelve burdas las transacciones que deberían ser pasionales y sublimes, las ensucia, las simplifica hasta sus núcleos más primordiales. En muchos sentidos, no hay demonio peor que el dinero, y este altar que hemos decidido construirle, ¿qué es, sino un monumento a la decadencia?
—Tan pequeña, tan frágil, y al mismo tiempo, tan poderosa. ¿Qué triste, no? Cómo el dinero ofusca y vuelve burdas las transacciones que deberían ser pasionales y sublimes, las ensucia, las simplifica hasta sus núcleos más primordiales. En muchos sentidos, no hay demonio peor que el dinero, y este altar que hemos decidido construirle, ¿qué es, sino un monumento a la decadencia?
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