El Dios del Inframundo se alzaba entre las sombras, su mirada tan serena como insondable.
Cada paso suyo hacía temblar el velo que separaba la vida de la muerte. Sonreía, no con crueldad, sino con la calma de quien conoce todos los finales.
—¿Vienes por temor… o porque ya no temes a nada?—
murmuró, extendiendo su mano envuelta en una luz dorada que contrastaba con la oscuridad que lo rodeaba.
Cada paso suyo hacía temblar el velo que separaba la vida de la muerte. Sonreía, no con crueldad, sino con la calma de quien conoce todos los finales.
—¿Vienes por temor… o porque ya no temes a nada?—
murmuró, extendiendo su mano envuelta en una luz dorada que contrastaba con la oscuridad que lo rodeaba.
El Dios del Inframundo se alzaba entre las sombras, su mirada tan serena como insondable.
Cada paso suyo hacía temblar el velo que separaba la vida de la muerte. Sonreía, no con crueldad, sino con la calma de quien conoce todos los finales.
—¿Vienes por temor… o porque ya no temes a nada?—
murmuró, extendiendo su mano envuelta en una luz dorada que contrastaba con la oscuridad que lo rodeaba.
