“El Eclipse de las Promesas”

Cuando Yukine y Lidica llegaron al Valle de los Ecos, sabían que no habría retorno. El cielo estaba teñido de rojo, y el aire vibraba con la presencia del Señor de las Sombras, una entidad que había devorado reinos enteros y corrompido la luz misma.

Yukine, con su hoja de luna, y Lidica, envuelta en llamas azules, lucharon con todo lo que les quedaba. Cada golpe era una súplica, cada hechizo una promesa de redención. Pero el enemigo no era solo fuerza: era tiempo, era desesperanza, era el eco de todas las batallas perdidas.

La batalla duró tres días. En el último amanecer, Lidica cayó primero, su cuerpo rodeado por las raíces negras del abismo. Yukine, herido y exhausto, logró herir al Señor de las Sombras, pero no lo suficiente. Con un último aliento, conjuró un sello que encerraría al enemigo por cien años… a costa de su propia alma.

El mundo sobrevivió, pero quedó marcado. Las flores dejaron de cantar, los ríos olvidaron sus nombres, y los niños nacían sin sueños. El sacrificio de Yukine y Lidica se convirtió en leyenda, pero también en advertencia: incluso los más valientes pueden perder, y a veces, perder es lo que salva a los demás
“El Eclipse de las Promesas” Cuando Yukine y Lidica llegaron al Valle de los Ecos, sabían que no habría retorno. El cielo estaba teñido de rojo, y el aire vibraba con la presencia del Señor de las Sombras, una entidad que había devorado reinos enteros y corrompido la luz misma. Yukine, con su hoja de luna, y Lidica, envuelta en llamas azules, lucharon con todo lo que les quedaba. Cada golpe era una súplica, cada hechizo una promesa de redención. Pero el enemigo no era solo fuerza: era tiempo, era desesperanza, era el eco de todas las batallas perdidas. La batalla duró tres días. En el último amanecer, Lidica cayó primero, su cuerpo rodeado por las raíces negras del abismo. Yukine, herido y exhausto, logró herir al Señor de las Sombras, pero no lo suficiente. Con un último aliento, conjuró un sello que encerraría al enemigo por cien años… a costa de su propia alma. El mundo sobrevivió, pero quedó marcado. Las flores dejaron de cantar, los ríos olvidaron sus nombres, y los niños nacían sin sueños. El sacrificio de Yukine y Lidica se convirtió en leyenda, pero también en advertencia: incluso los más valientes pueden perder, y a veces, perder es lo que salva a los demás
Me entristece
1
0 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados