饾挏 饾搧饾捑饾捇饾憭 饾憸饾捇 饾搨饾捑饾搱饾捇饾憸饾搰饾搲饾搳饾搩饾憭...
Fandom Piratas del Caribe
Categor铆a Crossover
猝解Ы [ThePirate]

La mano del bardo se elevó y con rapidez descendió para hacer una reverencia agradecida después de que una de sus... supuestas mejores canciones la finalizara. En cierta manera esperaba recibir algún aplauso del público o vitoréos, pero nunca llegaron. La realidad era sencilla: podía cantar tan dulce y entonado como un ángel, pero las letras... Algo en lo que él se categorizaba como un cantautor excelente no parecía serlo para los demás, y pese a ello no perdía la fe de que en algún punto de su existencia alguien supiera valorar su talento.

—¡Muchísimas gracias, querido público! ¡Siempre es un honor ofrecer mis mejores canciones para sus oídos! ¡Pueden dejar una pequeña moneda en el sombrero, así sea para poder alimentar mi estómago con una triste jarra de cervez-...! —siquiera pudo alcanzar a terminar sus palabras por cuando sintió un golpe suave y húmedo contra su cabeza.

Tristán se irguió de inmediato por el susto y llevó las manos hacia la zona, apreciando a su vez en el suelo un demacrado tomate que reventó en aquel impacto.

—¡Eh! ¡La comida no debe desperdiciarse! —exclamó con el ceño fruncido antes de que algo más fuera lanzado contra él entre abucheos. Pasó justo al lado de su rostro y cuando volteó a ver de lo que se trataba, chasqueó la lengua y buscó con la vista al autor de dicho ataque—. ¡Nada de patatas, eso me haría daño, animales! —gritó, antes de que su rostro fuera la diana de otro nuevo tomate.

Pasados los minutos, agradeció la ayuda de la tabernera, sacando lo mejor posible aquella suciedad de su cabeza con un poco de agua. No pudo evitar suspirar, pues su alma se sentía desesperada y frustrada. Había días y... días. Esa noche no fue de las mejores. En otras tantas sí alcanzaba a conseguir un minúsculo motín que al menos le ayudaba a sobrevivir durante los próximos tres días, pero con las nulas ganancias de esa noche, sin duda estaría algo de tiempo sin comer hasta conseguir que la suerte estuviera de su lado, lo cual sucedía pocas veces.

La tabernera, empatizada con él, le tendió un pequeño saco con cuatro monedas de bronce y una de plata, lo cual no era mucho, pero para él ya era como un gran tesoro que no dudó en agradecer con una sonrisa gentil y dulce.

«饾槇饾槬饾槷饾槳饾槼饾槹 饾槻饾樁饾槮 饾槸饾樁饾槸饾槫饾槩 饾槺饾槳饾槮饾槼饾槬饾槩饾槾 饾槮饾槾饾槩 饾槫饾槹饾槸饾槯饾槳饾槩饾槸饾樆饾槩 饾樅 饾槮饾槸饾樀饾樁饾槾饾槳饾槩饾槾饾槷饾槹, 饾槫饾槱饾槳饾槫饾槹... 饾槍饾槾饾槺饾槮饾槼饾槹 饾槻饾樁饾槮 饾槫饾槹饾槸 饾槮饾槾饾槹 饾樅 饾槮饾槾饾樀饾槹 饾槹饾樀饾槼饾槹 饾槺饾樁饾槮饾槬饾槩饾槾 饾槺饾槩饾槾饾槩饾槼 饾槶饾槩 饾槸饾槹饾槫饾槱饾槮 饾樁饾槸 饾槺饾槹饾槫饾槹 饾槷á饾槾 饾槬饾槳饾槰饾槸饾槩», comentó, ofreciéndole a su vez una jarra pequeña de cerveza.

—Eres encantadora, Melissa. Muchas gracias —ensanchó la sonrisa con gratitud, secando su mentón con la manga de su gabardina y agarró la jarra para tomar de ella.

Tras unos pocos minutos, Tristán se despidió de la mujer antes de salir por la puerta de la taberna y comenzó a caminar entre las nocturnas y húmedas calles del pueblo. Acomodó debidamente su mandora a sus espaldas. Suspiró profundo y, durante el trayecto hacia el granero donde pasaría la noche, abrió medio a escondidas el saquito para apreciar un poco las monedas y tantearlas con los dedos.

Al menos, podría matarse el hambre con poca cosa a la mañana siguiente.
猝解Ы [ThePirate] La mano del bardo se elevó y con rapidez descendió para hacer una reverencia agradecida después de que una de sus... supuestas mejores canciones la finalizara. En cierta manera esperaba recibir algún aplauso del público o vitoréos, pero nunca llegaron. La realidad era sencilla: podía cantar tan dulce y entonado como un ángel, pero las letras... Algo en lo que él se categorizaba como un cantautor excelente no parecía serlo para los demás, y pese a ello no perdía la fe de que en algún punto de su existencia alguien supiera valorar su talento. —¡Muchísimas gracias, querido público! ¡Siempre es un honor ofrecer mis mejores canciones para sus oídos! ¡Pueden dejar una pequeña moneda en el sombrero, así sea para poder alimentar mi estómago con una triste jarra de cervez-...! —siquiera pudo alcanzar a terminar sus palabras por cuando sintió un golpe suave y húmedo contra su cabeza. Tristán se irguió de inmediato por el susto y llevó las manos hacia la zona, apreciando a su vez en el suelo un demacrado tomate que reventó en aquel impacto. —¡Eh! ¡La comida no debe desperdiciarse! —exclamó con el ceño fruncido antes de que algo más fuera lanzado contra él entre abucheos. Pasó justo al lado de su rostro y cuando volteó a ver de lo que se trataba, chasqueó la lengua y buscó con la vista al autor de dicho ataque—. ¡Nada de patatas, eso me haría daño, animales! —gritó, antes de que su rostro fuera la diana de otro nuevo tomate. Pasados los minutos, agradeció la ayuda de la tabernera, sacando lo mejor posible aquella suciedad de su cabeza con un poco de agua. No pudo evitar suspirar, pues su alma se sentía desesperada y frustrada. Había días y... días. Esa noche no fue de las mejores. En otras tantas sí alcanzaba a conseguir un minúsculo motín que al menos le ayudaba a sobrevivir durante los próximos tres días, pero con las nulas ganancias de esa noche, sin duda estaría algo de tiempo sin comer hasta conseguir que la suerte estuviera de su lado, lo cual sucedía pocas veces. La tabernera, empatizada con él, le tendió un pequeño saco con cuatro monedas de bronce y una de plata, lo cual no era mucho, pero para él ya era como un gran tesoro que no dudó en agradecer con una sonrisa gentil y dulce. «饾槇饾槬饾槷饾槳饾槼饾槹 饾槻饾樁饾槮 饾槸饾樁饾槸饾槫饾槩 饾槺饾槳饾槮饾槼饾槬饾槩饾槾 饾槮饾槾饾槩 饾槫饾槹饾槸饾槯饾槳饾槩饾槸饾樆饾槩 饾樅 饾槮饾槸饾樀饾樁饾槾饾槳饾槩饾槾饾槷饾槹, 饾槫饾槱饾槳饾槫饾槹... 饾槍饾槾饾槺饾槮饾槼饾槹 饾槻饾樁饾槮 饾槫饾槹饾槸 饾槮饾槾饾槹 饾樅 饾槮饾槾饾樀饾槹 饾槹饾樀饾槼饾槹 饾槺饾樁饾槮饾槬饾槩饾槾 饾槺饾槩饾槾饾槩饾槼 饾槶饾槩 饾槸饾槹饾槫饾槱饾槮 饾樁饾槸 饾槺饾槹饾槫饾槹 饾槷á饾槾 饾槬饾槳饾槰饾槸饾槩», comentó, ofreciéndole a su vez una jarra pequeña de cerveza. —Eres encantadora, Melissa. Muchas gracias —ensanchó la sonrisa con gratitud, secando su mentón con la manga de su gabardina y agarró la jarra para tomar de ella. Tras unos pocos minutos, Tristán se despidió de la mujer antes de salir por la puerta de la taberna y comenzó a caminar entre las nocturnas y húmedas calles del pueblo. Acomodó debidamente su mandora a sus espaldas. Suspiró profundo y, durante el trayecto hacia el granero donde pasaría la noche, abrió medio a escondidas el saquito para apreciar un poco las monedas y tantearlas con los dedos. Al menos, podría matarse el hambre con poca cosa a la mañana siguiente.
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